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Aquello tan, pero tan… simple.

                                                                                        Por María Celeste Gigli Box.

                                     i) Lo pretendido.
                         “Es más conveniente decir no en voz baja que decir si gritando”.
                                               Adagio popular.



      El motivo que impulsa estas líneas es tan sencillo como su sentido final. Pero no será el
mejor comienzo el anticiparme inadecuadamente. Así, intentaré desgranar algunos tópicos que se
han presentado, como dables de ser destacados en el curso de Ceremonial Oficial dictado en la
Universidad Católica de La Plata. No puedo evitar mencionar firmemente que no poseo
pretensión alguna de que éstas palabras vinculen -de cualquier modo-, tanto a quienes participan
del curso en calidad de alumnos, cuanto a la Licenciada a cargo ó bien a la Casa de Altos Estudios
en que se dicta la capacitación. Por esta razón, he decidido no utilizar el estilo corriente de
ensayar en primera persona plural, con el fin que esta intención mencionada sea
permanentemente manifiesta y ratificada.

      Procuraré estructurar lo que sigue en las diferentes dimensiones y visiones que presenta un
mismo tópico: el [ausente] uso del Ceremonial Oficial en la actual gestión presidencial. Motiva
esto, el convencimiento particular que lo [muchas veces] dicho en relación a esta temática tiene
diferentes evaluaciones analíticas -no todas ellas asimilables. En relación a esto, observo la
tendencia a ver costados diferentes del Ceremonial Público como legítimamente intercambiables,
cuando esto no sólo es riesgoso sino también desacertado.

      Si bien no pretendo –ni poseo las herramientas para concretar-, una visión acabada ó
completa del Ceremonial Oficial (otra de las áreas vedadas por mis escasos conocimientos), no
está demás establecer que es dable -y deseable- organizar nuestro objetivo. Así pues, el decurso
será el siguiente: comenzaremos analizando y poniendo en perspectiva el par de oportunos
artículos periodísticos que recogen una visión crítica acerca del uso del Ceremonial Oficial por
parte de nuestro actual PE. Dentro de este acápite, recortaré los puntos más relevantes del
análisis de la conducción presidencial, mientras también manifestaré los puntos en que me aparto
de los criterios expuestos en sendos recortes periodísticos.

       Luego retomaré un juicio muy común subyacente en varios análisis -en su mayoría
periodísticos-, pero que he observado que lamentablemente no son privativos de ámbitos
informativos. Las coincidencias al exterior de los comunicadores gráficos ó televisivos con
opiniones de otro tipo de analistas de la ciencia social no es un problema en sí mismo: el
problema que encuentro es –en este caso periodistas y otros especialistas-, la coincidencia en
reduccionismos flagrantes; que denotan –en el mejor de los casos- baja perspicacia analítica, y –
en el peor de ellos-, adquisición de los discursos consumidos mediáticamente sin ningún tipo de
criticismo [y criterio] propio.
Curso de Protocolo y Ceremonial Público
                         “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box (mcgb_br@yahoo.com.br)
                                                   Universidad Católica de La Plata
                                                              Año 2006.

       Estimo imperioso reconocer algunos supuestos, perspectivas y consideraciones generales
acerca de estas deficiencias analíticas que pueden reproducir los estereotipos que las condicionan.
Como todos sabemos, cualquier análisis basado en la simple reproducción de un esquema previo
puede -muy fácilmente-, ser presa de puntos ciegos. Así, no puedo más que reservarme una
mención acerca de lo que muchos etiquetan como la postura politológica (y por ende científica,
rigurosa conceptualmente, perspicaz en el análisis de las estructuras socio-políticas allende los detalles y
particularidades del caso, etc.); pero que veremos que no está tan lejos de muchos de los
reduccionismos periodísticos, ni se aparta de deficiencias en el diagnóstico que también existen
en el campo de la Ciencia Política, como de otras ciencias sociales.

       Claro que mi personal hincapié en esta cuestión proviene de la responsabilidad que amerita
el hecho de pertenecer al espacio de quienes estudian la política científicamente; lo cual hace que
tenga que asumir el cargo de ser automáticamente homologada a quienes emiten juicios que en
realidad, no comparto. Así es, como pretendo evitar que el corporativismo gremial predomine
sobre las opiniones particulares de cada profesional; y que así, termine por a quines se interesan
por los análisis de los analistas –sin saber que éstos no son uniformes en muchos casos. De este
modo, sin alejarnos del espacio de la Ciencia Política, ponderaré la exposición en clave de lo que
constituye una postura [más, entre varias] para pensar lo que varios reconocemos como
[incorrectos] procederes del PEN actual. Para poder lograrlo, daré curso desde varias
perspectivas al mismo problema: la primera, será deslindar qué es para la ciencia social el
populismo como categoría de análisis. La segunda, será trabajar con los procederes que nos
permitirán ver en qué sentido nuestro PE utiliza métodos que lo encasillan en el espacio de
“populista”, ó bien –y ése será mi desafío- si encontramos otros rasgos en su conducción que
implican más adjetivos acerca de su estilo. Por último, expondré una apreciación exclusivamente
personal acerca del proceder del Primer Mandatario en función del Ceremonial Oficial.

      El último apartado aclarará el sentido profundo y primero; como también el objetivo final
de estas líneas, y que ya se encuentra inspirado en el titulo principal de este escrito. Sin más
aclaraciones de procedimiento, comencemos la tarea:

ii)
                                                  Se dice de mí…
                                 “Mucho dinero y poca educación, es la peor combinación”.
                                               Valentín Moragas Roger (∗)



       En este primer apartado nos atendremos a sendos artículos periodísticos aportados y
comentados en clase. Siendo de diversa naturaleza, hemos decidido su tratamiento por separado.
Claro que también, estableceremos divisiones al interior de cada uno. Sólo como aclaración
preliminar metodológica –y con algo de atrevimiento, ya que la síntesis atentar con la corrección-,
reemplazaremos cualquier referencia a los usos y normas del Protocolo y Ceremonial Público por
la sigla C.O. (“Ceremonial Oficial”). Justifica esta decisión el beneficio de la brevedad.

      Comenzando con el reportaje efectuado al embajador Quintana1, preferiré algunos pasajes
de su juicio acerca del objetable ejercicio del Ceremonial por parte del PE. La selección fue hecha

  Podríamos reemplazar la palabra “dinero” por una presente en el quehacer político, es decir: poder. Así -sin tergiversar
demasiado al autor de éstas palabras-, ilustraríamos cabalmente nuestro cuadro de falta de corrección en el ejercicio del
Ceremonial Oficial. Desde ya, los destacados en el epígrafe son míos.
1
  “Los intelectuales y el país hoy: Kirchner no debería ignorar el protocolo (…)”, Política, La Nación, 29/IV/06.


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Curso de Protocolo y Ceremonial Público
                           “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box (mcgb_br@yahoo.com.br)
                                                     Universidad Católica de La Plata
                                                                Año 2006.

para destacar los tópicos de importancia. También, los utilizaré como disparadores para el análisis
-tanto desde el espacio politológico cuanto del juicio personal. Claro que esto no obsta el reservar
algunas diferencias con el embajador en determinados criterios. De cualquier modo, no dudo que
es atrevido decretarlos como la completa opinión de Quintana, ya que todos sabemos que un
reportaje muchas veces priva a quien contesta de respuestas lo suficientemente explicativas y
precisas -en un espacio que sabemos acotado de suyo. Tampoco descarto la posible exposición
concisa de sus palabras por parte del diario, lo que también puede alterar seriamente el sentido de
sus palabras.

       Comenzando [al extremo] gradualmente, rescataré las primeras dos frases del representante
exterior: “no hay nada peor que ser maleducado y no guardar las formas (…) el Señor Kirchner no puede jugar
con la dignidad y la posición del país, porque arriesga el destino de la Nación”. El primer término de esta cita
textual habla por sí mismo y estaría demás predicar su validez más allá de esa sentencia. Con
respecto al segundo, debo hacer una mención –que guardará mucha relación con lo que expondré
al final como estricta postura personal:

       Se menciona al PE usando a su capricho las reglas del C.O., con la consecuencia de poner
en juego la dignidad del país (y por ende, su posición en el mundo). En este caso, iré aún más
lejos que el Señor Quintana: consideraré que no es ya el uso, sino que es sólo la decisión de
ignorar por completo. El uso selectivo ó a conveniencia de algunas de las disposiciones del C.O.,
no puede ser un modo [más] de su aplicación, también. Me explico: cualquier utilización antojosa del
C.O. debe considerarse como idéntica a la decisión de desconocerle. No estimo en ningún caso
que el corpus que conforma todas las disposiciones y usos del mismo sea dable de selección legítima sino
es hecha por medio del consenso de quienes conocen a la perfección esta área; ó bien, del consenso que otorgan los
usos y las costumbres que lo fueron moldeando.

      Con respecto al riesgo en que incurre el destino de la Nación [mayúsculas en el original],
siendo por exceso detallista, entiendo que lo que se arriesga es la imagen de los nacionales todos
en el exterior, lo cual compromete también a aquellos Presidentes que ocuparon el cargo –e
incluso han respetado el C.O. Esta aclaración, si bien puede resultar obvia, no se propone aclarar
lo que los lectores ya saben, sino recalcar aún más la profunda responsabilidad colectiva que infiere el
cargo del PEN. Aún mayor al ejercer su representación externa: Es la Argentina toda –sean sus
generaciones presentes cuanto pasadas-, la que está en juego en su ejercicio. Son los profesionales
diplomáticos quienes están puestos en duda en cuanto a su maestría para asesorar al PE. Es el
mismo jefe de Estado extranjero quien está siendo subestimado, al ser tratado como no corresponde
a su rol. Es la misma nación (no sólo los electores oficialistas, sino todos los habitantes con goce
de derechos políticos) que implícitamente refrenda en un régimen democrático este
desenvolvimiento. PERO, -si bien cumpliendo la voluntad del que lo eligió, es el mismo PE en
persona que se arroga una prerrogativa que no le es dada por el voto (la delegación del poder
en el primer mandatario no implica que quien lo ejerce no se atenga a los usos y costumbres
dadas -incluso cuando no exista un mecanismo que pueda resguardar su cumplimiento efectivo,
como en el caso de las leyes1) como es el incumplir con las normas del C.O.): de este modo, es el
mismo PE quien está ejerciendo su parte del compromiso en forma irregular.

    Si llevase un poco más lejos esta cadena de apreciaciones: ¿Me podría permitir afirmar el no
cumplimiento de los valores implícitos y los deberes a quien está sometido cualquier ciudadano –
1
  Incluso, siendo la costumbre una de las fuentes de la ley, lo que nos dice que su importancia no es menor. Si una simple
tradición, devenida en hábito regular puede llegar a erigirse como ley positiva, imaginemos que no respetar una norma del C.O. –
que al igual que aquellas no posee un órgano que vele por su cumplimiento efectivo-, no deja de ser una falta a una de las prácticas
reconocidas no sólo individual, sino colectivamente. En este caso, no sólo tenemos el factor agregado sino que también
poseemos el factor compartido por más miembros de diferentes comunidades externas a la soberanía del PEN.


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Curso de Protocolo y Ceremonial Público
                      “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box (mcgb_br@yahoo.com.br)
                                                Universidad Católica de La Plata
                                                           Año 2006.

incluso el PE-, en un estado de derecho? Pues si, claro. ¿Sería excesivo ver en esto un dejo de
autoritarismo? Definitivamente, no. Cualquier prerrogativa no incluida en el rol que el Soberano
encomienda a su gobernante es un exceso del ejercicio de deberes, y puede ser visto como
autoritario, en tanto que es decidido unilateralmente por su persona. Pero… ¿Hasta qué punto
nosotros, TODOS nosotros tenemos alguna responsabilidad en esto?... bueno, sobre esto
volveremos en el anteúltimo acápite de este escrito… Poniendo en otros términos lo dicho: si
indagamos un poco más al interior de quienes integramos la base y fundamento del sistema
democrático, el PEN desatiende una función fundamental de su jaez (allende quienes votaron, y
se consustancien con él). El actual estilo –si bien de forma-, omite la representación de todos esos
residentes –entre los que por supuesto, se encuentran quienes pretenden [pretendemos] que las
pautas del C.O. sean respetadas, cumplidas y utilizadas. Así, muchos habitantes (entre quienes
pueden estar algunos de sus propios electores, incluso) tenemos un PE que no da cuenta de una
de sus tantas obligaciones para con quienes lo envestimos de poder.

       Si bien iré retomando en ocasiones posteriores las ideas que siguen en lo tocante; por lo
pronto emitiré a modo de preguntas lo que son mis sinceras dudas acerca del comportamiento
presidencial. Para esto, veamos cómo continua el embajador Quintana: “lo que el Presidente considera
una frivolidad tiene un valor muy importante en los países que poseen otros conceptos y otra seriedad en el
protocolo. Y lo peor es que este tipo de barbaridades se han cometido prácticamente con todos los países, desde
EUA para abajo…”.

       Al reflexionar acerca de la diferencia de concepciones acerca del Protocolo Oficial de
nuestro PE y los demás países, me invaden varias cuestiones: ¿Será que el Presidente [mal] concibe
el C.O. como un “gasto público innecesario”? ¿Será que el objeto del C.O. –el que para muchos
de nosotros es una de las importantes formas que hacen al manejo de los Primeros Mandatarios y de
las relaciones exteriores que a través de ellos establecemos con otros países-, es visto por el PE
como un factor no determinante (y por eso menos importante) de las obligaciones que tiene para
con la Argentina? ¿Será que simplemente el PE no conoce –cuanto no se ha molestado en
interiorizarse-, en las formas de su rol? Y si así fuese, ¿Puede darse el lujo de no conocer un
aspecto que hace a su función?... Por cierto, ¿Esta es una conducta digna de un estado de derecho,
donde todos tenemos el deber de cumplir con las obligaciones que generan nuestros derechos –
sin discriminar por nuestras opiniones cuáles son “más importantes” [=“menos frívolas”]?

      ¿Será el caso que nuestro Presidente, afanado en lo que él concibe como la “construcción
del poder”, le quita atención de los lugares en donde él mismo supone que aquél no se
construye? ¿Incluso [hasta en un corto lapso de tiempo] esa “construcción de poder” –a
medias, siendo sólo pensada al interior del territorio nacional-, tiene por condición sine qua
non el soslayo del C.O.? ó bien: ¿Ignorar el C.O. produce una “construcción de poder”
inmediata (y unilateral)? ¿Es, una variable que define completamente [=tan determinante en] su
gestión como para desobedecerla? ¿Es una pose, un histrionismo, que tiene tantos [¿¡tantos?!]
efectos? En términos de ganancias de apoyo político ¿tiene tanto peso como para pagar el alto
precio de omitirlo?

     …De hecho… ¿ALGUNO DE NOSOTROS; ALGÚN PERIODISTA; ALGÚN
ANALISTA POLÍTICO; ALGÚN SIMPLE ELECTOR; O ALGÚN CIUDADANO QUE AL
MENOS UNA VEZ EN SU VIDA EMITIÓ UNA CRÍTICA A UNA GESTIÓN DE
GOBIERNO, DIJO ALGO COMO… “¡Qué desastre nuestro Presidente, es tan educado que
no habría que haberlo votado, che!” (¡!)...




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Curso de Protocolo y Ceremonial Público
                           “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box (mcgb_br@yahoo.com.br)
                                                     Universidad Católica de La Plata
                                                                Año 2006.

       ¿Sería posible responder –dentro de las particulares concepciones de nuestro PE y de
muchos analistas [algo miopes] que pululan por medios y universidades-, que el mayor sector en
cantidad de votos en donde se construye la base de poder del Presidente, está formado por
electores que no hacen caso ni siquiera de la existencia del C.O? ¿Estoy siendo muy [demasiado]
dura si pregunto esto?… Es posible, pero creo que podemos pensarlo para ver si mi argumento
resiste nuestro análisis. Veamos:

      Debo advertir que seré directa (no sin incomodidad, ya que –al igual que ustedes, vivo en
este mismo país, comparto la misma historia, asisto a la misma realidad y consumo los mismos
medios de información que ustedes). Sin más rodeos, creo que lo que el Presidente entiende
como la base de sustentación de su gestión en términos cuantitativos –me refiero a los sectores más
populares1 de nuestro electorado-, no pretenden como algo determinante la omisión del C.O. Es
cierto que pueden leer las incorrecciones del PEN como simpáticas ó con menos consecuencias negativas
de las que aquí exponemos, pero las cosas no son tan simples y automáticas. Es decir, esos
sectores, no responden precisa y únicamente a lecturas acerca del estilo de su conductor máximo.

       No es necesaria una gran perspicacia ó experiencia que las prácticas más comunes en estos
sectores y el estado de la opinión en los mismos, no toma en cuenta en primera instancia el
ejercicio del C.O. Me explico: tal vez la omisión del PEN del C.O. no ocupa más que un
comentario de poca prioridad; así sólo será un dato más que “arma” la imagen presidencial como
la que todos suponemos que se pretende (un hombre “decidido”, “popular”, etc.), pero no es el
componente que decide los apoyos políticos que el PEN necesita para construir su poder
y mantener su red de apeo político. Es simplemente una más, y en la lista de prioridades no
ocupa los primeros puestos, en lo absoluto.

     Lamentablemente, tendré que hacer una brevísima digresión para poder fundamentar lo
dicho:

                 Retengamos un momento nuestra atención sobre el fenómeno del
          clientelismos político en su más amplia dimensión2: esta práctica –que no sólo
          es corriente en el Justicialismo ni en nuestro país-, es habitual y un modo
          instalado de hacer política. La actual gestión, que obviamente continúa con las
1
  Esta nominación pretende ser en el más amplio sentido de la palabra, para no comprometer una determinada sección de
electores en sólo una dimensión (=la material) de su condición. Me explico: existe el preconcepto algo añejado y con varios
puntos de fuga; acerca del cual [casi solamente] los sectores más populares suelen integrar privativamente el Justicialismo. Allende
las diferencias de estilo de sus dirigentes, sabemos que las generalidades muchas veces no incluyen a todos los casos: así, no
podemos establecer una relación directa entre peronismo = clases de menor ingreso y condición social. Dejando de lado este simplismo, sí
no puedo obviar que me refiero a los más vulnerables a ser objeto de favores materiales, a causa de su condición. Aunque también
mencionaré más adelante los favores simbólicos que pueden presentarse ó bien en el mismo grupo, ó bien en otros sectores más
acomodados (que profesen los principios ideológicos, para dar sólo un ejemplo). Claro que éstos últimos también pueden ser
destino de prácticas clientelares materiales -sea directas ó a través del acceso a puntos clave de la política que otorguen poder y
prestigio; y, en un segundo tiempo, mayor acceso personal a recursos materiales que pueden ser obtenidos gracias al primer favor.
Por otro lado, los sectores que forman la construcción del poder no deben ser sólo asociados a grupos de fidelidad antigua, ya que
hay quienes se agrupan basados en una negociación -para una elección, por ejemplo. Luego podrán mantener asiduidad con el
partido, ó bien no dar cuenta de lo compartido con anterioridad –para nuestro ejemplo podría constituir el tiempo de campaña.
2
  Es necesario que aclare que lo que aquí entiendo por clientelismo no será solamente político. Simplemente, mi concepción está
posicionada en todo el fenómeno clientelar que tiene un espectro mucho más amplio que el del Justicialismo (=no sucede
sólo en ése partido), y MUCHO más amplio que el de la política (lugares tan dispares como una empresa privada ó una
cátedra universitaria pueden presentar “compromisos” por favores dados). De este modo, lo veré como el más amplio ritual de
dar [y así deber] favores, dinámica que existe en los más diversos planos de la vida humana. El espacio en donde este
clientelismo se desarrolle sólo determinará el tipo de favores, como el tipo de devolución debida. De este modo, debemos tener en
claro que el proveer favores [aquí serán “políticos”, aunque en realidad son dádivas materiales –que van desde mercadería para
consumo directo hasta trabajo en puntos clave de la política]; y por ellos se pretende su devolución en clave de apoyo
[nuevamente será “político”, pero debemos concebirla también en un amplio espectro que puede procurar un voto, ó bien el
apoyo para una movilización política, cuanto acompañar al referente a una reunión con otros referentes del mismo partido ó un
acto público por fuera del partido).


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Curso de Protocolo y Ceremonial Público
                          “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box (mcgb_br@yahoo.com.br)
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                                                               Año 2006.

          usanzas que permiten -lo que por otro lado se conoce comúnmente como el
          aparato del partido. Estoy refiriéndome específicamente a toda la red de recursos
          (tanto materiales como simbólicos) que implica la total desagregación de los
          diferentes niveles de poder partidarios –ó funcionales a él-, diseminados por el
          país. Es dable que aclare que no pretendo –ni puedo-, reducir estas redes a
          simples canales de dádivas materiales, ya que eso sería una visión demasiado
          simplista de éste peronismo y de la política en general. Dejar de lado cantidad de
          bienes simbólicos –que no implican más que el comercio de capitales intangibles
          pero que son altamente determinantes como el caso de las lealtades, las
          identificaciones, la utilización de los símbolos que identifican a un sector político,
          entre otras; completa la visión que aquí subyacerá. Sumarísimamente, ésta es la
          dinámica que puede apreciarse en la política de las bases1 –señalada sobradamente
          como asiento del poder político del PEN. Las relaciones entre los actores son las
          veces personales, otras un poco más distantes; y otras incluso, absolutamente
          abruptas (tal vez producto de algún compromiso que se realiza entre
          conductores, lo que hace que “su gente” conforme parte del apoyo conjunto que
          acordaron), etc.

                Claro que en éste nivel desagregado de la política no se excluye
          necesariamente la atención al estilo presidencial, ó las implicancias y
          particularidades que tenga el PEN y sus apoyos inmediatos en común [o no] con
          anteriores gestiones. ¡Pues claro que no! Pero en este espacio, las evaluaciones
          para actuar están más pendientes del beneficio de las lealtades, de los acuerdos
          entre dirigentes, de la cantidad de gente que pueda apoyar un acto –aunque más
          no sea local.

                Tal vez el C.O. ingrese a la batería de valores que argumente la lealtad al
          PEN (en tanto que postura “simpática” por parte de éste)… pero, siendo sincera
          (y con la perturbación que me produce emitir un juicio que por directo, resulte
          cínico): En un espacio donde el poder corre tanto simbólica como materialmente
          ¿Alguien supone que el C.O. es parte fundamental en las decisiones que se toman
          en el interior de los sectores que constituyen la base del poder del PEN?... de
          hecho, éstos mismos sectores han mantenido lealtad a otros PEN del mismo
          partido –ó hasta de otros- en los últimos tiempos, ninguno de los cuales fue
          juzgado por su falta de corrección en el C.O…. ¿Me explico?

                En otros términos: ¿Será que los medios “opositores” y quienes no
          acordamos con el manejo denostado que tiene el PEN hacia el C.O. somos los
          que nos ocupamos verdaderamente del tema? Es decir, las incorrecciones tal vez
          sólo son leídas por los analistas, por la oposición, por los especialistas en
          ceremonial… Es posible. Pero como reza la sabiduría popular (eso de “siempre
          todo puede estar peor”), sucede algo más grave aún: otro actor de los que asisten a
          esta actitud del PE son ¡Los sorprendidos Primeros Mandatarios extranjeros
          que han tratado con la Argentina!…

               ¿Será que –después de tanta crítica-, sólo unos pocos encuentran en éste
          manejo del C.O. un argumento más para oponerse a la actual gestión? ¿Será que

1
  Dejo expresa constancia que al hablar de bases –si bien es un término más común al manejo del peronismo-, éste tipo de
relaciones se han presentado en otros partidos políticos y no son necesariamente privativas del PJ. El hecho que cuantitativamente
sean más comunes ó bien tengan alguna relación de suyo para con los códigos del Justicialismo, no implica que no puedan
aparecer –ó hayan aparecido-, en otros partidos políticos.


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Curso de Protocolo y Ceremonial Público
                          “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box (mcgb_br@yahoo.com.br)
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                                                               Año 2006.

          el PEN tiene esa actitud para las bases del poder y sólo la leen sus opositores? o
          bien ¿Será que el PEN las tiene para sus opositores y sectores críticos y ellos no
          se dieron cuenta? ¿Será que los sectores oficialistas no tienen la honestidad para
          criticar el mal proceder del PEN y prefieren soslayarlo a costa de no criticar[se] a
          [su] presidente?... En pocas palabras [y con el mismo temor de mi parte en ser tan
          contundente]: si reparamos cinco minutos en quienes muchas veces son objeto
          de prácticas clientelares, y pensamos si éstos evalúan a quién da el favor en
          términos de si es fulano ó mengano, es más ó menos de izquierda ó derecha, acuerda ó
          no con las normas del C.O. … ¿Podemos dar una respuesta afirmativa,
          convencidos que quienes reciben favores políticos distinguen un caso del otro,
          apremiados por la necesidad/mezquindad/oportunismo/ó cualquiera fuese el
          móvil?1 En términos [más que] brutales: Si alguien depende de algún favor ó lo
          desea de algún modo, ¿reparará en si quién se lo da –en última instancia- juega
          irrespetuosamente con el bastón de Mando Presidencial o deja
          injustificablemente esperando a la Reina de Holanda, en una distinguida gala del
          Teatro Colón? Quienes aceptan/pretenden/reparten favores ¿Están pensando en
          esto y en su remitente? Sólo me lo pregunto, pero no dudo que ustedes tienen
          una respuesta.

       [Después de mi prolongada digresión] Volvamos a lo que nos ocupa específicamente: otra
de las consecuencias de la falta de seriedad que enumera el señor Quintana, implica la poca
viabilidad que trasmite un PE para cualquier tipo de asociación –por razones que van desde
ideológicas hasta geopolíticas. Allende que las relaciones de un estado para con el exterior (sea
con otros estados, grupos económicos, organismos internacionales, un particular, etc.), pueden
ser del más diverso matiz; es decir, desde fluidas hasta manifiestamente hostiles. Pero sin llegar al
extremo, no podemos descartar que es difícil de catalogar –y aún más para relacionarse-, a un PE
que no actúa como tal. Es decir, no estoy refiriéndome a un presidente que mantiene cierta
distancia con respecto a algunos actores políticos (¡lo que TAMPOCO implica ignorar el C.O!). el
verdadero problema es cuando un PEN ¡ni siquiera lo hace como cualquier Primer
Mandatario!. Claro que todo se agrava, cuando pensamos que nos ven a través de éste tipo de
representante los foráneos que conocen los avatares y la complejidad de nuestra política
doméstica y nuestro pasado próximo reciente…

       Claro que se puede objetar –y muchos lo hacen, de hecho-, lo expuesto por el Señor
Quintana y refrendado por mí, con el conocido argumento: la intención que subyace a la
incorrección presidencial es la de mostrar un poder de ejecución tan grande, que no necesita ni
siquiera de las formas que los demás PE implementan. Reforzado con la imagen que explícitamente
menciona el Presidente cuando remarca que prefiere “quedarse en el país a trabajar” ó “gobernar para
los argentinos” [lamento ser sarcástica con el PEN, pero huelga decir que su legalidad y legitimidad
sólo alcanza a los residentes, imposible será gobernar para quien no lo sea. Así que me tomo el
atrevimiento de precisar la expresión:] es decir, “los intereses de los argentinos”.

      Esta última afirmación desfasa a los juicios que podemos hacer al interior del no
cumplimiento del C.O., sino que hace una de las falacias [que se disfraza de actitud democrática] de
suponer que una república de diferentes personas/grupos, si bien con iguales derechos, posee
intereses no igualables. Esto es más simple de lo que parece: todos los habitantes de este país
1
  Por cierto, esto NO IMPLICA juicio de valor alguno desde mi perspectiva –y no dudo que desde los lectores tampoco- a
quienes son objeto de estas prácticas, por el simple hecho de la imposibilidad de reputar a una persona que se ve supeditada a
aceptar cualquier favor a cambio de otro “favor” de su parte en condiciones extremas (incluso en el caso que alguien lo hiciese
por arrojo/porque “no le importa”/porque es “más fácil vivir así”, no me detendré a juzgar ninguna de esas actitudes porque no soy
quién tenga que hacerlo ni es el objeto de éstas líneas).


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Curso de Protocolo y Ceremonial Público
                            “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box (mcgb_br@yahoo.com.br)
                                                      Universidad Católica de La Plata
                                                                 Año 2006.

tenemos diferentes concepciones, posturas, condiciones de bienestar, y demás. Nuestro sistema
de gobierno –siempre y cuando nos mantengamos en el espacio de la ley-, lo reconoce y así
legitima las diferencias. Esto es sinónimo de la imposibilidad (y la incorrección) de la unificación
de los diferentes electores (sobre todo, bajo el concepto de “intereses”). En cualquier caso, si me
pusiese menos pretenciosa, el “gobernar para los argentinos” tampoco es algo exacto en los
términos más laxos que pueda otorgarle a esta aseveración: sobretodo si a través del
Representante Máximo algunos de los que residimos en éste país terminamos dando una mala
imagen en el exterior. Esto es similar a sostener que más allá de quién lo haya votado –
descontando que nuestro régimen de gobierno implica que todos nos supeditemos a las
decisiones de la mayoría, cuestión con la que no podría estar más de acuerdo-; nuestra
Constitución no legitima –sino que claramente lo impide-, el desenvolvimiento deficiente de la
representación del Primer Mandatario para todos los (…) que quieran habitar en el suelo argentino,
parafraseando una de las sentencias de nuestro preciadísimo Preámbulo.


      Probemos ahora con otro argumento: Si el mensaje supuestamente dirigido a los sectores
populares, quienes son los que supuestamente consumen ingenuamente el mensaje de “la
fortaleza” a través de las compadreadas del PEN; podríamos hacernos otra pregunta: ¿Éste es el
primer PE que dice (remarco el “dice”) gobernar para los sectores populares? Es decir, otros
Presidentes -que hasta incluso son vistos estereotipicamente como tan ó más populares que el
actual-, ¿Han optado alguna vez por omitir el C.O. en pos de su condición de popular? Otros
primeros mandatarios anteriores (sin hacer juicio de valor alguno acerca de sus decisiones) que
han reformado los cursos de acción del país (del modo que fuese) ¿Han tenido como parte de su
“corpus legitimatorio” algo que a aquéllos sectores no es de lectura inmediata como el uso del C.O.?
Volviendo a algo que ya planteé con relación al actual PE, pero que no cotejé con otros
anteriores: ¿Estaremos leyendo correctamente este mal uso de las formas? ¿Será lo que el
Presidente llama “pueblo” el destinatario de este mensaje? ¿Estará [éste o cualquier] PE en
condición de actuar por capricho desde su condición?… Temo angustiosamente que la respuesta
es negativa.

        Continuemos con el Señor Quintana. Así, en lo que hace a la posibilidad de colocarme –sin
dejar de ser consciente de la cantidad de mis falencias en el área- en perspectiva de la Ciencia
Política; no dudo en apoyar ciento por ciento la aseveración de Quintana: “el Protocolo es una ciencia
política muy importante (…) sigue siendo esencial, porque su fin es favorecer las negociaciones entre los países (…).
Si bien volveré luego sobre esto, me ha resultado siempre muy curioso aquél juicio ajeno que el
ex embajador retoma al asegurar [que el C.O] “está muy lejos de ser algo frívolo”. Francamente, sin
mas explicación que mi convencimiento, no logro comprender por qué las cuestiones de forma
son tomadas como superficiales… Es tan craso el error de concebir que el modo de proceder –
siendo sólo eso: un marco para la cuestión de fondo-, puede ser trivial1.

       Me explico: cuando las cuestiones de forma (sea en este caso, el C.O.) son dables de ser
juzgadas como insustanciales, será porque no se atienen correctamente a su función. Esta no
es otra que la de contener con corrección las cuestiones de fondo en un espacio de usos y
costumbres establecidos aceptados por la mayoría de sus participantes. Ni más, ni menos. Si se
excede esta función subsidiaria a las cuestiones de fondo -sea porque éstas no existen, o porque
se da más importancia a la pompa que a los fines del encuentro-; si podremos preguntarnos si lo
fútil es un predicado de ese modo de ejercer el Protocolo Oficial. Pero no es lo mismo predicarlo del
C.O. en su totalidad. Un pecador, no hace de su prójimo lo mismo.


1
    De hecho, si en algún caso particular lo fuese, será simplemente por pecar de exceso…


                                                                  8
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                                                    Universidad Católica de La Plata
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      Pero dejemos sentado algo: las cuestiones de forma que auxilian a las de fondo, no son
por esto menos importantes. Pueden tornarse incluso prescindibles –en alguna situación
particular que lo amerite-, pero no por esto son soslayables bajo un juicio de valor fundado en
gustos ó antojos particulares. Usaré otro ejemplo más ilustrativo, y al que asistimos diariamente:
Incluso –y NO SÓLO en el espacio de un proceso judicial-, cuando la forma no se atiene y el
procedimiento incurre en vicio, deberá ser descartado/reformado/replanteado/entre otros
términos que logren sanear la anomalía primera.

       El Señor Quintana continua afirmando: (…) este [el C.O.] es el secreto del progreso de países como
Chile, que tanto menospreciábamos, y de Indonesia, país que debe su impresionante avance a su gran capacidad
para negociar con las otras naciones”. Haremos aquí, algunas precisiones. Si bien ya hemos planteado la
importancia de las cuestiones de forma, no por esto pecaremos por exceso. Nadie duda de los
avances de éstos países, gracias a la valoración de las ventajas de atender el C.O. en sus
negociaciones y en la construcción de su imagen exterior. Pero no dejemos al C.O. como el ingrediente
básico –como si sólo tuviese una efectividad automática sin más que hace que las posiciones de un
país se reposicionen por sí mismas. No. si bien he descontado la no prescindibilidad de las
formas del C.O., la imagen exterior de un país –que claro que incluye el uso del protocolo-, no
sólo será ponderada por su compostura en el trato, sino también por sus criterios políticos, su
predisposición conciliatoria, su voluntad política en el asunto que se trate cuanto por otros, su
política interna y diversos factores más. Todos ellos, factores importantes. Tanto, que muchas
veces, descuidar uno, implica arrastrar al fracaso a otro1. Pero será particular decidir cuál [si lo
hay] alguno con mayor peso y así con más preponderancia. Podría incluso poner en diferentes
términos lo dicho, pero manteniendo la esencia de la postura. Así, diría que los aspectos citados
cuentan a la hora de las relaciones de cualquier país con sus pares, excluyendo de esos aspectos
al C.O.; simplemente porque DOY POR DESCONTADO su uso, obviamente.

       Seguidamente, Quintana enumera algunos de los papelones a los que nos ha sometido –en
tanto que nuestro representante-, el PE. En ese decurso, afirma: “(…) es algo lamentable y que le hace
un enorme daño al país. Yo siento la obligación de decir esto en defensa de la carrera diplomática, del país y de mis
colegas, que están siendo humillados como nunca lo habían sido antes”. Claro que acredito a este
razonamiento, mas le hago un agregado: no solamente el Presidente pone en juego el
conocimiento –y por ende el prestigio-, de quienes realizaron y realizan su profesión en la
diplomacia. También pone en juego y desprestigia el modo de ejercer la actividad política de
TODA la dirigencia argentina (repartiendo este perjuicio no sólo a su persona, sino anteriores
Presidentes que se manejaron con corrección, a los potenciales asesores que pueden tener una
correcta concepción del C.O., a los especialistas que la Argentina posee, a los habitantes, y hasta
quienes pueden ser futuros dirigentes.

      La razón de que éstos últimos también están incluidos es simple: ya pueden ser [pre]
juzgados exteriormente por permitir ó bien implícitamente acordar con las compadradas del Primer
Mandatario. Vivimos en un sistema democrático y todos los electores refrendamos implícitamente una
gestión (hayamos ó no votado por la propuesta). Caso contrario, nuestra legislación establece
mecanismos de control al PEN… pero claro, tendrían que existir varias condiciones previas,
como tomarnos el C.O. con la seriedad que requiere (claro que si así fuese, tendríamos un PE
1
  No es necesario apelar a ejemplos foráneos para ver esta situación: pensemos que esto precisamente es lo que nos acontece a la
hora de la incorrección presidencial. Un país que poco a poco –y con mucho dolor todavía-, logra recuperarse de la peor crisis de
su historia, es sinónimo de que muchos aspectos están mejorando (caso contrario, la crisis se hubiese mantenido ó profundizado).
Pero la omisión del C.O. por parte del PEN no contribuye en mucho a que esas variables que demuestran mejora se vean teñidas
[ó desteñidas!] por la inasistencia a reuniones acordadas, los plantones oficiales y demás sucesos que los medios nos muestran.
Vayamos hacia un ejemplo más gráfico aún: recordemos las negociaciones con los organismos internacionales y la moderación del
ex ministro de Economía Roberto Lavagna. Teniendo esto en cuenta, tengamos en cuenta aquél mensaje que el PEN dirigió a los
acreedores italianos. Se que no necesito explicarme más.


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producto de una sociedad que respeta las normas del C.O. y no actuaría como el actual); asimismo,
deberíamos dar claras pruebas de un mayor nivel de cultura política y democrática1 -que hasta a
veces nos ha hecho llegar a lo largo de nuestro pasado reciente a un máximo de tolerancia para
evitar desestabilizar [una vez más] este país política y/o económicamente. Y no recordamos que
el reclamo dentro de la ley es parte de nuestro ejercicio ciudadano; y que el contralor de los
dirigentes corre por entero cargo nuestro. Esto no implica arbitrariedades ni ilegalidades de parte
de los que elegimos en igual cantidad que no implica que renunciar al contralor de los que
mandan por nuestra delegación. Tal vez si esto fuese acostumbrado, estas líneas no tendrían
sentido de ser, y el ejercicio del C.O. estaría descontado en nuestro PEN…


        En fin. Vuelvo a nuestro punto específico donde había terminado, antes de haber hecho
tamaña rodeo: La diplomacia, como parte importantísima de la política, es asimismo un
indicador de aquella, de la importancia y el respeto que se le tiene a los demás países y del grado
de consideración que se tendrá para con el Otro a la hora de negociar. Alguien que opta
deliberadamente por no cumplir -ni siquiera con las normas de procedimiento-, se colocará a sí
mismo en posición dudosa (cuando no desventajosa) antes de iniciar cualquier conversación…
como agravante, no hay posibilidad de encontrar una justificación lo suficientemente legítima
para este comportamiento. En nuestro caso, nos conformamos con una lectura supuestamente
político-comunicacional del mensaje: un PE decidido, que toma lo convenido por las astas y prima su
voluntad por sobre lo demás. Esta lectura inmediatista -cuando no manifiestamente miope-, del
proceder presidencial sólo tiene un beneficio nada favorable en relación a sus costos. Así, la
relación será “efecto político de imagen frente a [algunos] argentinos vs. Mala/dudosa imagen en el resto
del mundo”.

       Por otro lado (y descontando que el embajador no desconoce lo que seguidamente
plantearé), tenemos que llegar a uno de los lugares comunes más negativos de la diplomacia
argentina. Me refiero concretamente a la designación de dignatarios bajo criterios políticos y no de
excelencia profesional. Lamentablemente esto no es privativo de la actual gestión, ni de las anteriores
inmediatas. Si se rastrea en la historia de las relaciones exteriores de nuestro país, ésta es una de
las propiedades y las objeciones que perennemente se han presentado. En primera instancia, si
optamos por mirar desde una perspectiva superficial -decidiendo no indagar más en la cuestión
por ser un problema de larga data-, podríamos caer en un punto muerto: si fue y es algo común a
diversas gestiones de gobierno, que en la actual suceda; no debería llamarnos la atención y
podríamos mantener en suspenso este análisis bajo el argumento de ser un yerro atávico (lo que por
supuesto no obsta que sea una herencia objetable y necesaria de cambiarse).

      … podrán decirme que esos cargos son ocupados por cuadros políticos... pues bien: ¿Ese
es un modo más de explicar que se ignore el C.O.? La respuesta es sí. En realidad, es la pregunta
la que está viciada por el resultado que ya todos conocemos. Veamos: Que el encargado de la
materia de C.O. sea un cuadro político –de éste modo carente de pericia diplomática-, no sólo lo
hace muy funcional a [los caprichos de] quien lo designó en su cargo. También, evita la fricción

1
  Si bien no quiero distanciarme demasiado del espacio del ejercicio del C.O., no puedo evitar relacionar nuestra situación como
una totalidad –que incluye a nuestra historia, claro. Así, un pasado de debilidad institucional tan flagrante como el que este país
tiene, muchas veces surte el peor de los efectos que puede tener para un presente que pretende ser cada día más democrático. De
este modo, la carga del mal ejercicio de los valores básicos de un sistema democrático, debería tener un efecto diferente del que
tiene. Así, en vez de paralizarnos cual ciudadanos temerosos del reclamo que dentro de la ley podemos y debemos
ejercer con nuestros dirigentes para velar por el estado de nuestra sociedad-; solemos estar paralizados por la convicción de
la falta de poder de cambio; ó bien por la certeza que, porque estuvimos peor (algo desgraciadamente verdadero) no debemos
procurar que lo sufrido sea un incentivo a una mejora actual. No. Solamente estamos gratificados porque no estamos tan mal como
antes. Esto es similar a agradecer que -de estar cubiertos de lodo-, pasamos a estar simplemente sucios; cuando en realidad se trata
de estar limpios. En fin, un estilo muy telúrico que seguimos padeciendo y reproduciendo…


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                                                                Año 2006.

que puede provocar el pedido de ejercicio de su función al modo que decida [=se le ocurra,
estime] el PEN. Esto es similar a tener la certeza que el mantenimiento a distancia de los
diplomáticos de formación evitará cualquier rispidez (que incluso pueda trascender a los medios)
acerca de una interna al interior del núcleo directo del PEN. La pregunta bien formulada sería la
misma que venimos haciendo: ¿Puede [incluso: ¿le conviene] al PE eludir los usos del C.O.?
Claro que no. Su cargo lo implica y la envestidura que el pueblo hizo su dignidad temporal lo
exige (y –creo-, que políticamente lo requiere).

      Pero, no estoy de acuerdo con este proceder. Lo cierto es que creo firmemente que los
muchos de los “puntos muertos de la ciencia” varias veces son aparentes. Esto implica que
aunque continuar con la indagación sólo pueda darnos un modesto –y hasta insignificante- dato,
pretendo optar por un detalle más que prescindir de él por minúsculo. En éste caso lo hay, así
que veamos qué podemos divisar en la gestión de gobierno que la pone en distinto lugar que las
anteriores –con las que comparte aún, la designación de cuadros políticos en espacios para
diplomáticos de carrera.

       Lo particularísimo del actual gobierno es que si bien esas designaciones son reclutadas
desde el espacio de las lealtades políticas –y no desde la excelencia académica del diplomático-;
existe un agravante: las anteriores gestiones -haciendo lo mismo-, no dejaban de atender las
normas del C.O. (lo cual puede hacernos suponer que ó bien los PE, ó quienes los asesoraban
políticamente al menos hacían caso a los modos de proceder en el espacio del Protocolo Oficial.

      Esto es: la ciencia política del Protocolo –como la llama Quintana-, tenía un grado de entidad en
la gestión de gobierno, y sólo era más claro desde la perspectiva de política doméstica saber si
esos cargos estaban mal asignados. Desde el trato exterior, ni un medio extranjero, como
tampoco un cuerpo diplomático foráneo podría tener una objeción para con el comportamiento
de anteriores Presidentes. Lo que también significa que la incorrección de un mandatario como el
actual no tenía que ser tolerada por quienes nada tienen que ver con su gestión de gobierno.
Incluso (y esto no lo señalo para tomarlo como imitable en lo absoluto), cualquier actor externo,
ante anteriores PEN que sí atendían al C.O. no podía reparar en si la diplomacia argentina era de
jaez política ó académica; en tanto se condujese con propiedad. Hoy tenemos la particular
característica que –esté o no el cuerpo sano-, es la cabeza la que no obedece, y de ella es surgen las
palabras y modos incorrectos.

      Donde mis argumentos se acaban, es en la afirmación del señor Quintana que excede los
límites no ya del C.O., o de los modos de hacer política, o las contingencias de una gestión. No.
Las palabras me abandonan por causa de la falta de pudor de nuestros representantes externos. Me
refiero al hecho que el embajador asegura acerca de los cuadros políticos en embajadas que no
dominan siquiera un segundo idioma. No entraré en la disquisición acerca de los usos que a lo
largo de los años han transformado al inglés en una suerte de nueva lingua franca1, y por eso debe
1
  Debo hacer una aclaración a los fines de prevenir una ambigüedad por demás innecesaria. Sabemos que lo corriente en
Diplomacia es la utilización del francés. Hoy por hoy, también es común el inglés como patrón de comunicación entre uno ó
varios actor/es que posean una lengua/s distinta/s de éste. Mi intención del uso de la partícula lingua franca, no es la asociación del
acostumbrado uso del francés con el surgimiento del pueblo galo. En este caso, utilizo aquella denominación con cierto
desplazamiento semántico, y por eso puede generar desaciertos indeseados. Me explico: “franca” refiere en éste caso, a la lengua
germana hablada por los franceses de la que deriva el neerlandés. Medio de comunicación con siglos de historia, de él se suele
destacar el reemplazo que ofició en los ritos católicos luego de la Reforma luterana (las celebraciones se realizaban en latín antes
del Cisma protestante). Esta sustitución es un dato nada menor por la función que toda lengua tiene en cuanto a la
identificación con determinado pueblo [incluso, hasta la etnia]. Ella condensa gran parte de la cultura y la reproduce de un
modo que le pertenece. En este caso histórico –de un origen romano único-, se dio lugar a la utilización del idioma regional (el
que expresaría la idiosincrasia del pueblo que ejecutase el acto religioso)
Utilizo el término analógicamente –por ellos el desplazamiento de significado-; para expresar la institución del inglés como idioma
diferente de la lengua materna [para nosotros, el español]; y a su vez diferente de la lingua mater [en nuestro caso, el latín]. La


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                                                               Año 2006.

ser dominada como requisito excluyente en puestos de esa calaña. Por cierto, la razón de mi
elusión completa acerca de esta exigencia es simplemente la obviedad. Les haría perder mucho
tiempo a los lectores si discutiese acerca de una evidencias que habla por sí mismas. Sólo
mencionaré que –como agregado al manejo del inglés-, podremos pensar luego en el verdadero
dominio de otra lengua. Me explico: además de la lengua materna, en nuestro caso el español; y la
“nueva lingua franca” -de flujo constante y voluminoso- como es el inglés. En fin, lo único que
puedo afirmar es que –además de confirmar algo que suponía-, me quedo enmudecida ante
esto… -y con las mejillas ruborizadas.

        Comparto en un todo, el criterio del Señor Quintana acerca de: “la amabilidad es un código de
buenas maneras (…) se necesita cultura, inteligencia y afecto para entenderse con el prójimo de un modo
conveniente. Las buenas formas son (…) son armas que el diplomático sabe utilizar en provecho de su país. (…)
se utiliza la seducción en la conquista del otro, y la seducción es parte de la inteligencia humana”. No podría
agregar nada a esto (que de cualquier modo recorto sólo para circunscribirlo al C.O.; aunque de
plano comparto el lato sensu de la seducción como la expone el embajador: un modo al servicio de
agradar a los sentidos del otro -sin carga allende a ésa.

       Solamente, me atrevo a agregar una pequeña aclaración acerca de la concepción del Señor
Quintana de los buenos modos como un don. Si bien lo son, no por esto descarto que la
educación pueda explotar este costado en una persona y transformarla en alguien con una
agradable amabilidad. Es muy común que el verla como un don sea la confunda un poco con lo
que es la fusión de la amabilidad al carisma [charisma], cualidad ésta que sí se considera innata y
difícilmente otorgada por la educación. Pero esta aclaración no objeta mi criterio: una persona
puede no poseer ése carisma pero puede educar sus maneras y ser alguien francamente cordial y por esto
muy agradable.


      Es sobradamente ilustrativo el ejemplo del embajador acerca de los diplomáticos de la
U.R.S.S.… siendo parte de una ideología y una cosmovisión que se distancia no sólo a
concepciones de la función y el ejercicio de la política sino también aspiraciones a modificar
estructuras más allá de un régimen, como es la sociedad misma. Esta aspiración, no implicó
identificar su ideal comunista con los malos modos. Es muy simple: como todos sabemos, una
cuestión no implica ni es necesaria para la otra. Tampoco posibilita ó produce la otra. En esencia,
lo que es dable de destacarse, es no sólo la noción de la amabilidad como una forma, que
simplemente enmarca una relación entre dos personas1. Sino también como una parte
imprescindible del ritual de la comunicación. Incluso a veces, casi cercana al fondo. Con
un ejemplo gráfico y bien simple, veamos: cuando los duelos eran moneda corriente en el reto
entre dos hombres ¿Alguien puede ver en esta situación –que tiene por fin el asesinato del
contendiente [ó la preservación de la propia vida] hostilidad en el trato o alguna mala manera?
¿No forma parte de ese honor [algo tan imposible de ser valuado con un precio para quienes lo
pretenden] que está en reto el hecho de ser respetuoso del ritual todo, sin traicionar la cantidad de
pasos acordados ni al tercero que dirige la situación?



particularidad se encuentra en que el inglés –de anglosajona lingua mater-, no es raíz ni lengua materna de muchos idiomas. Sin
embargo, se transforma en una lengua vehicular (al igual que lo es una moneda de cambio corriente, a la que es más fácil reducir la
diversidad de notas monetarias del mundo). A diferencia del esperanto –que unifica los vocablos a un único patrón lingüístico-, el
inglés se hace corriente, asemejándose a lo que antes sucedía con el ritual religioso; el que durante siglos se realizó en
latín -fuese ó no la lingua mater del pueblo.
1
  Pero lo más interesante, es que no la determina. Esa misma relación puede ser de manifiesta tensión, ó bien negociación, ó bien
desacuerdo. Pero, cualquier evolución de esa misma relación (lo que incluye el conflicto insalvable) no tiene por qué hacer ingreso
a una mala manera de alguna de las partes.


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                    “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box (mcgb_br@yahoo.com.br)
                                              Universidad Católica de La Plata
                                                         Año 2006.

      La mención del Señor Quintana acerca del cierre de embajadas –tal vez, como objeto de su
[supuesta] carga al gasto público-, es un dato no menor que lamentablemente excede el espacio
del C.O. Incluso, rebasa hacia los diferentes PE que han ocupado el Sillón de Rivadavia. La
presencia de nuestro país en el exterior, cuanto la presencia de los mismos en estos lares, no
entraña discusión en cuanto a su utilidad.

       No puedo evitar (aunque no lo desee), el hecho de ingresar en la cuestión acerca de
priorizar la asignación de gasto público a otros destinos que los diplomáticos. A mi modesto
criterio, esa una tensión falaz –y a veces se presenta algo vacua. Me explico: aseverando que
algunos gastos son más importantes (ó urgentes) que otros, no quiero decir que servicios
públicos básicos como salud, seguridad, etc. son superfluos; esto sería cometer el mismo error
que colocar a los gastos de las relaciones exteriores de nuestro país con el mundo como
superfluos. Acerca de priorizar la asignación de gasto público a otros destinos que los
diplomáticos. Veamos: no es necesario poseer gran perspicacia para tener la certeza que el
gasto en bienes públicos –en nuestro país ampliada a causa de la profunda dificultad social que
padecemos- es imprescindible. Pero, no por esto se deriva directa y necesariamente (=sin
consecuencias dables de tener muy en cuenta) el recortar la presencia de las relaciones de un país
con el mundo.

       Para compararlo rápida y banalmente, podríamos decir que una familia –que asigna sus
recursos a diferentes gastos-, debe recortar abruptamente alguno de ellos porque tiene apremios
en otro espacio de sus erogaciones. Esto, es completamente correcto (muchos de nosotros
hemos recortado gastos –eligiendo los más prescindibles de acuerdo a nuestro orden de
prioridades particular; esto es: los más suntuarios. Pero si bien el ajuste puede realizarse en un
único recorte, no necesariamente tiene que darse de este modo (existen múltiples modos:
podríamos bajar el consumo en varias áreas, ó bien en algunas, etc.) No entraré en teorías acerca
de la asignación de recursos, porque este burdo ejemplo lo utilizo para expresarme en lo que
sigue:

       Se utiliza el argumento de nuestros últimos años críticos como justificativos para destinar
parte de las magras recaudaciones, a acrecentar el gasto en la cartera social. Esto es algo
completamente cierto y legítimo (como podría ser una catástrofe ó una guerra); y de hecho, esa
crisis social no ha sido todavía –ni lo será en muchos años-, superada. Mi objeción hace a los
fundamentos del recorte de las embajadas en función de sus dos planos: el primero y más
superficial, implica cuestiones de imagen del PEN en tanto contribuya a su imagen
pretendidamente popular (aquí, entendida como no frívola). Así, sería parte de esa construcción el
desatender el C.O. y los espacios en donde se ejerce. Pues bien, puedo agregar que será difícil
legitimar esto si lo cotejamos con los altos gastos en movilizaciones populares, ó en compras
Haute Couture de la Senadora (una tendencia criticada empedernidamente en las últimas décadas
por los flamantes gobiernos, pero curiosamente repetida un tiempo después...). Y -por solapada
que sea la situación, no debemos hacernos los desentendidos-, el financiamiento nada pequeño
del tan tristemente famoso aparato político.

      El segundo plano de la objeción –más profundo y por esto más peligroso-, que es el de
[pretender] imponer en la opinión pública [la que sabemos, es muchas veces ingenua] reconocer
cuestiones de forma –como el C.O.-, como gastos onerosos para el Estado. El punto de fuga se
establece cuando pensamos que –desde una Embajada, hasta el C.O.-, son suntuarios en sí
mismos. Siguiendo esta falacia, se decide ¡recortar en su totalidad (=una embajada)! Así, percibo
que esta distorsionada impresión de la forma, responde más a la lógica de lo “políticamente




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Curso de Protocolo y Ceremonial Público
                              “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box (mcgb_br@yahoo.com.br)
                                                        Universidad Católica de La Plata
                                                                   Año 2006.

correcto para la opinión pública” que a lo políticamente necesario -legitimado por la costumbre
en diversos espacios y tiempos.

      Sin extenderme demasiado, no puedo evitar mencionar que esta lógica de la necesidad vs.
Costo [de largo plazo] de una cuestión tiene otro punto de fuga. Utilizo otro ejemplo muy fácil de
ser vislumbrado: ¿Nos atreveríamos a suponer que algún jurista pensase que las cuestiones de
forma [el aspecto procesal de una demanda] son superfluas? ¿No es cierto que –de ser viciadas-,
pueden derribar hasta la viabilidad del mismo proceso? De este modo, algo que constituye el
pleito en su forma, devendría en alteraciones casi tan importantes como las de fondo –ya que se
llega hasta la nulidad de una causa. Ó bien [y esto es lo grave]: las partes no acceden a justicia
alguna.

      Este ejemplo me servirá para comenzar a esbozar la siguiente zona gris (también muy vista
en nuestra dirigencia). Muchas veces, otro tipo de gastos –como los que hacen a la seguridad
personal de los Jefes de Estado y de muchos políticos en gestión (en su mayoría ministros); son
más que tergiversados. A ver: vemos muchas veces que por justificaciones diversas1, muchos
funcionarios se conducen a sus puestos de trabajo en medios públicos –que no aseguran la
seguridad requerida del modo en que está legislado. Esto no está tan alejado de nuestro tema
principal, ya que por ésta razón (=”ignorar el protocolo”) el actual PEN eludió su seguridad
propia (no sólo el protocolo) y saludó a su gente ganándose el comentario en los medios y un corte
en su frente –cual trofeo de guerra. No mencionaremos el problema que generó a los encargados de
su seguridad, los que tienen una responsabilidad insoslayable; así que continuemos:

      Esa idea de considerar la seguridad2 como dable de ser evitada sin costos, lamentablemente
es un lugar muy común en muchos mandatarios (hoy por hoy, podremos sumar el soslayo del
C.O. gracias a nuestro PEN). En primera instancia, me llama la atención que muchos de nuestros
mandatarios formados en leyes, no hayan comprendido la primera premisa de nuestro régimen
democrático y de lo que implica el estado moderno del que participamos. Esto es: ninguno de
quienes han ocupado el Sillón de Rivadavia son personas que tengan más valor ó dignidad que el
que posee cualquier ciudadano (ni siquiera un elector) en este país. Lo que sí poseen, es un
mandato de máxima responsabilidad (legal y moral) como es el de ejercer algo tan importante
como la decisión de El Soberano. Esto no implica a su persona ningún recorte en sus derechos,
obligaciones y garantías. Las posee y ejerce como cualquier otro ciudadano. Lo que si poseen de
especial, es un cargo al que libremente se han ofrecido y que deben honrar con los deberes de
mandatario público. Esto es, cada vez que estén en ejercicio de su rol3, el PEN es la sumatoria
misma de lo que el sistema electoral del país haya dispuesto para que accedan al Poder Supremo.
1
  Que van desde promover un perfil de austeridad, la horizontalidad con respecto al pueblo, el desprecio de las permisiones, y el desnudar a la
envestidura que poseen de toda connotación de cualquier tipo de privilegio. Por cierto, es más común ver esta disposición en el interior del
país, ya que la seguridad personal en una visita externa es más imprescindible –a los ojos de los funcionarios-. Claro que no estoy
negándola. Simplemente niego tajantemente que la seguridad de alguien que encarna la voluntad del pueblo valga menos en
cualquier punto –siendo elocuente de más-, del… planeta.
2
  Entiendo el concepto de seguridad –incluso de Seguridad Personal-, como abarcativo de múltiples dimensiones que van desde la
certeza [ó no] del individuo de poseerla, la sensación [ó no] de su mantenimiento en un futuro inmediato, la conciencia [ó no] de las
precauciones que deben tomarse de acuerdo al contexto en que se encuentre, etc. Con esto quiero decir, que es una incorrección
definir la idea de Seguridad sólo en términos castrenses, ya que ésta dimensión –si bien importante, porque posibilita la
concreción de aquellas otras en muchos casos-, no es la única que interviene. Una persona puede tener conductas más [ó
menos] seguras, de acuerdo a su proceder personal. Ustedes ó yo, podemos velar –además de que lo hagan quienes ejercen las
funciones de la seguridad pública-, por nuestra seguridad prestando atención a lo que ella precisa para ser tal. Es muy posible, que
muchos de nosotros no poseamos el privilegio de una custodia –privada ó pública-, pero no por esto somos personas que
actuaremos descuidadamente exponiendo nuestra persona a riesgos para la propia seguridad.
3
  Obviamente cuando así no sea, como cualquiera de los demás ciudadanos, los amparará el Art.19 de la Constitución Nacional,
que dispone [“Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo
reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados. Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni
privado de lo que ella no prohíbe”.]


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                                                         Año 2006.



      Dicho en otras palabras: la seguridad de los primeros mandatarios [el C.O. en nuestro caso],
velan por el mandato del pueblo que personifican los ciudadanos que ejercen la función de
PEN. Es la voluntad del pueblo lo que se está asegurando –ejercida por una persona. Es la
relación de la Argentina con el mundo lo que se está ejerciendo de acuerdo a los usos del
Ceremonial Oficial. Ni fulano ni perengano son tan importantes (quitando la ansiedad y avidez por
figurar en los manuales de historia), sino que es el cargo –allende la persona-, que toma su
dignidad de quienes le ceden el poder –los que delegan soberanamente su voluntad.

       Y por cierto –si es el caso que alguien pudiese pensar en que implícitamente es un cargo en
que se sacrifica la persona de un ciudadano en pos de la mayoría-, como cualquier ciudadano, el
PEN ejerce todos los derechos que le otorga nuestra Constitución Nacional, gozando de la
totalidad de derechos civiles y políticos. Sus deberes no excederán a sus derechos, y no podrá
gozar de la prerrogativa de carecer de obligaciones. Aquí incluimos a su persona cuanto lo que su
rol exhorta. Si alguno de ellos es violado, por su persona ó por terceros, no necesito aclarar que
eso es...

    … estar contra la… transgredir la… en fin, desobedecer a la Balanza ¿No? Algo que ni el
mismísimo PEN puede hacer.

                                                    *           *         *


       Pues bien. Siguiendo con lo que nos aúna, menciono un detalle no menor que nos servirá
de puente con el extracto de la entrevista que seguiré analizando. Es importante recordar que la
cuestión de los gestos de elusión del protocolo y ceremonial es parte de ése incompleto juicio
de los analistas que lo caratulan de “populista”. Esto es refrendado también, por la
procedencia de un partido como el Justicialismo, asociado atávicamente con este tipo de
procedimiento). Pero es necesario dejar claro que las elusiones a la seguridad personal que
requieren los primeros mandatarios -como los funcionarios que en sí mismo expresan la
voluntad del pueblo en un régimen democrático- no ha sido privativo del PJ. Muchos
funcionarios de signo diferente han realizado este tipo de acciones más mediáticas que racionales.
Sin ir muy lejos, recordemos al gobierno de la Alianza en que su vicepresidente Álvarez viajaba en
subte hacia el Congreso ó a Balcarce 50.

      Seguidamente, mencionaré la muy importante referencia que hace el Embajador de
primeros mandatarios de nuestro país, ya ésta tiene la particularidad de no seguir el patrón de
signo político. Luego de destacar el respeto que el Presidente Arturo Frondizi tuvo por el C.O.,
como también los modos afables del Presidente Raúl Ricardo Alfonsín (de quien –me consta-,
empleados de la Casa Rosada en varias gestiones destacan su afectuosidad); agrega la mención de
un PE altamente cuestionado por la opinión pública en otros muchos aspectos: el Presidente
Carlos Saúl Menem. Destacamos con esta alusión la prueba de objetividad del Embajador
Quintana, y la demostración –que debe servirnos en nuestro tópico particular- acerca de que, el
partido político (y lo que éste pueda implicar) no determina las actitudes que un PE debe tener en
su manejo del C.O. (ó al menos, no debería…)

      Por último, me distanciaré de un juicio que establece al final el Señor Quintana. Y lo haré
solamente por precaución. Me refiero a que si bien a lo largo de estas líneas he tomado una
perspectiva profundamente crítica acerca de la consideración del PE del C.O., no por esto creo
atinado expedirme acerca de valoraciones personales del Primer Mandatario. Dejando manifiesto



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que no sólo sus modos me parecen objetables sino también muchos otros aspectos discursivos de
la gestión –que acompañan a aquéllos; dudo que esto me permita estipular que las causales del
estilo del PEN tienen por causas subyacentes el resentimiento y la envidia. Profundamente
sorprendida por un juicio tan contundente del moderado embajador, prefiero quedarme
solamente con la calificación de mala educación. Las razones son simples: aquellas palabras son muy
fuertes en sí mismas, y prefiero no predicarlas de nadie –incluso de la actual gestión, en la que no
acuerdo en la mayoría de sus formas al gestionar el poder, cuanto en varias de sus decisiones.
Sólo por moderación.

       Quedándome con el juicio del embajador Quintana, estimo que el desprecio del PE por el
C.O. no sólo incluye una mala educación en el sentido más general del término (incluyendo cierta
civilidad que no se aprende en la Universidad, sino en el seno familiar desde la más profunda
infancia). Quintana sólo refiere a aquélla conectándola con el resentimiento y la envidia.
Particularmente, entiendo que esto no es sólo una falta de educación, sino también una falta de
perspicacia política en el más pragmático sentido de la palabra. El PE parece olvidar que el
C.O. puede ejercerse no sólo a los fines de cuidar las formas, sino también a fines de lo que
éste pueda permitir “capitalizar” a fines políticos posteriores. Pero creo que ya es tiempo de
que pasemos al siguiente artículo.




                                           …yo soy así.
                          “La sonrisa es el idioma universal de los hombres inteligentes”.
                                                 Víctor Ruiz Iriarte



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                                                                Año 2006.




       Ahora me atendré solamente al artículo de la revista Noticias1. Creo que es necesario hacer
algunas apreciaciones generales acerca del contenido del mismo. Si bien éste comienza con un
título que augura el tratamiento de la diplomacia del PE, lo cierto es que recorre varios planos (a
veces, varios papelones) de la gestión y acaba por ver al Primer Mandatario “desde el exterior” lo
que no recorta de suyo sólo su ejercicio del C.O.2 Un ejemplo: encontramos en él cuestiones tan
diversas como el recorte de las exportaciones cárnicas reciente -las que si bien implica a
decisiones que la Argentina toma para con sus relaciones exteriores-, no implica necesariamente
consecuencias inmediatas en el C.O., sino que hace al ejercicio de una política de gobierno y nada
más.

        Que estos dos espacios estén muchas veces interrelacionados no implicará que en estas
líneas se los identifique. En esencia, si el PE decide tener un comportamiento poco serio para
cumplir con sus compromisos contraídos, eso será una decisión política que puede [ó no] estar
también implicada en el ejercicio del C.O. Para explicarme con un ejemplo apresurado y algo
burdo, podríamos pensar en el caso del recorte de las exportaciones de carne. Si éste hubiese sido
materia de una negociación entre el PEN y el resto de los importadores de nuestra carne, PERO
sin cumplimiento correcto de los usos del C.O., podríamos ver más cercana a nuestro interés la
medida –ya que desbordan perjuicios al espacio del Ceremonial Oficial. Si bien este ejemplo que
menciono es muy débil, lo que pretendo dejar sentado es la importancia de no identificar –in
natura-, el C.O con las decisiones de política externa. El primero es solamente nuestro objetivo.
De este modo, muchas cuestiones tratadas en la fuente no las tomaré aquí, ya que continuaré
recorriendo la dimensión trabajar en el espacio del Protocolo Oficial y su ejercicio por la actual
gestión ejecutiva. Entre otros pasajes que ignoraré, está el apartado del ex funcionario Jorge
Castro, ya que alude al análisis de la política exterior de la Argentina. Sólo dejaré constancia que
en él se menciona [sic] “incidentes menores y ya crónicos, derivados de deslices protocolares, como el acaecido
recientemente –uno más-, con la Reina de Holanda (el destacado es mío)”.

       Comenzando con el recorrido, la nota deja en claro –con el episodio de la intromisión en
los Manuales de Estilo cuando nominan “Falcklands” a las Islas Malvinas-, que el control en
detrimento de la libertad de prensa no es sólo costumbre doméstica. Seguidamente, aparece un
dato desfasado por completo del C.O. y que se presenta a horcajadas entre éste y el ejercicio de la
política exterior. Estoy refiriendo al contraste del manejo protocolar del actual Presidente con los
anteriores en ejercicio, incluso los encuadrados en el menemismo.

       Se utiliza como contraejemplo del actual PEN a un funcionario a cargo en el pasado de
sedes de representación externa, el cual asevera: “Tuvimos muchas relaciones carnales, pero en el fondo,
¿De qué nos sirvió? ¿Qué obtuvimos?”. Aquí es donde debemos hacer una pausa. Es necesario
estrechar algunas cuestiones implicadas en éste juicio particular y en el modo en que la revista lo
cita. Lo primero: las llamadas relaciones carnales no fueron más que un término [ilustrativamente
soez, por cierto] para graficar el modo en que nuestro país mantenía sus intercambios fluidos con
EUA (y con los demás actores que esta relación implique). El haber obtenido ó no algo con ellas
es materia de discusión para los especialistas en Política Exterior y en Relaciones Internacionales
1
  “Papelones Exteriores – Diplomacia K”, por Nicolás Cassese para Noticias, 29 de abril de 2006.
2
  Estimo que esto hará que el presente acápite pueda parecer algo más vago que el primero, ya que fue necesario hacer diversos
recortes a causa de la mixtura de planos que existen en la prosa de la nota. Temo que aquéllos –si bien son extractos específicos
de lo que nos compete-, se presenten como análisis fragmentarios. Este posible efecto no es más que producto de mi excesiva
rigurosidad al centrarme en el ejercicio del PEN en el C.O. y no en variables que rozan otros aspectos relacionados (como son la
política externa, las relaciones económicas internacionales, etc.). De cualquier modo, será precisado cada extracto a los fines de la
comodidad del lector.


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en general. No implica necesariamente juicio alguno acerca del manejo del C.O. ni siquiera de la
gestión que optó por tan “íntimo” relación. No siendo ése mi objeto en estas líneas, lo dejamos
de lado.

      Pero deslindemos aún lo siguiente: el estilo de relación exterior de la principal potencia
mundial tampoco implica –viéndolo estrictamente desde la perspectiva del C.O.-, que el
ceremonial haya sido ejercido ó que nuestros funcionarios hayan tenido maestría para
relacionarse protocolarmente. Máxime, podremos inferir que se tuvieron preferencias hacia
determinada nación –que no hacen a la corrección ceremonial, sino a la predilección por acordar
objetivos que favorecen a ambas ó a la que posee mayor poder. Pongamos la cuestión en un
ejemplo algo exagerado pero gráfico: si pensamos en los diversos modos de relación externa
entre un pueblo y otro [más allá de la forma de gobernarse que hayan elegido]; podremos
encontrar combines de los más diversos tipos: sometimiento, manifiesta hostilidad, convivencia
pacífica, cooperación, etc. Ninguna de ellos implica incorrección protocolar necesaria, sino sólo
relaciones exteriores que sólo pueden ser leídas en términos de los conceptos privativas de esta
área de las RRII.

      En el caso que cita el ex funcionario menemista, se confunde a las relaciones carnales [=un
modo de ejercer un tipo de política exterior] con una suerte de “mayor amabilidad” que se
traduciría en un correcto uso del C.O. Esto no sólo es una inferencia no atinente, sino que de
hecho, solamente se está hablando –corriéndonos al espacio de las relaciones/negociaciones
exteriores- hacia la preferencia deliberada a un actor y sus aliados. Como agravante, se produce
una desatinencia aún más grave. Tal vez gravísima. Me refiero a colocar la desestimación del C.O.
por el PE y su estilo confrontador como el negativo de las relaciones carnales.

       El primer término de la tensión –el estilo del PE actual-, tiene claras embestidas para el
C.O. en sí mismo; e incluso en un largo plazo, puede tener consecuencias de política externa (al
no hacer fluidas las relaciones entre los demás mandatarios. El segundo término de la tensión,
-las relaciones carnales- ya lo he señalado como una particularidad que hace al espacio de la política
exterior. La combinación de ambos términos implica relacionar una característica que hace al mal
ejercicio del C.O. –sólo juzgable en el espacio del Protocolo Oficial y en el largo plazo sus
consecuencias en la política externa-; con un modo de ejercicio de la política exterior –sólo
analizable en el espacio de ésta. Claro que luego los especialistas en política externa podrán
analizar lo que se pretendía, lo que se obtuvo y el costo-beneficio -que se puede juzgar desde
económica hasta ideológicamente. En otros términos: ignorar el C.O. y/ó practicarlo sin
corrección no es el correlato de mantener relaciones casi de subordinación con una
potencia extranjera. Por cierto, lo primero se debe ejercer sin excepción (Así se esté en guerra
con una potencia externa, ó adecuando nuestra agenda a ella). Lo segundo –las relaciones sobre
preferenciales-, serán ejercidas de acuerdo al criterio del PE en función y se las juzgará desde la
opinión pública, desde los gobiernos posteriores, desde la academia ó bien desde la misma
gestión que las ejerce –de acuerdo a sus réditos [ó no], del modo en que fuese.

       Seguidamente, se cita el listado de enemigos internacionales y el hecho de PE que nunca ha
viajado hacia en Antiguo Continente. Sólo considerando el espacio del C.O., podemos citar lo
que se menciona como un “aislacionismo esmerado y [el PE] huye espantado ante las formalidades del buen
trato que recomiendan los manuales de diplomacia”. Preferiría llamar a ese aislacionismo esmerado como una
displicencia posada. Me expreso elocuentemente, ya que considero la elusión del protocolo
oficial del PE no sólo como una falta de amabilidad para con sus pares, sino como el mal
ejercicio de las formas que hacen a su rol. Me explico: estoy juzgando las conductas
presidenciales como un directo incumplimiento de los usos que hacen a su envestidura; las que, si



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bien no son encomiables directamente (como en el caso de una malversación, por ejemplo) no
por esto deben ser pasibles de descuido. Claro que ningún PE haría esto con fines de boicotear su
poder, sino con algún fin predeterminado que lo favorezca justamente en la construcción de éste.

      Con la idea de posada, quiero mentar la certeza que confirma el PE con cada acto acerca
de la identificación del ejercicio de las formas de su envestidura como reflejo de su actitud de
liderazgo político. Hay pose, porque la forma se elude con claras demostraciones de fines
comunicacionales y como modo de suplir/complementar/instrumentar acciones directas que
presentan su actitud como sui generis –que genéricamente se entiende por carisma-1. Pero:

       ¡Atención! Con la existencia de pose, no quiero mentar sólo el histrionismo. Si así fuese,
podríamos suponer que el PE sólo se hace el compadrito “para las cámaras” a los fines de que su
pueblo vea su supuesta valentía. No. Esto también es sesgar ingenuamente su incorrección. Me
explico: el PE no solamente es incorrecto en las situaciones que puedan tomar los medios, sino
que es displicente también en un almuerzo con empresarios francos “menemistas”… Por cierto,
esto no fue vox populi en el comentario periodístico ó en las imágenes de los medios. Sobre todo
si lo cotejamos con la repercusión de los tristes jugueteos del Bastón de Mando Presidencial cual
tambor mayor de banda musical -sin charretera dorada en este caso-; o el apósito protector en la
frente –que parece ser una herida de guerra corriente, cuando un argentino que trabaja para su
pueblo asume el Poder Ejecutivo…

        En fin.

      Pero mejor volvamos a nuestro quehacer. Luego de la mención de las actitudes del PE para
con sus pares externos, Nicolás Cassese aborda ejemplos del modo en que el PE pareció no sólo
ignorar el C.O., sino alterarlo intencionadamente para que tenga los efectos contrarios para el que fue
establecido. Sobre los episodios no puedo realizar juicio alguno: simplemente, hablan por si
mismos. Sobre las respuestas de nuestro PE tampoco: también se expresan a la perfección.
Aunque creemos que hay algo para destacar antes de desarrollar más la cuestión. La nota
sentencia: “el de Kirchner es un gobierno con malos modales”. Esto, que parece una amonestación
predicada de lo que se observa, contiene algo más allá de lo que inmediatamente podemos ver.
La cuestión de la forma del mensaje que se emite al eludir los usos y costumbres establecidos,
puede tener varios destinos: la ser cumplida ó bien la de la omisión. Y aquí tenemos el problema.

      Veamos: es difícil diferenciar la omisión de las formas (que tendría desde ya consecuencias
negativas); y la suma entre la omisión y la actitud agresiva de la práctica de los deberes de cualquier
funcionario público -como el caso que narra el cronista del aviso abrupto a dignatarios externos
que ni siquiera nuestro PE pensaba recibirlos. En conclusión, eludir el C.O. no es sólo
soslayarlo, sino también tener un plus de agresividad en las decisiones tomadas. En pocas
palabras, tener malos modales es peor que no tener modales. Este es un claro caso en donde
la forma del mensaje es el mensaje, y la elusión del C.O. no se distingue de la manifiesta
acometividad.

     Opto por mencionar ahora un pasaje incalificable (que por flagrante, confieso que no estoy
segura si pertenece ó no al espacio del C.O., pero lo que si puedo certificar es la imposibilidad de
padecer la sensación de vergüenza ajena). Me refiero concretamente a este pasaje de la crónica:
“Hoy los funcionarios practican el escapismo [sic] en las reuniones internacionales: “Andamos ocultándonos
1
  No creo, (y sin extenderme demás en esta cuestión porque no es el objeto de estas líneas) que las pequeñas acciones solapadas
criticadas como censura, estén alejadas de lo que el PE quiere que se lea de su gestión. Pluralismo periodístico, es una característica
imposible de controlar para quien está obsesionado por construir una imagen diferenciada a la de los anteriores PEN sostenidas
[posadas] en actuaciones públicas.


                                                                 19
Curso de Protocolo y Ceremonial Público
                      “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box (mcgb_br@yahoo.com.br)
                                                Universidad Católica de La Plata
                                                           Año 2006.

en los pasillos porque cualquier negociador europeo, al vernos, nos critica por las medidas que
tomó el gobierno”, confiesa con vergüenza un integrante del equipo que negocia la apertura de mercados en el
mundo para los productos argentinos”. No emitiré juicio acerca de esto, simplemente porque quienes
leen sólo perderían tiempo leyendo cualquier predicado de una actitud que habla por sí misma.
Seguidamente, el autor se pregunta si hay una lógica deliberada del PE para esta posición con el
mundo. Sin atreverme a emitir un juicio perenne creo de buena fe que es la expuesta por Cassese:
el PE comunica su voluntad política a través de gestos que aparentan liderazgo mas devienen en
incorrección. En lo que respecta a la segunda pregunta que se hace el autor de la nota (“¿son
apenas la conducta espontánea de un hombre prepotente y poco informado sobre cómo funciona la diplomacia?”),
no daré lugar. Las razones son simples: creo que la tesis de una conducta espontánea de
prepotencia –incluso si fuese cierta-, no es un lujo del que un Primer Mandatario pueda gozar. A
clara vista, el Presidente tiene su actitud como costumbre –en consecuencia lo tildamos de
“estilo”.

      La segunda razón que me lleva a desestimar la pregunta de Cacéese es también simple: ¡el
PE no puede –menos aún a tres años de gestión-, estar “poco informado” (¡!) acerca del C.O.! De
hecho, el ignorar una materia no implica que no se la ejerza (para eso existe atávicamente la
función de los Consejeros, los Ministros, etc.). En un caso concreto, si un PE no es especialista
en economía ¿deberíamos cerrar el ministerio e ignorar la materia…? Por supuesto que no, ya que
esa es precisamente la función de quienes asesoran al presidente en C.O

      Más adelante podemos ver que el autor expresa con precisión la distinción que se debe
establecer entre una cuestión -las RRII y/o la Política Exterior-, y la otra -el Ceremonial y
Protocolo Oficial-. Si bien el pasaje no se dedica específicamente a esta diferenciación, por
analogía nos permite deslindar malezas que pueden llevarnos a ser presa de juicios reduccionistas.
Cito textual y destaco con negrita y/ó con agregado de subrayado lo que estimo nos ayudará: “los
errores existen, incluso en el pautado mundo de las RRII, pero tal avalancha de desprolijidades y
plantones del gobierno de Kirchner señalan una falta de atención preocupante. El mundo de la
diplomacia se construye con acciones, pero también con gestos, y atenciones que permiten
mantener diálogos fructíferos entre mandatarios que muchas veces no comparten idiosincrasia ni
estilos políticos”. Este párrafo es muy que importante: si bien las RRII implican diversos flujos
de intercambio de un país para con el exterior, éstas no son gestadas ni ejecutadas a través de
procedimientos estancos burocráticos uniformes e impersonales en todo el mundo. Podremos
preguntarnos por qué es así. Pues bien, la respuesta es simple: la perduración de los usos y
costumbres atávicos que se remontan a las más diversas formas de organizar el poder siempre
han mantenido reuniones de sus jefes –se llamen “caciques” ó “presidentes”. También, se podrá
objetar este mecanismo de vigencia. Pero creo que en éste caso, el atavismo y la inercia de los
usos harán que no sea muy viable una modificación de estilo.

       En fin, continuemos aclarando este tópico con certeras palabras del ex canciller Bielsa: “la
Argentina –solía decir Bielsa-, tiene conflictos que son inevitables, como con Gran Bretaña, y otros que son
inexplicables. Estos últimos son los que no nos podemos permitir”. Es difícil predicar algo
más de lo dicho. Sólo podré remarcar lo aseverado, diciendo que éstos son nuestros problemas:
evitables, innecesarios, incomprensibles… Tendremos que ver –todos nosotros, en tanto que
opinión pública-; si son éstos verdaderos, o bien sólo son modos de distraer a la oposición dándole
argumentos, mientras no nos preocupamos por otro tipo de cuestiones que pueden no ser
sintomáticas. Pero esto lo retomaremos más adelante.

       Es necesario recortar algo importantísimo [y peligrosísimo] que se menciona como un
justificativo para las acciones de la gestión presidencial actual. Textualmente: “está obsesionado con la



                                                           20
Curso de Protocolo y Ceremonial Público
                       “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box (mcgb_br@yahoo.com.br)
                                                 Universidad Católica de La Plata
                                                            Año 2006.

prensa local, pero no lee la que se publica en el extranjero y nadie le cuenta lo que ocurre frontera afuera (…)
define la política exterior con (…) la reacción de las encuestas”.

       A ver. Deslindemos dos planos: el primero tiene que ver con una [cuasi] deformación
partidaria, como es la atención obsesiva a sondeos (sabemos que éstos no son el exacto reflejo del
estado de la opinión pública, pero son el único instrumento que provee al peronismo una idea
interior de su modo de concebir las redes de poder que sustentan a un candidato). No creo que el
PE esté fuera de esa interpretación. El segundo plano –el más dañino para la nación a largo
plazo-, es la prerrogativa que el PE se arroga siendo tuerto con la opinión pública, mirando sólo
la doméstica y no la exterior. Esto podrá ser fructífero para su propia carrera política (lo que en
términos de los destinos de nuestro país es el corto plazo y nada más. Y digo “fructífero” porque
la permanencia de su figura en el poder es decidida por los electores nacionales (allende cualquier
relativización que podemos hacer en campaña bajo el tilde de aparato, clientelismo, alianza, etc.).
Pero la Argentina no es equiparable al período de ejercicio de uno de sus mandatarios y el mayor
alejamiento –desde la ignorancia del C.O. hasta los mensajes imprudentes con que se dirige el
Presidente hacia el exterior-, no hará nada bueno por ella. Claro, que sin dar cuenta de nuestra
historia reciente, la que ha estado signada por la crisis más profunda de la historia, un default,
renegociaciones, acefalías, etc.

      En un momento histórico en donde los flujos son cada día más frecuentes y diversificados,
con cualquier país -más allá de los compromisos que la Argentina tiene, como el
Mercosur y demás acuerdos-, a los que nuestro PE, no honra como debería en muchas de sus
actitudes… No predicaré nada acerca de los episodios del ex canciller Bielsa y sus problemas
para acercarse al PE por causa del cinturón de seguridad de “ultra-leales” [como eufemísticamente se
llama a los obsecuentes]. Antes que nada, estimo necesario recordar que este “muro”/ “filtro” de
funcionarios no es instrumentado por éstos y ya, sino que es consentido/dispuesto/exhortado
por el PE. La decisión de no referir directamente a él se funda en tener por fuente a [sólo] uno de
sus actores parciales –Bielsa. Asimismo, porque estas cuestiones alrededor del centro de dominio
del PE están muy saturadas de peleas de poder internas; que pueden ser: ganarse la confianza del
Primer Mandatario, ó bien procurarse mayor acceso a bienes clientelares que posibilitarán una
más sólida y abarcativa construcción del propio poder; hasta… aprender el oficio para un futuro,
¿por qué no?.

      Mas allende todas estas especulaciones, y sabiendo que estas líneas se centran en el
particular ejercicio del C.O. por parte del PEN, temo que un comentario de uno de sus ex actores
puede ser un juicio muy parcializado. Así es como prefiero la precaución de analizar con datos
que sean más confiables para ser utilizados.

      En lo que se plantea como los antecedentes del díscolo Primer Mandatario, encuentro el
episodio con los empresarios franceses menemistas [sic (¡!)], los que nuestro PE supuso como
portadores de una profunda devoción al Presidente Menem. Simplemente, veo imposible
controlar mi ironía para con el ingenuo juicio del actual PEN, que parece suponer que los grupos
empresarios simpatizan –allende sus intereses-, con un político. Desde ya, esto puede ser
completamente cierto (siendo electores con intereses, pueden –y lo hacen de hecho- apoyar la
victoria de un mandatario). Pero hay otras posibilidades –que a vista ingenua-, pueden parecernos
algo mezquinas.

      Simplemente, no lo son: las posiciones de los empresarios exceden la que el PE sostiene, y
aún podría él mismo valerse de alguna para hacer que esos mismos empresarios sean tan
funcionales a él como los creyó hacia Menem. Claro, para que esto acontezca, tal vez sería



                                                            21
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Ceremonial Oficial (Ensayo) Mª C.Gigli Box Curso Ucalp

  • 1. Aquello tan, pero tan… simple. Por María Celeste Gigli Box. i) Lo pretendido. “Es más conveniente decir no en voz baja que decir si gritando”. Adagio popular. El motivo que impulsa estas líneas es tan sencillo como su sentido final. Pero no será el mejor comienzo el anticiparme inadecuadamente. Así, intentaré desgranar algunos tópicos que se han presentado, como dables de ser destacados en el curso de Ceremonial Oficial dictado en la Universidad Católica de La Plata. No puedo evitar mencionar firmemente que no poseo pretensión alguna de que éstas palabras vinculen -de cualquier modo-, tanto a quienes participan del curso en calidad de alumnos, cuanto a la Licenciada a cargo ó bien a la Casa de Altos Estudios en que se dicta la capacitación. Por esta razón, he decidido no utilizar el estilo corriente de ensayar en primera persona plural, con el fin que esta intención mencionada sea permanentemente manifiesta y ratificada. Procuraré estructurar lo que sigue en las diferentes dimensiones y visiones que presenta un mismo tópico: el [ausente] uso del Ceremonial Oficial en la actual gestión presidencial. Motiva esto, el convencimiento particular que lo [muchas veces] dicho en relación a esta temática tiene diferentes evaluaciones analíticas -no todas ellas asimilables. En relación a esto, observo la tendencia a ver costados diferentes del Ceremonial Público como legítimamente intercambiables, cuando esto no sólo es riesgoso sino también desacertado. Si bien no pretendo –ni poseo las herramientas para concretar-, una visión acabada ó completa del Ceremonial Oficial (otra de las áreas vedadas por mis escasos conocimientos), no está demás establecer que es dable -y deseable- organizar nuestro objetivo. Así pues, el decurso será el siguiente: comenzaremos analizando y poniendo en perspectiva el par de oportunos artículos periodísticos que recogen una visión crítica acerca del uso del Ceremonial Oficial por parte de nuestro actual PE. Dentro de este acápite, recortaré los puntos más relevantes del análisis de la conducción presidencial, mientras también manifestaré los puntos en que me aparto de los criterios expuestos en sendos recortes periodísticos. Luego retomaré un juicio muy común subyacente en varios análisis -en su mayoría periodísticos-, pero que he observado que lamentablemente no son privativos de ámbitos informativos. Las coincidencias al exterior de los comunicadores gráficos ó televisivos con opiniones de otro tipo de analistas de la ciencia social no es un problema en sí mismo: el problema que encuentro es –en este caso periodistas y otros especialistas-, la coincidencia en reduccionismos flagrantes; que denotan –en el mejor de los casos- baja perspicacia analítica, y – en el peor de ellos-, adquisición de los discursos consumidos mediáticamente sin ningún tipo de criticismo [y criterio] propio.
  • 2. Curso de Protocolo y Ceremonial Público “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box (mcgb_br@yahoo.com.br) Universidad Católica de La Plata Año 2006. Estimo imperioso reconocer algunos supuestos, perspectivas y consideraciones generales acerca de estas deficiencias analíticas que pueden reproducir los estereotipos que las condicionan. Como todos sabemos, cualquier análisis basado en la simple reproducción de un esquema previo puede -muy fácilmente-, ser presa de puntos ciegos. Así, no puedo más que reservarme una mención acerca de lo que muchos etiquetan como la postura politológica (y por ende científica, rigurosa conceptualmente, perspicaz en el análisis de las estructuras socio-políticas allende los detalles y particularidades del caso, etc.); pero que veremos que no está tan lejos de muchos de los reduccionismos periodísticos, ni se aparta de deficiencias en el diagnóstico que también existen en el campo de la Ciencia Política, como de otras ciencias sociales. Claro que mi personal hincapié en esta cuestión proviene de la responsabilidad que amerita el hecho de pertenecer al espacio de quienes estudian la política científicamente; lo cual hace que tenga que asumir el cargo de ser automáticamente homologada a quienes emiten juicios que en realidad, no comparto. Así es, como pretendo evitar que el corporativismo gremial predomine sobre las opiniones particulares de cada profesional; y que así, termine por a quines se interesan por los análisis de los analistas –sin saber que éstos no son uniformes en muchos casos. De este modo, sin alejarnos del espacio de la Ciencia Política, ponderaré la exposición en clave de lo que constituye una postura [más, entre varias] para pensar lo que varios reconocemos como [incorrectos] procederes del PEN actual. Para poder lograrlo, daré curso desde varias perspectivas al mismo problema: la primera, será deslindar qué es para la ciencia social el populismo como categoría de análisis. La segunda, será trabajar con los procederes que nos permitirán ver en qué sentido nuestro PE utiliza métodos que lo encasillan en el espacio de “populista”, ó bien –y ése será mi desafío- si encontramos otros rasgos en su conducción que implican más adjetivos acerca de su estilo. Por último, expondré una apreciación exclusivamente personal acerca del proceder del Primer Mandatario en función del Ceremonial Oficial. El último apartado aclarará el sentido profundo y primero; como también el objetivo final de estas líneas, y que ya se encuentra inspirado en el titulo principal de este escrito. Sin más aclaraciones de procedimiento, comencemos la tarea: ii) Se dice de mí… “Mucho dinero y poca educación, es la peor combinación”. Valentín Moragas Roger (∗) En este primer apartado nos atendremos a sendos artículos periodísticos aportados y comentados en clase. Siendo de diversa naturaleza, hemos decidido su tratamiento por separado. Claro que también, estableceremos divisiones al interior de cada uno. Sólo como aclaración preliminar metodológica –y con algo de atrevimiento, ya que la síntesis atentar con la corrección-, reemplazaremos cualquier referencia a los usos y normas del Protocolo y Ceremonial Público por la sigla C.O. (“Ceremonial Oficial”). Justifica esta decisión el beneficio de la brevedad. Comenzando con el reportaje efectuado al embajador Quintana1, preferiré algunos pasajes de su juicio acerca del objetable ejercicio del Ceremonial por parte del PE. La selección fue hecha  Podríamos reemplazar la palabra “dinero” por una presente en el quehacer político, es decir: poder. Así -sin tergiversar demasiado al autor de éstas palabras-, ilustraríamos cabalmente nuestro cuadro de falta de corrección en el ejercicio del Ceremonial Oficial. Desde ya, los destacados en el epígrafe son míos. 1 “Los intelectuales y el país hoy: Kirchner no debería ignorar el protocolo (…)”, Política, La Nación, 29/IV/06. 2
  • 3. Curso de Protocolo y Ceremonial Público “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box (mcgb_br@yahoo.com.br) Universidad Católica de La Plata Año 2006. para destacar los tópicos de importancia. También, los utilizaré como disparadores para el análisis -tanto desde el espacio politológico cuanto del juicio personal. Claro que esto no obsta el reservar algunas diferencias con el embajador en determinados criterios. De cualquier modo, no dudo que es atrevido decretarlos como la completa opinión de Quintana, ya que todos sabemos que un reportaje muchas veces priva a quien contesta de respuestas lo suficientemente explicativas y precisas -en un espacio que sabemos acotado de suyo. Tampoco descarto la posible exposición concisa de sus palabras por parte del diario, lo que también puede alterar seriamente el sentido de sus palabras. Comenzando [al extremo] gradualmente, rescataré las primeras dos frases del representante exterior: “no hay nada peor que ser maleducado y no guardar las formas (…) el Señor Kirchner no puede jugar con la dignidad y la posición del país, porque arriesga el destino de la Nación”. El primer término de esta cita textual habla por sí mismo y estaría demás predicar su validez más allá de esa sentencia. Con respecto al segundo, debo hacer una mención –que guardará mucha relación con lo que expondré al final como estricta postura personal: Se menciona al PE usando a su capricho las reglas del C.O., con la consecuencia de poner en juego la dignidad del país (y por ende, su posición en el mundo). En este caso, iré aún más lejos que el Señor Quintana: consideraré que no es ya el uso, sino que es sólo la decisión de ignorar por completo. El uso selectivo ó a conveniencia de algunas de las disposiciones del C.O., no puede ser un modo [más] de su aplicación, también. Me explico: cualquier utilización antojosa del C.O. debe considerarse como idéntica a la decisión de desconocerle. No estimo en ningún caso que el corpus que conforma todas las disposiciones y usos del mismo sea dable de selección legítima sino es hecha por medio del consenso de quienes conocen a la perfección esta área; ó bien, del consenso que otorgan los usos y las costumbres que lo fueron moldeando. Con respecto al riesgo en que incurre el destino de la Nación [mayúsculas en el original], siendo por exceso detallista, entiendo que lo que se arriesga es la imagen de los nacionales todos en el exterior, lo cual compromete también a aquellos Presidentes que ocuparon el cargo –e incluso han respetado el C.O. Esta aclaración, si bien puede resultar obvia, no se propone aclarar lo que los lectores ya saben, sino recalcar aún más la profunda responsabilidad colectiva que infiere el cargo del PEN. Aún mayor al ejercer su representación externa: Es la Argentina toda –sean sus generaciones presentes cuanto pasadas-, la que está en juego en su ejercicio. Son los profesionales diplomáticos quienes están puestos en duda en cuanto a su maestría para asesorar al PE. Es el mismo jefe de Estado extranjero quien está siendo subestimado, al ser tratado como no corresponde a su rol. Es la misma nación (no sólo los electores oficialistas, sino todos los habitantes con goce de derechos políticos) que implícitamente refrenda en un régimen democrático este desenvolvimiento. PERO, -si bien cumpliendo la voluntad del que lo eligió, es el mismo PE en persona que se arroga una prerrogativa que no le es dada por el voto (la delegación del poder en el primer mandatario no implica que quien lo ejerce no se atenga a los usos y costumbres dadas -incluso cuando no exista un mecanismo que pueda resguardar su cumplimiento efectivo, como en el caso de las leyes1) como es el incumplir con las normas del C.O.): de este modo, es el mismo PE quien está ejerciendo su parte del compromiso en forma irregular. Si llevase un poco más lejos esta cadena de apreciaciones: ¿Me podría permitir afirmar el no cumplimiento de los valores implícitos y los deberes a quien está sometido cualquier ciudadano – 1 Incluso, siendo la costumbre una de las fuentes de la ley, lo que nos dice que su importancia no es menor. Si una simple tradición, devenida en hábito regular puede llegar a erigirse como ley positiva, imaginemos que no respetar una norma del C.O. – que al igual que aquellas no posee un órgano que vele por su cumplimiento efectivo-, no deja de ser una falta a una de las prácticas reconocidas no sólo individual, sino colectivamente. En este caso, no sólo tenemos el factor agregado sino que también poseemos el factor compartido por más miembros de diferentes comunidades externas a la soberanía del PEN. 3
  • 4. Curso de Protocolo y Ceremonial Público “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box (mcgb_br@yahoo.com.br) Universidad Católica de La Plata Año 2006. incluso el PE-, en un estado de derecho? Pues si, claro. ¿Sería excesivo ver en esto un dejo de autoritarismo? Definitivamente, no. Cualquier prerrogativa no incluida en el rol que el Soberano encomienda a su gobernante es un exceso del ejercicio de deberes, y puede ser visto como autoritario, en tanto que es decidido unilateralmente por su persona. Pero… ¿Hasta qué punto nosotros, TODOS nosotros tenemos alguna responsabilidad en esto?... bueno, sobre esto volveremos en el anteúltimo acápite de este escrito… Poniendo en otros términos lo dicho: si indagamos un poco más al interior de quienes integramos la base y fundamento del sistema democrático, el PEN desatiende una función fundamental de su jaez (allende quienes votaron, y se consustancien con él). El actual estilo –si bien de forma-, omite la representación de todos esos residentes –entre los que por supuesto, se encuentran quienes pretenden [pretendemos] que las pautas del C.O. sean respetadas, cumplidas y utilizadas. Así, muchos habitantes (entre quienes pueden estar algunos de sus propios electores, incluso) tenemos un PE que no da cuenta de una de sus tantas obligaciones para con quienes lo envestimos de poder. Si bien iré retomando en ocasiones posteriores las ideas que siguen en lo tocante; por lo pronto emitiré a modo de preguntas lo que son mis sinceras dudas acerca del comportamiento presidencial. Para esto, veamos cómo continua el embajador Quintana: “lo que el Presidente considera una frivolidad tiene un valor muy importante en los países que poseen otros conceptos y otra seriedad en el protocolo. Y lo peor es que este tipo de barbaridades se han cometido prácticamente con todos los países, desde EUA para abajo…”. Al reflexionar acerca de la diferencia de concepciones acerca del Protocolo Oficial de nuestro PE y los demás países, me invaden varias cuestiones: ¿Será que el Presidente [mal] concibe el C.O. como un “gasto público innecesario”? ¿Será que el objeto del C.O. –el que para muchos de nosotros es una de las importantes formas que hacen al manejo de los Primeros Mandatarios y de las relaciones exteriores que a través de ellos establecemos con otros países-, es visto por el PE como un factor no determinante (y por eso menos importante) de las obligaciones que tiene para con la Argentina? ¿Será que simplemente el PE no conoce –cuanto no se ha molestado en interiorizarse-, en las formas de su rol? Y si así fuese, ¿Puede darse el lujo de no conocer un aspecto que hace a su función?... Por cierto, ¿Esta es una conducta digna de un estado de derecho, donde todos tenemos el deber de cumplir con las obligaciones que generan nuestros derechos – sin discriminar por nuestras opiniones cuáles son “más importantes” [=“menos frívolas”]? ¿Será el caso que nuestro Presidente, afanado en lo que él concibe como la “construcción del poder”, le quita atención de los lugares en donde él mismo supone que aquél no se construye? ¿Incluso [hasta en un corto lapso de tiempo] esa “construcción de poder” –a medias, siendo sólo pensada al interior del territorio nacional-, tiene por condición sine qua non el soslayo del C.O.? ó bien: ¿Ignorar el C.O. produce una “construcción de poder” inmediata (y unilateral)? ¿Es, una variable que define completamente [=tan determinante en] su gestión como para desobedecerla? ¿Es una pose, un histrionismo, que tiene tantos [¿¡tantos?!] efectos? En términos de ganancias de apoyo político ¿tiene tanto peso como para pagar el alto precio de omitirlo? …De hecho… ¿ALGUNO DE NOSOTROS; ALGÚN PERIODISTA; ALGÚN ANALISTA POLÍTICO; ALGÚN SIMPLE ELECTOR; O ALGÚN CIUDADANO QUE AL MENOS UNA VEZ EN SU VIDA EMITIÓ UNA CRÍTICA A UNA GESTIÓN DE GOBIERNO, DIJO ALGO COMO… “¡Qué desastre nuestro Presidente, es tan educado que no habría que haberlo votado, che!” (¡!)... 4
  • 5. Curso de Protocolo y Ceremonial Público “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box (mcgb_br@yahoo.com.br) Universidad Católica de La Plata Año 2006. ¿Sería posible responder –dentro de las particulares concepciones de nuestro PE y de muchos analistas [algo miopes] que pululan por medios y universidades-, que el mayor sector en cantidad de votos en donde se construye la base de poder del Presidente, está formado por electores que no hacen caso ni siquiera de la existencia del C.O? ¿Estoy siendo muy [demasiado] dura si pregunto esto?… Es posible, pero creo que podemos pensarlo para ver si mi argumento resiste nuestro análisis. Veamos: Debo advertir que seré directa (no sin incomodidad, ya que –al igual que ustedes, vivo en este mismo país, comparto la misma historia, asisto a la misma realidad y consumo los mismos medios de información que ustedes). Sin más rodeos, creo que lo que el Presidente entiende como la base de sustentación de su gestión en términos cuantitativos –me refiero a los sectores más populares1 de nuestro electorado-, no pretenden como algo determinante la omisión del C.O. Es cierto que pueden leer las incorrecciones del PEN como simpáticas ó con menos consecuencias negativas de las que aquí exponemos, pero las cosas no son tan simples y automáticas. Es decir, esos sectores, no responden precisa y únicamente a lecturas acerca del estilo de su conductor máximo. No es necesaria una gran perspicacia ó experiencia que las prácticas más comunes en estos sectores y el estado de la opinión en los mismos, no toma en cuenta en primera instancia el ejercicio del C.O. Me explico: tal vez la omisión del PEN del C.O. no ocupa más que un comentario de poca prioridad; así sólo será un dato más que “arma” la imagen presidencial como la que todos suponemos que se pretende (un hombre “decidido”, “popular”, etc.), pero no es el componente que decide los apoyos políticos que el PEN necesita para construir su poder y mantener su red de apeo político. Es simplemente una más, y en la lista de prioridades no ocupa los primeros puestos, en lo absoluto. Lamentablemente, tendré que hacer una brevísima digresión para poder fundamentar lo dicho: Retengamos un momento nuestra atención sobre el fenómeno del clientelismos político en su más amplia dimensión2: esta práctica –que no sólo es corriente en el Justicialismo ni en nuestro país-, es habitual y un modo instalado de hacer política. La actual gestión, que obviamente continúa con las 1 Esta nominación pretende ser en el más amplio sentido de la palabra, para no comprometer una determinada sección de electores en sólo una dimensión (=la material) de su condición. Me explico: existe el preconcepto algo añejado y con varios puntos de fuga; acerca del cual [casi solamente] los sectores más populares suelen integrar privativamente el Justicialismo. Allende las diferencias de estilo de sus dirigentes, sabemos que las generalidades muchas veces no incluyen a todos los casos: así, no podemos establecer una relación directa entre peronismo = clases de menor ingreso y condición social. Dejando de lado este simplismo, sí no puedo obviar que me refiero a los más vulnerables a ser objeto de favores materiales, a causa de su condición. Aunque también mencionaré más adelante los favores simbólicos que pueden presentarse ó bien en el mismo grupo, ó bien en otros sectores más acomodados (que profesen los principios ideológicos, para dar sólo un ejemplo). Claro que éstos últimos también pueden ser destino de prácticas clientelares materiales -sea directas ó a través del acceso a puntos clave de la política que otorguen poder y prestigio; y, en un segundo tiempo, mayor acceso personal a recursos materiales que pueden ser obtenidos gracias al primer favor. Por otro lado, los sectores que forman la construcción del poder no deben ser sólo asociados a grupos de fidelidad antigua, ya que hay quienes se agrupan basados en una negociación -para una elección, por ejemplo. Luego podrán mantener asiduidad con el partido, ó bien no dar cuenta de lo compartido con anterioridad –para nuestro ejemplo podría constituir el tiempo de campaña. 2 Es necesario que aclare que lo que aquí entiendo por clientelismo no será solamente político. Simplemente, mi concepción está posicionada en todo el fenómeno clientelar que tiene un espectro mucho más amplio que el del Justicialismo (=no sucede sólo en ése partido), y MUCHO más amplio que el de la política (lugares tan dispares como una empresa privada ó una cátedra universitaria pueden presentar “compromisos” por favores dados). De este modo, lo veré como el más amplio ritual de dar [y así deber] favores, dinámica que existe en los más diversos planos de la vida humana. El espacio en donde este clientelismo se desarrolle sólo determinará el tipo de favores, como el tipo de devolución debida. De este modo, debemos tener en claro que el proveer favores [aquí serán “políticos”, aunque en realidad son dádivas materiales –que van desde mercadería para consumo directo hasta trabajo en puntos clave de la política]; y por ellos se pretende su devolución en clave de apoyo [nuevamente será “político”, pero debemos concebirla también en un amplio espectro que puede procurar un voto, ó bien el apoyo para una movilización política, cuanto acompañar al referente a una reunión con otros referentes del mismo partido ó un acto público por fuera del partido). 5
  • 6. Curso de Protocolo y Ceremonial Público “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box (mcgb_br@yahoo.com.br) Universidad Católica de La Plata Año 2006. usanzas que permiten -lo que por otro lado se conoce comúnmente como el aparato del partido. Estoy refiriéndome específicamente a toda la red de recursos (tanto materiales como simbólicos) que implica la total desagregación de los diferentes niveles de poder partidarios –ó funcionales a él-, diseminados por el país. Es dable que aclare que no pretendo –ni puedo-, reducir estas redes a simples canales de dádivas materiales, ya que eso sería una visión demasiado simplista de éste peronismo y de la política en general. Dejar de lado cantidad de bienes simbólicos –que no implican más que el comercio de capitales intangibles pero que son altamente determinantes como el caso de las lealtades, las identificaciones, la utilización de los símbolos que identifican a un sector político, entre otras; completa la visión que aquí subyacerá. Sumarísimamente, ésta es la dinámica que puede apreciarse en la política de las bases1 –señalada sobradamente como asiento del poder político del PEN. Las relaciones entre los actores son las veces personales, otras un poco más distantes; y otras incluso, absolutamente abruptas (tal vez producto de algún compromiso que se realiza entre conductores, lo que hace que “su gente” conforme parte del apoyo conjunto que acordaron), etc. Claro que en éste nivel desagregado de la política no se excluye necesariamente la atención al estilo presidencial, ó las implicancias y particularidades que tenga el PEN y sus apoyos inmediatos en común [o no] con anteriores gestiones. ¡Pues claro que no! Pero en este espacio, las evaluaciones para actuar están más pendientes del beneficio de las lealtades, de los acuerdos entre dirigentes, de la cantidad de gente que pueda apoyar un acto –aunque más no sea local. Tal vez el C.O. ingrese a la batería de valores que argumente la lealtad al PEN (en tanto que postura “simpática” por parte de éste)… pero, siendo sincera (y con la perturbación que me produce emitir un juicio que por directo, resulte cínico): En un espacio donde el poder corre tanto simbólica como materialmente ¿Alguien supone que el C.O. es parte fundamental en las decisiones que se toman en el interior de los sectores que constituyen la base del poder del PEN?... de hecho, éstos mismos sectores han mantenido lealtad a otros PEN del mismo partido –ó hasta de otros- en los últimos tiempos, ninguno de los cuales fue juzgado por su falta de corrección en el C.O…. ¿Me explico? En otros términos: ¿Será que los medios “opositores” y quienes no acordamos con el manejo denostado que tiene el PEN hacia el C.O. somos los que nos ocupamos verdaderamente del tema? Es decir, las incorrecciones tal vez sólo son leídas por los analistas, por la oposición, por los especialistas en ceremonial… Es posible. Pero como reza la sabiduría popular (eso de “siempre todo puede estar peor”), sucede algo más grave aún: otro actor de los que asisten a esta actitud del PE son ¡Los sorprendidos Primeros Mandatarios extranjeros que han tratado con la Argentina!… ¿Será que –después de tanta crítica-, sólo unos pocos encuentran en éste manejo del C.O. un argumento más para oponerse a la actual gestión? ¿Será que 1 Dejo expresa constancia que al hablar de bases –si bien es un término más común al manejo del peronismo-, éste tipo de relaciones se han presentado en otros partidos políticos y no son necesariamente privativas del PJ. El hecho que cuantitativamente sean más comunes ó bien tengan alguna relación de suyo para con los códigos del Justicialismo, no implica que no puedan aparecer –ó hayan aparecido-, en otros partidos políticos. 6
  • 7. Curso de Protocolo y Ceremonial Público “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box (mcgb_br@yahoo.com.br) Universidad Católica de La Plata Año 2006. el PEN tiene esa actitud para las bases del poder y sólo la leen sus opositores? o bien ¿Será que el PEN las tiene para sus opositores y sectores críticos y ellos no se dieron cuenta? ¿Será que los sectores oficialistas no tienen la honestidad para criticar el mal proceder del PEN y prefieren soslayarlo a costa de no criticar[se] a [su] presidente?... En pocas palabras [y con el mismo temor de mi parte en ser tan contundente]: si reparamos cinco minutos en quienes muchas veces son objeto de prácticas clientelares, y pensamos si éstos evalúan a quién da el favor en términos de si es fulano ó mengano, es más ó menos de izquierda ó derecha, acuerda ó no con las normas del C.O. … ¿Podemos dar una respuesta afirmativa, convencidos que quienes reciben favores políticos distinguen un caso del otro, apremiados por la necesidad/mezquindad/oportunismo/ó cualquiera fuese el móvil?1 En términos [más que] brutales: Si alguien depende de algún favor ó lo desea de algún modo, ¿reparará en si quién se lo da –en última instancia- juega irrespetuosamente con el bastón de Mando Presidencial o deja injustificablemente esperando a la Reina de Holanda, en una distinguida gala del Teatro Colón? Quienes aceptan/pretenden/reparten favores ¿Están pensando en esto y en su remitente? Sólo me lo pregunto, pero no dudo que ustedes tienen una respuesta. [Después de mi prolongada digresión] Volvamos a lo que nos ocupa específicamente: otra de las consecuencias de la falta de seriedad que enumera el señor Quintana, implica la poca viabilidad que trasmite un PE para cualquier tipo de asociación –por razones que van desde ideológicas hasta geopolíticas. Allende que las relaciones de un estado para con el exterior (sea con otros estados, grupos económicos, organismos internacionales, un particular, etc.), pueden ser del más diverso matiz; es decir, desde fluidas hasta manifiestamente hostiles. Pero sin llegar al extremo, no podemos descartar que es difícil de catalogar –y aún más para relacionarse-, a un PE que no actúa como tal. Es decir, no estoy refiriéndome a un presidente que mantiene cierta distancia con respecto a algunos actores políticos (¡lo que TAMPOCO implica ignorar el C.O!). el verdadero problema es cuando un PEN ¡ni siquiera lo hace como cualquier Primer Mandatario!. Claro que todo se agrava, cuando pensamos que nos ven a través de éste tipo de representante los foráneos que conocen los avatares y la complejidad de nuestra política doméstica y nuestro pasado próximo reciente… Claro que se puede objetar –y muchos lo hacen, de hecho-, lo expuesto por el Señor Quintana y refrendado por mí, con el conocido argumento: la intención que subyace a la incorrección presidencial es la de mostrar un poder de ejecución tan grande, que no necesita ni siquiera de las formas que los demás PE implementan. Reforzado con la imagen que explícitamente menciona el Presidente cuando remarca que prefiere “quedarse en el país a trabajar” ó “gobernar para los argentinos” [lamento ser sarcástica con el PEN, pero huelga decir que su legalidad y legitimidad sólo alcanza a los residentes, imposible será gobernar para quien no lo sea. Así que me tomo el atrevimiento de precisar la expresión:] es decir, “los intereses de los argentinos”. Esta última afirmación desfasa a los juicios que podemos hacer al interior del no cumplimiento del C.O., sino que hace una de las falacias [que se disfraza de actitud democrática] de suponer que una república de diferentes personas/grupos, si bien con iguales derechos, posee intereses no igualables. Esto es más simple de lo que parece: todos los habitantes de este país 1 Por cierto, esto NO IMPLICA juicio de valor alguno desde mi perspectiva –y no dudo que desde los lectores tampoco- a quienes son objeto de estas prácticas, por el simple hecho de la imposibilidad de reputar a una persona que se ve supeditada a aceptar cualquier favor a cambio de otro “favor” de su parte en condiciones extremas (incluso en el caso que alguien lo hiciese por arrojo/porque “no le importa”/porque es “más fácil vivir así”, no me detendré a juzgar ninguna de esas actitudes porque no soy quién tenga que hacerlo ni es el objeto de éstas líneas). 7
  • 8. Curso de Protocolo y Ceremonial Público “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box (mcgb_br@yahoo.com.br) Universidad Católica de La Plata Año 2006. tenemos diferentes concepciones, posturas, condiciones de bienestar, y demás. Nuestro sistema de gobierno –siempre y cuando nos mantengamos en el espacio de la ley-, lo reconoce y así legitima las diferencias. Esto es sinónimo de la imposibilidad (y la incorrección) de la unificación de los diferentes electores (sobre todo, bajo el concepto de “intereses”). En cualquier caso, si me pusiese menos pretenciosa, el “gobernar para los argentinos” tampoco es algo exacto en los términos más laxos que pueda otorgarle a esta aseveración: sobretodo si a través del Representante Máximo algunos de los que residimos en éste país terminamos dando una mala imagen en el exterior. Esto es similar a sostener que más allá de quién lo haya votado – descontando que nuestro régimen de gobierno implica que todos nos supeditemos a las decisiones de la mayoría, cuestión con la que no podría estar más de acuerdo-; nuestra Constitución no legitima –sino que claramente lo impide-, el desenvolvimiento deficiente de la representación del Primer Mandatario para todos los (…) que quieran habitar en el suelo argentino, parafraseando una de las sentencias de nuestro preciadísimo Preámbulo. Probemos ahora con otro argumento: Si el mensaje supuestamente dirigido a los sectores populares, quienes son los que supuestamente consumen ingenuamente el mensaje de “la fortaleza” a través de las compadreadas del PEN; podríamos hacernos otra pregunta: ¿Éste es el primer PE que dice (remarco el “dice”) gobernar para los sectores populares? Es decir, otros Presidentes -que hasta incluso son vistos estereotipicamente como tan ó más populares que el actual-, ¿Han optado alguna vez por omitir el C.O. en pos de su condición de popular? Otros primeros mandatarios anteriores (sin hacer juicio de valor alguno acerca de sus decisiones) que han reformado los cursos de acción del país (del modo que fuese) ¿Han tenido como parte de su “corpus legitimatorio” algo que a aquéllos sectores no es de lectura inmediata como el uso del C.O.? Volviendo a algo que ya planteé con relación al actual PE, pero que no cotejé con otros anteriores: ¿Estaremos leyendo correctamente este mal uso de las formas? ¿Será lo que el Presidente llama “pueblo” el destinatario de este mensaje? ¿Estará [éste o cualquier] PE en condición de actuar por capricho desde su condición?… Temo angustiosamente que la respuesta es negativa. Continuemos con el Señor Quintana. Así, en lo que hace a la posibilidad de colocarme –sin dejar de ser consciente de la cantidad de mis falencias en el área- en perspectiva de la Ciencia Política; no dudo en apoyar ciento por ciento la aseveración de Quintana: “el Protocolo es una ciencia política muy importante (…) sigue siendo esencial, porque su fin es favorecer las negociaciones entre los países (…). Si bien volveré luego sobre esto, me ha resultado siempre muy curioso aquél juicio ajeno que el ex embajador retoma al asegurar [que el C.O] “está muy lejos de ser algo frívolo”. Francamente, sin mas explicación que mi convencimiento, no logro comprender por qué las cuestiones de forma son tomadas como superficiales… Es tan craso el error de concebir que el modo de proceder – siendo sólo eso: un marco para la cuestión de fondo-, puede ser trivial1. Me explico: cuando las cuestiones de forma (sea en este caso, el C.O.) son dables de ser juzgadas como insustanciales, será porque no se atienen correctamente a su función. Esta no es otra que la de contener con corrección las cuestiones de fondo en un espacio de usos y costumbres establecidos aceptados por la mayoría de sus participantes. Ni más, ni menos. Si se excede esta función subsidiaria a las cuestiones de fondo -sea porque éstas no existen, o porque se da más importancia a la pompa que a los fines del encuentro-; si podremos preguntarnos si lo fútil es un predicado de ese modo de ejercer el Protocolo Oficial. Pero no es lo mismo predicarlo del C.O. en su totalidad. Un pecador, no hace de su prójimo lo mismo. 1 De hecho, si en algún caso particular lo fuese, será simplemente por pecar de exceso… 8
  • 9. Curso de Protocolo y Ceremonial Público “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box (mcgb_br@yahoo.com.br) Universidad Católica de La Plata Año 2006. Pero dejemos sentado algo: las cuestiones de forma que auxilian a las de fondo, no son por esto menos importantes. Pueden tornarse incluso prescindibles –en alguna situación particular que lo amerite-, pero no por esto son soslayables bajo un juicio de valor fundado en gustos ó antojos particulares. Usaré otro ejemplo más ilustrativo, y al que asistimos diariamente: Incluso –y NO SÓLO en el espacio de un proceso judicial-, cuando la forma no se atiene y el procedimiento incurre en vicio, deberá ser descartado/reformado/replanteado/entre otros términos que logren sanear la anomalía primera. El Señor Quintana continua afirmando: (…) este [el C.O.] es el secreto del progreso de países como Chile, que tanto menospreciábamos, y de Indonesia, país que debe su impresionante avance a su gran capacidad para negociar con las otras naciones”. Haremos aquí, algunas precisiones. Si bien ya hemos planteado la importancia de las cuestiones de forma, no por esto pecaremos por exceso. Nadie duda de los avances de éstos países, gracias a la valoración de las ventajas de atender el C.O. en sus negociaciones y en la construcción de su imagen exterior. Pero no dejemos al C.O. como el ingrediente básico –como si sólo tuviese una efectividad automática sin más que hace que las posiciones de un país se reposicionen por sí mismas. No. si bien he descontado la no prescindibilidad de las formas del C.O., la imagen exterior de un país –que claro que incluye el uso del protocolo-, no sólo será ponderada por su compostura en el trato, sino también por sus criterios políticos, su predisposición conciliatoria, su voluntad política en el asunto que se trate cuanto por otros, su política interna y diversos factores más. Todos ellos, factores importantes. Tanto, que muchas veces, descuidar uno, implica arrastrar al fracaso a otro1. Pero será particular decidir cuál [si lo hay] alguno con mayor peso y así con más preponderancia. Podría incluso poner en diferentes términos lo dicho, pero manteniendo la esencia de la postura. Así, diría que los aspectos citados cuentan a la hora de las relaciones de cualquier país con sus pares, excluyendo de esos aspectos al C.O.; simplemente porque DOY POR DESCONTADO su uso, obviamente. Seguidamente, Quintana enumera algunos de los papelones a los que nos ha sometido –en tanto que nuestro representante-, el PE. En ese decurso, afirma: “(…) es algo lamentable y que le hace un enorme daño al país. Yo siento la obligación de decir esto en defensa de la carrera diplomática, del país y de mis colegas, que están siendo humillados como nunca lo habían sido antes”. Claro que acredito a este razonamiento, mas le hago un agregado: no solamente el Presidente pone en juego el conocimiento –y por ende el prestigio-, de quienes realizaron y realizan su profesión en la diplomacia. También pone en juego y desprestigia el modo de ejercer la actividad política de TODA la dirigencia argentina (repartiendo este perjuicio no sólo a su persona, sino anteriores Presidentes que se manejaron con corrección, a los potenciales asesores que pueden tener una correcta concepción del C.O., a los especialistas que la Argentina posee, a los habitantes, y hasta quienes pueden ser futuros dirigentes. La razón de que éstos últimos también están incluidos es simple: ya pueden ser [pre] juzgados exteriormente por permitir ó bien implícitamente acordar con las compadradas del Primer Mandatario. Vivimos en un sistema democrático y todos los electores refrendamos implícitamente una gestión (hayamos ó no votado por la propuesta). Caso contrario, nuestra legislación establece mecanismos de control al PEN… pero claro, tendrían que existir varias condiciones previas, como tomarnos el C.O. con la seriedad que requiere (claro que si así fuese, tendríamos un PE 1 No es necesario apelar a ejemplos foráneos para ver esta situación: pensemos que esto precisamente es lo que nos acontece a la hora de la incorrección presidencial. Un país que poco a poco –y con mucho dolor todavía-, logra recuperarse de la peor crisis de su historia, es sinónimo de que muchos aspectos están mejorando (caso contrario, la crisis se hubiese mantenido ó profundizado). Pero la omisión del C.O. por parte del PEN no contribuye en mucho a que esas variables que demuestran mejora se vean teñidas [ó desteñidas!] por la inasistencia a reuniones acordadas, los plantones oficiales y demás sucesos que los medios nos muestran. Vayamos hacia un ejemplo más gráfico aún: recordemos las negociaciones con los organismos internacionales y la moderación del ex ministro de Economía Roberto Lavagna. Teniendo esto en cuenta, tengamos en cuenta aquél mensaje que el PEN dirigió a los acreedores italianos. Se que no necesito explicarme más. 9
  • 10. Curso de Protocolo y Ceremonial Público “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box (mcgb_br@yahoo.com.br) Universidad Católica de La Plata Año 2006. producto de una sociedad que respeta las normas del C.O. y no actuaría como el actual); asimismo, deberíamos dar claras pruebas de un mayor nivel de cultura política y democrática1 -que hasta a veces nos ha hecho llegar a lo largo de nuestro pasado reciente a un máximo de tolerancia para evitar desestabilizar [una vez más] este país política y/o económicamente. Y no recordamos que el reclamo dentro de la ley es parte de nuestro ejercicio ciudadano; y que el contralor de los dirigentes corre por entero cargo nuestro. Esto no implica arbitrariedades ni ilegalidades de parte de los que elegimos en igual cantidad que no implica que renunciar al contralor de los que mandan por nuestra delegación. Tal vez si esto fuese acostumbrado, estas líneas no tendrían sentido de ser, y el ejercicio del C.O. estaría descontado en nuestro PEN… En fin. Vuelvo a nuestro punto específico donde había terminado, antes de haber hecho tamaña rodeo: La diplomacia, como parte importantísima de la política, es asimismo un indicador de aquella, de la importancia y el respeto que se le tiene a los demás países y del grado de consideración que se tendrá para con el Otro a la hora de negociar. Alguien que opta deliberadamente por no cumplir -ni siquiera con las normas de procedimiento-, se colocará a sí mismo en posición dudosa (cuando no desventajosa) antes de iniciar cualquier conversación… como agravante, no hay posibilidad de encontrar una justificación lo suficientemente legítima para este comportamiento. En nuestro caso, nos conformamos con una lectura supuestamente político-comunicacional del mensaje: un PE decidido, que toma lo convenido por las astas y prima su voluntad por sobre lo demás. Esta lectura inmediatista -cuando no manifiestamente miope-, del proceder presidencial sólo tiene un beneficio nada favorable en relación a sus costos. Así, la relación será “efecto político de imagen frente a [algunos] argentinos vs. Mala/dudosa imagen en el resto del mundo”. Por otro lado (y descontando que el embajador no desconoce lo que seguidamente plantearé), tenemos que llegar a uno de los lugares comunes más negativos de la diplomacia argentina. Me refiero concretamente a la designación de dignatarios bajo criterios políticos y no de excelencia profesional. Lamentablemente esto no es privativo de la actual gestión, ni de las anteriores inmediatas. Si se rastrea en la historia de las relaciones exteriores de nuestro país, ésta es una de las propiedades y las objeciones que perennemente se han presentado. En primera instancia, si optamos por mirar desde una perspectiva superficial -decidiendo no indagar más en la cuestión por ser un problema de larga data-, podríamos caer en un punto muerto: si fue y es algo común a diversas gestiones de gobierno, que en la actual suceda; no debería llamarnos la atención y podríamos mantener en suspenso este análisis bajo el argumento de ser un yerro atávico (lo que por supuesto no obsta que sea una herencia objetable y necesaria de cambiarse). … podrán decirme que esos cargos son ocupados por cuadros políticos... pues bien: ¿Ese es un modo más de explicar que se ignore el C.O.? La respuesta es sí. En realidad, es la pregunta la que está viciada por el resultado que ya todos conocemos. Veamos: Que el encargado de la materia de C.O. sea un cuadro político –de éste modo carente de pericia diplomática-, no sólo lo hace muy funcional a [los caprichos de] quien lo designó en su cargo. También, evita la fricción 1 Si bien no quiero distanciarme demasiado del espacio del ejercicio del C.O., no puedo evitar relacionar nuestra situación como una totalidad –que incluye a nuestra historia, claro. Así, un pasado de debilidad institucional tan flagrante como el que este país tiene, muchas veces surte el peor de los efectos que puede tener para un presente que pretende ser cada día más democrático. De este modo, la carga del mal ejercicio de los valores básicos de un sistema democrático, debería tener un efecto diferente del que tiene. Así, en vez de paralizarnos cual ciudadanos temerosos del reclamo que dentro de la ley podemos y debemos ejercer con nuestros dirigentes para velar por el estado de nuestra sociedad-; solemos estar paralizados por la convicción de la falta de poder de cambio; ó bien por la certeza que, porque estuvimos peor (algo desgraciadamente verdadero) no debemos procurar que lo sufrido sea un incentivo a una mejora actual. No. Solamente estamos gratificados porque no estamos tan mal como antes. Esto es similar a agradecer que -de estar cubiertos de lodo-, pasamos a estar simplemente sucios; cuando en realidad se trata de estar limpios. En fin, un estilo muy telúrico que seguimos padeciendo y reproduciendo… 10
  • 11. Curso de Protocolo y Ceremonial Público “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box (mcgb_br@yahoo.com.br) Universidad Católica de La Plata Año 2006. que puede provocar el pedido de ejercicio de su función al modo que decida [=se le ocurra, estime] el PEN. Esto es similar a tener la certeza que el mantenimiento a distancia de los diplomáticos de formación evitará cualquier rispidez (que incluso pueda trascender a los medios) acerca de una interna al interior del núcleo directo del PEN. La pregunta bien formulada sería la misma que venimos haciendo: ¿Puede [incluso: ¿le conviene] al PE eludir los usos del C.O.? Claro que no. Su cargo lo implica y la envestidura que el pueblo hizo su dignidad temporal lo exige (y –creo-, que políticamente lo requiere). Pero, no estoy de acuerdo con este proceder. Lo cierto es que creo firmemente que los muchos de los “puntos muertos de la ciencia” varias veces son aparentes. Esto implica que aunque continuar con la indagación sólo pueda darnos un modesto –y hasta insignificante- dato, pretendo optar por un detalle más que prescindir de él por minúsculo. En éste caso lo hay, así que veamos qué podemos divisar en la gestión de gobierno que la pone en distinto lugar que las anteriores –con las que comparte aún, la designación de cuadros políticos en espacios para diplomáticos de carrera. Lo particularísimo del actual gobierno es que si bien esas designaciones son reclutadas desde el espacio de las lealtades políticas –y no desde la excelencia académica del diplomático-; existe un agravante: las anteriores gestiones -haciendo lo mismo-, no dejaban de atender las normas del C.O. (lo cual puede hacernos suponer que ó bien los PE, ó quienes los asesoraban políticamente al menos hacían caso a los modos de proceder en el espacio del Protocolo Oficial. Esto es: la ciencia política del Protocolo –como la llama Quintana-, tenía un grado de entidad en la gestión de gobierno, y sólo era más claro desde la perspectiva de política doméstica saber si esos cargos estaban mal asignados. Desde el trato exterior, ni un medio extranjero, como tampoco un cuerpo diplomático foráneo podría tener una objeción para con el comportamiento de anteriores Presidentes. Lo que también significa que la incorrección de un mandatario como el actual no tenía que ser tolerada por quienes nada tienen que ver con su gestión de gobierno. Incluso (y esto no lo señalo para tomarlo como imitable en lo absoluto), cualquier actor externo, ante anteriores PEN que sí atendían al C.O. no podía reparar en si la diplomacia argentina era de jaez política ó académica; en tanto se condujese con propiedad. Hoy tenemos la particular característica que –esté o no el cuerpo sano-, es la cabeza la que no obedece, y de ella es surgen las palabras y modos incorrectos. Donde mis argumentos se acaban, es en la afirmación del señor Quintana que excede los límites no ya del C.O., o de los modos de hacer política, o las contingencias de una gestión. No. Las palabras me abandonan por causa de la falta de pudor de nuestros representantes externos. Me refiero al hecho que el embajador asegura acerca de los cuadros políticos en embajadas que no dominan siquiera un segundo idioma. No entraré en la disquisición acerca de los usos que a lo largo de los años han transformado al inglés en una suerte de nueva lingua franca1, y por eso debe 1 Debo hacer una aclaración a los fines de prevenir una ambigüedad por demás innecesaria. Sabemos que lo corriente en Diplomacia es la utilización del francés. Hoy por hoy, también es común el inglés como patrón de comunicación entre uno ó varios actor/es que posean una lengua/s distinta/s de éste. Mi intención del uso de la partícula lingua franca, no es la asociación del acostumbrado uso del francés con el surgimiento del pueblo galo. En este caso, utilizo aquella denominación con cierto desplazamiento semántico, y por eso puede generar desaciertos indeseados. Me explico: “franca” refiere en éste caso, a la lengua germana hablada por los franceses de la que deriva el neerlandés. Medio de comunicación con siglos de historia, de él se suele destacar el reemplazo que ofició en los ritos católicos luego de la Reforma luterana (las celebraciones se realizaban en latín antes del Cisma protestante). Esta sustitución es un dato nada menor por la función que toda lengua tiene en cuanto a la identificación con determinado pueblo [incluso, hasta la etnia]. Ella condensa gran parte de la cultura y la reproduce de un modo que le pertenece. En este caso histórico –de un origen romano único-, se dio lugar a la utilización del idioma regional (el que expresaría la idiosincrasia del pueblo que ejecutase el acto religioso) Utilizo el término analógicamente –por ellos el desplazamiento de significado-; para expresar la institución del inglés como idioma diferente de la lengua materna [para nosotros, el español]; y a su vez diferente de la lingua mater [en nuestro caso, el latín]. La 11
  • 12. Curso de Protocolo y Ceremonial Público “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box (mcgb_br@yahoo.com.br) Universidad Católica de La Plata Año 2006. ser dominada como requisito excluyente en puestos de esa calaña. Por cierto, la razón de mi elusión completa acerca de esta exigencia es simplemente la obviedad. Les haría perder mucho tiempo a los lectores si discutiese acerca de una evidencias que habla por sí mismas. Sólo mencionaré que –como agregado al manejo del inglés-, podremos pensar luego en el verdadero dominio de otra lengua. Me explico: además de la lengua materna, en nuestro caso el español; y la “nueva lingua franca” -de flujo constante y voluminoso- como es el inglés. En fin, lo único que puedo afirmar es que –además de confirmar algo que suponía-, me quedo enmudecida ante esto… -y con las mejillas ruborizadas. Comparto en un todo, el criterio del Señor Quintana acerca de: “la amabilidad es un código de buenas maneras (…) se necesita cultura, inteligencia y afecto para entenderse con el prójimo de un modo conveniente. Las buenas formas son (…) son armas que el diplomático sabe utilizar en provecho de su país. (…) se utiliza la seducción en la conquista del otro, y la seducción es parte de la inteligencia humana”. No podría agregar nada a esto (que de cualquier modo recorto sólo para circunscribirlo al C.O.; aunque de plano comparto el lato sensu de la seducción como la expone el embajador: un modo al servicio de agradar a los sentidos del otro -sin carga allende a ésa. Solamente, me atrevo a agregar una pequeña aclaración acerca de la concepción del Señor Quintana de los buenos modos como un don. Si bien lo son, no por esto descarto que la educación pueda explotar este costado en una persona y transformarla en alguien con una agradable amabilidad. Es muy común que el verla como un don sea la confunda un poco con lo que es la fusión de la amabilidad al carisma [charisma], cualidad ésta que sí se considera innata y difícilmente otorgada por la educación. Pero esta aclaración no objeta mi criterio: una persona puede no poseer ése carisma pero puede educar sus maneras y ser alguien francamente cordial y por esto muy agradable. Es sobradamente ilustrativo el ejemplo del embajador acerca de los diplomáticos de la U.R.S.S.… siendo parte de una ideología y una cosmovisión que se distancia no sólo a concepciones de la función y el ejercicio de la política sino también aspiraciones a modificar estructuras más allá de un régimen, como es la sociedad misma. Esta aspiración, no implicó identificar su ideal comunista con los malos modos. Es muy simple: como todos sabemos, una cuestión no implica ni es necesaria para la otra. Tampoco posibilita ó produce la otra. En esencia, lo que es dable de destacarse, es no sólo la noción de la amabilidad como una forma, que simplemente enmarca una relación entre dos personas1. Sino también como una parte imprescindible del ritual de la comunicación. Incluso a veces, casi cercana al fondo. Con un ejemplo gráfico y bien simple, veamos: cuando los duelos eran moneda corriente en el reto entre dos hombres ¿Alguien puede ver en esta situación –que tiene por fin el asesinato del contendiente [ó la preservación de la propia vida] hostilidad en el trato o alguna mala manera? ¿No forma parte de ese honor [algo tan imposible de ser valuado con un precio para quienes lo pretenden] que está en reto el hecho de ser respetuoso del ritual todo, sin traicionar la cantidad de pasos acordados ni al tercero que dirige la situación? particularidad se encuentra en que el inglés –de anglosajona lingua mater-, no es raíz ni lengua materna de muchos idiomas. Sin embargo, se transforma en una lengua vehicular (al igual que lo es una moneda de cambio corriente, a la que es más fácil reducir la diversidad de notas monetarias del mundo). A diferencia del esperanto –que unifica los vocablos a un único patrón lingüístico-, el inglés se hace corriente, asemejándose a lo que antes sucedía con el ritual religioso; el que durante siglos se realizó en latín -fuese ó no la lingua mater del pueblo. 1 Pero lo más interesante, es que no la determina. Esa misma relación puede ser de manifiesta tensión, ó bien negociación, ó bien desacuerdo. Pero, cualquier evolución de esa misma relación (lo que incluye el conflicto insalvable) no tiene por qué hacer ingreso a una mala manera de alguna de las partes. 12
  • 13. Curso de Protocolo y Ceremonial Público “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box (mcgb_br@yahoo.com.br) Universidad Católica de La Plata Año 2006. La mención del Señor Quintana acerca del cierre de embajadas –tal vez, como objeto de su [supuesta] carga al gasto público-, es un dato no menor que lamentablemente excede el espacio del C.O. Incluso, rebasa hacia los diferentes PE que han ocupado el Sillón de Rivadavia. La presencia de nuestro país en el exterior, cuanto la presencia de los mismos en estos lares, no entraña discusión en cuanto a su utilidad. No puedo evitar (aunque no lo desee), el hecho de ingresar en la cuestión acerca de priorizar la asignación de gasto público a otros destinos que los diplomáticos. A mi modesto criterio, esa una tensión falaz –y a veces se presenta algo vacua. Me explico: aseverando que algunos gastos son más importantes (ó urgentes) que otros, no quiero decir que servicios públicos básicos como salud, seguridad, etc. son superfluos; esto sería cometer el mismo error que colocar a los gastos de las relaciones exteriores de nuestro país con el mundo como superfluos. Acerca de priorizar la asignación de gasto público a otros destinos que los diplomáticos. Veamos: no es necesario poseer gran perspicacia para tener la certeza que el gasto en bienes públicos –en nuestro país ampliada a causa de la profunda dificultad social que padecemos- es imprescindible. Pero, no por esto se deriva directa y necesariamente (=sin consecuencias dables de tener muy en cuenta) el recortar la presencia de las relaciones de un país con el mundo. Para compararlo rápida y banalmente, podríamos decir que una familia –que asigna sus recursos a diferentes gastos-, debe recortar abruptamente alguno de ellos porque tiene apremios en otro espacio de sus erogaciones. Esto, es completamente correcto (muchos de nosotros hemos recortado gastos –eligiendo los más prescindibles de acuerdo a nuestro orden de prioridades particular; esto es: los más suntuarios. Pero si bien el ajuste puede realizarse en un único recorte, no necesariamente tiene que darse de este modo (existen múltiples modos: podríamos bajar el consumo en varias áreas, ó bien en algunas, etc.) No entraré en teorías acerca de la asignación de recursos, porque este burdo ejemplo lo utilizo para expresarme en lo que sigue: Se utiliza el argumento de nuestros últimos años críticos como justificativos para destinar parte de las magras recaudaciones, a acrecentar el gasto en la cartera social. Esto es algo completamente cierto y legítimo (como podría ser una catástrofe ó una guerra); y de hecho, esa crisis social no ha sido todavía –ni lo será en muchos años-, superada. Mi objeción hace a los fundamentos del recorte de las embajadas en función de sus dos planos: el primero y más superficial, implica cuestiones de imagen del PEN en tanto contribuya a su imagen pretendidamente popular (aquí, entendida como no frívola). Así, sería parte de esa construcción el desatender el C.O. y los espacios en donde se ejerce. Pues bien, puedo agregar que será difícil legitimar esto si lo cotejamos con los altos gastos en movilizaciones populares, ó en compras Haute Couture de la Senadora (una tendencia criticada empedernidamente en las últimas décadas por los flamantes gobiernos, pero curiosamente repetida un tiempo después...). Y -por solapada que sea la situación, no debemos hacernos los desentendidos-, el financiamiento nada pequeño del tan tristemente famoso aparato político. El segundo plano de la objeción –más profundo y por esto más peligroso-, que es el de [pretender] imponer en la opinión pública [la que sabemos, es muchas veces ingenua] reconocer cuestiones de forma –como el C.O.-, como gastos onerosos para el Estado. El punto de fuga se establece cuando pensamos que –desde una Embajada, hasta el C.O.-, son suntuarios en sí mismos. Siguiendo esta falacia, se decide ¡recortar en su totalidad (=una embajada)! Así, percibo que esta distorsionada impresión de la forma, responde más a la lógica de lo “políticamente 13
  • 14. Curso de Protocolo y Ceremonial Público “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box (mcgb_br@yahoo.com.br) Universidad Católica de La Plata Año 2006. correcto para la opinión pública” que a lo políticamente necesario -legitimado por la costumbre en diversos espacios y tiempos. Sin extenderme demasiado, no puedo evitar mencionar que esta lógica de la necesidad vs. Costo [de largo plazo] de una cuestión tiene otro punto de fuga. Utilizo otro ejemplo muy fácil de ser vislumbrado: ¿Nos atreveríamos a suponer que algún jurista pensase que las cuestiones de forma [el aspecto procesal de una demanda] son superfluas? ¿No es cierto que –de ser viciadas-, pueden derribar hasta la viabilidad del mismo proceso? De este modo, algo que constituye el pleito en su forma, devendría en alteraciones casi tan importantes como las de fondo –ya que se llega hasta la nulidad de una causa. Ó bien [y esto es lo grave]: las partes no acceden a justicia alguna. Este ejemplo me servirá para comenzar a esbozar la siguiente zona gris (también muy vista en nuestra dirigencia). Muchas veces, otro tipo de gastos –como los que hacen a la seguridad personal de los Jefes de Estado y de muchos políticos en gestión (en su mayoría ministros); son más que tergiversados. A ver: vemos muchas veces que por justificaciones diversas1, muchos funcionarios se conducen a sus puestos de trabajo en medios públicos –que no aseguran la seguridad requerida del modo en que está legislado. Esto no está tan alejado de nuestro tema principal, ya que por ésta razón (=”ignorar el protocolo”) el actual PEN eludió su seguridad propia (no sólo el protocolo) y saludó a su gente ganándose el comentario en los medios y un corte en su frente –cual trofeo de guerra. No mencionaremos el problema que generó a los encargados de su seguridad, los que tienen una responsabilidad insoslayable; así que continuemos: Esa idea de considerar la seguridad2 como dable de ser evitada sin costos, lamentablemente es un lugar muy común en muchos mandatarios (hoy por hoy, podremos sumar el soslayo del C.O. gracias a nuestro PEN). En primera instancia, me llama la atención que muchos de nuestros mandatarios formados en leyes, no hayan comprendido la primera premisa de nuestro régimen democrático y de lo que implica el estado moderno del que participamos. Esto es: ninguno de quienes han ocupado el Sillón de Rivadavia son personas que tengan más valor ó dignidad que el que posee cualquier ciudadano (ni siquiera un elector) en este país. Lo que sí poseen, es un mandato de máxima responsabilidad (legal y moral) como es el de ejercer algo tan importante como la decisión de El Soberano. Esto no implica a su persona ningún recorte en sus derechos, obligaciones y garantías. Las posee y ejerce como cualquier otro ciudadano. Lo que si poseen de especial, es un cargo al que libremente se han ofrecido y que deben honrar con los deberes de mandatario público. Esto es, cada vez que estén en ejercicio de su rol3, el PEN es la sumatoria misma de lo que el sistema electoral del país haya dispuesto para que accedan al Poder Supremo. 1 Que van desde promover un perfil de austeridad, la horizontalidad con respecto al pueblo, el desprecio de las permisiones, y el desnudar a la envestidura que poseen de toda connotación de cualquier tipo de privilegio. Por cierto, es más común ver esta disposición en el interior del país, ya que la seguridad personal en una visita externa es más imprescindible –a los ojos de los funcionarios-. Claro que no estoy negándola. Simplemente niego tajantemente que la seguridad de alguien que encarna la voluntad del pueblo valga menos en cualquier punto –siendo elocuente de más-, del… planeta. 2 Entiendo el concepto de seguridad –incluso de Seguridad Personal-, como abarcativo de múltiples dimensiones que van desde la certeza [ó no] del individuo de poseerla, la sensación [ó no] de su mantenimiento en un futuro inmediato, la conciencia [ó no] de las precauciones que deben tomarse de acuerdo al contexto en que se encuentre, etc. Con esto quiero decir, que es una incorrección definir la idea de Seguridad sólo en términos castrenses, ya que ésta dimensión –si bien importante, porque posibilita la concreción de aquellas otras en muchos casos-, no es la única que interviene. Una persona puede tener conductas más [ó menos] seguras, de acuerdo a su proceder personal. Ustedes ó yo, podemos velar –además de que lo hagan quienes ejercen las funciones de la seguridad pública-, por nuestra seguridad prestando atención a lo que ella precisa para ser tal. Es muy posible, que muchos de nosotros no poseamos el privilegio de una custodia –privada ó pública-, pero no por esto somos personas que actuaremos descuidadamente exponiendo nuestra persona a riesgos para la propia seguridad. 3 Obviamente cuando así no sea, como cualquiera de los demás ciudadanos, los amparará el Art.19 de la Constitución Nacional, que dispone [“Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados. Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe”.] 14
  • 15. Curso de Protocolo y Ceremonial Público “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box (mcgb_br@yahoo.com.br) Universidad Católica de La Plata Año 2006. Dicho en otras palabras: la seguridad de los primeros mandatarios [el C.O. en nuestro caso], velan por el mandato del pueblo que personifican los ciudadanos que ejercen la función de PEN. Es la voluntad del pueblo lo que se está asegurando –ejercida por una persona. Es la relación de la Argentina con el mundo lo que se está ejerciendo de acuerdo a los usos del Ceremonial Oficial. Ni fulano ni perengano son tan importantes (quitando la ansiedad y avidez por figurar en los manuales de historia), sino que es el cargo –allende la persona-, que toma su dignidad de quienes le ceden el poder –los que delegan soberanamente su voluntad. Y por cierto –si es el caso que alguien pudiese pensar en que implícitamente es un cargo en que se sacrifica la persona de un ciudadano en pos de la mayoría-, como cualquier ciudadano, el PEN ejerce todos los derechos que le otorga nuestra Constitución Nacional, gozando de la totalidad de derechos civiles y políticos. Sus deberes no excederán a sus derechos, y no podrá gozar de la prerrogativa de carecer de obligaciones. Aquí incluimos a su persona cuanto lo que su rol exhorta. Si alguno de ellos es violado, por su persona ó por terceros, no necesito aclarar que eso es... … estar contra la… transgredir la… en fin, desobedecer a la Balanza ¿No? Algo que ni el mismísimo PEN puede hacer. * * * Pues bien. Siguiendo con lo que nos aúna, menciono un detalle no menor que nos servirá de puente con el extracto de la entrevista que seguiré analizando. Es importante recordar que la cuestión de los gestos de elusión del protocolo y ceremonial es parte de ése incompleto juicio de los analistas que lo caratulan de “populista”. Esto es refrendado también, por la procedencia de un partido como el Justicialismo, asociado atávicamente con este tipo de procedimiento). Pero es necesario dejar claro que las elusiones a la seguridad personal que requieren los primeros mandatarios -como los funcionarios que en sí mismo expresan la voluntad del pueblo en un régimen democrático- no ha sido privativo del PJ. Muchos funcionarios de signo diferente han realizado este tipo de acciones más mediáticas que racionales. Sin ir muy lejos, recordemos al gobierno de la Alianza en que su vicepresidente Álvarez viajaba en subte hacia el Congreso ó a Balcarce 50. Seguidamente, mencionaré la muy importante referencia que hace el Embajador de primeros mandatarios de nuestro país, ya ésta tiene la particularidad de no seguir el patrón de signo político. Luego de destacar el respeto que el Presidente Arturo Frondizi tuvo por el C.O., como también los modos afables del Presidente Raúl Ricardo Alfonsín (de quien –me consta-, empleados de la Casa Rosada en varias gestiones destacan su afectuosidad); agrega la mención de un PE altamente cuestionado por la opinión pública en otros muchos aspectos: el Presidente Carlos Saúl Menem. Destacamos con esta alusión la prueba de objetividad del Embajador Quintana, y la demostración –que debe servirnos en nuestro tópico particular- acerca de que, el partido político (y lo que éste pueda implicar) no determina las actitudes que un PE debe tener en su manejo del C.O. (ó al menos, no debería…) Por último, me distanciaré de un juicio que establece al final el Señor Quintana. Y lo haré solamente por precaución. Me refiero a que si bien a lo largo de estas líneas he tomado una perspectiva profundamente crítica acerca de la consideración del PE del C.O., no por esto creo atinado expedirme acerca de valoraciones personales del Primer Mandatario. Dejando manifiesto 15
  • 16. Curso de Protocolo y Ceremonial Público “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box (mcgb_br@yahoo.com.br) Universidad Católica de La Plata Año 2006. que no sólo sus modos me parecen objetables sino también muchos otros aspectos discursivos de la gestión –que acompañan a aquéllos; dudo que esto me permita estipular que las causales del estilo del PEN tienen por causas subyacentes el resentimiento y la envidia. Profundamente sorprendida por un juicio tan contundente del moderado embajador, prefiero quedarme solamente con la calificación de mala educación. Las razones son simples: aquellas palabras son muy fuertes en sí mismas, y prefiero no predicarlas de nadie –incluso de la actual gestión, en la que no acuerdo en la mayoría de sus formas al gestionar el poder, cuanto en varias de sus decisiones. Sólo por moderación. Quedándome con el juicio del embajador Quintana, estimo que el desprecio del PE por el C.O. no sólo incluye una mala educación en el sentido más general del término (incluyendo cierta civilidad que no se aprende en la Universidad, sino en el seno familiar desde la más profunda infancia). Quintana sólo refiere a aquélla conectándola con el resentimiento y la envidia. Particularmente, entiendo que esto no es sólo una falta de educación, sino también una falta de perspicacia política en el más pragmático sentido de la palabra. El PE parece olvidar que el C.O. puede ejercerse no sólo a los fines de cuidar las formas, sino también a fines de lo que éste pueda permitir “capitalizar” a fines políticos posteriores. Pero creo que ya es tiempo de que pasemos al siguiente artículo. …yo soy así. “La sonrisa es el idioma universal de los hombres inteligentes”. Víctor Ruiz Iriarte 16
  • 17. Curso de Protocolo y Ceremonial Público “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box (mcgb_br@yahoo.com.br) Universidad Católica de La Plata Año 2006. Ahora me atendré solamente al artículo de la revista Noticias1. Creo que es necesario hacer algunas apreciaciones generales acerca del contenido del mismo. Si bien éste comienza con un título que augura el tratamiento de la diplomacia del PE, lo cierto es que recorre varios planos (a veces, varios papelones) de la gestión y acaba por ver al Primer Mandatario “desde el exterior” lo que no recorta de suyo sólo su ejercicio del C.O.2 Un ejemplo: encontramos en él cuestiones tan diversas como el recorte de las exportaciones cárnicas reciente -las que si bien implica a decisiones que la Argentina toma para con sus relaciones exteriores-, no implica necesariamente consecuencias inmediatas en el C.O., sino que hace al ejercicio de una política de gobierno y nada más. Que estos dos espacios estén muchas veces interrelacionados no implicará que en estas líneas se los identifique. En esencia, si el PE decide tener un comportamiento poco serio para cumplir con sus compromisos contraídos, eso será una decisión política que puede [ó no] estar también implicada en el ejercicio del C.O. Para explicarme con un ejemplo apresurado y algo burdo, podríamos pensar en el caso del recorte de las exportaciones de carne. Si éste hubiese sido materia de una negociación entre el PEN y el resto de los importadores de nuestra carne, PERO sin cumplimiento correcto de los usos del C.O., podríamos ver más cercana a nuestro interés la medida –ya que desbordan perjuicios al espacio del Ceremonial Oficial. Si bien este ejemplo que menciono es muy débil, lo que pretendo dejar sentado es la importancia de no identificar –in natura-, el C.O con las decisiones de política externa. El primero es solamente nuestro objetivo. De este modo, muchas cuestiones tratadas en la fuente no las tomaré aquí, ya que continuaré recorriendo la dimensión trabajar en el espacio del Protocolo Oficial y su ejercicio por la actual gestión ejecutiva. Entre otros pasajes que ignoraré, está el apartado del ex funcionario Jorge Castro, ya que alude al análisis de la política exterior de la Argentina. Sólo dejaré constancia que en él se menciona [sic] “incidentes menores y ya crónicos, derivados de deslices protocolares, como el acaecido recientemente –uno más-, con la Reina de Holanda (el destacado es mío)”. Comenzando con el recorrido, la nota deja en claro –con el episodio de la intromisión en los Manuales de Estilo cuando nominan “Falcklands” a las Islas Malvinas-, que el control en detrimento de la libertad de prensa no es sólo costumbre doméstica. Seguidamente, aparece un dato desfasado por completo del C.O. y que se presenta a horcajadas entre éste y el ejercicio de la política exterior. Estoy refiriendo al contraste del manejo protocolar del actual Presidente con los anteriores en ejercicio, incluso los encuadrados en el menemismo. Se utiliza como contraejemplo del actual PEN a un funcionario a cargo en el pasado de sedes de representación externa, el cual asevera: “Tuvimos muchas relaciones carnales, pero en el fondo, ¿De qué nos sirvió? ¿Qué obtuvimos?”. Aquí es donde debemos hacer una pausa. Es necesario estrechar algunas cuestiones implicadas en éste juicio particular y en el modo en que la revista lo cita. Lo primero: las llamadas relaciones carnales no fueron más que un término [ilustrativamente soez, por cierto] para graficar el modo en que nuestro país mantenía sus intercambios fluidos con EUA (y con los demás actores que esta relación implique). El haber obtenido ó no algo con ellas es materia de discusión para los especialistas en Política Exterior y en Relaciones Internacionales 1 “Papelones Exteriores – Diplomacia K”, por Nicolás Cassese para Noticias, 29 de abril de 2006. 2 Estimo que esto hará que el presente acápite pueda parecer algo más vago que el primero, ya que fue necesario hacer diversos recortes a causa de la mixtura de planos que existen en la prosa de la nota. Temo que aquéllos –si bien son extractos específicos de lo que nos compete-, se presenten como análisis fragmentarios. Este posible efecto no es más que producto de mi excesiva rigurosidad al centrarme en el ejercicio del PEN en el C.O. y no en variables que rozan otros aspectos relacionados (como son la política externa, las relaciones económicas internacionales, etc.). De cualquier modo, será precisado cada extracto a los fines de la comodidad del lector. 17
  • 18. Curso de Protocolo y Ceremonial Público “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box (mcgb_br@yahoo.com.br) Universidad Católica de La Plata Año 2006. en general. No implica necesariamente juicio alguno acerca del manejo del C.O. ni siquiera de la gestión que optó por tan “íntimo” relación. No siendo ése mi objeto en estas líneas, lo dejamos de lado. Pero deslindemos aún lo siguiente: el estilo de relación exterior de la principal potencia mundial tampoco implica –viéndolo estrictamente desde la perspectiva del C.O.-, que el ceremonial haya sido ejercido ó que nuestros funcionarios hayan tenido maestría para relacionarse protocolarmente. Máxime, podremos inferir que se tuvieron preferencias hacia determinada nación –que no hacen a la corrección ceremonial, sino a la predilección por acordar objetivos que favorecen a ambas ó a la que posee mayor poder. Pongamos la cuestión en un ejemplo algo exagerado pero gráfico: si pensamos en los diversos modos de relación externa entre un pueblo y otro [más allá de la forma de gobernarse que hayan elegido]; podremos encontrar combines de los más diversos tipos: sometimiento, manifiesta hostilidad, convivencia pacífica, cooperación, etc. Ninguna de ellos implica incorrección protocolar necesaria, sino sólo relaciones exteriores que sólo pueden ser leídas en términos de los conceptos privativas de esta área de las RRII. En el caso que cita el ex funcionario menemista, se confunde a las relaciones carnales [=un modo de ejercer un tipo de política exterior] con una suerte de “mayor amabilidad” que se traduciría en un correcto uso del C.O. Esto no sólo es una inferencia no atinente, sino que de hecho, solamente se está hablando –corriéndonos al espacio de las relaciones/negociaciones exteriores- hacia la preferencia deliberada a un actor y sus aliados. Como agravante, se produce una desatinencia aún más grave. Tal vez gravísima. Me refiero a colocar la desestimación del C.O. por el PE y su estilo confrontador como el negativo de las relaciones carnales. El primer término de la tensión –el estilo del PE actual-, tiene claras embestidas para el C.O. en sí mismo; e incluso en un largo plazo, puede tener consecuencias de política externa (al no hacer fluidas las relaciones entre los demás mandatarios. El segundo término de la tensión, -las relaciones carnales- ya lo he señalado como una particularidad que hace al espacio de la política exterior. La combinación de ambos términos implica relacionar una característica que hace al mal ejercicio del C.O. –sólo juzgable en el espacio del Protocolo Oficial y en el largo plazo sus consecuencias en la política externa-; con un modo de ejercicio de la política exterior –sólo analizable en el espacio de ésta. Claro que luego los especialistas en política externa podrán analizar lo que se pretendía, lo que se obtuvo y el costo-beneficio -que se puede juzgar desde económica hasta ideológicamente. En otros términos: ignorar el C.O. y/ó practicarlo sin corrección no es el correlato de mantener relaciones casi de subordinación con una potencia extranjera. Por cierto, lo primero se debe ejercer sin excepción (Así se esté en guerra con una potencia externa, ó adecuando nuestra agenda a ella). Lo segundo –las relaciones sobre preferenciales-, serán ejercidas de acuerdo al criterio del PE en función y se las juzgará desde la opinión pública, desde los gobiernos posteriores, desde la academia ó bien desde la misma gestión que las ejerce –de acuerdo a sus réditos [ó no], del modo en que fuese. Seguidamente, se cita el listado de enemigos internacionales y el hecho de PE que nunca ha viajado hacia en Antiguo Continente. Sólo considerando el espacio del C.O., podemos citar lo que se menciona como un “aislacionismo esmerado y [el PE] huye espantado ante las formalidades del buen trato que recomiendan los manuales de diplomacia”. Preferiría llamar a ese aislacionismo esmerado como una displicencia posada. Me expreso elocuentemente, ya que considero la elusión del protocolo oficial del PE no sólo como una falta de amabilidad para con sus pares, sino como el mal ejercicio de las formas que hacen a su rol. Me explico: estoy juzgando las conductas presidenciales como un directo incumplimiento de los usos que hacen a su envestidura; las que, si 18
  • 19. Curso de Protocolo y Ceremonial Público “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box (mcgb_br@yahoo.com.br) Universidad Católica de La Plata Año 2006. bien no son encomiables directamente (como en el caso de una malversación, por ejemplo) no por esto deben ser pasibles de descuido. Claro que ningún PE haría esto con fines de boicotear su poder, sino con algún fin predeterminado que lo favorezca justamente en la construcción de éste. Con la idea de posada, quiero mentar la certeza que confirma el PE con cada acto acerca de la identificación del ejercicio de las formas de su envestidura como reflejo de su actitud de liderazgo político. Hay pose, porque la forma se elude con claras demostraciones de fines comunicacionales y como modo de suplir/complementar/instrumentar acciones directas que presentan su actitud como sui generis –que genéricamente se entiende por carisma-1. Pero: ¡Atención! Con la existencia de pose, no quiero mentar sólo el histrionismo. Si así fuese, podríamos suponer que el PE sólo se hace el compadrito “para las cámaras” a los fines de que su pueblo vea su supuesta valentía. No. Esto también es sesgar ingenuamente su incorrección. Me explico: el PE no solamente es incorrecto en las situaciones que puedan tomar los medios, sino que es displicente también en un almuerzo con empresarios francos “menemistas”… Por cierto, esto no fue vox populi en el comentario periodístico ó en las imágenes de los medios. Sobre todo si lo cotejamos con la repercusión de los tristes jugueteos del Bastón de Mando Presidencial cual tambor mayor de banda musical -sin charretera dorada en este caso-; o el apósito protector en la frente –que parece ser una herida de guerra corriente, cuando un argentino que trabaja para su pueblo asume el Poder Ejecutivo… En fin. Pero mejor volvamos a nuestro quehacer. Luego de la mención de las actitudes del PE para con sus pares externos, Nicolás Cassese aborda ejemplos del modo en que el PE pareció no sólo ignorar el C.O., sino alterarlo intencionadamente para que tenga los efectos contrarios para el que fue establecido. Sobre los episodios no puedo realizar juicio alguno: simplemente, hablan por si mismos. Sobre las respuestas de nuestro PE tampoco: también se expresan a la perfección. Aunque creemos que hay algo para destacar antes de desarrollar más la cuestión. La nota sentencia: “el de Kirchner es un gobierno con malos modales”. Esto, que parece una amonestación predicada de lo que se observa, contiene algo más allá de lo que inmediatamente podemos ver. La cuestión de la forma del mensaje que se emite al eludir los usos y costumbres establecidos, puede tener varios destinos: la ser cumplida ó bien la de la omisión. Y aquí tenemos el problema. Veamos: es difícil diferenciar la omisión de las formas (que tendría desde ya consecuencias negativas); y la suma entre la omisión y la actitud agresiva de la práctica de los deberes de cualquier funcionario público -como el caso que narra el cronista del aviso abrupto a dignatarios externos que ni siquiera nuestro PE pensaba recibirlos. En conclusión, eludir el C.O. no es sólo soslayarlo, sino también tener un plus de agresividad en las decisiones tomadas. En pocas palabras, tener malos modales es peor que no tener modales. Este es un claro caso en donde la forma del mensaje es el mensaje, y la elusión del C.O. no se distingue de la manifiesta acometividad. Opto por mencionar ahora un pasaje incalificable (que por flagrante, confieso que no estoy segura si pertenece ó no al espacio del C.O., pero lo que si puedo certificar es la imposibilidad de padecer la sensación de vergüenza ajena). Me refiero concretamente a este pasaje de la crónica: “Hoy los funcionarios practican el escapismo [sic] en las reuniones internacionales: “Andamos ocultándonos 1 No creo, (y sin extenderme demás en esta cuestión porque no es el objeto de estas líneas) que las pequeñas acciones solapadas criticadas como censura, estén alejadas de lo que el PE quiere que se lea de su gestión. Pluralismo periodístico, es una característica imposible de controlar para quien está obsesionado por construir una imagen diferenciada a la de los anteriores PEN sostenidas [posadas] en actuaciones públicas. 19
  • 20. Curso de Protocolo y Ceremonial Público “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box (mcgb_br@yahoo.com.br) Universidad Católica de La Plata Año 2006. en los pasillos porque cualquier negociador europeo, al vernos, nos critica por las medidas que tomó el gobierno”, confiesa con vergüenza un integrante del equipo que negocia la apertura de mercados en el mundo para los productos argentinos”. No emitiré juicio acerca de esto, simplemente porque quienes leen sólo perderían tiempo leyendo cualquier predicado de una actitud que habla por sí misma. Seguidamente, el autor se pregunta si hay una lógica deliberada del PE para esta posición con el mundo. Sin atreverme a emitir un juicio perenne creo de buena fe que es la expuesta por Cassese: el PE comunica su voluntad política a través de gestos que aparentan liderazgo mas devienen en incorrección. En lo que respecta a la segunda pregunta que se hace el autor de la nota (“¿son apenas la conducta espontánea de un hombre prepotente y poco informado sobre cómo funciona la diplomacia?”), no daré lugar. Las razones son simples: creo que la tesis de una conducta espontánea de prepotencia –incluso si fuese cierta-, no es un lujo del que un Primer Mandatario pueda gozar. A clara vista, el Presidente tiene su actitud como costumbre –en consecuencia lo tildamos de “estilo”. La segunda razón que me lleva a desestimar la pregunta de Cacéese es también simple: ¡el PE no puede –menos aún a tres años de gestión-, estar “poco informado” (¡!) acerca del C.O.! De hecho, el ignorar una materia no implica que no se la ejerza (para eso existe atávicamente la función de los Consejeros, los Ministros, etc.). En un caso concreto, si un PE no es especialista en economía ¿deberíamos cerrar el ministerio e ignorar la materia…? Por supuesto que no, ya que esa es precisamente la función de quienes asesoran al presidente en C.O Más adelante podemos ver que el autor expresa con precisión la distinción que se debe establecer entre una cuestión -las RRII y/o la Política Exterior-, y la otra -el Ceremonial y Protocolo Oficial-. Si bien el pasaje no se dedica específicamente a esta diferenciación, por analogía nos permite deslindar malezas que pueden llevarnos a ser presa de juicios reduccionistas. Cito textual y destaco con negrita y/ó con agregado de subrayado lo que estimo nos ayudará: “los errores existen, incluso en el pautado mundo de las RRII, pero tal avalancha de desprolijidades y plantones del gobierno de Kirchner señalan una falta de atención preocupante. El mundo de la diplomacia se construye con acciones, pero también con gestos, y atenciones que permiten mantener diálogos fructíferos entre mandatarios que muchas veces no comparten idiosincrasia ni estilos políticos”. Este párrafo es muy que importante: si bien las RRII implican diversos flujos de intercambio de un país para con el exterior, éstas no son gestadas ni ejecutadas a través de procedimientos estancos burocráticos uniformes e impersonales en todo el mundo. Podremos preguntarnos por qué es así. Pues bien, la respuesta es simple: la perduración de los usos y costumbres atávicos que se remontan a las más diversas formas de organizar el poder siempre han mantenido reuniones de sus jefes –se llamen “caciques” ó “presidentes”. También, se podrá objetar este mecanismo de vigencia. Pero creo que en éste caso, el atavismo y la inercia de los usos harán que no sea muy viable una modificación de estilo. En fin, continuemos aclarando este tópico con certeras palabras del ex canciller Bielsa: “la Argentina –solía decir Bielsa-, tiene conflictos que son inevitables, como con Gran Bretaña, y otros que son inexplicables. Estos últimos son los que no nos podemos permitir”. Es difícil predicar algo más de lo dicho. Sólo podré remarcar lo aseverado, diciendo que éstos son nuestros problemas: evitables, innecesarios, incomprensibles… Tendremos que ver –todos nosotros, en tanto que opinión pública-; si son éstos verdaderos, o bien sólo son modos de distraer a la oposición dándole argumentos, mientras no nos preocupamos por otro tipo de cuestiones que pueden no ser sintomáticas. Pero esto lo retomaremos más adelante. Es necesario recortar algo importantísimo [y peligrosísimo] que se menciona como un justificativo para las acciones de la gestión presidencial actual. Textualmente: “está obsesionado con la 20
  • 21. Curso de Protocolo y Ceremonial Público “Eso tan, pero tan… simple”- por María Celeste Gigli Box (mcgb_br@yahoo.com.br) Universidad Católica de La Plata Año 2006. prensa local, pero no lee la que se publica en el extranjero y nadie le cuenta lo que ocurre frontera afuera (…) define la política exterior con (…) la reacción de las encuestas”. A ver. Deslindemos dos planos: el primero tiene que ver con una [cuasi] deformación partidaria, como es la atención obsesiva a sondeos (sabemos que éstos no son el exacto reflejo del estado de la opinión pública, pero son el único instrumento que provee al peronismo una idea interior de su modo de concebir las redes de poder que sustentan a un candidato). No creo que el PE esté fuera de esa interpretación. El segundo plano –el más dañino para la nación a largo plazo-, es la prerrogativa que el PE se arroga siendo tuerto con la opinión pública, mirando sólo la doméstica y no la exterior. Esto podrá ser fructífero para su propia carrera política (lo que en términos de los destinos de nuestro país es el corto plazo y nada más. Y digo “fructífero” porque la permanencia de su figura en el poder es decidida por los electores nacionales (allende cualquier relativización que podemos hacer en campaña bajo el tilde de aparato, clientelismo, alianza, etc.). Pero la Argentina no es equiparable al período de ejercicio de uno de sus mandatarios y el mayor alejamiento –desde la ignorancia del C.O. hasta los mensajes imprudentes con que se dirige el Presidente hacia el exterior-, no hará nada bueno por ella. Claro, que sin dar cuenta de nuestra historia reciente, la que ha estado signada por la crisis más profunda de la historia, un default, renegociaciones, acefalías, etc. En un momento histórico en donde los flujos son cada día más frecuentes y diversificados, con cualquier país -más allá de los compromisos que la Argentina tiene, como el Mercosur y demás acuerdos-, a los que nuestro PE, no honra como debería en muchas de sus actitudes… No predicaré nada acerca de los episodios del ex canciller Bielsa y sus problemas para acercarse al PE por causa del cinturón de seguridad de “ultra-leales” [como eufemísticamente se llama a los obsecuentes]. Antes que nada, estimo necesario recordar que este “muro”/ “filtro” de funcionarios no es instrumentado por éstos y ya, sino que es consentido/dispuesto/exhortado por el PE. La decisión de no referir directamente a él se funda en tener por fuente a [sólo] uno de sus actores parciales –Bielsa. Asimismo, porque estas cuestiones alrededor del centro de dominio del PE están muy saturadas de peleas de poder internas; que pueden ser: ganarse la confianza del Primer Mandatario, ó bien procurarse mayor acceso a bienes clientelares que posibilitarán una más sólida y abarcativa construcción del propio poder; hasta… aprender el oficio para un futuro, ¿por qué no?. Mas allende todas estas especulaciones, y sabiendo que estas líneas se centran en el particular ejercicio del C.O. por parte del PEN, temo que un comentario de uno de sus ex actores puede ser un juicio muy parcializado. Así es como prefiero la precaución de analizar con datos que sean más confiables para ser utilizados. En lo que se plantea como los antecedentes del díscolo Primer Mandatario, encuentro el episodio con los empresarios franceses menemistas [sic (¡!)], los que nuestro PE supuso como portadores de una profunda devoción al Presidente Menem. Simplemente, veo imposible controlar mi ironía para con el ingenuo juicio del actual PEN, que parece suponer que los grupos empresarios simpatizan –allende sus intereses-, con un político. Desde ya, esto puede ser completamente cierto (siendo electores con intereses, pueden –y lo hacen de hecho- apoyar la victoria de un mandatario). Pero hay otras posibilidades –que a vista ingenua-, pueden parecernos algo mezquinas. Simplemente, no lo son: las posiciones de los empresarios exceden la que el PE sostiene, y aún podría él mismo valerse de alguna para hacer que esos mismos empresarios sean tan funcionales a él como los creyó hacia Menem. Claro, para que esto acontezca, tal vez sería 21