5. Hay tres grandes diferencias entre las redes
nacidas en Internet y las nacidas de vivir o
trabajar en el mismo lugar. La primera es
una cuestión de costes: el coste de
abandonar una red virtual es bajo, el de
abandonar una ciudad, un pueblo o un
trabajo es alto.
6.
7. La segunda es una cuestión de elecciones:
en Internet formamos redes con quien nos
interesa porque la conversación nos
interesa, es sin embargo difícil elegir a los
vecinos y compañeros de trabajo.
8.
9. La tercera tiene que ver con la distancia:
las conversaciones en Internet están
delimitadas por las lenguas que cada cual
usa, no por dónde están los interlocutores.
Cuando se forma una comunidad virtual
estas comparten una identidad propia
basada en la conversación, los contextos y
el conocimiento que desarrollan.
10. ¿Cómo no sentir las comunidades virtuales
como algo liberador? No permanecemos en
ellas porque nos sintamos obligados o
porque el coste de abandonarlas nos
asuste, las formamos con quienes nos
interesan, tu pasaporte no importa. Sólo
cuenta lo hace lo que dices y aportas.
11.
12. Pero las comunidades e identidades
virtuales tienen un gran «pero». Incluso si
las comparamos con las viejas
«identidades imaginadas».
13. Al estar basadas en conversaciones entre
personas que no comparten en principio
una economía, tienen difícil ser identidades
«completas», capaces de explicar la
relación entre quién eres en la comunidad y
qué resultado tiene tu trabajo y lo que
haces para ella. Y eso… es importante para
una identidad.
14.
15. Antes de la Era Moderna la mayor parte de
las personas sólo se identificaba por las
comunidades reales de las que formaba
parte. Un europeo medio apenas veía un
centenar de caras diferentes en toda su
vida.
16. La pequeña comunidad real local, con su
economía agraria apenas monetarizada
daba una identidad a cada uno que le
permitía entender quién era quién en el
sistema social y qué papel jugaba cada cual
en la producción del bienestar de todos.
17.
18. Pero cuando la economía mercantil y el
mercado fueron uniendo en entornos más
amplios la producción y el consumo, buena
parte de las cosas que consumías ya no
venían de tu entorno directo; el resultado
de tu trabajo podía viajar a cientos, a miles
de kilómetros y en las ciudades vivían ya
decenas de miles de personas.
19. Las viejas identidades reales dejaron de
explicarnos qué éramos para los demás y
qué significaba nuestro trabajo para ellos.
20.
21. A partir de finales del siglo XVII aparecerán
las semillas de lo que se convertirá dos
siglos más tarde en la gran identidad
imaginada del mundo industrial: la nación.
22. La nación tenía la nueva dimensión del
estado y del mercado y permitía a cada
cual imaginarse como parte del esfuerzo
conjunto que mantenía en pié la economía
de la que vivían él mismo y su propia
comunidad real.
23.
24. Hoy, sin embargo, con una economía
globalizada, cuando el mercado es mundial
y cada producto cotidiano recoge trabajo
hecho en continentes diferentes, la
identidad nacional empieza a sufrir el
mismo problema que le hizo nacer.
25. Ya no explica satisfactoriamente qué tiene
que ver nuestro trabajo en el bienestar de
nuestra comunidad real, comunidad real
que incluye además a esas comunidades
virtuales transnacionales de las que
formamos parte y que cada vez nos
importan más. En ese sentido la nación se
nos ha quedado pequeña.
26. Pero por otro lado también se nos está
haciendo demasiado grande. Porque a las
finales lo que nos importa es esa
comunidad real formada por nuestras
familias, nuestro entorno y las personas de
las comunidades con las que compartimos
la conversacion en internet.
27. Personas reales a las que Internet por un
lado y la crisis de las identidades
imaginadas por otro, han vuelto a poner en
el centro de nuestra forma de entender el
mundo.
28.
29. Desde los años noventa empezaron a
emerger comunidades reales en Internet
que pretenden llevarse todo lo posible de la
propia vida, incluida la economía, a la red o
al menos a un espacio que conserve las
libertades propias de la red.
30. Esta tendencia toma al principio la forma
de «países virtuales» o grupos de debate,
pero donde comienza a materializar
resultados es en el mundo de las empresas
tecnológicas.
31. Acostumbrados a conocerse y colaborar en
red, son no pocos los grupos de
desarrolladores que empiezan a montar la
empresa a partir de la comunidad,
manteniendo su transnacionalidad y
renunciando incluso a tener una sede
central. Así nacen empresas hoy famosas
como «MySQL», «37 signals» o «Monty
Program».
32.
33. La programación, la consultoría, la edición
digital, el diseño gráfico y en general todos
los servicios que pueden comercializarse
directamente a través de Internet son el
punto de partida natural de estos primeros
experimentos de comunidades
transnacionales que comienzan a dotarse
de una economía.
34.
35. Pero acostumbrados a la igualdad en la
conversación, al trabajo en red como
iguales, estas comunidades
transnacionales tenderán de forma natural
a experimentar formas de democracia
económica, desde el cooperativismo a las
redes de freelancers.
36.
37. El resultado es una comunidad real
transnacional empoderada con empresas
organizadas según el principio de
democracia económica. La filé.