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Retiro Mensual/ Octubre 2017
REFLEXIÓN PERSONAL
Para el retiro de octubre tomaremos una reflexión de
Las Jornadas de Estudio del Primer Anuncio, de una
FMA, Sor Doris Elena González Tapia, quien escribió
su artículo como una resonancia de la ponencia del
Jesuita Attilio Ignacio Hartmann: “En la Tienda, el
anuncio que crea relación”.
Queridos amigos, me gustaría comenzar compartiendo con ustedes lo que sintió mi alma
misionera al leer el título de la ponencia que el Padre Attilio ha compartido tan profundamente
con nosotros: he pensado en la tienda y en el primer anuncio. La primera la he relacionado
con el tema de nuestro Capítulo General XXIII “ser hoy, con los jóvenes, casa que evangeliza”,
en pocas palabras el Primer Anuncio es como el cimiento de la casa, es lo primero que se
coloca. El albañil es el cristiano, con dinamismo misionero, es su especialidad. El primer anuncio
es entonces lo primero, en el sentido de lo fundamental.
Había una vez un jardín encerrado por muros altísimos así que despertaba la curiosidad de
todos. Una noche cuatro hombres hicieron una gran escalera para ver qué había detrás de los
muros. En cuanto el primero alcanzó el muro, se llenó de alegría y saltó al otro lado. Así también
el segundo y el tercero. El cuarto cuando llegó arriba vio ese jardín tan espléndido, con árboles
frutales, flores de diversos tipos, fuentes bellísimas y mil cosas más. Tuvo también un fuerte deseo
de saltar hacia el jardín pero otro deseo fue aún más fuerte ir por todo el mundo a hablar a los
demás de la belleza del jardín. Como este último somos nosotros que habiendo visto a Dios,
deseamos compartir con los demás esa visión. Esta es la vocación de quienes nos hemos
dedicado al primer anuncio, al anuncio de lo fundamental, del sólo necesario; es la vocación
del misionero; es esa vocación de ayudar a los demás a que por primera vez tengan un
encuentro maravilloso con Jesucristo, un encuentro de ojos abiertos y de corazón palpitante,
un encuentro de fe y de amor.
Refuerzo lo dicho con uno de los signos de Esperanza, que el padre Attilio ha mencionado: «El
ser misionero significa la presentación de una propuesta de organización del sentir religioso de
personas y grupos y su participación presencial en una comunidad humana que pueda
contribuir para una supuesta calidad de vida mejor. La decisión será siempre de quien es
invitado a participar de esta comunidad, cuya ánima es la fe en un Proyecto y, en el mundo
cristiano, un proyecto que se identifica con la persona de Jesús de Nazaret».
Repito las últimas palabras “un Proyecto que se identifica con la persona de Jesús de Nazaret”,
al cual quisiera agregar una palabra, que para nosotros es la que nos marca el camino
SALESIANO.
En la última reunión que tuvimos como CINAB en Cumbayá hablamos de cómo avivar el fuego
misionero en nuestras Inspectorías y tenemos un plan, un proyecto en el que implica la
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Animación, la Formación, la Cooperación Misionera y las nuevas fronteras misioneras; con los
cimientos que Dios es Amor, que Jesús de Nazaret es nuestro Centro, que somos Iglesia con el
corazón misionero de Don Bosco y Madre Mazzarello.
Recordemos entonces algunas pautas de nuestra Espiritualidad:
La vida es el lugar del encuentro con Dios, las características de este hoy, de este aquí, las
hemos escuchado en la primera parte de la conferencia, «Los jóvenes sienten alergia hacia las
instituciones religiosas que dejan de ser sacramentum salutis y se transforman en estructuras de
poder auto-constituido, autoalimentado y auto-justificado, viendo “peligro” en todo lo que
escapa, de alguna forma, de su control».
Tal vez sea idealista, pero soy hija de un soñador, creo que en nuestro proyecto debemos
buscar estrategias como diría Don Bosco, “sembremos flores entre las piedras del camino”. No
perdamos el optimismo Salesiano, que a pesar de estar todo oscuro, ve la luz. El Padre Attilio
nos invita a hacer una revisión real, valiente y sincera de nuestra manera de vivir, el misionero
no enseña sólo con la palabra, sino con la VIDA. Es ahora que quisiera retomar las palabras del
Rector Mayor Don Pascual Chaves escritas en su libro “Testigos del Dios Vivo” (p. 101).
En el camino personal de todo misionero, esta íntima compenetración de oración y
anuncio no son nunca el punto de partida, sino la meta que alcanzar. Esto requiere un
camino formativo adecuado y una constante vigilancia interior. Solo así se puede
evitar un falso espiritualismo, que aparta del trabajo apostólico y engaña con una
cercanía a Dios que después resulta desmentida por los hechos; al mismo tiempo se
puede superar un estéril activismo, que obtiene el único resultado de vaciar la vida de
un discípulo, y quizá de llevarlo hasta el abandono. La urgencia fundamenta y el
corazón mismo de la misión consisten, por tanto, en aprender el arte supremo, el de
vivir en Jesús, en su señorío, profundamente identificados con Él, con sus pensamientos,
haciendo de su Palabra el propio alimento.
No vaya a ser que nos digan el famoso refrán “No hables tan fuerte que tus acciones no me
dejan escuchar”.
«Las instituciones se ponen al servicio de los bienes de la fe, servidoras de las relaciones entre
las personas, La pluralidad de actores y de mensajes es condición necesaria para crear un
ecosistema comunicacional democrático, necesidad básica para construir un mundo solidario
y justo.»
He aquí palabras claves, somos servidores y distintos, para nosotros salesianos, este servicio es
sinónimo de PRESENCIA, de ASISTENCIA, de ACOMPAÑAMIENTO. Unamos fuerzas, aun siendo
diferentes, para que en nuestras casas reine la animación circular, la sinergia para poder
caminar con los jóvenes en el mundo virtual, a veces, lugar de refugio de quien no se siente
bien en el mundo real. El Padre Atillio nos ha dejado una tarea: Humanizar los medios de
comunicación.
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«Hay signos de esperanza en la utilización de los medios de comunicación como espacios de
interacción comunitaria, dónde se recupera la práctica religiosa y celebrativa de
comunidades concretas y se estimula la participación presencial y la membrecía comunitaria».
La Celebración, la fiesta, tantas veces mencionada en las cartas de Madre Mazzarello y
siempre reflejada en su vida, y qué decir de Don Bosco, los chicos al verlo más alegre decían
debe tener más problemas. Nuestra alegría, es fruto del Espíritu Santo, que como dice San
Pablo en su carta a los Filipenses, es la paz interior, esa paz que nadie se las podrá quitar. No
hay alegría sin la Reconciliación y la Eucaristía, de ahí nace la experiencia continuamente
renovada de encontrar al Señor de la vida que vence el mal y el pecado.
La Eucaristía para Don Bosco es una realidad que lo toca en lo más vivo de su corazón,
sacerdote y educador, se preocupa de que los jóvenes encuentren personalmente y con
frecuencia a Cristo Resucitado en la Eucaristía y que se preparen a ella por medio de la
Reconciliación.
En Mornés, la Eucaristía era la culminación y la meta de toda la jornada. La presencia del Dios
con nosotros era viva y operante. A Él se recurre con fe viva en los momentos de dificultad, de
alegría, con Él se inicia y se concluye cada día.
«El Espíritu, signo de esperanza mayor, se manifiesta, no en la acción de la elaboración y
publicación de dicho documento, mas, sí en la reacción que sigue, provocando una
inequívoca reafirmación de anteriores espacios de conversión, de respeto, de un caminar
juntos en el Señor y juntos celebrar la Fiesta de la Vida».
Ya para terminar retomo las palabras del P. Atillio que hacen resonancia a una de las
características del Papa Francisco. «Con este papa se da el necesario rescate del corazón, del
alma, de la ternura, de la bondad».
El Papa de Jesuita-franciscano pasó a ser salesiano. Recordemos la famosa frase “caen más
moscas con una gota de miel que con un barril de hiel” o “mano de hierro con guante de
terciopelo”. No sé porque, tal vez porque el número de religiosas es menor, hablo de mi
experiencia, estamos siempre muy apuradas, pensando en lo que tenemos que hacer, y si
alguien nos interrumpe, la amorevolezza, tan querida por nuestros fundadores, desaparece.
Cuando un joven, un pobre, un emigrante viene a nuestra casa, a
nuestra aldea, ¿Encuentra las puertas abiertas? ¿Encuentra
personas serenas, amables que le regalen un poco de tiempo?
Seamos misioneros proclamando el primer anuncio, el fundamental:
Jesús murió por AMOR. Y que nuestro Proyecto se ponga en práctica
“teniendo los sentimientos de Cristo” (Fil 2,5).