1. Sal de tu tierra nativa y de la casa de tu
padre, a la tierra que te mostraré.
Gn. 12,1
Querida joven, hoy quiero compartir contigo un poco de mi
vida, al igual que tú, de chica tenía muchos sueños pero el
más grande y que Dios me permitió que se convirtiera en
realidad fue el de servir a todos por amor a él. Me presento:
Mi nombre: Ángela Vallese nací el 08 de Junio de 1854 en
Lu Monferrato Italia, un pueblo pequeño pero fecundo en
dar muchas vocaciones a la Iglesia. En este año el Papa
Pío IX proclamó el Dogma de la Inmaculada Concepción de
María.
Mi familia era pobre materialmente pero rica en valores
cristianos y afecto. A los 6 años frecuenté la escuela pero
después de cuatro años tuve que dejarla porque mi familia
necesitaba ayuda económica, así aprendí el oficio de
costurera y enfrente la pobreza ofreciendo el don de mi
trabajo para aliviar las necesidades de mi familia.
Iba a la Iglesia de mi pueblo con mis padres; a la edad de
siete años cuando llegan los misioneros, los escucho con
mucha atención y me impresiona que hay muchas personas
2. que no conocen a Jesús y muchos niños necesitados; me
ofrezco para recoger ayuda imaginándome como aquel
dinero servirá para llevar a Jesús a los niños pobres,
descuidados. Tal vez por ser pequeña la gente me daba
más ayuda que a las demás y en mi corazón surgía una
única y espontanea oración: El Señor me conceda ¡salvar
tantas almas cuanto es el dinero que he recogido!.
En aquel momento, se abre en mí camino el deseo íntimo
de dar a conocer a Jesús y de llevarle a mucha gente, me
entrego con amor a los trabajos más pesados y difíciles.
Empiezo en la Parroquia a ser catequista, el párroco me
confía esta bella misión que acojo con amor.
Trabaje en casa de los Rota, conocí el carisma de Don
Bosco y cuando me entero que este ha abierto una casa de
religiosas en Mornés, exclamó: “Es allí donde me quiere el
Señor: lo siento…”.
Llego a Mornés, y comienzo, en la escuela de Madre
Mazzarello y de aquella fervorosa comunidad, un camino de
caridad apostólica, expresado a través de la humildad, el
trabajo y el sacrificio ofrecido por amor. La partida de Don
Cagliero y los primeros salesianos para las misiones,
enciende aquella casa de una nueva pasión. Sin duda que
este clima hizo renacer en mi corazón, el deseo misionero
que guardaba desde la infancia.
Después de mi profesión religiosa en agosto de 1876, me
envían a la casa de Turín; y allí tengo la oportunidad de
estar más cerca de Don Bosco y absorber más de su
espiritualidad y método educativo. Cuando leí la carta de
Don Bosco invitando a las Hermanas que quisieran partir a
las misiones, yo tímida y humildemente escribí: “Si yo
también pudiera servir…”.
3. El 14 de noviembre de 1877 parto de Génova hacia
América más precisamente hacia Uruguay, ¡qué alegría
siente mi corazón!, había sido elegida como responsable
del primer grupo misionero de Hijas de María Auxiliadora,
tenía solo 23 años. Don Bosco y Madre Mazzarello han
puesto toda su confianza en nosotras jóvenes hermanas
(entre 17 y 25 años), nos han visto partir con pocos
recursos, sin conocer demasiado lo que nos estará
reservado en el nuevo continente, pero en total
disponibilidad y prontas a cualquier sacrificio. Yo me confié
plenamente a la Auxiliadora que nos acompaña con su Niño
sonriente, me decía “No soy yo, sino ella, la verdadera
directora”.
Así, con simplicidad de corazón, vamos comprendiendo que
la misión existe donde existe un corazón misionero, por eso
llegando a Villa Colón y conociendo la realidad, escribía: “Si
no podemos por ahora ser misioneras entre los salvajes de
la Pampa o la Patagonia comenzaremos -como lo ha dicho
Don Bosco- a consolidar el Reino de Dios entre aquellos
que habiéndolo conocido lo han abandonado”.
Me dispuse en humildad, a comenzar un camino abierto a
las sorpresas de Dios, poniendo todas mis energías en el
acompañamiento de mis jóvenes hermanas, por eso en
América todos me llamarán “Madre Ángela”.
Tan sólo dos años más tarde, soy elegida como superiora
de la primera fundación en Carmen de Patagones
(Argentina), por lo que debo dejar definitivamente el
Uruguay.
En los últimos días de vida de Don Bosco, recibo la gracia
de viajar a Turín y presentarle al Padre, un fruto de sus
desvelos misioneros: la indiecita Luisa Peña. Después de
4. participar de los funerales de Don Bosco, junto a mi
compañera de viaje, voy a Roma y recibo la bendición del
Papa León XIII. Los tiempos están entonces maduros para
que las Hermanas lleguemos también a Tierra del Fuego, y
mis hermanas y hermanos salesianos decían y, ¿quién
mejor preparada que Madre Ángela con la experiencia
misionera que ya posee?
En diciembre de 1888 llegó a Punta Arenas, y comienzo
otras muchas fundaciones, viajes y sacrificios. En 1893 me
nombran visitadora de la nueva Inspectoría chilena.
Cuando en 1913, vuelvo a Italia para participar del Capítulo
General, recibo de la Madre General Madre Caterina
Daghero la noticia de que permaneceré en Italia, pues el
cuidado de mi salud así lo requiere. Un año en la gran casa
de Nizza, lejos de tantas cosas y personas que había
aprendido a amar mucho, vivo “el exilio del corazón”. Y al
año justo de haber llegado vivo la Pascua definitiva el 17 de
agosto de 1914.
Me gustó mucho haber compartido contigo algo de mi vida y
mi pasión misionera, espero tú también te apasiones por la
misión que el Señor te confíe. Siempre te acompaño desde
el cielo…
REFLEXIONO Y ME PREGUNTO
1. ¿Qué sentí al conocer la vida de sor Ángela Vallese?
2. ¿Qué dice a mi vida hoy, sor Ángela Vallese?
3. Si Dios te llamara a ser misionera ¿Cuál sería tu
respuesta?
4. ¿Qué fue lo que más te gusto del encuentro con sor
Ángela Vallese?
5. ¿Qué le dices a esta grande misionera?