Los filósofos, y también los investigadores, decimos que las buenas preguntas son más importantes que las buenas respuestas. Hoy que la reflexión debería primar en la discusión sobre la ley de acceso al empleo formal de los jóvenes, conviene hacerse algunas preguntas que ayuden a entender mejor el problema. Convendría que los opositores a esta ley se cercioren de haberla leído, y de cuánto realmente la conocen. Y si su respuesta es “quita derechos”, convendría que enumeren qué derechos que hoy tienen están perdiendo. Si lo que muestran las encuestas es un buen indicativo, resulta que las personas le atribuyen cosas que ella no dice, como que los jóvenes serán despedidos a los 25 años o que perderán el trabajo quienes ya están en planilla.