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Querida Amiga
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PDF Creator © Foxit Software http://www.foxitsoftware.com For evaluation only. Querida Amiga Querida amiga, me dirijo a ti como te comenté una noche al oído – con copas las de rigor en nuestras respectivas manos – a través de estas líneas para saldar esa deuda y, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, decirte un par cosas, a pecho descubierto. Tiempo atrás creíste, no sin fundamento, que lo nuestro era una relación de no- amor-odio; que básicamente te despreciaba y te tomaba poco más o menos que por una imbécil, o algo parecido. Tiempo atrás creíste que mis continuos excesos verbales, mis puñales dirigidos a tus hígados, mis desplantes y exabruptos eran una forma de mearte encima y demostrarte que sí, que muy bien, que eras muy molona y todo eso pero que podías irte a tomarte unas rabas con vermú tranquilamente, que no te preocupases, que no iba a notar tu ausencia. Tiempo atrás creíste que lo nuestro era un algo imposible, que tú para mi no eras más que un bulto sospechoso que tenía que tolerar por lealtad a una amiga, que es tu mejor amiga – supongo – y que, básicamente, soportarte era el peaje a pagar por estar con ella. Tiempo atrás creíste estás y muchas otras más barbaridades y te repito, no sin razones. Pero querida amiga estabas equivocada. Estábamos equivocados. Siempre he sido un tipo agrio, borde, duro, de los de disparo fácil entre los ojos y aquí paz y después gloria, de los que para qué decir cosas bonitas y amables si puedo echar fuego griego por la boca y quemar lo que se pueda, que es más divertido. Así me he ganado – a pulso y merecidamente - la fama de ser un poco animal, insensible y bastante capullo, para que vamos a engañarnos. Pero es el precio que pago gustosamente por decir lo que pienso cuando me da la real gana. Lo que pasa es que a veces no mido, y me salto a la torera los límites tolerables de la especie humana – que normalmente no suelen ser muy grandes – y disparo a discreción, matando al ladrón, al asesino en serie, a la mama con su bebé, y al pobre paisano que estaba en el lugar erróneo y el momento equivocado. Tú, querida amiga, has sido en demasiadas ocasiones ese pobre paisano que bajaba a comprar unas patatas para ver el fútbol y, sin merecerlo, se encontró en la morgue con un tiro en la frente. Y tras esto, te presentas al juicio final, sin abogado – ni falta que hace – para ver cual sería tu destino. Frente a ti una puerta. Tras su pesado y lento abrir, un viejo entrañable que te pregunta qué se te ofrece y tú diciéndole que no sabías porqué pero te dispararon y que la habías diñado. Entonces el viejo, muy rotundo y seco, te replica que algo habrías hecho para tamaño castigo. Así que al infierno por pecadora, o por lo que fuere, a quién le importa. Y tú allí con cara de qué coño está pasando, preguntándote que hecho yo para merecer esto, si solamente querías unas papas para ver el fútbol. Solo eso. Y tú, mi querida amiga, condenada por toda la eternidad a tostarte despacito, vuelta y vuelta, para quedar jugosita y sabrosa. Ñan, ñan. Quiero decirte que nada más lejos de la realidad, que aunque no supiera demostrarte lo que realmente significabas para mí era únicamente debido a una única razón: no tenía porqué. Vamos que no me daba la gana, así en plan directo. Yo solo actúo de forma amable – por decirlo de alguna manera – cuando es estrictamente necesario, en casos en que la intervención de los marines es el último recurso para salvar la humanidad y la civilización occidental. Y como los marines, el Presidente de turno sabe perfectamente que se puede contar conmigo, y que mantendré la línea hasta el último aliento, matando y muriendo de pie, como se debe hacer en los asuntos serios de verdad. Tengo entendido que esa amiga nuestra ya te había avisado de esto. Desconozco tu reacción a tal información; quizá reaccionaste con incredulidad, quizá
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PDF Creator © Foxit Software http://www.foxitsoftware.com For evaluation only. con sorpresa o simplemente le soltaste un anda y vete a contar cuentos a quién te los crea. No sé, tú sabrás. El asunto es que recientemente has visto a ese otro yo que te tenía escondido, disimulando, silbando por cada esquina como que con él no iba la cosa, metiendo las manos en la masa cuando era estrictamente necesario, como ese fiel peón que se mantiene impasible, firme, de pie, en su casilla. Bien es cierto que me hubiera gustado estar antes, presto para el combate, si hubiera sabido lo que se proponía, desde el principio del día de autos, aquel pendejo, aquel hombre vernel que todos ya conocemos – y que creíamos conocer –. Pero claro, se me ocultó hasta bien pasado el día – y algunos aspectos de la trama hasta bien pasadas varias semanas – las intenciones del susodicho personaje, que sino sí que se hubiera sabido por quién doblaban las campanas, vive Dios; simplemente siguiendo el rastro de sangre, de miembros cercenados y de cuerpos mutilados. La excusa que esgrimieron para ocultarme los planes de invasión fue que soy un caliente, que hubiera montado la de San Quintín, Pavía, y Ceñirola juntas. Y tenían razón, no era ni el momento ni el lugar, pero es que hay cosas por las que no paso. Ni pasaré. Así que volvamos a nuestro asunto. Como has podido descubrir, se me puede describir – solo en parte no te creas – con la estrofa que versa dicen de mi que soy un tanto animal, pero en el fondo soy un sentimental de aquella gran canción. Es cierto querida amiga, he de admitirlo, has descubierto mi secreto. Y lo que es peor, creo que no hay camino de fuga, he cruzado el punto de no retorno. En una palabra, que no me quito este nuevo sambenito ni con una orden judicial del tribunal del Santo Oficio. Pero una cosa te voy a decir, mi queridísima amiga, una cosa es que sea como soy, y otra muy distinta es que sea tu amigo gay, u homosexual, o sodomita, o como diablos quieras llamarlo. Que eso de que me vayas relatando cómo tomaste esta o aquella plaza, al salto o por soborno, que si una vez dentro la ciudad estaba llena de fuentes de miel y leche de cabra, que si los artesanos hacían una orfebrería de quitar el sentido y los restaurantes hacían unas comidas, a lo nouvelle cousin, que te lo hacías en las bragas, y, ya puestos, que veías a Dios y todos los santos cantando a coro el Aleluya de Haendel; todo eso te lo guardas para ti, para tus amigas, y para tus amigos realmente gays, u homosexuales o sodomitas. Por ahí no paso, querida amiga; uno no es ni un confesionario de andar por casa, ni un psicólogo de abierto 24 horas, ni un cuaderno de Bitácora donde apuntar las presas tomadas en el mes, en plan abordaje salvaje. Que no y que no. Vamos, nein, nein, nein, nein. Sin embargo no quisiera que estas últimas palabras te condujeran a equívoco; cuando haya asuntos serios, de los de importancia, de esos que ahogan, que recortan por los adentros buscando la taleguilla, de esos problemas que te derrotan sin dejarte si quiera un puente de plata para huir, allí me tendrás, de pie, con la mechas encendidas, toledana en mano, coselete ceñido, y a defender la posición hasta el final, sin posibilidad de rendición que esto es un tercio español. Para eso sí estoy aquí, querida amiga. Siempre.
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