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Descartes y el racionalismo. Estoy pensando, estoy
pensando...
Introducción.
En general, en el renacimiento el flósofo ya no es un escolástico. Ninguno de los grandes
pensadores de esta época se dedica a la enseñanza. Al dejar de ser escolástico, aunque permanezca
fel al latín, el flósofo empieza a utilizar su lengua nacional. Es decir, a diversifcarse según el genio
de su pueblo y a dirigirse a un público cada vez más amplio.
Al siglo XVII se le denomina el siglo del método, o mejor, como el siglo del método
moderno. Se cree aún que sólo la lógica, con sus formas y categorías, es capaz de descifrar el
mundo, pero cada vez se cree menos que el Organon aristotélico procure la mejor clave.
La nueva ciencia aparece fuera de los viejos dogmas. Aparecen las fguras de Galileo Galilei
y de Francis Bacon.
Mide lo que se pueda medir y lo que no se pueda medir: hazlo medible. (Galileo)1
.
El libro de la naturaleza está escrito en lenguaje matemático. (Galileo).
El saber es poder (Francis Bacon).
La nueva ciencia puede avanzar porque Aristóteles es estudiado fuera de los dogmas de la
iglesia, por eso podrá decir Galileo su famosa frase Yo soy un verdadero aristotélico. La naturaleza vuelve
a estudiarse de forma directa, se hace el trabajo que Aristóteles pedía a la ciencia para avanzar.
Comienza así la nueva visión del mundo: Sobre las revoluciones de los orbes celestes, de N. Copérnico
plantea claramente el heliocentrismo2
. Le seguirán los trabajos de J. Kepler y sus tres leyes sobre los
movimientos de los astros. Kepler era contemporáneo de Galileo, cuya ley de la inercia preparaba
todo el trabajo de Newton, y planteó un inicio de teoría de la relatividad. Finalmente Newton, ya
dentro del Barroco establece la Ley de la Gravitación Universal con la que unifca todo el trabajo
científco.
En flosofía la modernidad de Descartes radica en que consigue imponer el modelo
matemático en la lógica y en la flosofía.
El método cartesiano transforma la faz del mundo mediante el mecanicismo3
, por el que,
1 ¡Hombre, esto hay que decir que suena un poco a trampa, qué narices!
2 O lo que es lo mismo, la idea de que la Tierra es un planeta que gira en torno al Sol que está en el centro de su
órbita. Hay que decir que la idea es revolucionaria, pero no novedosa, pues algunos griegos, como Aristarco, ya
habían afrmado lo mismo, aunque fueron silenciados por la fama de Aristóteles y Ptolomeo.
3 Ampliando la nota vista en el tema anterior, se entiende por Mecanicismo a la teoría según la cual toda realidad es
con razón o sin ella, se defnió en el siglo XVII con mayor precisión que por el cogito.
Antes de Descartes las ideas o esencias seguían siendo trascendentes al espíritu humano en el
nexo de los inteligibles o universales, en las formas del género o de la especie. Con Descartes la idea
verdadera, innata y, en consecuencia, garantizada por la veracidad divina se hace inmanente al
espíritu humano; ¡ay, pero mira qué bien escribo, qué intelectual ha sonado! ¡¿A qué sí?! Digámoslo
ahora de forma más sencilla, el pensamiento de Descartes llevará a que la verdad pertenezca al
sujeto que piensa, se dejará de lado la idea de que podemos comprender la verdad, pero que esta no
nos pertenece. Será sufciente que Locke rebaje esa inmanencia de la ontología a la psicología para
que la metafísica se tambalee, es decir, que en el momento en que comiencen a afrmar que ese
dominio de la verdad está en el campo de la psicología, todo el entramado de la metafísica deja de
tener sentido, pues el verdadero ser habrá de ser comprendido en las formas de conocer del sujeto, y
de esa forma se llegará a la crítica a la metafísica de Kant, en plena ilustración4
. Después de haber
meditado sobre Dios y el mundo, ¿Se constituirá un día el hombre en objeto exclusivo de la
flosofía?5
Necesidad de una nueva flosofía, comienza el pensamiento cartesiano
(Pienso, luego existo... más tarde, ahora no tengo tiempo)
En la actualidad, los científcos ya no sienten la necesidad de buscar fuera de la ciencia una
fundamentación para sus propias investigaciones. En el siglo XVII la situación era completamente
diferente; la investigación científca empezaba, sin duda, a aportar las primeras demostraciones de
su propia efcacia, pero aún parecía buscar alguna garantía, externa y superior, para la verdad
absoluta del nuevo camino emprendido. Sobre todo encontrar la manera de asegurarse a priori que
éstas no caerían en contradicciones sino que darían origen a un saber coherente6
.
La mayor tentativa de satisfacer dicha exigencia la representó, a comienzos de la Edad
Moderna, la flosofía de Descartes.
Fue un esfuerzo fecundo que dio brillantes resultados justamente en el campo científco,
entendida sobre la base de los modelos proporcionados por la mecánica, y que la interpreta solamente basándose en
las nociones de materia y movimiento local. Si, además de teoría explicativa, sustenta que lo real es una inmensa
máquina, entonces, no solamente es una doctrina epistemológica sino también ontológica.
4 Precisamente uno de las ideas fundamentales que confgurarán el pensamiento ilustrado estriba en que el sujeto que
piensa, el ser humano, es dueño de todo su conocimiento, y de esa forma es dueño del mundo que conoce, que deja
de ser algo meramente conocido, pues pasa a ser algo que puede ser controlado, dominado, transformado, etc...
5 Ese será, precisamente el paso que pretenderá dar Karl Marx en el campo de la flosofía.
6 Quizá eso de que los científcos ya no sienten la necesidad de buscar fuera de la ciencia una fundamentación para sus propias
investigaciones sea una de las causas de que la ciencia haya avanzado un tanto sin control a lo largo y ancho de los
siglos XX y XXI, conocer sin saber cómo ni por qué pude ser tan peligroso como no conocer, o lo que es lo mismo,
la flosofía sigue siendo necesaria, la pérdida de su importancia no es la consecuencia de su inutilidad, sino la causa
de la pérdida del sentido y de la razón, quizás, del conocimiento humano, especialmente en el campo de la ciencia.
Por otro lado, haber dejado de lado a la flosofía, como compañera de viaje que ha sido a lo largo de veintiséis siglos,
es más que probable que sea una de las causas del auge de las idolatrías y supersticiones, de las supercherías, de las
religiones fanáticas y demás estupideces que toman su forma más peligrosa en las sectas; la razón ha cogido el
camino que la fe tomó en el siglo XV, se ha alejado de lo que es el ser humano, el que camina todos los días por
nuestras calles y que se sigue cuestionando quién es, qué le pasa, cómo funciona todo, etc...
aunque la ciencia moderna, una vez sólidamente constituida, no tardará en luchar para liberarse de
la metafísica cartesiana, como se había liberado de la aristotélica7
.
El método y las reglas
¿Cómo realizó Descartes la búsqueda de un fundamento absoluto de todo el saber? Sobre la
base de dos argumentaciones, ambas esenciales, una negativa y otra positiva. Las encontramos en el
Discurso del Método.
El momento negativo está constituido por la crítica, bastante severa aunque formalmente
correcta, del tipo de instrucción recibida en el colegio de La Flèche; el positivo por la propuesta de
algunas reglas fundamentales para realizar las indagaciones científcas.
La ciencia que Descartes se propone construir, en la parte positiva de su investigación,
quiere ser más comprensible a la mente humana. Deberá ser una ciencia que cada uno de nosotros
conquiste con sus propias fuerzas sin aceptar nada sobre la única base de la obra de otros. Se han
acabado los autoritas que diseñaron los pensadores cristianos, patrísticos y escolásticos.
Está convencido frmemente del valor de sus propias reglas metodológicas, pero sólo porque
ve en ellas el fruto de una escrupulosa investigación personal. Cualquier otro científco sólo con
ponerlas a prueba podrá convencerse también de su fecundidad.
El método propuesto por Descartes se basa en cuatro cánones:
1) regla de la evidencia; nunca aceptar por verdadera cosa alguna que no podamos
aprehender con perfecta evidencia; 2) regla del análisis; descomponer las aserciones complejas,
hasta llegar a los últimos elementos que las instruyen; 3) regla de la síntesis: recomponer los
últimos elementos así alcanzados hasta descubrir de qué manera se relacionan entre ellos en las
aseveraciones complejas; 4) regla de enumeración: recorrer con movimiento continuo e
interrumpido todas las verdades individuales logradas en la investigación, hasta abrazarlas
simultáneamente en una única mirada.
De entre las disciplinas ya conocidas sólo la Aritmética y la Geometría están
libres de todo defecto de falsedad e incertidumbre (...) La Aritmética y la Geometría son
mucho más ciertas que las demás disciplinas porque sólo ellas se ocupan de un objeto de
tal modo puro y simple que no suponen absolutamente nada que la experiencia haya
mostrado incierto, sino que se asientan totalmente en una serie de consecuencias
deducibles por razonamiento (...) De todo esto se ha de concluir no ciertamente que se
han de aprender sólo la Aritmética y la Geometría, sino únicamente que aquellos que
7 ¿Bueno, y quién era Descartes? El padre del pensamiento moderno nació en La Haye en Touraine (un pueblecito
que actualmente se denomina Descartes) (Francia), el 31 de marzo de 1596, y murió en Estocolmo (Suecia), el 11 de
febrero de 1650. Destacó como flósofo y matemático, campo en el que inventó las coordenadas cartesianas que todavía
hoy en día se utilizan para representar funciones en geometría euclidiana. El bueno de Descartes era amante del
buen yantar y el buen beber, así como de las hermosas féminas, y cuentan las leyendas negras que estando en Suecia
como tutor de la reina Cristina, llegó con ella a algo más que a tutorizarla flosófcamente. Pero en Suecia hacía
demasiado frío para los gustos de Descartes y murió de una pulmonía (o envenenado, según otra leyenda).
buscan el recto camino de la verdad no deben ocuparse de ningún objeto del que no
puedan tener una certeza igual a la de las demostraciones aritméticas y geométricas.
Esas reglas no ocultan algo milagroso; no llevan automáticamente a la verdad absoluta sino
que nos obligan a tomar plena conciencia de los pasos individuales con los que se desarrolla nuestra
búsqueda científca. La garantía que aportan a nuestro saber reside por entero en la evidencia de los
resultados que se van alcanzando.
Y me parece algo realmente curioso que muchos indaguen diligentemente las
costumbres de los hombres, las virtudes de las plantas, los movimientos de los astros, las
transformaciones de los metales y los objetos de otras disciplinas parecidas, y que
mientras tanto casi ninguno se dedique a pensar en la recta mente, es decir, en esta
sabiduría universal, cuando si todas las otras son dignas de estima no es tanto por sí
mismas, sino porque le rinden tributo a ésta.
De la duda a la primera certeza
El enfoque más característico en el que se refeja el método cartesiano es la duda metódica.
Si queremos ser más precisos podemos decir que esta no es sino la búsqueda exasperada de esa
evidencia.
Buscar la evidencia signifca rechazar con decisión todo lo que no es evidente, o sea, todo lo
que erróneamente es aceptado como conocimiento verdadero, cuando es oscuro, incierto e ilusorio.
Como son, por ejemplo, los datos de los sentidos. Si hemos comprobado, aunque sea en una sola
ocasión, que nos engañan, ¿con qué derecho podemos darles fe en otras ocasiones?8
Nuestra duda debe
abarcar, según Descartes, no sólo los datos individuales de los sentidos sino todo el conocimiento
común: ¿no sucede acaso que los objetos empíricos se presenten con los mismos caracteres tanto en la vigilia como en el
sueño?
Tampoco las verdades matemáticas escapan, en rigor, a la instancia de la duda. ¿Quién nos
garantiza, en efecto, que nuestros razonamientos no nos engañan? ¿No sucede a menudo también
en la matemática que se comete algún error sin que nos demos cuenta? El conocimiento discursivo
está necesariamente basado en la memoria; pero ¿quién me garantiza que la memoria no me
engaña? Y fnalmente, ¿quién me garantiza que siga siendo verdad hoy lo que ayer se me reveló
como tal?
La duda metódica se convierte así en una duda hiperbólica, y de esta manera logra
sacudir las bases de toda la realidad, aunque sea conocida. Y justo ese valiente desarrollo hasta las
extremas consecuencias nos lleva, según Descartes, a descubrir una verdad que escapa a cualquier
8 Hay que decir que, como no se entienda bien, este es un tipo de pensamiento muy problemático, pues es el que
siguen los políticos norteamericanos cuando descubren que su oponente tenía una amante hace unos años y dicen:
“Si engañó a su mujer, ¿cómo podemos estar seguros de que no nos engañará a todos los demás?” ¡Lógico, ¿no?!
Tan lógico que luego eligen a George W. Bush, ex borracho, ex drogadicto, ex putero, etc...
duda.
Mi duda, aun la más exagerada, revela directamente mi ser; hay una cosa de la que no
puedo dudar: de que estoy dudando; dudar signifca pensar y pensar signifca ser: COGITO,
ERGO SUM. (Pienso, luego existo).
No se trata de un silogismo en el que haya que admitir que todos los seres que piensan son y
deducir de esto como caso particular que yo pienso y por lo tanto soy. La verdad del Cogito cartesiano es
de otro tipo: es una intuición que se impone a nosotros con indiscutible inmediatez fuera y por
encima de toda duda. (A pesar de esta afrmación de Descartes, los flósofos analíticos del siglo XX
afrman que para que el Cogito sea una muestra de mi existencia, (ergo sum), necesitamos una
premisa mayor que afrme que “pensar es existir”).
Pero inmediatamente después me di cuenta de que, mientras me proponía
considerar como falsas todas las cosas, era necesario que yo, que las pensaba, fuese algo.
Por lo que, dado que esta verdad, pienso, luego existo, era tan frme y cierta que no
habría podido negarla ni la más extravagante suposición de los escépticos, juzgué que
podía tomarla sin dudar como el principio primero de mi flosofía...
Con el descubrimiento del ‘Cogito’ Descartes da comienzo a la metafísica subjetivista
moderna: o sea, a una metafísica que toma como fundamento el ser del pensamiento, no el de los
objetos ideales o reales. Con ella se reconoce al pensamiento una situación absolutamente
privilegiada, la de sustancia que no requiere nada distinto de ella misma a lo que ser referida o que
le sirva de soporte. El pensamiento así entendido no resulta sólo la primera verdad, sino también el
punto de partida de cualquier verdad ulterior.
Del ser del sujeto al ser de Dios
Para llegar del Yo al mundo, y poder afrmar que el mundo también existe, con lo que
nuestra ciencia es posible y queda fundamentada, el camino recorrido por Descartes atraviesa una
etapa intermedia de fundamental importancia: el ser Divino.
Según Descartes no puede ponerse en duda que en el Yo pesante se encuentra una basta
multiplicidad de ideas, la duda surge, sin embargo, apenas se trata de pasar de estas ideas a la
realidad.
Descartes distingue tres tipos de ideas fundamentales: Las ideas adventicias, las
facticias, y las innatas. Son adventicias las ideas que provienen del mundo externo y que
resultan extremadamente falaces. Son facticias las ideas que fabricamos nosotros mismos, de
manera arbitraria, como las sirenas o los hipogrifos9
. Son innatas las ideas que no proceden ni de los
9 ¿A qué no tenéis ni refajolera idea de lo que es un Hipogrifo? Bien, ¿y a qué esperáis para ir a mirar en un
diccionario lo que es? ¡Atajo de vagos! ¡Malandrines, bellacos, malvados, granujas, bribones, villanos, bergantes, y
todavía más: pillos! Eso sí que es saber insultar, seguro que ahora os lo pensaréis dos veces antes que dejar al
hermoso diccionario escondido en un rincón.
objetos externos ni de nuestra voluntad, sino de la sola facultad de pensar.
La idea de Dios constituye para Descartes una idea innata.
Es un hecho que poseemos la idea de la perfección: la misma conciencia de nuestra
imperfección nos prueba que sabemos qué es un ser perfecto. ¿Cómo podremos sostener, de otra
manera, el no ser justamente nosotros, perfectos? La idea de perfección es pues innata a nosotros: es
la idea de Dios.
La idea de Dios no puede provenir de nosotros; lo perfecto no puede provenir de lo
imperfecto. Hay que reconocer, pues, que existe en realidad un ser divino.
Al argumento señalado Descartes agrega otro. Es el argumento ontológico: la idea de Dios es
una efectiva realidad, una certidumbre inmediata que no podemos menos que pensar; la existencia
es un atributo de la perfección, con lo que resulta imposible pensar en un ser perfecto que no existe.
Me veo obligado a pensar en Dios provisto de existencia; este pensamiento es una realidad efectiva
en mí, innegable. Sólo la existencia de Dios puede determinarme a tener este pensamiento. Dios no
sólo existe, sino que existe justo en virtud interna, no pudiéndose concebir su perfección sin su
existencia.
Dios se convierte en el pedestal muy frme de toda la flosofía cartesiana. Se convierte, en
especial, en la garantía metafísica del criterio mismo de verdad. Si Dios existe, y si es un ser
perfecto, no puede permitir que nos engañemos. Basta pues con tomar en examen las ideas claras y
nítidas existentes en nuestra mente: no podrán dejar de revelarnos una verdadera y efectiva
realidad. Dios constituye la garantía última de la normalidad de nuestro pensamiento y por lo tanto
de la indiscutible validez de la ciencia. Es una garantía que permitirá a Descartes y a sus seguidores
encaminarse con renovada confanza por el difícil y largo camino de la investigación científca.
[Ciertamente Dios va a ser una garantía en el campo de la epistemología, pero analicemos
un momento lo que ha pasado. En el fondo, lo que Descartes ha dicho es lo siguiente: en el campo
de la ontología Dios es lo primero, su existencia es suprema, y todo eso que ya sabemos; pero en el
nivel epistemológico es una verdad que se me revela posterior al ‘Yo’, es decir, está, al menos en el
ámbito epistemológico, por debajo del sujeto que lo piensa. ¡¿Os dais cuenta de lo que dice
Descartes... que Dios está por debajo, da igual que sólo sea en el campo epistemológico?! No en
vano las obras de Descartes siguen estando prohibidas por la Iglesia. Ahora sí que podéis entender
la importancia de la flosofía de Descartes para el nacimiento del mundo moderno, un mundo
donde la razón y Dios estarían ya completamente separados, al menos ese era el deseo.]
No obstante, los críticos pensaron haber encontrado un desliz racional en el pensamiento del
francés. Solemos equivocarnos a menudo, de modo que Dios nos permite vivir en el error no nos
protege ni nos alimenta con certezas absolutas. Es verdad -replicó Descartes- que a menudo
erramos, pero no es culpa de Dios, sino nuestra. Hay muchas cosas inciertas y, en estos casos,
deberíamos suspender los juicios hasta lograr la certidumbre. Sin embargo, siempre que, en un acto
de voluntad, damos crédito a algo que nuestra razón rechaza, incurrimos en un error. Y tenemos la
capacidad de hacerlo, porque Dios nos ha dado el libre albedrío: este es un don extraordinario,
sobrenatural, pero podemos utilizarlo mal, como cuando afrmamos sin tener buenos motivos algo
que a la luz de nuestra razón no es nada evidente. Inmediatamente regresamos a este asunto.
Del ser de Dios al ser del mundo
La sustancia es una realidad que existe de manera tal que no necesita de ninguna otra realidad para
existir. En sentido absoluto, el término sustancia sólo corresponde a Dios (Res infnita); en sentido
relativo es aplicable también a las realidades creadas ya que estas para existir no necesitan nada
fuera del concurso divino. Los atributos, no existen de por sí sino sólo en cuanto atributos de una
cierta sustancia. Revelan la sustancia de la que son atributos.
Dios no puede ser concebido de otra manera fuera de la sustancia.
Pero también el Yo es sustancia, la cosa que piensa, (Res cogitans). Esta sustancia tiene un
atributo fundamental: el pensamiento. Su imperfección demuestra además que es una sustancia
fnita. No puede dejar de depender de la sustancia perfecta, o sea, de Dios.
Una rigurosa confrontación entre la idea del Yo pensante y la del cuerpo extenso nos
muestra indiscutiblemente que se trata de dos ideas enteras y realmente diferentes.
¿Podríamos admitir la idea de que el cuerpo extenso provenga del Yo pensante? No, por
cierto, porque Yo en cuanto soy cosa pensante no puedo producir la idea de una cosa diferente del
pensamiento. Pero existe el hecho indiscutible de que yo tengo una grandísima inclinación a creer que
una tal idea proviene justamente de las cosas materiales. Si las cosas materiales no existieran en la
realidad, no veo como podría dejar de acusar de engaño a la divinidad. Pero ya sabemos que Dios no nos
engaña. Nos queda sólo una conclusión posible: admitir la existencia efectiva de las cosas materiales;
y esa existencia de los cuerpos extensos resulta, en la concepción flosófca de Descartes,
inseparablemente vinculada al más riguroso dualismo entre la Res cogitans y la Res extensa.
Ahora es el momento de regresar a aquello que hace cuatro párrafos hemos dejado. El juicio
no es un acto del intelecto, sino de la voluntad. La causa del error debe buscarse, por tanto, en el
hecho de que nuestra voluntad va más lejos que nuestro intelecto. Cuando la voluntad considera
argumentos que superan la esfera del conocimiento claro y nítido sus juicios son equivocados. En
defnitiva: ¿cuál es la causa del error? La libertad.
Muy relacionada con este problema de la libertad como causa del error aparece una
concepción antropológica de Descartes: bajo esta concepción Descartes no tiene sistema, su flosofía
consiste en descubrir al ser humano, y lo consigue en la medida que no construye sistema alguno.
La flosofía de Descartes es, en realidad, una antropología. Un flósofo sistemático debe situarse más
allá de la subjetividad, como Spinoza10
, que toma la posición divina.
Entre evidencia y coherencia Descartes prima claramente por la evidencia, lo que le lleva a
aceptar la libertad de la incoherencia, (el error). La flosofía de Descartes es así un conjunto de
paradojas y contradicciones, lo que es propio del Ser humano. Ser cartesiano es aceptar y vivir estas
incoherencias y contradicciones.
Consecuencias del dualismo cartesiano
Las consecuencias del dualismo entre sustancia pensante y sustancia extensa se refejan en
todos los mayores problemas de la flosofía tradicional.
Según la tradición aristotélico-escolástica, el concepto de alma está íntimamente ligado al de
vida. Para Descartes, en cambio, el alma, que es puro pensamiento, nada tiene que ver con la vida.
Es verdad que ésta se separa del cuerpo humano cuando aquel muere; pero esto no signifca que esa
separación sea la causa de la muerte del cuerpo; es más bien la consecuencia porque, con la muerte,
el cuerpo deja de poder servir al alma y por lo tanto, en cierta manera, ésta se vuelve inútil. Pero
sigue quedando fuera de discusión que la muerte del cuerpo no puede repercutir de manera alguna
sobre la existencia del alma.
Identifcando lo psíquico con lo inextenso, Descartes puede concebir el alma como conexa,
no ya con todo el cuerpo, sino con un solo punto de él (y precisamente en la glándula pineal)11
. Se
trata de una conexión extrínseca, de puro contacto, no de unión. El alma del hombre sólo puede
modifcar la dirección de los movimientos del cuerpo, no variar su cantidad. Psíquico y físico nada
tiene que ver uno con otro.
La causalidad se piensa como relación que vincula cuerpo con cuerpo, sin la mínima
intervención de fuerzas ocultas. No sólo ya no se siente la necesidad de concebir el mundo como un
animal provisto de vida, sino que se explica la vida misma mediante leyes mecánico-matemáticas
(mecanicismo) de la sustancia misma. Ni los animales escapan, según Descartes, a esta concepción
rigurosamente mecanicista. Si tuvieran un alma la revelarían usando un “verdadero lenguaje” ya
que la palabra es el único signo y la única prueba segura del pensamiento oculto y encerrado en el
10 Baruch de Spinoza, en hebreo ‫ברוך‬‫שפינוזה‬ , puesto que doy por sentado que el hebreo se habla con facilidad, nació
en Ámsterdam (Países Bajos) el 24 de noviembre de 1632; murió en La Haya (Países Bajos), el 21 de febrero de
1677. Era de origen portugués, considerado, junto a Descartes y Leibniz, uno de los tres grandes racionalistas. En su
Ética nos dejó la siguiente perla de libertad: Un hombre libre en nada piensa menos que en la muerte, y su sabiduría es una
meditación sobre la vida, no sobre la muerte.
11 Aquí habría que decir que Descartes ya podría haberse buscado otro sitio, otra glándula, porque lo que es esta, es
penosa. La glándula pineal es la que hoy en día conocemos como ‘epífsis’, uno de los elementos más antiguos y
rudimentarios de nuestro cerebro y del que tan sólo se puede decir que hombre, para algo servirá. Lo curioso, hablando
en serio, de este hecho, es que podemos ver como Descartes asume una novedad que el Renacimiento ya había
mostrado y el mundo moderno toma plenamente, el conocimiento del cuerpo humano mediante la experiencia.
¿Cómo, si no, hubiese de saber Descartes de la existencia de una mierda de glándula? ¿Acaso alguno de vosotros
habíais oído hablar de ella? ¡¡¡No la confundáis con la Hipófsis, eh!!!
cuerpo.12
Con la separación absoluta la independencia de las ciencias de la naturaleza está
metafísicamente garantizada. Pueden desarrollarse libremente sus propias indagaciones, sin temer
que los resultados alcanzados interferan en los problemas tradicionales concernientes al alma y a
Dios.
Signifcado y límites del racionalismo cartesiano
Uno de los fnes de la flosofía de Descartes fue la conquista de la sabiduría. Esto aclara el
interés que tuvo por el factor de la voluntad.
Para comprender plenamente el peso que se atribuye al factor de la voluntad en la flosofía
de Descartes, es necesario recordar su interés por las aplicaciones prácticas del saber. Es un interés
que indudablemente lo acerca a Galileo y Bacon. La parte sexta del Discurso del método contiene
una apasionada defensa de esta concepción baconiana del saber y una precisa exposición del deber,
que corresponde a cada científco, de colaborar cada uno según su propia inclinación y su propio
poder [en el progreso de la ciencia y de la técnica] para que, empezando los últimos donde los
primeros han terminado y reuniendo de esta manera las vidas y obras de muchos, actuemos todos
juntos mucho más lejos de lo que cada uno podría hacer en particular.
Si es verdad que toda la construcción flosófca de Descartes se apoya en el criterio de la
evidencia racional, no es menos cierto que el fn al que se dirige esa construcción flosófca no
consiste en la pura y simple adquisición de una imagen clara y distinta del universo, sino en la razón
a norma de vida moral y en la transformación de las verdades teóricas en instrumentos prácticos de
acción sobre el mundo.
La realidad es que Descartes ejerció en la historia del pensamiento flosófco-científco la
función de enérgico sostenedor de los derechos de la razón, incluyó esta búsqueda de claridad en
una concepción concreta del actuar humano que es, a la vez, actividad y racionalidad.
El racionalismo cartesiano no puede ser entendido si no se tiene presente que su fn supremo
es el de humanizar la ciencia formando con ella algo que no está por encima del hombre sino que se
identifca de tal manera con él que constituye un todo con su actividad teórica y práctica.
Descartes recurre a una deducción de la realidad del mundo porque quiere demostrar que el
mundo real no es el de la antigua metafísica, formado por fuerzas que escapan al conocimiento
humano, sino que es un colosal mecanismo totalmente aprensible por la razón y por lo tanto
también dominarle por ella. La flosofía y la ciencia posteriores a Descartes se liberarán poco a poco
de sus dogmas metafísicos, pero seguirán atesorando su concepción del hombre, como ser capaz de
aprehender, con la razón, la íntima estructura de él mismo y del mundo, y remitir este
12 Y en esto Descartes sí que se adelanta, y mucho, a su tiempo flosófco. La actual flosofía del lenguaje trabaja
precisamente sobre ideas como esas; el lenguaje es, no ya la muestra de un pensamiento (que es lo que insinúa
Descartes), sino que es el pensamiento mismo.
conocimiento a la construcción del regnum hominis13
.
Pero las críticas a Descartes llegaron ya en vida del propio flósofo. Le vieron errores en su
argumentación. No se puede, pensaban los críticos, recurrir a la evidencia para demostrar que Dios
existe y luego hacer de Dios el garante de dicho criterio de evidencia, porque haciéndolo se cae en
un círculo vicioso. El hecho de que Dios sea bueno, llegaron a decirle, no nos ofrece ninguna
garantía de que no nos inducirá a error, ya que puede hacerlo por nuestro bien, del mismo modo
que los adultos no se lo dicen todo, e incluso les mienten, a los niños para no perjudicarlos.
El mundo pensado por Descartes está regido implacablemente por las leyes de la mecánica,
con lo que parece desaparecer la posibilidad de una intervención de Dios en su destino. Descartes
nunca negó los milagros, por ejemplo, pero resulta demasiado contradictorio aceptar los milagros y
la propuesta de Descartes. El flósofo francés estaba permitiendo, a pesar de las apariencias de
colocar a Dios como garantía de todo, que nos olvidáramos de Él al investigar el mundo y
prescindiéramos del alma inmortal al investigar el cuerpo humano. Por todo ello el pensamiento
cristiano reaccionó.
Descartes dejó abierto un camino del pensamiento que seguimos recorriendo, con nuevas
preguntas que parecen no tener respuesta y que, sin embargo, siguen produciéndonos inquietud. Si
el genio maligno existiese y nos engañara, si fuera verdad que el mundo no existiera o es totalmente
distinto de lo que pensamos de él, ¿realmente importaría si siempre percibimos lo mismo? Incluso si
el mundo se hubiese creado hace unos minutos, y con él se hubiese creado nuestra memoria y las
señales del pasado, ¿cambiaría en algo nuestras vidas? ¿Por qué, entonces, nos inquietan esas
preguntas?
¿Podemos afrmar que es lo mismo mi existencia que la conciencia de mi existencia? ¿Podría
no existir y tener conciencia de que existo?14
La moral de Descartes
Último y supremo grado de la sabiduría, la moral presupone las otras ciencias y en especial la
metafísica; por lo tanto, no es posible pretender construirla mientras se está trabajando en la
elaboración rigurosa de otras ciencias. De ahí la necesidad de adoptar mientras tanto,
provisionalmente, algunas reglas de vida provistas al menos de cierta efcacia para vivir lo más
felizmente posible.
Las reglas de la moral provisional de Descartes son tres: 1) obedecer las leyes y los usos
del propio país. 2) Ser “lo mas frme y resuelto” en las propias acciones y seguir las opiniones
13 El Regnum hominis se convirtió, durante el siglo XVIII, en un concepto que simbolizaba el anhelo y la ilusión de los
ilustrados, crear un mundo que fuese el reino de los hombres, y no ya, defnitivamente, el mundo de Dios; el ser
humano se había convertido, comenzando con Descartes, en el eje de todo el pensamiento, su inicio y su fn último,
y la razón es su dominio.
14 ¡Dios mío! Demasiadas cuestiones, comienzo a agobiarme. ¿Por qué estudiaría yo flosofía? ¡Con lo feliz que yo era
en mi ignorancia!
adoptadas con no menor constancia que si hubieran sido verdaderas. 3) Esforzarse siempre por
cambiar los propios deseos más que el orden en nuestro poder fuera de nuestros pensamientos. Al
fnal agrega una cuarta que expresa su vocación personal: continuar empleando toda la vida en
cultivar mi razón y en progresar todo lo posible en el conocimiento de la verdad15
.
Descartes era demasiado honesto para silenciar que la renovación del saber incluía también
una renovación ética; pero también era demasiado cauto para decir explícitamente que la
revolución en el campo práctico se produciría paralelamente con la que estaba promoviendo en el
campo teorético. Aún estaba fresco el recuerdo de las hogueras de Bruno y de Vanini16
.
Después de la alusión a la moral provisional, contenida en el Discurso del método, Descartes
volvió varias veces sobre el problema moral, pero éste nunca fue objeto de una obra sistemática;
siempre se remitirá a las reglas expuestas en el Discurso e insistiendo sobre el criterio de lo mejor que
en sustancia se deduce de la cuarta de tales reglas: hacer lo mejor que el intelecto sabe, hacer las cosas que se
consideren mejores.
Lo mejor se presenta a nuestro actuar como un modelo no fjo o a priorístico, o dogmático,
sino sacado de la experiencia. Así el concepto de virtud no se impone de manera abstracta, sino que
se identifca con la aceptación de la razón, o sea, con el propósito de realizar todo lo que aconseje la
razón, sin que las pasiones o los apetitos lo aparten.
La aceptación de la guía de la razón y el consiguiente recto uso de las pasiones constituyen
los ejes de la sabiduría en donde buscarse uno de los fnes principales de la flosofía cartesiana.
El racionalismo (II). Baruch Spinoza (Dios lo es todo, pero todo, todito,
todo).
Baruch de Spinoza intentó culminar el proyecto racional de Descartes, llevando el
pensamiento racional allí donde el genial francés se había parado, a los campos de la ética. Ese era
su objetivo, las meditaciones acerca del destino y la libertad del hombre, de lo bueno y lo malo, de
la perfección y la felicidad. Ese objetivo, seguramente, estaba infuido por su expulsión de la
15 Como todo gran pensador Descartes tiene un mundo teórico y otro mundo práctico, en el que vivía. Dice que su
moral debe regirse por la razón y alejarse de esa manera de las pasiones perniciosas, pero lo cierto es que era un
mujeriego de narices, y que su “pasión” por las mujeres le llevó a tener un “rollete” de alta alcurnia, nada menos
que con la reina de Suecia. Y ya sabemos que por allí el grajo vuela bajo, o lo que es lo mismo, hace un frío del
carajo, con lo que no es de extrañar que se muriera de pulmonía precisamente por aquellas latitudes.
16 Giulio Cesare Vanini nació en Taurisano (Italia) en 1585, y murió en una hoguera de la inquisición, en Toulouse
(Francia) el año 1619. Fue acusado de ateísmo por defender teorías ajenas a la doctrina de la iglesia, como que el
hombre procedía del mono, y negar la inmortalidad del alma, condenado y ejecutado en una hoguera pública.
comunidad judía de Ámsterdam17
, y su retiro a una vida solitaria, protegido por sus amigos, amigos
también que eran del pensamiento racional frente al fanatismo.
Sin embargo, aunque su objetivo era poder demostrar racionalmente el campo de la ética (y
de ahí el título de su libro: Ética demostrada según el orden geométrico de las cosas) su pensamiento cobró
fuerza y fama posterior por su tratamiento nada ortodoxo del concepto de Dios, llevando la razón a
límites insospechados para el momento. De esa manera su obra se convirtió en una refutación de la
pretensión de la religión y la teología de ser las únicas vías de salvación posible para el ser humano,
las únicas formas de acceso y unión con la divinidad; reivindicó la flosofía, o lo que es lo mismo, la
razón, como la forma propia y auténtica mediante la cual el ser humano adquiere la sabiduría y, a
través de esta, la salvación y la unión con Dios.
Spinoza acepta la comprensión que Descartes había hecho de la Sustancia, y modifcó su
defnición para hacerla más racional e integrada en un sistema total de flosofía: aquello que es en sí
y se concibe por sí, esto es, aquello cuyo concepto, para formarse, no precisa del concepto de otra
cosa. La sustancia es, pues, causa de sí misma, o como se dice en términos técnicos flosófcos, causa
sui, lo que signifca que nada, sino Dios, puede ser concebido como una sustancia. La res cogitans y
la res extensa de Descartes perdían esa categoría. La autoproducción de Dios es simultáneamente la
producción de todo lo que existe, de la naturaleza infnita, la cual es una e idéntica a Dios.
El sujeto fnito, el ser humano, tampoco es sustancia. El pensamiento y la extensión son
atributos de la única sustancia, la divina. Y aquí comenzaba el problema, pues ¿si la extensión es en
realidad Dios, habremos de admitir que Dios es una cosa extensa? Todavía más, si no somos
sustancias pensantes, ¿de dónde procede nuestro pensamiento libre? Y Spinoza acepta las
consecuencias de su pensamiento. Dios y la naturaleza son lo mismo. El Dios antropomórfco de la
religión es un engaño que la plebe necesita para eliminar sus miedos; y la libertad de nuestro
pensamiento y, por lo tanto de nuestras acciones, es otra superstición que deseamos creer.
El espíritu divino impregna el mundo entero y Dios es el hacedor de todo lo que sucede en el
universo de nuestra experiencia, aunque no porque provoque cada uno de los acontecimientos con
una orden específca al estilo de un general sobre sus tropas, sino porque, en la cadena infnita de
acontecimientos, cada suceso está inapelablemente determinado por los anteriores. En el mundo, la
causalidad es absoluta, la contingencia no existe: el libre albedrío es una superstición de la plebe. Ni
Dios mismo es libre en el sentido de sopesar varias opciones y elegir una de ellas, ni lo somos
nosotros en ese mismo sentido, aunque a veces nos parezca que sí; una piedra que se desprende de
un peñón y cae, si pensara, también podría imaginar que está cayendo por voluntad y a petición
propias. Nuestra supuesta libertad no difere en nada de la de aquella piedra.
Para Spinoza esta racionalidad absoluta defende la verdadera libertad, no aquella que el
17 Con intento de asesinato incluido.
pueblo quiere creer y que consiste en elegir entre opciones, sino como la liberación de las ataduras
de las malas ideas, acercándonos a una aceptación de la bondad inherente a la naturaleza que no es
otra que Dios mismo.
Por sus ideas, por su forma de concebir la vida y la flosofía, en toda la historia de la flosofía
tal vez no haya habido un personaje más solitario que Spinoza.
El racionalismo (III). Gottfried Wilhelm Leibniz (¡Qué monada de
flosofía!)
Dicen de Leibniz que fue el último hombre europeo que sabía de todo, sus intereses
intelectuales no parecían tener límites. Se dedicó con fuerza y con inteligencia a la matemática, a la
física, la flosofía, la teología, la lógica, la jurisprudencia, las ciencias historiográfcas, la geología...
Nada parecía quedar ajeno a su pensamiento. Ahora bien, el verdadero interés de Leibniz consistió
en intentar que todo ese conjunto de conocimientos diversos estuviesen explicados bajo una misma
protección racional. Leibniz deseaba llevar a la razón a los ámbitos que Descartes le había
prohibido sin caer en las peligrosas teorías de Spinoza que él rechazó por ir en contra de la
verdadera religión. De hecho Leibniz y Spinoza se conocieron personalmente en una ocasión (y
mucho se ha escrito sobre lo que debieron hablar durante aquella tarde en la casa del judío
holandés) y el alemán se llevó la obra de Spinoza para poder estudiarla concienzudamente.
Y es que las vidas de Leibniz y Spinoza eran radicalmente diferentes. Frente a la persecución
que sufrió el holandés por sus ideas acerca de Dios, Leibniz siempre estuvo protegido por príncipes
alemanes, gustosos de tener entre sus flas a un afamado flósofo. Mientras uno vivió de su escueto
trabajo y las ayudas de amigos, el alemán fue famoso, rico, y siempre cercano al poder; se carteaba
con las princesas de Europa18
para enseñarles la flosofía de la época, y su flosofía nunca fue un
peligro para ningún poder establecido. Aunque, al fnal, también Leibniz tuvo mala suerte. La Royal
Society de Londres decidió que el cálculo infnitesimal lo había inventado Newton y que Leibniz lo
había plagiado19
, lo cual llevó a que Leibniz comenzara a estar muy mal visto en círculos ingleses. Y
mira tú por donde, el duque Jorge Luis, de la casa de Hannover, protector de Leibniz, fue invitado
a ser rey de Inglaterra, y ahí es donde todo estaba perdido para el flósofo. Acabó muriendo en
completa soledad. A su entierro únicamente acudió un amigo, y ni siquiera estuvo presidido por un
18 Esas cartas se han publicado en España bajo el título Filosofía para princesas.
19 ¡Aquí hay un tufllo que no te digo yo a chovinismo! En realidad, como ya os he comentado, Leibniz trabajó al
margen completamente de Newton, y publicó su trabajo cuando supo que Newton había publicado el suyo. Hay que
decir, igualmente, que el trabajo del inglés era mejor.
clérigo. Hoy en día, sin embargo, Leibniz da nombre a unas afamadas galletas alemanas. ¡Algo es
algo!
Leibniz pensaba que no podía ser ese mundo racional y sin libre albedrío que había
planeado Spinoza; defendía que era posible defender un edifcio racional del universo siguiendo dos
principios básicos: el principio de contradicción, según el cual todo aquello que tenga una
contradicción es falso; y el principio de razón sufciente, que afrma que todo lo real tiene una
razón sufciente para existir. Para Leibniz, de esa forma, la razón misma es Dios. Este no pudo
haber creado el mundo con contradicciones, pues eso implicaría haberlo creado contra él mismo.
¿Limita eso el poder de Dios? No, porque las verdades en cuestión que se explican son él mismo.
En el mundo, sin embargo, parece que se dan verdades que no son necesariamente
verdaderas. Leibniz piensa que estas verdades nos llevan a otras verdades, y así sucesivamente en la
búsqueda de las causas de las diferentes verdades contingentes, hasta encontrar una causa última
que es Dios. La cuestión está en ¿por qué hay algo en lugar de nada? A causa de Dios. Leibniz, defende
así un universo en el que todo está en conexión racional con todo, perfectamente planifcado por
Dios siguiendo las reglas que él mismo representa. En pocas palabras, Leibniz está diciendo que si
tuviésemos una mente infnita, como la divina, entonces las verdades contingentes del mundo (como
por ejemplo que yo sea moreno) se nos aparecerían como verdades necesarias, al estilo de las de las
matemáticas, es decir, verdades de las que no podemos imaginarnos su contradicción.
A partir de ahí Leibniz critica la idea de sustancia de Spinoza, que a su vez era de Descartes,
y defende una infnitud de sustancias a las que denomina Mónadas. Son átomos metafísicos,
centros de fuerza y de actividad. Cada mónada contiene o desarrolla una representación de todo el
universo, si bien, desde una perspectiva propia, por lo que no hay dos mónadas idénticas. Juntas
forman una jerarquía coronada por la mónada suprema: Dios. Ahora bien, las relaciones que vemos
en el espacio no son una ilusión, son proyecciones necesarias para la existencia del universo común
de la experiencia humana, para que sepamos que nuestras percepciones se referen a la misma
realidad que al resto de la gente.
¿Y cómo es posible que se de un todo racional y funcionando en armonía si las mónadas no
pueden interactuar con las cosas? Porque la mente divina, en su infnita sabiduría, creó un universo
con armonía preestablecida. Cuando Dios creó el mundo, en su infnita mente, ya estableció todas
las conexiones materiales que percibimos. Las mónadas están tan perfectamente conectadas y
armonizadas las unas con las otras que cada una de ellas representa una introspección en el
universo entero. Cada una es un espejo fel de todo, del pasado, del presente, y del futuro infnito.
La mente infnita pudo armonizarlo todo de tal manera que el concepto de cada cosa contiene su
destino como una verdad necesaria, únicamente comprensible para la mente divina, eso sí. De esa
forma, en la mente de Dios, el hecho de que yo me caiga un día del año que viene es inherente al
concepto que yo soy, de la misma manera que en la noción de triángulo está que tiene tres ángulos.
Pero Leibniz no niega el libre albedrío como lo había negado Spinoza, pues los actos
humanos no son necesarios en el plan divino, por mucho que estén determinados y previstos por
Dios. Sólo son necesarias aquellas cosas que no admiten su contrario, como que el triángulo tiene
tres ángulos, y de esa forma el ser humano hace lo que le parece más adecuado y es libre de hacerlo.
Leibniz acaba su Teodicea diciendo que Dios posee dos cualidades que nos permiten
comprender el mundo, su bondad infnita y su sabiduría absoluta; a partir de ellas, por mucho que
haya mal en el mundo, hay que extraer la conclusión de que este es el mejor de los mundos
posibles.20
Dios podría haber creado un mundo sin mal, ahora bien, como en una gigantesca
calculadora, la mente divina sopesó las infnitas posibilidades de creación y calculó que el nuestro,
con todo su mal y todo su sufrimiento, generaría una cantidad incomparablemente mayor de cosas
buenas que el otro, no menos posible, pero en el que no habría libertad, pues ahí donde radica el
mal del mundo, y no en un supuesto fallo del organismo creado.
Resulta un tanto curioso, al menos a mí me lo parece, que Leibniz acabara acusado casi de
ateo. En ocasiones no entiendo a la iglesia... bueno no la entiendo casi nunca.
20 Esta postura es lo que se conoce como Optimismo Metafísico, y que irritaría en extremo a los librepensadores
ilustrados, como Voltaire, que ridiculizó todo lo que pudo y más a Leibniz.

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Descartes y el racionalismo

  • 1. Descartes y el racionalismo. Estoy pensando, estoy pensando... Introducción. En general, en el renacimiento el flósofo ya no es un escolástico. Ninguno de los grandes pensadores de esta época se dedica a la enseñanza. Al dejar de ser escolástico, aunque permanezca fel al latín, el flósofo empieza a utilizar su lengua nacional. Es decir, a diversifcarse según el genio de su pueblo y a dirigirse a un público cada vez más amplio. Al siglo XVII se le denomina el siglo del método, o mejor, como el siglo del método moderno. Se cree aún que sólo la lógica, con sus formas y categorías, es capaz de descifrar el mundo, pero cada vez se cree menos que el Organon aristotélico procure la mejor clave. La nueva ciencia aparece fuera de los viejos dogmas. Aparecen las fguras de Galileo Galilei y de Francis Bacon. Mide lo que se pueda medir y lo que no se pueda medir: hazlo medible. (Galileo)1 . El libro de la naturaleza está escrito en lenguaje matemático. (Galileo). El saber es poder (Francis Bacon). La nueva ciencia puede avanzar porque Aristóteles es estudiado fuera de los dogmas de la iglesia, por eso podrá decir Galileo su famosa frase Yo soy un verdadero aristotélico. La naturaleza vuelve a estudiarse de forma directa, se hace el trabajo que Aristóteles pedía a la ciencia para avanzar. Comienza así la nueva visión del mundo: Sobre las revoluciones de los orbes celestes, de N. Copérnico plantea claramente el heliocentrismo2 . Le seguirán los trabajos de J. Kepler y sus tres leyes sobre los movimientos de los astros. Kepler era contemporáneo de Galileo, cuya ley de la inercia preparaba todo el trabajo de Newton, y planteó un inicio de teoría de la relatividad. Finalmente Newton, ya dentro del Barroco establece la Ley de la Gravitación Universal con la que unifca todo el trabajo científco. En flosofía la modernidad de Descartes radica en que consigue imponer el modelo matemático en la lógica y en la flosofía. El método cartesiano transforma la faz del mundo mediante el mecanicismo3 , por el que, 1 ¡Hombre, esto hay que decir que suena un poco a trampa, qué narices! 2 O lo que es lo mismo, la idea de que la Tierra es un planeta que gira en torno al Sol que está en el centro de su órbita. Hay que decir que la idea es revolucionaria, pero no novedosa, pues algunos griegos, como Aristarco, ya habían afrmado lo mismo, aunque fueron silenciados por la fama de Aristóteles y Ptolomeo. 3 Ampliando la nota vista en el tema anterior, se entiende por Mecanicismo a la teoría según la cual toda realidad es
  • 2. con razón o sin ella, se defnió en el siglo XVII con mayor precisión que por el cogito. Antes de Descartes las ideas o esencias seguían siendo trascendentes al espíritu humano en el nexo de los inteligibles o universales, en las formas del género o de la especie. Con Descartes la idea verdadera, innata y, en consecuencia, garantizada por la veracidad divina se hace inmanente al espíritu humano; ¡ay, pero mira qué bien escribo, qué intelectual ha sonado! ¡¿A qué sí?! Digámoslo ahora de forma más sencilla, el pensamiento de Descartes llevará a que la verdad pertenezca al sujeto que piensa, se dejará de lado la idea de que podemos comprender la verdad, pero que esta no nos pertenece. Será sufciente que Locke rebaje esa inmanencia de la ontología a la psicología para que la metafísica se tambalee, es decir, que en el momento en que comiencen a afrmar que ese dominio de la verdad está en el campo de la psicología, todo el entramado de la metafísica deja de tener sentido, pues el verdadero ser habrá de ser comprendido en las formas de conocer del sujeto, y de esa forma se llegará a la crítica a la metafísica de Kant, en plena ilustración4 . Después de haber meditado sobre Dios y el mundo, ¿Se constituirá un día el hombre en objeto exclusivo de la flosofía?5 Necesidad de una nueva flosofía, comienza el pensamiento cartesiano (Pienso, luego existo... más tarde, ahora no tengo tiempo) En la actualidad, los científcos ya no sienten la necesidad de buscar fuera de la ciencia una fundamentación para sus propias investigaciones. En el siglo XVII la situación era completamente diferente; la investigación científca empezaba, sin duda, a aportar las primeras demostraciones de su propia efcacia, pero aún parecía buscar alguna garantía, externa y superior, para la verdad absoluta del nuevo camino emprendido. Sobre todo encontrar la manera de asegurarse a priori que éstas no caerían en contradicciones sino que darían origen a un saber coherente6 . La mayor tentativa de satisfacer dicha exigencia la representó, a comienzos de la Edad Moderna, la flosofía de Descartes. Fue un esfuerzo fecundo que dio brillantes resultados justamente en el campo científco, entendida sobre la base de los modelos proporcionados por la mecánica, y que la interpreta solamente basándose en las nociones de materia y movimiento local. Si, además de teoría explicativa, sustenta que lo real es una inmensa máquina, entonces, no solamente es una doctrina epistemológica sino también ontológica. 4 Precisamente uno de las ideas fundamentales que confgurarán el pensamiento ilustrado estriba en que el sujeto que piensa, el ser humano, es dueño de todo su conocimiento, y de esa forma es dueño del mundo que conoce, que deja de ser algo meramente conocido, pues pasa a ser algo que puede ser controlado, dominado, transformado, etc... 5 Ese será, precisamente el paso que pretenderá dar Karl Marx en el campo de la flosofía. 6 Quizá eso de que los científcos ya no sienten la necesidad de buscar fuera de la ciencia una fundamentación para sus propias investigaciones sea una de las causas de que la ciencia haya avanzado un tanto sin control a lo largo y ancho de los siglos XX y XXI, conocer sin saber cómo ni por qué pude ser tan peligroso como no conocer, o lo que es lo mismo, la flosofía sigue siendo necesaria, la pérdida de su importancia no es la consecuencia de su inutilidad, sino la causa de la pérdida del sentido y de la razón, quizás, del conocimiento humano, especialmente en el campo de la ciencia. Por otro lado, haber dejado de lado a la flosofía, como compañera de viaje que ha sido a lo largo de veintiséis siglos, es más que probable que sea una de las causas del auge de las idolatrías y supersticiones, de las supercherías, de las religiones fanáticas y demás estupideces que toman su forma más peligrosa en las sectas; la razón ha cogido el camino que la fe tomó en el siglo XV, se ha alejado de lo que es el ser humano, el que camina todos los días por nuestras calles y que se sigue cuestionando quién es, qué le pasa, cómo funciona todo, etc...
  • 3. aunque la ciencia moderna, una vez sólidamente constituida, no tardará en luchar para liberarse de la metafísica cartesiana, como se había liberado de la aristotélica7 . El método y las reglas ¿Cómo realizó Descartes la búsqueda de un fundamento absoluto de todo el saber? Sobre la base de dos argumentaciones, ambas esenciales, una negativa y otra positiva. Las encontramos en el Discurso del Método. El momento negativo está constituido por la crítica, bastante severa aunque formalmente correcta, del tipo de instrucción recibida en el colegio de La Flèche; el positivo por la propuesta de algunas reglas fundamentales para realizar las indagaciones científcas. La ciencia que Descartes se propone construir, en la parte positiva de su investigación, quiere ser más comprensible a la mente humana. Deberá ser una ciencia que cada uno de nosotros conquiste con sus propias fuerzas sin aceptar nada sobre la única base de la obra de otros. Se han acabado los autoritas que diseñaron los pensadores cristianos, patrísticos y escolásticos. Está convencido frmemente del valor de sus propias reglas metodológicas, pero sólo porque ve en ellas el fruto de una escrupulosa investigación personal. Cualquier otro científco sólo con ponerlas a prueba podrá convencerse también de su fecundidad. El método propuesto por Descartes se basa en cuatro cánones: 1) regla de la evidencia; nunca aceptar por verdadera cosa alguna que no podamos aprehender con perfecta evidencia; 2) regla del análisis; descomponer las aserciones complejas, hasta llegar a los últimos elementos que las instruyen; 3) regla de la síntesis: recomponer los últimos elementos así alcanzados hasta descubrir de qué manera se relacionan entre ellos en las aseveraciones complejas; 4) regla de enumeración: recorrer con movimiento continuo e interrumpido todas las verdades individuales logradas en la investigación, hasta abrazarlas simultáneamente en una única mirada. De entre las disciplinas ya conocidas sólo la Aritmética y la Geometría están libres de todo defecto de falsedad e incertidumbre (...) La Aritmética y la Geometría son mucho más ciertas que las demás disciplinas porque sólo ellas se ocupan de un objeto de tal modo puro y simple que no suponen absolutamente nada que la experiencia haya mostrado incierto, sino que se asientan totalmente en una serie de consecuencias deducibles por razonamiento (...) De todo esto se ha de concluir no ciertamente que se han de aprender sólo la Aritmética y la Geometría, sino únicamente que aquellos que 7 ¿Bueno, y quién era Descartes? El padre del pensamiento moderno nació en La Haye en Touraine (un pueblecito que actualmente se denomina Descartes) (Francia), el 31 de marzo de 1596, y murió en Estocolmo (Suecia), el 11 de febrero de 1650. Destacó como flósofo y matemático, campo en el que inventó las coordenadas cartesianas que todavía hoy en día se utilizan para representar funciones en geometría euclidiana. El bueno de Descartes era amante del buen yantar y el buen beber, así como de las hermosas féminas, y cuentan las leyendas negras que estando en Suecia como tutor de la reina Cristina, llegó con ella a algo más que a tutorizarla flosófcamente. Pero en Suecia hacía demasiado frío para los gustos de Descartes y murió de una pulmonía (o envenenado, según otra leyenda).
  • 4. buscan el recto camino de la verdad no deben ocuparse de ningún objeto del que no puedan tener una certeza igual a la de las demostraciones aritméticas y geométricas. Esas reglas no ocultan algo milagroso; no llevan automáticamente a la verdad absoluta sino que nos obligan a tomar plena conciencia de los pasos individuales con los que se desarrolla nuestra búsqueda científca. La garantía que aportan a nuestro saber reside por entero en la evidencia de los resultados que se van alcanzando. Y me parece algo realmente curioso que muchos indaguen diligentemente las costumbres de los hombres, las virtudes de las plantas, los movimientos de los astros, las transformaciones de los metales y los objetos de otras disciplinas parecidas, y que mientras tanto casi ninguno se dedique a pensar en la recta mente, es decir, en esta sabiduría universal, cuando si todas las otras son dignas de estima no es tanto por sí mismas, sino porque le rinden tributo a ésta. De la duda a la primera certeza El enfoque más característico en el que se refeja el método cartesiano es la duda metódica. Si queremos ser más precisos podemos decir que esta no es sino la búsqueda exasperada de esa evidencia. Buscar la evidencia signifca rechazar con decisión todo lo que no es evidente, o sea, todo lo que erróneamente es aceptado como conocimiento verdadero, cuando es oscuro, incierto e ilusorio. Como son, por ejemplo, los datos de los sentidos. Si hemos comprobado, aunque sea en una sola ocasión, que nos engañan, ¿con qué derecho podemos darles fe en otras ocasiones?8 Nuestra duda debe abarcar, según Descartes, no sólo los datos individuales de los sentidos sino todo el conocimiento común: ¿no sucede acaso que los objetos empíricos se presenten con los mismos caracteres tanto en la vigilia como en el sueño? Tampoco las verdades matemáticas escapan, en rigor, a la instancia de la duda. ¿Quién nos garantiza, en efecto, que nuestros razonamientos no nos engañan? ¿No sucede a menudo también en la matemática que se comete algún error sin que nos demos cuenta? El conocimiento discursivo está necesariamente basado en la memoria; pero ¿quién me garantiza que la memoria no me engaña? Y fnalmente, ¿quién me garantiza que siga siendo verdad hoy lo que ayer se me reveló como tal? La duda metódica se convierte así en una duda hiperbólica, y de esta manera logra sacudir las bases de toda la realidad, aunque sea conocida. Y justo ese valiente desarrollo hasta las extremas consecuencias nos lleva, según Descartes, a descubrir una verdad que escapa a cualquier 8 Hay que decir que, como no se entienda bien, este es un tipo de pensamiento muy problemático, pues es el que siguen los políticos norteamericanos cuando descubren que su oponente tenía una amante hace unos años y dicen: “Si engañó a su mujer, ¿cómo podemos estar seguros de que no nos engañará a todos los demás?” ¡Lógico, ¿no?! Tan lógico que luego eligen a George W. Bush, ex borracho, ex drogadicto, ex putero, etc...
  • 5. duda. Mi duda, aun la más exagerada, revela directamente mi ser; hay una cosa de la que no puedo dudar: de que estoy dudando; dudar signifca pensar y pensar signifca ser: COGITO, ERGO SUM. (Pienso, luego existo). No se trata de un silogismo en el que haya que admitir que todos los seres que piensan son y deducir de esto como caso particular que yo pienso y por lo tanto soy. La verdad del Cogito cartesiano es de otro tipo: es una intuición que se impone a nosotros con indiscutible inmediatez fuera y por encima de toda duda. (A pesar de esta afrmación de Descartes, los flósofos analíticos del siglo XX afrman que para que el Cogito sea una muestra de mi existencia, (ergo sum), necesitamos una premisa mayor que afrme que “pensar es existir”). Pero inmediatamente después me di cuenta de que, mientras me proponía considerar como falsas todas las cosas, era necesario que yo, que las pensaba, fuese algo. Por lo que, dado que esta verdad, pienso, luego existo, era tan frme y cierta que no habría podido negarla ni la más extravagante suposición de los escépticos, juzgué que podía tomarla sin dudar como el principio primero de mi flosofía... Con el descubrimiento del ‘Cogito’ Descartes da comienzo a la metafísica subjetivista moderna: o sea, a una metafísica que toma como fundamento el ser del pensamiento, no el de los objetos ideales o reales. Con ella se reconoce al pensamiento una situación absolutamente privilegiada, la de sustancia que no requiere nada distinto de ella misma a lo que ser referida o que le sirva de soporte. El pensamiento así entendido no resulta sólo la primera verdad, sino también el punto de partida de cualquier verdad ulterior. Del ser del sujeto al ser de Dios Para llegar del Yo al mundo, y poder afrmar que el mundo también existe, con lo que nuestra ciencia es posible y queda fundamentada, el camino recorrido por Descartes atraviesa una etapa intermedia de fundamental importancia: el ser Divino. Según Descartes no puede ponerse en duda que en el Yo pesante se encuentra una basta multiplicidad de ideas, la duda surge, sin embargo, apenas se trata de pasar de estas ideas a la realidad. Descartes distingue tres tipos de ideas fundamentales: Las ideas adventicias, las facticias, y las innatas. Son adventicias las ideas que provienen del mundo externo y que resultan extremadamente falaces. Son facticias las ideas que fabricamos nosotros mismos, de manera arbitraria, como las sirenas o los hipogrifos9 . Son innatas las ideas que no proceden ni de los 9 ¿A qué no tenéis ni refajolera idea de lo que es un Hipogrifo? Bien, ¿y a qué esperáis para ir a mirar en un diccionario lo que es? ¡Atajo de vagos! ¡Malandrines, bellacos, malvados, granujas, bribones, villanos, bergantes, y todavía más: pillos! Eso sí que es saber insultar, seguro que ahora os lo pensaréis dos veces antes que dejar al hermoso diccionario escondido en un rincón.
  • 6. objetos externos ni de nuestra voluntad, sino de la sola facultad de pensar. La idea de Dios constituye para Descartes una idea innata. Es un hecho que poseemos la idea de la perfección: la misma conciencia de nuestra imperfección nos prueba que sabemos qué es un ser perfecto. ¿Cómo podremos sostener, de otra manera, el no ser justamente nosotros, perfectos? La idea de perfección es pues innata a nosotros: es la idea de Dios. La idea de Dios no puede provenir de nosotros; lo perfecto no puede provenir de lo imperfecto. Hay que reconocer, pues, que existe en realidad un ser divino. Al argumento señalado Descartes agrega otro. Es el argumento ontológico: la idea de Dios es una efectiva realidad, una certidumbre inmediata que no podemos menos que pensar; la existencia es un atributo de la perfección, con lo que resulta imposible pensar en un ser perfecto que no existe. Me veo obligado a pensar en Dios provisto de existencia; este pensamiento es una realidad efectiva en mí, innegable. Sólo la existencia de Dios puede determinarme a tener este pensamiento. Dios no sólo existe, sino que existe justo en virtud interna, no pudiéndose concebir su perfección sin su existencia. Dios se convierte en el pedestal muy frme de toda la flosofía cartesiana. Se convierte, en especial, en la garantía metafísica del criterio mismo de verdad. Si Dios existe, y si es un ser perfecto, no puede permitir que nos engañemos. Basta pues con tomar en examen las ideas claras y nítidas existentes en nuestra mente: no podrán dejar de revelarnos una verdadera y efectiva realidad. Dios constituye la garantía última de la normalidad de nuestro pensamiento y por lo tanto de la indiscutible validez de la ciencia. Es una garantía que permitirá a Descartes y a sus seguidores encaminarse con renovada confanza por el difícil y largo camino de la investigación científca. [Ciertamente Dios va a ser una garantía en el campo de la epistemología, pero analicemos un momento lo que ha pasado. En el fondo, lo que Descartes ha dicho es lo siguiente: en el campo de la ontología Dios es lo primero, su existencia es suprema, y todo eso que ya sabemos; pero en el nivel epistemológico es una verdad que se me revela posterior al ‘Yo’, es decir, está, al menos en el ámbito epistemológico, por debajo del sujeto que lo piensa. ¡¿Os dais cuenta de lo que dice Descartes... que Dios está por debajo, da igual que sólo sea en el campo epistemológico?! No en vano las obras de Descartes siguen estando prohibidas por la Iglesia. Ahora sí que podéis entender la importancia de la flosofía de Descartes para el nacimiento del mundo moderno, un mundo donde la razón y Dios estarían ya completamente separados, al menos ese era el deseo.] No obstante, los críticos pensaron haber encontrado un desliz racional en el pensamiento del francés. Solemos equivocarnos a menudo, de modo que Dios nos permite vivir en el error no nos protege ni nos alimenta con certezas absolutas. Es verdad -replicó Descartes- que a menudo
  • 7. erramos, pero no es culpa de Dios, sino nuestra. Hay muchas cosas inciertas y, en estos casos, deberíamos suspender los juicios hasta lograr la certidumbre. Sin embargo, siempre que, en un acto de voluntad, damos crédito a algo que nuestra razón rechaza, incurrimos en un error. Y tenemos la capacidad de hacerlo, porque Dios nos ha dado el libre albedrío: este es un don extraordinario, sobrenatural, pero podemos utilizarlo mal, como cuando afrmamos sin tener buenos motivos algo que a la luz de nuestra razón no es nada evidente. Inmediatamente regresamos a este asunto. Del ser de Dios al ser del mundo La sustancia es una realidad que existe de manera tal que no necesita de ninguna otra realidad para existir. En sentido absoluto, el término sustancia sólo corresponde a Dios (Res infnita); en sentido relativo es aplicable también a las realidades creadas ya que estas para existir no necesitan nada fuera del concurso divino. Los atributos, no existen de por sí sino sólo en cuanto atributos de una cierta sustancia. Revelan la sustancia de la que son atributos. Dios no puede ser concebido de otra manera fuera de la sustancia. Pero también el Yo es sustancia, la cosa que piensa, (Res cogitans). Esta sustancia tiene un atributo fundamental: el pensamiento. Su imperfección demuestra además que es una sustancia fnita. No puede dejar de depender de la sustancia perfecta, o sea, de Dios. Una rigurosa confrontación entre la idea del Yo pensante y la del cuerpo extenso nos muestra indiscutiblemente que se trata de dos ideas enteras y realmente diferentes. ¿Podríamos admitir la idea de que el cuerpo extenso provenga del Yo pensante? No, por cierto, porque Yo en cuanto soy cosa pensante no puedo producir la idea de una cosa diferente del pensamiento. Pero existe el hecho indiscutible de que yo tengo una grandísima inclinación a creer que una tal idea proviene justamente de las cosas materiales. Si las cosas materiales no existieran en la realidad, no veo como podría dejar de acusar de engaño a la divinidad. Pero ya sabemos que Dios no nos engaña. Nos queda sólo una conclusión posible: admitir la existencia efectiva de las cosas materiales; y esa existencia de los cuerpos extensos resulta, en la concepción flosófca de Descartes, inseparablemente vinculada al más riguroso dualismo entre la Res cogitans y la Res extensa. Ahora es el momento de regresar a aquello que hace cuatro párrafos hemos dejado. El juicio no es un acto del intelecto, sino de la voluntad. La causa del error debe buscarse, por tanto, en el hecho de que nuestra voluntad va más lejos que nuestro intelecto. Cuando la voluntad considera argumentos que superan la esfera del conocimiento claro y nítido sus juicios son equivocados. En defnitiva: ¿cuál es la causa del error? La libertad. Muy relacionada con este problema de la libertad como causa del error aparece una concepción antropológica de Descartes: bajo esta concepción Descartes no tiene sistema, su flosofía
  • 8. consiste en descubrir al ser humano, y lo consigue en la medida que no construye sistema alguno. La flosofía de Descartes es, en realidad, una antropología. Un flósofo sistemático debe situarse más allá de la subjetividad, como Spinoza10 , que toma la posición divina. Entre evidencia y coherencia Descartes prima claramente por la evidencia, lo que le lleva a aceptar la libertad de la incoherencia, (el error). La flosofía de Descartes es así un conjunto de paradojas y contradicciones, lo que es propio del Ser humano. Ser cartesiano es aceptar y vivir estas incoherencias y contradicciones. Consecuencias del dualismo cartesiano Las consecuencias del dualismo entre sustancia pensante y sustancia extensa se refejan en todos los mayores problemas de la flosofía tradicional. Según la tradición aristotélico-escolástica, el concepto de alma está íntimamente ligado al de vida. Para Descartes, en cambio, el alma, que es puro pensamiento, nada tiene que ver con la vida. Es verdad que ésta se separa del cuerpo humano cuando aquel muere; pero esto no signifca que esa separación sea la causa de la muerte del cuerpo; es más bien la consecuencia porque, con la muerte, el cuerpo deja de poder servir al alma y por lo tanto, en cierta manera, ésta se vuelve inútil. Pero sigue quedando fuera de discusión que la muerte del cuerpo no puede repercutir de manera alguna sobre la existencia del alma. Identifcando lo psíquico con lo inextenso, Descartes puede concebir el alma como conexa, no ya con todo el cuerpo, sino con un solo punto de él (y precisamente en la glándula pineal)11 . Se trata de una conexión extrínseca, de puro contacto, no de unión. El alma del hombre sólo puede modifcar la dirección de los movimientos del cuerpo, no variar su cantidad. Psíquico y físico nada tiene que ver uno con otro. La causalidad se piensa como relación que vincula cuerpo con cuerpo, sin la mínima intervención de fuerzas ocultas. No sólo ya no se siente la necesidad de concebir el mundo como un animal provisto de vida, sino que se explica la vida misma mediante leyes mecánico-matemáticas (mecanicismo) de la sustancia misma. Ni los animales escapan, según Descartes, a esta concepción rigurosamente mecanicista. Si tuvieran un alma la revelarían usando un “verdadero lenguaje” ya que la palabra es el único signo y la única prueba segura del pensamiento oculto y encerrado en el 10 Baruch de Spinoza, en hebreo ‫ברוך‬‫שפינוזה‬ , puesto que doy por sentado que el hebreo se habla con facilidad, nació en Ámsterdam (Países Bajos) el 24 de noviembre de 1632; murió en La Haya (Países Bajos), el 21 de febrero de 1677. Era de origen portugués, considerado, junto a Descartes y Leibniz, uno de los tres grandes racionalistas. En su Ética nos dejó la siguiente perla de libertad: Un hombre libre en nada piensa menos que en la muerte, y su sabiduría es una meditación sobre la vida, no sobre la muerte. 11 Aquí habría que decir que Descartes ya podría haberse buscado otro sitio, otra glándula, porque lo que es esta, es penosa. La glándula pineal es la que hoy en día conocemos como ‘epífsis’, uno de los elementos más antiguos y rudimentarios de nuestro cerebro y del que tan sólo se puede decir que hombre, para algo servirá. Lo curioso, hablando en serio, de este hecho, es que podemos ver como Descartes asume una novedad que el Renacimiento ya había mostrado y el mundo moderno toma plenamente, el conocimiento del cuerpo humano mediante la experiencia. ¿Cómo, si no, hubiese de saber Descartes de la existencia de una mierda de glándula? ¿Acaso alguno de vosotros habíais oído hablar de ella? ¡¡¡No la confundáis con la Hipófsis, eh!!!
  • 9. cuerpo.12 Con la separación absoluta la independencia de las ciencias de la naturaleza está metafísicamente garantizada. Pueden desarrollarse libremente sus propias indagaciones, sin temer que los resultados alcanzados interferan en los problemas tradicionales concernientes al alma y a Dios. Signifcado y límites del racionalismo cartesiano Uno de los fnes de la flosofía de Descartes fue la conquista de la sabiduría. Esto aclara el interés que tuvo por el factor de la voluntad. Para comprender plenamente el peso que se atribuye al factor de la voluntad en la flosofía de Descartes, es necesario recordar su interés por las aplicaciones prácticas del saber. Es un interés que indudablemente lo acerca a Galileo y Bacon. La parte sexta del Discurso del método contiene una apasionada defensa de esta concepción baconiana del saber y una precisa exposición del deber, que corresponde a cada científco, de colaborar cada uno según su propia inclinación y su propio poder [en el progreso de la ciencia y de la técnica] para que, empezando los últimos donde los primeros han terminado y reuniendo de esta manera las vidas y obras de muchos, actuemos todos juntos mucho más lejos de lo que cada uno podría hacer en particular. Si es verdad que toda la construcción flosófca de Descartes se apoya en el criterio de la evidencia racional, no es menos cierto que el fn al que se dirige esa construcción flosófca no consiste en la pura y simple adquisición de una imagen clara y distinta del universo, sino en la razón a norma de vida moral y en la transformación de las verdades teóricas en instrumentos prácticos de acción sobre el mundo. La realidad es que Descartes ejerció en la historia del pensamiento flosófco-científco la función de enérgico sostenedor de los derechos de la razón, incluyó esta búsqueda de claridad en una concepción concreta del actuar humano que es, a la vez, actividad y racionalidad. El racionalismo cartesiano no puede ser entendido si no se tiene presente que su fn supremo es el de humanizar la ciencia formando con ella algo que no está por encima del hombre sino que se identifca de tal manera con él que constituye un todo con su actividad teórica y práctica. Descartes recurre a una deducción de la realidad del mundo porque quiere demostrar que el mundo real no es el de la antigua metafísica, formado por fuerzas que escapan al conocimiento humano, sino que es un colosal mecanismo totalmente aprensible por la razón y por lo tanto también dominarle por ella. La flosofía y la ciencia posteriores a Descartes se liberarán poco a poco de sus dogmas metafísicos, pero seguirán atesorando su concepción del hombre, como ser capaz de aprehender, con la razón, la íntima estructura de él mismo y del mundo, y remitir este 12 Y en esto Descartes sí que se adelanta, y mucho, a su tiempo flosófco. La actual flosofía del lenguaje trabaja precisamente sobre ideas como esas; el lenguaje es, no ya la muestra de un pensamiento (que es lo que insinúa Descartes), sino que es el pensamiento mismo.
  • 10. conocimiento a la construcción del regnum hominis13 . Pero las críticas a Descartes llegaron ya en vida del propio flósofo. Le vieron errores en su argumentación. No se puede, pensaban los críticos, recurrir a la evidencia para demostrar que Dios existe y luego hacer de Dios el garante de dicho criterio de evidencia, porque haciéndolo se cae en un círculo vicioso. El hecho de que Dios sea bueno, llegaron a decirle, no nos ofrece ninguna garantía de que no nos inducirá a error, ya que puede hacerlo por nuestro bien, del mismo modo que los adultos no se lo dicen todo, e incluso les mienten, a los niños para no perjudicarlos. El mundo pensado por Descartes está regido implacablemente por las leyes de la mecánica, con lo que parece desaparecer la posibilidad de una intervención de Dios en su destino. Descartes nunca negó los milagros, por ejemplo, pero resulta demasiado contradictorio aceptar los milagros y la propuesta de Descartes. El flósofo francés estaba permitiendo, a pesar de las apariencias de colocar a Dios como garantía de todo, que nos olvidáramos de Él al investigar el mundo y prescindiéramos del alma inmortal al investigar el cuerpo humano. Por todo ello el pensamiento cristiano reaccionó. Descartes dejó abierto un camino del pensamiento que seguimos recorriendo, con nuevas preguntas que parecen no tener respuesta y que, sin embargo, siguen produciéndonos inquietud. Si el genio maligno existiese y nos engañara, si fuera verdad que el mundo no existiera o es totalmente distinto de lo que pensamos de él, ¿realmente importaría si siempre percibimos lo mismo? Incluso si el mundo se hubiese creado hace unos minutos, y con él se hubiese creado nuestra memoria y las señales del pasado, ¿cambiaría en algo nuestras vidas? ¿Por qué, entonces, nos inquietan esas preguntas? ¿Podemos afrmar que es lo mismo mi existencia que la conciencia de mi existencia? ¿Podría no existir y tener conciencia de que existo?14 La moral de Descartes Último y supremo grado de la sabiduría, la moral presupone las otras ciencias y en especial la metafísica; por lo tanto, no es posible pretender construirla mientras se está trabajando en la elaboración rigurosa de otras ciencias. De ahí la necesidad de adoptar mientras tanto, provisionalmente, algunas reglas de vida provistas al menos de cierta efcacia para vivir lo más felizmente posible. Las reglas de la moral provisional de Descartes son tres: 1) obedecer las leyes y los usos del propio país. 2) Ser “lo mas frme y resuelto” en las propias acciones y seguir las opiniones 13 El Regnum hominis se convirtió, durante el siglo XVIII, en un concepto que simbolizaba el anhelo y la ilusión de los ilustrados, crear un mundo que fuese el reino de los hombres, y no ya, defnitivamente, el mundo de Dios; el ser humano se había convertido, comenzando con Descartes, en el eje de todo el pensamiento, su inicio y su fn último, y la razón es su dominio. 14 ¡Dios mío! Demasiadas cuestiones, comienzo a agobiarme. ¿Por qué estudiaría yo flosofía? ¡Con lo feliz que yo era en mi ignorancia!
  • 11. adoptadas con no menor constancia que si hubieran sido verdaderas. 3) Esforzarse siempre por cambiar los propios deseos más que el orden en nuestro poder fuera de nuestros pensamientos. Al fnal agrega una cuarta que expresa su vocación personal: continuar empleando toda la vida en cultivar mi razón y en progresar todo lo posible en el conocimiento de la verdad15 . Descartes era demasiado honesto para silenciar que la renovación del saber incluía también una renovación ética; pero también era demasiado cauto para decir explícitamente que la revolución en el campo práctico se produciría paralelamente con la que estaba promoviendo en el campo teorético. Aún estaba fresco el recuerdo de las hogueras de Bruno y de Vanini16 . Después de la alusión a la moral provisional, contenida en el Discurso del método, Descartes volvió varias veces sobre el problema moral, pero éste nunca fue objeto de una obra sistemática; siempre se remitirá a las reglas expuestas en el Discurso e insistiendo sobre el criterio de lo mejor que en sustancia se deduce de la cuarta de tales reglas: hacer lo mejor que el intelecto sabe, hacer las cosas que se consideren mejores. Lo mejor se presenta a nuestro actuar como un modelo no fjo o a priorístico, o dogmático, sino sacado de la experiencia. Así el concepto de virtud no se impone de manera abstracta, sino que se identifca con la aceptación de la razón, o sea, con el propósito de realizar todo lo que aconseje la razón, sin que las pasiones o los apetitos lo aparten. La aceptación de la guía de la razón y el consiguiente recto uso de las pasiones constituyen los ejes de la sabiduría en donde buscarse uno de los fnes principales de la flosofía cartesiana. El racionalismo (II). Baruch Spinoza (Dios lo es todo, pero todo, todito, todo). Baruch de Spinoza intentó culminar el proyecto racional de Descartes, llevando el pensamiento racional allí donde el genial francés se había parado, a los campos de la ética. Ese era su objetivo, las meditaciones acerca del destino y la libertad del hombre, de lo bueno y lo malo, de la perfección y la felicidad. Ese objetivo, seguramente, estaba infuido por su expulsión de la 15 Como todo gran pensador Descartes tiene un mundo teórico y otro mundo práctico, en el que vivía. Dice que su moral debe regirse por la razón y alejarse de esa manera de las pasiones perniciosas, pero lo cierto es que era un mujeriego de narices, y que su “pasión” por las mujeres le llevó a tener un “rollete” de alta alcurnia, nada menos que con la reina de Suecia. Y ya sabemos que por allí el grajo vuela bajo, o lo que es lo mismo, hace un frío del carajo, con lo que no es de extrañar que se muriera de pulmonía precisamente por aquellas latitudes. 16 Giulio Cesare Vanini nació en Taurisano (Italia) en 1585, y murió en una hoguera de la inquisición, en Toulouse (Francia) el año 1619. Fue acusado de ateísmo por defender teorías ajenas a la doctrina de la iglesia, como que el hombre procedía del mono, y negar la inmortalidad del alma, condenado y ejecutado en una hoguera pública.
  • 12. comunidad judía de Ámsterdam17 , y su retiro a una vida solitaria, protegido por sus amigos, amigos también que eran del pensamiento racional frente al fanatismo. Sin embargo, aunque su objetivo era poder demostrar racionalmente el campo de la ética (y de ahí el título de su libro: Ética demostrada según el orden geométrico de las cosas) su pensamiento cobró fuerza y fama posterior por su tratamiento nada ortodoxo del concepto de Dios, llevando la razón a límites insospechados para el momento. De esa manera su obra se convirtió en una refutación de la pretensión de la religión y la teología de ser las únicas vías de salvación posible para el ser humano, las únicas formas de acceso y unión con la divinidad; reivindicó la flosofía, o lo que es lo mismo, la razón, como la forma propia y auténtica mediante la cual el ser humano adquiere la sabiduría y, a través de esta, la salvación y la unión con Dios. Spinoza acepta la comprensión que Descartes había hecho de la Sustancia, y modifcó su defnición para hacerla más racional e integrada en un sistema total de flosofía: aquello que es en sí y se concibe por sí, esto es, aquello cuyo concepto, para formarse, no precisa del concepto de otra cosa. La sustancia es, pues, causa de sí misma, o como se dice en términos técnicos flosófcos, causa sui, lo que signifca que nada, sino Dios, puede ser concebido como una sustancia. La res cogitans y la res extensa de Descartes perdían esa categoría. La autoproducción de Dios es simultáneamente la producción de todo lo que existe, de la naturaleza infnita, la cual es una e idéntica a Dios. El sujeto fnito, el ser humano, tampoco es sustancia. El pensamiento y la extensión son atributos de la única sustancia, la divina. Y aquí comenzaba el problema, pues ¿si la extensión es en realidad Dios, habremos de admitir que Dios es una cosa extensa? Todavía más, si no somos sustancias pensantes, ¿de dónde procede nuestro pensamiento libre? Y Spinoza acepta las consecuencias de su pensamiento. Dios y la naturaleza son lo mismo. El Dios antropomórfco de la religión es un engaño que la plebe necesita para eliminar sus miedos; y la libertad de nuestro pensamiento y, por lo tanto de nuestras acciones, es otra superstición que deseamos creer. El espíritu divino impregna el mundo entero y Dios es el hacedor de todo lo que sucede en el universo de nuestra experiencia, aunque no porque provoque cada uno de los acontecimientos con una orden específca al estilo de un general sobre sus tropas, sino porque, en la cadena infnita de acontecimientos, cada suceso está inapelablemente determinado por los anteriores. En el mundo, la causalidad es absoluta, la contingencia no existe: el libre albedrío es una superstición de la plebe. Ni Dios mismo es libre en el sentido de sopesar varias opciones y elegir una de ellas, ni lo somos nosotros en ese mismo sentido, aunque a veces nos parezca que sí; una piedra que se desprende de un peñón y cae, si pensara, también podría imaginar que está cayendo por voluntad y a petición propias. Nuestra supuesta libertad no difere en nada de la de aquella piedra. Para Spinoza esta racionalidad absoluta defende la verdadera libertad, no aquella que el 17 Con intento de asesinato incluido.
  • 13. pueblo quiere creer y que consiste en elegir entre opciones, sino como la liberación de las ataduras de las malas ideas, acercándonos a una aceptación de la bondad inherente a la naturaleza que no es otra que Dios mismo. Por sus ideas, por su forma de concebir la vida y la flosofía, en toda la historia de la flosofía tal vez no haya habido un personaje más solitario que Spinoza. El racionalismo (III). Gottfried Wilhelm Leibniz (¡Qué monada de flosofía!) Dicen de Leibniz que fue el último hombre europeo que sabía de todo, sus intereses intelectuales no parecían tener límites. Se dedicó con fuerza y con inteligencia a la matemática, a la física, la flosofía, la teología, la lógica, la jurisprudencia, las ciencias historiográfcas, la geología... Nada parecía quedar ajeno a su pensamiento. Ahora bien, el verdadero interés de Leibniz consistió en intentar que todo ese conjunto de conocimientos diversos estuviesen explicados bajo una misma protección racional. Leibniz deseaba llevar a la razón a los ámbitos que Descartes le había prohibido sin caer en las peligrosas teorías de Spinoza que él rechazó por ir en contra de la verdadera religión. De hecho Leibniz y Spinoza se conocieron personalmente en una ocasión (y mucho se ha escrito sobre lo que debieron hablar durante aquella tarde en la casa del judío holandés) y el alemán se llevó la obra de Spinoza para poder estudiarla concienzudamente. Y es que las vidas de Leibniz y Spinoza eran radicalmente diferentes. Frente a la persecución que sufrió el holandés por sus ideas acerca de Dios, Leibniz siempre estuvo protegido por príncipes alemanes, gustosos de tener entre sus flas a un afamado flósofo. Mientras uno vivió de su escueto trabajo y las ayudas de amigos, el alemán fue famoso, rico, y siempre cercano al poder; se carteaba con las princesas de Europa18 para enseñarles la flosofía de la época, y su flosofía nunca fue un peligro para ningún poder establecido. Aunque, al fnal, también Leibniz tuvo mala suerte. La Royal Society de Londres decidió que el cálculo infnitesimal lo había inventado Newton y que Leibniz lo había plagiado19 , lo cual llevó a que Leibniz comenzara a estar muy mal visto en círculos ingleses. Y mira tú por donde, el duque Jorge Luis, de la casa de Hannover, protector de Leibniz, fue invitado a ser rey de Inglaterra, y ahí es donde todo estaba perdido para el flósofo. Acabó muriendo en completa soledad. A su entierro únicamente acudió un amigo, y ni siquiera estuvo presidido por un 18 Esas cartas se han publicado en España bajo el título Filosofía para princesas. 19 ¡Aquí hay un tufllo que no te digo yo a chovinismo! En realidad, como ya os he comentado, Leibniz trabajó al margen completamente de Newton, y publicó su trabajo cuando supo que Newton había publicado el suyo. Hay que decir, igualmente, que el trabajo del inglés era mejor.
  • 14. clérigo. Hoy en día, sin embargo, Leibniz da nombre a unas afamadas galletas alemanas. ¡Algo es algo! Leibniz pensaba que no podía ser ese mundo racional y sin libre albedrío que había planeado Spinoza; defendía que era posible defender un edifcio racional del universo siguiendo dos principios básicos: el principio de contradicción, según el cual todo aquello que tenga una contradicción es falso; y el principio de razón sufciente, que afrma que todo lo real tiene una razón sufciente para existir. Para Leibniz, de esa forma, la razón misma es Dios. Este no pudo haber creado el mundo con contradicciones, pues eso implicaría haberlo creado contra él mismo. ¿Limita eso el poder de Dios? No, porque las verdades en cuestión que se explican son él mismo. En el mundo, sin embargo, parece que se dan verdades que no son necesariamente verdaderas. Leibniz piensa que estas verdades nos llevan a otras verdades, y así sucesivamente en la búsqueda de las causas de las diferentes verdades contingentes, hasta encontrar una causa última que es Dios. La cuestión está en ¿por qué hay algo en lugar de nada? A causa de Dios. Leibniz, defende así un universo en el que todo está en conexión racional con todo, perfectamente planifcado por Dios siguiendo las reglas que él mismo representa. En pocas palabras, Leibniz está diciendo que si tuviésemos una mente infnita, como la divina, entonces las verdades contingentes del mundo (como por ejemplo que yo sea moreno) se nos aparecerían como verdades necesarias, al estilo de las de las matemáticas, es decir, verdades de las que no podemos imaginarnos su contradicción. A partir de ahí Leibniz critica la idea de sustancia de Spinoza, que a su vez era de Descartes, y defende una infnitud de sustancias a las que denomina Mónadas. Son átomos metafísicos, centros de fuerza y de actividad. Cada mónada contiene o desarrolla una representación de todo el universo, si bien, desde una perspectiva propia, por lo que no hay dos mónadas idénticas. Juntas forman una jerarquía coronada por la mónada suprema: Dios. Ahora bien, las relaciones que vemos en el espacio no son una ilusión, son proyecciones necesarias para la existencia del universo común de la experiencia humana, para que sepamos que nuestras percepciones se referen a la misma realidad que al resto de la gente. ¿Y cómo es posible que se de un todo racional y funcionando en armonía si las mónadas no pueden interactuar con las cosas? Porque la mente divina, en su infnita sabiduría, creó un universo con armonía preestablecida. Cuando Dios creó el mundo, en su infnita mente, ya estableció todas las conexiones materiales que percibimos. Las mónadas están tan perfectamente conectadas y armonizadas las unas con las otras que cada una de ellas representa una introspección en el universo entero. Cada una es un espejo fel de todo, del pasado, del presente, y del futuro infnito. La mente infnita pudo armonizarlo todo de tal manera que el concepto de cada cosa contiene su destino como una verdad necesaria, únicamente comprensible para la mente divina, eso sí. De esa forma, en la mente de Dios, el hecho de que yo me caiga un día del año que viene es inherente al
  • 15. concepto que yo soy, de la misma manera que en la noción de triángulo está que tiene tres ángulos. Pero Leibniz no niega el libre albedrío como lo había negado Spinoza, pues los actos humanos no son necesarios en el plan divino, por mucho que estén determinados y previstos por Dios. Sólo son necesarias aquellas cosas que no admiten su contrario, como que el triángulo tiene tres ángulos, y de esa forma el ser humano hace lo que le parece más adecuado y es libre de hacerlo. Leibniz acaba su Teodicea diciendo que Dios posee dos cualidades que nos permiten comprender el mundo, su bondad infnita y su sabiduría absoluta; a partir de ellas, por mucho que haya mal en el mundo, hay que extraer la conclusión de que este es el mejor de los mundos posibles.20 Dios podría haber creado un mundo sin mal, ahora bien, como en una gigantesca calculadora, la mente divina sopesó las infnitas posibilidades de creación y calculó que el nuestro, con todo su mal y todo su sufrimiento, generaría una cantidad incomparablemente mayor de cosas buenas que el otro, no menos posible, pero en el que no habría libertad, pues ahí donde radica el mal del mundo, y no en un supuesto fallo del organismo creado. Resulta un tanto curioso, al menos a mí me lo parece, que Leibniz acabara acusado casi de ateo. En ocasiones no entiendo a la iglesia... bueno no la entiendo casi nunca. 20 Esta postura es lo que se conoce como Optimismo Metafísico, y que irritaría en extremo a los librepensadores ilustrados, como Voltaire, que ridiculizó todo lo que pudo y más a Leibniz.