1. EL REALISMO EN ESPAÑA
A España llegó en torno a
1868, época de “La Gloriosa”
(que destrona a Isabel II del trono
y supone la victoria de una
burguesía progresista), y tuvo su
máximo apogeo en la década de
los ochenta. Se consolida el
predominio de la burguesía en
España. Así el desarrollo del
Realismo español corre paralelo a
la evolución de la sociedad
durante este periodo: época con
graves problemas sociales y
fuertes tensiones políticas.
2. EL REALISMO EN ESPAÑA
El realismo propiamente
dicho surge en una obra de
1868 de Benito Pérez
Galdós, La Fontana de
Oro. Llegó a España con
cierto retraso y la causa
hay que buscarla en
factores como el escaso
desarrollo económico e
industrial o el tardío
triunfo de la burguesía.
3. EL REALISMO EN ESPAÑA
En el desarrollo del
realismo español está la
evolución de la sociedad
española, el prerrealismo, la
novela realista del Siglo de
Oro (Cervantes o la novela
picaresca) o la influencia de
los realistas europeos:
Balzac, Stendhal, Flaubert,
Dickens, Dostoievski, Tolstoi.
DICKENS
FLAUBERT
TOLSTOI
4. EL REALISMO EN ESPAÑA
Los autores españoles no se ajustarán
totalmente a los cánones del Realismo francés
o de otros países. Las técnicas y los temas
dependerán de la ideología del novelista: los
progresistas llevarán más lejos el enfoque
realista; mientras que los conservadores
impondrán claros límites al realismo,
rechazando ciertos temas y ambientes que eran
usuales en los novelistas extranjeros y
someterán la realidad a una mayor o menor
idealización.
El Realismo de la narrativa española tiene
un marcado carácter regionalista. Así , Pereda
sitúa sus obras en los ambientes y paisajes de
Cantabria; Valera, en Andalucía; Galdós, en
Madrid; Clarín, en Asturias; Emilia Pardo
Bazán, en Galicia.
5. EL NATURALISMO EN ESPAÑA
Apenas tuvo desarrollo en España:
Pardo Bazán defiende en su obra La
cuestión palpitante la actitud de Zola
como escritor (ante quienes lo tachan
de inmoral). Pero, por otro lado,
rechaza el determinismo de esta
escuela y defiende el realismo
español propiamente dicho. Sólo en
alguna obra de Galdós (La
desheredada) o en Pardo Bazán y,
sobre todo, en Blasco Ibañez, que
comparte con Zola una predilección
por los ambientes sórdidos.