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MINISTERIO
SACERDOTAL
MINISTERIOS
OBRAS DEL MISMO AUTOR
publicadas en esta Editorial:
— El sacramento de la reconciliación. Qué significa. Cómo se
celebra.
— Bautismo.
— Matrimonio cristiano. ¿Para quién?
— El derecho a casarse en la libertad.
— Más fuertes que el dolor.
— Confirmar hoy.
Tomo I: De la teología a la praxis.
Tomo II: Libro del catequista.
Tomo III: Libro del confirmando. Fichas de catequesis.
— El riesgo de predicar.
Ciclo A
Ciclo B
Ciclo C
— La penitencia en la Iglesia Hispánica.
— Proyecto de iniciación cristiana.
— Eucaristía para el pueblo.
Tomo I: Para una catequesis sobre la Eucaristía.
Tomo II: Para una mejor participación de los fieles.
DIONISIO BOROBIO
MINISTERIO SACERDOTAL
MINISTERIOS LAICALES
DESCLÉE DE BROUWER - BILBAO
© EDITORIAL DESCLgE DE BROUWER S. A. 1982
Prínted in Spain
ISBN 84-330-0596-0
DEPOSITO LEGAL S. S. 169(82
Impreso en Itxaropena, S. A. - Errikobarra kalea, 2 - Zarautz - 1882
ÍNDICE
Introducción 13
Capítulo I
ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA ... 17
1. Precisión terminológica 17
Servicio 17
Ministerio 18
Ministerio sacerdotal 19
Ministerios laicales 19
Sacerdote-presbítero 20
2. El ministerio sacerdotal y su crisis actual 21
Hechos y datos que interpelan 21
Causas que explican 31
Consecuencias que urgen 38
3. Los ministerios laicales y sus intentos de renovación. 44
Razones de un despertar de los ministerios laicales ... 44
Ministerios laicales más frecuentes en las comuni-
dades 50
Ministerios laicales en el orden de la 'dirección». 50
Ministerios laicales en el orden de la Palabra 57
Ministerios laicales en el orden del culto 64
Ministerios laicales en el orden de la caridad 74
Conclusión 82
Problemas y puntos pendientes de los ministerios lai-
cales en su estado actual 87
Capítulo II
LOS MINISTERIOS, ELEMENTO CONSTITUTIVO DE LA
ESENCIA Y LA ESTRUCTURA DE LA IGLESIA 99
1. Ministerios y concepción de Iglesia 100
Iglesia carismática e Iglesia institucional 101
Iglesia «cristológica» e Iglesia «pneumática» 103
Iglesia de la autoridad jerárquica o Iglesia de la partici-
pación del pueblo de Dios 106
8 ÍNDICE
Iglesia segregada del mundo e Iglesia «sacramento de
salvación» para el mundo 108
Iglesia de «ministros» e Iglesia «toda ella ministerial». 110
Iglesia del culto y del rito e Iglesia de la Palabra y la
caridad 112
Iglesia «centralizada» e Iglesia «localizada» 114
Iglesia de dualismo «clérigo-laico» e Iglesia del bino-
mio «comunidad-ministerios» 115
2. Los ministerios, elemento constitutivo de la Iglesia ... 117
Aclaraciones hermenéuticas 117
Una cuestión ecuménica: ¿El ministerio elemento
«constitutivo» o «regulativo» para la Iglesia? 120
La ministerialidad de toda la Iglesia, constitutivo del
ser eclesial 124
El apostolado como ministerio originante-constitutivo
para la Iglesia 125
La pluralidad de ministerios necesarios para la misión,
un constitutivo de la Iglesia 127
Los ministerios especiales institucionalizados como
«momento» constitutivo de la Iglesia 128
3. Unidad y diversidad orgánicas de los ministerios ecle-
siales 131
Organización estructural de los ministerios eclesiales. 132
Unidad y diversidad en los ministerios eclesiales 139
Articulación y complementariedad de los diversos mi-
nisterios 149
4. Comunidad eclesial y ministerios 151
La Iglesia en cuanto comunidad 152
Los ministerios en cuanto relacionados con la comu-
nidad 156
La comunidad en cuanto determinante y destinataria de
los ministerios 161
Conclusión: ¿Qué ministerios necesita una comunidad? 168
Capítulo III
EL MINISTERIO SACERDOTAL Y SU ECLESIAL CONFI-
GURACIÓN 171
1. Ministerio «especial»-«ordenado» en el Nuevo Testa-
mento 172
El apostolado como fundamento y origen del ministerio
ordenado 173
Existencia del ministerio ordenado en el Nuevo Testa-
mento 178
ÍNDICE 9
La dimensión sacerdotal del ministerio ordenado 185
2. Configuración histórica del ministerio sacerdotal 193
La Iglesia primitiva: s. I-IV 195
La edad media: s. VIII-XVI 198
Trento y la época postridentina: s. XVI-XX 204
El Concilio Vaticano II 207
3. Sacramentalidad del ministerio ordenado 211
Ministerio, carisma y ordenación 211
Sacramentalidad del ministerio ordenado 220
Ministerio y carácter 231
Capítulo IV
ESENCIA Y FUNCIONES DEL MINISTERIO SACERDOTAL. 243
1. El servicio (diakonía) como clave explicativa y centro
de sentido del ministerio 243
Estructura diacónica de la historia de la salvación 244
El servicio como misión y tarea de todo cristiano 245
El ministerio como servicio especial 246
Autoridad y servicio 248
2. El ministerio como servicio a la obra de Dios 250
«In persona Christi capitis» 250
La re-presentación como servicio: sentido y alcance de
la representatividad ministerial 254
3. El ministerio como servicio a la comunidad eclesial ... 259
«In persona Ecclesiae»: Conciencia histórica de la re-
presentatividad eclesial 260
Dimensiones del servicio ministerial a la comunidad. 264
Servicio de dirección de la comunidad y especificidad
ministerial 269
4. El ministerio como servicio especial a la misión 271
Servicio a la diversidad de funciones de la única mi-
sión 272
El ministerio como servicio a la palabra 276
El ministerio como servicio sacramental y cucarístico. 280
El ministerio como servicio de dirección en la caridad. 286
Capítulo V
PASTORAL DEL MINISTERIO ORDENADO. BÚSQUEDAS DE
RESPUESTA TEOLOGICO-PASTORAL AL PROBLEMA DE
LA FALTA DE SACERDOTES 289
1. ¿Recomponer las funciones del ministerio sacerdotal? 290
10 ÍNDICE
2. ¿Dejar a las comunidades sin la presencia-presidencia
del sacerdote? 294
3. ¿Privar a las comunidades de Eucaristía? 297
¿Asambleas dominicales sin Eucaristía? 299
¿Eucaristía presidida por laicos? 301
4. ¿Extender el diaconado permanente? 310
Del olvido a la renovación 311
Identidad y funciones del diácono 312
Aspectos positivos e interrogantes abiertos por el dia-
conado 315
El diaconado en el interior de la estructura ministerial
jerárquica 319
Conclusión: ¿Son los diáconos la «solución» a la falta
de sacerdotes? 321
5. ¿Ordenar sacerdotes a las mujeres? 322
Reflexionar para una valoración teológica 324
Caminos de avance y de búsqueda 328
6. ¿Cambiar la ley del celibato? 332
El celibato en la vida de la Iglesia 338
Reflexiones teológico-pastorales sobre la unión minis-
terio-celibato 341
¿Es solución al problema del ministerio sacerdotal
cambiar la ley del celibato? 346
Capítulo VI
LOS MINISTERIOS LAICALES COMO RESPUESTA A LA
FALTA DE SACERDOTES Y A LA REESTRUCTURACIÓN
MINISTERIAL DE LA IGLESIA 351
1. Los ministerios laicales y su importancia histórica ... 352
Los ministerios «laicales» en el Nuevo Testamento ... 352
Los ministerios laicales en la Iglesia primitiva 362
Los ministerios laicales de la Edad Media al Vaticano II 384
Los ministerios laicales en la reforma del Vaticano II ... 398
2. Los ministerios laicales para la Iglesia de hoy 417
Ministerios laicales y corresponsabilidad eclesial 417
¿Qué ministerios laicales deben promoverse e insti-
tuirse? 431
Conclusión: los ministerios laicales como lugar de ac-
ceso al ministerio sacerdotal 452
índice de autores 455
SIGLAS Y ABREVIATURAS
AA = Apostollcam actuasitatem, sobre el apostolado de los
seglares.
AAS = Acta Apostolicae Sedis, Roma, Ciudad del Vaticano,
1909 ss.
AG = Ad gentes, decreto sobre actividad misionera de la
Iglesia.
BAC = Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1945 ss.
CA = Constitutiones Apostolorum: ed. F. FUNK, Paderborn
1905.
CD = Christus Dominus, sobre el oficio pastoral de los
obispos.
CIC = Codex luris Canonici, Roma 1917.
DA = Didascalia Apostolorum: ed. FUNK, Paderborn 1905.
DACL = Dictionnaire d'Aechéologie Chretienne et de Litur-
gie, Paris 1903 ss.
DS = Enchiridion Symbolorum: ed. H. DENZINGER - A.
SCHÓNMETZER, Freiburg i.B. 1963.
DTC = Dictionnaire de Théologie Catholique, Paris 1899-1950.
EN = Evangelii Nuntiandi, Evangelización del mundo con-
temporáneo: PABLO VI, 1975.
GE = Gravissimum educationis, sobre la educación cris-
tiana de la juventud.
GS = Gaudium et Spes, sobre la Iglesia en el mundo ac-
tual.
LG = Lumen gentium, sobre la Iglesia.
LMD = La Maison Dieu, Paris 1945 ss.
PG = Patrologiae cursus completus. Series graeca, Paris
1857 ss.
PL = Patrologiae cursus completus. Series latina, Paris
1857 ss.
PO = Presbyterorum Ordinis, decreto sobre el ministerio
y vida de los presbíteros.
PC = Perfectae caritatis, decreto sobre la renovación de la
vida reliqiosa.
OGMR = Ordenación general del misal romano, 1969.
SC — Sacrosanctum Concillum, constitución sobre sagrada
liturgia.
ThWNT = Theologisches Wórterbuch zum Neuen Testament,
Stuttgart 1933 ss.
I N T R O D U C C I Ó N
El tema de los ministerios se encuentra en permanente ebu-
llición desde la década de los 60. Durante este tiempo son nu-
merosos los autores que han reflexionado, investigado y escrito
sobre la «cuestión ministerial», desde perspectivas diversas y
con objetivos distintos. Son graves las necesidades, numerosos
los problemas, difíciles las soluciones que se plantean al res-
pecto. Y no puede decirse que la Iglesia esté en trance de encon-
trar una salida inmediata para esta urgente situación.
Los hechos son de todos conocidos: el número de sacerdo-
tes ha disminuido de forma alarmante; apenas hay candidatos al
sacerdocio; no pocas comunidades están «condenadas» a quedar-
se sin la presencia y la asistencia de un sacerdote; cada vez será
más normal el que no haya un sacerdote que presida la Eucaris-
tía del domingo; los seglares se ven urgidos, en no pocos casos,
a responsabilizarse de diversos ministerios, pero, además de
la carencia de formación y la falta de dispositivos institucionales
de apoyo, sus funciones se ven reducidas y limitadas; la Iglesia
sigue manteniendo, a pesar de todo, una visión clericalista de la
vida cristiana, y defiende «modelos ministeriales» discutibles;
algunas comunidades viven un momento crítico, bien porque se
sienten abandonadas, o porque no hay quien asuma los ministe-
rios «laicales», o porque en ellas ha desaparecido todo signo de
comunión cristiana y de pertenencia eclesial... Ciertamente no
se puede unlversalizar el fenómeno a todo lugar y circunstancia.
Pero los datos confluyen en una misma dirección.
Estos hechos patentes plantean preguntas importantes: ¿Có-
mo valorar esta abultada disminución del clero? ¿Se debe hoy
defender el sacerdocio en los mismos términos que ayer? ¿No
está acaso superada la división entre la realidad profana y sa-
14 INTRODUCCIÓN
grada, entre el sacerdocio y el lateado? ¿Es que no hemos aban-
donado ya una visión ritualista y racial del sacerdote, para en-
tenderlo como persona al servicio de los hombres, en medio de
un mundo en construcción? El problema para algunos ya no es
«por qué no existen sacerdotes», sino «si es necesario que exis-
tan»; ya no es «cómo se hace un sacerdote», sino «para qué
sacerdotes». Y, en todo caso, se pregunta: ¿por qué este tipo
o modelo de sacerdote? ¿Hay que lamentarse de la desaparición
de un «modelo arcaico», y empeñarse en la reproducción de un
modelo tradicional? A situaciones nuevas ¿no habrá que proponer
un nuevo tipo de ministerio? ¿Habrá que privar a las comunida-
des de sacerdotes y de Eucaristía, por defender, en todo caso,
un modelo de sacerdote masculino, célibe, ilustrado y aliñado
según las exigencias de nuestros seminarios? ¿Cómo configurar
los ministerios laicales, y cuál es la importancia que pueden o
deben tener en la búsqueda de una respuesta a esta situación
eclesial? ¿Cuáles son las funciones o servicios que pueden de-
sempeñar los seglares, y en qué relación se encuentran con las
funciones presbiterales? ¿Podrá encontrar la Iglesia un camino
verdadero de renovación, desde la renovación de sus ministerios?
Los problemas son tan serios y profundos que puede caerse
en la tentación de escamotear un serio planteamiento, sea por
el miedo a la conmoción de unos modelos establecidos, o por la
incapacidad para nuevas soluciones, o por inseguridad ante res-
ponsabilidades distintas. No es que la jerarquía eclesiástica no
haya abordado este problema (v.gr. Pablo VI, Conferencias Epis-
copales de Francia, Alemania, Brasil...), sino que en nuestra opi-
nión no lo ha abordado con la radical profundidad que se merece,
ni ha puesto los medios eficaces para la solución que reclama.
Se recuerdan los problemas, pero no se aportan soluciones. Se
evoca la crisis, pero se minimiliza. Se enuncian principios, pero
no se sacan todas las consecuencias. En el fondo, se sigue pen-
sando desde y para un modelo de sacerdote y de Iglesia que no
se atiene a romper los moldes del pasado, ni a afrontar radical-
mente las situaciones del presente, ni a proyectar con valentía
las soluciones del futuro. Y, sin embargo, la realidad sigue ur-
giendo a la búsqueda, porque (al menos en España) lo que tene-
mos (todavía un número suficiente de sacerdotes] vamos a dejar
de tenerlo (en diez años habrá de un 40-50 % menos de sacerdo-
tes en edad «laboral»), y lo que esperamos (muchas comunida-
des sin sacerdote) vamos a comenzar pronto a vivirlo (las con-
secuencias se están ya percibiendo).
Es en este contexto donde situamos el objetivo de nuestra
obra. Trata de ofrecer elementos para una respuesta al problema
INTRODUCCIÓN 15
de los ministerios, desde la profundización en su sentido escrl-
turístico-teológico, desde la inserción en su contexto eclesloló-
gico-comunitario, desde la integración de la variedad de minlste
rios en una estructura ministerial renovada. Estamos convenci-
dos de que los ministerios deben dejarse interpelar y deben res-
ponder a las necesidades reales de las comunidades cristianas.
Creemos que esta respuesta sólo será válida si tiene en cuenta
el origen y punto de referencia paradigmático de la Escritura, y
si al mismo tiempo mantiene un diálogo abierto y dinámico con
la tradición o experiencia histórica de la Iglesia. Pensamos que la
cuestión de los ministerios, lejos de ser un problema clerical
de respuesta a una situación de indigencia de sacerdotes, es un
problema eclesiológico, que debe desarrollarse en y desde la
eclesiologia, y donde se juega el futuro de una estructura, un
modelo, una imagen y una realización de Iglesia. Es, en fin, nues-
tra opinión que sólo desde una verdadera renovación y valoración
de los llamados «ministerios laicales», que conlleva una relativi-
zación del actual modelo de presbítero, puede encontrarse un ca-
mino de solución a las cuestiones que, por la indigencia de sacer-
dotes, se plantean a la Iglesia y a las comunidades concretas.
El estudio que presentamos quiere ser, pues, una aportación
fundamentada y coherente de redescubrimiento de la identidad y
funciones de los diversos ministerios en la Iglesia, de manera
que se pueda prever una respuesta adecuada a una situación
nueva, que viene a replantear, desde el hecho concreto de la falta
de sacerdotes, la misma estructura ministerial y la redistribución
de funciones de la Iglesia.
Dividiremos la obra en dos partes fundamentales: la desti-
nada más expresamente al «ministerio sacerdotal», y la dedicada
más específicamente a los «ministerios laicales». Las dos partes
están íntimamente unidas, se complementan y exigen mutua-
mente. No pretendemos agotar ni acotar todas las cuestiones
que plantea el tema. Pero sí nos esforzaremos por destacar aque-
llos puntos más importantes en los que, a nuestro entender, se
decide el rostro y el futuro de los ministerios.
Esperamos así poder prestar un servicio, no sólo a los pas-
tores y responsables de comunidades, que se interrogan sobre el
futuro de los ministerios actuales y sobre la posibilidad de los
ministerios nuevos, sino también a aquellos cristianos conscien-
tes y responsables, que se sienten inquietos por la ausencia de
sacerdotes, y no saben cuál será el porvenir de sus comunida-
des. El determinar, o al menos el intuir, los caminos que debemos
recorrer y las metas que hay que alcanzar, puede ser una ayuda
no despreciable en orden a ir preparando el futuro.
CAPITULO I
ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA
Antes de iniciar una reflexión teológica sobre los ministe-
rios, creemos necesario tomar conciencia de su situación en la
Iglesia actual. Para ello ofrecemos un breve sondeo sociológico
a nivel general, que sintetiza los últimos datos por nosotros co-
nocidos, y nos lleva a percibir los contomos y repercusiones del
problema. Es preciso saber dónde estamos, para llegar a saber
hacia dónde debemos dirigirnos. La fenomenología sobre los mi-
nisterios eclesiales nos lleva a la ontología de los ministerios
de la Iglesia.
1. PRECISIÓN TERMINOLÓGICA
Permítasenos, ya en este primer momento, hacer algunas
precisiones terminológicas, con el fin de evitar posibles confu-
siones, y para permitir una mejor comprensión de nuestro len-
guaje.
a) Servicio:
Es la tarea a realizar por el cristiano, en fidelidad al Evange-
lio, y para la edificación de la comunidad, crecimiento de la vida
cristiana y extensión de la salvación. La comunidad cristiana más
que tener servicios, es servicialmente. Sin embargo, pueden se-
ñalarse como servicios más importantes el de la Palabra, el del
culto y el de la caridad. Los servicios se ejercen de formas va-
riadas, y abarcan diversidad de funciones, de las que surgen
18 MINISTERIO SACERDOTAL MINISTERIOS LAICALES
los distintos ministerios y variedad de figuras ministeriales'.
Cuando hablamos de «servicios» nos referimos, pues, a las ta-
reas del cristiano, en cuanto realizadas sobre todo para el bien
de los demás, y en vistas a la edificación de la comunidad. Todo
ministerio es un servicio, aunque no todo servicio es un minis-
terio.
b) Ministerio:
En sentido amplio designa la misión global de la Iglesia (con-
tinuadora de la obra de Cristo), los servicios fundamentales de
esta misión (ministerio de la Palabra, del culto, de la caridad), el
ejercicio espontáneo u ocasional por un cristiano de una de las
funciones correspondientes a tales ministerios (ministerio de la
acogida, de la catequesis...). Mientras hasta ahora la palabra «mi-
nisterio» se usaba sobre todo en singular, y se refería casi ex-
clusivamente a la función del «sacerdote» en cuanto investido
de un cargo y consagrado por una ordenación, ahora suele em-
plearse también en plural («ministerios») y se refiere a la va-
riedad de servicios y funciones dentro de la Iglesia. Con todo,
hay que notar que, en un sentido más teológico, se usa «minis-
terio»2
:
— Para indicar servicios precisos, de importancia para toda
la comunidad, que comportan una cierta responsabilidad,
son reconocidos por la Iglesia local y son relativamente
estables.
— Para señalar servicios que, además de implicar todo lo
anterior, en mayor o menor grado, suponen una cierta insti-
tucionalización de oficialidad y son asumidos en un acto li-
túrgico expresamente destinado para ello. Se les llama mi-
nisterios «instituidos».
— Para referirse a los servicios que, suponiendo todo lo an-
terior en un grado máximo, implican también la ordenación
sacramental y la cualificación de gracia que los distingue
del resto de los ministerios. Se les llama ministerios «orde-
nados» y son el episcopado, el presbiterado y el diaconado.
(1) Cf. J. DELORME, Diversidad y unidad de los ministerios según el
Nuevo Testamento: en J. DELORME (ed.), El ministerio y los ministerios según
el Nuevo Testamento, Cristiandad, Madrid 1975, pp. 288-299. En adelante cita-
remos la obra con el nombre de Delorme.
(2) Cf. A. TURCK, Des ministéres pour quelle Eglise?: Communautés et
Liturgie 1 (1976), pp. 39-41; D. BOROBIO, Sobre el ministerio del catequista
de confirmación y sus funciones dentro del proceso de iniciación cristiana:
Seminarios 71 (1979), 12-19.
ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA 19
c) «Ministerio sacerdotal»:
En nuestra exposición hablamos de «ministerio sacerdotal»
y de «ministerios laicales». Aunque la terminología no sea uni-
forme en todos los escritores y se perciba una cierta evolución
semántica, debemos indicar la razón por la que la empleamos.
Preferimos hablar de "ministerio sacerdotal» y no de "sacerdo-
cio ministerial», porque siendo el ministerio común a otros ser-
vicios (v.gr. ministerio del lectorado), no lo es tanto lo «sacer-
dotal» en cuanto cultural-ritual (v.gr. ministerio de la Palabra).
Es verdad que todos participamos del «sacerdocio común» y que
puede ser lícito el contraponerlo al «sacerdocio ministerial» de
los ordenados. Con todo, nos parece más exacto hablar de «mi-
nisterio sacerdotal», ya que es lo sacerdotal cultual lo que más
bien especifica el ministerio en general, y no al revés. Siempre
que hablemos del «ministerio sacerdotal» nos referimos, por
tanto, al ministerio «ordenado» de los presbíteros y obispos. Po-
dría discutirse si no sería mejor hablar de «ministerio presbite-
ral», evitando así las dificultades del término «sacerdotal», pero
entonces dejaríamos fuera de nuestro campo a los obispos. Por
ello preferimos la expresión primera3
.
d) «Ministerios laicales»:
En cuanto a «ministerios laicales», si bien puede discutirse
el valor de la expresión, por lo dicho resulta inteligible y señala
sin ambigüedades la realidad a que se refiere. Por supuesto, el
término «laical» lo empleamos como simple contraposición es-
pecificadora de ministerio en relación con «sacerdotal». Pero no
en cuanto que suponga, ni la aceptación, ni la defensa del dua-
lismo clásico entre «sacerdotes» y «laicos», a partir de una defi-
ciente comprensión del «sacerdocio» y del «laicado», y como si
el laico no participara también del «sacerdocio» y el sacerdote
no fuera también fundamentalmente un laico. Será necesario cier-
tamente prescindir de las connotaciones negativas que lleva al
binomio «sacerdocio-laicado», explicando nuestra realidad desde
el binomio «comunidad-ministerios»4
. Pero tampoco esta termi-
nología indica todo lo que queremos decir, ya que ni la comuni-
dad es el sujeto de los ministerios, ni los ministerios son exclu-
sivos del sacerdote ni de los fieles. Tal vez la expresión más
(3) Cf. DELORME, 289.
(4) Cf. J. M. CASTILLO, Los ministerios en la Iglesia: de una valoración
clerical a una instancia comunitaria, Sal Terrae 1 (1974), 13-14. Sobre el sen-
tido de «laico» y sus variaciones, desde una crítica a la visión de Y. M. Con-
gar; cf. P. GUILMOT, Fin d'une Eglise cléricale, Cerf, París, 1969, 215 ss.
20 MINISTERIO SACERDOTAL. MINISTERIOS LAICALES
exacta sería «ministerios de los fieles», con la connotación que
tiene la palabra «fidelis» de cristiano creyente y perteneciente
a la Iglesia, y evitando así el sentido peyorativo que pudiera te-
ner «laico», sin embargo, no se destacaría tanto la distinción con
el «ministerio sacerdotal», y tal vez no resultara tan claro y de-
terminado su sentido, según indica la expresión «ministerios lai-
cales», ya común en nuestros días.
e) Sacerdote-presbítero:
Como es sabido, el Nuevo Testamento no habla de sacer-
dote sino refiriéndose a Cristo. Del pueblo de Dios se dice que
es un pueblo «sacerdotal», pues le corresponde un «sacerdocio
real». Pero nunca se llama a nadie personalmente «sacerdote»,
aunque se le haya encomendado un ministerio. El término em-
pleado para designar a los ministros que han recibido la enco-
mienda o investidura oficial para proclamar la palabra y presidir
la comunidad es el de «presbítero», y no el de «sacerdote»
(cf. Epístolas pastorales). Hacia comienzos del siglo III comienza
a extenderse la costumbre de llamar «sacerdote», tanto al «epis-
copos» cuanto al «presbíteros», sin duda por una evolución que
condujo a poner el acento y concentrar el significado de los «mi-
nistros ordenados» en su función cultual-sacerdotal. Debido a la
preponderancia creciente de dicha función cultual-sacerdotal,
dentro del conjunto de las tareas del ministro, se extenderá e
impondrá como nombre más común para denominarlo el término
«sacerdote»5
. En verdad responderá más a la concepción neo-
testamentaria el 'hablar de «presbíteros» siempre que nos refi-
ramos a los «ministros ordenados» que no son «obispos» ni
«diáconos». Sin embargo, puesto que el lenguaje común no está
familiarizado con la denominación de «presbítero», y ya que si
hablamos de «el sacerdote» o «los sacerdotes» todo el mundo
comprende exactamente los sujetos a que nos referimos, man-
tendremos las expresiones más comunes. Es evidente que esto
no indica, en nuestro caso, ni la defensa de un dualismo estruc-
tural eclesial («sacerdotes» «laicos»), ni la minusvaloración del
(5) Casi todos los autores que tratan del tema advierten esta evolución.
Véase por ejemplo: J. COLSON, Ministre de Jesús-Christ ou le sacerdoce de
l'Evangeile. Etude sur la condltion sacerdotale des ministres chrétiéns dans
l'Église primitive (Theologie Misterique 4), Beauchesne, París 1966. En ade-
lante COLSON. Especial referencia merecen, en todo lo que se refiere a esta
cuestión, los estudios de T. VANHOYE, La structure Htteraire de l'Epítre aux
hebreux, Bruges 1962; ID., Testi del nuovo Testamento sul sacerdozio, Roma
1976; ID., Prétres anciens. Prétre nouveau selon leNouveau Testament, Seuil,
Paris 1980.
ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA .' I
sacerdocio de los fieles, ni la reducción de las funciones dol
ministerio ordenado a su aspecto cultual-sacerdotal.
2. EL MINISTERIO SACERDOTAL Y SU CRISIS ACTUAL
La Comisión Internacional de Teología escribía en 1970: «El
Vaticano II constató ya que en nuestra época el puesto de los
sacerdotes es cada vez más difícil, debido a los cambios pro-
fundos y rápidos que se verifican en la actual situación humana
y pastoral. Pero, después del Concilio, la situación se ha agra-
vado de modo singular. Con razón se habla hoy de la crisis del
sacerdocio. Crisis esta que se manifiesta en todas las regiones
del mundo, si bien las razones que la motivan son diferentes, y
su intensidad y extensión son variables»6
. Esta apreciación
de hace doce años, lejos de suavizarse, se ha recrudecido en la
actualidad. Los hechos, las estadísticas, los datos sociológicos
hablan por sí mismos, y sus consecuencias no dejan lugar a fá-
ciles optimismos. Teniendo en cuenta los límites y el objetivo
de nuestro estudio, recogemos de forma sencilla algunos as-
pectos y resultados más recientes y elocuentes al respecto.
a) Hechos y datos que interpelan:
«Los sacerdotes abandonan»
Sigue siendo relativamente elevado el número de sacerdotes
que, con la secularización obtenida o sin ella, abandonan su mi-
nisterio, por causas diversas. Respecto a las secularizaciones se
pasó de 640 en 1964, a 2.263 en 19687
. Solamente en España de
1975 a 1977 se secularizaron 845 sacerdotes8
.
(6) Rapport de la Commission Internationale de Theologie, Le ministére
sacerdotal, Cerf, París 1971, 11. Citaremos en adelante: Comisión Interna-
cional.
(7) Dato facilitado por el Servicio central de estadística del Vaticano
en 1970. Cf. Comisión Internacional, 12. Nos referiremos solamente a algu-
nos datos sobre la Iglesia en Europa Occidental. Pero las estadísticas, con
raras excepciones, confirman el mismo proceso en otras latitudes. En Amé-
rica Latina, por ejemplo en Brasil, de 1957 a 1973 el número de sacerdotes
que abandonó el ministerio fue de 1.508, o sea, el 10% más o menos del
total del clero del país. Así lo afirma el SECRETARIADO GENERAL DEL
CELAM, Medellin, BAC, Madrid 1977, 157.
(8) F. KLOSTERMANN, Die Pastoralen Dienste heute, Veritas Verlag,
Linz-Wien-Passau, 1980, 335. V. SASTRE, Estructura generacional del clero es-
pañol: Iglesia Viva, 91/92, (1981), 150.
22 MINISTERIO SACERDOTAL. MINISTERIOS LAICALES
De modo general, y también por otras razones, el número de
sacerdotes ha disminuido en Europa en proporciones muy altas,
durante los últimos años. En Alemania, por ejemplo, había 14.600
sacerdotes diocesanos en 1950, y sólo llegaban a 11.423 en 19759
.
En Francia eran 41.000 sacerdotes en 1966, y descendieron a
32.000 en 1976 10
. En España se pasó de 25.762 sacerdotes en
1969 a 25.481 en 1971, y a 23.975 en 1976".
«Nadie quiere ser cura»
Las vocaciones al sacerdocio, en proporción con los años
ante-conciliares, disminuyen de un modo creciente, de manera
que el número de los nuevos sacerdotes es totalmente insufi-
cinte para cubrir los puestos vacantes y las necesidades pasto-
rales de las Iglesias locales. Algunos datos hablan por sí mis-
mos. En Austria, mientras el número total de ordenados (sacer-
dotes diocesanos y religiosos) era de 163 en 1966, en 1979 fue
sólo de 46 12
. En Alemania fueron ordenados 465 sacerdotes dio-
cesanos y religiosos en 1969, mientras en 1977 sólo se ordenaron
209 13
. En Francia se ordenaron en total 656 sacerdotes en 1965,
mientras en 1976 sólo se ordenaron 136 14
. En España descendió
el número de los sacerdotes ordenados de 825 en 1961/62 a 231
en 1974/75. Y desde 1975 hasta 1977 se ordenaron 608 sacerdo-
tes, mientras en el mismo tiempo hubo 845 secularizaciones. Y si
entre los años 1970-1977 los seminaristas mayores pasan de
3.622 a 1.746, las ordenaciones, que en 1970 eran 609, en los
años siguientes bajan a 200-2501S
.
(9) F. KLOSTERMANN, Ibid., 46.
(10) Ibid., 56.
(11) Datos tomados de la Guía de la Iglesia de España, correspondiente
a los años indicados. Aunque los datos no son todavía muy significativos,
parece percibirse una cierta «serenación» en las secularizaciones, en los dos
últimos años.
(12) F. KLOSTERMANN, 31.
(13) Ibid., 47. En el Sínodo de Alemania de 1975 se describía así la si-
tuación: «En los últimos diez años se ha reducido a la mitad el número de
candidatos al sacerdocio en toda Alemania. De ellos sólo un tercio llegarán
a ser ordenados sacerdotes, mientras otros muchos desean colaborar como
laicos en las tareas de la Iglesia, después de haber terminado sus estudios
teológicos. El número de sacerdotes que abandonan... alcanza en alguna dió-
cesis la cifra de los nuevos ordenados. El envejecimiento de los sacerdotes
que permanecen activos en su ministerio crece. En el curso de las próximas
décadas el número de sacerdotes activos en el ministerio llegará a ser apro-
ximadamente de un tercio del actual, alcanzando una media de edad de 65
años más de la mitad. La pregunta sobre la falta de sacerdotes ha venido a
ser una pregunta vital de la Iglesia». Véase: Synode 1 (1975), 57.
(14) F. KLOSTERMANN, 56.
(15) Ibid., 60, 335. Cf. V. SASTRE, Estructura generacional de! clero
ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS 1 N LA 101 I MA 23
«Las parroquias quedan sin pastor»
Comienzan a ser cada vez más numerosas las parroquias y
comunidades que en Europa Occidental, y en general en el mundo
entero, quedan sin sacerdotes (siendo que normalmente los tu-
vieron), y por tanto se ven privadas no sólo de su ayuda y ser-
vicio permanente, sino también de la celebración dominical de
la Eucaristía. Según los últimos datos estadísticos conocidos por
nosotros16
, en Francia había en 1977, 1.100 parroquias que cele-
braban su asamblea dominical sin sacerdote. Es posible que su
número haya ascendido actualmente a 1.700. Las diócesis que
cuentan con parroquias en esta situación son al menos 83 v
.
En Alemania se percibe este mismo fenómeno, de forma
especial en algunas Diócesis. Se prevé, por ejemplo, que la
Diócesis de Rotemburgo (2.112.000 católicos), en 1984 sólo ten-
drá 661 sacerdotes dedicados a la pastoral parroquial, mientras
que las parroquias serán 1.025. En Tréveris (1.958.000 católicos)
pronto ocurrirá que sólo una de cada dos parroquias tendrá sacer-
dote. Del 31 de diciembre de 1959 al 31 de diciembre de 1975
descendió el número de sacerdotes diocesanos de 1.185 a 873.
Se calcula que para 1985 el número descenderá a 459, siendo el
número de parroquias unas 1.00018
. Datos semejantes arrojan
otras diócesis alemanas como Limburgo, Regensburgo, Augsbur-
go...19
.
Y lo mismo ocurre en otras naciones centroeuropeas, como
Austria y Suiza20
. Es cierto que en otros países, como Holanda,
Bélgica, Italia, España o Portugal... todavía no se plantea con la
misma crudeza el problema de las parroquias sin sacerdote. Pe-
ro si se tiene en cuenta la tendencia general señalada y el au-
español, 149-150. En España, también en la cuestión de vocaciones, si bien el
fenómeno no puede decirse que tenga entidad, parece percibirse un cierto re-
torno de vocaciones que, en parte al menos, surgen de las pequeñas comu-
nidades: neocatecumenados de Kiko Arguello, A.D.S.I.S. Así se constata, se-
gún información personal, de las últimas reuniones de rectores de seminario.
(16) Cf. M. BRULIN, Assamblées dominicales en l'absence des prétres:
situation en France et enjeux pastoraux: LMD, 130 (1976), 80-113.
(17) J. KERKHOFS, Sacerdotes y -parroquias'. Estudio estadístico: Con-
cilium 153 (1980), 308.
(18) J. KERKHOFS, Ibid., 308; F. KLOSTERMANN, 39-40.
(19) F. KLOSTERMANN, 36-49.
(20) F. KLOSTERMANN, 11-35. 51-56; ID., Wir brauchen Priester, Linz
1977; P. ZULEHNER, Wie kommen wir aus der Krise? Kirchliche Statistick
Osterreichs 1945-1975 und ihre pastoralen Konsequenzen, Viena 1978; ID.,
Der Priestermangel und selne Folgen: en F. KLOSTERMANN (Ed.), Der Priester-
mangel und seine Konsequenzen, Patmos, Dusseldorf 1977, 11-26.
24 MINISTERIO SACERDOTAL. MINISTERIOS LAICALES
mentó creciente de la edad media del clero, no es difícil prever
que pronto vamos a encontrarnos con idénticos problemasn
.
«Curas cada vez más viejos»
En efecto, uno de los datos más significativos es el crecien-
te envejecimiento del clero que, con ritmo más o menos acele-
rado, constituye un fenómeno general de la Iglesia universal, si
descontamos alguna rara excepción (v.gr. Polonia). En Alemania,
en las Diócesis de Friburgo y Rotemburgo, por ejemplo, la edad
media del clero entre los años 1975, 1985, 1995 va ascendiendo
de los 45 años de media, a los 55 y a los 65 respectivamente.
De manera que si hoy son alrededor del 25 % mayores de 65
años, en 1985 serán el 47 %, y en 1995 serán el 66 %, es decir,
que las dos terceras partes del clero serán mayores de 65 años2í
.
En Francia, en 1965 había 34.065 sacerdotes por debajo de
los 65 años; en 1975 sólo había por debajo de esta edad 27.131;
en 1985 según la previsión estadística habrá solamente 18.000;
y en 1995 únicamente serán 8.600 los sacerdotes que no supe-
ren la edad de los 65 años. Es decir, que en 1985 los sacerdotes
entre 30-34 años de edad serán de 2-4 % del total del clero; el
20 % tendrán entre 70-74 años; y el 8 % entre 80-84 años n
.
En España, los datos no son muy diferentes a los indicados.
La pirámide de edades muestra un claro déficit estructural, un
perfil anómalo. A partir de los cincuenta años los efectivos son
cada vez menores. Los sacerdotes de menos de treinta años sólo
son el 3 % 100 del total, cuando deberían ser cinco o seis veces
más24
.
V enfre nosotros, ¿qué ocurre?
Disponemos de algunos datos recientes sobre el estado del
clero en las diócesis vascas, y más en concreto sobre la dióce-
sis de Bilbao, que queremos ofrecer como primicia informativa,
y con el debido consentimiento de quienes amablemente nos los
(21) V. SASTRE, Estructura generacional del clero español 145 ss.,
donde dice: «La Iglesia de nuestro país, hoy por hoy, es una de las mejor
dotadas de sacerdotes de toda la Iglesia universal (uno por cada 1.864 hab.)...
Pero añade: «Aunque en los próximos años se llegara a 2.000 ordenaciones
por año (no son previsibles más que 250) la mella de la crisis de ordenacio-
nes es ya suficientemente amplia para que pueda cubrirse. Ese vacío irrepa-
rable va a modificar la tónica general del clero español».
(22) P. M. ZULEHNER, Der Priestermangel.., 11-15. Pueden verse otros
datos en el libro citado de F. Klostermann.
(23) F. KLOSTERMANN, 59.
(24) V. SASTRE, Estructura generacional de! clero español, 147-149.
ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA 25
han prestado25
. Estos datos muestran hasta qué punto la evolu-
ción y el estado actual del clero, así como su futuro, coinciden
con lo señalado respecto a otros países europeos.
(25) Estos datos proceden de un estudio encomendado por los Obispos
del País Vasco a Dn. Francisco Azcona, actualmente Director de la Oficina
de Estadística y Sociología de la Iglesia en España. Los referentes a la dió-
cesis de Bilbao han sido completados con datos nuevos que nos han sido
proporcionados por el Secretariado Social del Obispado de Bilbao.
26 MINISTERIO SACERDOTAL. MINISTERIOS LAICALES
EVOLUCIÓN DEL NUMERO DE SACERDOTES
EN LAS DIÓCESIS (1954-1978 )
1950
• I I I I I I
1960 1970
Se da un descenso del N.° de sacerdotes, a partir del año 1967.
Ese descenso tiene características similares en las cuatro
diócesis.
El promedio anual, durante estos últimos años, ha sido:
• Pamplona, 26,6 sacerdotes menos al año.
• Bilbao, 10,9 sacerdotes menos al año.
• San Sebastián, 11,4 sacerdotes menos al año.
• Vitoria, 10 sacerdotes menos al año.
ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA 27
SACERDOTES DIOCESANOS ORDENADOS EN ESTOS AÑOS
Años
1972 ... .
1973 ... .
1974 ... .
1975 ... .
1976 ... .
1977 ... .
TOTAL .
Pamplo-
na-T.
6
5
1
4
1
2
19
Bilbao
6
6
2
5
11
6
36
San Se-
bastián
6
5
2
0
4
1
18
Vitoria
12
3
7
12
3
0
37
SECULARIZACIONES
Años Pamplo-
na-T.
Bilbao San Se-
bastián
Vitoria TOTAL
1966
1967
1968
1969 ...
1970 ...
1971 ..
1972 ..
1973 ...
1974 ...
1975
1976 ...
1977 ...
2
0
5
0
7
12
9
13
16
8
10
12
0
0
3
7
4
5
5
7
6
10
10
17
1
0
1
6
8
16
11
12
9
9
4
7
1
2
5
2
10
1
3
5
3
0
9
13
20
35
30
34
41
28
27
41
TOTAL 94 74 84 29 281
28 MINISTERIO SACERDOTAL. MINISTERIOS LAICALES
EDAD DE LOS SACERDOTES
PAMPLONA-T.
Edad
+ 80
76-80
71-85
66-70
61-65
56-60
51-55
46-50
41-45
36-40
31-35
— de 30
N.°
32
30
66
90
68
63
120
142
116
88
53
2
Edad media: 54,30 años
SAN SEBASTIAN
Edad
+ 80
76-80
71-75
66-70
61-65
56-60
51-55
46-50
41-45
46-40
31-35
— de 30
N.°
24
24
55
75
69
67
60
109
107
62
40
7
Edad media: 55,42 años
ño 1978)
BILBAO
Edad N.°
+ 80
76-80
71-75
66-70
61-65
56-60
51-55
46-50
41-45
36-40
31-35
— de 30
40
58
41
75
83
56
97
117
96
73
35
11
Edad media: 56 años
VITORIA
Edad N.°
•f 80
76-80
71-75
66-70
61-65
56-60
51-55
46-50
41-45
36-40
31-35
•de 30
20
18
36
27
32
35
37
42
46
42
35
10
Edad media: 54,46 años
ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA 29
CANDIDATOS AL SACERDOCIO, CURSO 77-78
Pamplona: Teología 10, Filosofía 5, total 15
Bilbao: Teología 36, Etapa Intermedia 21, total 57 *
San Sebastián: Teología 11, Etapa Intermedia, 21, total . 32
Vitoria: Teología , Filosofía , total 36
En los años siguientes el n.° de candidatos para Bilbao es:
78-79: 51; 79-80: 44; 80-81: 36; 81-82: 37.
SACERDOTES FUERA DE LA DIÓCESIS (febrero 1978)
Pamplona-T 124
Bilbao 68
San Sebastián 63
Vitoria 91
14,25 % sobre el total de S.
8,77 % sobre el total de S.
9,17 % sobre el total de S.
19,40 % sobre el total de S.
Podemos completar los datos anteriores respecto a la dió-
cesis de Bilbao con algunos todavía más recientes, que han sido
elaborados por el Secretariado Social del Obispado. El número de
sacerdotes ha descendido de 775 en 1978 a 682 el 1 de diciem-
bre de 1980. Las ordenaciones se han mantenido de modo esta-
ble: 6 fueron en 1977, 7 en 1978, 8 en 1979, y 3 en 1980. La edad
media del clero de Bilbao también ha crecido de 56 años de me-
dia en 1978 a 56,45 en 1980; y según las previsiones, el aumento
de la media será considerable para 1980. He aquí el cuadro que
nos ha sido proporcionado al respecto:
(1-12-80)
EDADES 1980 1985 1990
25-30
31-35
36-40
41-45
46-50
51-55
56-60
61-65
66-70
71-75
76 y
Total
años
»
»
»
»
J»
*
»
1»
»
más
20
26
52
60
96
103
54
75
72
46
78
682
4
26
26
52
59
95
102
53
70
64
75
626
4
10
26
. 26
52
58
93
101
48
62
90
570
— Media de edad del clero diocesano:
1980 (56,45 años). 1985 (59 años). 1990 (61,35 años).
ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA 31
b) Causas que explican:
Si esta es la situación, deben existir naturalmente unas cau
sas que la explican. Señalamos algunas con brevedad.
No es simple la razón:
En relación con la disminución del clero digamos, en primer
lugar, que el «abandono del ministerio o la emigración hacia
otros lugares de actividad profanos» no pueden considerarse co-
mo fenómenos de una aventura, sino como manifestación de un
desequilibrio estructural en la sociedad cristiana. Como bien
dice J. Moingt, «pretender explicar el primer fenómeno por la
debilidad ante las tentaciones, y el segundo por la vergüenza de
ser puesto aparte del resto de los hombres, es inútilmente inju-
rioso, tanto para aquellos que permanecen en el ministerio cuan-
to para aquellos que lo abandonan... En la mayoría de los casos
un sacerdote no abandona el ministerio porque desea tener una
mujer. Se va sencillamente porque ha dejado de creer en aque-
llo que hacía. No se entrega a una función profana, por el deseo
de liberarse de la pesada carga pastoral, perdiéndose entre la
masa. Más bien busca emigrar hacia lugares más propicios para
un contacto más verdaderamente humano y evangélico»26
.
De una manera más inmediata y directa, y de una manera
más general y última, creemos que pueden determinarse las si-
guientes causas27
:
— El conocimiento de que su ordenación fue un error, ya
que su actividad pastoral ha constituido un permanente fra-
caso, una frustración continua, que bloqueaba la propia rea-
lización.
— El choque radical e insistente con unas estructuras de
Iglesia, que consideran trasnochadas, opresoras y antievan-
gélicas, y el deseo de liberarse de tales estructuras.
— El desánimo ante la indiferencia de un mundo materialis-
(26) J. MOINGT, Services et lieux d'Église: Etudes 6 (1979), 836.
(27) Cf. S. BURGALASSI, C'é un domaní per il prete?, Mondadori, Roma
1968; COMISIÓN INTERNACIONAL, 12-13; J. M. ABAD, Aproximación a la
situación actual de los sacerdotes: VARIOS, De dos en dos, Sigúeme, Sala-
manca 1980, pp. 27-69; F. URBINA, Hacia un replanteamiento actual de la
problemática del ministerio sacerdotal en la Iglesia católica: Iglesia Viva
91/92 (1981), 7-28.
32 MINISTERIO SACFRDOTAI MINISTERIOS LAICALES
ta, y la incapacidad de superar dificultades como la incomu-
nicación con el mundo, la esterilidad del esfuerzo pastoral,
la soledad humana, la indigencia económica y material. Todo
lo cual lleva a buscar un trabajo más compensatorio en la
sociedad, a protegerse con una seguridad económica y so-
cial, a fundar una familia como lugar de encuentro y reali-
zación.
— La incompatibilidad entre su forma de concebir el minis-
terio y la forma oficial del mismo; entre su concepción de
la fe y la concepción de la Iglesia institucional, entre su con-
cepción de la vida cristiana y sus funciones ministeriales.
Cuando esta contradicción ha cristalizado y se ha hecho in-
flexible, la permanencia resulta una contradicción y un su-
frimiento.
— El conflicto, insoportable para muchos, entre un modelo
de sacerdote integrado totalmente en la vida del mundo y la
sociedad, comprometido en la transformación y la evangeli-
zación («modelo secular»), y otro modo de sacerdote, enten-
dido como el hombre del rito y del pasado, de la continuidad
y de la memoria histórica («modelo sacral»). La tensión pro-
ducida entre la opción personal por un «modelo» y la impo-
sición popular (el pueblo pide ritos de sacralización), am-
biental (los problemas obligan a salir de las sacristías), ofi-
cial (la Iglesia «condena en definitiva a ser magos»), por
otro, llega, en algunos casos, a ser tan insoportable que
conduce a la «emigración» o al abandono.
— La entrega casi exclusiva a una función religioso-secular
(denomínese promoción, liberación, evangelización) que lle-
va al compromiso de toda la vida, a la pérdida de interés
por las tareas ministeriales de la Palabra y el culto, a la
instrumentalización de lo religioso, a la búsqueda de unos
medios más eficaces que aquellos de que se dispone desde
el «status» clerical. Esto conduce a una apatía por el minis-
terio, y a una contradicción tan fuerte entre las funciones
que el ministerio conlleva y los centros de interés que com-
prometen la vida, que prácticamente desemboca en el aban-
dono o «auto-marginación» ministerial.
Las raíces son más profundas:
Naturalmente, estas causas es preciso todavía enmarcarlas
en el contexto de unos cambios más radicales de comprensión
del mundo y de la Iglesia, en el marco de unas raíces sociológi-
cas y eclesiológicas fundamentales M
. Tales son:
(28) COMISIÓN INTERNACIONAL, 16-21. Igualmente: JAN KERKHOFS,
ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA 33
— El reto de la secularización: Cuando se exalta el valor de
lo humano, se idolatriza la grandeza del mundo, se super-
valoran los bienes de la tierra, y el horizonte de la vida, apa-
rece como encerrado en un ensimismamiento del propio po-
der y posibilidades..., resulta más difícil despejar los cami-
nos del Absoluto, entregar la vida a una tarea que vea más
allá en lo material, empírico, y compaginar en justa dialéc-
tica el servicio a Dios con el servicio a los hombres, la fe
con el rito, la vida con el culto, la Iglesia con el mundo. La
Iglesia, sobre todo desde el Vaticano II, ha roto su aisla-
miento y ha tomado conciencia de su ser en el mundo y para
el mundo, y se ha comprometido en un diálogo de colabora-
ción, reconciliación y salvación con el mundo. Pero esta
opción teórica está todavía muy lejos de llegar a realizarse
en la práctica, tanto por el mantenimiento de estructuras y
formas, cuanto por la insistencia de corrientes recesivas e
involutivas, así como por la ruptura permanente, en una u
otra área, del necesario equilibrio entre los valores huma-
nos y los valores religiosos, entre la identidad y la apertura,
entre el compromiso y la fe... El sacerdote, que vive como
nadie entre los polos de esta tensión, padece trágicamente
sus consecuencias. «He aquí, pues, el sacerdote evocado a
elegir entre la ruptura y el conformismo. Si elige el com-
prometerse en los caminos de la secularización, aunque sea
para descubrir nuevos modos de anuncio evangélico, se
verá rechazado por aquello que conserva de personaje sa-
cral. Y si acepta seguir el juego de su personaje, quedándo-
se al servicio de las necesidades religiosas del pueblo, sea
cual sea su buena voluntad y su creatividad evangélica, no
podrá evitar el preguntarse si no habría hecho mejor dedi-
cándose a otra cosa»29
.
— La crisis de la Iglesia: Es evidente que la crisis del sacer-
docio hay que interpretarla en el interior de la crisis más
general de la Iglesia. También la Iglesia padece las conse-
cuencias del reto de la secularización. Lo que en realidad
está en crisis, no es tanto la forma de ser del sacerdote,
cuanto la forma de ser y el mismo ser de la Iglesia, en cuan-
to Iglesia en y para el mundo. Es lógico que si la Iglesia no
From Frustration to liberation? A tactual approach to ministries in the church:
AA.VV., Minister?, Pastor?, Prophet?, SC de PRES LTD., London 1980, 5-21;
A. HOUTEPEN, Gospel, Church, Ministry. A theological diagnosis of present-day
problems in the ministry, lbid., 22-40.
(29) J. MOINGT, Services et lieux d'Eglise, 837. Sobre algunos de es-
tos aspectos, véase lo que escribía ya O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, ¿Crisis
del seminario o crisis de sacerdotes?, Marova, Madrid 1967.
34 MINISTERIO SACERDOTAL. MINISTERIOS LAICALES
encuentra el verdadero sentido y realización de su ser, corno
ser-para-los-demás, en el cumplimiento de la misión que Cris-
to le ha encomendado, y en respuesta a las cuestiones y ne-
cesidades de los hombres, tampoco podrá encontrarlo el
sacerdote. En este momento de recomposición de estructu-
ras y funciones eclesiales, de exigencias de corresponsabi-
lidad, y de reivindicación de los derechos olvidados de los
fieles, la Iglesia no puede por menos de conmoverse e inte-
rrogarse sobre su propia identidad, sobre la manera mejor
de adecuar su misión y medios, contenido y forma, Evan-
gelio y fe, rito y vida.
No es extraño, por tanto, que también los sacerdotes sufran
las consecuencias de esta crisis, viéndose inmersos en un
mundo de preguntas, que les lleva a revisar su sistema de
valores y sus medios de actuación, sus contenidos evangeli-
zadores y sus estructuras pastorales, su identificación con
las estructuras de la Iglesia, sus prioridades de dedicación
y acción pastoral. Pensamos que esta crisis, que en cierta
medida ha llegado a una sedimentación en los últimos años,
va a entrar en una nueva fase, sobre todo por la disminución
del clero y por la conmoción de estructuras y funciones que
influirá, dando origen a un nuevo modelo de Iglesia.
— El conflicto de la identidad: De la crisis nace el conflicto
de la identidad, tanto para la Iglesia cuanto para el sacerdo-
te. «Si la prueba actual por la que atraviesa el sacerdote es
una crisis de identidad, ello indica que se trata de una crisis
de identidad de la Iglesia entera» 30
. La imagen tradicional
de sacerdote heredada del Concilio de Trento (puesto privi-
legiado en la comunidad, función de administrar los sacra-
mentos sobre todo Eucaristía y Penitencia, responsable de
la salvaguarda de la «verdadera e inalterable doctrina», de-
fensor de la disciplina y las costumbres de la Iglesia, me-
diador como «alter Ohristus» entre la comunidad y Cristo)
(30) COMISIÓN INTERNACIONAL, 16. A pesar de que se siente cierto
cansancio en atribuir casi todos los conflictos del clero a la «crisis de iden-
tidad», no cabe duda de que ésta es una raíz fundamental del problema. Como
bien se ha notado parece haber hoy un cierto deslizamiento de la cuestión
respecto a los años anteriores. Si hace diez años la pregunta era: «sacerdo-
tes, ¿para quién? (cf. A. BRUNOT, Curas ¿para qué?, Marova, Madrid 1969;
K. RAHNER, Sacerdotes ¿para qué?, Paulinas, Madrid 1970; H. KÜNG, Sacer-
dotes, ¿para qué?, Herder, Barcelona 1972), hoy aceptada la función insusti-
tuible del presbítero, la cuestión es: «Sacerdotes, sí, pero ¿cómo?» (J. MAR-
TIN ABAD, Aproximación a la situación actual de los sacerdotes: VARIOS,
De dos en dos, Sigúeme, Salamanca 1980, pp. 32-33). O con otras palabras:
Sacerdotes, sí, pero ¿qué tipo de sacerdotes?».
ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA 35
se ha visto modificada por la nueva imagen que propone el
Vaticano II (ministerio sacerdotal se explica en relación con
el sacerdocio universal, comparte la responsabilidad con los
fieles, exige una actitud colegial, no se limita a las funcio-
nes sacramentales, se entiende no como ejercicio de un po-
der, sino como servicio, está comprometido en las tareas de
construcción del mundo). «Una concepción de sacerdocio
estática, dominante e individualista, ha venido a ser sustitui-
do por otra concepción de sacerdocio dinámico y multifor-
me, en clave de servicio y de colegialidad» 31
.
Hay que decir, sin embargo, que si ésta es la concepción, no
siempre es ésta la realidad. Ni ha sido superado por todos el
modelo de sacerdote tradicional, ni ha sido asumida por to-
dos la nueva imagen de sacerdote. Los planos se confunden
y superponen. Mientras la jerarquía parece empeñada en per-
petuar el «cuerpo sacerdotal» a partir de un único modelo de
sacerdote, los teólogos discuten sobre la necesidad de mo-
delos nuevos32
. Si por un lado se insiste en un estado sacer-
dotal jerarquizado, que de algún modo se impone a la comu-
nidad, por otro se acentúa una doctrina del ministerio desde
el criterio de la comunidad. Esto refleja el «entre-dos» en que
se encuentran muchos sacerdotes urgidos, por otro lado,
desde la realidad, a comportamientos, a veces, contradicto-
rios. No se sabe si elegir entre el modelo impuesto o el mo-
delo necesario. No se es libre para ejercer el ministerio co-
mo se desearía, sujeto como se está a un «sistema ministe-
rial» determinado. Los cambios de formas externas, de acti-
vidad, de lenguaje, de forma de presencia en el mundo, no
han logrado, ni disipar el malestar de los sacerdotes, ni re-
solver su crisis de identidad. Muchos siguen preguntándose
si son más ministros del Evangelio que ministros de un sis-
Oí) Ibid., 17-18. Cobo bien dice F. URBINA, o c, 17-20: en el fondo,
la razón última de la crisis de identidad estaba en el desfase eclesial que
había mantenido un modelo de sacerdocio válido para el barroco, inválido
para el mundo moderno... La crisis del sacerdocio es un momento de desin-
tegración o destructuración de la forma, tipo, estructura o modelo anterior
de sacerdocio ministerial, que podemos llamar también «figura histórica».
Pero para reestructurarse, renovarse, hacia una forma, modelo o figura his-
tórica nueva.
(32) Cf. J. M. CASTILLO, Los ministerios en la Iglesia, 12; Ch. DU-
QUOC, Theologie de l'Église et crise du ministére: Etudes 1 (1979), 101-104. La
crítica que hace el autor a los planteamientos de la jerarquía francesa, y la
respuesta que motivó por parte de un obispo significativo como E. MARCUS
('L'appel ou presbyteres': Etudes 3 (1979), 415-425), es una clara manifesta-
ción de este doble planteamiento.
36 MINISTERIO SACERDOTAL. MINISTERIOS LAICALES
tema, si su ministerio pastoral y sus prioridades de actua-
ción responden al ideal; si esta forma posconciliar de ser
sacerdote responde a las urgencias de las comunidades; si
en el futuro va a haber quien continúe la tarea y ningún es-
fuerzo va a ser reducido a la inutilidad.
El miedo por la aventura:
Hemos dicho que el número de sacerdotes disminuye, no só-
lo porque se van los que son, sino también porque no vienen los
que querrían ser. La ausencia de vocaciones y la escasez de se-
minaristas también tienen sus causas, como son:
— La influencia de un mundo secularizado y secularizador,
que reduce al hombre a un ser unidimensional, y ahoga la
instancia del Absoluto, condiciona la sensibilidad religiosa,
y eclipsa el sentido del ministerio sacerdotal.
— La actitud crítica de los jóvenes respecto a las institu-
ciones sociales y eclesiales, respecto a la moral y las for-
mas religiosas de la Iglesia, a la que se identifica como el
baluarte del orden establecido y la tradición, personificados
de forma especial en los sacerdotes33
.
— El predominio de un ambiente materialista y hedonista,
que lleva a poner la máxima aspiración en los bienes 'huma-
nos, y en la felicidad que proporciona nuestra sociedad con-
sumista, de manera que difícilmente se está dispuesto a la
austeridad y la renuncia que supone la opción por el sacer-
docio.
— La polarización en los problemas y valores humanos, sea
de carácter humanista, social o político, por motivos de jus-
ticia, igualdad o libertad, que llega a ofrecérseles en mu-
chos casos como campo suficiente para realizar sus aspira-
ciones más nobles, sin que vean necesaria una entrega en
el orden del sacerdocio.
— La incapacidad que se siente para asumir un compromiso
definitivo, que supone la aceptación del celibato, y el miedo
a arriesgar su vida en una aventura difícil para la que se
requiere una dosis de utopía e ilusión, poco común entre
la juventud actual.
— La falta de interés de los mismos sacerdotes en susci-
tar vocaciones, en hacer explícita la llamada, en animar a
quienes tendrían una disposición de acogida. En parte pue-
de ser verdad que no hay convocados, porque no hay con-
os) Ibid., 14.
ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA 37
vocadores. No hay quien responda, porque tampoco hay
quien llame M
.
— La falta de aprecio por la misión del sacerdote en las
mismas familias, y el miedo de los mismos padres a la po-
sible vocación de sus hijos al sacerdocio, oponiéndose a ello,
a veces, con toda dureza.
— La imagen negativa que muchos jóvenes tienen del sacer-
dote, a quien se le considera como un hombre inadaptado y
poco libre, cuya labor difícilmente se comprende, y cuyo
estado celibatario fácilmente se rechaza. Si a esta imagen
del ambiente añadimos, en algunos casos, la visión negativa
del seminario que dan los mismos sacerdotes, cuando no las
palabras de desánimo que pronuncian, se comprende la reac-
ción de los jóvenes35
.
Sin duda, se podrían señalar otras muchas razones, como el
ejemplo negativo de algunos sacerdotes, su decreciente influen-
cia y rol en la sociedad, la precariedad de su situación económi-
ca, la atmósfera poco estimulante de algunas parroquias36
. Lo
cierto es que a nuestros jóvenes les atrae bien poco la misión
sacerdotal, el estilo de vida del sacerdote, y los medios y formas
de presencia en el mundo. Será preciso quizás que preceda una
nueva experiencia de fraternidad y comunidad, o tal vez que se
abra el camino hacia un nuevo tipo de sacerdote, para que sea
posible una respuesta a las necesidades del ministerio. En cual-
quier caso, por parte de algunos, ya se advierte que la experien-
cia comunitaria, unida a una desabsolutización de los «valores»
que propugna la sociedad actual, así como a nuevos aspectos
que sustenten la opción por el ministerio presbiteral... pueden
ser factores que ayuden a una renovación, siempre aceptada la
pluralidad de medios de acceso al sacerdocio36bis
.
«Si es algo constitutivo de la Iglesia la existencia de minis-
tros ordenados, ésta no puede quedar supeditada a la genero-
sidad de los jóvenes o al talante cultural de las generaciones.
La Iglesia tiene derecho a proveerse por otro procedimiento» 37
.
(34) Mons. ECHEGARAY, Le prétre, l'appelé appelant. Carta a los sacer-
dotes enviada para el 16-4-78, en un documento del C.N.V. Cit. Ch. DU-
QUOC, Theologie de l'Eglise et crise du ministére, 101-102.
(35) Cf. F. KLOSTERMANN, 13-15.
(36) Ibid., 19, 24, 42, 52, 57.
(36 bis) Algunas observaciones al respecto en J. DE D. MARTIN VELAS-
CO, Crisis de la condición sacramental del ministerio presbiteral. Notas para
un análisis de la situación: Phase 123 (1981), 255-262.
(37) J. M. CASTILLO, Los ministerios en la Iglesia, 13.
38 MINISTERIO SACERDOTAL. MINISTERIOS LAICALES
El problema no es tanto cómo la Iglesia puede abastecerse de
ministros con el sistema vigente, o cómo puede reproducir el ac-
tual modelo de sacerdote, sino cómo puede y debe responder a
las necesidades de la comunidad y el cumplimiento de los planes
salvadores de Dios sobre los hombres.
c) Consecuencias que urgen:
La situación y las causas que hemos descrito tienen sin du-
da consecuencias de gran importancia para la Iglesia y las co-
munidades. Desde ellos podemos valorar la magnitud, la profun-
didad y la trascendencia del problema. La falta de sacerdotes,
quiérase o no, conmueve numerosos pilares del sistema ecle-
sialM
.
— La sobrecarga de trabajo pastoral: Si a la reducción de
sacerdotes, unimos la multiplicación de tareas en la época pos-
conciliar, y la todavía persistente concentración de responsabi-
lidades en el sacerdote, se comprenderá la sobrecarga de traba-
jo, la incapacidad de atención a todos los problemas, la necesi-
dad de una nueva redistribución de funciones. Esto urge a una
planificación pastoral en la que las parroquias de un determina-
do sector o territorio, dejen de ser «cotos cerrados», y se unan
para una dirección común (un párroco que dirige varias parro-
quias), y según un plan pastoral coordinado, en el que pueden
colaborar algún(os) otro sacerdote, y sobre todo seglares. En
este caso, se verifican cambios importantes, debido a la falta de
sacerdotes: el sacerdote ya no está asignado a un territorio pas-
toral fijo; la función del párroco viene a ser la de animación y
coordinación, asumiendo el puesto de un «mini-obispo»; se con-
mueve el clásico concepto de parroquia; los seglares pasan a
tener un puesto más importante. Pero hay que preguntarse: ¿en
qué medida esta organización puede dar cumplida respuesta a
las necesidades de las comunidades? ¿Libera esto al sacerdote
de una sobrecarga pastoral, que pueda axfisiarle, si se sigue
reservando todos los asuntos que hoy se juzgan de su compe-
tencia?
— La concentración en lo cultual-sacerdotal: Las tres fun-
ciones ministeriales de la Iglesia, del sacerdote y del cristiano,
cada uno a su nivel, son la que corresponde al orden de la Pala-
bra, la que pertenece al orden del servicio en la caridad, y la que
se refiere al orden del culto. Durante muchos siglos el ministe-
rio se ha centrado en la función sacerdotal-cultual. A partir del
(38) Véase sobre todo: G. SCHMIDTCHEN, Zwischen kirche und Gesell-
schaft, Freiburg 1972; P. M. ZULEHNER, Der Priestermangel und selne Folgen,
l.c, 15-26; F. KLOSTERMANN, 11-94.
ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA V)
Vaticano II, sobre todo, se ha querido (aun sin conseguirlo siem-
pre) poner el acento en la función evangelizadora catequétlca,
buscando un reequilibrio de funciones. Debido a la falta de sacer-
dotes, y a su carácter de «administrador de los sacramentos»,
que lo califica como el único que puede presidir la Eucaristía, ce-
lebrar la reconciliación y la Unción de los Enfermos, se corre
hoy el peligro de concentrar la función del sacerdote en su as-
pecto sacramental-cultual. Los cambios por los que se llegaría a
esto serían distintos hoy que ayer. Pero la consecuencia sería la
misma, con el agravante de ir en contra de la concepción de la
misma Iglesia, y de las aspiraciones de los mismos sacerdotes.
Si nadie más que el sacerdote puede celebrar estos sacramentos,
y la demanda que antes se repartía entre diversos sacerdotes, se
concentra ahora en uno solo, es fácil deducir las consecuencias,
no sólo de dedicación, sino también psicológicas y de imagen
del mismo ministerio sacerdotal.
— La crisis del «modelo» sacerdotal: Es evidente que si el
sacerdote sigue siendo necesario para la comunidad, pero hay po-
cos que quieran ser sacerdotes según el modelo actual, la Iglesia
tendrá que prever otros «modelos», para que las comunidades
puedan crecer y vivir realizando en ellas la plenitud de funciones
que necesitan para su desarrollo. La ausencia de aspirantes al
sacerdocio pone en cuestión la pervivencia de este modelo sacer-
dotal. Parece claro que los «sustitutos del sacerdote» («ersatz-
priester») no solucionan el problema, sino todo lo contrario, al pe-
dírseles que desempeñen funciones sacerdotales sin consagra-
ción sacerdotal, llevando a una pérdida de significado de la misma
ordenación, y a una ambivalencia personal que, a veces perjudica
a la misma comunidad. Se plantean, pues, otras posibilidades de
respuesta que rompen con el modelo sacerdotal vigente: sacer-
dotes sin celibato o casados, ordenación de mujeres o mujeres
sacerdotes, laicos que, en determinadas condiciones, acceden al
ministerio sacerdotal, ordenación de casados, sacerdotes «tem-
porales» como respuesta a una necesidad de la comunidad...
Y se estudian y discuten no pocas cuestiones al respecto: ¿En
qué medida va unida la decisión por el sacerdocio con la opción
por el celibato? ¿La ordenación de casados no encuentra acaso
su apoyatura en una tradición de la Iglesia, y su exigencia en la
actual situación eclesial? ¿Puede defenderse que a las mujeres
les está prohibido «por derecho divino» y en razón de su sexo,
el acceso al sacerdocio y por tanto la posibilidad de participación
directa en el gobierno de la Iglesia? ¿Qué es más importante:
mantener a ultranza un modelo de «sacerdote» o hacer posible el
cumplimiento de la misión de Cristo, atendiendo a las necesida-
des vitales de la comunidad cristiana?
40 MINISTERIO SACERDOTAL. MINISTERIOS LAICALES
— El decrecimiento de la vida cristiana: En nuestras comu-
nidades la vida cristiana tiene una «referencia sacerdotal», está
orientada hacia la presencia y la actividad del sacerdote. Es ver-
dad que ha llegado el tiempo de una cierta emancipación comuni-
taria. Pero esto no quita para que se siga constatando la impor-
tancia del sacerdote, como el personaje central desde el que se
promueve, alimenta, expresa y madura la vida cristiana. El sacer-
dote no lo es todo pero, por desgracia, sin él, a veces, no se
manifiesta nada. Su actitud y su acción pueden ser estímulo o
freno, pero son, en todo caso, decisivas. Pocos grupos esperan
tanto de su «personaje social» como la comunidad cristiana de
su sacerdote. Será quizás el fruto de una monopolización histó-
rica clerical de funciones, y también quizás el resultado de una
mayor necesidad del personaje para la expresión del misterio. En
todo caso, el hecho es que allí donde no existe el sacerdote, hay
un número importante de funciones que quedan sin realizarse,
aun supuesta una normal participación de los laicos en las tareas
de la comunidad. Tales son la «administración» de los sacramen-
tos, sobre todo la celebración de la Eucaristía, la predicación
autorizada a la comunidad, e! encuentro personal con los fieles,
la visita personal a los enfermos y las familias, la coordinación
de las diversas áreas de la misión en verdadera complementa-
ción de dimensiones... Las estadísticas muestran con datos que
allí donde no hay un sacerdote que anime, coordine y presida la
vida de la comunidad, se percibe un verdadero decrecimiento de
esta vida 39
.
— La pérdida de la conciencia eclesial: La vinculación y el
sentimiento de pertenencia la Iglesia sufren de modo importan-
te, cuando falta el personaje o el medio vinculativo específico
que la expresa. Ahora bien, no cabe duda que el «personaje» prin-
cipal que cumple esta función es el sacerdote, y que los medios
más significativos de esta función son los sacramentos. Como
resulta que si falta el sacerdote faltan también los signos sacra-
mentales más importantes (Eucaristía-Penitencia), nos encontra-
mos con que la comunidad sin sacerdote se encuentra privada
de los elementos exteriores fundamentales de su eclesialidad, y
(39) Según los datos que ofrece P. M. ZULEHNER (I. c, p. 16-17) sobre
la vida eclesial en parroquias con y sin sacerdote, en Karnten, entre los años
1947-1974, resulta que la vida de relación con la comunidad desciende de un
48 % en la comunidad con sacerdote a un 30 % en la comunidad sin sacer-
dote; mientras el cumplimiento pascual es en el primer caso del 48 %, en el
segundo del 32%; si las comuniones llegan a un 11 % en la primera pa-
rroquia, sólo alcanzan el 3 % en la segunda; y mientras el abandono de la
Iglesia se produce en el primer caso en un 5,2%, en el segundo es en un
7,8%.
ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA II
sometida a unos mayores riesgos de privatización religiosa y do
pérdida de su conciencia eclesial. El sacerdote es para la comu-
nidad, no sólo el «administrador» de los sacramentos o el «pro-
dicador» de la Palabra, es sobre todo el símbolo personal fio
comunicación eclesial, el «personaje de relación», el «otro sig-
nificante»40
, desde el cual y por el cual se vive la comunión con
la Iglesia universal, la pertenencia a la Iglesia particular, y la
participación en la vida de la Iglesia local o comunidad concreta.
Parece claro que esta función no pueden realizarla con la misma
verdad los laicos, por muy cualificados que sean, si no son ver-
daderos sacerdotes ordenados (v.gr. caso del diácono). Cuando
no se ha recibido el Sacramento del Orden y la encomienda de la
Iglesia, siempre se actúa con una especie de «déficit» de com-
petencia y capacitación, de prestigio y de función, que recorta las
posibilidades de respuesta a la comunidad (v.gr. no poder cele-
brar la Eucaristía), y la riqueza significante de un símbolo-perso-
naje de relación permanente y «autorizado».
— La privación de la Eucaristía dominical: Siendo el
sacerdote ordenado el único que puede presidir la celebración
de la Eucaristía, es claro que allí donde haya una comunidad sin
sacerdote, habrá una comunidad sin Eucaristía. Esto lleva a pre-
guntarse sobre la necesidad de asamblea dominical; sobre las
formas sustitutivas de culto comunitario; sobre la capacidad «sa-
cerdotal» de los laicos; sobre el sentido del «precepto» domini-
cal; sobre el derecho de una comunidad a la Eucaristía; sobre la
posibilidad de vida verdaderamente comunitaria sin la comunión
en la Cena y el Cuerpo del Señor... No es éste el lugar para res-
ponder a todas estas cuestiones. Baste decir, por el momento,
que ni la responsabilización de diversos ministerios por parte
de los laicos, ni la promoción de asambleas dominicales sin Eu-
caristía, pueden considerarse como «sustitutivos» definitivos del
sacerdote o de la celebración eucarística. Por encima de todo
precepto de la Iglesia, la Eucaristía es un derecho y un deber de
la comunidad cristiana; es el «culmen y la fuente», el centro vi-
tal de existencia y consistencia, el lugar privilegiado e insusti-
tuible de expresión y realización de la comunidad. Podrá reunir-
se a diversas comunidades cercanas, 'habrá que revisar y adaptar
el ritmo de celebración eucarísticas, y tal vez será necesario
pensar en un nuevo tipo de presidencia de la Eucaristía... Pero
en cualquier caso, nunca será justo ni evangélico el dejar per-
manentemente a una comunidad cristiana sin Eucaristía. La Eu-
caristía es un elemento constitutivo e irrenunciable de la comu-
(40) Cf. P. L. BERGER-T. LÜCKMANN, Die gesellschaftliche konstruktion
der Wirklichkeit, Frankfurt 1969, 167 ss.
42 MINISTERIO SACERDOTAL. MINISTERIOS LAICALES
nidad. Cualquier otro tipo de celebración, por muy digna que sea,
podrá considerarse como una respuesta necesaria a una situa-
ción de «anormalidad», pero no como una solución definitiva a
las normales necesidades de la comunidad. Si, por otra parte,
no se quiere que un número cada vez menor de sacerdotes cele-
bre una cantidad cada vez mayor de Misas, como si fueran «má-
quinas eucarísticas», es evidente que la solución debe buscarse
en la línea de un nuevo modelo de ministerio sacerdotal41
.
— La promoción de los ministerios laicales: En medio de
las muchas consecuencias negativas que acarrea la falta de
sacerdotes, 'hay una consecuencia positiva, que quizás puede ser
en el futuro la verdadera vía de solución a los problemas plan-
teados. Nos referimos a la necesaria promoción de los ministe-
rios laicales, junto con la desclericalización de la comunidad, que
acarrea la carencia de sacerdotes, en parte por reacción com-
pensatoria y en parte como respuesta a la necesidad de una per-
vivencia de la misma comunidad cristiana. Por desgracia, viene
a resultar, a veces, necesario el que «desaparezca el cura», para
que aparezca la responsabilización de la comunidad. Quizás sea
verdad, también en este caso, que la comunidad «no aprecia
lo que tiene, hasta que lo pierde», bien se deba esto a la mono-
polización ministerial de los sacerdotes, o a la misma comodidad
e indiferencia de la comunidad. Sea como sea, lo cierto es que
ante la falta de sacerdotes surge inevitablemente la pregunta:
¿Quién hace ahora lo que antes hacía el cura? ¿Cuáles son las
tareas que puede asumir la comunidad? ¿Quién se responsabili-
za de estas tareas y en qué condiciones? ¿En qué medida exigen
estas tareas una dedicación plena (cf. problema económico), o
pueden realizarse en «horas extraordinarias» al servicio de la co-
munidad? ¿No podría pensarse que, llegado un determinado mo-
mento de experiencia, de madurez cristiana, de testimonio reco-
nocido, de probada responsabilidad... sería posible ordenar co-
mo sacerdotes, para presidir la comunidad y la Eucaristía, a aque-
llos laicos que se han venido preparando por el desempeño per-
manente de un ministerio? ¿Acaso no sería lógico que aquellos
que han desempeñado el ministerio del «diaconado permanente»,
pudieran acceder, en las debidas condiciones y circunstancias al
ministerio sacerdotal? ¿Qué relación existe entre el servicio a
la unidad, la dirección de la comunidad y la presidencia de la
Eucaristía?
(41) Cf. sobre este punto, que volveremos a tratar con mayor profun-
didad, pueden verse los interesantes trabajos recogidos en el libro en cola-
boración J. BLANK-P. HÜNERMANN-P. M. ZULEHNER, Das Recht der Gemeinde
auf Eucharistie, Pauiinus-Verlag, Trier 1976.
ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA 43
Estas y otras preguntas se agolpan a la conciencia de la
Iglesia ante el problema que se le echa encima. Nunca debiera
haber sucedido que, para suscitar y promover los ministerios
laicales, haya que haber esperado a un grave eclipse del minis-
terio sacerdotal. Los ministerios laicales no son, ni la «pieza de
recambio», ni el «parche de solución» a la crisis del clero. Son,
más bien, la condición esencial de una manifestación del ser de
la Iglesia, como pueblo de Dios, como comunidad responsable y
creyente. Lo que, en definitiva, plantea la falta de sacerdotes,
no es la sustitución del modelo sacerdotal, sino la renovación
del modelo de Iglesia. Una Iglesia donde los fieles sean recono-
cidos con sus derechos y deberes, con su capacidad y responsa-
bilidad, con su misión y sus tareas, con sus carismas y minis-
terios.
Digamos ya, como conclusión de este apartado que, ante el
actual estado de cosas, la Iglesia se plantea una seria alterna-
tiva: o renovar y abrir los caminos hacia «nuevos modelos» de
ministerio sacerdotal, o condenar a las comunidades a vivir sin
alguien que las presida en plenitud significante. Más aún, o la
Iglesia responde a los interrogantes que hoy plantea la realidad
de los ministerios, o cae en la tentación de traicionar su misión
ministerial recibida del mismo Cristo. Si la Iglesia no puede
abastecerse de ministros por el sistema vigente, tiene el deber
y el derecho de buscar otros medios adecuados para que en cada
comunidad haya los ministros necesarios, de manera que se pue-
da anunciar adecuadamente la Palabra, y celebrar dignamente los
sacramentos, y promover fraternalmente la caridad, cumpliendo
así la misión que Cristo le ha encomendado. Lo decíamos ya hace
algún tiempo: «la renovación de los ministerios es una de las
cuestiones más urgentes y decisivas que hoy se plantea en la
Iglesia, ya que de estos ministerios depende, en alguna medida,
el cumplimiento de la misión que procede de Cristo, la pervi-
vencia de la comunidad cristiana, la revitalización de su fe y la
atención a sus necesidades internas y extemas, dentro del mun-
do concreto en que vive e intenta crecer. Los ministerios son una
condición de posibilidad de asistencia y persistencia de la Iglesia
en el espacio y el tiempo; y la adecuada estructuración minis-
terial de la Iglesia es una condición de posibilidad del cumpli-
miento de su misión en el mundo»42
. Quién sabe si la crisis
sacerdotal no debe considerarse como una verdadera oportuni-
dad («chance»), como una llamada de gracia, en orden a despe-
(42) D. BOROBIO, Sobre el ministerio del catequista de confirmación y
sus funciones dentro del proceso de la incitación cristiana: Seminarios 71
(1979), 11-44, p. 11.
44 MINISTERIO SACERDOTAL. MINISTERIOS LAICALES
jar el ministerio de sus elementos extraños, y a descubrir la
pluralidad de ministerios, y a determinar la especificidad del
ministerio sacerdotal, y a renovar las mismas estructuras minis-
teriales de la Iglesia, desde la renovación de los ministerios
en cada comunidad cristiana.
3. LOS MINISTERIOS LAICALES Y SUS INTENTOS
DE RENOVACIÓN
Dado que nuestro objetivo es tratar, no sólo sobre el mi-
nisterio sacerdotal, sino también sobre los ministerios laicales,
conviene que, antes de estudiar su fundamento, su sentido y su
variedad, demos una visión panorámica sobre su situación actual
en las comunidades, de modo que podamos partir de donde esta-
mos, para encaminarnos hacia la meta a la que deberíamos llegar.
Es un hecho que mientras la Iglesia se va quedando sin minis-
tros, la misma Iglesia se va llenando de ministerios nuevos.
Mientras los seminarios quedan vacíos, fuera de ellos se desa-
rrolla un nuevo tipo de vocación. Mientras las parroquias quedan
sin pastores, las pequeñas comunidades eclesiales se llenan de
servicios y ministerios y reclaman un nuevo tipo de ministro43
.
Muchas comunidades entre nosotros presentan una imagen nue-
va por el relieve y la importancia creciente que en ellas están to-
mando los ministerios laicales. El grado de dedicación, el nivel
de responsabilidad, el área de ejercicio de los diversos ministe-
rios es diverso según los lugares, las situaciones, los servicios
que se pretenden cubrir. Pero no cabe duda que, aquí y allá, en
una u otra medida proliferan ministerios laicales, que desempe-
ñan funciones en otro tiempo clericalizadas o sacralizadas, y por
tanto, reservadas a quien tenía el «poder sacerdotal».
a) Razones de un despertar de los ministerios laicales:
¿A qué se debe este resurgir de los ministerios laicales?
¿Qué ha cambiado para que sea posible el ejercicio de unas fun-
ciones, antes reservadas en «exclusividad» al clero? ¿Por qué
la disponibilidad y participación actual de los laicos va rompien-
do la indiferencia e inactividad de otros tiempos? Sin pretender
decir ni explicar todas las razones, señalaremos las que nos
parecen más importantes.
(43) Cf. R. LAURENTIN, La crisis actual de los ministerios a la luz del
Nuevo Testamento: Concilium 80 (1972), 449.
ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA 45
Nuevo concepto de Iglesia:
El Concilio Vaticano II ha venido a ser algo así como la llave
que nos ha abierto la puerta de tránsito de una eclesiología más
piramidal, jerárquica y monolítica, a otra eclesiología más parti-
cipativa, comunitaria y abierta. La Iglesia como sociedad perfec-
ta, regida por el Papa y los Obispos, ha dejado un puesto a la
Iglesia como misterio y sacramento de salvación, compuesta por
todo el pueblo de Dios. Más aún, lo primario ya no es la jerar-
quía, sino el pueblo de Dios, como lo da a entender el significa-
tivo esquema seguido por la Lumen Gentium44
. La jerarquía de-
berá entenderse, no como desde fuera y por encima del pueblo
de Dios, sino dentro del mismo y como expresión privilegiada
de la misión de servicio que Cristo ha encomendado a todo el
pueblo de Dios. De este concepto de Iglesia nace, como es lógi-
co, una nueva conciencia de ser y estar en la Iglesia, un nuevo
sentido de pertenencia, una nueva configuración de la comuni-
dad. Las distancias entre la jerarquía y el pueblo, entre los que
mandan y los que obedecen, entre los que se dedican a las cosas
de Dios y los que se entregan a los asuntos de los hombres...
tienden al menos a reducirse. El «coto» ya no es tan privado,
se tiene conciencia de que pertenece a todos.
Los ministerios en la comunidad primitiva:
En los tiempos precedentes y siguientes al Vaticano II se han
intensificado y multiplicado los estudios exegéticos y teológicos
sobre los ministerios en el Nuevo Testamento'15
. Creemos que
uno de los resultados más importantes de esta investigación ha
sido la valoración de los ministerios laicales. La comunidad pri-
mitiva se estructura sobre la unidad y diversidad de ministerios.
Uno mismo es el Espíritu que prolonga históricamente el «servi-
cio» de Cristo, unificando a la Iglesia en una misma misión día-
cónica, y diversificando esta misión en multiplicidad de dones y
carismas, que comportan pluralidad de ministerios, para el bien
común de la comunidad y la edificación de la Iglesia (cf. 1 Co 12).
(44) Recuérdese, como indican todos los autores, que en dicho docu-
mento se trata en primer lugar del «misterio de la Iglesia» (n. 1-8), después
de la Iglesia como «pueblo de Dios» (n. 9-17), y a continuación de la «consti-
tución jerárquica de la Iglesia» (n. 11-12).
(45) Estudiaremos después el tema con más detención. Puede verse un
excelente estudio del estado actual de la investigación (hasta 1973) en la vi-
sión biliográfica y documentado trabajo de A. LEMAIRE, Les ministeres dans
la recherche neo-testamentaire. Etat de la question: LMD 115 (1973), 30-60.
Igualmente M. HOUDUK, Reciente disensión sobre los fundamentos neotesta-
mentarios del ministerio sacerdotal: Concilium 80 (1972), 573-583.
46 MINISTERIO SACERDOTAL. MINISTERIOS LAICALES
Desde esta misión fundamental y esta tarea se entiende el sacer-
docio y la «jerarquía» en la Iglesia primera. A pesar de que, in-
cluso en el N. T. aparecen diversos «modelos de Iglesia» y distin-
ta estructuración ministerial según las Iglesias (v.gr. la Iglesia
de Corinto, la Iglesia de Jerusalén, la Iglesia de las cartas Pasto-
rales), se tiende a no ver oposición entre ministerio y ministe-
rios, entre carisma e institución, entre participación «desde aba-
jo» y ordenación «desde arriba». En cualquier caso, creemos que
todo ello ha contribuido a la renovación de los ministerios laica-
les en la Iglesia actual.
Exigencias de participación y responsabilización:
La exigencia de participación y responsabilización en la vida
eclesial se manifiesta por dos conductos: la doctrina del Vatica-
no II, y la que podemos llamar «reivindicación de los laicos».
El Vaticano II ha formulado los principios exigitivos de una co-
munidad activa y responsable, en la que todos los miembros es-
tán llamados a participar, por el Bautismo y la Confirmación, en
la misión y tareas de edificación de la Iglesia, según la capaci-
dad, la disposición y el carisma de cada uno46
. El reconocimiento
de este «derecho y deber»47
de todos los miembros del pueblo
de Dios ha llevado a una nueva concienciación de los fieles y a
una real promoción de los servicios y ministerios que les com-
peten dentro de la comunidad cristiana. Pero no es esto todo:
a la exigencia de la Iglesia ha venido a sumarse la «reivindica-
ción» del pueblo que, influenciado por la nueva mentalidad de-
mocrática y sensibilidad social-participativa, reclamaba un nuevo
«estatuto» para su ser, estar y actuar en la Iglesia. Una vez rotas
las barreras que separaban a la Iglesia del mundo, lo espiritual
de lo material, lo sagrado de lo profano, los laicos van teniendo
acceso a tareas y funciones que en otro tiempo se consideraron
reducto o prerrogativa del clero. Ya no se consideran como res-
ponsables solamente del mundo, sino también de la edificación
de la Iglesia, de su imagen, estructuras y ministerios. Se da un
«curioso entre-cruzado»: mientras los sacerdotes salen de su
(46) Cf. VATICANO II: LG 9-12.30-38. Recordamos lo que se dice en el
n. 33: «Los laicos congregados en el pueblo de Dios y constituidos en un
solo cuerpo de Cristo bajo una sola Cabeza, cualquiera que sean, están lla-
mados a fuer de miembros vivos, a procurar el crecimiento de la Iglesia y
su perenne santificación con todas sus fuerzas, recibidas por beneficio del
Creador y gracia del Redentor. El apostolado de los laicos es la participación
en la misma misión salvífica de la Iglesia. A este apostolado todos están lla-
mados por el mismo Señor en razón del Bautismo y de la Confirmación».
(47) Ibid., SC 14. Lo mismo en la Ordenación General del Misal Ro-
mano, n. 3.
ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA 10II SI A 47
recinto hacia el mundo, los laicos son movilizados para asumir
tareas de los sacerdotes... Todo indica que cuando el sacerdote
viene a ser un nuevo «laico», y cuando el laico viene a ser un
nuevo «ministro», se está autorizado a pensar que la distinción
rígida entre laico-sacerdote ya no expresa de modo adecuado la
estructura del pueblo de Dios»48
. No es que los laicos quieran
«arrebatar», repartir o rechazar la «autoridad» y el puesto que
compete a los sacerdotes. Lo que desean es que se abandone
todo tipo de «dictadura» en la Iglesia, que se les considere como
«mayores de edad», que se deje de utilizarlos como simples
«ayudantes» o «auxiliares» del clero, que se creen espacios ade-
cuados para el ejercicio de su misión de modo responsable, que
puedan participar en aquellos organismos de dirección donde se
decide el futuro de la Iglesia y de la comunidad cristiana49
Y
todo esto, naturalmente, implica una renovación de las estructu-
ras ministeriales de la Iglesia y un nuevo resurgir de los minis-
terios laicales.
Reconocimiento oficial de los ministerios laicales:
Otra razón del resurgir de los ministerios laicales es su re-
conocimieto oficial por parte de la Iglesia, sobre todo desde el
Vaticano II. El mismo Concilio en la Lumen Gentium, después de
tratar de la constitución jerárquica de la Iglesia (n. 24-27), se
refiere a la función que desempeñan otros ministerios que, junto
con el ministerio jerárquico, contribuyen a la edificación de la
misma Iglesia (n. 30-38). La palabra «ministerio» no se reduce en
el conjunto de los documentos del Concilio a los «ministerios
ordenados» (obispo, sacerdote, diácono), sino que se aplica tam-
bién a otros servicios, como el del catequista: «Para la plantación
de la Iglesia y el desarrollo de la comunidad cristiana son nece-
sarios varios ministerios que, suscitados por vocación divina del
seno mismo de la congregación de los fieles, todos deben favore-
cer y cultivar diligentemente; entre tales ministerios se cuentan
las funciones de los sacerdotes, de los diáconos, de los cate-
quistas y de la Acción Católica»50
. Si, por una parte, se exige que
toda comunidad cristiana se establezca desde el principio de
modo que sea «capaz de satisfacer sus propias necesidades», y
de ejercitar las «funciones sacerdotal-profética y real que Cristo
(48) H. DENIS, Ministres du cuite ou ministres de l'Evangile?: LMD 115
(1973), 143.
(49) Cf. J. MOINGT, Services et lleux d'Église. I. La traversée des fron-
tieres: Etudes 6 (1979), 840-844.
(50) AG 15. La importancia del «ministerio» del catequista la manifiesta
al dedicar un número completo a su formación: Ibid. 17.
48 MINISTERIO SACERDOTAL. MINISTERIOS LAICALES
le ha encomendado»51
; por otra se dirá que la «congregación de
los fieles... se ve dotada de los ministerios e instituciones nece-
sarias, cuales son: sacerdotes, religiosos y seglares»52
. Es,
pues, evidente que para el Concilio la Iglesia universal, la parti-
cular y la local-concreta se entienden como una comunidad que,
para cumplir su misión y sus funciones, necesita de diversos mi-
nisterios, los cuales deben ser asumidos, a distinto nivel, por los
miembros de dicha comunidad, la mayoría de los cuales son lai-
cos o seglares.
Después del Vaticano II, el Motu Proprio «Ministeria Quae-
dam»53
reconoció oficialmente como ministerios laicales insti-
tuidos el «lectorado» y el «acolitado». Pablo VI, en la Exhortación
Apostólica «Evangelii Nuntiandi»54
decía expresamente que «los
seglares también pueden sentirse llamados a colaborar con sus
pastores en el servicio de la comunidad eclesial, para el creci-
miento y la vida de ésta, ejerciendo ministerios muy diversos,
según la gracia y los carismas que el Señor quiera conceder-
les»55
. Y entre estos ministerios enumera: «los catequistas, ani-
madores de la oración y el canto, cristianos consagrados al ser-
vicio de la Palabra de Dios o de la asistencia a los hermanos ne-
cesitados, jefes de pequeñas comunidades, responsables de mo-
vimientos apostólicos u otros responsables»36
. En los últimos
años, diversas Conferencias Episcopales y numerosos obispos,
se han ocupado del tema, orientando y urgiendo a una promoción
de los ministerios laicales57
. Es natural, por tanto, que este reco-
(51) AG 15.
(52) AG 19.
(53) Fue publicado por Pablo VI, el 15 de agosto de 1972, y en él se
revisan las antiguas «órdenes menores», algunas de las cuales desaparecen,
mientras otras recuperan su originario carácter laical. Volveremos sobre el
tema en otro momento. Véase el texto en Ecclesia 2 (1972), 1.365-1.367.
(54) El documento recoge los resultados del Sínodo de Obispos de 1974
sobre la Evangelización. Fue publicado en 1975. Cf La evangelización del
mundo contemporáneo (Evangelii Nuntiandi), PPC, Madrid, 1975.
(55) Ibid., n. 73, p. 64.
(56) ilbíd., n. 73, p. 65.
(57) Ciñéndonos sólo a las Conferencias Episcopales del mundo occi-
dental, recordemos tres documentos importantes: CONFERENCIA EPISCO-
PAL FRANCESA, Tous responsables dans l'Eglise? Le mlnistére presbiteral
dans une Eglise toute entiére «ministérielle». Centurión, París 1975 (trad. es-
pañola, Sal Terrae 1975); CONFERENCIA EPISCOPAL ALEMANA, Grundsátze
zur Ordnung der pastoralen Dienste, el 8 de marzo de 1977; CONFERENCIA
EPISCOPAL ITALIANA, / Ministeri nella Chiesa. Documento pastorale: Noti-
ziario CEI, n. 8 (1973), 157-168. Cf. W. RUSP1, / ministeri istituiti nella inter-
pretazione di alcune Chiese locall: Rivista Litúrgica 5 (1976), 629-640.
ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA 49
nocimiento oficial por parte de la Iglesia sea una razón decisiva
para la renovación de que hablamos.
Multiplicación de funciones y necesidades:
Al fenómeno señalado de la disminución de sacerdotes, se
ha unido, en los últimos tiempos, el de la multiplicación de las
funciones, lo cual ha generado un considerable incremento de
necesidades. Si por una parte el clero comprendió que su función
no se reducía a la sacerdotal-cultual, por otra, los laicos enten-
dieron que su vida cristiana tampoco se limitaba al cumplimien-
to con unas tradiciones y unos ritos cristianos. Junto a esto, y en
parte por ello mismo, la Iglesia tomó conciencia de ser una Igle-
sia misionera, no sólo «ad extra» sino también «ad intra». Una
Iglesia que no sólo tenía que bautizar a los convertidos, sino
también convertir a los bautizados. En una palabra, la Iglesia
pasó de ser «Iglesia de cristiandad» a ser «Iglesia de misión».
Esto condujo, sin duda, a una multiplicación de funciones, pues
ya no bastaba con enviar misioneros a otras tierras, era preciso
convertir a la misma comunidad en misionera. Ni era suficiente
con catequizar a los niños, se requería también catequizar a los
adultos. Ni se daba respuesta a la exigencia de la fe con celebrar-
la, era necesario dar testimonio de ella en la transformación del
mundo. Por tanto, el horizonte y las funciones se multiplicaban
doblemente: hacia afuera, por una inserción en las tareas secu-
lares y mundanas; y hacia adentro, por una conciencia de la ne-
cesidad de evangelización eclesial interna. Ahora bien, la res-
puesta adecuada a estas funciones y necesidades sólo puede ve-
nir por una distribución y responsabilización comunitaria de las
mismas, según el carisma de cada uno de sus miembros. Un
sacerdote que pretenda «hacer todo» en la comunidad, no sólo
no ha entendido lo que es la comunidad, sino que se está aho-
gando en su propia limitación, y está obstaculizando el cumpli-
miento de las funciones que se le plantean. La ¡nter-conexión de
funciones, la encomienda y la responsabilización por parte de los
seglares debe entenderse como una necesidad vital de creci-
miento de la comunidad, no una «cesión» obligada de los sacer-
dotes. Los celos de no pocos sacerdotes ante la extensión y el
desempeño de funciones que tocan el poder religioso o rozan el
umbral de lo sagrado, por parte de los laicos (v.gr. ministro
extraordinario de la comunión, predicación...), se comprenden
difícilmente desde una concepción de Iglesia como la indicada58
.
(58) Cf. J. MOINGT, Services et lieux d'Eglise, 840-841.
50 MINISTERIO SACERDOTAL. MINISTERIOS LAICALES
b] Ministerios laicales más frecuentes en las comunidades:
Al principio de este apartado dábamos por sentado el hecho
de una renovación y multiplicación de los ministerios laicales.
Queremos indicar ahora cuáles son, en concreto, los ministe-
rios laicales que se renuevan o surgen en las diversas comuni-
dades. No pretendemos explicar aquí el sentido y las funciones
de cada uno de estos ministerios, sino anotar su existencia en
unas u otras comunidades, y describir brevemente su finalidad.
Tompoco nos fijaremos, por el momento, en su cualidad de minis-
terios «instituidos» o espontáneos, siendo suficiente la consta-
tación de su ejercicio en la comunidad. Como es lógico, será pre-
ciso situar cada uno de estos ministerios en su área geográfica,
en su contexto eclesial concreto, y a partir de unas necesidades
determinadas. Nuestra intención es ofrecer una visión panorámi-
ca sencilla del estado en que se encuentran los ministerios laica-
les en la Iglesia, y no detenernos en los datos de una Iglesia
particular.
Para ordenar nuestra exposición partimos de la distinción
tridimensional básica de la misión de la Iglesia: misión profé-
tica, sacerdotal, real, o, con otras palabras de la ministeriali-
dad fundamental en el orden de la Palabra, del culto y del ser-
vicio en la caridad, y concentramos los diversos ministerios lai-
cales en torno a -cada uno de estos centros ministeriales59
. Por
su especial importancia destacaremos, sin embargo, el ministe-
rio laical que tiene como función primordial el ser responsable
de la misma comunidad.
aa) Ministerios laicales en el orden de la «dirección»:
— La religiosa
En algunos países de AMERICA LATINA, como Perú, Brasil,
sucede que, debido a la extremada indigencia de sacerdotes, y el
elevado número de católicos, se suele encomendar, sobre todo a
«religiosas» (cuando las hay), la responsabilidad pastoral de la
comunidad cristiana, y diversos servicios parroquiales. Estas re-
ligiosas, en no pocos casos, bautizan, asisten como testigos al
matrimonio, predican, distribuyen la comunión, cuidan de los an-
cianos y enfermos, oran por los difuntos... Según el testimonio
de estas religiosas, el pueblo las respeta y aprecia, participa
en sus celebraciones y las ayuda. Lo único que lamentan es que
no pueden ni presidir la Eucaristía, ni celebrar el Sacramento de
(59) Toda nuestra exposición girará, en parte, en tomo a este esquema,
que ¡remos explicando y completando en otros lugares. Cf. D. BOROBIO,
Sobre el ministerio del catequista..., 16-18.
ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA 51
la Penitencia60
. Puede decirse que, por lo general, en América
Latina la mujer desempeña ministerios importantes. Así actúan
«como ministros extraordinarios de la Palabra y la Eucaristía. En
algunas diócesis están personalmente a cargo de zonas y parro-
quias donde no ¡hay sacerdotes. En movimientos especializados,
a veces, hacen de «asesoras». En algunos casos, son delegadas
para recibir el consentimiento matrimonial de las personas que
contraen matrimonio, o bautizan... es decir, que despliegan una
gran gama de actividades ministeriales» (o pastorales)»61
.
En Honduras, debido a una parecida situación (una Vicaría
tiene 280.000 católicos, 17 sacerdotes y 10 religiosas) se ha
encomendado a seglares preparados el anuncio de la Palabra y
la dirección de algunas comunidades especialmente necesitadas.
Esta encomienda se hace a gente sencilla, generalmente agricul-
tores, que reúnen la comunidad domingo tras domingo y cele-
bran la Palabra de Dios.
— El catequista
También es de señalar que esta responsabilidad directiva es
encomendada y asumida, a veces, por los diáconos o los lecto-
res-catequistas, allí donde existen y se juzga necesario. No se
debe olvidar que tanto los «ministerios del Lectorado y Acolita-
do, como el Diaconado permanente son ya una realidad en casi
todos los países de América Latina» 62
. La Conferencia Episcopal
de Colombia pedía al respecto que los lectores y acólitos «pudie-
ran ser delegados para promover y formar grupos apostólicos, co-
munidades eclesiales de base, ejercitar el oficio de catequistas,
desempeñar las cátedras de religión (según sus capacidades pe-
dagógicas y su preparación doctrinal) y para otros muchos servi-
cios pastorales determinados por el ordinario respectivo»63
. Y en
el Encuentro Centroamericano sobre los ministerios se pedía el
reconocimiento oficial o institución del «Ministerio de la unidad
o presidencia», que sería «el de las personas que ejercen un
liderazgo para suscitar y promover la unidad en medio de su co-
munidad (coordinador, visitador, Presidente de Asamblea)64
. Por
(60) F. KLOSTERMANN, 71. Cf. G. P. SOSS, Volkskatholizismus ¡n Bra-
silíen, Mainz 1978, 175 ss. Para los datos que siguen nos servimos sobre
todo del estudio de F. Klostermann.
(61) J. E. MIJALCHYK, Ministerios laicales en América Latina: Semina-
rios 72 (1979), 192.
(62) J. E. MIJALCHYK, Ministerios laicales en América Latina, 187.
(63) Directorio Pastoral, n. 8: cit. J. E. MIJALCHYK, 188.
(64) Encuentro Centroamericano sobre: 'Celebración de la Palabra y
Nuevos Ministerios», n. 2.3.3: cit. J. E. MIJALCHYK, 188.
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  • 2. OBRAS DEL MISMO AUTOR publicadas en esta Editorial: — El sacramento de la reconciliación. Qué significa. Cómo se celebra. — Bautismo. — Matrimonio cristiano. ¿Para quién? — El derecho a casarse en la libertad. — Más fuertes que el dolor. — Confirmar hoy. Tomo I: De la teología a la praxis. Tomo II: Libro del catequista. Tomo III: Libro del confirmando. Fichas de catequesis. — El riesgo de predicar. Ciclo A Ciclo B Ciclo C — La penitencia en la Iglesia Hispánica. — Proyecto de iniciación cristiana. — Eucaristía para el pueblo. Tomo I: Para una catequesis sobre la Eucaristía. Tomo II: Para una mejor participación de los fieles. DIONISIO BOROBIO MINISTERIO SACERDOTAL MINISTERIOS LAICALES DESCLÉE DE BROUWER - BILBAO
  • 3. © EDITORIAL DESCLgE DE BROUWER S. A. 1982 Prínted in Spain ISBN 84-330-0596-0 DEPOSITO LEGAL S. S. 169(82 Impreso en Itxaropena, S. A. - Errikobarra kalea, 2 - Zarautz - 1882 ÍNDICE Introducción 13 Capítulo I ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA ... 17 1. Precisión terminológica 17 Servicio 17 Ministerio 18 Ministerio sacerdotal 19 Ministerios laicales 19 Sacerdote-presbítero 20 2. El ministerio sacerdotal y su crisis actual 21 Hechos y datos que interpelan 21 Causas que explican 31 Consecuencias que urgen 38 3. Los ministerios laicales y sus intentos de renovación. 44 Razones de un despertar de los ministerios laicales ... 44 Ministerios laicales más frecuentes en las comuni- dades 50 Ministerios laicales en el orden de la 'dirección». 50 Ministerios laicales en el orden de la Palabra 57 Ministerios laicales en el orden del culto 64 Ministerios laicales en el orden de la caridad 74 Conclusión 82 Problemas y puntos pendientes de los ministerios lai- cales en su estado actual 87 Capítulo II LOS MINISTERIOS, ELEMENTO CONSTITUTIVO DE LA ESENCIA Y LA ESTRUCTURA DE LA IGLESIA 99 1. Ministerios y concepción de Iglesia 100 Iglesia carismática e Iglesia institucional 101 Iglesia «cristológica» e Iglesia «pneumática» 103 Iglesia de la autoridad jerárquica o Iglesia de la partici- pación del pueblo de Dios 106
  • 4. 8 ÍNDICE Iglesia segregada del mundo e Iglesia «sacramento de salvación» para el mundo 108 Iglesia de «ministros» e Iglesia «toda ella ministerial». 110 Iglesia del culto y del rito e Iglesia de la Palabra y la caridad 112 Iglesia «centralizada» e Iglesia «localizada» 114 Iglesia de dualismo «clérigo-laico» e Iglesia del bino- mio «comunidad-ministerios» 115 2. Los ministerios, elemento constitutivo de la Iglesia ... 117 Aclaraciones hermenéuticas 117 Una cuestión ecuménica: ¿El ministerio elemento «constitutivo» o «regulativo» para la Iglesia? 120 La ministerialidad de toda la Iglesia, constitutivo del ser eclesial 124 El apostolado como ministerio originante-constitutivo para la Iglesia 125 La pluralidad de ministerios necesarios para la misión, un constitutivo de la Iglesia 127 Los ministerios especiales institucionalizados como «momento» constitutivo de la Iglesia 128 3. Unidad y diversidad orgánicas de los ministerios ecle- siales 131 Organización estructural de los ministerios eclesiales. 132 Unidad y diversidad en los ministerios eclesiales 139 Articulación y complementariedad de los diversos mi- nisterios 149 4. Comunidad eclesial y ministerios 151 La Iglesia en cuanto comunidad 152 Los ministerios en cuanto relacionados con la comu- nidad 156 La comunidad en cuanto determinante y destinataria de los ministerios 161 Conclusión: ¿Qué ministerios necesita una comunidad? 168 Capítulo III EL MINISTERIO SACERDOTAL Y SU ECLESIAL CONFI- GURACIÓN 171 1. Ministerio «especial»-«ordenado» en el Nuevo Testa- mento 172 El apostolado como fundamento y origen del ministerio ordenado 173 Existencia del ministerio ordenado en el Nuevo Testa- mento 178 ÍNDICE 9 La dimensión sacerdotal del ministerio ordenado 185 2. Configuración histórica del ministerio sacerdotal 193 La Iglesia primitiva: s. I-IV 195 La edad media: s. VIII-XVI 198 Trento y la época postridentina: s. XVI-XX 204 El Concilio Vaticano II 207 3. Sacramentalidad del ministerio ordenado 211 Ministerio, carisma y ordenación 211 Sacramentalidad del ministerio ordenado 220 Ministerio y carácter 231 Capítulo IV ESENCIA Y FUNCIONES DEL MINISTERIO SACERDOTAL. 243 1. El servicio (diakonía) como clave explicativa y centro de sentido del ministerio 243 Estructura diacónica de la historia de la salvación 244 El servicio como misión y tarea de todo cristiano 245 El ministerio como servicio especial 246 Autoridad y servicio 248 2. El ministerio como servicio a la obra de Dios 250 «In persona Christi capitis» 250 La re-presentación como servicio: sentido y alcance de la representatividad ministerial 254 3. El ministerio como servicio a la comunidad eclesial ... 259 «In persona Ecclesiae»: Conciencia histórica de la re- presentatividad eclesial 260 Dimensiones del servicio ministerial a la comunidad. 264 Servicio de dirección de la comunidad y especificidad ministerial 269 4. El ministerio como servicio especial a la misión 271 Servicio a la diversidad de funciones de la única mi- sión 272 El ministerio como servicio a la palabra 276 El ministerio como servicio sacramental y cucarístico. 280 El ministerio como servicio de dirección en la caridad. 286 Capítulo V PASTORAL DEL MINISTERIO ORDENADO. BÚSQUEDAS DE RESPUESTA TEOLOGICO-PASTORAL AL PROBLEMA DE LA FALTA DE SACERDOTES 289 1. ¿Recomponer las funciones del ministerio sacerdotal? 290
  • 5. 10 ÍNDICE 2. ¿Dejar a las comunidades sin la presencia-presidencia del sacerdote? 294 3. ¿Privar a las comunidades de Eucaristía? 297 ¿Asambleas dominicales sin Eucaristía? 299 ¿Eucaristía presidida por laicos? 301 4. ¿Extender el diaconado permanente? 310 Del olvido a la renovación 311 Identidad y funciones del diácono 312 Aspectos positivos e interrogantes abiertos por el dia- conado 315 El diaconado en el interior de la estructura ministerial jerárquica 319 Conclusión: ¿Son los diáconos la «solución» a la falta de sacerdotes? 321 5. ¿Ordenar sacerdotes a las mujeres? 322 Reflexionar para una valoración teológica 324 Caminos de avance y de búsqueda 328 6. ¿Cambiar la ley del celibato? 332 El celibato en la vida de la Iglesia 338 Reflexiones teológico-pastorales sobre la unión minis- terio-celibato 341 ¿Es solución al problema del ministerio sacerdotal cambiar la ley del celibato? 346 Capítulo VI LOS MINISTERIOS LAICALES COMO RESPUESTA A LA FALTA DE SACERDOTES Y A LA REESTRUCTURACIÓN MINISTERIAL DE LA IGLESIA 351 1. Los ministerios laicales y su importancia histórica ... 352 Los ministerios «laicales» en el Nuevo Testamento ... 352 Los ministerios laicales en la Iglesia primitiva 362 Los ministerios laicales de la Edad Media al Vaticano II 384 Los ministerios laicales en la reforma del Vaticano II ... 398 2. Los ministerios laicales para la Iglesia de hoy 417 Ministerios laicales y corresponsabilidad eclesial 417 ¿Qué ministerios laicales deben promoverse e insti- tuirse? 431 Conclusión: los ministerios laicales como lugar de ac- ceso al ministerio sacerdotal 452 índice de autores 455 SIGLAS Y ABREVIATURAS AA = Apostollcam actuasitatem, sobre el apostolado de los seglares. AAS = Acta Apostolicae Sedis, Roma, Ciudad del Vaticano, 1909 ss. AG = Ad gentes, decreto sobre actividad misionera de la Iglesia. BAC = Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1945 ss. CA = Constitutiones Apostolorum: ed. F. FUNK, Paderborn 1905. CD = Christus Dominus, sobre el oficio pastoral de los obispos. CIC = Codex luris Canonici, Roma 1917. DA = Didascalia Apostolorum: ed. FUNK, Paderborn 1905. DACL = Dictionnaire d'Aechéologie Chretienne et de Litur- gie, Paris 1903 ss. DS = Enchiridion Symbolorum: ed. H. DENZINGER - A. SCHÓNMETZER, Freiburg i.B. 1963. DTC = Dictionnaire de Théologie Catholique, Paris 1899-1950. EN = Evangelii Nuntiandi, Evangelización del mundo con- temporáneo: PABLO VI, 1975. GE = Gravissimum educationis, sobre la educación cris- tiana de la juventud. GS = Gaudium et Spes, sobre la Iglesia en el mundo ac- tual. LG = Lumen gentium, sobre la Iglesia. LMD = La Maison Dieu, Paris 1945 ss. PG = Patrologiae cursus completus. Series graeca, Paris 1857 ss. PL = Patrologiae cursus completus. Series latina, Paris 1857 ss. PO = Presbyterorum Ordinis, decreto sobre el ministerio y vida de los presbíteros. PC = Perfectae caritatis, decreto sobre la renovación de la vida reliqiosa. OGMR = Ordenación general del misal romano, 1969. SC — Sacrosanctum Concillum, constitución sobre sagrada liturgia. ThWNT = Theologisches Wórterbuch zum Neuen Testament, Stuttgart 1933 ss.
  • 6. I N T R O D U C C I Ó N El tema de los ministerios se encuentra en permanente ebu- llición desde la década de los 60. Durante este tiempo son nu- merosos los autores que han reflexionado, investigado y escrito sobre la «cuestión ministerial», desde perspectivas diversas y con objetivos distintos. Son graves las necesidades, numerosos los problemas, difíciles las soluciones que se plantean al res- pecto. Y no puede decirse que la Iglesia esté en trance de encon- trar una salida inmediata para esta urgente situación. Los hechos son de todos conocidos: el número de sacerdo- tes ha disminuido de forma alarmante; apenas hay candidatos al sacerdocio; no pocas comunidades están «condenadas» a quedar- se sin la presencia y la asistencia de un sacerdote; cada vez será más normal el que no haya un sacerdote que presida la Eucaris- tía del domingo; los seglares se ven urgidos, en no pocos casos, a responsabilizarse de diversos ministerios, pero, además de la carencia de formación y la falta de dispositivos institucionales de apoyo, sus funciones se ven reducidas y limitadas; la Iglesia sigue manteniendo, a pesar de todo, una visión clericalista de la vida cristiana, y defiende «modelos ministeriales» discutibles; algunas comunidades viven un momento crítico, bien porque se sienten abandonadas, o porque no hay quien asuma los ministe- rios «laicales», o porque en ellas ha desaparecido todo signo de comunión cristiana y de pertenencia eclesial... Ciertamente no se puede unlversalizar el fenómeno a todo lugar y circunstancia. Pero los datos confluyen en una misma dirección. Estos hechos patentes plantean preguntas importantes: ¿Có- mo valorar esta abultada disminución del clero? ¿Se debe hoy defender el sacerdocio en los mismos términos que ayer? ¿No está acaso superada la división entre la realidad profana y sa-
  • 7. 14 INTRODUCCIÓN grada, entre el sacerdocio y el lateado? ¿Es que no hemos aban- donado ya una visión ritualista y racial del sacerdote, para en- tenderlo como persona al servicio de los hombres, en medio de un mundo en construcción? El problema para algunos ya no es «por qué no existen sacerdotes», sino «si es necesario que exis- tan»; ya no es «cómo se hace un sacerdote», sino «para qué sacerdotes». Y, en todo caso, se pregunta: ¿por qué este tipo o modelo de sacerdote? ¿Hay que lamentarse de la desaparición de un «modelo arcaico», y empeñarse en la reproducción de un modelo tradicional? A situaciones nuevas ¿no habrá que proponer un nuevo tipo de ministerio? ¿Habrá que privar a las comunida- des de sacerdotes y de Eucaristía, por defender, en todo caso, un modelo de sacerdote masculino, célibe, ilustrado y aliñado según las exigencias de nuestros seminarios? ¿Cómo configurar los ministerios laicales, y cuál es la importancia que pueden o deben tener en la búsqueda de una respuesta a esta situación eclesial? ¿Cuáles son las funciones o servicios que pueden de- sempeñar los seglares, y en qué relación se encuentran con las funciones presbiterales? ¿Podrá encontrar la Iglesia un camino verdadero de renovación, desde la renovación de sus ministerios? Los problemas son tan serios y profundos que puede caerse en la tentación de escamotear un serio planteamiento, sea por el miedo a la conmoción de unos modelos establecidos, o por la incapacidad para nuevas soluciones, o por inseguridad ante res- ponsabilidades distintas. No es que la jerarquía eclesiástica no haya abordado este problema (v.gr. Pablo VI, Conferencias Epis- copales de Francia, Alemania, Brasil...), sino que en nuestra opi- nión no lo ha abordado con la radical profundidad que se merece, ni ha puesto los medios eficaces para la solución que reclama. Se recuerdan los problemas, pero no se aportan soluciones. Se evoca la crisis, pero se minimiliza. Se enuncian principios, pero no se sacan todas las consecuencias. En el fondo, se sigue pen- sando desde y para un modelo de sacerdote y de Iglesia que no se atiene a romper los moldes del pasado, ni a afrontar radical- mente las situaciones del presente, ni a proyectar con valentía las soluciones del futuro. Y, sin embargo, la realidad sigue ur- giendo a la búsqueda, porque (al menos en España) lo que tene- mos (todavía un número suficiente de sacerdotes] vamos a dejar de tenerlo (en diez años habrá de un 40-50 % menos de sacerdo- tes en edad «laboral»), y lo que esperamos (muchas comunida- des sin sacerdote) vamos a comenzar pronto a vivirlo (las con- secuencias se están ya percibiendo). Es en este contexto donde situamos el objetivo de nuestra obra. Trata de ofrecer elementos para una respuesta al problema INTRODUCCIÓN 15 de los ministerios, desde la profundización en su sentido escrl- turístico-teológico, desde la inserción en su contexto eclesloló- gico-comunitario, desde la integración de la variedad de minlste rios en una estructura ministerial renovada. Estamos convenci- dos de que los ministerios deben dejarse interpelar y deben res- ponder a las necesidades reales de las comunidades cristianas. Creemos que esta respuesta sólo será válida si tiene en cuenta el origen y punto de referencia paradigmático de la Escritura, y si al mismo tiempo mantiene un diálogo abierto y dinámico con la tradición o experiencia histórica de la Iglesia. Pensamos que la cuestión de los ministerios, lejos de ser un problema clerical de respuesta a una situación de indigencia de sacerdotes, es un problema eclesiológico, que debe desarrollarse en y desde la eclesiologia, y donde se juega el futuro de una estructura, un modelo, una imagen y una realización de Iglesia. Es, en fin, nues- tra opinión que sólo desde una verdadera renovación y valoración de los llamados «ministerios laicales», que conlleva una relativi- zación del actual modelo de presbítero, puede encontrarse un ca- mino de solución a las cuestiones que, por la indigencia de sacer- dotes, se plantean a la Iglesia y a las comunidades concretas. El estudio que presentamos quiere ser, pues, una aportación fundamentada y coherente de redescubrimiento de la identidad y funciones de los diversos ministerios en la Iglesia, de manera que se pueda prever una respuesta adecuada a una situación nueva, que viene a replantear, desde el hecho concreto de la falta de sacerdotes, la misma estructura ministerial y la redistribución de funciones de la Iglesia. Dividiremos la obra en dos partes fundamentales: la desti- nada más expresamente al «ministerio sacerdotal», y la dedicada más específicamente a los «ministerios laicales». Las dos partes están íntimamente unidas, se complementan y exigen mutua- mente. No pretendemos agotar ni acotar todas las cuestiones que plantea el tema. Pero sí nos esforzaremos por destacar aque- llos puntos más importantes en los que, a nuestro entender, se decide el rostro y el futuro de los ministerios. Esperamos así poder prestar un servicio, no sólo a los pas- tores y responsables de comunidades, que se interrogan sobre el futuro de los ministerios actuales y sobre la posibilidad de los ministerios nuevos, sino también a aquellos cristianos conscien- tes y responsables, que se sienten inquietos por la ausencia de sacerdotes, y no saben cuál será el porvenir de sus comunida- des. El determinar, o al menos el intuir, los caminos que debemos recorrer y las metas que hay que alcanzar, puede ser una ayuda no despreciable en orden a ir preparando el futuro.
  • 8. CAPITULO I ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA Antes de iniciar una reflexión teológica sobre los ministe- rios, creemos necesario tomar conciencia de su situación en la Iglesia actual. Para ello ofrecemos un breve sondeo sociológico a nivel general, que sintetiza los últimos datos por nosotros co- nocidos, y nos lleva a percibir los contomos y repercusiones del problema. Es preciso saber dónde estamos, para llegar a saber hacia dónde debemos dirigirnos. La fenomenología sobre los mi- nisterios eclesiales nos lleva a la ontología de los ministerios de la Iglesia. 1. PRECISIÓN TERMINOLÓGICA Permítasenos, ya en este primer momento, hacer algunas precisiones terminológicas, con el fin de evitar posibles confu- siones, y para permitir una mejor comprensión de nuestro len- guaje. a) Servicio: Es la tarea a realizar por el cristiano, en fidelidad al Evange- lio, y para la edificación de la comunidad, crecimiento de la vida cristiana y extensión de la salvación. La comunidad cristiana más que tener servicios, es servicialmente. Sin embargo, pueden se- ñalarse como servicios más importantes el de la Palabra, el del culto y el de la caridad. Los servicios se ejercen de formas va- riadas, y abarcan diversidad de funciones, de las que surgen
  • 9. 18 MINISTERIO SACERDOTAL MINISTERIOS LAICALES los distintos ministerios y variedad de figuras ministeriales'. Cuando hablamos de «servicios» nos referimos, pues, a las ta- reas del cristiano, en cuanto realizadas sobre todo para el bien de los demás, y en vistas a la edificación de la comunidad. Todo ministerio es un servicio, aunque no todo servicio es un minis- terio. b) Ministerio: En sentido amplio designa la misión global de la Iglesia (con- tinuadora de la obra de Cristo), los servicios fundamentales de esta misión (ministerio de la Palabra, del culto, de la caridad), el ejercicio espontáneo u ocasional por un cristiano de una de las funciones correspondientes a tales ministerios (ministerio de la acogida, de la catequesis...). Mientras hasta ahora la palabra «mi- nisterio» se usaba sobre todo en singular, y se refería casi ex- clusivamente a la función del «sacerdote» en cuanto investido de un cargo y consagrado por una ordenación, ahora suele em- plearse también en plural («ministerios») y se refiere a la va- riedad de servicios y funciones dentro de la Iglesia. Con todo, hay que notar que, en un sentido más teológico, se usa «minis- terio»2 : — Para indicar servicios precisos, de importancia para toda la comunidad, que comportan una cierta responsabilidad, son reconocidos por la Iglesia local y son relativamente estables. — Para señalar servicios que, además de implicar todo lo anterior, en mayor o menor grado, suponen una cierta insti- tucionalización de oficialidad y son asumidos en un acto li- túrgico expresamente destinado para ello. Se les llama mi- nisterios «instituidos». — Para referirse a los servicios que, suponiendo todo lo an- terior en un grado máximo, implican también la ordenación sacramental y la cualificación de gracia que los distingue del resto de los ministerios. Se les llama ministerios «orde- nados» y son el episcopado, el presbiterado y el diaconado. (1) Cf. J. DELORME, Diversidad y unidad de los ministerios según el Nuevo Testamento: en J. DELORME (ed.), El ministerio y los ministerios según el Nuevo Testamento, Cristiandad, Madrid 1975, pp. 288-299. En adelante cita- remos la obra con el nombre de Delorme. (2) Cf. A. TURCK, Des ministéres pour quelle Eglise?: Communautés et Liturgie 1 (1976), pp. 39-41; D. BOROBIO, Sobre el ministerio del catequista de confirmación y sus funciones dentro del proceso de iniciación cristiana: Seminarios 71 (1979), 12-19. ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA 19 c) «Ministerio sacerdotal»: En nuestra exposición hablamos de «ministerio sacerdotal» y de «ministerios laicales». Aunque la terminología no sea uni- forme en todos los escritores y se perciba una cierta evolución semántica, debemos indicar la razón por la que la empleamos. Preferimos hablar de "ministerio sacerdotal» y no de "sacerdo- cio ministerial», porque siendo el ministerio común a otros ser- vicios (v.gr. ministerio del lectorado), no lo es tanto lo «sacer- dotal» en cuanto cultural-ritual (v.gr. ministerio de la Palabra). Es verdad que todos participamos del «sacerdocio común» y que puede ser lícito el contraponerlo al «sacerdocio ministerial» de los ordenados. Con todo, nos parece más exacto hablar de «mi- nisterio sacerdotal», ya que es lo sacerdotal cultual lo que más bien especifica el ministerio en general, y no al revés. Siempre que hablemos del «ministerio sacerdotal» nos referimos, por tanto, al ministerio «ordenado» de los presbíteros y obispos. Po- dría discutirse si no sería mejor hablar de «ministerio presbite- ral», evitando así las dificultades del término «sacerdotal», pero entonces dejaríamos fuera de nuestro campo a los obispos. Por ello preferimos la expresión primera3 . d) «Ministerios laicales»: En cuanto a «ministerios laicales», si bien puede discutirse el valor de la expresión, por lo dicho resulta inteligible y señala sin ambigüedades la realidad a que se refiere. Por supuesto, el término «laical» lo empleamos como simple contraposición es- pecificadora de ministerio en relación con «sacerdotal». Pero no en cuanto que suponga, ni la aceptación, ni la defensa del dua- lismo clásico entre «sacerdotes» y «laicos», a partir de una defi- ciente comprensión del «sacerdocio» y del «laicado», y como si el laico no participara también del «sacerdocio» y el sacerdote no fuera también fundamentalmente un laico. Será necesario cier- tamente prescindir de las connotaciones negativas que lleva al binomio «sacerdocio-laicado», explicando nuestra realidad desde el binomio «comunidad-ministerios»4 . Pero tampoco esta termi- nología indica todo lo que queremos decir, ya que ni la comuni- dad es el sujeto de los ministerios, ni los ministerios son exclu- sivos del sacerdote ni de los fieles. Tal vez la expresión más (3) Cf. DELORME, 289. (4) Cf. J. M. CASTILLO, Los ministerios en la Iglesia: de una valoración clerical a una instancia comunitaria, Sal Terrae 1 (1974), 13-14. Sobre el sen- tido de «laico» y sus variaciones, desde una crítica a la visión de Y. M. Con- gar; cf. P. GUILMOT, Fin d'une Eglise cléricale, Cerf, París, 1969, 215 ss.
  • 10. 20 MINISTERIO SACERDOTAL. MINISTERIOS LAICALES exacta sería «ministerios de los fieles», con la connotación que tiene la palabra «fidelis» de cristiano creyente y perteneciente a la Iglesia, y evitando así el sentido peyorativo que pudiera te- ner «laico», sin embargo, no se destacaría tanto la distinción con el «ministerio sacerdotal», y tal vez no resultara tan claro y de- terminado su sentido, según indica la expresión «ministerios lai- cales», ya común en nuestros días. e) Sacerdote-presbítero: Como es sabido, el Nuevo Testamento no habla de sacer- dote sino refiriéndose a Cristo. Del pueblo de Dios se dice que es un pueblo «sacerdotal», pues le corresponde un «sacerdocio real». Pero nunca se llama a nadie personalmente «sacerdote», aunque se le haya encomendado un ministerio. El término em- pleado para designar a los ministros que han recibido la enco- mienda o investidura oficial para proclamar la palabra y presidir la comunidad es el de «presbítero», y no el de «sacerdote» (cf. Epístolas pastorales). Hacia comienzos del siglo III comienza a extenderse la costumbre de llamar «sacerdote», tanto al «epis- copos» cuanto al «presbíteros», sin duda por una evolución que condujo a poner el acento y concentrar el significado de los «mi- nistros ordenados» en su función cultual-sacerdotal. Debido a la preponderancia creciente de dicha función cultual-sacerdotal, dentro del conjunto de las tareas del ministro, se extenderá e impondrá como nombre más común para denominarlo el término «sacerdote»5 . En verdad responderá más a la concepción neo- testamentaria el 'hablar de «presbíteros» siempre que nos refi- ramos a los «ministros ordenados» que no son «obispos» ni «diáconos». Sin embargo, puesto que el lenguaje común no está familiarizado con la denominación de «presbítero», y ya que si hablamos de «el sacerdote» o «los sacerdotes» todo el mundo comprende exactamente los sujetos a que nos referimos, man- tendremos las expresiones más comunes. Es evidente que esto no indica, en nuestro caso, ni la defensa de un dualismo estruc- tural eclesial («sacerdotes» «laicos»), ni la minusvaloración del (5) Casi todos los autores que tratan del tema advierten esta evolución. Véase por ejemplo: J. COLSON, Ministre de Jesús-Christ ou le sacerdoce de l'Evangeile. Etude sur la condltion sacerdotale des ministres chrétiéns dans l'Église primitive (Theologie Misterique 4), Beauchesne, París 1966. En ade- lante COLSON. Especial referencia merecen, en todo lo que se refiere a esta cuestión, los estudios de T. VANHOYE, La structure Htteraire de l'Epítre aux hebreux, Bruges 1962; ID., Testi del nuovo Testamento sul sacerdozio, Roma 1976; ID., Prétres anciens. Prétre nouveau selon leNouveau Testament, Seuil, Paris 1980. ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA .' I sacerdocio de los fieles, ni la reducción de las funciones dol ministerio ordenado a su aspecto cultual-sacerdotal. 2. EL MINISTERIO SACERDOTAL Y SU CRISIS ACTUAL La Comisión Internacional de Teología escribía en 1970: «El Vaticano II constató ya que en nuestra época el puesto de los sacerdotes es cada vez más difícil, debido a los cambios pro- fundos y rápidos que se verifican en la actual situación humana y pastoral. Pero, después del Concilio, la situación se ha agra- vado de modo singular. Con razón se habla hoy de la crisis del sacerdocio. Crisis esta que se manifiesta en todas las regiones del mundo, si bien las razones que la motivan son diferentes, y su intensidad y extensión son variables»6 . Esta apreciación de hace doce años, lejos de suavizarse, se ha recrudecido en la actualidad. Los hechos, las estadísticas, los datos sociológicos hablan por sí mismos, y sus consecuencias no dejan lugar a fá- ciles optimismos. Teniendo en cuenta los límites y el objetivo de nuestro estudio, recogemos de forma sencilla algunos as- pectos y resultados más recientes y elocuentes al respecto. a) Hechos y datos que interpelan: «Los sacerdotes abandonan» Sigue siendo relativamente elevado el número de sacerdotes que, con la secularización obtenida o sin ella, abandonan su mi- nisterio, por causas diversas. Respecto a las secularizaciones se pasó de 640 en 1964, a 2.263 en 19687 . Solamente en España de 1975 a 1977 se secularizaron 845 sacerdotes8 . (6) Rapport de la Commission Internationale de Theologie, Le ministére sacerdotal, Cerf, París 1971, 11. Citaremos en adelante: Comisión Interna- cional. (7) Dato facilitado por el Servicio central de estadística del Vaticano en 1970. Cf. Comisión Internacional, 12. Nos referiremos solamente a algu- nos datos sobre la Iglesia en Europa Occidental. Pero las estadísticas, con raras excepciones, confirman el mismo proceso en otras latitudes. En Amé- rica Latina, por ejemplo en Brasil, de 1957 a 1973 el número de sacerdotes que abandonó el ministerio fue de 1.508, o sea, el 10% más o menos del total del clero del país. Así lo afirma el SECRETARIADO GENERAL DEL CELAM, Medellin, BAC, Madrid 1977, 157. (8) F. KLOSTERMANN, Die Pastoralen Dienste heute, Veritas Verlag, Linz-Wien-Passau, 1980, 335. V. SASTRE, Estructura generacional del clero es- pañol: Iglesia Viva, 91/92, (1981), 150.
  • 11. 22 MINISTERIO SACERDOTAL. MINISTERIOS LAICALES De modo general, y también por otras razones, el número de sacerdotes ha disminuido en Europa en proporciones muy altas, durante los últimos años. En Alemania, por ejemplo, había 14.600 sacerdotes diocesanos en 1950, y sólo llegaban a 11.423 en 19759 . En Francia eran 41.000 sacerdotes en 1966, y descendieron a 32.000 en 1976 10 . En España se pasó de 25.762 sacerdotes en 1969 a 25.481 en 1971, y a 23.975 en 1976". «Nadie quiere ser cura» Las vocaciones al sacerdocio, en proporción con los años ante-conciliares, disminuyen de un modo creciente, de manera que el número de los nuevos sacerdotes es totalmente insufi- cinte para cubrir los puestos vacantes y las necesidades pasto- rales de las Iglesias locales. Algunos datos hablan por sí mis- mos. En Austria, mientras el número total de ordenados (sacer- dotes diocesanos y religiosos) era de 163 en 1966, en 1979 fue sólo de 46 12 . En Alemania fueron ordenados 465 sacerdotes dio- cesanos y religiosos en 1969, mientras en 1977 sólo se ordenaron 209 13 . En Francia se ordenaron en total 656 sacerdotes en 1965, mientras en 1976 sólo se ordenaron 136 14 . En España descendió el número de los sacerdotes ordenados de 825 en 1961/62 a 231 en 1974/75. Y desde 1975 hasta 1977 se ordenaron 608 sacerdo- tes, mientras en el mismo tiempo hubo 845 secularizaciones. Y si entre los años 1970-1977 los seminaristas mayores pasan de 3.622 a 1.746, las ordenaciones, que en 1970 eran 609, en los años siguientes bajan a 200-2501S . (9) F. KLOSTERMANN, Ibid., 46. (10) Ibid., 56. (11) Datos tomados de la Guía de la Iglesia de España, correspondiente a los años indicados. Aunque los datos no son todavía muy significativos, parece percibirse una cierta «serenación» en las secularizaciones, en los dos últimos años. (12) F. KLOSTERMANN, 31. (13) Ibid., 47. En el Sínodo de Alemania de 1975 se describía así la si- tuación: «En los últimos diez años se ha reducido a la mitad el número de candidatos al sacerdocio en toda Alemania. De ellos sólo un tercio llegarán a ser ordenados sacerdotes, mientras otros muchos desean colaborar como laicos en las tareas de la Iglesia, después de haber terminado sus estudios teológicos. El número de sacerdotes que abandonan... alcanza en alguna dió- cesis la cifra de los nuevos ordenados. El envejecimiento de los sacerdotes que permanecen activos en su ministerio crece. En el curso de las próximas décadas el número de sacerdotes activos en el ministerio llegará a ser apro- ximadamente de un tercio del actual, alcanzando una media de edad de 65 años más de la mitad. La pregunta sobre la falta de sacerdotes ha venido a ser una pregunta vital de la Iglesia». Véase: Synode 1 (1975), 57. (14) F. KLOSTERMANN, 56. (15) Ibid., 60, 335. Cf. V. SASTRE, Estructura generacional de! clero ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS 1 N LA 101 I MA 23 «Las parroquias quedan sin pastor» Comienzan a ser cada vez más numerosas las parroquias y comunidades que en Europa Occidental, y en general en el mundo entero, quedan sin sacerdotes (siendo que normalmente los tu- vieron), y por tanto se ven privadas no sólo de su ayuda y ser- vicio permanente, sino también de la celebración dominical de la Eucaristía. Según los últimos datos estadísticos conocidos por nosotros16 , en Francia había en 1977, 1.100 parroquias que cele- braban su asamblea dominical sin sacerdote. Es posible que su número haya ascendido actualmente a 1.700. Las diócesis que cuentan con parroquias en esta situación son al menos 83 v . En Alemania se percibe este mismo fenómeno, de forma especial en algunas Diócesis. Se prevé, por ejemplo, que la Diócesis de Rotemburgo (2.112.000 católicos), en 1984 sólo ten- drá 661 sacerdotes dedicados a la pastoral parroquial, mientras que las parroquias serán 1.025. En Tréveris (1.958.000 católicos) pronto ocurrirá que sólo una de cada dos parroquias tendrá sacer- dote. Del 31 de diciembre de 1959 al 31 de diciembre de 1975 descendió el número de sacerdotes diocesanos de 1.185 a 873. Se calcula que para 1985 el número descenderá a 459, siendo el número de parroquias unas 1.00018 . Datos semejantes arrojan otras diócesis alemanas como Limburgo, Regensburgo, Augsbur- go...19 . Y lo mismo ocurre en otras naciones centroeuropeas, como Austria y Suiza20 . Es cierto que en otros países, como Holanda, Bélgica, Italia, España o Portugal... todavía no se plantea con la misma crudeza el problema de las parroquias sin sacerdote. Pe- ro si se tiene en cuenta la tendencia general señalada y el au- español, 149-150. En España, también en la cuestión de vocaciones, si bien el fenómeno no puede decirse que tenga entidad, parece percibirse un cierto re- torno de vocaciones que, en parte al menos, surgen de las pequeñas comu- nidades: neocatecumenados de Kiko Arguello, A.D.S.I.S. Así se constata, se- gún información personal, de las últimas reuniones de rectores de seminario. (16) Cf. M. BRULIN, Assamblées dominicales en l'absence des prétres: situation en France et enjeux pastoraux: LMD, 130 (1976), 80-113. (17) J. KERKHOFS, Sacerdotes y -parroquias'. Estudio estadístico: Con- cilium 153 (1980), 308. (18) J. KERKHOFS, Ibid., 308; F. KLOSTERMANN, 39-40. (19) F. KLOSTERMANN, 36-49. (20) F. KLOSTERMANN, 11-35. 51-56; ID., Wir brauchen Priester, Linz 1977; P. ZULEHNER, Wie kommen wir aus der Krise? Kirchliche Statistick Osterreichs 1945-1975 und ihre pastoralen Konsequenzen, Viena 1978; ID., Der Priestermangel und selne Folgen: en F. KLOSTERMANN (Ed.), Der Priester- mangel und seine Konsequenzen, Patmos, Dusseldorf 1977, 11-26.
  • 12. 24 MINISTERIO SACERDOTAL. MINISTERIOS LAICALES mentó creciente de la edad media del clero, no es difícil prever que pronto vamos a encontrarnos con idénticos problemasn . «Curas cada vez más viejos» En efecto, uno de los datos más significativos es el crecien- te envejecimiento del clero que, con ritmo más o menos acele- rado, constituye un fenómeno general de la Iglesia universal, si descontamos alguna rara excepción (v.gr. Polonia). En Alemania, en las Diócesis de Friburgo y Rotemburgo, por ejemplo, la edad media del clero entre los años 1975, 1985, 1995 va ascendiendo de los 45 años de media, a los 55 y a los 65 respectivamente. De manera que si hoy son alrededor del 25 % mayores de 65 años, en 1985 serán el 47 %, y en 1995 serán el 66 %, es decir, que las dos terceras partes del clero serán mayores de 65 años2í . En Francia, en 1965 había 34.065 sacerdotes por debajo de los 65 años; en 1975 sólo había por debajo de esta edad 27.131; en 1985 según la previsión estadística habrá solamente 18.000; y en 1995 únicamente serán 8.600 los sacerdotes que no supe- ren la edad de los 65 años. Es decir, que en 1985 los sacerdotes entre 30-34 años de edad serán de 2-4 % del total del clero; el 20 % tendrán entre 70-74 años; y el 8 % entre 80-84 años n . En España, los datos no son muy diferentes a los indicados. La pirámide de edades muestra un claro déficit estructural, un perfil anómalo. A partir de los cincuenta años los efectivos son cada vez menores. Los sacerdotes de menos de treinta años sólo son el 3 % 100 del total, cuando deberían ser cinco o seis veces más24 . V enfre nosotros, ¿qué ocurre? Disponemos de algunos datos recientes sobre el estado del clero en las diócesis vascas, y más en concreto sobre la dióce- sis de Bilbao, que queremos ofrecer como primicia informativa, y con el debido consentimiento de quienes amablemente nos los (21) V. SASTRE, Estructura generacional del clero español 145 ss., donde dice: «La Iglesia de nuestro país, hoy por hoy, es una de las mejor dotadas de sacerdotes de toda la Iglesia universal (uno por cada 1.864 hab.)... Pero añade: «Aunque en los próximos años se llegara a 2.000 ordenaciones por año (no son previsibles más que 250) la mella de la crisis de ordenacio- nes es ya suficientemente amplia para que pueda cubrirse. Ese vacío irrepa- rable va a modificar la tónica general del clero español». (22) P. M. ZULEHNER, Der Priestermangel.., 11-15. Pueden verse otros datos en el libro citado de F. Klostermann. (23) F. KLOSTERMANN, 59. (24) V. SASTRE, Estructura generacional de! clero español, 147-149. ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA 25 han prestado25 . Estos datos muestran hasta qué punto la evolu- ción y el estado actual del clero, así como su futuro, coinciden con lo señalado respecto a otros países europeos. (25) Estos datos proceden de un estudio encomendado por los Obispos del País Vasco a Dn. Francisco Azcona, actualmente Director de la Oficina de Estadística y Sociología de la Iglesia en España. Los referentes a la dió- cesis de Bilbao han sido completados con datos nuevos que nos han sido proporcionados por el Secretariado Social del Obispado de Bilbao.
  • 13. 26 MINISTERIO SACERDOTAL. MINISTERIOS LAICALES EVOLUCIÓN DEL NUMERO DE SACERDOTES EN LAS DIÓCESIS (1954-1978 ) 1950 • I I I I I I 1960 1970 Se da un descenso del N.° de sacerdotes, a partir del año 1967. Ese descenso tiene características similares en las cuatro diócesis. El promedio anual, durante estos últimos años, ha sido: • Pamplona, 26,6 sacerdotes menos al año. • Bilbao, 10,9 sacerdotes menos al año. • San Sebastián, 11,4 sacerdotes menos al año. • Vitoria, 10 sacerdotes menos al año. ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA 27 SACERDOTES DIOCESANOS ORDENADOS EN ESTOS AÑOS Años 1972 ... . 1973 ... . 1974 ... . 1975 ... . 1976 ... . 1977 ... . TOTAL . Pamplo- na-T. 6 5 1 4 1 2 19 Bilbao 6 6 2 5 11 6 36 San Se- bastián 6 5 2 0 4 1 18 Vitoria 12 3 7 12 3 0 37 SECULARIZACIONES Años Pamplo- na-T. Bilbao San Se- bastián Vitoria TOTAL 1966 1967 1968 1969 ... 1970 ... 1971 .. 1972 .. 1973 ... 1974 ... 1975 1976 ... 1977 ... 2 0 5 0 7 12 9 13 16 8 10 12 0 0 3 7 4 5 5 7 6 10 10 17 1 0 1 6 8 16 11 12 9 9 4 7 1 2 5 2 10 1 3 5 3 0 9 13 20 35 30 34 41 28 27 41 TOTAL 94 74 84 29 281
  • 14. 28 MINISTERIO SACERDOTAL. MINISTERIOS LAICALES EDAD DE LOS SACERDOTES PAMPLONA-T. Edad + 80 76-80 71-85 66-70 61-65 56-60 51-55 46-50 41-45 36-40 31-35 — de 30 N.° 32 30 66 90 68 63 120 142 116 88 53 2 Edad media: 54,30 años SAN SEBASTIAN Edad + 80 76-80 71-75 66-70 61-65 56-60 51-55 46-50 41-45 46-40 31-35 — de 30 N.° 24 24 55 75 69 67 60 109 107 62 40 7 Edad media: 55,42 años ño 1978) BILBAO Edad N.° + 80 76-80 71-75 66-70 61-65 56-60 51-55 46-50 41-45 36-40 31-35 — de 30 40 58 41 75 83 56 97 117 96 73 35 11 Edad media: 56 años VITORIA Edad N.° •f 80 76-80 71-75 66-70 61-65 56-60 51-55 46-50 41-45 36-40 31-35 •de 30 20 18 36 27 32 35 37 42 46 42 35 10 Edad media: 54,46 años ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA 29 CANDIDATOS AL SACERDOCIO, CURSO 77-78 Pamplona: Teología 10, Filosofía 5, total 15 Bilbao: Teología 36, Etapa Intermedia 21, total 57 * San Sebastián: Teología 11, Etapa Intermedia, 21, total . 32 Vitoria: Teología , Filosofía , total 36 En los años siguientes el n.° de candidatos para Bilbao es: 78-79: 51; 79-80: 44; 80-81: 36; 81-82: 37. SACERDOTES FUERA DE LA DIÓCESIS (febrero 1978) Pamplona-T 124 Bilbao 68 San Sebastián 63 Vitoria 91 14,25 % sobre el total de S. 8,77 % sobre el total de S. 9,17 % sobre el total de S. 19,40 % sobre el total de S. Podemos completar los datos anteriores respecto a la dió- cesis de Bilbao con algunos todavía más recientes, que han sido elaborados por el Secretariado Social del Obispado. El número de sacerdotes ha descendido de 775 en 1978 a 682 el 1 de diciem- bre de 1980. Las ordenaciones se han mantenido de modo esta- ble: 6 fueron en 1977, 7 en 1978, 8 en 1979, y 3 en 1980. La edad media del clero de Bilbao también ha crecido de 56 años de me- dia en 1978 a 56,45 en 1980; y según las previsiones, el aumento de la media será considerable para 1980. He aquí el cuadro que nos ha sido proporcionado al respecto: (1-12-80) EDADES 1980 1985 1990 25-30 31-35 36-40 41-45 46-50 51-55 56-60 61-65 66-70 71-75 76 y Total años » » » » J» * » 1» » más 20 26 52 60 96 103 54 75 72 46 78 682 4 26 26 52 59 95 102 53 70 64 75 626 4 10 26 . 26 52 58 93 101 48 62 90 570 — Media de edad del clero diocesano: 1980 (56,45 años). 1985 (59 años). 1990 (61,35 años).
  • 15. ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA 31 b) Causas que explican: Si esta es la situación, deben existir naturalmente unas cau sas que la explican. Señalamos algunas con brevedad. No es simple la razón: En relación con la disminución del clero digamos, en primer lugar, que el «abandono del ministerio o la emigración hacia otros lugares de actividad profanos» no pueden considerarse co- mo fenómenos de una aventura, sino como manifestación de un desequilibrio estructural en la sociedad cristiana. Como bien dice J. Moingt, «pretender explicar el primer fenómeno por la debilidad ante las tentaciones, y el segundo por la vergüenza de ser puesto aparte del resto de los hombres, es inútilmente inju- rioso, tanto para aquellos que permanecen en el ministerio cuan- to para aquellos que lo abandonan... En la mayoría de los casos un sacerdote no abandona el ministerio porque desea tener una mujer. Se va sencillamente porque ha dejado de creer en aque- llo que hacía. No se entrega a una función profana, por el deseo de liberarse de la pesada carga pastoral, perdiéndose entre la masa. Más bien busca emigrar hacia lugares más propicios para un contacto más verdaderamente humano y evangélico»26 . De una manera más inmediata y directa, y de una manera más general y última, creemos que pueden determinarse las si- guientes causas27 : — El conocimiento de que su ordenación fue un error, ya que su actividad pastoral ha constituido un permanente fra- caso, una frustración continua, que bloqueaba la propia rea- lización. — El choque radical e insistente con unas estructuras de Iglesia, que consideran trasnochadas, opresoras y antievan- gélicas, y el deseo de liberarse de tales estructuras. — El desánimo ante la indiferencia de un mundo materialis- (26) J. MOINGT, Services et lieux d'Église: Etudes 6 (1979), 836. (27) Cf. S. BURGALASSI, C'é un domaní per il prete?, Mondadori, Roma 1968; COMISIÓN INTERNACIONAL, 12-13; J. M. ABAD, Aproximación a la situación actual de los sacerdotes: VARIOS, De dos en dos, Sigúeme, Sala- manca 1980, pp. 27-69; F. URBINA, Hacia un replanteamiento actual de la problemática del ministerio sacerdotal en la Iglesia católica: Iglesia Viva 91/92 (1981), 7-28.
  • 16. 32 MINISTERIO SACFRDOTAI MINISTERIOS LAICALES ta, y la incapacidad de superar dificultades como la incomu- nicación con el mundo, la esterilidad del esfuerzo pastoral, la soledad humana, la indigencia económica y material. Todo lo cual lleva a buscar un trabajo más compensatorio en la sociedad, a protegerse con una seguridad económica y so- cial, a fundar una familia como lugar de encuentro y reali- zación. — La incompatibilidad entre su forma de concebir el minis- terio y la forma oficial del mismo; entre su concepción de la fe y la concepción de la Iglesia institucional, entre su con- cepción de la vida cristiana y sus funciones ministeriales. Cuando esta contradicción ha cristalizado y se ha hecho in- flexible, la permanencia resulta una contradicción y un su- frimiento. — El conflicto, insoportable para muchos, entre un modelo de sacerdote integrado totalmente en la vida del mundo y la sociedad, comprometido en la transformación y la evangeli- zación («modelo secular»), y otro modo de sacerdote, enten- dido como el hombre del rito y del pasado, de la continuidad y de la memoria histórica («modelo sacral»). La tensión pro- ducida entre la opción personal por un «modelo» y la impo- sición popular (el pueblo pide ritos de sacralización), am- biental (los problemas obligan a salir de las sacristías), ofi- cial (la Iglesia «condena en definitiva a ser magos»), por otro, llega, en algunos casos, a ser tan insoportable que conduce a la «emigración» o al abandono. — La entrega casi exclusiva a una función religioso-secular (denomínese promoción, liberación, evangelización) que lle- va al compromiso de toda la vida, a la pérdida de interés por las tareas ministeriales de la Palabra y el culto, a la instrumentalización de lo religioso, a la búsqueda de unos medios más eficaces que aquellos de que se dispone desde el «status» clerical. Esto conduce a una apatía por el minis- terio, y a una contradicción tan fuerte entre las funciones que el ministerio conlleva y los centros de interés que com- prometen la vida, que prácticamente desemboca en el aban- dono o «auto-marginación» ministerial. Las raíces son más profundas: Naturalmente, estas causas es preciso todavía enmarcarlas en el contexto de unos cambios más radicales de comprensión del mundo y de la Iglesia, en el marco de unas raíces sociológi- cas y eclesiológicas fundamentales M . Tales son: (28) COMISIÓN INTERNACIONAL, 16-21. Igualmente: JAN KERKHOFS, ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA 33 — El reto de la secularización: Cuando se exalta el valor de lo humano, se idolatriza la grandeza del mundo, se super- valoran los bienes de la tierra, y el horizonte de la vida, apa- rece como encerrado en un ensimismamiento del propio po- der y posibilidades..., resulta más difícil despejar los cami- nos del Absoluto, entregar la vida a una tarea que vea más allá en lo material, empírico, y compaginar en justa dialéc- tica el servicio a Dios con el servicio a los hombres, la fe con el rito, la vida con el culto, la Iglesia con el mundo. La Iglesia, sobre todo desde el Vaticano II, ha roto su aisla- miento y ha tomado conciencia de su ser en el mundo y para el mundo, y se ha comprometido en un diálogo de colabora- ción, reconciliación y salvación con el mundo. Pero esta opción teórica está todavía muy lejos de llegar a realizarse en la práctica, tanto por el mantenimiento de estructuras y formas, cuanto por la insistencia de corrientes recesivas e involutivas, así como por la ruptura permanente, en una u otra área, del necesario equilibrio entre los valores huma- nos y los valores religiosos, entre la identidad y la apertura, entre el compromiso y la fe... El sacerdote, que vive como nadie entre los polos de esta tensión, padece trágicamente sus consecuencias. «He aquí, pues, el sacerdote evocado a elegir entre la ruptura y el conformismo. Si elige el com- prometerse en los caminos de la secularización, aunque sea para descubrir nuevos modos de anuncio evangélico, se verá rechazado por aquello que conserva de personaje sa- cral. Y si acepta seguir el juego de su personaje, quedándo- se al servicio de las necesidades religiosas del pueblo, sea cual sea su buena voluntad y su creatividad evangélica, no podrá evitar el preguntarse si no habría hecho mejor dedi- cándose a otra cosa»29 . — La crisis de la Iglesia: Es evidente que la crisis del sacer- docio hay que interpretarla en el interior de la crisis más general de la Iglesia. También la Iglesia padece las conse- cuencias del reto de la secularización. Lo que en realidad está en crisis, no es tanto la forma de ser del sacerdote, cuanto la forma de ser y el mismo ser de la Iglesia, en cuan- to Iglesia en y para el mundo. Es lógico que si la Iglesia no From Frustration to liberation? A tactual approach to ministries in the church: AA.VV., Minister?, Pastor?, Prophet?, SC de PRES LTD., London 1980, 5-21; A. HOUTEPEN, Gospel, Church, Ministry. A theological diagnosis of present-day problems in the ministry, lbid., 22-40. (29) J. MOINGT, Services et lieux d'Eglise, 837. Sobre algunos de es- tos aspectos, véase lo que escribía ya O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, ¿Crisis del seminario o crisis de sacerdotes?, Marova, Madrid 1967.
  • 17. 34 MINISTERIO SACERDOTAL. MINISTERIOS LAICALES encuentra el verdadero sentido y realización de su ser, corno ser-para-los-demás, en el cumplimiento de la misión que Cris- to le ha encomendado, y en respuesta a las cuestiones y ne- cesidades de los hombres, tampoco podrá encontrarlo el sacerdote. En este momento de recomposición de estructu- ras y funciones eclesiales, de exigencias de corresponsabi- lidad, y de reivindicación de los derechos olvidados de los fieles, la Iglesia no puede por menos de conmoverse e inte- rrogarse sobre su propia identidad, sobre la manera mejor de adecuar su misión y medios, contenido y forma, Evan- gelio y fe, rito y vida. No es extraño, por tanto, que también los sacerdotes sufran las consecuencias de esta crisis, viéndose inmersos en un mundo de preguntas, que les lleva a revisar su sistema de valores y sus medios de actuación, sus contenidos evangeli- zadores y sus estructuras pastorales, su identificación con las estructuras de la Iglesia, sus prioridades de dedicación y acción pastoral. Pensamos que esta crisis, que en cierta medida ha llegado a una sedimentación en los últimos años, va a entrar en una nueva fase, sobre todo por la disminución del clero y por la conmoción de estructuras y funciones que influirá, dando origen a un nuevo modelo de Iglesia. — El conflicto de la identidad: De la crisis nace el conflicto de la identidad, tanto para la Iglesia cuanto para el sacerdo- te. «Si la prueba actual por la que atraviesa el sacerdote es una crisis de identidad, ello indica que se trata de una crisis de identidad de la Iglesia entera» 30 . La imagen tradicional de sacerdote heredada del Concilio de Trento (puesto privi- legiado en la comunidad, función de administrar los sacra- mentos sobre todo Eucaristía y Penitencia, responsable de la salvaguarda de la «verdadera e inalterable doctrina», de- fensor de la disciplina y las costumbres de la Iglesia, me- diador como «alter Ohristus» entre la comunidad y Cristo) (30) COMISIÓN INTERNACIONAL, 16. A pesar de que se siente cierto cansancio en atribuir casi todos los conflictos del clero a la «crisis de iden- tidad», no cabe duda de que ésta es una raíz fundamental del problema. Como bien se ha notado parece haber hoy un cierto deslizamiento de la cuestión respecto a los años anteriores. Si hace diez años la pregunta era: «sacerdo- tes, ¿para quién? (cf. A. BRUNOT, Curas ¿para qué?, Marova, Madrid 1969; K. RAHNER, Sacerdotes ¿para qué?, Paulinas, Madrid 1970; H. KÜNG, Sacer- dotes, ¿para qué?, Herder, Barcelona 1972), hoy aceptada la función insusti- tuible del presbítero, la cuestión es: «Sacerdotes, sí, pero ¿cómo?» (J. MAR- TIN ABAD, Aproximación a la situación actual de los sacerdotes: VARIOS, De dos en dos, Sigúeme, Salamanca 1980, pp. 32-33). O con otras palabras: Sacerdotes, sí, pero ¿qué tipo de sacerdotes?». ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA 35 se ha visto modificada por la nueva imagen que propone el Vaticano II (ministerio sacerdotal se explica en relación con el sacerdocio universal, comparte la responsabilidad con los fieles, exige una actitud colegial, no se limita a las funcio- nes sacramentales, se entiende no como ejercicio de un po- der, sino como servicio, está comprometido en las tareas de construcción del mundo). «Una concepción de sacerdocio estática, dominante e individualista, ha venido a ser sustitui- do por otra concepción de sacerdocio dinámico y multifor- me, en clave de servicio y de colegialidad» 31 . Hay que decir, sin embargo, que si ésta es la concepción, no siempre es ésta la realidad. Ni ha sido superado por todos el modelo de sacerdote tradicional, ni ha sido asumida por to- dos la nueva imagen de sacerdote. Los planos se confunden y superponen. Mientras la jerarquía parece empeñada en per- petuar el «cuerpo sacerdotal» a partir de un único modelo de sacerdote, los teólogos discuten sobre la necesidad de mo- delos nuevos32 . Si por un lado se insiste en un estado sacer- dotal jerarquizado, que de algún modo se impone a la comu- nidad, por otro se acentúa una doctrina del ministerio desde el criterio de la comunidad. Esto refleja el «entre-dos» en que se encuentran muchos sacerdotes urgidos, por otro lado, desde la realidad, a comportamientos, a veces, contradicto- rios. No se sabe si elegir entre el modelo impuesto o el mo- delo necesario. No se es libre para ejercer el ministerio co- mo se desearía, sujeto como se está a un «sistema ministe- rial» determinado. Los cambios de formas externas, de acti- vidad, de lenguaje, de forma de presencia en el mundo, no han logrado, ni disipar el malestar de los sacerdotes, ni re- solver su crisis de identidad. Muchos siguen preguntándose si son más ministros del Evangelio que ministros de un sis- Oí) Ibid., 17-18. Cobo bien dice F. URBINA, o c, 17-20: en el fondo, la razón última de la crisis de identidad estaba en el desfase eclesial que había mantenido un modelo de sacerdocio válido para el barroco, inválido para el mundo moderno... La crisis del sacerdocio es un momento de desin- tegración o destructuración de la forma, tipo, estructura o modelo anterior de sacerdocio ministerial, que podemos llamar también «figura histórica». Pero para reestructurarse, renovarse, hacia una forma, modelo o figura his- tórica nueva. (32) Cf. J. M. CASTILLO, Los ministerios en la Iglesia, 12; Ch. DU- QUOC, Theologie de l'Église et crise du ministére: Etudes 1 (1979), 101-104. La crítica que hace el autor a los planteamientos de la jerarquía francesa, y la respuesta que motivó por parte de un obispo significativo como E. MARCUS ('L'appel ou presbyteres': Etudes 3 (1979), 415-425), es una clara manifesta- ción de este doble planteamiento.
  • 18. 36 MINISTERIO SACERDOTAL. MINISTERIOS LAICALES tema, si su ministerio pastoral y sus prioridades de actua- ción responden al ideal; si esta forma posconciliar de ser sacerdote responde a las urgencias de las comunidades; si en el futuro va a haber quien continúe la tarea y ningún es- fuerzo va a ser reducido a la inutilidad. El miedo por la aventura: Hemos dicho que el número de sacerdotes disminuye, no só- lo porque se van los que son, sino también porque no vienen los que querrían ser. La ausencia de vocaciones y la escasez de se- minaristas también tienen sus causas, como son: — La influencia de un mundo secularizado y secularizador, que reduce al hombre a un ser unidimensional, y ahoga la instancia del Absoluto, condiciona la sensibilidad religiosa, y eclipsa el sentido del ministerio sacerdotal. — La actitud crítica de los jóvenes respecto a las institu- ciones sociales y eclesiales, respecto a la moral y las for- mas religiosas de la Iglesia, a la que se identifica como el baluarte del orden establecido y la tradición, personificados de forma especial en los sacerdotes33 . — El predominio de un ambiente materialista y hedonista, que lleva a poner la máxima aspiración en los bienes 'huma- nos, y en la felicidad que proporciona nuestra sociedad con- sumista, de manera que difícilmente se está dispuesto a la austeridad y la renuncia que supone la opción por el sacer- docio. — La polarización en los problemas y valores humanos, sea de carácter humanista, social o político, por motivos de jus- ticia, igualdad o libertad, que llega a ofrecérseles en mu- chos casos como campo suficiente para realizar sus aspira- ciones más nobles, sin que vean necesaria una entrega en el orden del sacerdocio. — La incapacidad que se siente para asumir un compromiso definitivo, que supone la aceptación del celibato, y el miedo a arriesgar su vida en una aventura difícil para la que se requiere una dosis de utopía e ilusión, poco común entre la juventud actual. — La falta de interés de los mismos sacerdotes en susci- tar vocaciones, en hacer explícita la llamada, en animar a quienes tendrían una disposición de acogida. En parte pue- de ser verdad que no hay convocados, porque no hay con- os) Ibid., 14. ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA 37 vocadores. No hay quien responda, porque tampoco hay quien llame M . — La falta de aprecio por la misión del sacerdote en las mismas familias, y el miedo de los mismos padres a la po- sible vocación de sus hijos al sacerdocio, oponiéndose a ello, a veces, con toda dureza. — La imagen negativa que muchos jóvenes tienen del sacer- dote, a quien se le considera como un hombre inadaptado y poco libre, cuya labor difícilmente se comprende, y cuyo estado celibatario fácilmente se rechaza. Si a esta imagen del ambiente añadimos, en algunos casos, la visión negativa del seminario que dan los mismos sacerdotes, cuando no las palabras de desánimo que pronuncian, se comprende la reac- ción de los jóvenes35 . Sin duda, se podrían señalar otras muchas razones, como el ejemplo negativo de algunos sacerdotes, su decreciente influen- cia y rol en la sociedad, la precariedad de su situación económi- ca, la atmósfera poco estimulante de algunas parroquias36 . Lo cierto es que a nuestros jóvenes les atrae bien poco la misión sacerdotal, el estilo de vida del sacerdote, y los medios y formas de presencia en el mundo. Será preciso quizás que preceda una nueva experiencia de fraternidad y comunidad, o tal vez que se abra el camino hacia un nuevo tipo de sacerdote, para que sea posible una respuesta a las necesidades del ministerio. En cual- quier caso, por parte de algunos, ya se advierte que la experien- cia comunitaria, unida a una desabsolutización de los «valores» que propugna la sociedad actual, así como a nuevos aspectos que sustenten la opción por el ministerio presbiteral... pueden ser factores que ayuden a una renovación, siempre aceptada la pluralidad de medios de acceso al sacerdocio36bis . «Si es algo constitutivo de la Iglesia la existencia de minis- tros ordenados, ésta no puede quedar supeditada a la genero- sidad de los jóvenes o al talante cultural de las generaciones. La Iglesia tiene derecho a proveerse por otro procedimiento» 37 . (34) Mons. ECHEGARAY, Le prétre, l'appelé appelant. Carta a los sacer- dotes enviada para el 16-4-78, en un documento del C.N.V. Cit. Ch. DU- QUOC, Theologie de l'Eglise et crise du ministére, 101-102. (35) Cf. F. KLOSTERMANN, 13-15. (36) Ibid., 19, 24, 42, 52, 57. (36 bis) Algunas observaciones al respecto en J. DE D. MARTIN VELAS- CO, Crisis de la condición sacramental del ministerio presbiteral. Notas para un análisis de la situación: Phase 123 (1981), 255-262. (37) J. M. CASTILLO, Los ministerios en la Iglesia, 13.
  • 19. 38 MINISTERIO SACERDOTAL. MINISTERIOS LAICALES El problema no es tanto cómo la Iglesia puede abastecerse de ministros con el sistema vigente, o cómo puede reproducir el ac- tual modelo de sacerdote, sino cómo puede y debe responder a las necesidades de la comunidad y el cumplimiento de los planes salvadores de Dios sobre los hombres. c) Consecuencias que urgen: La situación y las causas que hemos descrito tienen sin du- da consecuencias de gran importancia para la Iglesia y las co- munidades. Desde ellos podemos valorar la magnitud, la profun- didad y la trascendencia del problema. La falta de sacerdotes, quiérase o no, conmueve numerosos pilares del sistema ecle- sialM . — La sobrecarga de trabajo pastoral: Si a la reducción de sacerdotes, unimos la multiplicación de tareas en la época pos- conciliar, y la todavía persistente concentración de responsabi- lidades en el sacerdote, se comprenderá la sobrecarga de traba- jo, la incapacidad de atención a todos los problemas, la necesi- dad de una nueva redistribución de funciones. Esto urge a una planificación pastoral en la que las parroquias de un determina- do sector o territorio, dejen de ser «cotos cerrados», y se unan para una dirección común (un párroco que dirige varias parro- quias), y según un plan pastoral coordinado, en el que pueden colaborar algún(os) otro sacerdote, y sobre todo seglares. En este caso, se verifican cambios importantes, debido a la falta de sacerdotes: el sacerdote ya no está asignado a un territorio pas- toral fijo; la función del párroco viene a ser la de animación y coordinación, asumiendo el puesto de un «mini-obispo»; se con- mueve el clásico concepto de parroquia; los seglares pasan a tener un puesto más importante. Pero hay que preguntarse: ¿en qué medida esta organización puede dar cumplida respuesta a las necesidades de las comunidades? ¿Libera esto al sacerdote de una sobrecarga pastoral, que pueda axfisiarle, si se sigue reservando todos los asuntos que hoy se juzgan de su compe- tencia? — La concentración en lo cultual-sacerdotal: Las tres fun- ciones ministeriales de la Iglesia, del sacerdote y del cristiano, cada uno a su nivel, son la que corresponde al orden de la Pala- bra, la que pertenece al orden del servicio en la caridad, y la que se refiere al orden del culto. Durante muchos siglos el ministe- rio se ha centrado en la función sacerdotal-cultual. A partir del (38) Véase sobre todo: G. SCHMIDTCHEN, Zwischen kirche und Gesell- schaft, Freiburg 1972; P. M. ZULEHNER, Der Priestermangel und selne Folgen, l.c, 15-26; F. KLOSTERMANN, 11-94. ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA V) Vaticano II, sobre todo, se ha querido (aun sin conseguirlo siem- pre) poner el acento en la función evangelizadora catequétlca, buscando un reequilibrio de funciones. Debido a la falta de sacer- dotes, y a su carácter de «administrador de los sacramentos», que lo califica como el único que puede presidir la Eucaristía, ce- lebrar la reconciliación y la Unción de los Enfermos, se corre hoy el peligro de concentrar la función del sacerdote en su as- pecto sacramental-cultual. Los cambios por los que se llegaría a esto serían distintos hoy que ayer. Pero la consecuencia sería la misma, con el agravante de ir en contra de la concepción de la misma Iglesia, y de las aspiraciones de los mismos sacerdotes. Si nadie más que el sacerdote puede celebrar estos sacramentos, y la demanda que antes se repartía entre diversos sacerdotes, se concentra ahora en uno solo, es fácil deducir las consecuencias, no sólo de dedicación, sino también psicológicas y de imagen del mismo ministerio sacerdotal. — La crisis del «modelo» sacerdotal: Es evidente que si el sacerdote sigue siendo necesario para la comunidad, pero hay po- cos que quieran ser sacerdotes según el modelo actual, la Iglesia tendrá que prever otros «modelos», para que las comunidades puedan crecer y vivir realizando en ellas la plenitud de funciones que necesitan para su desarrollo. La ausencia de aspirantes al sacerdocio pone en cuestión la pervivencia de este modelo sacer- dotal. Parece claro que los «sustitutos del sacerdote» («ersatz- priester») no solucionan el problema, sino todo lo contrario, al pe- dírseles que desempeñen funciones sacerdotales sin consagra- ción sacerdotal, llevando a una pérdida de significado de la misma ordenación, y a una ambivalencia personal que, a veces perjudica a la misma comunidad. Se plantean, pues, otras posibilidades de respuesta que rompen con el modelo sacerdotal vigente: sacer- dotes sin celibato o casados, ordenación de mujeres o mujeres sacerdotes, laicos que, en determinadas condiciones, acceden al ministerio sacerdotal, ordenación de casados, sacerdotes «tem- porales» como respuesta a una necesidad de la comunidad... Y se estudian y discuten no pocas cuestiones al respecto: ¿En qué medida va unida la decisión por el sacerdocio con la opción por el celibato? ¿La ordenación de casados no encuentra acaso su apoyatura en una tradición de la Iglesia, y su exigencia en la actual situación eclesial? ¿Puede defenderse que a las mujeres les está prohibido «por derecho divino» y en razón de su sexo, el acceso al sacerdocio y por tanto la posibilidad de participación directa en el gobierno de la Iglesia? ¿Qué es más importante: mantener a ultranza un modelo de «sacerdote» o hacer posible el cumplimiento de la misión de Cristo, atendiendo a las necesida- des vitales de la comunidad cristiana?
  • 20. 40 MINISTERIO SACERDOTAL. MINISTERIOS LAICALES — El decrecimiento de la vida cristiana: En nuestras comu- nidades la vida cristiana tiene una «referencia sacerdotal», está orientada hacia la presencia y la actividad del sacerdote. Es ver- dad que ha llegado el tiempo de una cierta emancipación comuni- taria. Pero esto no quita para que se siga constatando la impor- tancia del sacerdote, como el personaje central desde el que se promueve, alimenta, expresa y madura la vida cristiana. El sacer- dote no lo es todo pero, por desgracia, sin él, a veces, no se manifiesta nada. Su actitud y su acción pueden ser estímulo o freno, pero son, en todo caso, decisivas. Pocos grupos esperan tanto de su «personaje social» como la comunidad cristiana de su sacerdote. Será quizás el fruto de una monopolización histó- rica clerical de funciones, y también quizás el resultado de una mayor necesidad del personaje para la expresión del misterio. En todo caso, el hecho es que allí donde no existe el sacerdote, hay un número importante de funciones que quedan sin realizarse, aun supuesta una normal participación de los laicos en las tareas de la comunidad. Tales son la «administración» de los sacramen- tos, sobre todo la celebración de la Eucaristía, la predicación autorizada a la comunidad, e! encuentro personal con los fieles, la visita personal a los enfermos y las familias, la coordinación de las diversas áreas de la misión en verdadera complementa- ción de dimensiones... Las estadísticas muestran con datos que allí donde no hay un sacerdote que anime, coordine y presida la vida de la comunidad, se percibe un verdadero decrecimiento de esta vida 39 . — La pérdida de la conciencia eclesial: La vinculación y el sentimiento de pertenencia la Iglesia sufren de modo importan- te, cuando falta el personaje o el medio vinculativo específico que la expresa. Ahora bien, no cabe duda que el «personaje» prin- cipal que cumple esta función es el sacerdote, y que los medios más significativos de esta función son los sacramentos. Como resulta que si falta el sacerdote faltan también los signos sacra- mentales más importantes (Eucaristía-Penitencia), nos encontra- mos con que la comunidad sin sacerdote se encuentra privada de los elementos exteriores fundamentales de su eclesialidad, y (39) Según los datos que ofrece P. M. ZULEHNER (I. c, p. 16-17) sobre la vida eclesial en parroquias con y sin sacerdote, en Karnten, entre los años 1947-1974, resulta que la vida de relación con la comunidad desciende de un 48 % en la comunidad con sacerdote a un 30 % en la comunidad sin sacer- dote; mientras el cumplimiento pascual es en el primer caso del 48 %, en el segundo del 32%; si las comuniones llegan a un 11 % en la primera pa- rroquia, sólo alcanzan el 3 % en la segunda; y mientras el abandono de la Iglesia se produce en el primer caso en un 5,2%, en el segundo es en un 7,8%. ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA II sometida a unos mayores riesgos de privatización religiosa y do pérdida de su conciencia eclesial. El sacerdote es para la comu- nidad, no sólo el «administrador» de los sacramentos o el «pro- dicador» de la Palabra, es sobre todo el símbolo personal fio comunicación eclesial, el «personaje de relación», el «otro sig- nificante»40 , desde el cual y por el cual se vive la comunión con la Iglesia universal, la pertenencia a la Iglesia particular, y la participación en la vida de la Iglesia local o comunidad concreta. Parece claro que esta función no pueden realizarla con la misma verdad los laicos, por muy cualificados que sean, si no son ver- daderos sacerdotes ordenados (v.gr. caso del diácono). Cuando no se ha recibido el Sacramento del Orden y la encomienda de la Iglesia, siempre se actúa con una especie de «déficit» de com- petencia y capacitación, de prestigio y de función, que recorta las posibilidades de respuesta a la comunidad (v.gr. no poder cele- brar la Eucaristía), y la riqueza significante de un símbolo-perso- naje de relación permanente y «autorizado». — La privación de la Eucaristía dominical: Siendo el sacerdote ordenado el único que puede presidir la celebración de la Eucaristía, es claro que allí donde haya una comunidad sin sacerdote, habrá una comunidad sin Eucaristía. Esto lleva a pre- guntarse sobre la necesidad de asamblea dominical; sobre las formas sustitutivas de culto comunitario; sobre la capacidad «sa- cerdotal» de los laicos; sobre el sentido del «precepto» domini- cal; sobre el derecho de una comunidad a la Eucaristía; sobre la posibilidad de vida verdaderamente comunitaria sin la comunión en la Cena y el Cuerpo del Señor... No es éste el lugar para res- ponder a todas estas cuestiones. Baste decir, por el momento, que ni la responsabilización de diversos ministerios por parte de los laicos, ni la promoción de asambleas dominicales sin Eu- caristía, pueden considerarse como «sustitutivos» definitivos del sacerdote o de la celebración eucarística. Por encima de todo precepto de la Iglesia, la Eucaristía es un derecho y un deber de la comunidad cristiana; es el «culmen y la fuente», el centro vi- tal de existencia y consistencia, el lugar privilegiado e insusti- tuible de expresión y realización de la comunidad. Podrá reunir- se a diversas comunidades cercanas, 'habrá que revisar y adaptar el ritmo de celebración eucarísticas, y tal vez será necesario pensar en un nuevo tipo de presidencia de la Eucaristía... Pero en cualquier caso, nunca será justo ni evangélico el dejar per- manentemente a una comunidad cristiana sin Eucaristía. La Eu- caristía es un elemento constitutivo e irrenunciable de la comu- (40) Cf. P. L. BERGER-T. LÜCKMANN, Die gesellschaftliche konstruktion der Wirklichkeit, Frankfurt 1969, 167 ss.
  • 21. 42 MINISTERIO SACERDOTAL. MINISTERIOS LAICALES nidad. Cualquier otro tipo de celebración, por muy digna que sea, podrá considerarse como una respuesta necesaria a una situa- ción de «anormalidad», pero no como una solución definitiva a las normales necesidades de la comunidad. Si, por otra parte, no se quiere que un número cada vez menor de sacerdotes cele- bre una cantidad cada vez mayor de Misas, como si fueran «má- quinas eucarísticas», es evidente que la solución debe buscarse en la línea de un nuevo modelo de ministerio sacerdotal41 . — La promoción de los ministerios laicales: En medio de las muchas consecuencias negativas que acarrea la falta de sacerdotes, 'hay una consecuencia positiva, que quizás puede ser en el futuro la verdadera vía de solución a los problemas plan- teados. Nos referimos a la necesaria promoción de los ministe- rios laicales, junto con la desclericalización de la comunidad, que acarrea la carencia de sacerdotes, en parte por reacción com- pensatoria y en parte como respuesta a la necesidad de una per- vivencia de la misma comunidad cristiana. Por desgracia, viene a resultar, a veces, necesario el que «desaparezca el cura», para que aparezca la responsabilización de la comunidad. Quizás sea verdad, también en este caso, que la comunidad «no aprecia lo que tiene, hasta que lo pierde», bien se deba esto a la mono- polización ministerial de los sacerdotes, o a la misma comodidad e indiferencia de la comunidad. Sea como sea, lo cierto es que ante la falta de sacerdotes surge inevitablemente la pregunta: ¿Quién hace ahora lo que antes hacía el cura? ¿Cuáles son las tareas que puede asumir la comunidad? ¿Quién se responsabili- za de estas tareas y en qué condiciones? ¿En qué medida exigen estas tareas una dedicación plena (cf. problema económico), o pueden realizarse en «horas extraordinarias» al servicio de la co- munidad? ¿No podría pensarse que, llegado un determinado mo- mento de experiencia, de madurez cristiana, de testimonio reco- nocido, de probada responsabilidad... sería posible ordenar co- mo sacerdotes, para presidir la comunidad y la Eucaristía, a aque- llos laicos que se han venido preparando por el desempeño per- manente de un ministerio? ¿Acaso no sería lógico que aquellos que han desempeñado el ministerio del «diaconado permanente», pudieran acceder, en las debidas condiciones y circunstancias al ministerio sacerdotal? ¿Qué relación existe entre el servicio a la unidad, la dirección de la comunidad y la presidencia de la Eucaristía? (41) Cf. sobre este punto, que volveremos a tratar con mayor profun- didad, pueden verse los interesantes trabajos recogidos en el libro en cola- boración J. BLANK-P. HÜNERMANN-P. M. ZULEHNER, Das Recht der Gemeinde auf Eucharistie, Pauiinus-Verlag, Trier 1976. ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA 43 Estas y otras preguntas se agolpan a la conciencia de la Iglesia ante el problema que se le echa encima. Nunca debiera haber sucedido que, para suscitar y promover los ministerios laicales, haya que haber esperado a un grave eclipse del minis- terio sacerdotal. Los ministerios laicales no son, ni la «pieza de recambio», ni el «parche de solución» a la crisis del clero. Son, más bien, la condición esencial de una manifestación del ser de la Iglesia, como pueblo de Dios, como comunidad responsable y creyente. Lo que, en definitiva, plantea la falta de sacerdotes, no es la sustitución del modelo sacerdotal, sino la renovación del modelo de Iglesia. Una Iglesia donde los fieles sean recono- cidos con sus derechos y deberes, con su capacidad y responsa- bilidad, con su misión y sus tareas, con sus carismas y minis- terios. Digamos ya, como conclusión de este apartado que, ante el actual estado de cosas, la Iglesia se plantea una seria alterna- tiva: o renovar y abrir los caminos hacia «nuevos modelos» de ministerio sacerdotal, o condenar a las comunidades a vivir sin alguien que las presida en plenitud significante. Más aún, o la Iglesia responde a los interrogantes que hoy plantea la realidad de los ministerios, o cae en la tentación de traicionar su misión ministerial recibida del mismo Cristo. Si la Iglesia no puede abastecerse de ministros por el sistema vigente, tiene el deber y el derecho de buscar otros medios adecuados para que en cada comunidad haya los ministros necesarios, de manera que se pue- da anunciar adecuadamente la Palabra, y celebrar dignamente los sacramentos, y promover fraternalmente la caridad, cumpliendo así la misión que Cristo le ha encomendado. Lo decíamos ya hace algún tiempo: «la renovación de los ministerios es una de las cuestiones más urgentes y decisivas que hoy se plantea en la Iglesia, ya que de estos ministerios depende, en alguna medida, el cumplimiento de la misión que procede de Cristo, la pervi- vencia de la comunidad cristiana, la revitalización de su fe y la atención a sus necesidades internas y extemas, dentro del mun- do concreto en que vive e intenta crecer. Los ministerios son una condición de posibilidad de asistencia y persistencia de la Iglesia en el espacio y el tiempo; y la adecuada estructuración minis- terial de la Iglesia es una condición de posibilidad del cumpli- miento de su misión en el mundo»42 . Quién sabe si la crisis sacerdotal no debe considerarse como una verdadera oportuni- dad («chance»), como una llamada de gracia, en orden a despe- (42) D. BOROBIO, Sobre el ministerio del catequista de confirmación y sus funciones dentro del proceso de la incitación cristiana: Seminarios 71 (1979), 11-44, p. 11.
  • 22. 44 MINISTERIO SACERDOTAL. MINISTERIOS LAICALES jar el ministerio de sus elementos extraños, y a descubrir la pluralidad de ministerios, y a determinar la especificidad del ministerio sacerdotal, y a renovar las mismas estructuras minis- teriales de la Iglesia, desde la renovación de los ministerios en cada comunidad cristiana. 3. LOS MINISTERIOS LAICALES Y SUS INTENTOS DE RENOVACIÓN Dado que nuestro objetivo es tratar, no sólo sobre el mi- nisterio sacerdotal, sino también sobre los ministerios laicales, conviene que, antes de estudiar su fundamento, su sentido y su variedad, demos una visión panorámica sobre su situación actual en las comunidades, de modo que podamos partir de donde esta- mos, para encaminarnos hacia la meta a la que deberíamos llegar. Es un hecho que mientras la Iglesia se va quedando sin minis- tros, la misma Iglesia se va llenando de ministerios nuevos. Mientras los seminarios quedan vacíos, fuera de ellos se desa- rrolla un nuevo tipo de vocación. Mientras las parroquias quedan sin pastores, las pequeñas comunidades eclesiales se llenan de servicios y ministerios y reclaman un nuevo tipo de ministro43 . Muchas comunidades entre nosotros presentan una imagen nue- va por el relieve y la importancia creciente que en ellas están to- mando los ministerios laicales. El grado de dedicación, el nivel de responsabilidad, el área de ejercicio de los diversos ministe- rios es diverso según los lugares, las situaciones, los servicios que se pretenden cubrir. Pero no cabe duda que, aquí y allá, en una u otra medida proliferan ministerios laicales, que desempe- ñan funciones en otro tiempo clericalizadas o sacralizadas, y por tanto, reservadas a quien tenía el «poder sacerdotal». a) Razones de un despertar de los ministerios laicales: ¿A qué se debe este resurgir de los ministerios laicales? ¿Qué ha cambiado para que sea posible el ejercicio de unas fun- ciones, antes reservadas en «exclusividad» al clero? ¿Por qué la disponibilidad y participación actual de los laicos va rompien- do la indiferencia e inactividad de otros tiempos? Sin pretender decir ni explicar todas las razones, señalaremos las que nos parecen más importantes. (43) Cf. R. LAURENTIN, La crisis actual de los ministerios a la luz del Nuevo Testamento: Concilium 80 (1972), 449. ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA 45 Nuevo concepto de Iglesia: El Concilio Vaticano II ha venido a ser algo así como la llave que nos ha abierto la puerta de tránsito de una eclesiología más piramidal, jerárquica y monolítica, a otra eclesiología más parti- cipativa, comunitaria y abierta. La Iglesia como sociedad perfec- ta, regida por el Papa y los Obispos, ha dejado un puesto a la Iglesia como misterio y sacramento de salvación, compuesta por todo el pueblo de Dios. Más aún, lo primario ya no es la jerar- quía, sino el pueblo de Dios, como lo da a entender el significa- tivo esquema seguido por la Lumen Gentium44 . La jerarquía de- berá entenderse, no como desde fuera y por encima del pueblo de Dios, sino dentro del mismo y como expresión privilegiada de la misión de servicio que Cristo ha encomendado a todo el pueblo de Dios. De este concepto de Iglesia nace, como es lógi- co, una nueva conciencia de ser y estar en la Iglesia, un nuevo sentido de pertenencia, una nueva configuración de la comuni- dad. Las distancias entre la jerarquía y el pueblo, entre los que mandan y los que obedecen, entre los que se dedican a las cosas de Dios y los que se entregan a los asuntos de los hombres... tienden al menos a reducirse. El «coto» ya no es tan privado, se tiene conciencia de que pertenece a todos. Los ministerios en la comunidad primitiva: En los tiempos precedentes y siguientes al Vaticano II se han intensificado y multiplicado los estudios exegéticos y teológicos sobre los ministerios en el Nuevo Testamento'15 . Creemos que uno de los resultados más importantes de esta investigación ha sido la valoración de los ministerios laicales. La comunidad pri- mitiva se estructura sobre la unidad y diversidad de ministerios. Uno mismo es el Espíritu que prolonga históricamente el «servi- cio» de Cristo, unificando a la Iglesia en una misma misión día- cónica, y diversificando esta misión en multiplicidad de dones y carismas, que comportan pluralidad de ministerios, para el bien común de la comunidad y la edificación de la Iglesia (cf. 1 Co 12). (44) Recuérdese, como indican todos los autores, que en dicho docu- mento se trata en primer lugar del «misterio de la Iglesia» (n. 1-8), después de la Iglesia como «pueblo de Dios» (n. 9-17), y a continuación de la «consti- tución jerárquica de la Iglesia» (n. 11-12). (45) Estudiaremos después el tema con más detención. Puede verse un excelente estudio del estado actual de la investigación (hasta 1973) en la vi- sión biliográfica y documentado trabajo de A. LEMAIRE, Les ministeres dans la recherche neo-testamentaire. Etat de la question: LMD 115 (1973), 30-60. Igualmente M. HOUDUK, Reciente disensión sobre los fundamentos neotesta- mentarios del ministerio sacerdotal: Concilium 80 (1972), 573-583.
  • 23. 46 MINISTERIO SACERDOTAL. MINISTERIOS LAICALES Desde esta misión fundamental y esta tarea se entiende el sacer- docio y la «jerarquía» en la Iglesia primera. A pesar de que, in- cluso en el N. T. aparecen diversos «modelos de Iglesia» y distin- ta estructuración ministerial según las Iglesias (v.gr. la Iglesia de Corinto, la Iglesia de Jerusalén, la Iglesia de las cartas Pasto- rales), se tiende a no ver oposición entre ministerio y ministe- rios, entre carisma e institución, entre participación «desde aba- jo» y ordenación «desde arriba». En cualquier caso, creemos que todo ello ha contribuido a la renovación de los ministerios laica- les en la Iglesia actual. Exigencias de participación y responsabilización: La exigencia de participación y responsabilización en la vida eclesial se manifiesta por dos conductos: la doctrina del Vatica- no II, y la que podemos llamar «reivindicación de los laicos». El Vaticano II ha formulado los principios exigitivos de una co- munidad activa y responsable, en la que todos los miembros es- tán llamados a participar, por el Bautismo y la Confirmación, en la misión y tareas de edificación de la Iglesia, según la capaci- dad, la disposición y el carisma de cada uno46 . El reconocimiento de este «derecho y deber»47 de todos los miembros del pueblo de Dios ha llevado a una nueva concienciación de los fieles y a una real promoción de los servicios y ministerios que les com- peten dentro de la comunidad cristiana. Pero no es esto todo: a la exigencia de la Iglesia ha venido a sumarse la «reivindica- ción» del pueblo que, influenciado por la nueva mentalidad de- mocrática y sensibilidad social-participativa, reclamaba un nuevo «estatuto» para su ser, estar y actuar en la Iglesia. Una vez rotas las barreras que separaban a la Iglesia del mundo, lo espiritual de lo material, lo sagrado de lo profano, los laicos van teniendo acceso a tareas y funciones que en otro tiempo se consideraron reducto o prerrogativa del clero. Ya no se consideran como res- ponsables solamente del mundo, sino también de la edificación de la Iglesia, de su imagen, estructuras y ministerios. Se da un «curioso entre-cruzado»: mientras los sacerdotes salen de su (46) Cf. VATICANO II: LG 9-12.30-38. Recordamos lo que se dice en el n. 33: «Los laicos congregados en el pueblo de Dios y constituidos en un solo cuerpo de Cristo bajo una sola Cabeza, cualquiera que sean, están lla- mados a fuer de miembros vivos, a procurar el crecimiento de la Iglesia y su perenne santificación con todas sus fuerzas, recibidas por beneficio del Creador y gracia del Redentor. El apostolado de los laicos es la participación en la misma misión salvífica de la Iglesia. A este apostolado todos están lla- mados por el mismo Señor en razón del Bautismo y de la Confirmación». (47) Ibid., SC 14. Lo mismo en la Ordenación General del Misal Ro- mano, n. 3. ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA 10II SI A 47 recinto hacia el mundo, los laicos son movilizados para asumir tareas de los sacerdotes... Todo indica que cuando el sacerdote viene a ser un nuevo «laico», y cuando el laico viene a ser un nuevo «ministro», se está autorizado a pensar que la distinción rígida entre laico-sacerdote ya no expresa de modo adecuado la estructura del pueblo de Dios»48 . No es que los laicos quieran «arrebatar», repartir o rechazar la «autoridad» y el puesto que compete a los sacerdotes. Lo que desean es que se abandone todo tipo de «dictadura» en la Iglesia, que se les considere como «mayores de edad», que se deje de utilizarlos como simples «ayudantes» o «auxiliares» del clero, que se creen espacios ade- cuados para el ejercicio de su misión de modo responsable, que puedan participar en aquellos organismos de dirección donde se decide el futuro de la Iglesia y de la comunidad cristiana49 Y todo esto, naturalmente, implica una renovación de las estructu- ras ministeriales de la Iglesia y un nuevo resurgir de los minis- terios laicales. Reconocimiento oficial de los ministerios laicales: Otra razón del resurgir de los ministerios laicales es su re- conocimieto oficial por parte de la Iglesia, sobre todo desde el Vaticano II. El mismo Concilio en la Lumen Gentium, después de tratar de la constitución jerárquica de la Iglesia (n. 24-27), se refiere a la función que desempeñan otros ministerios que, junto con el ministerio jerárquico, contribuyen a la edificación de la misma Iglesia (n. 30-38). La palabra «ministerio» no se reduce en el conjunto de los documentos del Concilio a los «ministerios ordenados» (obispo, sacerdote, diácono), sino que se aplica tam- bién a otros servicios, como el del catequista: «Para la plantación de la Iglesia y el desarrollo de la comunidad cristiana son nece- sarios varios ministerios que, suscitados por vocación divina del seno mismo de la congregación de los fieles, todos deben favore- cer y cultivar diligentemente; entre tales ministerios se cuentan las funciones de los sacerdotes, de los diáconos, de los cate- quistas y de la Acción Católica»50 . Si, por una parte, se exige que toda comunidad cristiana se establezca desde el principio de modo que sea «capaz de satisfacer sus propias necesidades», y de ejercitar las «funciones sacerdotal-profética y real que Cristo (48) H. DENIS, Ministres du cuite ou ministres de l'Evangile?: LMD 115 (1973), 143. (49) Cf. J. MOINGT, Services et lleux d'Église. I. La traversée des fron- tieres: Etudes 6 (1979), 840-844. (50) AG 15. La importancia del «ministerio» del catequista la manifiesta al dedicar un número completo a su formación: Ibid. 17.
  • 24. 48 MINISTERIO SACERDOTAL. MINISTERIOS LAICALES le ha encomendado»51 ; por otra se dirá que la «congregación de los fieles... se ve dotada de los ministerios e instituciones nece- sarias, cuales son: sacerdotes, religiosos y seglares»52 . Es, pues, evidente que para el Concilio la Iglesia universal, la parti- cular y la local-concreta se entienden como una comunidad que, para cumplir su misión y sus funciones, necesita de diversos mi- nisterios, los cuales deben ser asumidos, a distinto nivel, por los miembros de dicha comunidad, la mayoría de los cuales son lai- cos o seglares. Después del Vaticano II, el Motu Proprio «Ministeria Quae- dam»53 reconoció oficialmente como ministerios laicales insti- tuidos el «lectorado» y el «acolitado». Pablo VI, en la Exhortación Apostólica «Evangelii Nuntiandi»54 decía expresamente que «los seglares también pueden sentirse llamados a colaborar con sus pastores en el servicio de la comunidad eclesial, para el creci- miento y la vida de ésta, ejerciendo ministerios muy diversos, según la gracia y los carismas que el Señor quiera conceder- les»55 . Y entre estos ministerios enumera: «los catequistas, ani- madores de la oración y el canto, cristianos consagrados al ser- vicio de la Palabra de Dios o de la asistencia a los hermanos ne- cesitados, jefes de pequeñas comunidades, responsables de mo- vimientos apostólicos u otros responsables»36 . En los últimos años, diversas Conferencias Episcopales y numerosos obispos, se han ocupado del tema, orientando y urgiendo a una promoción de los ministerios laicales57 . Es natural, por tanto, que este reco- (51) AG 15. (52) AG 19. (53) Fue publicado por Pablo VI, el 15 de agosto de 1972, y en él se revisan las antiguas «órdenes menores», algunas de las cuales desaparecen, mientras otras recuperan su originario carácter laical. Volveremos sobre el tema en otro momento. Véase el texto en Ecclesia 2 (1972), 1.365-1.367. (54) El documento recoge los resultados del Sínodo de Obispos de 1974 sobre la Evangelización. Fue publicado en 1975. Cf La evangelización del mundo contemporáneo (Evangelii Nuntiandi), PPC, Madrid, 1975. (55) Ibid., n. 73, p. 64. (56) ilbíd., n. 73, p. 65. (57) Ciñéndonos sólo a las Conferencias Episcopales del mundo occi- dental, recordemos tres documentos importantes: CONFERENCIA EPISCO- PAL FRANCESA, Tous responsables dans l'Eglise? Le mlnistére presbiteral dans une Eglise toute entiére «ministérielle». Centurión, París 1975 (trad. es- pañola, Sal Terrae 1975); CONFERENCIA EPISCOPAL ALEMANA, Grundsátze zur Ordnung der pastoralen Dienste, el 8 de marzo de 1977; CONFERENCIA EPISCOPAL ITALIANA, / Ministeri nella Chiesa. Documento pastorale: Noti- ziario CEI, n. 8 (1973), 157-168. Cf. W. RUSP1, / ministeri istituiti nella inter- pretazione di alcune Chiese locall: Rivista Litúrgica 5 (1976), 629-640. ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA 49 nocimiento oficial por parte de la Iglesia sea una razón decisiva para la renovación de que hablamos. Multiplicación de funciones y necesidades: Al fenómeno señalado de la disminución de sacerdotes, se ha unido, en los últimos tiempos, el de la multiplicación de las funciones, lo cual ha generado un considerable incremento de necesidades. Si por una parte el clero comprendió que su función no se reducía a la sacerdotal-cultual, por otra, los laicos enten- dieron que su vida cristiana tampoco se limitaba al cumplimien- to con unas tradiciones y unos ritos cristianos. Junto a esto, y en parte por ello mismo, la Iglesia tomó conciencia de ser una Igle- sia misionera, no sólo «ad extra» sino también «ad intra». Una Iglesia que no sólo tenía que bautizar a los convertidos, sino también convertir a los bautizados. En una palabra, la Iglesia pasó de ser «Iglesia de cristiandad» a ser «Iglesia de misión». Esto condujo, sin duda, a una multiplicación de funciones, pues ya no bastaba con enviar misioneros a otras tierras, era preciso convertir a la misma comunidad en misionera. Ni era suficiente con catequizar a los niños, se requería también catequizar a los adultos. Ni se daba respuesta a la exigencia de la fe con celebrar- la, era necesario dar testimonio de ella en la transformación del mundo. Por tanto, el horizonte y las funciones se multiplicaban doblemente: hacia afuera, por una inserción en las tareas secu- lares y mundanas; y hacia adentro, por una conciencia de la ne- cesidad de evangelización eclesial interna. Ahora bien, la res- puesta adecuada a estas funciones y necesidades sólo puede ve- nir por una distribución y responsabilización comunitaria de las mismas, según el carisma de cada uno de sus miembros. Un sacerdote que pretenda «hacer todo» en la comunidad, no sólo no ha entendido lo que es la comunidad, sino que se está aho- gando en su propia limitación, y está obstaculizando el cumpli- miento de las funciones que se le plantean. La ¡nter-conexión de funciones, la encomienda y la responsabilización por parte de los seglares debe entenderse como una necesidad vital de creci- miento de la comunidad, no una «cesión» obligada de los sacer- dotes. Los celos de no pocos sacerdotes ante la extensión y el desempeño de funciones que tocan el poder religioso o rozan el umbral de lo sagrado, por parte de los laicos (v.gr. ministro extraordinario de la comunión, predicación...), se comprenden difícilmente desde una concepción de Iglesia como la indicada58 . (58) Cf. J. MOINGT, Services et lieux d'Eglise, 840-841.
  • 25. 50 MINISTERIO SACERDOTAL. MINISTERIOS LAICALES b] Ministerios laicales más frecuentes en las comunidades: Al principio de este apartado dábamos por sentado el hecho de una renovación y multiplicación de los ministerios laicales. Queremos indicar ahora cuáles son, en concreto, los ministe- rios laicales que se renuevan o surgen en las diversas comuni- dades. No pretendemos explicar aquí el sentido y las funciones de cada uno de estos ministerios, sino anotar su existencia en unas u otras comunidades, y describir brevemente su finalidad. Tompoco nos fijaremos, por el momento, en su cualidad de minis- terios «instituidos» o espontáneos, siendo suficiente la consta- tación de su ejercicio en la comunidad. Como es lógico, será pre- ciso situar cada uno de estos ministerios en su área geográfica, en su contexto eclesial concreto, y a partir de unas necesidades determinadas. Nuestra intención es ofrecer una visión panorámi- ca sencilla del estado en que se encuentran los ministerios laica- les en la Iglesia, y no detenernos en los datos de una Iglesia particular. Para ordenar nuestra exposición partimos de la distinción tridimensional básica de la misión de la Iglesia: misión profé- tica, sacerdotal, real, o, con otras palabras de la ministeriali- dad fundamental en el orden de la Palabra, del culto y del ser- vicio en la caridad, y concentramos los diversos ministerios lai- cales en torno a -cada uno de estos centros ministeriales59 . Por su especial importancia destacaremos, sin embargo, el ministe- rio laical que tiene como función primordial el ser responsable de la misma comunidad. aa) Ministerios laicales en el orden de la «dirección»: — La religiosa En algunos países de AMERICA LATINA, como Perú, Brasil, sucede que, debido a la extremada indigencia de sacerdotes, y el elevado número de católicos, se suele encomendar, sobre todo a «religiosas» (cuando las hay), la responsabilidad pastoral de la comunidad cristiana, y diversos servicios parroquiales. Estas re- ligiosas, en no pocos casos, bautizan, asisten como testigos al matrimonio, predican, distribuyen la comunión, cuidan de los an- cianos y enfermos, oran por los difuntos... Según el testimonio de estas religiosas, el pueblo las respeta y aprecia, participa en sus celebraciones y las ayuda. Lo único que lamentan es que no pueden ni presidir la Eucaristía, ni celebrar el Sacramento de (59) Toda nuestra exposición girará, en parte, en tomo a este esquema, que ¡remos explicando y completando en otros lugares. Cf. D. BOROBIO, Sobre el ministerio del catequista..., 16-18. ESTADO ACTUAL DE LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA 51 la Penitencia60 . Puede decirse que, por lo general, en América Latina la mujer desempeña ministerios importantes. Así actúan «como ministros extraordinarios de la Palabra y la Eucaristía. En algunas diócesis están personalmente a cargo de zonas y parro- quias donde no ¡hay sacerdotes. En movimientos especializados, a veces, hacen de «asesoras». En algunos casos, son delegadas para recibir el consentimiento matrimonial de las personas que contraen matrimonio, o bautizan... es decir, que despliegan una gran gama de actividades ministeriales» (o pastorales)»61 . En Honduras, debido a una parecida situación (una Vicaría tiene 280.000 católicos, 17 sacerdotes y 10 religiosas) se ha encomendado a seglares preparados el anuncio de la Palabra y la dirección de algunas comunidades especialmente necesitadas. Esta encomienda se hace a gente sencilla, generalmente agricul- tores, que reúnen la comunidad domingo tras domingo y cele- bran la Palabra de Dios. — El catequista También es de señalar que esta responsabilidad directiva es encomendada y asumida, a veces, por los diáconos o los lecto- res-catequistas, allí donde existen y se juzga necesario. No se debe olvidar que tanto los «ministerios del Lectorado y Acolita- do, como el Diaconado permanente son ya una realidad en casi todos los países de América Latina» 62 . La Conferencia Episcopal de Colombia pedía al respecto que los lectores y acólitos «pudie- ran ser delegados para promover y formar grupos apostólicos, co- munidades eclesiales de base, ejercitar el oficio de catequistas, desempeñar las cátedras de religión (según sus capacidades pe- dagógicas y su preparación doctrinal) y para otros muchos servi- cios pastorales determinados por el ordinario respectivo»63 . Y en el Encuentro Centroamericano sobre los ministerios se pedía el reconocimiento oficial o institución del «Ministerio de la unidad o presidencia», que sería «el de las personas que ejercen un liderazgo para suscitar y promover la unidad en medio de su co- munidad (coordinador, visitador, Presidente de Asamblea)64 . Por (60) F. KLOSTERMANN, 71. Cf. G. P. SOSS, Volkskatholizismus ¡n Bra- silíen, Mainz 1978, 175 ss. Para los datos que siguen nos servimos sobre todo del estudio de F. Klostermann. (61) J. E. MIJALCHYK, Ministerios laicales en América Latina: Semina- rios 72 (1979), 192. (62) J. E. MIJALCHYK, Ministerios laicales en América Latina, 187. (63) Directorio Pastoral, n. 8: cit. J. E. MIJALCHYK, 188. (64) Encuentro Centroamericano sobre: 'Celebración de la Palabra y Nuevos Ministerios», n. 2.3.3: cit. J. E. MIJALCHYK, 188.