Este documento discute el concepto de luz en diferentes civilizaciones antiguas y cómo ha evolucionado a través de la historia. Menciona que algunas esculturas prehispánicas sostenían un espejo que servía para que las deidades observaran a los humanos, reflejando al observador. También discute cómo diferentes culturas antiguas consideraron la luz en su poesía y textos como un símbolo de conocimiento. A lo largo de la historia, la humanidad ha filosofado, estudiado e inspirado arte sobre la luz
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XXI
1. Recuerdo haber leído en uno de los estudios acerca de la cultura de los Nahuas, de Miguel
León Portilla, que algunas esculturas prehispánicas sostenían un espejo horadado en
forma de cetro, espejo que servía como un asomadero para que las deidades miraran los
aspectos humanos; este texto no sólo creó en mi mente la imagen de un ser mirando a
través de una especie de encuadre, sino la idea de un encuadre en el cual el sujeto
observador es reflejado, proponiendo una percepción de la otredad en donde el
observador es incluido en el campo visual. Estos antiguos comprendieron el concepto de la
luz de forma similar a otras civilizaciones; mencionaron la luz dentro de algunos poemas
alusivos al conocimiento y la sabiduría, tal y como lo mencionaron también en algunos de
sus textos las grandes culturas antiguas del mediterráneo y de Asia, por mencionar las de
mayor influencia histórica.
En primera instancia nos referimos a la luz como el elemento que nos permite ver-conocer
con claridad, y de ésta se desprenden otras instancias filosóficas, científicas y artísticas.
En la historia, el concepto de la luz juega un papel por demás importante.
Así pues, cualquiera que sea la civilización que propongamos como punto de partida, nos
encontraremos con que hemos filosofado acerca de la luz, hemos estudiado la luz, nos
hemos inspirado en la luz, hemos controlado y procesado la luz, habiendo desarrollado
tecnologías capaces de transmitirla nos hemos globalizado a causa de la luz; luz que no
deja de inquietar al hombre que busca comprender el cosmos.
Pienso que el discurso de la luz es per-se, sin necesidad de ninguna intervención. Su
discurso tiende a plantear como objetivo la generación de una percepción total de la
realidad, y por principio, sólo por principio a través del nervio óptico.
En su devenir, el hombre se ha preocupado por establecer paradigmas de la realidad y
esto sólo ha sido posible mediante la representación. La comunicación de la realidad
(general o particular) es siempre la representación de una percepción con cierto criterio y
por lo tanto, particular. Pienso que ésta representación particular de la realidad es una de
las constantes de las manifestaciones artísticas a través de la historia. Las pinturas
rupestres de Altamira son, desde mi punto de vista, la expresión de un grupo de
individuos conscientes de su entorno, su grupo y, por lo tanto, de sí mismos. Tan es así,
que en algún momento centraron su atención en la creación de una especie de expresión-
manual "cazando a un bisonte", esto con la finalidad de satisfacer sus inquietudes
generadas por el conocimiento de su realidad.
Así, las manifestaciones visuales posteriores se preocuparon por representar las realidades
particulares de la mejor forma concebible.
Con la aparición de la técnica fotográfica, aprendimos a reproducir un pedazo de realidad
visible y transmitirlo a un público espectador. Con el advenimiento de los sistemas
electrónicos de transmisión de imágenes, audio y datos, nos hemos acostumbrado a
recibir un resumen por demás tendencioso de la realidad despedazada, y en emisiones
matutinas, vespertinas y nocturnas, además de otros documentos visuales y audiovisuales
que forjan nuestra percepción de la realidad remota, lejana, la que acontece en otros
parajes y que es parte de nuestra realidad local desde la aparición de la creciente
globalidad. La fotografía y todas sus derivantes son una técnica más en la historia de la
representación de la realidad, son como el antiguo espejo horadado donde el fotógrafo,
artista visual, es parte de la circunstancia fotografiada (aunque no siempre encuadrada) y,
por lo tanto, produce un resultado con una visión francamente subjetiva. La gran
semejanza que tiene la imagen fotográfica con la realidad visible, es lo que nos seduce a
confiar que el documento es su copia. Gran parte del discurso fotográfico sembró sus
bases en ésta semejanza.