1. Déficit de atención: un mal de época
cada vez más diagnosticado
Especialistas afirman que hoy se conoce más del tema y que los chicos en etapa
escolar tienen hasta 40% más probabilidades de recibir el diagnóstico que hace 15
años; la edad de consulta, cada vez más baja
Por Fabiola Czubaj | LA NACION
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los chicos en edad escolar. Foto: CORBIS
El déficit de atención afecta a alrededor del 6 por ciento de
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Cuando la maestra les advirtió a los padres que su hijo no pasaría a tercer grado, si seguía sin
prestarle atención en el aula cuando dictaba ni copiar nada del pizarrón, la pareja entró en
pánico. Sin piedad, a la salida de uno de los últimos días de clase del año pasado y frente al
resto de los padres, la docente les pidió que llevaran al chico a una psicopedagoga. Y así lo
hicieron: pagaron 350 pesos cada una de las cinco consultas para completar las evaluaciones.
Finalmente, la psicopedagoga descartó la necesidad de un tratamiento. Sólo era cuestión de
empezar en casa a ponerle más límites al pequeño M.
Esta experiencia es cada vez más común. Padres y docentes se quejan por igual: unos aseguran
que ante el mínimo problema de conducta los maestros reaccionan (muchas veces, en voz alta
en la puerta de la escuela y ante la mirada y los oídos curiosos de otros padres) sobreactuando
el problema. Los docentes explican que tienen a cargo toda un aula y que algo deben hacer.
La sospecha popular, no especializada, que sobrevuela a los chicos inquietos suele ser el déficit
de atención. Pero no todos los que se distraen con facilidad, parecen no escuchar a la maestra o
no terminan los deberes padecen ese trastorno y la última palabra en el diagnóstico la pueden
tener sólo los resultados de una batería de estudios, que va desde la historia familiar hasta una
evaluación neurocognitiva. Es que, a diferencia del resto de las especialidades médicas, no
existe un estudio por imágenes o un marcador bioquímico para confirmar el diagnóstico.
Dependerá del criterio del psicopedagogo, psicólogo, psiquiatra, pediatra o neurólogo
consultado.
2. Entonces, ¿hay o no más chicos con este trastorno neurobiológico? ¿Se medica más a los chicos
inquietos? O, como arriesgan algunos padres, ¿es la inmediatez de las nuevas tecnologías lo
que hace que los chicos necesiten otros estímulos para interesarse y permanecer atentos? Varias
parecen ser las causas de esta percepción popular de que hay más chicos con trastorno de
déficit de atención con o sin hiperactividad (TDA/H) y que popularmente se conoce también
como ADD, por las siglas de uno de sus nombres en inglés.
En nuestro país, los chicos de entre 6 y 14 años "tienen un 40% más de probabilidades de
recibir el diagnóstico y una receta que hace 15 años atrás", señaló el doctor Marcelo Peretta,
presidente del Sindicato Argentino de Farmacéuticos y Bioquímicos (Safyb). Comentó también
que el déficit de atención con hiperactividad es el 20% de las consultas infanto juveniles y que
"hay un 20% más de prescripciones debido a la falta de diferenciación entre inmadurez y déficit
de atención e hiperactividad".
"Actualmente sabemos más, tanto médicos como docentes, de las características clínicas de este
cuadro, por lo que está mejorando el nivel de detección", dijo la doctora Andrea Abadi, que
preside la Asociación Argentina de Psiquiatría Infanto Juvenil (AAPI). Aclaró que eso no
significa que haya más diagnósticos.
La doctora Aldana Hosni, de la Red de Detección Temprana de Trastornos del Desarrollo de
Zona Oeste, coincidió. "En general, en la Argentina no hay un sobrediagnóstico del déficit de
atención; sí puede haber un mal diagnóstico", y recordó que un estudio de 2004 había hallado
que no todas las personas que lo padecen estaban diagnosticadas o que el diagnóstico no era
correcto.
De hecho, Abadi dijo que habría que hablar de subdiagnóstico en el país. "El no reconocimiento
de este cuadro somete a los chicos a larguísimos tratamientos que terminan provocándoles más
complicaciones", sostuvo Abadi, que también dirige la Sección Psiquiatría del Servicio de
Salud Mental Pediátrica del Hospital Italiano. Y no excluyó de esa realidad a algunas áreas
urbanas del país y hasta la misma ciudad de Buenos Aires. Lo atribuyó a "ideologías cruzadas
sobre el déficit de atención, cuando en realidad no es un tema de fe, por decirlo de alguna
manera, sino una realidad neurobiológica probada científicamente, con causas genéticas y
socioambientales. Y hay que aclarar que no siempre se medica, pero sí debe tratarse con
estrategias psicoterapéuticas especificas".
Según sea el rigor aplicado al criterio diagnóstico, el déficit de atención afecta a entre el 5 y 7%
de la población infantil. Sólo en los 5.469.470 chicos argentinos en edad escolar, eso se
traduciría en unos 328.000 alumnos de entre 5 y 12 años con déficit de atención. "Hay pocos
estudios de prevalencia en nuestro país, pero los que hay hablan de cifras similares a las del
resto del mundo", agregó la especialista de la AAPI.
Ya en 2008, en el informe La medicalización de la Infancia. Niños Escuela y Psicotrópicos , un
equipo del Observatorio Argentino de Drogas de la Sedronar y del Instituto de Investigaciones
Gino Germani de la UBA alertaba de un descenso de la edad de consulta. "(...) La edad
señalada como de mayor frecuencia de aparición es la del inicio de la escuela primaria -se lee
en el informe de casi 300 páginas-. Sin embargo, algunos profesionales de la salud, sin
distinción de zona de pertenencia o perfil profesional, refieren que dicho cuadro está
3. apareciendo, en los últimos años, en edades cada vez más tempranas, a los tres, cuatro o cinco
años."
Y son más los varones que las mujeres "(...) porque el varón, cuando es hiperactivo, suele ser
más impulsivo y más molesto, entonces se lo deriva más porque molesta más y llega más a
consulta", había referido un neurólogo de un hospital público del Gran Buenos Aires citado,
con reserva del nombre, en ese relevamiento.
Pero, ¿cuál es el límite entre la mala conducta y un problema que demanda intervención
profesional? "Hay uno subjetivo y otro objetivo. Inclusive, a veces, en el consultorio, los
criterios diagnósticos no terminan de coincidir con lo que estamos viendo. En el aula, tiene que
ver con experiencia y el sentido común de los docentes, que están en una posición ideal para la
detección temprana de alguna dificultad", afirmó Hosni, que también es perito médica de la
Defensoría General de Morón. Y describió: "Es un chico que desentona del grupo, que no se
ajusta a lo que se espera para su edad ni se comporta como el resto de los chicos (?) En ese
caso, lo más conveniente es que los docentes conversen con los padres y les comenten que algo
está pasando con sus hijos que le impide comportarse como el resto, sin hacer diagnósticos ni
etiquetar, ya que los problemas que un chico pueda tener en el aula pueden ser por muchas
causas".
Por su parte, la doctora Mabel Blanco, jefa de consultorios del Servicio de Neurología del
Hospital de Niños de La Plata, advirtió sobre una posible "moda" asociada con ciertas
enfermedades. "Hay un marco de referencia [del déficit de atención] un poco tergiversado, lo
que hace que no siempre las cosas se canalicen como corresponde, lo que no beneficia a los
chicos".
Desde su experiencia de años en la medicina infantil, recomendó siempre tener un buen
pediatra de cabecera y hacer una consulta ante cualquier duda. "Seguramente, él sugerirá cuál o
cuáles serán los profesionales de confianza, con experiencia en el trabajo interdisciplinario,
indicados para consultar, si así fuera necesario." Eso, según dijo, evitará todo tratamiento o
intervención innecesarios o inadecuados.
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