Messaggio della Consigliera per le Missioni_14 agosto 2021 por
19° dom. t. ord., ciclo 'a'
1. 1
Lectio Divina, XIX Domingo Ordinario,
Ciclo ‘A’ Mateo 14,22-33
Juan José Bartolomé, sdb
Tras haber satisfecho el hambre de la muchedumbre con la multiplicación de los panes,
Jesús busca de nuevo estar solo, necesitaba estar con Dios: había calmado la necesidad
de alimento en los otros y, quiso retirarse a orar para calmar su propia necesidad interior:
encontrándose con su Padre. ¿No parece extraño que Jesús despida a sus discípulos y a
la muchedumbre, para vivir este momento?
Prefiere la oración a la compañía de cuantos habían presenciado el milagro. No buscaba el
aplauso ni el protagonismo, por lo que había hecho… ¿Qué haría Jesús si no rubiera esos
encuentros con su Padre? Los discípulos se fueron acostumbrando a no ver por un tiempo
al Maestro, porque Él solía buscar esos espacios de oración.
SEGUIMIENTO
22. Luego, Jesús, hizo que los discípulos subieran a la barca y se adelantaran a la otra
orilla, mientras Él despedía a gente.
23. Después de despedirla, subió a la montaña para orar a solas. Al llegar la noche, estaba
allí solo.
24. La barca, que estaba ya muy lejos de la orilla, era sacudida por las olas, porque el
viento era contrario.
25. Antes de la madrugada, Jesús, se acercó a ellos caminando sobre las aguas.
26. Los discípulos, al verlo caminar por encima de las olas, se asustaron y decían: “Es un
fantasma”. Y se pusieron a gritar de miedo.
27. Pero Jesús les dijo en seguida: “¡Ánimo, Soy yo, no teman!
28. Pedro le respondió: “Señor, si eres Tú, mándame ir a ti sobre las aguas.
29. Jesús le dijo: “Ven”.
Pedro, saltó de la barca y, caminando sobre las aguas, iba hacia Jesús.
30. Pero al sentir la violencia del viento se asustó y, como empezaba a hundirse, gritó:
“¡Señor, sálvame!”
31. Jesús le tendió la mano, lo levantó y le dijo: “¡Hombre de poca fe!” ¿Por qué has
dudado?
32. Subieron a la barca, y el viento disminuyó.
33. Y los que estaban en la barca se postraron ante Jesús, diciendo: “Verdaderamente eres
Hijo de Dios”.
LEER: entender lo que dice el texto fijándonos cómo lo dice
El relato está constituido por una breve
narración y una conversación. La
narración introduce y justifica, el diálogo.
Pero mientras la narración se centra en
Jesús y en sus discípulos, en lo que
hacen, en lo que sienten y quieren, el
diálogo que abre Jesús, tiene a Pedro
como único interlocutor.
Los discípulos volverán al relato, y como
creyentes cuando estén a salvo y vean
que el viento se calmó y que Jesús y
2. 2
Pedro están con ellos en la barca.
Satisfecha el hambre de la muchedumbre,
Jesús siente la necesidad de quedarse
solo, y deja que los suyos naveguen solos
en medio de la noche y la tormenta.
No era la primera vez que Jesús dejaba
por un momento a quienes le seguían,
pero tampoco quiso dejar solos en medio
de la mar encrespada, a quienes eran su
nueva familia.
Jesús no tardó en hacérseles presente,
incluso cuando no se lo habían pedido. Al
ir a ellos, sus discípulos no lo
reconocieron, pensando que veían un
fantasma: no podían imaginarse siquiera
que fuera. ¡Qué poco habían entendido de
su persona y de lo que era capaz de
hacer!
Había multiplicado el pan y los peces,
había saciado el hambre de la multitud
pero no había logrado convencer a sus
amigos de su poder salvador.
La palabra de Jesús, familiar en medio del
viento, les saca de sus miedos, y alienta a
Pedro a alcanzarlo caminando sobre las
aguas.
Mas el mar y el miedo pudieron más que
la confianza en Jesús. La invitación que Él
le hizo a Pedro para que vaya a su
encuentro no logró una confianza plena
en su persona, y la incredulidad creció en
su corazón; conforme caminaba sobre el
agua, se iba hundiendo en la mar
revuelta.
No le bastó que Jesús le hubiera dicho:
‘ven’ para ir a Él con confianza. Pero
cuando le extendió la mano el Señor, le
salvó.
Jesús hizo que Pedro, quien tanto
significaba para Él, se salvara. Este
hombre había mostrado ante el Maestro y
ante el grupo tener un carácter audaz,
una prontitud para hablar, para
manifestarse ante los demás apóstoles,
convirtiéndose en su líder… Fue quien
más arriesgó y a la vez quien más dudó…
Todos confesaron que quien hizo esto,
era Jesús… Su poca fe se fortaleció al
descubrirlo. ¿Por qué la salvación de uno
no siempre robustece la fe de todos?
MEDITAR: Aplico lo que dice el texto a mi vida
Son numerosas las ocasiones en que los evangelistas dicen que Jesús se retiraba a solas
a orar. Un gesto vale más que mil palabras. Con ello enseñan la necesidad que se tiene en
la vida de buscar esa oración silenciosa, para estar con el Padre a solas, sabiendo que él
ama a sus hijos y los cuida. Sin una vida profunda de oración, la existencia es como esa
barca zarandeada por las olas, alborotada por cualquier dificultad, sin raíces, sin
estabilidad.
Muchas veces hablamos mucho, somos inquietos, queremos hacer muchas cosas,
pero la actividad más importante es hacer oración, utilizar el tiempo en Dios,
hablándoles y sobre todo escuchándole es una acción prioritaria en nuestra vida.
El que ora de verdad va alimentando su vida de fe, va echando raíces en Dios. La oración
le da ojos para conocer a Jesús y descubrirle en todo, incluso en medio de las dificultades,
del sufrimiento y de las pruebas: “Verdaderamente eres Hijo de Dios”. La falta de oración,
en cambio, hace que se sienta a Jesús como un “fantasma”, como algo irreal; el que no ora
3. 3
es un hombre de poca fe, duda y hasta acaba perdiendo la fe.
Cuando planifiquemos la actividad del día, incluyamos unos minutos para la oración,
y dejemos esos instantes para comunicarnos con nuestro Padre; que nada nos
aparte de esta intención. Estar con Él, hablarle, saber que somos suyos y que Él se
interesa por nosotros, que nos espera cada día es de vital importancia para quienes
nos decimos ‘sus hijos’.
Los discípulos se llenaron de miedo. El temor los encegueció. Estaban muy turbados; no
lograron ver que Jesús venía en su ayuda, caminando sobre las aguas. Como no podían
creer que fuera el Maestro pensaron que quien venía a su encuentro un fantasma. La tarde
anterior multiplicó los cinco panes y los dos peces para saciar a la muchedumbre, y ahora
se hacía presente en medio del mar agitado…
Quienes nos decimos discípulos de Jesús podemos estar agobiados por las
dificultades, olvidando quien es Él y qué puede hacer por nosotros. Los peligros, las
necesidades, las penas nos parecen situaciones personales y las vivimos sin Jesús
y sin pedirle su ayuda…
No percibimos lo que Jesús hace por venir a nuestro encuentro; no nos imaginamos
que Él camine sobre la mar, para afrontar con nosotros todo lo que nos amenaza.
A la madrugada, Jesús fue al encuentro de sus discípulos; caminando sobre las aguas. .
Ellos, al verlo caminar así, se asustaron. “Es un fantasma”, dijeron y llenos de temor, se
pusieron a gritar. Sin embargo el Señor les hablo: “Tranquilícense, soy yo; no teman”. De
todos ellos, Pedro fue el más audaz, y le dijo: “Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro
sobre el agua” y lo hizo porque no dudó de que tenía poder … A su palabra: “Ven”, bajó
de la barca y caminó sobre las aguas.
La violencia y el viento, lo hicieron llenarse de miedo, y al empezar a hundirse, gritó con
fuerte voz: “¡Señor, sálvame!”. La reacción del Apóstol fue muy humana; contrastaban la fe
que tenía en el Maestro y su temor.
Si nos dejáramos interpelar por la voz de Jesús podríamos distinguirlo…Si
creyéramos que Él nos dice ‘ven’, como le dijo a Pedro, y como él, fuéramos a su
encuentro, le daríamos la oportunidad de salvarnos… Pero escucharlo, ese es hoy el
gran reto… Nos cuesta tanto percibir su voz, porque Él sigue diciendo ‘ven’, pero
nosotros no percibimos ese llamado … ¿Por qué no lo escuchamos?
Seguimos confundiéndole con fantasmas, siempre que quiere ayudarnos. Y es que, en
el fondo, nos creemos abandonados y no percibimos su presencia salvadora. De poco
nos han servido años de convivencia y seguimiento, para identificarle. ¡De poco nos
sirve que venga a nosotros, si nos empeñamos en creerle solo un fantasma!
La palabra escuchada hizo que Pedro identificará al Señor. Para que surgiera la esperanza
en él fue preciso que escuchara a Jesús…Cuanto mayor fue el peligro y cuanto más sintió
el abandono, más fue su necesidad del Maestro. El ruido de la tormenta no le impidió
escuchar su voz. Pudo reconocerle y se lanzó al agua.
La Palabra del Señor también hoy puede ayudarnos a vencer nuestros miedos, Él
nos habla en medio de la tempestad; su mano nos toma con fuerza en medio de la
tormenta. Su presencia nos quiere aliviar de todo lo que nos hace sufrir; nos da la
4. 4
seguridad de poder ser salvados. Esa invitación a ir con Él es el ancla a la que
podremos sujetarnos con fuerza.
Escuchar a Jesús es la mejor manera de reconocerle junto a nosotros. La peor de
las tormentas es aquella que vivimos sin Él, sin descubrirlo con nosotros... Mientras
le escuchemos, mientras le sigamos, tendremos motivos para saber que no nos
abandona.
Las dificultades en la vida del cristiano son soportables siempre que no le roben la
posibilidad de escuchar la voz de Dios, de descubrir su presencia y su acción salvadora:
quien le escucha estará con Él y podrá, con su ayuda, superar sus dificultades, por
grandes que sean.
Perdemos a Dios, y nos perdemos a nosotros mismos, cuando teniendo tanto qué
hacer por salvarnos, no nos damos el tiempo para escucharle.
La naturaleza humana es así. Muchas veces, triunfa en lo grande y es derrotada en lo
pequeño. Cuando todos estaban llenos de miedo, Pedro se echó al agua, pero no pudo
resistir la embestida del viento, por falta de fe…
De nada vale estar materialmente cerca de Cristo Jesús, si no nos dejamos salvar
por Él. Démosle la mano y echémonos mar adentro.
ORAMOS nuestra vida desde este texto
Buen Padre, que escuchemos la invitación que nos hace tu Hijo para ir con Él. Que como
Pedro nos lancemos a para experimentar tu fuerza salvadora; que nuestra fe se fortalezca
y fortalezca a quienes están con nosotros, para que creyendo en tu presencia, nos dejemos
salvar, día a día.
Danos la valentía necesaria para ir adelante, viviendo como hijos tuyos, y como discípulos
misioneros de tu Hijo, siempre y donde estemos. Que venzamos las tentaciones, porque si
ellas son fuertes, mayor es tu gracia. Que en la agitación de la vida diaria seamos capaces
de hacer creíble tu gracia salvadora, siempre de la mano de María. ¡Así sea!