1. Aportes - 1
muerte a los israelitas en Egipto (cf. Éx
12), y la del Siervo deYavhé que el profeta
Isaías compara a un cordero llevado al
matadero (53, 7). Sin duda cuando Juan
Bautista señaló a Jesús bajo la metáfora
de “Cordero de Dios”, todos los oyentes
entendieron claramente que en Jesús se
reproduciría aquella intervención salva-
dora de Dios.
Hermanos: por su inocencia y man-
sedumbre, por su misión de víctima que
se ofrece a favor de toda la humanidad,
Jesús es el Cordero de Dios que quita
el pecado del mundo.
El pecado, dicho en singular, abarca
el conjunto de los pecados individuales
y sociales que podamos imaginar: ese
inmenso cáncer de maldad que apare-
ce en los noticieros –¡y todo lo que no
aparece…!– Sin olvidar nuestros propios
pecados y fragilidades. Lo conocemos.
Estamos familiarizados con ello. Pero
el pecado del mundo va más allá: es
la situación de pecado “estructural” que
aflige a la humanidad. Concretamente:
el pecado del mundo es la pretensión
suicida de construir la sociedad, la convi-
vencia humana, la propia vida al margen
de Dios, ignorando a Dios. A cada mo-
mento nos sorprende la noticia de que
en nuestro país y en el resto del mundo,
se aprueban conductas que contradicen
El Cordero de Dios
Is 49, 3-6; Sal 39, 2. 4ab. 7-10;
1Cor 1, 1-3; Jn 1, 29 -34
Endo Shusaku fue un novelista japo-
nés convertido al cristianismo. Escribió
una vida de Cristo donde explica su con-
versión con una frase emocionante:Quien
se cruza con Jesús en su vida, ya no
puede olvidarlo jamás. Noble y profunda
reflexión de quien “se cruzó” con Jesús y
quedó “atrapado” por él.
En este comienzo del Tiempo Ordina-
rio, Juan el Bautista, nos señala a Jesús
para que nos “crucemos con él y no lo
podamos olvidar jamás”.Y lo hace con el
título que mejor define la misión de Cristo:
Cordero de Dios que quita el pecado
del mundo.
¿Puede decirnos algo provechoso a
nosotros, hombres del siglo XXI, esta
imagen tan expresiva para el pueblo
de Israel pero tan distante de nuestra
sensibilidad actual? Una vez más, una
rica imagen bíblica está lejos de nuestro
lenguaje.Cordero de Dios: No hay duda,
suena extraño y anticuado.Pero les ruego
que hagan el esfuerzo de no detenerse
en la “palabrita cordero”, y penetren su
profundo significado. Ella sintetiza toda
la misión redentora de Cristo.El “Cordero
de Dios” fusiona dos imágenes bíblicas
aplicadas a Cristo Redentor: la del cor-
dero pascual cuya sangre salvó de la (Continúa en la p. 4).
Aportes para la homilía
Aportes
Celebración
2º domingo durante el año 15 de enero de 2017
Ciclo A. Color:Verde Año XXI - Nº 1177
Aportes
Celebración
para la
Homilía y guión para la Santa Misa
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2. Aportes - 2
Guión para la Santa Misa
1) Introducción a la celebración
Hermanos y hermanas: Durante el
tiempo de Navidad, que concluye
con la fiesta de Epifanía, hemos
contemplado la entrada de Jesús
en nuestro mundo.
La fiesta del bautismo de Jesús, que
celebramos el domingo pasado, inaugura
la vida pública de Jesús. Con ello la litur-
gia da comienzo a la primera parte del
tiempo llamado Durante el Año. En estos
domingos que preceden a la Cuaresma,
veremos diversas facetas de la persona
y la doctrina de Jesús.
Hoy, segundo domingo Durante el
Año, san Juan Bautista da testimonio de
Jesús, y toda la liturgia habla de su misión
y de la nuestra.
Nos ponemos de pie. Recibimos al
padre que presidirá nuestra Eucaristía y
cantamos.
2) Saludo inicial
“Yo soy valioso a los ojos del Se-
ñor, y mi Dios ha sido mi fortaleza”,
proclama el profeta Isaías.
Hermanos: El encuentro de cada uno
de nosotros con Jesús dará a nuestra
vida un sentido nuevo como le ocurrió al
propio Bautista.
Lleguen a ustedes la gracia y la paz
que proceden de Dios, nuestro Padre,
y del Señor Jesucristo
y permanezcan siempre con ustedes.
3) Acto penitencial
Jesús es el Cordero de Dios que
quita el pecado del mundo. Por lo
tanto, también los nuestros. Pida-
mos humildemente perdón.
– Cordero de Dios, que llevas la
salvación hasta los confines de la
tierra.
* Señor, ten piedad.
– Cordero de Dios, que nos llamas a
ser santos.
* Cristo, ten piedad.
– Cordero de Dios, que quitas el pe-
cado del mundo.
* Señor, ten piedad.
4) Gloria
Reunidos en el Espíritu Santo,
alabamos al Padre y suplicamos al
Hijo, Cordero y Mediador:Gloria...
5) Liturgia de la palabra
Primera lectura (Is 49,3-6): El
profeta Isaías anuncia en la figura
del Servidor la misión de Jesús y
de todo el pueblo de Dios.
Salmo (Sal 39, 2. 4ab. 7-10): El Sal-
mo muestra la disposición del hombre
fiel para responder al llamado del Señor.
Participamos de esta oración aclaman-
do: Aquí estoy, Señor, para hacer tu
voluntad.
Segunda lectura (1Cor 1, 1-3): San
Pablo se refiere a la vocación a la santidad
de todos aquellos que invocan al Señor.
Evangelio (Jn 1, 29 -34): Juan el
Bautista atestigua la divinidad de Jesús y
consagra la imagen del Cordero de Dios.
6) Credo
Hemos escuchado la Palabra de
Dios. Proclamemos nuestra so-
lemne adhesión a su mensaje de
salvación: Creo...
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3. Aportes - 3
gozosos, el Santo, porque Jesucristo
nunca permaneció indiferente ante el
sufrimiento humano.
10) Padrenuestro
Hermanos: Al prepararnos para
comulgar, recordemos que todos
somos hijos de un mismo Padre y
hermanos entre nosotros. Digamos con
fe: Padre nuestro...
11) Cordero de Dios
Nosotros conocemos el amor que
Dios nos tiene porque Jesús está
aquí. Éste es el Cordero de Dios
que quita el pecado del mundo,
dichosos los invitados a la Cena del
Señor.
12) Comunión
Hermanos:Al comulgar nos unimos
al Cordero de Dios, inmolado por
nosotros y alimento de nuestra vida.
Con alegría marchemos a recibir el
Pan de Vida.
13) Rito de conclusión
La Misa ha terminado. Nuestra
misión comienza.
Hermanos: Toda la celebración
nos ha hablado de la misión de Jesús,
el Cordero de Dios que quita el pecado
del mundo. Nuestra gloriosa misión es
asociarnos a él y ser luz para cuantos
nos rodean.
El Señor esté con ustedes.
Santifica, Señor, a estos hijos tuyos
que invocan el nombre de Jesús y
concédeles tu gracia y tu paz.
Y que la bendición de Dios...
15) Canto final
Queridos amigos: Alegres y decidi-
dos a ser servidores del Señor, nos
retiramos cantando.
7) Oración de los fieles
Como bautizados compartimos
la misión de Jesús. Un aspecto
importante de ella es rezar para
que la salvación llegue a los confines de
la tierra.
A cada intención, decimos:
Aquí estoy, Señor, para hacer tu
voluntad.
4 Para que la Iglesia pueda cumplir su
misión de ser la luz de las naciones.
Oremos.
4 Para que los que trabajan por una
sociedad más justa se sientan servi-
dores de Dios.
Oremos.
4 Para que los que sufren por sus peca-
dos encuentren el rostro misericordio-
so del Cordero de Dios.
Oremos.
4 Para que todos nosotros asumamos
nuestra vocación de servidores llama-
dos a la santidad.
Oremos.
Señor Jesús: tú nos diste poder
para llegar a ser hijos de Dios; por
eso, ayúdanos a hacer tu voluntad
y compartir tu misión. Te lo pedimos...
8) Presentación de las ofrendas
El Señor ha puesto a nuestra dispo-
sición todos los bienes de la tierra.
Por eso, junto al pan y el vino, lleve-
mos al altar los gozos y las fatigas
que trae servir al prójimo.
9) Prefacio (P.E. Vc)
Jesús quiere asociarnos a su
misión salvadora. Por eso, levan-
temos nuestro corazón en acción
de gracias al Padre y cantemos,
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4. Aportes - 4
Aportes para la Celebración es un subsidio litúrgico preparado por el equipo de redacción de El Domingo, periódico religioso de
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no sólo el Evangelio, también el sentido
común;persiguen los símbolos religiosos,
se cuestiona hasta el “uso” de la palabra
Dios. ¡Este es el pecado del mundo!: el
empeño suicida de ignorar a Dios.
El panorama es negro. Frente al apa-
rente reinado del “pecado del mundo” nos
viene bien recordar la Oración Colecta:
Dios todopoderoso y eterno, que go-
biernas el cielo y la tierra.
El desaliento nos acecha. ¿Quién
lo puede negar? Necesitamos recordar
que Dios tiene la “última palabra”, Él es
todopoderoso: Puede hacer posible lo
que para nosotros es imposible. No sólo
ha creado el mundo, la vida, el hombre
sino también lo gobierna. Esto significa
que antes o después todo queda en sus
manos.
Como sabemos, nosotros los hom-
bres, nos encargamos de complicar el
plan de Dios con nuestros egoísmos y
miserias.Pero toda la Biblia, desde el Gé-
nesis hasta el Apocalipsis, nos grita que
al final el plan se cumplirá y veremos un
cielo nuevo y una tierra nueva, donde
no habrá más muerte, ni pena, ni queja,
ni dolor, porque todo lo de antes pasó
(Apoc 21, 1. 4).
Con esta fe, la Oración, con astucia
–casi diríamos con viveza criolla– recurre
a la bondad de Dios, y pide: escucha la
súplica de tu pueblo.
Al contemplar el desastre que hace-
mos los hombres con este hermoso mun-
do y con nuestra vida, uno se pregunta
cómo es posible que Dios “aguante” tanta
insolencia, tantas ofensas y tanto pecado
del mundo.
El papa san Gregorio Magno que
escribió esta oración en el siglo VI, sabía
la respuesta: Dios aguanta por su bon-
dad. Esta bondad del Señor que cantan
constantemente los salmos; este Señor
de la bondad una y mil veces fiel a su
amor por nosotros, ha enviado a su Hijo,
Jesucristo, su Servidor, para que como
un cordero llevado al matadero, ¡quite
el pecado del mundo!
¿Qué diríamos si alguien nos hace el
favor de quitarnos de encima “la deuda
externa”? Cristo hace mucho más que
eso: quita el pecado del mundo, el
misterio de iniquidad que es el pecado
(cf. 2Tes 2, 7). Él pagó de una vez y para
siempre por nuestros pecados. Frente a
la tentación de la desesperanza, recorde-
mos la bondad de Dios que ha enviado
a Jesús a “pagar” por nuestros pecados.
Tengo que terminar: Como seguido-
res de Cristo estamos llamados a “des-
activar” el pecado del mundo a partir
de los pecados que anidan en nuestro
propio corazón; a liberarnos y liberar a
los demás de la injusticia, la explotación,
la falta de solidaridad, los egoísmos de
grupos, los pecados sociales. ¡Guerra al
desaliento y la desesperanza! Confiemos
en la bondad de nuestro Dios omnipo-
tente; él siempre escucha las oraciones
de su pueblo… aunque no conteste
inmediatamente.
Dios nos necesita, él nos dice a cada
uno: Tú eres mi servidor, y espera que
respondamos: Aquí estoy, Señor, para
hacer tu voluntad. Para cumplirla, basta
ponernos en las manos de Dios y recor-
darnos confiadamente: Yo soy valioso
a los ojos del Señor y mi Dios es mi
fortaleza.
(Viene de la p. 1).
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