1. El universo visto por el ojo de la cerradura
Todos los días - cuenta Freddy - yo lo ayudo a preparar las tiritas de
plastilina que él usa para escribir. Papel y lápiz no usa. Él escribe grabando
signos en la plastilina. Yo no puedo leer lo que él escribe. Lo que él escribe no
se lee con los ojos. Se lee con los dedos.
Con él aprendí a sentir una hoja. Yo no sabía. Él me enseñó. Cerra los
ojos, me dijo. Con paciencia me enseñó a sentir una hoja de árbol con los
dedos. Me llevó tiempo aprender porque yo no tenía la costumbre. Ahora me
gusta acariciar las hojas, que los dedos resbalen por el lado de arriba, tan liso
que es, sentir la pelusita de abajo y los hilitos como venas que la hoja tiene
adentro.
El otro día trajeron a la escuela un león recién nacido. Nadie pudo
tocarlo. Solamente a él lo dejaron. Y después yo le pedí:
- Vos, que pudiste tocarlo, decime cómo era el cachorro.
- Era calentito - me dijo -. Era suave. Y me pidió:
- Vos, que pudiste verlo, ¿cómo era? Yo le dije que era amarillo.
-¿Amarillo? ¿Cómo es el amarillo, Freddy?
- Como el calor del sol - le dije.
GALEANO, Eduardo. Días y noches de amor y de guerra. Siglo Veintiuno, Buenos
Aires, 2011, p 150-151.
2. O universo visto pelo buraco da fechadura
Todos os dias – Freddy conta – eu o ajudo a preparar as tirinhas de
plástico que ele usa para escrever. Papel e lápis não são necessários. Ele
escreve gravando símbolos no plástico. Eu não consigo ler o que ele escreve.
O que ele escreve não se lê com os olhos. Lê-se com os dedos.
Com ele, aprendi a sentir uma folha. Eu não sabia como fazer. Ele me
ensinou. Feche os olhos, ele me disse. Com paciência, me ensinou a sentir
uma folha de árvore com os dedos. Levei tempo pra aprender, porque eu não
tinha o hábito. Agora eu gosto de acariciar as folhas, que os dedos
escorreguem pelo lado de cima, de tão liso que é; sentir a saliência de baixo e
os filamentos como veias que a folha tem dentro dela.
Num dia desses levaram à escola um leão recém-nascido. Ninguém
pôde tocá-lo. Só a ele deixaram. E depois eu perguntei:
- Você, que pôde segura-lo, como ele era?
- Era quentinho – me disse –. Era macio. E me perguntou:
- Você que pôde ver, como ele era? E eu disse que ele era amarelo.
- Amarelo? Como é o amarelo, Freddy?
- Como o calor do Sol – eu disse.