1. LA CRISIS DEL SIGLO III
CLAVES PARA UNA TRANSFORMACIÓN DEL PRINCIPADO
Periodización y cronología de la
Crisis.
El autoritarismo monárquico y la
pérdida de poder del Senado.
La inestabilidad interna y
externa. La provincialización del
poder.
El cambio social.
La crisis moral y religiosa.
Propuestas y soluciones a la
crisis del siglo III d. C.
2. LA CRISIS DEL SIGLO III d. C.
GENERALIDADES HISTÓRICAS Y CRONOLÓGICAS
PLANTEAMIENTO CRONOLÓGICO
La denominada Crisis del siglo III d. C. incluye una primera fase de prolegómenos de la crisis, que empieza en realidad con la dinastía
de los Antoninos –en especial con Marco Aurelio– y una segunda fase que es la denominada anarquía militar (235-268 d. C.), que es
en realidad un periodo de convulsión tanto interna como externa y que es lo que suele denominarse como “Crisis del siglo III d. C.” en
sentido estricto. Efectivamente, desde la muerte de Severo Alejandro (235 d. C.) hasta el advenimiento de Diocleciano (284 d. C.), el
Principado se va a ver acosado por distintos frentes y por medio de diferentes adversarios. A través de su desarrollo cronológico y de la
acción de sus emperadores conocemos los que son sus grandes problemas y notas características.
ALGUNOS HITOS HISTÓRICOS
PROLEGÓMENOS (193-235 d. C.) ANARQUÍA MILITAR (235-268 d. C.)
• Generalización de emperadores procedentes de áreas
de puente entre Oriente y Occidente bien por tener su
origo en dichas zonas (Maximino, los Emperadores Ilirios,
p. ej.) o por haber sido proclamadas en ellas por las
legiones (Treboniano Galo, p. ej.).
• Proliferación de los usurpadores y de años de
convivencia de distintos emperadores proclamados y
hechos fuertes en distintas prouinciae (Maximino vs
Gordiano y Gordiano II, hechos fuertes en África;
Treboniano Galo vs M. Emilio Emiliano, desde Moesia;
Galieno vs Póstumo, desde la Galia…)
• Declive del poder decisorio de las clases senatoriales en
beneficio de los equites y, en especial de aquellos
vinculados estrictamente a los cargos de más prestigio del
momento, el Praefectus Praetorii y el cargo de
gobernador provincial.
• Carácter militar del trono imperial, no sólo por los
apoyos de su proclamación sino también por su activa
participación en los frentes de defensa del limes
(muerte de Decio en el campo de batalla de Abrittus,
cautivo de Valeriano en la frontera del Eúfrates…)
• Maximino el Tracio (235-238 d. C.)
• Gordiano III (238-244 d. C.)
• Filipo el Árabe (244-249 d. C.)
• Decio (249-251 d. C.)
• Treboniano Galo (251-253 d. C.)
• Valeriano y Galieno (253-268 d.C.)
• Claudio Gótico (268 d. C.)
• Claudio II (268-270 d. C.)
• Aureliano (270-275 d. C.)
• Claudio Tácito (275-276 d. C.)
• Caro, y Numeriano (282-284 d. C.)
• Septimio Severo (193-211 d. C.)
• Caracalla (211-217 d. C.)
• Macrino (217-218 d. C.)
• Heliogábalo (218-222 d. C.)
• Severo Alejandro (222-235 d. C.)
• Continuidad con el espíritu
constitucional y de
organización derivado de los
últimos Antoninos (privilegio de
los equites, gran importancia del
consilium Principis…)
• Inicio de la militarización del
poder en tanto que el ejército es
que explica las proclamaciones.
• Generalización de la ciudadanía
y depreciación del estatuto
jurídico como clave de la
diferenciación social (Constitutio
Antoniniana), siendo sustituido
por el status económico-social.
3. LOS ELEMENTOS DE LA CRISIS
LA TRANSFORMACIÓN DE LA MONARQUÍA
LA TRANSFORMACIÓN DE LA MONARQUÍA
Prácticamente desde Marco Aurelio –y de modo especial con Cómodo– se va percibiendo en el trono imperial el giro hacia un mayor
autoritarismo que implica, además, la pérdida del poder del Senado y la concentración del poder en el Princeps, en una evolución que
va desde una aristocratia como la propuesta por Marco Aurelio hacia la tiranía que manifestarán posteriormente los denominados Severos.
Parte de este cambio –que se empezó a percibir casi desde Adriano y que acentuaría el propio Marco Aurelio– fue ligado a la
restructuración de la élite dirigente, que pasó a convertirse en una aristocracia de servicio a través de la adecuada codificación del
Consilium Principis.
HITOS HISTÓRICOS EL NUEVO PODER IMPERIAL
• Potenciación del carácter divino de la casa
imperial, de hecho, ahora se habla de ésta como
de la Domus Diuina.
• Marginación política, social y económica del
poder del Senado. Efectivamente, no sólo se
diezmó el poder real del Senado sino que,
además, las riquezas de los Senadores pasaron a
la res priuata (caja privada del Princeps) y éstos
estaban casi obligados a reconocer al Princeps
que proclamaban las legiones.
• Crecimiento del poder de los equites. Así, el
prefecto del Pretorio y los juristas eran los que
tenían mayor preeminencia en las decisiones de
gobierno de Roma.
• Potente labor legislativa de los juristas (Ulpiano
o Papiano), que continuarían la labor de
codificación pretoria iniciada por Adriano. La cara
positiva del papel de éstos estuvo en sus medidas
humanitarias en la actividad esclavista y en la
persecución religiosa.
• El primer paso en el desprecio del Senado y el camino hacia una
monarquía imperial cada vez más autoritaria lo daría Cómodo.
Apenas recién llegado al trono se había dedicado a eliminar la
influencia de todos los Senadores que habían sido destacados
ayudantes de su padre Marco Aurelio. Cómodo diseñó un
Consilium Principis basado exclusivamente en los caballeros a
través de la importancia que adquiriría el cargo de praefectus
Praetorii. Su desprecio del Senado le valió, como hemos dicho, el
decreto de damnatio memoriae.
• La nueva dinastía reinante, los Severos, inaugurada por Septimio
Severo, aclamado por las legiones del Danubio y de Oriente, ante
los múltiples adversarios que encontró en su camino al poder y
ante la presencia de hasta tres candidatos al trono imperial
(Pértinax, Didio Juliano, y Clodio Albino, además del propio
Septimio Severo) tuvo que organizar un sistema imperial basado
en la autoridad y en la propaganda de dicha autoridad. Así,
Septimio Severo forjó una adopción ficticia con los Antoninos
(hermano de Cómodo e hijo de Marco Aurelio, de ahí que Caracalla
fuera M. Aurelio Antonino) y basó su poder en el papel de los
juristas que se impusieron en el entorno del Princeps, marginando
a los Senadores, tradición ésta que se mantuvo totalmente intacta
durante toda la monarquía Severa excepto en el paréntesis de
Heliogábalo, que intentó restaurar el equilibrio entre Princeps y
Senatus a través de reconstruir el ordo senatorius, eso sí, sin
dejar de contar con el apoyo de los juristas.
4. LOS ELEMENTOS DE LA CRISIS
LA INESTABILIDAD INTERNA Y EXTERNA
LA INESTABILIDAD DEL ESTADO
Una de las claves de la Crisis del siglo III d. C., y en la que quizás más se percibe el legado de la época Antonina inmediatamente anterior
será el de la inestabilidad estatal, que se manifiesta en dos vías: interna por las continuas usurpaciones y externa por la amenaza
constante de los bárbaros en el área del limes (los Persas Sasánidas por Oriente y los Bárbaros por el Danubio). Casi todos los
emperadores fueron proclamados por la fuerza militar de las legiones y sufrieron usurpaciones y tensiones en el limes. Esta profunda
inestabilidad generará que las prouinciae –en las que, muchas veces, se hacen fuertes los usurpadores– adquieran una importancia
capital.
LAS USURPACIONES Y LA PROVINCIALIZACIÓN LAS INVASIONES Y LA INESTABILIDAD DEL LIMES
• Ya desde el problema sucesorio abierto tras la muerte de
Cómodo se percibe con claridad el nuevo modelo de
emperador llamado a regir durante este periodo: con origo en las
provincias-bisagra Oriente/Occidente, procedente del ejército
y con un gran afán por la legitimación de su poder.
• La multiplicación de las razones de inestabilidad hizo que en el
Imperio se consolidara la práctica de que el ejército fuera el que
nombrara a los emperadores, que el dies Imperii de éstos
coincidiera con el de su proclamación por las legiones, y que la
indefinición jurídica sobre la forma sucesoria degenerara en una
tremenda anarquía militar en la que el ejército, además, abosrbe
la mayor parte de los recursos del Estado tanto en concepto de
sueldo (adaeratio) como de mantenimiento (donatiua).
• Las raíces militares del poder se manifiestan también en la
propia ideología imperial. En los tipos numismáticos, el
emperador aparece como un jefe de guerra victorioso,
asociado a divinidades como Marte, con referencias continuas a
su Virtus, a su condición de Pius o de Felix, junto al título de
Inuictus. Así, el valor militar del emperador es la clave de su
duración.
• Aunque ya desde la época de los últimos Antoninos se habían
dejado sentir los primeros empujes en el limes, a partir de la
muerte de Severo Alejandro dos van a ser los pueblos
protagonistas de este tipo de movimientos:
1) El Imperio Sasánida. Los Sasánidas eran un Imperio naciente
formado a partir del triunfo de éstos sobre los Partos. La
constitución de este Imperio sobre unas bases ideológicas de
religión de Estado hizo que su presencia fuera más constante y
peligrosa que la que esa misma zona había brindado a Roma
durante el periodo parto.
2) El Mundo Bárbaro. Frente a una oposición en Oriente basada
en un mundo unificado al modo de una poderosa estructura
imperial, en Occidente, el enemigo de Roma sería un mundo en
mutación y transformación, agitado por la puesta en movimiento
de algunas tribus bárbaras, especialmente los Germanos, que
agruparían en Ligas a distintos pueblos y tribus y que acosarían
el limes romano del Rhin, que no pudo adaptarse nunca a las
condiciones peculiares de guerra impuestos por estos pueblos.
5. LOS ELEMENTOS DE LA CRISIS
EL CAMBIO SOCIAL
LAS MUTACIONES SOCIALES: HONESTIORES Y HVMILIORES
Una de las grandes novedades generadas en el contexto de la Crisis del siglo III d. C. es la profunda transformación social que traduce
prácticamente conflictos seculares en el mundo romano. Esta transformación generará una polarización social entre ricos y pobres, entre
los miembros de la elite –fundamentalmente del ordo senatorius, del ordo equester y del ordo decurionum– y los que carecían de dicho
privilegio –generalmente la plebs rustica o urbana, los liberti, los coloni, los serui... –, es decir, los honestiores y los humiliores, los
possesores y los que trabajan en los nuevos fundi que aquellos gestionan.
LOS ESTATUTOS SUSTITUTORIOS
En el 212 d. C., la Constitutio Antoniniana de Caracalla concede la ciudadanía romana a toda la población libre del Imperio. Este
privilegio actuaría sobre unas sociedades en las que ya los miembros de sus oligarquías ejercían un férreo control de las magistraturas de tal
manera que el privilegio recibido sería de poco valor para la mejora de su situación económica. Por eso, ahora mismo el modelo romano
estará basado en la presencia de dos estatutos básicos forjados a partir de dos clases sociales, netamente jerarquizadas: los honestiores y
los humiliores, que adquieren mucha más importancia estatutaria que la condición de Latinus o Romanus.
• Los honestiores están formados por los grupos llamados potentes o possesores. Son aquellos que
disponen de tierras y que, normalmente, forman parte del Senado. Son gente que dispone siempre de
notable fortuna, basada sobre todo en la riqueza fundiaria y en el oro amonedado o en forma de bienes
de prestigio artísticos. La forma de propiedad fundiaria que se generará en este momento serán los
praeda y los fundi (latifundi) en sustitución de las pequeñas uillae. Atención especial merecen en este
grupo los decuriones. Durante este tiempo, los Severos establecen como munera todos los elementos
litúrgicos y de evergetismo que se habían manifestado en la vida municipal lo que generó también un
cierto declive económico y sobre todo, la crisis progresiva de la ciudad en beneficio de las grandes
uillae rústicas de los aristócratas.
• Los humiliores son grupos de personas que trabajan las tierras de determinados possesores –a veces
en régimen de dominia–. Inicialmente eran pequeños propietarios –que existieron durante mucho tiempo
en el siglo III d. C. y que hasta pervivieron en el siglo IV– que, dada la política de tributa y de impuestos
implantada por la casa imperial co el objetivo de hacer frente a los gastos militares, prefirieron dedicarse
a trabajar –amparados en patronazgo– las tierras de sus señores, paso previo éste para la
generalización de una especie de feudalismo basado en relaciones possesor-colonus, que incluso
acarreaban determinados derechos de carácter personal.
• Las irregularidades económicas y el peso de estas grandes diferencias económicas hará que también en
este periodo se perciba un notabilísima devaluación del valor en oro de las monedas, para las que,
además, proliferan las cecas, dado el desarrollo de las prouinciae como centros de poder y de propuesta
de determinados candidatos al trono imperial.
6. LOS ELEMENTOS DE LA CRISIS
CRISIS MORAL Y RELIGIOSA: ESPIRITUALIDAD
TRANSFORMACIONES EN LAS ACTITUDES RELIGIOSAS
Habíamos visto que durante todo el Alto Imperio, la religión había sido una instancia de legitimación del Princeps. Ciertamente, durante
el siglo III d. C., este papel de la religión se mantiene si bien es verdad que bajo una serie de patrones que muestran la influencia que sobre
la esfera religiosa tendrá la ideología imperial y la propia coyuntura social del momento. La inestabilidad e incertidumbre de la época, por
ejemplo, se manifestará en una completa libertad religiosa –reconocida, incluso, a instancia estatal– y en la proliferación de rituales y cultos
innovadores, que echaban sus raíces en puntos ajenos al Panteón romano.
LA NUEVA RELIGIÓN
• Además de que en este momento, el poder divino de los emperadores se reconoce de forma más
espontánea como consecuencia de la nueva forma de organización imperial antes descrita (un ejemplo de
ello fue la instauración oficial del Culto al Sol por Aureliano, que, ciertamente, tiene su raíz en algunos
intentos semejantes de otros Principes casi desde época augústea), el carácter extraordinariamente
militar del orden político hace que el emperador aparezca siempre como un jefe de guerra victorioso y
que en la Numismática –fuente esencial para conocer la propaganda imperial– tengan un hueco especial
los motivos bélicos, las alusiones a Marte, a la Victoria, a la Virtus imperial, a la condición de Pius, Felix o
Inuictus de los emperadores…
• Hubo una cierta libertad religiosa, casi reconocida por la Constitutio Antoniniana que dejaba libertad
para que cada ciudadano se vinculara a los cultos locales de su comunidad de origen. Éstas, en
convivencia con las divinidades Clásicas del Panteón romano generarían un fenómeno muy característico
de esta época del siglo III y que es lo que denominamos el sincretismo. Así, en esta época predominaba
la mezcla de veneración a los dioses clásicos así como a divinidades indígenas de carácter oriental
como Mitra, Baal, Isis… De hecho, ciertamente, la libertad religiosa característica de este periodo debe ser
interpretada como una libertad de elección sincrética, casi en contraste con la unidad religiosa que
manifestaban, por ejemplo, los enemigos del limes oriental: los Persas.
• Política agresiva contra el cristianismo. Ya Septimio Severo habría prohibido las conversiones,
Maximino Tracio habría dictado algunos edicta contra la jerarquía eclesiástica, Decio inauguró varias
persecuciones que fueron continuadas por Valeriano… En realidad, éste era perseguido no sólo por la
propia tradición romana sino que, además, ahora, por los continuos conflictos fronterizos e intestinos de
Roma se entendía que el cristianismo había contribuido a romper la pax deorum, eliminando, además,
cualquier posibilidad de sincretismo, elemento éste que para Roma era entonces un elemento
fundamental. Sólo Galieno, hacia el 260 d. C., estableció una pequeña época de tolerancia a favor del
cristianismo, generando lo que se ha llamado “la pequeña paz de la Iglesia”.
7. SOLUCIONES A LA CRISIS
PROPUESTAS BÁSICAS DE SOLUCIÓN
ELEMENTOS Y SOLUCIONES A UNA CRISIS ESTRUCTURAL
Los distintos elementos que hemos estado viendo como integrantes de la Crisis del siglo III d. C. tendrían manifestaciones muy diversas
en la vida económica, política y social de Roma. Así, la progresiva vinculación del campesinado a la tierra ante el auge del estatuto de poder
de los possesores, la progresiva devaluación del contenido de plata de las monedas –casi hasta el 50%–, algunas medidas de exención
tributaria, etcétera, habían dejado las arcas estatales de Roma en una situación de profundo vacío, que los Severos tuvieron que gestionar a
través de distintas medidas que podemos entender que constituyeron las propuestas básicas de solución de la crisis.
1. Generalización de los tributa. Los Severos, efectivamente, realizaron una política económica de férreo
control fiscal, basado, desde luego, en las extraordinarias dotes organizativas del aparato político y
constitucional de Roma. Esta presión fiscal ejercida sobre la población trajo dos consecuencias bien claras que
prefigurarán el ritmo de algunas de las claves de la época denominada tardoantigua: por un lado la huída de
las magistraturas y de los desempeños municipales al codificarse ahora los distintos componentes de los
munera como tributa de obligado cumplimiento y, por otro lado, la renuncia de muchos pequeños propietarios
a su condición de tales prefiriendo trabajar como coloni de grandes latifundistas. Una manifestación del control
que en este sentido desplegó el aparato estatal romano son los denominados Xprimi, un grupo de curatores
encargados de la supervisión del pago de impuestos en contextos ciudadanos.
2. Constitutio Antoniniana. Es, sin lugar a dudas, la medida más característica de la época de los Severos.
Firmada por Caracalla, con ella todos los habitantes del Imperio se convertían en ciudadanos romanos,
medida que –como hemos visto en otras donaciones semejantes, siempre de menor escala– tenía un carácter
tributario en un momento, además, en que la distinción jurídica tenía muchísimo menos valor que la que
aportaba el disfrute de riqueza. En realidad, el deseo de la Constitutio era el de igualar en lo fiscal a todos
aquellos que estaban sometidos al Princeps.
3. Tecnocracia estatal: gobierno de los juristas. El papel de éstos (Papiniano, Ulpiano, Paulo, Modestino…)
no es sólo interesante en tanto que su colección de responsa a casos puntuales es una fuente extroaordinaria
para el estudio del Derecho Romano (los Digesta) sino que, además, nos informan de la influencia y
capacidad de control político que tendrían durante toda la crisis. Papiniano, por ejemplo, fue aduocatus
fisci, es decir, jefe de las finanzas imperiales, siendo asesor por tanto del prafectus Praetori con lo que eso
tenía de influencia sobre la forma de organizar el ordenamiento del Princeps. Ulpiano, de origen griego, llegó
incluso al cargo de praefectus Praetori, ocupándose de la codificación de todos los elementos legales que
emanaban de la corte pretoria. En este momento, de hecho, se consolida la iniciativa y deseo adriáneo de que
el Princeps es el que, finalmente, dicta e impone la ley.