1) El documento habla sobre la importancia de enseñar el respeto a los profesores desde una edad temprana. 2) Explica que el respeto se debe enseñar primero en el hogar a través del trato con padres, hermanos y otros. 3) También destaca la necesidad de diferenciar la autoridad que tienen diferentes figuras como amigos, profesores y autoridades, y tratar a cada uno según su rol.
1. RESPETO A LOS PROFESORES.
[Revista Nro.23
Las principales noticias de educación.
Respeto a los profesores
Al hacer una encuesta entre adolescentes sobre "¿Qué entienden por tener respeto a
los profesores?", las respuestas más frecuentes son: "Reconocer que el profesor es un
adulto", "Saber que no es igual a ti", "Que le tienes que hablar de usted", "Entender
que en el colegio cada uno tiene un rol diferente", "Prestar atención cuando explican la
materia y cuando te hablan", etc., etc. Pero, ¿quién les enseña a respetar a sus
profesores?
Cada vez se escuchan más casos de alumnos que han insultado, humillado o incluso
pegado a sus profesores. Antes esto era impensable puesto que, aunque no
aguantaran al profesor, sí tenían un respeto hacia él. Pero el problema no radica
exclusivamente en los colegios, sino que el respeto hacia los demás se enseña en
casa.
El respeto se educa en casa
El primer lugar donde los hijos aprenden lo que es el respeto es en los propios
hogares. Desde bien pequeños se les debe enseñar a respetar a sus padres: no
permitir contestaciones, pedir siempre perdón cuando su comportamiento lo requiera,
saber que sus actos negativos tienen como consecuencia un castigo adecuado, etc. Así,
deben tratar con respeto a sus hermanos, a los abuelos, a los tíos, a la persona que
nos ayude en casa, al conserje del edificio, a la dependienta del supermercado, etc.
Los hijos deben interiorizar desde la infancia que a todas las personas se les debe un
respeto por su dignidad como seres humanos, diferente a la autoridad que cada uno
emane por el cargo que ocupe dentro de la comunidad. De este modo, al llegar a la
adolescencia sabrán tratar con la educación que se merecen aquellos que les rodean,
incluidos los profesores.
Ser autoridad y tener autoridad
En este sentido, les inculcaremos que existe una jerarquía de valores en el trato que
dispensamos a los demás, diferenciando el modo de comportarnos con un amigo (le
tuteamos), con la cajera del supermercado, el policía de tráfico, con el profesor en el
aula, el director del colegio o una autoridad del Gobierno. Aunque debemos ser
respetuosos con todo el mundo, el cargo que cada persona ocupa dentro de la
sociedad le otorga una autoridad diferente que debemos conocer, reconocer y valorar.
En este orden de cosas, en nuestra tarea de apoyar la labor del colegio, los padres
nunca debemos hablar mal de los profesores de nuestros hijos. La actitud
proteccionista que en ocasiones, quizá de manera inconsciente, tenemos con nuestros
2. hijos, no hace más que convertirlos en seres inseguros y poco objetivos a la hora de
afrontar sus responsabilidades. Y al contrario, una buena base educativa en la familia
les ayuda a integrarse mejor en la vida escolar: saber autocontrolarse y tener una
disciplina en la que el respeto hacia los demás les ayude a ser niños más maduros.
Así, debemos explicar a los hijos que en primer lugar le deben un respeto al profesor
por ser autoridad en el aula, independientemente que éste sepa ganársela o no, es
decir, que tenga autoridad.
Conceptos de fondo
Los padres debemos desde casa inculcar una serie de ideas base para que nuestros
hijos sepan lo que significa el respeto a sus profesores:
1. El respeto es una norma cívica
2. En todo trabajo hay alguien superior a quien por su posición se debe un respeto por
cargo. En el estudiante es el profesor.
3. Como ocurre en toda relación social, no toda persona va a ser de tu agrado, es lo
que normalmente se dice "me cae bien o mal". Pero ello, no es motivo para faltar al
respeto como persona al profesor "que no te cae bien" y tampoco para dejar de lado
la asignatura que éste imparte.
4. Como toda persona, el profesor puede equivocarse. A estas edades debe ser el
propio alumno quien solucione cualquier discrepancia; eso sí, con la educación y
respeto debido.
5. Como padres no debemos manifestar ante nuestro hijo esos fallos que observemos
en el profesor. Lo mejor es decir al hijo que es necesario conocer las dos versiones.
Por eso, procuraremos hablar con dicho profesor, antes de defender "a capa y espada"
a nuestro hijo. E incluso, aun teniendo razón el hijo, le indicaremos que lo solucione
con el profesor.
6. Ante un castigo determinado por un profesor, estemos de acuerdo o no con él,
nuestro hijo debe cumplirlo, siempre que no atente contra su dignidad.
7. Esto se extiende a cualquier determinación normativa de carácter colegial. Se debe
aceptar las normativas existentes en el colegio de nuestros hijos, siempre que no
afecte a principios básicos.
8. A estas edades el ejercicio educativo fundamentalmente debe basarse en la
reflexión por parte del hijo, para que interiorice y haga suyo aquello que se le indica.
9. Como reflexión nuestra y de ellos, vale esta cita de Johann Wolfgang von Goethe:
"Es fácil temer, pero penoso; respetar es difícil, pero más dulce".
10. Nuestro ejemplo siempre es importante. Deben ver que luchamos y nos
esforzamos por ser respetuosos con todos: no criticar, respetar las diferentes
opiniones, etc.
3. Castigos adecuados
En casa los hijos tienen que vivir el respeto por los demás y el faltar a éste siempre
debe traer consigo una consecuencia negativa para quien lo vulnere. Por supuesto, el
castigo debe conocerse de antemano, no se puede sancionar sin previo aviso.
Asimismo, esta serie de medidas tienen que ser educativas, pues no se trata de que
nuestros hijos se comporten de una determinada manera por temor al castigo
exclusivamente, sino que comprendan la razón por la que les exigimos un modo de
comportarse.
Una primera acción, que no castigo, es saber pedir perdón a la persona a la que se ha
faltado, incluso ante situaciones en las que uno crea que ha sido injustamente tratado.
Nos cuesta más pedir perdón que perdonar.
Si en casa saben lo que es el respeto y que no vivirlo conlleva unas consecuencias
negativas, no les resultará extraño aplicar este comportamiento en el colegio. Por
nuestra parte, en caso de que nuestro hijo sea castigado en el aula debemos apoyar la
sanción del colegio e incluso darle una continuidad en casa y, si es posible, ponernos
en contacto con el tutor o profesor para acordarlas medidas oportunas.
El castigo siempre debe adecuarse a las circunstancias concretas. Por ejemplo: si falta
al respeto ante un amigo, podemos castigarle no acudiendo a determinados planes
previstos durante un tiempo; si se produce mientras practica un deporte, podemos
acordar con el entrenador que en el próximo partido acudirá pero "chupará" banquillo
-si esto no perjudica al equipo-; o si se produce en casa, le podemos negar algunas
actividades, de acuerdo con la gravedad de la acción, etc.
Para pensar…
- Debemos explicar a nuestros hijos que cuando surjan risitas en clase entre los
compañeros; no sean ellos los que sigan con este juego. Supone una falta de respeto
hacia el profesor, aunque directamente no se estén burlando de éste.
- Un modo de mostrar respeto hacia los profesores es procurar estar en silencio
cuando entra en clase y animar a callarse al resto de compañeros.
- No debemos seguir la corriente a los hijos cuando nos hablen de malos modos de
algún profesor: Es diferente que, de manera objetiva, podamos reconocer que hay
unos profesores más competentes que otros, pero siempre evitando descalificaciones.
- Puede ocurrir que nuestro hijo no encaje con un profesor determinado. Esta
circunstancia podemos volverla a nuestro favor, explicando al hijo que es muy bueno
aprender en la vida a convivir con personas de caracteres distintos o incompatibles
con los nuestros. Hoy será en el colegio y en el futuro en u trabajo profesional.
- Debemos enseñar a nuestros hijos que, aunque perciban que tienen razón ante una
actitud injusta de su profesor hacia ellos, por la autoridad que éste tiene dentro del
aula no se le debe contestar en público. Más tarde que procuren aclararlo en privado.
- Es aconsejable que examinemos los comentarios acerca de los jefes o compañeros de
trabajo. Podemos faltar al respeto, siendo incongruentes entre lo que decimos y
hacemos ante nuestros hijos.
Son tus hijos
4. Votación de la LGE en el Congreso
Se inició en el Senado la votación de la Ley General de Educación. Se votará cada uno
de los artículos de los proyectos que reemplaza a la LOCE, y que nación después de la
llamada Revolución Pingüina.
La Tercera 12 marzo
No conviene abusar del castigo porque tiene muchos efectos negativos:
1) Suele surtir un efecto inmediato, pero momentáneo, lo que dará lugar a que se
repita la conducta castigada.
2) Los padres, al notar que el castigo surte efecto en el momento que lo aplican, se
sienten recompensados y tienden a castigar cada vez más y cada vez con mayor
energía.
3) El niño va aprendiendo cada vez mejor a hacer sus fechorías (aprendiendo a
ocultarlas). No mejora su conducta, pero aprende a evitar el castigo.
4) Va haciéndose insensible a los castigos. (Como mecanismo de defensa ante ellos).
¡Cuántos padres comentan que el niño parece tomar a broma los castigos!
5) Sean o no físicos los castigos, estamos induciendo un aumento de la agresividad.
Les mostramos que “cuando estamos enfadados con alguien, es bueno ir contra él”,
Hay castigos “morales” (p.ej., inculpar) que pueden hacer tanto o más daño que un
castigo físico, provocando una mayor agresividad en el niño/a.
6) El castigo solo es ineficaz para encauzar el comportamiento. Enseña al niño lo que
no debe hacer en lugar de lo que se debe hacer. Cuando se utiliza aislado sin el
equilibrio de refuerzos positivos para conductas adecuadas, no enseña al niño cómo
reemplazar la mala conducta por otra más aceptable.
En lugar de los castigos es mejor utilizar las recompensas (premios).
1) Los premios que mejor funcionan son los más inmateriales: el elogio, la atención, el
afecto, la compañía, suelen ser los más económicos y rentables.
2) El hecho de que “algo” pueda o no ser premio dependerá de la especial motivación
de cada niño, la cual puede variar de un momento a otro.
3) Los premios hay que aplicarlos en el mismo momento en que se produce la acción
que queremos recompensar. Si los posponemos, ya nadie se acuerda de para qué se
han establecido.
4) No es necesario recompensar cada vez. Al principio quizá si sea necesario, pero más
adelante es mejor recompensar de vez en cuando (cada 2, 3 ó 4 veces), sin que el
niño pueda predecir cuándo van a hacerlo. (La forma de aprender de los humanos
muestra que las recompensas “poco previsibles” provocan aprendizajes más fuertes
que las previsibles. Ej., la lotería, las máquinas tragaperras).
Son tus hijos