1. Universidad Católica Santo Domingo
Doctrina Social De la Iglesia
Sección 202
Trabajo Practico: Humanae Vitae
Profesora Carmenza Tangarife
Integrantes del grupo:
Dahlia Isamy Rodríguez Ruiz 2015-1545
Daiana Martin de los Santos 2015-1574
2. Introducción
El Papa Pablo Vl publicó el 25 de julio de 1968 la encíclica “Humanae Vitae”, (la vida
humana) que nos enseña la cuestión de la transmisión de la vida y el problema de la
natalidad. En ella va a abordar los temas de la regulación de los nacimientos, la paternidad
responsable, los anticonceptivos, y el aborto.
En este trabajo veremos como el Papa Francisco ha resaltado su “genialidad profética”,
pues tuvo el coraje de ir contra la mayoría, de defender la disciplina moral, de aplicar un
freno cultural.
Las Actitudes críticas frente a la Humanae Vitae y sus consecuencias, la mentalidad y
comportamientos descritos explican, en gran medida, las reticencias, reacciones críticas y
hasta abierta oposición que ha desencadenado Humanae Vitae y también las consecuencias
que de ellas se han seguido en el interior de la misma Iglesia.
La encíclica tiene tres capítulos: el primero, a describir lo que el Papa “un nuevo estado de
cosas”, el segundo, desarrolla los principios doctrinales; y el tercero, presenta directivas
pastorales.
La encíclica finaliza con un llamamiento a una gran obra de educación, de progreso y de
amor sabiendo “que el hombre no puede hallar la verdadera felicidad, a la que aspira con
todo su ser, más que en el respeto de las leyes grabadas por Dios en su naturaleza y que
debe observar con inteligencia y amor.
3. Ideas principales del tema
Humanae Vitae
Es una encíclica escrita por el Papa Pablo VI y publicada el 25 de julio de 1968. Esta
encíclica, publicada con el subtítulo Sobre la regulación de la natalidad, define la doctrina
de la Iglesia católica sobre el aborto, los métodos anticonceptivos y otras medidas que se
relacionan con la vida sexual humana. Debido al hecho de que la encíclica declara ilícito
todo tipo de control artificial de la natalidad, su publicación resultó muy debatida.
Esta encíclica subraya que el matrimonio cristiano es válido sólo bajo los fundamentos de
la unión, el amor, la fidelidad y la fecundidad. Por ello, el acto conyugal no puede separar
los dos principios que lo rigen: el unitivo y el procreativo. De esta forma, la Iglesia
Católica se opone a todo tipo de anticoncepción, sea cual sea su naturaleza. Aun así,
cuando existen serios motivos, la encíclica propone como ilícito el uso de los métodos
naturales para alejar temporalmente los nacimientos, limitando las relaciones conyugales a
los períodos naturales de infertilidad de la esposa.
Además indica que la interrupción directa de un proceso reproductivo que ya haya iniciado
va en contra de las leyes morales cristianas. El aborto, aun cuando sea para fines médicos,
hay que excluirlo de forma absoluta al igual que la esterilización quirúrgica, aun cuando se
trate de una medida temporal. De igual forma cualquier acción terapéutica que tenga como
propósito prevenir la procreación es ilícita, incluyendo métodos químicos y aquellos que
crean barreras físicas para evitar el embarazo. Sin embargo, la encíclica no condena los
métodos que causan infertilidad como un efecto secundario, siempre y cuando la
esterilización no sea lo que realmente se está buscando.
La encíclica reconoce que tal vez, las enseñanzas que intenta diseminar no serán aceptadas
por todos, pero que la Iglesia Católica no puede declarar ciertos actos como morales cuando
en realidad no lo son.
Luego, indica diversas consecuencias que podrían darse del uso de medios no naturales
para el control de la natalidad: se abriría el camino para la infidelidad conyugal y la
degradación de la moralidad, se perdería el respeto por la mujer que podría llegar a ser
considerada solo como un objeto de placer, y se "permitiría" a algunos estados la
posibilidad de intervenir en temas íntimos de la pareja. Algunos de los argumentos de la
encíclica para estar en contra de los anticonceptivos, que según ella estarían en contra de
la Ley Natural serían el excesivo poder que los métodos de control de natalidad
supuestamente otorgan a las autoridades públicas, convirtiéndose en una herramienta de las
que aquellas podrían abusar o bien una supuesta pérdida del respeto del hombre a la mujer
derivada del uso de anticonceptivos, postura criticada por Cohen por no considerar en
ningún momento el deseo sexual femenino.
4. La encíclica tiene tres capítulos: el primero, dedicado a describir lo que el Papa denomina
“un nuevo estado de cosas”; el segundo, desarrolla los principios doctrinales; y el tercero,
presenta directivas pastorales.
Nuevo estado de cosas: En el primer capítulo, entre los temas que configuran la nueva
situación se encuentran el problema demográfico, las condiciones de trabajo, vivienda y la
vida económica y su influencia en la educación y crianza de los hijos, la valoración de la
mujer y las adquisiciones científicas que controlan las leyes mismas de transmisión de la
vida (HV 2). El Papa recuerda la competencia del Magisterio de la Iglesia para interpretar
la ley moral natural y menciona el antecedente de los trabajos de la Comisión especial de
estudio instituida por Juan XXIII en 1963.
Aspectos unitivos y procreativo del acto conyugal: El segundo capítulo, sobre los
principios doctrinales, analiza la esencia y características del amor conyugal (humano, total,
fiel y exclusivo y fecundo) y se detiene en la cuestión de la paternidad responsable. Luego,
ante la problemática ética que plantean los nuevos métodos de regulación de la fertilidad, el
Papa señala la importancia de respetar la naturaleza y la finalidad del acto matrimonial y
reafirma “la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper
por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el
significado procreador” (HV 12).
Directivas pastorales: El tercer capítulo de la encíclica está dedicado a dar precisas
directivas pastorales con la finalidad de que la Iglesia, “Madre y Maestra”, pueda confortar
a los hombres en el camino de una “honesta regulación de la natalidad, aun en medio de las
difíciles condiciones que hoy afligen a las familias y a los pueblos”. Estas directivas
incluyen un llamamiento a las autoridades públicas, a los hombres de ciencia, a los esposos
cristianos, a los médicos y al personal sanitario, a los sacerdotes y los Obispos.
En los últimos años, Humanae Vitae ha estado en el centro del debate teológico que, más
allá de la discusión teórica, ha tenido múltiples y diversas repercusiones en la vida de la
Iglesia. En el campo de la teología moral, la contestación a Humanae Vitae ha removido
los principios básicos de la moral fundamental. Es sintomático que, después de Humanae
Vitae, no han faltado teólogos partidarios de que no se dan acciones por sí mismas y en sí
mismas malas y que, por lo tanto, tales acciones no pueden legitimarse como un medio para
alcanzar un fin bueno. De donde concluyen que las acciones serán buenas o malas según
sean buenas o malas sus consecuencias. Pero, además, el rechazo, en mayor o menor grado,
de la doctrina papal sobre la contracepción ha contribuido a aflojar la comunión eclesial; ha
introducido recelos y aun desprecio respecto al Magisterio de la Iglesia, sobre todo en
materias morales, y ha generado desconfianza ante la jerarquía.
En este contexto, hay que destacar las dudas y la confusión que, se han difundido entre
sacerdotes y laicos. Desconcertados por la inestabilidad y divergencia de las opiniones
teológicas, los sacerdotes se cohíben ante el deber de transmitir con integridad las
enseñanzas de la Iglesia sobre la moral conyugal y se encuentran perplejos e indecisos al
tener que formar rectamente la conciencia de los casados. Todo esto influye, sin duda, en el
silenciamiento que, acerca de estas cuestiones, se ha extendido ampliamente en nuestras
comunidades cristianas.
5. Estas reflexiones doctrinales y pastorales, al tiempo que recuerdan los principales puntos
morales de Humanae Vitae, pretenden, sobre todo, ofrecer a los sacerdotes unas
orientaciones para enfocar estos asuntos en los ministerios de predicar y de orientar la
conciencia moral de los creyentes. Al presentar estas reflexiones, hay que ser muy
conscientes de que, en el fondo, no sólo se trata de abordar un punto parcial y aislado de la
esfera de la sexualidad, sino todo el problema antropológico de la sexualidad, problema que
exigiría abordar, además, el marco del orden socioeconómico con el fin de que este orden
estuviese al servicio de unas relaciones humanas no instrumentalizadas y más acorde con
los imperativos morales.
Se trata, en fin, de educar en la sexualidad contra corriente con una competencia más
afinada que en viejos tiempos pasados y con mayor insistencia y rigor sistemático, tal vez
subestimados en épocas más recientes. En todo caso, la moral cristiana sobre la sexualidad
habrá de ser expresada con claridad y con pedagogía y apertura dialogales. El logro de estos
objetivos depende, en gran manera, de que todos los pastores compartamos unos criterios
morales y pastorales uniformes y, sin vacilaciones, hablemos un lenguaje claro y común.
La encíclica finaliza con un llamamiento a una gran obra de educación, de progreso y de
amor sabiendo que el hombre no puede hallar la verdadera felicidad, a la que aspira con
todo su ser, más que en el respeto de las leyes grabadas por Dios en su naturaleza y que
debe observar con inteligencia y amor.
6. Valores y antivalores del tema
Valores defendidos por la DSI Antivalores
Derecho a la vida Aborto
Amor Odio
Unión Desunión
Respeto Intolerancia
Responsabilidad Egoísmo
Dignidad humana Desobediencia
Calidad humana Homicidio
Humanismo
Justicia
7. Valor
Dignidad Humana
La dignidad humana es el derecho que tiene cada ser humano, de ser respetado y valorado
como ser individual y social, con sus características y condiciones particulares, por el solo
hecho de ser persona. La historia nos muestra muchos casos en que la dignidad humana ha
sido abusada. Son ejemplos de eso la desigualdad social vigente en la Edad Media, los
abusos del poder, o el holocausto. Justamente este último hecho hizo que se dictara la
Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948 que declaró a todos los seres
humanos como iguales y libres en sus derechos y en su dignidad. Esta práctica de
reconocimiento de la dignidad humana siguió plasmándose en tratados internacionales y
Constituciones nacionales.
Cada uno pertenece a una determinada raza, sexo, religión; posee
una ideología, nacionalidad, determinados rasgos físicos como; alto, bajo, rubio, moreno,
delgado, robusto, entre otros, un cierto coeficiente intelectual, más o menos habilidad
física, mucho o poco dinero, y un aspecto que puede o no coincidir con el ideal de belleza;
puede padecerse algún problema de salud, que impida algunas acciones, pero en esencia
todos somos iguales como sujetos de derechos, y aquellos con menores posibilidades deben
ser ayudados por el Estado para que tengan igualdad de oportunidades.
Como seres dignos, sinónimo de valiosos, somos merecedores del derecho a la vida, a la
libertad, salvo como pena si se ha cometido un delito, a la educación y a la cultura, al
trabajo, a poseer una vivienda, a constituir una familia, tener alimentación saludable
y recreación.
Debemos poder elegir nuestro destino, nuestra vocación, nuestras ideas, con el único límite
del respeto a la dignidad de los demás.
Se oponen a la dignidad humana, los tratos humillantes, indecorosos, discriminatorios, la
violencia, la desigualdad legal y jurídica.
8. Opinión personal
Nosotras hemos conversado un rato acerca de esta encíclica y la verdad nos parece bastante
buena, aunque tenga sus pros y sus contras, pero ambas hemos estado de acuerdo en que la
vida humana es un tesoro, el más lindo que Dios nos ha regalado y que no todos conocemos
el concepto de lo que es la vida en sí, que solo vivimos, estudiamos, hacemos una familia
entre otras cosas para un fin el cual nosotros creemos que es darle sentido a nuestras vidas,
lo que es erróneo, cada quien valora y le da el sentido a su vida como desea, nadie lo puede
hacer, darle sentido a la vida y dejar que fluya es tratar de concluir esas metas a largo plazo,
no es simplemente terminar una carrera de psicología o de arquitectura, sino como nos
vemos en el futuro, como nos damos nosotras nuestro propio valor y a los demás, por que
una persona que sea de alta categoría no quiere decir que sea igual que yo, todos somos
iguales como lo es para Dios.
Entendemos que la vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el
momento de la concepción y que las madres no tienen ningún derecho a decidir sobre el ser
que vive en su seno. Estas pueden gritar y pensar lo que quieran, pero saben que eso no es
así. Sólo pueden intentar ponerse en el lugar de su hijo y reflexionar un poco.
Creemos que defender el aborto es tratar de defender un caso perdido. No hay razones ni
justificación para que una madre mate a su propio hijo. Esto es una mentira sometida al
placer, al egoísmo de un mundo que se mira su propio ombligo y que sentencia su propia
condena de muerte. Y eso no puede nacer del hombre como tal, sino que hunde sus raíces
en la influencia pecadora de la soberbia del Mal que lo engaña y lo confunde aprovechando
su debilidad humana.
9. Conclusión
En este trabajo estuvimos viendo la encíclica Humanae Vitae, que significa La Vida Humana es
una encíclica escrita por el papa Pablo VI y publicada el 25 de julio de 1968.
En este trabajo estuvimos tratando la Humanae Vítae, que es una encíclica profética,
publicada el 25 de julio de 1968 donde Pablo VI nos advierte tres grandes peligros que son,
la anticoncepción para la sociedad, el camino fácil y amplio para la infidelidad conyugal y
la degradación de la moralidad. Nos damos cuenta de la pérdida del respeto a la mujer, es
considerada como simple egoísta, en cuanto a la decadencia moral, está a la vista la
facilidad anticonceptiva ha abierto las puertas al libertinaje sexual, a la prostitución
femenina y masculina, y al descrédito de la institución familiar. Y es que esta encíclica nos
enseña que para vivir el verdadero amor en familia, se necesita de mucho sacrificio y no
hemos estado educando a nuestros hijos para dominar sus instintos y pasiones como
personas que son y no animales.
Todos los seres humanos somos personas, estamos revestidos de dignidad y por lo tanto
merecemos respeto.
El fin de esta encíclica es llamarnos a una gran obra de educación, de progreso y de amor
sabiendo que el hombre no puede hallar la verdadera felicidad, a la que aspira con todo su
ser, más que en el respeto de las leyes grabadas por Dios en su naturaleza y que debe
observar con inteligencia y amor.