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La convención de los Estados Unidos de nación acreedora neta a nación
deudora después de 1985 origino un animado debate entre economistas,
políticos y funcionarios gubernamentales acerca de los beneficios y los riesgos
de este desarrollo.
Del lado del beneficio, grandes inversiones extranjeras le permitieron a los Estados Unidos
financiar cerca de la mitad de su déficit presupuestal a mediados de los años ochenta sin
necesidad de aumentar las tasas de interés ni desbancar aún más las inversiones privadas. Las
inversiones extranjeras se dirigieron también a los negocios, granjas, bienes raíces y otras
propiedades e hicieron posible un crecimiento más rápido de los Estados Unidos. Se ha
calculado que las inversiones extranjeras crearon alrededor de 2.5 millones de empleos
adicionales en los Estados unidos durante los ochenta y que también ayudaron a difundir algunas
técnicas gerenciales del exterior nuevas y más eficientes.
Al grado en que las inversiones extranjeras fueron directamente a las inversiones productivas y
el rendimiento en esta inversión fue mayor que los pagos por intereses y dividendos que les
fluía a los inversionistas extranjeros, esta inversión fue benéfica para los Estados Unidos. En la
medida en que las inversiones financiaron simplemente mayores gastos de consumo en los
Estados unidos, los pagos de intereses y dividendos que fluyeron hacia los inversionistas
extranjeros representaron una verdadera carga y un agotamiento del consumo futuro y del
crecimiento de los Estados Unidos. Hacia finales de los ochenta, mucha gente empezó a
preocuparse porque una parte creciente de las entradas de capital no eran en inversiones
productivas y porque representaba una verdadera carga sobre la economía de los Estados Unidos
en el futuro.
También existe el riesgo de que los extranjeros, por la razón que fuese, retiren de pronto sus
fondos, lo que originaría una crisis financiera y tasas de interés mucho mayores en este país.
Los crecientes pagos a los extranjeros por sus inversiones también implica un deterioro de la
balanza en cuenta corriente de los Estados Unidos en el futuro. Este fenómeno también agota
recursos y reduce el crecimiento en el resto del mundo. En nivel más general, algunas personas
temen que las compañías extranjeras que operan en los Estados Unidos transfieran tecnología
avanzada de los Estados Unidos al exterior, lo que podría conducir a una pérdida del control
interno sobre cuestiones políticas y económicas conforme los ejecutivos extranjeros y sus
cabilderos se convierten cada vez en figuras más conocidas en los corredores del congreso, de los
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gobiernos estatales y de los ayuntamientos. Hay un poco de ironía en todo esto, pues están
fueron las mismas quejas que se escucharon en Canadá, en las naciones europeas pequeñas y en
los países en desarrollo de las grandes inversiones extranjeras (en particular estadounidenses) en
sus países durante la década de los cincuenta, sesenta y setenta. Con la gran preocupación que
se expresó durante la segunda mitad de la década de los ochenta acerca de los riesgos de las
inversiones extranjeras, parece haberse invertido los papeles. Tales temores han desaparecido
ahora y la mayor parte de las naciones busca con entusiasmo atraer las inversiones extranjeras
directas.
Se ha calculado que las
inversiones extranjeras crearon
alrededor de 2.5 millones de
empleos adicionales en los
Estados unidos durante los
ochenta
MIERCOLES
LUNES
JUEVES
VIERNES
MARTES
1250 1300 1400 1200 1500
1500 1000 1100 900 1400
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