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Revelación Capítulo 4
La Visión de las 4 Bestias y de los 24 Ancianos
Alrededor del Trono de Dios
La breve reseña de los cuatro seres vivientes en el cuarto capítulo de Apocalipsis revela
poco tocante a su precisa naturaleza y responsabilidades. Pero al juntar toda la accesible
información, se puede conseguir alguna idea de sus funciones. La cercanía de estos al
trono indicaría que son personajes de gran importancia. Ellos se ministran, y se encuen-
tran en, la misma presencia de Dios. Están más cerca del trono que los veinticuatro an-
cianos. Están a los cuatro lados del trono. Todo lo que significa el trono, ellos también
manifiestan. Tienen ojos por todas partes, de modo que todo lo ven y pueden dar razón
de ello, y dirigir con perfecto conocimiento y sabiduría. Son ellos quienes dirigen en la
adoración ante el trono de Dios, pues es cuando han elevado sus voces en gloria y ala-
banza, que los veinticuatro ancianos caen postrados en adoración ante el Creador del cie-
lo y de la tierra. Son de carácter cuadrifacético, combinando la sabiduría e introspección
de todas las órdenes de la creación, la razón, la inteligencia, la devoción, y el fervor es-
piritual del hombre; la majestad, valor, e intrepidez del león, la sumisión, paciencia y
fortaleza del buey; la visión, aguda visión, acción rápida, y poder golpeador del águila.
Mientras los ancianos son representantes del hombre delante de Dios, las criaturas vi-
vientes son representantes de Dios hacia el hombre. Mientras son consejeros al lado de
Dios, las criaturas vivientes son los vigilantes de Dios y ejecutores de los decretos divi-
nos. Mientras el servicio de los ancianos es al lado de Dios en el cielo, el servicio de los
seres vivientes es tanto en el gran santuario en el cielo y entre los pecadores y los
justos de la tierra. “De los ángeles él dijo: Quien hace a sus ángeles espíritus, y sus mi-
nistros como llama de fuego,” Heb. 1:7. Mientras los seres vivientes pueden ser conside-
rados como siendo ángeles, pueden ser considerados más apropiadamente como estando
a mayor altura jerárquica que los ángeles, estando al lado de Dios y al mandato de Dios,
listos para ser prestamente despachados a cualquier parte de este mundo o del gran uni-
verso. Se encuentran en cualquier punto del compás, al mando de todas las actividades
de Dios en silencio e invisibles, dirigiendo los asuntos de la tierra según los planes del
cielo. Edwin Thiele, Outline Studies in Revelation:97-98.
Versículo 1. “Después de esto vi una puerta abierta en el cielo. Y la primera voz que yo
había oído, que hablaba como trompeta, me dijo: "Sube acá, y te mostraré lo que ha de
suceder después".
CS:482-483. Pero una luz más viva surgió del estudio de la cuestión del santuario. Vie-
ron entonces que tenían razón al creer que el fin de los 2.300 días, en 1844, había mar-
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cado una crisis importante. Pero si bien era cierto que se había cerrado la puerta de
esperanza y de gracia por la cual los hombres habían encontrado durante mil
ochocientos años acceso a Dios, otra puerta se les abría, y el perdón de los pecados
era ofrecido a los hombres por la intercesión de Cristo en el lugar santísimo. Una
parte de su obra había terminado tan sólo para dar lugar a otra. Había aún una "puerta
abierta" para entrar en el santuario celestial donde Cristo oficiaba en favor del pecador.
CS:488. Cristo había abierto la puerta, o ministerio, del lugar santísimo, la luz brillaba
desde la puerta abierta del santuario celestial, y se vio que el cuarto mandamiento estaba
incluido en la ley allí encerrada; lo que Dios había establecido, nadie podía derribarlo.
NEV:11. El Amor Infinito ha provisto un sendero sobre el cual los redimidos del
Señor pueden pasar de la tierra al cielo. El camino es el Hijo de Dios. Ángeles guías
son enviados para dirigir nuestros errantes pies. La gloriosa escalera del cielo es
bajada hasta los pies de cada hombre, escalera que le evita al hombre camino del
vicio y la desgracia. Debemos caminar por encima de un Redentor crucificado an-
tes que pueda pasar hacia una vida de pecado. La voz de nuestro Padre celestial
nos está llamando: ‘Sube acá...’ Los humildes y fieles son guiados y protegidos en el
camino de la paz. Pero Aquel que es infinito en sabiduría no fuerza a nadie a recibir el
más precioso don del cielo—a nadie obliga a caminar en el sendero que ha sido provisto
a tan grande costo. A cada cual se le permite escoger por sí mismo el angosto, y lumino-
so sendero que lleva al cielo, o ese camino más amplio y fácil que termina en muerte.
Versículo 2. “Al instante fui en espíritu, y vi un trono en el cielo, y uno sentado sobre
él”.
PE:32. Entre los dos ángeles había un incensario de oro, y sobre el arca, donde estaban
los ángeles, una gloria en extremo esplendorosa que semejaba un trono en que moraba
Dios. Junto al arca estaba Jesús, y cuando las oraciones de los santos llegaban a él,
humeaba el incienso del incensario, y Jesús ofrecía a su Padre aquellas oraciones con el
humo del incienso.
ST, 4 de Abril de 1900. Cristo vino a nuestro mundo para ponerse donde estuvo Adán,
para soportar las tentaciones que Adán no pudo resistir. A favor de los seres que él ha-
bía creado, quienes a través del pecado se habían transformado en una raza caída,
él bajó del trono que había ocupado como Príncipe del cielo, y se arropó con las ves-
timentas de humanidad. Él sería tentado sobre todo punto en el cual el hombre sería ten-
tado.
17ML:213-214. La profecía levanta el velo para que contemplemos el trono del cie-
lo, para que veamos sobre ese trono, exaltado y elevado, Aquel que en forma hu-
mana vino a nuestro mundo a sufrir, para ser lacerado con llagas y heridas a causa
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de nuestras iniquidades. El castigo de nuestra paz fue sobre él, y por sus llagas fui-
mos nosotros curados. Él se proclama a sí mismo el abogado de la familia humana. An-
te todo el universo del cielo el Señor de gloria sufrió, en forma humana, para que su
amor, como un gran Auxiliador, pudiera fluir en ricas corrientes a todos los sufrientes
seres humanos. Él exclamó en su agonía. Él derramó su vida en la cruz por aquella oveja
perdida.
Versículo 3. “El que estaba sentado tenía la apariencia del jaspe y la cornalina. Un arco
iris, semejante a la esmeralda, rodeaba el trono”.
PP:97-98. En el cielo una semejanza del arco iris rodea el trono nimba la cabeza de Cris-
to. El profeta dice: "Cual parece el arco del cielo que está en las nubes el día que llueve,
así era el parecer del resplandor alrededor [del trono]. Esta fue la visión de la semejanza
de la gloria de Jehová." (Eze. 1:28). Juan el revelador declara: "Y he aquí, un trono que
estaba puesto en el cielo, y sobre el trono estaba uno sentado... Y un arco celeste había
alrededor del trono, semejante en el aspecto a la esmeralda." (Apoc. 4:2-3). Cuando por
su impiedad el hombre provoca los juicios divinos, el Salvador intercede ante el
Padre en su favor y señala el arco en las nubes, el arco iris que está en torno al
trono y sobre su propia cabeza, como recuerdo de la misericordia de Dios hacia el
pecador arrepentido.
A la seguridad dada a Noé respecto al diluvio, Dios mismo ligó una de las más preciosas
promesas de su gracia: "Juré que nunca más las aguas de Noé pasarían sobre la tierra; así
he jurado que no me enojaré contra ti, ni te reñiré. Porque los montes se moverán, y los
collados temblarán; mas no se apartará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz vaci-
lará, 98 dijo Jehová, el que tiene misericordia de ti." (Isa. 54:9-10).
5CBA:1107-1108. En el arco iris que se extiende por sobre el trono hay un testimo-
nio eterno de que "de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigé-
nito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda..." Siempre que se presente la
ley ante la gente, que el maestro de la verdad señale al trono cubierto con el arco iris de
la promesa, la justicia de Cristo. La gloria de la ley es Cristo. El vino a magnificar la
ley y a hacerla honrosa. Preséntese con claridad que la misericordia y la paz se han en-
contrado en Cristo, y que se han abrazado la justicia y la verdad...
Así como el arco en la nube se forma con la unión de la luz del sol y la lluvia, así
también el arco iris que rodea el trono representa el poder combinado de la miseri-
cordia y la justicia. No se debe presentar únicamente la justicia, pues se eclipsaría la
gloria del arco iris de la promesa que se extiende por encima del trono; los hombres sólo
podrían ver el castigo de la ley. Si no hubiese justicia ni castigo, no habría estabilidad
en el gobierno de Dios. Lo que hace completa la salvación es la combinación del juicio y
la misericordia. La unión de ambos, mientras contemplamos al Redentor del mundo y la
ley de Jehová, nos induce a exclamar: "Tu benignidad me ha engrandecido" (RH, 13-12-
1892).
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6CBA:1071-1072. Así como el arco iris se forma en las nubes por la combinación de la
luz del sol y de la lluvia, así también el arco iris que rodea el trono representa el poder
combinado de la misericordia y la justicia. No sólo debe sostenerse la justicia, pues esto
eclipsaría la gloria del arco iris de la promesa que está encima del trono; el hombre sólo
podría ver la penalidad de la ley. Si no hubiese justicia ni castigo, no habría estabilidad
en el gobierno de Dios.
La mezcla de juicio y misericordia es lo que hace la salvación plena y completa. La
combinación de los dos es lo que nos induce, a medida que contemplamos al Redentor
del mundo y la ley de Jehová, a exclamar: "Tu benignidad me ha engrandecido". Sabe-
mos que el Evangelio es un sistema perfecto y completo que revela la inmutabilidad de
la ley de Dios. Inspira el corazón con esperanza y con amor hacia Dios. La misericor-
dia nos invita a entrar por las puertas en la ciudad de Dios, y la justicia es inmolada para
conceder a cada alma obediente plenos privilegios como miembro de la familia real, hijo
del Rey celestial.
Si fuéramos defectuosos de carácter, no podríamos pasar por las puertas que la miseri-
cordia ha abierto para el obediente, pues la justicia está a la entrada y exige santidad y
pureza en todos los que quieran ver a Dios. Si la justicia fuera extinguida, y si fuera po-
sible que la misericordia divina abriera las puertas a todo el género humano sin tener en
cuenta el carácter, habría en el cielo una condición peor de descontento y rebelión que la
que hubo antes de que Satanás fuera expulsado. Se quebrantarían la paz, la felicidad y la
armonía del cielo. El traslado de la tierra al cielo no cambiará los caracteres de los
hombres; la felicidad de los redimidos en el cielo es el resultado de los caracteres for-
mados en esta vida a semejanza de la imagen de Cristo. Los santos en el cielo primero
habrán sido santos en la tierra.
La salvación para el hombre que Cristo ganó con un sacrificio tan grande, es la única
que tiene valor, es la que nos salva del pecado: la causa de todas las calamidades y des-
gracias de nuestro mundo. La misericordia ofrecida al pecador constantemente lo está
atrayendo a Jesús. Si responde y acude arrepentido y confesando sus pecados, si con fe
se aferra a la esperanza puesta ante él por el Evangelio, Dios no despreciará al corazón
quebrantado y contrito. De esta manera no es debilitada la ley de Dios, sino que se que-
branta el poder del pecado y el cetro de la misericordia se extiende al penitente pecador
(Carta 1f, 1890).
7CBA:1000. Aquel que se ha desempeñado como nuestro intercesor, que oye todas
las oraciones y confesiones de arrepentimiento, que está representado con un arco
iris rodeando su cabeza, símbolo de gracia y amor, pronto terminará su obra en el
santuario celestial. La gracia y la misericordia dejarán entonces el trono, y la Injusticia
tomará su lugar Aquel a quien han buscado sus hijos, ocupará el lugar que le correspon-
de: la investidura de juez Supremo (RH, 01-01-1889).
Ed:115. El arco iris que atraviesa los cielos con su arco de luz es una prenda del "pacto
perpetuo entre Dios y todo ser viviente". Y el arco iris que rodea el trono de lo alto es
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también para los hijos de Dios una prenda de su pacto de paz.
Así como el arco en las nubes es el resultado de la unión de la luz del sol y la lluvia,
el arco que hay sobre el trono de Dios representa la unión de su misericordia y su
justicia. Dios dice al alma pecadora pero arrepentida: Vive: Para ti se "halló reden-
ción".
"Porque esto me será como en los días de Noé, cuando juré que nunca más las aguas de
Noé pasarían sobre la tierra; así he jurado que no me enojaré contra ti, ni te reñiré. Por-
que los montes se moverán, y los collados temblarán, pero no se apartará de ti mi mise-
ricordia, ni el pacto de mi paz se quebrantará, dijo Jehová, el que tiene misericordia de
ti".
Ed:177. A orillas del río Quebar, Ezequiel vio un torbellino que parecía, proceder del
norte, "una gran nube, con un fuego envolvente, y alrededor de él un esplendor, y en
medio del fuego algo que parecía como bronce refulgente". * Cuatro seres vivientes mo-
vían numerosas ruedas entrelazadas. Por encima de todo esto "se veía la figura de un
trono que parecía de piedra de zafiro; y sobre la figura del trono había una semejanza
que parecía de hombre sentado sobre él". "Y apareció en los querubines la figura de una
mano de hombre debajo de sus alas". Las ruedas estaban dispuestas en forma tan com-
plicada, que a primera vista parecía que estaban en desorden; pero se movían en perfecta
armonía. Seres celestiales empujaban las ruedas, y ellos, a su vez, eran sostenidos y
guiados por la mano que estaba debajo de los querubines; sobre ellos, en el trono de za-
firo, estaba el Eterno, y alrededor del trono un arco iris, emblema de la misericor-
dia divina.
MC:62-63. El poder omnipotente del Espíritu Santo es la defensa de 63 toda alma con-
trita. Cristo no permitirá que pase bajo el dominio del enemigo quien haya pedido su
protección con fe y arrepentimiento. Es verdad que Satanás es un ser fuerte; pero, gra-
cias a Dios, tenemos un Salvador poderoso que arrojó del cielo al maligno. Satanás se
goza cuando engrandecemos su poder. ¿Por qué no hablamos de Jesús? ¿Por qué no
magnificamos su poder y su amor?
El arco iris de la promesa que circuye el trono de lo alto es un testimonio eterno de
que "de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que
todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna." (S. Juan 3:16.)
Atestigua al universo que Dios nunca abandonará a su pueblo en la lucha contra el
mal. Es para nosotros una garantía de que contaremos con fuerza y protección
mientras subsista el trono de Dios.
PR:274. Dios no reconoce distinción por causa de nacionalidad, raza o casta. El es el
Hacedor de toda la humanidad. Por la creación, todos los hombres pertenecen a una sola
familia; y todos constituyen una por la redención. Cristo vino para derribar el muro de
separación, para abrir todos los departamentos de los atrios del templo, a fin de que toda
alma tuviese libre acceso a Dios. Su amor es tan amplio, tan profundo y completo,
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que lo compenetra todo. Arrebata de la influencia satánica a aquellos que fueron
engañados por sus seducciones, y los coloca al alcance del trono de Dios, al que ro-
dea el arco iris de la promesa. En Cristo no hay judío ni griego, ni esclavo ni hombre
libre.
3SG:75. Un arco iris es presentado en el cielo alrededor del trono, que también se
encuentra arriba de la cabeza de Cristo, como símbolo de la misericordia de Cristo
abrazando la tierra. Cuando el hombre por su gran iniquidad provoca la ira de Dios,
Cristo, el intercesor del hombre, intercede por él y apunta hacia el arco iris en la nube
como evidencia de la gran misericordia y compasión divina por el hombre errante; tam-
bién apunta hacia él como siendo emblema de la gloria y misericordia de Dios que allí
descansa para el beneficio del hombre arrepentido.
6T:339-340. Por la diligencia en el colportaje, al presentar fielmente a la gente la cruz
del Calvario, el colportor duplica sus posibilidades de ser útil. Pero mientras presenta-
mos los métodos de trabajo, no podemos trazar una conducta invariable, que cada uno ha
de seguir; porque las circunstancias alteran los casos. Dios impresionará a aquellos cuyo
corazón está abierto a la verdad, que anhelan ser guiados. Dirá a su agente humano:
"Habla a éste o aquél del amor de Jesús." Apenas se menciona el nombre de Jesús con
amor y ternura, los ángeles de Dios se acercan para enternecer y subyugar el corazón.
Sean los colportores estudiantes fieles, que aprendan a dar éxito a su trabajo. Mientras
están así empleados, mantengan sus ojos, oídos y entendimiento abiertos para recibir sa-
biduría de Dios, a fin de saber ayudar a los que perecen por falta del conocimiento de
Cristo. Concentre cada obrero sus energías, y use sus facultades para el servicio
más elevado, que consiste en rescatar a los hombres de las trampas de Satanás y
vincularlos con Dios, asegurando la cadena de su dependencia por Jesucristo al
trono circuído por el arco iris de la promesa.
8T:23. El arco iris que rodea el trono nos asegura que Dios es fiel; que en él no hay
mudanza ni sombra de variación. Hemos pecado contra él y no merecemos su favor;
sin embargo, él mismo pone en nuestros labios la más admirable de las súplicas: "Por
amor de tu nombre no nos deseches, ni trastornes el trono de tu gloria: acuérdate, no in-
valides tu pacto con nosotros." (Jer. 14:21). Él se ha comprometido a prestar oído a
nuestro clamor cuando acudimos a él y confesamos nuestra indignidad y pecado. El ho-
nor de su trono garantiza el cumplimiento de la palabra que nos dirige.
TM:155. Por la fe miremos el arco iris que rodea el trono, la nube de pecados confe-
sados detrás de él. El arco iris de la promesa es una seguridad que se da a cada al-
ma humilde, contrita y creyente, de que su vida es una con Cristo, y de que Jesús es
uno con Dios. La ira de Dios no caerá sobre un alma que busca refugio en él. Dios
mismo ha declarado: "Y veré la sangre, y pasaré de vosotros". "Y estará el arco en las
nubes, y verlo he para acordarme del pacto perpetuo".
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Es Cristo el que ama al mundo con un amor infinito. Él dio su vida preciosa. Él fue el
unigénito del Padre. Él se levantó de entre los muertos, y está a la diestra de Dios, inter-
cediendo por nosotros. Ese mismo Jesús, con su humanidad glorificada, sin que haya
cesado su amor, es nuestro Salvador. Nos ha pedido que nos amáramos el uno al otro
como él nos amó. ¿Cultivaremos pues este amor? ¿Seremos semejantes a Jesús?
Versículo 4. “Alrededor del trono había otros veinticuatro tronos. Y sentados sobre
ellos veinticuatro ancianos vestidos de blanco, con coronas de oro sobre sus cabezas.”
12ML:250. Las coronas de los santos eran del oro más puro, y estaban llenas de estre-
llas, y brillaban como el sol al caminar todos juntos a la parte alta de la ciudad. Sus ros-
tros resplandecían con gloria, pues se veían a la expresa imagen de Jesús.
Versículo 5. “Del trono salían relámpagos, truenos y voces. Ante el trono ardían siete
lámparas de fuego, que son los siete Espíritus de Dios.”
CS:698. Sus palabras resuenan por la tierra como el estruendo de los más estrepitosos
truenos.
PP:352. Los terrores del Sinaí debían darle al pueblo una idea de las escenas del juicio.
El sonido de una trompeta llamó a Israel a presentarse ante Dios. La voz del arcángel y
la trompeta de Dios llamarán a la presencia del Juez desde todos los confines de la tierra
tanto a los vivos como a los muertos.
5T:754. La luz brillante que se extendía entre los seres vivientes con rapidez relampa-
gueante representa la velocidad con la cual esta obra finalmente ira hacia delante a su fi-
nal cumplimiento.
CS:466-468. Los lugares santos del santuario celestial están representados por los dos
departamentos del santuario terrenal. Cuando en una visión le fue dado al apóstol Juan
que viese el templo de Dios en el cielo, contempló allí "siete lámparas de fuego ardiendo
delante del trono". (Apoc. 4:5, V.M.) Vio un ángel que tenía "en su mano un incensario
de oro; y le fue dado mucho incienso, para que lo añadiese a las oraciones de todos los
santos, encima del altar de oro que estaba delante del trono." (Apocalipsis 8: 3, V.M.) Se
le permitió al profeta contemplar el primer departamento del santuario en el cielo;
y vio allí las "siete lámparas de fuego" y el "altar de oro" representados por el
candelabro de oro y el altar de incienso en el santuario terrenal. De nuevo, "fue
abierto el templo de Dios" (Apoc. 11:19, V.M.), y miró hacia adentro del velo interior, el
lugar santísimo. Allí vio "el arca de su pacto," representada por el cofre sagrado cons-
truido por Moisés para guardar la ley de Dios.
Así fue como los que estaban estudiando ese asunto encontraron pruebas irrefutables de
la existencia de un santuario en el cielo. Moisés hizo el santuario terrenal según un mo-
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delo que le fue enseñado. San Pablo declara que ese modelo era el verdadero santuario
que está en el cielo. Y San Juan afirma que lo vio en el cielo.
En el templo celestial, la morada de Dios, su trono está asentado en juicio y en jus-
ticia. En el lugar santísimo está su ley, la gran regla de justicia por la cual es probada to-
da la humanidad. El arca, que contiene las tablas de la ley, está cubierta con el propicia-
torio, ante el cual Cristo ofrece su sangre a favor del pecador. Así se representa la unión
de la justicia y de la misericordia en el plan de la redención humana. Sólo la sabiduría
infinita podía idear semejante unión, y sólo el poder infinito podía realizarla; es una
unión que llena todo el cielo de admiración y adoración. Los querubines del santuario te-
rrenal que miraban reverentemente hacia el propiciatorio, representaban el interés con el
cual las huestes celestiales contemplan la obra de redención. Es el misterio de misericor-
dia que los ángeles desean contemplar, a saber: que Dios puede 468 ser justo al mismo
tiempo que justifica al pecador arrepentido y reanuda sus relaciones con la raza caída;
que Cristo pudo humillarse para sacar a innumerables multitudes del abismo de la perdi-
ción y revestirlas con las vestiduras inmaculadas de su propia justicia, a fin de unirlas
con ángeles que no cayeron jamás y permitirles vivir para siempre en la presencia de
Dios.
CS:466-468. Los lugares santos del santuario celestial están representados por los dos
departamentos del santuario terrenal. Cuando en una visión le fue dado al apóstol Juan
que viese el templo de Dios en el cielo, contempló allí "siete lámparas de fuego ardiendo
delante del trono". (Apoc. 4:5, V.M.) Vio un ángel que tenía "en su mano un incensario
de oro; y le fue dado mucho incienso, para que lo añadiese a las oraciones de todos los
santos, encima del altar de oro que estaba delante del trono". (Apoc. 8:3, V.M.) Se le
permitió al profeta contemplar el primer departamento del santuario en el cielo; y vio allí
las "siete lámparas de fuego" y el "altar de oro" representados por el candelabro de oro y
el altar de incienso en el santuario terrenal. De nuevo, "fue abierto el templo de Dios"
(Apoc. 11:19, V.M.), y miró hacia adentro del velo interior, el lugar santísimo. Allí vio
"el arca de su pacto," representada por el cofre sagrado construido por Moisés para
guardar la ley de Dios.
Así fue como los que estaban estudiando ese asunto encontraron pruebas irrefutables de
la existencia de un santuario en el cielo. Moisés hizo el santuario terrenal según un mo-
delo que le fue enseñado. San Pablo declara que ese modelo era el verdadero santuario
que está en el cielo. Y San Juan afirma que lo vio en el cielo.
En el templo celestial, la morada de Dios, su trono está asentado en juicio y en jus-
ticia. En el lugar santísimo está su ley, la gran regla de justicia por la cual es probada to-
da la humanidad. El arca, que contiene las tablas de la ley, está cubierta con el propicia-
torio, ante el cual Cristo ofrece su sangre a favor del pecador. Así se representa la unión
de la justicia y de la misericordia en el plan de la redención humana. Sólo la sabiduría
infinita podía idear semejante unión, y sólo el poder infinito podía realizarla; es una
unión que llena todo el cielo de admiración y adoración. Los querubines del santuario te-
rrenal que miraban reverentemente hacia el propiciatorio, representaban el interés con el
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cual las huestes celestiales contemplan la obra de redención. Es el misterio de misericor-
dia que los ángeles desean contemplar, a saber: que Dios puede ser justo al mismo tiem-
po que justifica al pecador arrepentido y reanuda sus relaciones con la raza caída; que
Cristo pudo humillarse para sacar a innumerables multitudes del abismo de la perdición
y revestirlas con las vestiduras inmaculadas de su propia justicia, a fin de unirlas con án-
geles que no cayeron jamás y permitirles vivir para siempre en la presencia de Dios.
PP:370. Como se ha dicho, el santuario terrenal fue construido por Moisés, conforme al
modelo que se le mostró en el monte. "Era figura de aquel tiempo presente, en el cual se
ofrecían presentes y sacrificios." Los dos lugares santos eran "figuras de las cosas celes-
tiales." Cristo, nuestro gran Sumo Sacerdote, es el "ministro del santuario, y de aquel
verdadero tabernáculo que el Señor asentó, y no hombre." (Heb. 9:9, 23; 8:2). Cuando
en visión se le mostró al apóstol Juan el templo de Dios que está en el cielo, vio allí "sie-
te lámparas de fuego... ardiendo delante del trono." Vio también a un ángel "teniendo un
incensario de oro; y le fue dado mucho incienso para que lo añadiese a las oraciones de
todos los santos sobre el altar de oro que estaba delante del trono." (Apoc. 4:5; 8:3). Se
le permitió al profeta contemplar el lugar santo del santuario celestial; y vio allí "siete
lámparas de fuego ardiendo" y "el altar de oro," representados por el candelero de oro y
el altar del incienso o perfume en el santuario terrenal. Nuevamente "el templo de Dios
fue abierto en el cielo" (Apoc. 11:19), y vio el lugar santísimo detrás del velo interior.
Allí contempló "el arca de su testamento," representada por el arca sagrada construida
por Moisés para guardar la ley de Dios.
Versículo 6. “Ante el trono había como un mar de vidrio semejante al cristal. Alrededor
del trono había cuatro seres vivientes llenos de ojos, por delante y por detrás.”
PE:706. Delante del trono, sobre el mar de cristal, -ese mar de vidrio que parece re-
vuelto con fuego por lo mucho que resplandece con la gloria de Dios- hállase reunida
la compañía de los que salieron victoriosos "de la bestia, y de su imagen, y de su señal, y
del número de su nombre."
Versículos 7-8. “El primer ser viviente era semejante a un león, el segundo, semejante a
un becerro, el tercero tenía rostro como de hombre; y el cuarto, semejante a un águila en
vuelo. Cada uno de los cuatro seres vivientes tenía seis alas. Alrededor y por dentro es-
taban llenos de ojos. Y día y noche decían sin cesar: "¡Santo, santo, santo es el Señor
Dios Todopoderoso, que era, que es, y que ha de venir!".
RH, 22 de Diciembre de 1896. Los serafines que se encuentran ante el trono están
tan llenos de reverente asombro cuando contemplan la gloria de Dios que ni por un
instante se ven a sí mismos con complacencia propia, o en admiración de sí o de
uno al otro. Su alabanza y gloria es para el Señor de los Ejércitos, que es alto y exalta-
do, la gloria de cuyo séquito llena el templo. Al ver ellos el futuro, cuando tierra entera
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sea llena con su gloria, el triunfante canto hace echo del uno al otro en canto melodioso:
“Santo, santo, santo, es el Señor de los Ejércitos.” Están plenamente satisfechos en glori-
ficar a Dios; y en su presencia, debajo de su sonrisa de aprobación, nada más desean. En
llevar su imagen, en hacer su servicio y adorarle, su más alta ambición es alcanzada.
1SP:272. El arca del santuario celestial era el patrón del arca verdadera en el cielo. Allí,
al lado del arca celestial, se encuentran ángeles vivientes, a cada lado del arca, cada uno
con una ala haciendo sombra el propiciatorio, y estrechándose hacia arriba, mientras que
las otras alas están dobladas sobre sus formas simbolizando reverencia y humildad.
PE:35. Cuando el carro ascendía, las ruedas exclamaban. "¡Santo!" y las alas, al batir,
gritaban: "¡Santo!" y la comitiva de santos ángeles que rodeaba la nube exclamaba:
"¡Santo, Santo, Santo, Señor Dios Todopoderoso!" Y los santos en la nube cantaban:
"¡Gloria! ¡Aleluya!"
CM:388. Se me ha instruido que diga a los alumnos: En vuestra búsqueda de conoci-
miento, ascended más arriba que la norma puesta por el mundo; seguid adonde Jesús ha
abierto el camino. Y a los maestros quiero decirles: Guardaos de sembrar la semilla de
la incredulidad en las mentes y corazones humanos. Limpiaos de toda inmundicia de
la carne y del espíritu. La gloria culminante de los atributos de Cristo es su santi-
dad. Los ángeles se postran delante de él en adoración, exclamando: "Santo, santo,
santo es el Señor Dios Todopoderoso" (Apoc. 4: 8). Él es declarado glorioso en su
santidad. Estudiad el carácter de Dios. Contemplando a Cristo, buscándole con fe y ora-
ción, podéis llegar a ser como él.
CS:703. Los justos vivos son mudados "en un momento, en un abrir de ojo." A la voz de
Dios fueron glorificados; ahora son hechos inmortales, y juntamente con los santos resu-
citados son arrebatados para recibir a Cristo su Señor en los aires. Los ángeles "juntarán
sus escogidos de los cuatro vientos, de un cabo del cielo hasta el otro." Santos ángeles
llevan niñitos a los brazos de sus madres. Amigos, a quienes la muerte tenía separados
desde largo tiempo, se reúnen para no separarse más, y con cantos de alegría suben jun-
tos a la ciudad de Dios.
En cada lado del carro nebuloso hay alas, y debajo de ellas, ruedas vivientes; y
mientras el carro asciende las ruedas gritan: "¡Santo!" y las alas, al moverse, gri-
tan: "¡Santo!" y el cortejo de los ángeles exclama: "¡Santo, santo, santo, es el Señor
Dios, el Todopoderoso!" Y los redimidos exclaman: "¡Aleluya!" mientras el carro se
adelanta hacia la nueva Jerusalén.
Versículo 9. “Y cada vez que los seres vivientes daban gloria, honra y alabanza al que
estaba sentado en el trono, al que vive para siempre jamás,”
SJ:15. Antes que viniera a la tierra, Jesús era el comandante de la hueste angelical.
Pág. 11
Los más resplandecientes y exaltados de los hijos de la mañana anunciaban su glo-
ria en la creación. Velaban sus rostros ante él al sentarse Jesús sobre su trono.
Echaban sus coronas a sus pies, y cantaban sus triunfos al contemplar su grandeza.
ST, 7 de Marzo de 1892. La misión de Cristo---¡cuán poco es comprendida! Su infi-
nita condescendencia al descender del trono del cielo a la cruz del Calvario---¡cuán
poco es apreciada! No obstante aquí se encuentra la fuente de toda otra empresa misio-
nera. Los mensajeros del evangelio reciben su inspiración en la cruz. Entonces, alcan-
zando a todos los círculos de personas a su alrededor, han de circundar al mundo.
Versículo 10. Los veinticuatro ancianos se postraban ante el que estaba sentado en el
trono, adoraban al que vive para siempre jamás, echaban sus coronas ante el trono, y de-
cían:
PE:295. Dijo el ángel: "Satanás es la raíz, y sus hijos son las ramas. Ya están consumi-
dos raíz y ramas. Han muerto de una muerte eterna. Nunca resucitarán y Dios tendrá un
universo limpio." Entonces miré y vi que el mismo fuego que había consumido a los ma-
los quemaba los escombros y purificaba la tierra. Volví a mirar, y vi la tierra purificada.
No quedaba la más leve señal de maldición. La quebrada y desigual superficie de la tie-
rra era ya una dilatada planicie. Todo el universo de Dios estaba limpio y había termi-
nado para siempre la gran controversia. Por doquiera posáramos la vista, todo era santo
y hermoso. Toda la hueste de redimidos, viejos y jóvenes, grandes y pequeños,
arrojaron sus brillantes coronas a los pies del Redentor y, postrándose reverente-
mente ante él, adoraron al que vive por siempre. La hermosa tierra nueva, con toda
su gloria, iba a ser la heredad eterna de los santos. El reino, el señorío y la grandeza del
reino bajo todo el cielo fue dado entonces a los santos del Altísimo, que iban a poseerlo
por siempre jamás.
CS:489. El deber de adorar a Dios estriba en la circunstancia de que él es el Creador, y
que a él es a quien todos los demás seres deben su existencia. Y cada vez que la Biblia
presenta el derecho de Jehová a nuestra reverencia y adoración con preferencia a los dio-
ses de los paganos, menciona las pruebas de su poder creador. "Todos los dioses de los
pueblos son ídolos; mas Jehová hizo los cielos." (Salmo 96:5.) "¿A quién pues me 490
compararéis, para que yo sea como él? dice el Santo. ¡Levantad hacia arriba vuestros
ojos, y ved! ¿Quién creó aquellos cuerpos celestes?" "Así dice Jehová, Creador de los
cielos (él solo es Dios), el que formó la tierra y la hizo; ... ¡Yo soy Jehová, y no hay otro
Dios!" (Isa. 40:25, 26; 45:18, V.M.) Dice el salmista: "Reconoced que Jehová él es
Dios: él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos." "¡Venid, postrémonos, y encorvé-
monos; arrodillémonos ante Jehová nuestro Hacedor!" (Salmo 100:3; 95:6, V.M.) Y los
santos que adoran a Dios en el cielo dan como razón del homenaje que le deben:
"¡Digno eres tú, Señor nuestro y Dios nuestro, de recibir la gloria y la honra y el
poder; porque tú creaste todas las cosas!"
Pág. 12
ST, 19 de Junio de 1884. Si permitiríamos que nuestras mentes se espaciaran más en
Cristo y el mundo celestial, encontraríamos un poderoso estímulo y apoyo en nues-
tra lucha contra el pecado. Por fe podemos contemplar las coronas preparadas pa-
ra aquellos que vencerán; podemos escuchar el gozoso canto de los redimidos: “Tú
eres digno, O Señor, de recibir gloria y honor y poder;” “pues fuiste muerto, y nos
has redimido para Dios mediante la sangre.” Orgullo y amor del mundo perderán su po-
der al contemplar el amor infinito de Cristo, y las glorias de esa tierra mejor que tan
pronto ha de ser nuestro hogar.
Comentario Bíblico Adventista:
1.
Después de esto.
Es decir, después de que Juan hubo contemplado la visión de las siete iglesias (cap.1:10
a 3:22). "Después de esto" no especifica el tiempo transcurrido entre las dos visiones.
Miré.
O "vi", expresión que Juan usa repetidas veces para introducir nuevas escenas o 783 im-
portantes símbolos nuevos (ver com. cap. 1:2).
Una puerta.
Indudablemente se trata de la puerta que conduce a la sala del trono del universo (verso
2; compárese con el comentario del verso 5).
En el cielo.
No "que conducía al cielo", como si Juan estuviese afuera y mirando hacia adentro.
Como al mirar hacia adentro contempló el trono de Dios, ésta debe haber sido una puerta
que conducía a la sala del trono del universo. Esta sala del trono ha sido identificada
como el lugar santísimo del santuario celestial.
Después de considerar el estado de la iglesia en la tierra (cap. 1-3), la atención de Juan
se dirige ahora a una visión simbólica del trono de Dios en el cielo. Que la descripción
del trono de Dios y la escena que lo rodea en los cap. 4 y 5 deben entenderse simbólica y
no literalmente, es claro, por ejemplo en cap. 5:6, donde se describe a Cristo como "un
Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos", y, sin embargo, estaba
vivo y podía ir y tomar el libro de la mano de Dios. Puesto que éste es un lenguaje evi-
dentemente simbólico, es lógico que toda la escena profética deba interpretarse de la
misma manera. En el símbolo el profeta puede volar sobre los objetos terrenales y mate-
riales hasta alcanzar los niveles más elevados de la mente y el corazón, recibiendo im-
presiones celestes que sobrepujan la expresión del lenguaje literal (ver com. Eze. 1:10)
La primera voz.
El significado del texto original se expresa más claramente así: "He aquí... la primera
voz que oí como de trompeta, hablando conmigo, dijo..." Esta es, sin duda, la voz del
cap. 1:10, la que dio comienzo a la primera visión y ahora inicia la segunda.
Sube acá.
Una invitación para que Juan entrara en visión, apartando sus sentidos de las cosas te-
Pág. 13
rrenales que lo rodeaban para enfocarlos en las realidades celestiales.
Después de éstas.
No necesariamente después del cumplimiento de la visión anterior, sino desde el punto
de vista del tiempo de Juan; por consiguiente, esta declaración es paralela a la del cap. 1:
1 (ver el comentario respectivo).
2.
En el Espíritu.
Gr. en pnéumati (ver com. cap. 1:10). Juan entra en visión por segunda vez. No se sabe
cuánto tiempo transcurrió entre la primera visión y ésta.
Establecido.
El trono ya estaba en su lugar.
Uno sentado.
La reverente discreción de Juan para describir al Gobernante del universo con palabras
que parecieran en modo alguno antropomórficas, es clara, porque lo describe simple-
mente con el participio kath'menos, "sentado", sin decir qué o quién estaba sentado. Só-
lo afirma que sobre el trono había una presencia. Esta referencia al Padre se halla en no-
table contraste con la detallada descripción del Hijo (cap. 1: 13-16); pero el Hijo es hu-
mano a la vez que divino, y por lo tanto puede ser descrito apropiadamente en términos
humanos (verso 3; cf. cap. 6:16; 7:10).
3.
Que estaba sentado.
De nuevo sólo se usa el participio (ver com. verso 2).
Jaspe.
Gr. iáspis, que no es precisamente el jaspe moderno, sino una piedra descrita por el anti-
guo naturalista Plinio, como translúcida (Historia Natural xxxvii). Juan se refiere repeti-
das veces a piedras preciosas para describir colores brillantes, porque la luz del sol que
brillaba sobre tales piedras producía algunos de los colores más brillantes conocidos por
el hombre en sus días. El iáspis quizá describa aquí una luz brillante, refulgente, más no-
table por su brillo que por su color.
Cornalina.
La cornalina o alguna otra piedra de color rojizo. Aquí describe una luz rojiza, brillante.
Arco iris.
Compárese con la visión del trono de Dios que tuvo Ezequiel (cap. 1:26-28).
Semejante en aspecto a la esmeralda.
Es decir, de color verde. El brillo de la luz que refulge de la presencia sobre el trono se
templa con la suave luz verde del arco iris que rodea el trono. Este arco iris representa
la combinación de la justicia y la misericordia que caracterizan a Dios (Ed: 110-111; cf.
PVGM:114).
4.
Trono.
Gr. thrónos, "tronos". Los 24 ancianos están sentados sobre los 24 tronos que rodean el
trono de Dios.
Pág. 14
Veinticuatro ancianos.
Esta escena hace recordar a Isa. 24:23 (LXX): "Reinará el Señor.. y delante de los an-
cianos será glorificado". El hecho de que estos ancianos estén vestidos con vestiduras
blancas, que pueden simbolizar justicia (ver com. Apoc. 3:4), y que tienen sobre sus ca-
bezas "coronas" (stéfanos, emblema de victoria; ver com. cap. 2:10), ha inducido a algu-
nos a sugerir que representan a hombres redimidos. En una interpretación se explica que
la 784 descripción del trono celestial de los cap. 4 y 5 debe ubicarse en un tiempo antes
de que comiencen a suceder los acontecimientos simbolizados por los siete sellos. Si así
es, entonces los 24 ancianos, si son seres humanos, necesariamente debían ser hombres
que ya estaban en el cielo en los días de Juan. Los adventistas a menudo los han identifi-
cado con los santos que se levantaron de sus tumbas cuando Cristo resucitó (Mat. 27:52-
53; cf. Efe. 4:8), pues ése es un grupo que se sabe que fue resucitado. La resurrección
principal aún se halla en el futuro (1 Tes. 4:16). Por lo tanto, es un hecho que la presen-
cia de seres humanos en el cielo no puede tomarse como una evidencia de que la resu-
rrección de todos los redimidos debe preceder a los acontecimientos que se describen en
los sellos.
Otra interpretación compara a los 24 ancianos con las 24 órdenes del sacerdocio levítico.
Así como los sacerdotes ministraban delante de Dios en el santuario terrenal, así también
Juan ve a 24 ancianos que ministran en el santuario celestial.
Otros sugieren que los 24 ancianos simbolizan a Israel en su sentido más amplio (ver
com. Apoc. 7:4): dos ancianos por cada tribu: uno que simboliza al Israel literal; el pue-
blo de Dios antes de la cruz; y el otro, al Israel espiritual, la iglesia cristiana, el pueblo
de Dios después de la cruz. De esta manera pueden compararse con los 12 patriarcas y
los 12 apóstoles. Este parecer destaca el carácter simbólico de estas representaciones, en
vez de considerarlas como santos literales que están ahora en el cielo (ver com. verso l).
Algunos intérpretes ven en los 24 ancianos a ángeles y no a seres humanos. Ponen el én-
fasis en que se describe a los ancianos como ministrando las oraciones de los santos
(cap. 5: 8), una obra -dicen ellos- que difícilmente sería encomendada a seres humanos.
Ropas blancas.
Ver com. cap. 3:18.
Coronas.
Ver lo anterior en cuanto a los 'veinticuatro ancianos".
Oro.
Quizá sea sólo una señal de algo muy precioso.
5.
Relámpagos y truenos y voces.
Una expresión favorita de Juan (cap. 8:51, 11:19; 16:18), que posiblemente describe po-
der y majestad (ver Job 37:4-5; Salmo 29:3-4; Eze. 1:13).
Siete lámparas de fuego.
O "siete lámparas ardientes". Ver com. cap. 5:6. Aunque tienen cierto parecido con los
siete "candeleros" de oro del cap. 1: 12, son llamadas "lámparas" (lampás) y no "cande-
leros" o "portalámparas" (lujníon; ver com. cap. 1:12). Además, se dice claramente que
Pág. 15
representan a los siete Espíritus de Dios, mientras que los candeleros del cap. 1 represen-
tan a las siete iglesias (verso 20). Basados en este simbolismo algunos han identificado
la "puerta" (cap. 4:1) como una abertura hacia el primer compartimiento del santuario
celestial.
Siete espíritus.
Ver com. cap. 1:4.
6.
Mar de vidrio.
Esta descripción es muy parecida a la que da Ezequiel del trono de Dios, el cual estaba
sobre una "expansión" (Eze. 1:26). El vidrio tenía en la antigüedad mucho más valor del
que tiene hoy Aquí representa la apariencia clara y cristalina de la superficie sobre la
cual estaba el trono.
Cristal.
Gr. krústallos, una palabra que significa "cristal", un mineral incoloro, transparente, o
"hielo". Lo que Juan ve es una expansión amplia y brillante que refleja gloriosamente el
resplandor rojo y verde que rodea el trono. Compárese con la visión de Ezequiel (cap.
1:22).
Junto al trono, y alrededor del trono.
Como los querubines de Ezequiel (Eze. 1:22, 26), esos seres vivientes quizá se veían por
debajo del trono y alrededor de él. El simbolismo está en armonía con el antiguo pensa-
miento semítico. Un sarcófago de Biblos, de fines del segundo milenio a.C., describe a
un rey fenicio sentado sobre un trono sostenido por un querubín con forma de animal
(ver W. F. Albright, "What Where the Cherubim?' The Biblical Archaelogist 1:1 [Febre-
ro, 1938], PP:. 1-3). Cf. Salmo 80:1; 99:l; Isa. 37:16.
Seres vivientes.
Gr. zoon, "seres vivientes'. Zoon no indica a qué orden de seres pertenecen estos cuatro
"seres vivientes"; sin embargo, se parecen mucho a los de la visión de Ezequiel (ver
com. Eze. 1:5-26), quien los llama "querubines" (cap. 10:20-22).
Llenos de ojos.
Cf. Eze. 1:18; 10:12. Puede entenderse como símbolo de la inteligencia e incesante vigi-
lancia de los seres celestiales.
Puesto que el símbolo de los ojos proviene claramente de Ezequiel, es posible entenderlo
aquí según el pensamiento hebreo. En el AT se usa nueve veces la palabra hebrea 'áyin,
"ojo", con el sentido de "color" o "brillo" (Prov. 23:31; Eze. 1:4, 7, 16, 22, 27; 8:2; 10:9;
Dan. 10:6); lo que sugiere que al describir los cuatro animales como "llenos de ojos",
Juan podía estar expresando que su apariencia era de brillante resplandor.
7.
León.
Aquí aparece cada uno de los cuatro seres con una de las cuatro caras características de
cada uno de los querubines de la visión de Ezequiel (Eze. 1:10; 10:14). El significado de
estos símbolos se trata en com. Eze. 1:10.
8.
Pág. 16
Seis alas.
'Los querubines' de la visión de Ezequiel tenían cuatro alas cada uno (Eze. 1:6; 10:21),
mientras que los 'serafines" de Isaías tenían seis (Isa. 6:2). Las alas pueden indicar la Ve-
locidad Con que las criaturas celestiales ejecutan los mandatos de Dios (cf. Heb. 1:14).
Llenos de ojos.
Ver com. verso 6.
No cesaban.
Los hombres comúnmente trabajan de día y descansan de noche, pero ,'no se adormecerá
ni dormirá el que guarda a Israel" (Salmo 121:4). El poder divino que sostiene el univer-
so nunca descansa.
Día y noche.
La noche trae un intervalo para la mayoría de las actividades humanas, pero no tiene
efecto sobre la incesante corriente de alabanza a Dios que emana de los seres celestiales.
Santo, santo, santo.
Este es también el clamor de los serafines de la visión de Isaías (ver com. Isa. 6:3). No
hay una razón válida para tomar esta triple expresión de alabanza como que indica la
Trinidad, pues se dirige a quien está sobre el trono: al Padre. La segunda y la tercera
persona de la Trinidad son representadas aquí por otros símbolos (Apoc. 4:5; 5:6).
Señor Dios Todopoderoso.
Ver com. cap. 1:8.
El que era, el que es, y el que ha de venir.
Ver com. cap. 1:4.
9.
Aquellos seres vivientes.
Ver com. verso 6.
Esta alabanza es de carácter antifonal; se inicia con los seres celestiales más próximos a
Dios.
Acción de gracias.
Los seres celestiales y los seres humanos deben dar gracias a Dios sin cesar porque les
ha dado la vida. Existen porque él así lo quiere. Después de todo, Dios no le debe nada a
sus criaturas; ellas le deben todo a él.
Al que está sentado.
Ver com. verso 2.
Que vive por los siglos de los siglos.
Compárese con la expresión del AT "el Dios viviente" (Josué 3:10; Salmo 42:2; 84:2).
Dios es la fuente de toda vida, y el hecho de que viva 'por los siglos de los siglos" es la
base de que sustente incesantemente la naturaleza (ver com. Juan 1:4; Apoc. 4:8).
10.
Veinticuatro ancianos.
Ver com. verso 4.
Al Que está sentado.
Ver com. verso 2.
Pág. 17
Vive por los siglos de los siglos.
Ver com. verso 9.
Echan sus coronas.
Ver com. verso 4.
11.
Señor.
La evidencia textual establece (cf. p. 10) el texto "Señor y Dios nuestro" (BJ, BA, BC).
Los que sostienen el punto de vista de que los 24 ancianos son seres humanos, destacan
que el título kúrios "Señor", que usan los ancianos y no los cuatro seres vivientes, puede
tener importancia, porque kúrios es el equivalente griego del Heb. Yahvéh, el nombre
divino con el cual Dios se reveló a su pueblo (Éxo. 6:2-3). Este título, afirman, es parti-
cularmente adecuado para las alabanzas de los hombres. Ver t. I, PP:180-181.
Digno.
Dios es "digno" de recibir alabanzas de sus criaturas porque les ha dado la vida y todo lo
que poseen: las ha hecho lo que son.
Por tu voluntad.
A Dios le agradó traer a la existencia al universo y dar vida a sus criaturas. Vio que era
bueno hacerlo. No había nada deseable, según él, en estar solo en un universo vacío. Le
pareció muy bueno que el universo estuviera poblado por seres inteligentes, capaces de
apreciar y reflejar su amor infinito y carácter perfecto. Este fue su propósito al crearlos.
Existen y fueron creadas.
La evidencia textual establece (cf. p. 10) el texto "eran y fueron creadas". Con "eran"
Juan se refiere sin duda a la existencia del universo después de que Dios lo creó. Dios
creó todas las cosas y ahora las sustenta (ver com. Col. 1:17).
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
2-3 PP:97
3 DTG:455; Ed:110; 2JT:555; 3JT:213; PR:274; TM:157
5 CS:467; HR:395; PP:370
8 CM:308; CS:703; HR:432; PE:116, 287
10 HC:493; MeM:363; PE:190, 288, 295
11 CS:490; PR:51
https://sites.google.com/site/eme1888 ; eme1888@gmail.com

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Comentario de EGW - Apocalipsis 4

  • 1. Pág. 1 Revelación Capítulo 4 La Visión de las 4 Bestias y de los 24 Ancianos Alrededor del Trono de Dios La breve reseña de los cuatro seres vivientes en el cuarto capítulo de Apocalipsis revela poco tocante a su precisa naturaleza y responsabilidades. Pero al juntar toda la accesible información, se puede conseguir alguna idea de sus funciones. La cercanía de estos al trono indicaría que son personajes de gran importancia. Ellos se ministran, y se encuen- tran en, la misma presencia de Dios. Están más cerca del trono que los veinticuatro an- cianos. Están a los cuatro lados del trono. Todo lo que significa el trono, ellos también manifiestan. Tienen ojos por todas partes, de modo que todo lo ven y pueden dar razón de ello, y dirigir con perfecto conocimiento y sabiduría. Son ellos quienes dirigen en la adoración ante el trono de Dios, pues es cuando han elevado sus voces en gloria y ala- banza, que los veinticuatro ancianos caen postrados en adoración ante el Creador del cie- lo y de la tierra. Son de carácter cuadrifacético, combinando la sabiduría e introspección de todas las órdenes de la creación, la razón, la inteligencia, la devoción, y el fervor es- piritual del hombre; la majestad, valor, e intrepidez del león, la sumisión, paciencia y fortaleza del buey; la visión, aguda visión, acción rápida, y poder golpeador del águila. Mientras los ancianos son representantes del hombre delante de Dios, las criaturas vi- vientes son representantes de Dios hacia el hombre. Mientras son consejeros al lado de Dios, las criaturas vivientes son los vigilantes de Dios y ejecutores de los decretos divi- nos. Mientras el servicio de los ancianos es al lado de Dios en el cielo, el servicio de los seres vivientes es tanto en el gran santuario en el cielo y entre los pecadores y los justos de la tierra. “De los ángeles él dijo: Quien hace a sus ángeles espíritus, y sus mi- nistros como llama de fuego,” Heb. 1:7. Mientras los seres vivientes pueden ser conside- rados como siendo ángeles, pueden ser considerados más apropiadamente como estando a mayor altura jerárquica que los ángeles, estando al lado de Dios y al mandato de Dios, listos para ser prestamente despachados a cualquier parte de este mundo o del gran uni- verso. Se encuentran en cualquier punto del compás, al mando de todas las actividades de Dios en silencio e invisibles, dirigiendo los asuntos de la tierra según los planes del cielo. Edwin Thiele, Outline Studies in Revelation:97-98. Versículo 1. “Después de esto vi una puerta abierta en el cielo. Y la primera voz que yo había oído, que hablaba como trompeta, me dijo: "Sube acá, y te mostraré lo que ha de suceder después". CS:482-483. Pero una luz más viva surgió del estudio de la cuestión del santuario. Vie- ron entonces que tenían razón al creer que el fin de los 2.300 días, en 1844, había mar-
  • 2. Pág. 2 cado una crisis importante. Pero si bien era cierto que se había cerrado la puerta de esperanza y de gracia por la cual los hombres habían encontrado durante mil ochocientos años acceso a Dios, otra puerta se les abría, y el perdón de los pecados era ofrecido a los hombres por la intercesión de Cristo en el lugar santísimo. Una parte de su obra había terminado tan sólo para dar lugar a otra. Había aún una "puerta abierta" para entrar en el santuario celestial donde Cristo oficiaba en favor del pecador. CS:488. Cristo había abierto la puerta, o ministerio, del lugar santísimo, la luz brillaba desde la puerta abierta del santuario celestial, y se vio que el cuarto mandamiento estaba incluido en la ley allí encerrada; lo que Dios había establecido, nadie podía derribarlo. NEV:11. El Amor Infinito ha provisto un sendero sobre el cual los redimidos del Señor pueden pasar de la tierra al cielo. El camino es el Hijo de Dios. Ángeles guías son enviados para dirigir nuestros errantes pies. La gloriosa escalera del cielo es bajada hasta los pies de cada hombre, escalera que le evita al hombre camino del vicio y la desgracia. Debemos caminar por encima de un Redentor crucificado an- tes que pueda pasar hacia una vida de pecado. La voz de nuestro Padre celestial nos está llamando: ‘Sube acá...’ Los humildes y fieles son guiados y protegidos en el camino de la paz. Pero Aquel que es infinito en sabiduría no fuerza a nadie a recibir el más precioso don del cielo—a nadie obliga a caminar en el sendero que ha sido provisto a tan grande costo. A cada cual se le permite escoger por sí mismo el angosto, y lumino- so sendero que lleva al cielo, o ese camino más amplio y fácil que termina en muerte. Versículo 2. “Al instante fui en espíritu, y vi un trono en el cielo, y uno sentado sobre él”. PE:32. Entre los dos ángeles había un incensario de oro, y sobre el arca, donde estaban los ángeles, una gloria en extremo esplendorosa que semejaba un trono en que moraba Dios. Junto al arca estaba Jesús, y cuando las oraciones de los santos llegaban a él, humeaba el incienso del incensario, y Jesús ofrecía a su Padre aquellas oraciones con el humo del incienso. ST, 4 de Abril de 1900. Cristo vino a nuestro mundo para ponerse donde estuvo Adán, para soportar las tentaciones que Adán no pudo resistir. A favor de los seres que él ha- bía creado, quienes a través del pecado se habían transformado en una raza caída, él bajó del trono que había ocupado como Príncipe del cielo, y se arropó con las ves- timentas de humanidad. Él sería tentado sobre todo punto en el cual el hombre sería ten- tado. 17ML:213-214. La profecía levanta el velo para que contemplemos el trono del cie- lo, para que veamos sobre ese trono, exaltado y elevado, Aquel que en forma hu- mana vino a nuestro mundo a sufrir, para ser lacerado con llagas y heridas a causa
  • 3. Pág. 3 de nuestras iniquidades. El castigo de nuestra paz fue sobre él, y por sus llagas fui- mos nosotros curados. Él se proclama a sí mismo el abogado de la familia humana. An- te todo el universo del cielo el Señor de gloria sufrió, en forma humana, para que su amor, como un gran Auxiliador, pudiera fluir en ricas corrientes a todos los sufrientes seres humanos. Él exclamó en su agonía. Él derramó su vida en la cruz por aquella oveja perdida. Versículo 3. “El que estaba sentado tenía la apariencia del jaspe y la cornalina. Un arco iris, semejante a la esmeralda, rodeaba el trono”. PP:97-98. En el cielo una semejanza del arco iris rodea el trono nimba la cabeza de Cris- to. El profeta dice: "Cual parece el arco del cielo que está en las nubes el día que llueve, así era el parecer del resplandor alrededor [del trono]. Esta fue la visión de la semejanza de la gloria de Jehová." (Eze. 1:28). Juan el revelador declara: "Y he aquí, un trono que estaba puesto en el cielo, y sobre el trono estaba uno sentado... Y un arco celeste había alrededor del trono, semejante en el aspecto a la esmeralda." (Apoc. 4:2-3). Cuando por su impiedad el hombre provoca los juicios divinos, el Salvador intercede ante el Padre en su favor y señala el arco en las nubes, el arco iris que está en torno al trono y sobre su propia cabeza, como recuerdo de la misericordia de Dios hacia el pecador arrepentido. A la seguridad dada a Noé respecto al diluvio, Dios mismo ligó una de las más preciosas promesas de su gracia: "Juré que nunca más las aguas de Noé pasarían sobre la tierra; así he jurado que no me enojaré contra ti, ni te reñiré. Porque los montes se moverán, y los collados temblarán; mas no se apartará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz vaci- lará, 98 dijo Jehová, el que tiene misericordia de ti." (Isa. 54:9-10). 5CBA:1107-1108. En el arco iris que se extiende por sobre el trono hay un testimo- nio eterno de que "de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigé- nito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda..." Siempre que se presente la ley ante la gente, que el maestro de la verdad señale al trono cubierto con el arco iris de la promesa, la justicia de Cristo. La gloria de la ley es Cristo. El vino a magnificar la ley y a hacerla honrosa. Preséntese con claridad que la misericordia y la paz se han en- contrado en Cristo, y que se han abrazado la justicia y la verdad... Así como el arco en la nube se forma con la unión de la luz del sol y la lluvia, así también el arco iris que rodea el trono representa el poder combinado de la miseri- cordia y la justicia. No se debe presentar únicamente la justicia, pues se eclipsaría la gloria del arco iris de la promesa que se extiende por encima del trono; los hombres sólo podrían ver el castigo de la ley. Si no hubiese justicia ni castigo, no habría estabilidad en el gobierno de Dios. Lo que hace completa la salvación es la combinación del juicio y la misericordia. La unión de ambos, mientras contemplamos al Redentor del mundo y la ley de Jehová, nos induce a exclamar: "Tu benignidad me ha engrandecido" (RH, 13-12- 1892).
  • 4. Pág. 4 6CBA:1071-1072. Así como el arco iris se forma en las nubes por la combinación de la luz del sol y de la lluvia, así también el arco iris que rodea el trono representa el poder combinado de la misericordia y la justicia. No sólo debe sostenerse la justicia, pues esto eclipsaría la gloria del arco iris de la promesa que está encima del trono; el hombre sólo podría ver la penalidad de la ley. Si no hubiese justicia ni castigo, no habría estabilidad en el gobierno de Dios. La mezcla de juicio y misericordia es lo que hace la salvación plena y completa. La combinación de los dos es lo que nos induce, a medida que contemplamos al Redentor del mundo y la ley de Jehová, a exclamar: "Tu benignidad me ha engrandecido". Sabe- mos que el Evangelio es un sistema perfecto y completo que revela la inmutabilidad de la ley de Dios. Inspira el corazón con esperanza y con amor hacia Dios. La misericor- dia nos invita a entrar por las puertas en la ciudad de Dios, y la justicia es inmolada para conceder a cada alma obediente plenos privilegios como miembro de la familia real, hijo del Rey celestial. Si fuéramos defectuosos de carácter, no podríamos pasar por las puertas que la miseri- cordia ha abierto para el obediente, pues la justicia está a la entrada y exige santidad y pureza en todos los que quieran ver a Dios. Si la justicia fuera extinguida, y si fuera po- sible que la misericordia divina abriera las puertas a todo el género humano sin tener en cuenta el carácter, habría en el cielo una condición peor de descontento y rebelión que la que hubo antes de que Satanás fuera expulsado. Se quebrantarían la paz, la felicidad y la armonía del cielo. El traslado de la tierra al cielo no cambiará los caracteres de los hombres; la felicidad de los redimidos en el cielo es el resultado de los caracteres for- mados en esta vida a semejanza de la imagen de Cristo. Los santos en el cielo primero habrán sido santos en la tierra. La salvación para el hombre que Cristo ganó con un sacrificio tan grande, es la única que tiene valor, es la que nos salva del pecado: la causa de todas las calamidades y des- gracias de nuestro mundo. La misericordia ofrecida al pecador constantemente lo está atrayendo a Jesús. Si responde y acude arrepentido y confesando sus pecados, si con fe se aferra a la esperanza puesta ante él por el Evangelio, Dios no despreciará al corazón quebrantado y contrito. De esta manera no es debilitada la ley de Dios, sino que se que- branta el poder del pecado y el cetro de la misericordia se extiende al penitente pecador (Carta 1f, 1890). 7CBA:1000. Aquel que se ha desempeñado como nuestro intercesor, que oye todas las oraciones y confesiones de arrepentimiento, que está representado con un arco iris rodeando su cabeza, símbolo de gracia y amor, pronto terminará su obra en el santuario celestial. La gracia y la misericordia dejarán entonces el trono, y la Injusticia tomará su lugar Aquel a quien han buscado sus hijos, ocupará el lugar que le correspon- de: la investidura de juez Supremo (RH, 01-01-1889). Ed:115. El arco iris que atraviesa los cielos con su arco de luz es una prenda del "pacto perpetuo entre Dios y todo ser viviente". Y el arco iris que rodea el trono de lo alto es
  • 5. Pág. 5 también para los hijos de Dios una prenda de su pacto de paz. Así como el arco en las nubes es el resultado de la unión de la luz del sol y la lluvia, el arco que hay sobre el trono de Dios representa la unión de su misericordia y su justicia. Dios dice al alma pecadora pero arrepentida: Vive: Para ti se "halló reden- ción". "Porque esto me será como en los días de Noé, cuando juré que nunca más las aguas de Noé pasarían sobre la tierra; así he jurado que no me enojaré contra ti, ni te reñiré. Por- que los montes se moverán, y los collados temblarán, pero no se apartará de ti mi mise- ricordia, ni el pacto de mi paz se quebrantará, dijo Jehová, el que tiene misericordia de ti". Ed:177. A orillas del río Quebar, Ezequiel vio un torbellino que parecía, proceder del norte, "una gran nube, con un fuego envolvente, y alrededor de él un esplendor, y en medio del fuego algo que parecía como bronce refulgente". * Cuatro seres vivientes mo- vían numerosas ruedas entrelazadas. Por encima de todo esto "se veía la figura de un trono que parecía de piedra de zafiro; y sobre la figura del trono había una semejanza que parecía de hombre sentado sobre él". "Y apareció en los querubines la figura de una mano de hombre debajo de sus alas". Las ruedas estaban dispuestas en forma tan com- plicada, que a primera vista parecía que estaban en desorden; pero se movían en perfecta armonía. Seres celestiales empujaban las ruedas, y ellos, a su vez, eran sostenidos y guiados por la mano que estaba debajo de los querubines; sobre ellos, en el trono de za- firo, estaba el Eterno, y alrededor del trono un arco iris, emblema de la misericor- dia divina. MC:62-63. El poder omnipotente del Espíritu Santo es la defensa de 63 toda alma con- trita. Cristo no permitirá que pase bajo el dominio del enemigo quien haya pedido su protección con fe y arrepentimiento. Es verdad que Satanás es un ser fuerte; pero, gra- cias a Dios, tenemos un Salvador poderoso que arrojó del cielo al maligno. Satanás se goza cuando engrandecemos su poder. ¿Por qué no hablamos de Jesús? ¿Por qué no magnificamos su poder y su amor? El arco iris de la promesa que circuye el trono de lo alto es un testimonio eterno de que "de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna." (S. Juan 3:16.) Atestigua al universo que Dios nunca abandonará a su pueblo en la lucha contra el mal. Es para nosotros una garantía de que contaremos con fuerza y protección mientras subsista el trono de Dios. PR:274. Dios no reconoce distinción por causa de nacionalidad, raza o casta. El es el Hacedor de toda la humanidad. Por la creación, todos los hombres pertenecen a una sola familia; y todos constituyen una por la redención. Cristo vino para derribar el muro de separación, para abrir todos los departamentos de los atrios del templo, a fin de que toda alma tuviese libre acceso a Dios. Su amor es tan amplio, tan profundo y completo,
  • 6. Pág. 6 que lo compenetra todo. Arrebata de la influencia satánica a aquellos que fueron engañados por sus seducciones, y los coloca al alcance del trono de Dios, al que ro- dea el arco iris de la promesa. En Cristo no hay judío ni griego, ni esclavo ni hombre libre. 3SG:75. Un arco iris es presentado en el cielo alrededor del trono, que también se encuentra arriba de la cabeza de Cristo, como símbolo de la misericordia de Cristo abrazando la tierra. Cuando el hombre por su gran iniquidad provoca la ira de Dios, Cristo, el intercesor del hombre, intercede por él y apunta hacia el arco iris en la nube como evidencia de la gran misericordia y compasión divina por el hombre errante; tam- bién apunta hacia él como siendo emblema de la gloria y misericordia de Dios que allí descansa para el beneficio del hombre arrepentido. 6T:339-340. Por la diligencia en el colportaje, al presentar fielmente a la gente la cruz del Calvario, el colportor duplica sus posibilidades de ser útil. Pero mientras presenta- mos los métodos de trabajo, no podemos trazar una conducta invariable, que cada uno ha de seguir; porque las circunstancias alteran los casos. Dios impresionará a aquellos cuyo corazón está abierto a la verdad, que anhelan ser guiados. Dirá a su agente humano: "Habla a éste o aquél del amor de Jesús." Apenas se menciona el nombre de Jesús con amor y ternura, los ángeles de Dios se acercan para enternecer y subyugar el corazón. Sean los colportores estudiantes fieles, que aprendan a dar éxito a su trabajo. Mientras están así empleados, mantengan sus ojos, oídos y entendimiento abiertos para recibir sa- biduría de Dios, a fin de saber ayudar a los que perecen por falta del conocimiento de Cristo. Concentre cada obrero sus energías, y use sus facultades para el servicio más elevado, que consiste en rescatar a los hombres de las trampas de Satanás y vincularlos con Dios, asegurando la cadena de su dependencia por Jesucristo al trono circuído por el arco iris de la promesa. 8T:23. El arco iris que rodea el trono nos asegura que Dios es fiel; que en él no hay mudanza ni sombra de variación. Hemos pecado contra él y no merecemos su favor; sin embargo, él mismo pone en nuestros labios la más admirable de las súplicas: "Por amor de tu nombre no nos deseches, ni trastornes el trono de tu gloria: acuérdate, no in- valides tu pacto con nosotros." (Jer. 14:21). Él se ha comprometido a prestar oído a nuestro clamor cuando acudimos a él y confesamos nuestra indignidad y pecado. El ho- nor de su trono garantiza el cumplimiento de la palabra que nos dirige. TM:155. Por la fe miremos el arco iris que rodea el trono, la nube de pecados confe- sados detrás de él. El arco iris de la promesa es una seguridad que se da a cada al- ma humilde, contrita y creyente, de que su vida es una con Cristo, y de que Jesús es uno con Dios. La ira de Dios no caerá sobre un alma que busca refugio en él. Dios mismo ha declarado: "Y veré la sangre, y pasaré de vosotros". "Y estará el arco en las nubes, y verlo he para acordarme del pacto perpetuo".
  • 7. Pág. 7 Es Cristo el que ama al mundo con un amor infinito. Él dio su vida preciosa. Él fue el unigénito del Padre. Él se levantó de entre los muertos, y está a la diestra de Dios, inter- cediendo por nosotros. Ese mismo Jesús, con su humanidad glorificada, sin que haya cesado su amor, es nuestro Salvador. Nos ha pedido que nos amáramos el uno al otro como él nos amó. ¿Cultivaremos pues este amor? ¿Seremos semejantes a Jesús? Versículo 4. “Alrededor del trono había otros veinticuatro tronos. Y sentados sobre ellos veinticuatro ancianos vestidos de blanco, con coronas de oro sobre sus cabezas.” 12ML:250. Las coronas de los santos eran del oro más puro, y estaban llenas de estre- llas, y brillaban como el sol al caminar todos juntos a la parte alta de la ciudad. Sus ros- tros resplandecían con gloria, pues se veían a la expresa imagen de Jesús. Versículo 5. “Del trono salían relámpagos, truenos y voces. Ante el trono ardían siete lámparas de fuego, que son los siete Espíritus de Dios.” CS:698. Sus palabras resuenan por la tierra como el estruendo de los más estrepitosos truenos. PP:352. Los terrores del Sinaí debían darle al pueblo una idea de las escenas del juicio. El sonido de una trompeta llamó a Israel a presentarse ante Dios. La voz del arcángel y la trompeta de Dios llamarán a la presencia del Juez desde todos los confines de la tierra tanto a los vivos como a los muertos. 5T:754. La luz brillante que se extendía entre los seres vivientes con rapidez relampa- gueante representa la velocidad con la cual esta obra finalmente ira hacia delante a su fi- nal cumplimiento. CS:466-468. Los lugares santos del santuario celestial están representados por los dos departamentos del santuario terrenal. Cuando en una visión le fue dado al apóstol Juan que viese el templo de Dios en el cielo, contempló allí "siete lámparas de fuego ardiendo delante del trono". (Apoc. 4:5, V.M.) Vio un ángel que tenía "en su mano un incensario de oro; y le fue dado mucho incienso, para que lo añadiese a las oraciones de todos los santos, encima del altar de oro que estaba delante del trono." (Apocalipsis 8: 3, V.M.) Se le permitió al profeta contemplar el primer departamento del santuario en el cielo; y vio allí las "siete lámparas de fuego" y el "altar de oro" representados por el candelabro de oro y el altar de incienso en el santuario terrenal. De nuevo, "fue abierto el templo de Dios" (Apoc. 11:19, V.M.), y miró hacia adentro del velo interior, el lugar santísimo. Allí vio "el arca de su pacto," representada por el cofre sagrado cons- truido por Moisés para guardar la ley de Dios. Así fue como los que estaban estudiando ese asunto encontraron pruebas irrefutables de la existencia de un santuario en el cielo. Moisés hizo el santuario terrenal según un mo-
  • 8. Pág. 8 delo que le fue enseñado. San Pablo declara que ese modelo era el verdadero santuario que está en el cielo. Y San Juan afirma que lo vio en el cielo. En el templo celestial, la morada de Dios, su trono está asentado en juicio y en jus- ticia. En el lugar santísimo está su ley, la gran regla de justicia por la cual es probada to- da la humanidad. El arca, que contiene las tablas de la ley, está cubierta con el propicia- torio, ante el cual Cristo ofrece su sangre a favor del pecador. Así se representa la unión de la justicia y de la misericordia en el plan de la redención humana. Sólo la sabiduría infinita podía idear semejante unión, y sólo el poder infinito podía realizarla; es una unión que llena todo el cielo de admiración y adoración. Los querubines del santuario te- rrenal que miraban reverentemente hacia el propiciatorio, representaban el interés con el cual las huestes celestiales contemplan la obra de redención. Es el misterio de misericor- dia que los ángeles desean contemplar, a saber: que Dios puede 468 ser justo al mismo tiempo que justifica al pecador arrepentido y reanuda sus relaciones con la raza caída; que Cristo pudo humillarse para sacar a innumerables multitudes del abismo de la perdi- ción y revestirlas con las vestiduras inmaculadas de su propia justicia, a fin de unirlas con ángeles que no cayeron jamás y permitirles vivir para siempre en la presencia de Dios. CS:466-468. Los lugares santos del santuario celestial están representados por los dos departamentos del santuario terrenal. Cuando en una visión le fue dado al apóstol Juan que viese el templo de Dios en el cielo, contempló allí "siete lámparas de fuego ardiendo delante del trono". (Apoc. 4:5, V.M.) Vio un ángel que tenía "en su mano un incensario de oro; y le fue dado mucho incienso, para que lo añadiese a las oraciones de todos los santos, encima del altar de oro que estaba delante del trono". (Apoc. 8:3, V.M.) Se le permitió al profeta contemplar el primer departamento del santuario en el cielo; y vio allí las "siete lámparas de fuego" y el "altar de oro" representados por el candelabro de oro y el altar de incienso en el santuario terrenal. De nuevo, "fue abierto el templo de Dios" (Apoc. 11:19, V.M.), y miró hacia adentro del velo interior, el lugar santísimo. Allí vio "el arca de su pacto," representada por el cofre sagrado construido por Moisés para guardar la ley de Dios. Así fue como los que estaban estudiando ese asunto encontraron pruebas irrefutables de la existencia de un santuario en el cielo. Moisés hizo el santuario terrenal según un mo- delo que le fue enseñado. San Pablo declara que ese modelo era el verdadero santuario que está en el cielo. Y San Juan afirma que lo vio en el cielo. En el templo celestial, la morada de Dios, su trono está asentado en juicio y en jus- ticia. En el lugar santísimo está su ley, la gran regla de justicia por la cual es probada to- da la humanidad. El arca, que contiene las tablas de la ley, está cubierta con el propicia- torio, ante el cual Cristo ofrece su sangre a favor del pecador. Así se representa la unión de la justicia y de la misericordia en el plan de la redención humana. Sólo la sabiduría infinita podía idear semejante unión, y sólo el poder infinito podía realizarla; es una unión que llena todo el cielo de admiración y adoración. Los querubines del santuario te- rrenal que miraban reverentemente hacia el propiciatorio, representaban el interés con el
  • 9. Pág. 9 cual las huestes celestiales contemplan la obra de redención. Es el misterio de misericor- dia que los ángeles desean contemplar, a saber: que Dios puede ser justo al mismo tiem- po que justifica al pecador arrepentido y reanuda sus relaciones con la raza caída; que Cristo pudo humillarse para sacar a innumerables multitudes del abismo de la perdición y revestirlas con las vestiduras inmaculadas de su propia justicia, a fin de unirlas con án- geles que no cayeron jamás y permitirles vivir para siempre en la presencia de Dios. PP:370. Como se ha dicho, el santuario terrenal fue construido por Moisés, conforme al modelo que se le mostró en el monte. "Era figura de aquel tiempo presente, en el cual se ofrecían presentes y sacrificios." Los dos lugares santos eran "figuras de las cosas celes- tiales." Cristo, nuestro gran Sumo Sacerdote, es el "ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que el Señor asentó, y no hombre." (Heb. 9:9, 23; 8:2). Cuando en visión se le mostró al apóstol Juan el templo de Dios que está en el cielo, vio allí "sie- te lámparas de fuego... ardiendo delante del trono." Vio también a un ángel "teniendo un incensario de oro; y le fue dado mucho incienso para que lo añadiese a las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro que estaba delante del trono." (Apoc. 4:5; 8:3). Se le permitió al profeta contemplar el lugar santo del santuario celestial; y vio allí "siete lámparas de fuego ardiendo" y "el altar de oro," representados por el candelero de oro y el altar del incienso o perfume en el santuario terrenal. Nuevamente "el templo de Dios fue abierto en el cielo" (Apoc. 11:19), y vio el lugar santísimo detrás del velo interior. Allí contempló "el arca de su testamento," representada por el arca sagrada construida por Moisés para guardar la ley de Dios. Versículo 6. “Ante el trono había como un mar de vidrio semejante al cristal. Alrededor del trono había cuatro seres vivientes llenos de ojos, por delante y por detrás.” PE:706. Delante del trono, sobre el mar de cristal, -ese mar de vidrio que parece re- vuelto con fuego por lo mucho que resplandece con la gloria de Dios- hállase reunida la compañía de los que salieron victoriosos "de la bestia, y de su imagen, y de su señal, y del número de su nombre." Versículos 7-8. “El primer ser viviente era semejante a un león, el segundo, semejante a un becerro, el tercero tenía rostro como de hombre; y el cuarto, semejante a un águila en vuelo. Cada uno de los cuatro seres vivientes tenía seis alas. Alrededor y por dentro es- taban llenos de ojos. Y día y noche decían sin cesar: "¡Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, que era, que es, y que ha de venir!". RH, 22 de Diciembre de 1896. Los serafines que se encuentran ante el trono están tan llenos de reverente asombro cuando contemplan la gloria de Dios que ni por un instante se ven a sí mismos con complacencia propia, o en admiración de sí o de uno al otro. Su alabanza y gloria es para el Señor de los Ejércitos, que es alto y exalta- do, la gloria de cuyo séquito llena el templo. Al ver ellos el futuro, cuando tierra entera
  • 10. Pág. 10 sea llena con su gloria, el triunfante canto hace echo del uno al otro en canto melodioso: “Santo, santo, santo, es el Señor de los Ejércitos.” Están plenamente satisfechos en glori- ficar a Dios; y en su presencia, debajo de su sonrisa de aprobación, nada más desean. En llevar su imagen, en hacer su servicio y adorarle, su más alta ambición es alcanzada. 1SP:272. El arca del santuario celestial era el patrón del arca verdadera en el cielo. Allí, al lado del arca celestial, se encuentran ángeles vivientes, a cada lado del arca, cada uno con una ala haciendo sombra el propiciatorio, y estrechándose hacia arriba, mientras que las otras alas están dobladas sobre sus formas simbolizando reverencia y humildad. PE:35. Cuando el carro ascendía, las ruedas exclamaban. "¡Santo!" y las alas, al batir, gritaban: "¡Santo!" y la comitiva de santos ángeles que rodeaba la nube exclamaba: "¡Santo, Santo, Santo, Señor Dios Todopoderoso!" Y los santos en la nube cantaban: "¡Gloria! ¡Aleluya!" CM:388. Se me ha instruido que diga a los alumnos: En vuestra búsqueda de conoci- miento, ascended más arriba que la norma puesta por el mundo; seguid adonde Jesús ha abierto el camino. Y a los maestros quiero decirles: Guardaos de sembrar la semilla de la incredulidad en las mentes y corazones humanos. Limpiaos de toda inmundicia de la carne y del espíritu. La gloria culminante de los atributos de Cristo es su santi- dad. Los ángeles se postran delante de él en adoración, exclamando: "Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso" (Apoc. 4: 8). Él es declarado glorioso en su santidad. Estudiad el carácter de Dios. Contemplando a Cristo, buscándole con fe y ora- ción, podéis llegar a ser como él. CS:703. Los justos vivos son mudados "en un momento, en un abrir de ojo." A la voz de Dios fueron glorificados; ahora son hechos inmortales, y juntamente con los santos resu- citados son arrebatados para recibir a Cristo su Señor en los aires. Los ángeles "juntarán sus escogidos de los cuatro vientos, de un cabo del cielo hasta el otro." Santos ángeles llevan niñitos a los brazos de sus madres. Amigos, a quienes la muerte tenía separados desde largo tiempo, se reúnen para no separarse más, y con cantos de alegría suben jun- tos a la ciudad de Dios. En cada lado del carro nebuloso hay alas, y debajo de ellas, ruedas vivientes; y mientras el carro asciende las ruedas gritan: "¡Santo!" y las alas, al moverse, gri- tan: "¡Santo!" y el cortejo de los ángeles exclama: "¡Santo, santo, santo, es el Señor Dios, el Todopoderoso!" Y los redimidos exclaman: "¡Aleluya!" mientras el carro se adelanta hacia la nueva Jerusalén. Versículo 9. “Y cada vez que los seres vivientes daban gloria, honra y alabanza al que estaba sentado en el trono, al que vive para siempre jamás,” SJ:15. Antes que viniera a la tierra, Jesús era el comandante de la hueste angelical.
  • 11. Pág. 11 Los más resplandecientes y exaltados de los hijos de la mañana anunciaban su glo- ria en la creación. Velaban sus rostros ante él al sentarse Jesús sobre su trono. Echaban sus coronas a sus pies, y cantaban sus triunfos al contemplar su grandeza. ST, 7 de Marzo de 1892. La misión de Cristo---¡cuán poco es comprendida! Su infi- nita condescendencia al descender del trono del cielo a la cruz del Calvario---¡cuán poco es apreciada! No obstante aquí se encuentra la fuente de toda otra empresa misio- nera. Los mensajeros del evangelio reciben su inspiración en la cruz. Entonces, alcan- zando a todos los círculos de personas a su alrededor, han de circundar al mundo. Versículo 10. Los veinticuatro ancianos se postraban ante el que estaba sentado en el trono, adoraban al que vive para siempre jamás, echaban sus coronas ante el trono, y de- cían: PE:295. Dijo el ángel: "Satanás es la raíz, y sus hijos son las ramas. Ya están consumi- dos raíz y ramas. Han muerto de una muerte eterna. Nunca resucitarán y Dios tendrá un universo limpio." Entonces miré y vi que el mismo fuego que había consumido a los ma- los quemaba los escombros y purificaba la tierra. Volví a mirar, y vi la tierra purificada. No quedaba la más leve señal de maldición. La quebrada y desigual superficie de la tie- rra era ya una dilatada planicie. Todo el universo de Dios estaba limpio y había termi- nado para siempre la gran controversia. Por doquiera posáramos la vista, todo era santo y hermoso. Toda la hueste de redimidos, viejos y jóvenes, grandes y pequeños, arrojaron sus brillantes coronas a los pies del Redentor y, postrándose reverente- mente ante él, adoraron al que vive por siempre. La hermosa tierra nueva, con toda su gloria, iba a ser la heredad eterna de los santos. El reino, el señorío y la grandeza del reino bajo todo el cielo fue dado entonces a los santos del Altísimo, que iban a poseerlo por siempre jamás. CS:489. El deber de adorar a Dios estriba en la circunstancia de que él es el Creador, y que a él es a quien todos los demás seres deben su existencia. Y cada vez que la Biblia presenta el derecho de Jehová a nuestra reverencia y adoración con preferencia a los dio- ses de los paganos, menciona las pruebas de su poder creador. "Todos los dioses de los pueblos son ídolos; mas Jehová hizo los cielos." (Salmo 96:5.) "¿A quién pues me 490 compararéis, para que yo sea como él? dice el Santo. ¡Levantad hacia arriba vuestros ojos, y ved! ¿Quién creó aquellos cuerpos celestes?" "Así dice Jehová, Creador de los cielos (él solo es Dios), el que formó la tierra y la hizo; ... ¡Yo soy Jehová, y no hay otro Dios!" (Isa. 40:25, 26; 45:18, V.M.) Dice el salmista: "Reconoced que Jehová él es Dios: él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos." "¡Venid, postrémonos, y encorvé- monos; arrodillémonos ante Jehová nuestro Hacedor!" (Salmo 100:3; 95:6, V.M.) Y los santos que adoran a Dios en el cielo dan como razón del homenaje que le deben: "¡Digno eres tú, Señor nuestro y Dios nuestro, de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas!"
  • 12. Pág. 12 ST, 19 de Junio de 1884. Si permitiríamos que nuestras mentes se espaciaran más en Cristo y el mundo celestial, encontraríamos un poderoso estímulo y apoyo en nues- tra lucha contra el pecado. Por fe podemos contemplar las coronas preparadas pa- ra aquellos que vencerán; podemos escuchar el gozoso canto de los redimidos: “Tú eres digno, O Señor, de recibir gloria y honor y poder;” “pues fuiste muerto, y nos has redimido para Dios mediante la sangre.” Orgullo y amor del mundo perderán su po- der al contemplar el amor infinito de Cristo, y las glorias de esa tierra mejor que tan pronto ha de ser nuestro hogar. Comentario Bíblico Adventista: 1. Después de esto. Es decir, después de que Juan hubo contemplado la visión de las siete iglesias (cap.1:10 a 3:22). "Después de esto" no especifica el tiempo transcurrido entre las dos visiones. Miré. O "vi", expresión que Juan usa repetidas veces para introducir nuevas escenas o 783 im- portantes símbolos nuevos (ver com. cap. 1:2). Una puerta. Indudablemente se trata de la puerta que conduce a la sala del trono del universo (verso 2; compárese con el comentario del verso 5). En el cielo. No "que conducía al cielo", como si Juan estuviese afuera y mirando hacia adentro. Como al mirar hacia adentro contempló el trono de Dios, ésta debe haber sido una puerta que conducía a la sala del trono del universo. Esta sala del trono ha sido identificada como el lugar santísimo del santuario celestial. Después de considerar el estado de la iglesia en la tierra (cap. 1-3), la atención de Juan se dirige ahora a una visión simbólica del trono de Dios en el cielo. Que la descripción del trono de Dios y la escena que lo rodea en los cap. 4 y 5 deben entenderse simbólica y no literalmente, es claro, por ejemplo en cap. 5:6, donde se describe a Cristo como "un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos", y, sin embargo, estaba vivo y podía ir y tomar el libro de la mano de Dios. Puesto que éste es un lenguaje evi- dentemente simbólico, es lógico que toda la escena profética deba interpretarse de la misma manera. En el símbolo el profeta puede volar sobre los objetos terrenales y mate- riales hasta alcanzar los niveles más elevados de la mente y el corazón, recibiendo im- presiones celestes que sobrepujan la expresión del lenguaje literal (ver com. Eze. 1:10) La primera voz. El significado del texto original se expresa más claramente así: "He aquí... la primera voz que oí como de trompeta, hablando conmigo, dijo..." Esta es, sin duda, la voz del cap. 1:10, la que dio comienzo a la primera visión y ahora inicia la segunda. Sube acá. Una invitación para que Juan entrara en visión, apartando sus sentidos de las cosas te-
  • 13. Pág. 13 rrenales que lo rodeaban para enfocarlos en las realidades celestiales. Después de éstas. No necesariamente después del cumplimiento de la visión anterior, sino desde el punto de vista del tiempo de Juan; por consiguiente, esta declaración es paralela a la del cap. 1: 1 (ver el comentario respectivo). 2. En el Espíritu. Gr. en pnéumati (ver com. cap. 1:10). Juan entra en visión por segunda vez. No se sabe cuánto tiempo transcurrió entre la primera visión y ésta. Establecido. El trono ya estaba en su lugar. Uno sentado. La reverente discreción de Juan para describir al Gobernante del universo con palabras que parecieran en modo alguno antropomórficas, es clara, porque lo describe simple- mente con el participio kath'menos, "sentado", sin decir qué o quién estaba sentado. Só- lo afirma que sobre el trono había una presencia. Esta referencia al Padre se halla en no- table contraste con la detallada descripción del Hijo (cap. 1: 13-16); pero el Hijo es hu- mano a la vez que divino, y por lo tanto puede ser descrito apropiadamente en términos humanos (verso 3; cf. cap. 6:16; 7:10). 3. Que estaba sentado. De nuevo sólo se usa el participio (ver com. verso 2). Jaspe. Gr. iáspis, que no es precisamente el jaspe moderno, sino una piedra descrita por el anti- guo naturalista Plinio, como translúcida (Historia Natural xxxvii). Juan se refiere repeti- das veces a piedras preciosas para describir colores brillantes, porque la luz del sol que brillaba sobre tales piedras producía algunos de los colores más brillantes conocidos por el hombre en sus días. El iáspis quizá describa aquí una luz brillante, refulgente, más no- table por su brillo que por su color. Cornalina. La cornalina o alguna otra piedra de color rojizo. Aquí describe una luz rojiza, brillante. Arco iris. Compárese con la visión del trono de Dios que tuvo Ezequiel (cap. 1:26-28). Semejante en aspecto a la esmeralda. Es decir, de color verde. El brillo de la luz que refulge de la presencia sobre el trono se templa con la suave luz verde del arco iris que rodea el trono. Este arco iris representa la combinación de la justicia y la misericordia que caracterizan a Dios (Ed: 110-111; cf. PVGM:114). 4. Trono. Gr. thrónos, "tronos". Los 24 ancianos están sentados sobre los 24 tronos que rodean el trono de Dios.
  • 14. Pág. 14 Veinticuatro ancianos. Esta escena hace recordar a Isa. 24:23 (LXX): "Reinará el Señor.. y delante de los an- cianos será glorificado". El hecho de que estos ancianos estén vestidos con vestiduras blancas, que pueden simbolizar justicia (ver com. Apoc. 3:4), y que tienen sobre sus ca- bezas "coronas" (stéfanos, emblema de victoria; ver com. cap. 2:10), ha inducido a algu- nos a sugerir que representan a hombres redimidos. En una interpretación se explica que la 784 descripción del trono celestial de los cap. 4 y 5 debe ubicarse en un tiempo antes de que comiencen a suceder los acontecimientos simbolizados por los siete sellos. Si así es, entonces los 24 ancianos, si son seres humanos, necesariamente debían ser hombres que ya estaban en el cielo en los días de Juan. Los adventistas a menudo los han identifi- cado con los santos que se levantaron de sus tumbas cuando Cristo resucitó (Mat. 27:52- 53; cf. Efe. 4:8), pues ése es un grupo que se sabe que fue resucitado. La resurrección principal aún se halla en el futuro (1 Tes. 4:16). Por lo tanto, es un hecho que la presen- cia de seres humanos en el cielo no puede tomarse como una evidencia de que la resu- rrección de todos los redimidos debe preceder a los acontecimientos que se describen en los sellos. Otra interpretación compara a los 24 ancianos con las 24 órdenes del sacerdocio levítico. Así como los sacerdotes ministraban delante de Dios en el santuario terrenal, así también Juan ve a 24 ancianos que ministran en el santuario celestial. Otros sugieren que los 24 ancianos simbolizan a Israel en su sentido más amplio (ver com. Apoc. 7:4): dos ancianos por cada tribu: uno que simboliza al Israel literal; el pue- blo de Dios antes de la cruz; y el otro, al Israel espiritual, la iglesia cristiana, el pueblo de Dios después de la cruz. De esta manera pueden compararse con los 12 patriarcas y los 12 apóstoles. Este parecer destaca el carácter simbólico de estas representaciones, en vez de considerarlas como santos literales que están ahora en el cielo (ver com. verso l). Algunos intérpretes ven en los 24 ancianos a ángeles y no a seres humanos. Ponen el én- fasis en que se describe a los ancianos como ministrando las oraciones de los santos (cap. 5: 8), una obra -dicen ellos- que difícilmente sería encomendada a seres humanos. Ropas blancas. Ver com. cap. 3:18. Coronas. Ver lo anterior en cuanto a los 'veinticuatro ancianos". Oro. Quizá sea sólo una señal de algo muy precioso. 5. Relámpagos y truenos y voces. Una expresión favorita de Juan (cap. 8:51, 11:19; 16:18), que posiblemente describe po- der y majestad (ver Job 37:4-5; Salmo 29:3-4; Eze. 1:13). Siete lámparas de fuego. O "siete lámparas ardientes". Ver com. cap. 5:6. Aunque tienen cierto parecido con los siete "candeleros" de oro del cap. 1: 12, son llamadas "lámparas" (lampás) y no "cande- leros" o "portalámparas" (lujníon; ver com. cap. 1:12). Además, se dice claramente que
  • 15. Pág. 15 representan a los siete Espíritus de Dios, mientras que los candeleros del cap. 1 represen- tan a las siete iglesias (verso 20). Basados en este simbolismo algunos han identificado la "puerta" (cap. 4:1) como una abertura hacia el primer compartimiento del santuario celestial. Siete espíritus. Ver com. cap. 1:4. 6. Mar de vidrio. Esta descripción es muy parecida a la que da Ezequiel del trono de Dios, el cual estaba sobre una "expansión" (Eze. 1:26). El vidrio tenía en la antigüedad mucho más valor del que tiene hoy Aquí representa la apariencia clara y cristalina de la superficie sobre la cual estaba el trono. Cristal. Gr. krústallos, una palabra que significa "cristal", un mineral incoloro, transparente, o "hielo". Lo que Juan ve es una expansión amplia y brillante que refleja gloriosamente el resplandor rojo y verde que rodea el trono. Compárese con la visión de Ezequiel (cap. 1:22). Junto al trono, y alrededor del trono. Como los querubines de Ezequiel (Eze. 1:22, 26), esos seres vivientes quizá se veían por debajo del trono y alrededor de él. El simbolismo está en armonía con el antiguo pensa- miento semítico. Un sarcófago de Biblos, de fines del segundo milenio a.C., describe a un rey fenicio sentado sobre un trono sostenido por un querubín con forma de animal (ver W. F. Albright, "What Where the Cherubim?' The Biblical Archaelogist 1:1 [Febre- ro, 1938], PP:. 1-3). Cf. Salmo 80:1; 99:l; Isa. 37:16. Seres vivientes. Gr. zoon, "seres vivientes'. Zoon no indica a qué orden de seres pertenecen estos cuatro "seres vivientes"; sin embargo, se parecen mucho a los de la visión de Ezequiel (ver com. Eze. 1:5-26), quien los llama "querubines" (cap. 10:20-22). Llenos de ojos. Cf. Eze. 1:18; 10:12. Puede entenderse como símbolo de la inteligencia e incesante vigi- lancia de los seres celestiales. Puesto que el símbolo de los ojos proviene claramente de Ezequiel, es posible entenderlo aquí según el pensamiento hebreo. En el AT se usa nueve veces la palabra hebrea 'áyin, "ojo", con el sentido de "color" o "brillo" (Prov. 23:31; Eze. 1:4, 7, 16, 22, 27; 8:2; 10:9; Dan. 10:6); lo que sugiere que al describir los cuatro animales como "llenos de ojos", Juan podía estar expresando que su apariencia era de brillante resplandor. 7. León. Aquí aparece cada uno de los cuatro seres con una de las cuatro caras características de cada uno de los querubines de la visión de Ezequiel (Eze. 1:10; 10:14). El significado de estos símbolos se trata en com. Eze. 1:10. 8.
  • 16. Pág. 16 Seis alas. 'Los querubines' de la visión de Ezequiel tenían cuatro alas cada uno (Eze. 1:6; 10:21), mientras que los 'serafines" de Isaías tenían seis (Isa. 6:2). Las alas pueden indicar la Ve- locidad Con que las criaturas celestiales ejecutan los mandatos de Dios (cf. Heb. 1:14). Llenos de ojos. Ver com. verso 6. No cesaban. Los hombres comúnmente trabajan de día y descansan de noche, pero ,'no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel" (Salmo 121:4). El poder divino que sostiene el univer- so nunca descansa. Día y noche. La noche trae un intervalo para la mayoría de las actividades humanas, pero no tiene efecto sobre la incesante corriente de alabanza a Dios que emana de los seres celestiales. Santo, santo, santo. Este es también el clamor de los serafines de la visión de Isaías (ver com. Isa. 6:3). No hay una razón válida para tomar esta triple expresión de alabanza como que indica la Trinidad, pues se dirige a quien está sobre el trono: al Padre. La segunda y la tercera persona de la Trinidad son representadas aquí por otros símbolos (Apoc. 4:5; 5:6). Señor Dios Todopoderoso. Ver com. cap. 1:8. El que era, el que es, y el que ha de venir. Ver com. cap. 1:4. 9. Aquellos seres vivientes. Ver com. verso 6. Esta alabanza es de carácter antifonal; se inicia con los seres celestiales más próximos a Dios. Acción de gracias. Los seres celestiales y los seres humanos deben dar gracias a Dios sin cesar porque les ha dado la vida. Existen porque él así lo quiere. Después de todo, Dios no le debe nada a sus criaturas; ellas le deben todo a él. Al que está sentado. Ver com. verso 2. Que vive por los siglos de los siglos. Compárese con la expresión del AT "el Dios viviente" (Josué 3:10; Salmo 42:2; 84:2). Dios es la fuente de toda vida, y el hecho de que viva 'por los siglos de los siglos" es la base de que sustente incesantemente la naturaleza (ver com. Juan 1:4; Apoc. 4:8). 10. Veinticuatro ancianos. Ver com. verso 4. Al Que está sentado. Ver com. verso 2.
  • 17. Pág. 17 Vive por los siglos de los siglos. Ver com. verso 9. Echan sus coronas. Ver com. verso 4. 11. Señor. La evidencia textual establece (cf. p. 10) el texto "Señor y Dios nuestro" (BJ, BA, BC). Los que sostienen el punto de vista de que los 24 ancianos son seres humanos, destacan que el título kúrios "Señor", que usan los ancianos y no los cuatro seres vivientes, puede tener importancia, porque kúrios es el equivalente griego del Heb. Yahvéh, el nombre divino con el cual Dios se reveló a su pueblo (Éxo. 6:2-3). Este título, afirman, es parti- cularmente adecuado para las alabanzas de los hombres. Ver t. I, PP:180-181. Digno. Dios es "digno" de recibir alabanzas de sus criaturas porque les ha dado la vida y todo lo que poseen: las ha hecho lo que son. Por tu voluntad. A Dios le agradó traer a la existencia al universo y dar vida a sus criaturas. Vio que era bueno hacerlo. No había nada deseable, según él, en estar solo en un universo vacío. Le pareció muy bueno que el universo estuviera poblado por seres inteligentes, capaces de apreciar y reflejar su amor infinito y carácter perfecto. Este fue su propósito al crearlos. Existen y fueron creadas. La evidencia textual establece (cf. p. 10) el texto "eran y fueron creadas". Con "eran" Juan se refiere sin duda a la existencia del universo después de que Dios lo creó. Dios creó todas las cosas y ahora las sustenta (ver com. Col. 1:17). COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE 2-3 PP:97 3 DTG:455; Ed:110; 2JT:555; 3JT:213; PR:274; TM:157 5 CS:467; HR:395; PP:370 8 CM:308; CS:703; HR:432; PE:116, 287 10 HC:493; MeM:363; PE:190, 288, 295 11 CS:490; PR:51 https://sites.google.com/site/eme1888 ; eme1888@gmail.com