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 Botones 
Por: Stephanie Cabala
Se encontraban un grupo de niños en el
paseo de primavera organizado por su
colegio Era un bello día a finales de
septiembre, el bus estaba aparcado junto al
complejo deportivo que tenía un comedor y
varios campos de juegos para niños y
deportivos también. La profesora decidió
que sería conveniente tenerlos jugando en
la parte más profunda del complejo, para
así no ser molestados ni amenazados por el
ruido de los automóviles de la carretera.
Entre juego y juego Alfredo, Miriam, Pablo y Martha estaban impacientes por irse a jugar con
la pelota de Pablo y llegaron a escuchar a las justas la indicación de la maestra de no alejarse
más alla de la reja que rodeaba el complejo. Jugaban a “La mata gente” cuando Alfredo fue
alcanzado por la pelota y en su enojo
le propinó una fuerte patada,
lanzándola fuera de la reja y así, fuera
del campo permitido. Alfredo, que
provenía de una familia adinerada no
tuvo mayor reparo en la pérdida de la
pelota de Pablo, quien era hijo de unos
panaderos y que había prácticamente
heredado dicha pelota de su abuelo en
su reciente cumpleaños en el mes de
Julio, por lo que éste se fue corriendo
tras la pelota hasta llegar a la reja.
Las niñas, siempre más dóciles… o más rígidas, le recordaron de la indicación de la profesora.
Pablo les dijo que más le temía a su padre y a su abuelo juntos que a la maestra; por lo que
tras un barrido ya estaba al otro lado de la reja. Viendo esto, las niñas le increparon a Alfredo
que vaya a detenerlo, pues todo el bolondrón fue producto de su lentitud para dejarse atrapar
por la pelota y por la cólera. Ya iba a ser la hora del refrigerio, por lo que debían volver antes
de que la maestra empiece a buscarlos.
Finalmente acordaron en ir los 3 pues Miriam y
Martha no querían quedarse a tener que
explicar a la maestra a dónde se habían ido sus
compañeritos y Alfredo porque quería retornar
para comer el sándwich de milanesa que su
mamá le había mandado en la lonchera.
Corrieron y alcanzaron a Pablo que ya se
encontraba algo más distanciado de ellos.

La pelota se había alejado porque más alla de
la reja había una ladera que descendía por
una pequeña colina. Finalmente llegaron a un
campo de maizales y sin saber muy bien por
qué, simplemente se adentraron en él. Era
denso pero estrecho, a poco rato estaban en
el otro lado del mismo. El otro lado del
campo era más bien floral, con árboles
frondosos ofreciendo su sombra, era como un
jardín inmenso…
De pronto se oyó una puerta abrirse lentamente y chirriar, como si le faltara aceite o si hubiera
estado cerrada por mucho tiempo.
-Quien anda ahí?- sonó la voz de una viejecita
Los niños poco o nada pudieron moverse antes de que la señora los advirtiera en medio de su
jardín. Ella les increpó el que su pelota haya derribado su más reciente maceta y que además
ellos al irrumpir tan brusca y deliberadamente, habían pisoteado las petunias que acababan de
brotar– y permanecían aun parados sobre ellas- Con aparente delicadeza los 4 niños se
inclinaron para ver debajo de sus zapatillas. Pablo iba a pedir disculpas pero Alfredo se
adelantó diciendo:
- Pero si son sólo flores…
Se hizo un silencio total. Como si hasta los
pajaritos se hubieran dado cuenta de la
impertinencia del niño cachetón. La anciana
levantó una ceja y dejó brillar su dientecito
de oro tras una sonrisa algo sarcástica. Los
niños esperaban recibir algún grito o
rezongada, cuando de pronto la viejita los
invitó a dar un paseo por el jardín. Los 4 se
tomaron instintivamente de las manitos y
asintieron con la cabeza .
El jardín estaba muy bien cuidado, tenía como estas rejillas de madera blanca, que delimitaban
pequeños cúmulos de flores que estaban dispuestos de tal manera que se dibujaban rosetas y
espirales a lo largo y ancho del jardín. Habían nardos, rosales, lirios, geranios, margaritas y
lavanda. Tenía también cada cierto tramo unos arbolitos de campanillas blancas que a esa hora
de la mañana reflejaban dulcemente los rayos del sol. Era un hermoso lugar y el aroma que
flotaba en el aire era dulzón y fresco.
En el extremo opuesto del jardín había un mini jardín demarcado con unas rejitas del mismo
patrón y tamaño de las otras pero en vez de color blanco, eran de color púrpura. En medio de
ese segmento de jardín estaban 4 macetas con tierra en ellas pero sin planta ni flor. A un
costado yacía un costal con paquetitos en su interior. La viejecita les dijo que escojan un tipo
de semilla del costal y que lo planten en cada una de las macetas, con la premisa de que
escojan bien pues el fruto de su siembra se lo llevarían a casa.

Los niños se quedaron en silencio por un
instante, se miraron unos a los otros y
luego sonrieron a manera de aceptar la
consigna. Martha era quien estaba más
próxima al costal y virtió el contenido de
éste sobre el suelo para que todos
pudieran escoger a su antojo. Se
arrodillaron formando un círculo y
empezaron a leer las etiquetas de los
paquetitos, de pronto se empezó a
dibujar ciertos rasgos de sorpresa en el
rostro de los 4 niños y rasgos de satisfacción en el de la viejita.
“Pasión”, “Fortuna”, “Paciencia”, “Sonrisas” eran algunas de las etiquetas. Miriam seguía
buscando y revolviendo los paquetitos ya que ella quería sembrar Dalias, porque eran las
preferidas de su tía abuela y ella nunca le dejaba tocarlas lo suficiente. Luego de un rato dejó
de buscar como sus otros amiguitos y se volvieron en conjunto para mirar desconcertados a la
viejita.
- Vamos niños, que es lo que quieren cultivar?
Martha movió un poco las manitos y
encontró un paquetito que decía
“Amistad”. Ella quería mucho a Miriam y
deseaba que sean amigas hasta que sean
viejitas, pero primero tendrían que
prometerse que no se divertirían
asustando a niños traviesos. Complacida
se levantó, sacudió la tierra de las
rodillas y cogió una macetita. Hizo un
pequeño agujero en la tierra, abrió el
paquetito, vertió las semillitas y las
cubrió con un puñado de tierra.
Observó.
Luego cargó la regadera con sus dos manitos porque era muy pesada y empezó a echarle agua.
Inmediatamente empezó a brotar una hojita verde. Ella se sorprendió del crecimiento de la
misma y continuó echando agua. Empezó a brotar un tallo que se iba haciendo más grande de
forma lenta pero sostenida, luego empezaron a brotar botoncitos para las ramitas y los
esbozos de hojitas. Excitada por la curiosidad empezó a echar más ávidamente el agua pero
luego de un rato sus bracitos empezaron a cansarse por lo que se detuvo un rato para
reponerse.
Inmediatamente las hojas y los tallos empezaron a regresionar. Al ver esto, Martha cogió la
regadera y volvió a rociar agua, luego volvió a brotar la plantita hasta llegar a tener un capullo
de flor en la parte más alta.
Martha se mantuvo rociando agua pero el botón no llegaba a florecer. Volvió a cansarse pero
sabiendo que si se detenía, la planta desaparecería de nuevo, le pidió a Miriam que le ayude.
Esta se había vuelto al piso a buscar la semilla que más le convenga y le dijo que no podía
ayudarla pues no tenía mucho tiempo y necesitaba encontrar su semilla antes del almuerzo.
Alfredo se había puesto a orinar alla detrás de unos arbustos sin advertir lo que estaba
sucediendo. Pablo se incorporó y se dispuso a sostener los brazos de Martha con lo que
finalmente floreció el capullo, brotando una hermosa Dalia color carmesí. La niña dio un salto
de felicidad y abrazó a Pablo.
- Muy bien, cultivaste amistad. No se pueden obtener frutos de la misma sin que haya
participación de ambas partes. Si Pablo te hubiera quitado la regadera, tampoco
hubiera florecido la Dalia puesto que un amigo no te reemplaza sino que te apoya.
Felicidades. Ahora solo faltan ustedes 3.

Miriam sostuvo un paquete, se dirigió a su maceta, rompió una esquina de la bolsita con los
dientes y rápidamente la sembró. Al caer la bolsa se podía leer en la etiqueta “Belleza”. Miriam
siempre había recibido burlas por el tamaño y aspecto de su nariz, por lo que muchas veces
había fingido tener diarrea para no tener que ir al colegio y así librarse al menos uno que otro
día de las burlas.
Empezó a regar la semilla pero no brotaba nada, hasta que el agua se empozó en la macetita,
Miriam se inclinó para ver por qué no crecía nada, hasta que pudo distinguir su reflejo en el
agua. Lo primero que reconoció fue precisamente su nariz, con lo que se sintió avergonzada.
Ya se iba a disponer a alejar su rostro cuando empezó a brotar un tallito verde. Ella se sintió
incomoda y retiró el rostro, no quería seguir viendo su perfil aguileño que tantas falsas
diarreas le había ocasionado. Al retirarse, el tallito se volvió a sumergir en la tierra húmeda.
Volvió a acercarse, pero el agua se había absorbido, le aumentó agua y se volvió a mirar. En
eso nuevamente esbozó la planta, haciéndose más grandecita, emitiendo ramitas, luego hojas.
Luego de verse durante todo ese proceso, notó que su nariz era una parte de ella y no al revez.
Detrás de la nariz había toda una niña que merecía ser querida y notada más que solo una
parte de su cuerpo. La planta creció y en la punta apareció el botón de flor que permanecía
cerrado. Alfredo, que había retornado de su pausa la miró y dijo:
- Si lo que buscas en el reflejo es tu cara, la encontrarás detrás de esa inmensa nariz!
Miriam quiso hacer lo de siempre: patear al niño o salir corriendo en medio del llanto pero no,
eso ya no pasaría. Ella volteó sonriendo y le dijo:
- No, no busco nada. Todo lo que necesito lo tengo en mí.
En ese instante, el capullo se abrió y brotó una bella rosa rosada. La viejecita se asomó a oler la
flor y luego de hacer un gesto de regocijo, se volteó hacia Miriam y le dijo:
- Belleza encontrarás cada vez que te quieres a ti misma y que sabes encontrar las cosas
buenas en los demás. Y si no las encuentras, puedes aprender a aceptarlos tal como
son. No hay nada más hermoso que ello! Felicidades. Y ustedes 2? Vamos muchachitos
que no tengo todo el día!

Alfredo cogió la bolsita que estaba más a la mano en ese instante y se dispuso a sembrar el
contenido. “Poder” decía en la misma. Luego cogió la regadera y se dirigió con una mirada
traviesa hacia sus compañeritos. Les prometió invitarlos a jugar a su mansión cuando acabe de
cultivar sus florecitas. Con el agua, empezó a brotar el tallo y luego las ramitas. A diferencia de
las otras plantas, esta tenía muchas ramitas, con lo que Alfredo se paró derechito y sonrió más
vanidosamente aun. Luego las ramitas se empezaron a llenar de varios botones de flores, al
ver esto, Alfredo tiró la regadera y se dispuso a tomar los botones con sus propias manos.
Quizás el dinero se encontraría dentro de los mismos, pensó. Pero al momento que puso sus
manos en la planta, ésta empezó a regresionar. Volvió a regarla, volvió a brotar la planta y
volvió a intentar agarrarla. La planta volvió a regresionar. Esto se repitió por un par de veces
más hasta que finalmente Alfredo se tiró al piso haciendo una mini pataleta. Para su sorpresa,
la planta regresionó aun más que cuando ponía sus manos sobre ella. Se calló y la planta dejó
de encogerse. Finalmente se levantó, suspiró, empuñó nuevamente la regadera y volvió a
regar la planta, esta vez prometiendo que tendría la fortaleza y paciencia necesarios para dejar
que la planta siga su proceso.
Cuando aparecieron los botones para florecer, entendió que lo único que podía hacer era
seguir regándola así que eso hizo. Entonces, los botones rompieron y de ellos salieron blancas
margaritas con centro amarillo. El niño esbozó una gran sonrisa pero esta vez cargada de
humildad y respeto. La viejita le dio un leve empujón para asomarse y ver la planta.
- Muy bien, gordito. Ya habrás notado que el Poder más importante y que realmente
nos lleva a todos lados es el poder que ejercemos sobre nosotros mismos. Si eres
capaz de controlar y dirigir tus actos para tu bien, no habrá quien te detenga. Ahora
sólo faltas tú- le dijo a Pablo

Pablo hacía buen rato que sostenía una bolsita entre sus manos. Con temor se acercó a la
única maceta que quedaba. Se inclinó y con sus manos empezó a remover la tierra, rompió el
sobrecito y puso las semillas en ella. Luego la cubrió con la tierra sobrante y se volteó para
coger la regadera.
El agua empezó a caer sobre la tierra, humedeciéndola lentamente, luego de un rato apareció
el tallito verde, que siguió creciendo muy recto y duro, sin abrirse en ramas, era más bien algo
así como un tallo único y largo. Poco antes de llegar a la punta aparecieron unas cuantas hojas
grandes y en forma de espada, como el símbolo de los casinos. Ya en la punta brotó finalmente
un gran botón de flor. En eso, el botón se abrió espontáneamente dando paso a un gran y
hermoso girasol que en el centro llevaba cientos de semillas. Sus ojos brillaron y sonrió. Luego
miró a su mano sosteniendo el sobre ya arrugado, y en su etiqueta leyó “Aprendizaje”.
- Yo quiero seguir sembrando porque hemos obtenido más cosas en la siembra y el
cultivo que en la cosecha. Dijo Pablo.
- Menudo niño habías sido tú. Bien hiciste en escoger ese sobre. Cada semilla es un
instante, una oportunidad de aprender algo. Hoy ustedes y hasta yo hemos aprendido
algo. Cada persona que toca nuestra vida nos enseña algo, cada acto y cada
circunstancia tiene un por qué, y el común de todos ellos es que nosotros seamos más
sabios y más felices. Hay que tener la suficiente fortaleza y humildad para saber
reconocer la lección escondida tras cada circunstancia. Bah, supongo que puedo
devolverles la pelota. Ahora sí, váyanse ya pero con cuidado de pisar las petunias que
ya no tengo paciencia para seguir dándoles lecciones de jardinería.
FIN

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  • 1.  Botones  Por: Stephanie Cabala
  • 2. Se encontraban un grupo de niños en el paseo de primavera organizado por su colegio Era un bello día a finales de septiembre, el bus estaba aparcado junto al complejo deportivo que tenía un comedor y varios campos de juegos para niños y deportivos también. La profesora decidió que sería conveniente tenerlos jugando en la parte más profunda del complejo, para así no ser molestados ni amenazados por el ruido de los automóviles de la carretera. Entre juego y juego Alfredo, Miriam, Pablo y Martha estaban impacientes por irse a jugar con la pelota de Pablo y llegaron a escuchar a las justas la indicación de la maestra de no alejarse más alla de la reja que rodeaba el complejo. Jugaban a “La mata gente” cuando Alfredo fue alcanzado por la pelota y en su enojo le propinó una fuerte patada, lanzándola fuera de la reja y así, fuera del campo permitido. Alfredo, que provenía de una familia adinerada no tuvo mayor reparo en la pérdida de la pelota de Pablo, quien era hijo de unos panaderos y que había prácticamente heredado dicha pelota de su abuelo en su reciente cumpleaños en el mes de Julio, por lo que éste se fue corriendo tras la pelota hasta llegar a la reja. Las niñas, siempre más dóciles… o más rígidas, le recordaron de la indicación de la profesora. Pablo les dijo que más le temía a su padre y a su abuelo juntos que a la maestra; por lo que tras un barrido ya estaba al otro lado de la reja. Viendo esto, las niñas le increparon a Alfredo que vaya a detenerlo, pues todo el bolondrón fue producto de su lentitud para dejarse atrapar por la pelota y por la cólera. Ya iba a ser la hora del refrigerio, por lo que debían volver antes de que la maestra empiece a buscarlos. Finalmente acordaron en ir los 3 pues Miriam y Martha no querían quedarse a tener que explicar a la maestra a dónde se habían ido sus compañeritos y Alfredo porque quería retornar para comer el sándwich de milanesa que su mamá le había mandado en la lonchera. Corrieron y alcanzaron a Pablo que ya se encontraba algo más distanciado de ellos. 
  • 3. La pelota se había alejado porque más alla de la reja había una ladera que descendía por una pequeña colina. Finalmente llegaron a un campo de maizales y sin saber muy bien por qué, simplemente se adentraron en él. Era denso pero estrecho, a poco rato estaban en el otro lado del mismo. El otro lado del campo era más bien floral, con árboles frondosos ofreciendo su sombra, era como un jardín inmenso… De pronto se oyó una puerta abrirse lentamente y chirriar, como si le faltara aceite o si hubiera estado cerrada por mucho tiempo. -Quien anda ahí?- sonó la voz de una viejecita Los niños poco o nada pudieron moverse antes de que la señora los advirtiera en medio de su jardín. Ella les increpó el que su pelota haya derribado su más reciente maceta y que además ellos al irrumpir tan brusca y deliberadamente, habían pisoteado las petunias que acababan de brotar– y permanecían aun parados sobre ellas- Con aparente delicadeza los 4 niños se inclinaron para ver debajo de sus zapatillas. Pablo iba a pedir disculpas pero Alfredo se adelantó diciendo: - Pero si son sólo flores… Se hizo un silencio total. Como si hasta los pajaritos se hubieran dado cuenta de la impertinencia del niño cachetón. La anciana levantó una ceja y dejó brillar su dientecito de oro tras una sonrisa algo sarcástica. Los niños esperaban recibir algún grito o rezongada, cuando de pronto la viejita los invitó a dar un paseo por el jardín. Los 4 se tomaron instintivamente de las manitos y asintieron con la cabeza . El jardín estaba muy bien cuidado, tenía como estas rejillas de madera blanca, que delimitaban pequeños cúmulos de flores que estaban dispuestos de tal manera que se dibujaban rosetas y espirales a lo largo y ancho del jardín. Habían nardos, rosales, lirios, geranios, margaritas y lavanda. Tenía también cada cierto tramo unos arbolitos de campanillas blancas que a esa hora de la mañana reflejaban dulcemente los rayos del sol. Era un hermoso lugar y el aroma que flotaba en el aire era dulzón y fresco. En el extremo opuesto del jardín había un mini jardín demarcado con unas rejitas del mismo patrón y tamaño de las otras pero en vez de color blanco, eran de color púrpura. En medio de ese segmento de jardín estaban 4 macetas con tierra en ellas pero sin planta ni flor. A un
  • 4. costado yacía un costal con paquetitos en su interior. La viejecita les dijo que escojan un tipo de semilla del costal y que lo planten en cada una de las macetas, con la premisa de que escojan bien pues el fruto de su siembra se lo llevarían a casa.  Los niños se quedaron en silencio por un instante, se miraron unos a los otros y luego sonrieron a manera de aceptar la consigna. Martha era quien estaba más próxima al costal y virtió el contenido de éste sobre el suelo para que todos pudieran escoger a su antojo. Se arrodillaron formando un círculo y empezaron a leer las etiquetas de los paquetitos, de pronto se empezó a dibujar ciertos rasgos de sorpresa en el rostro de los 4 niños y rasgos de satisfacción en el de la viejita. “Pasión”, “Fortuna”, “Paciencia”, “Sonrisas” eran algunas de las etiquetas. Miriam seguía buscando y revolviendo los paquetitos ya que ella quería sembrar Dalias, porque eran las preferidas de su tía abuela y ella nunca le dejaba tocarlas lo suficiente. Luego de un rato dejó de buscar como sus otros amiguitos y se volvieron en conjunto para mirar desconcertados a la viejita. - Vamos niños, que es lo que quieren cultivar? Martha movió un poco las manitos y encontró un paquetito que decía “Amistad”. Ella quería mucho a Miriam y deseaba que sean amigas hasta que sean viejitas, pero primero tendrían que prometerse que no se divertirían asustando a niños traviesos. Complacida se levantó, sacudió la tierra de las rodillas y cogió una macetita. Hizo un pequeño agujero en la tierra, abrió el paquetito, vertió las semillitas y las cubrió con un puñado de tierra. Observó. Luego cargó la regadera con sus dos manitos porque era muy pesada y empezó a echarle agua. Inmediatamente empezó a brotar una hojita verde. Ella se sorprendió del crecimiento de la misma y continuó echando agua. Empezó a brotar un tallo que se iba haciendo más grande de
  • 5. forma lenta pero sostenida, luego empezaron a brotar botoncitos para las ramitas y los esbozos de hojitas. Excitada por la curiosidad empezó a echar más ávidamente el agua pero luego de un rato sus bracitos empezaron a cansarse por lo que se detuvo un rato para reponerse. Inmediatamente las hojas y los tallos empezaron a regresionar. Al ver esto, Martha cogió la regadera y volvió a rociar agua, luego volvió a brotar la plantita hasta llegar a tener un capullo de flor en la parte más alta. Martha se mantuvo rociando agua pero el botón no llegaba a florecer. Volvió a cansarse pero sabiendo que si se detenía, la planta desaparecería de nuevo, le pidió a Miriam que le ayude. Esta se había vuelto al piso a buscar la semilla que más le convenga y le dijo que no podía ayudarla pues no tenía mucho tiempo y necesitaba encontrar su semilla antes del almuerzo. Alfredo se había puesto a orinar alla detrás de unos arbustos sin advertir lo que estaba sucediendo. Pablo se incorporó y se dispuso a sostener los brazos de Martha con lo que finalmente floreció el capullo, brotando una hermosa Dalia color carmesí. La niña dio un salto de felicidad y abrazó a Pablo. - Muy bien, cultivaste amistad. No se pueden obtener frutos de la misma sin que haya participación de ambas partes. Si Pablo te hubiera quitado la regadera, tampoco hubiera florecido la Dalia puesto que un amigo no te reemplaza sino que te apoya. Felicidades. Ahora solo faltan ustedes 3.  Miriam sostuvo un paquete, se dirigió a su maceta, rompió una esquina de la bolsita con los dientes y rápidamente la sembró. Al caer la bolsa se podía leer en la etiqueta “Belleza”. Miriam siempre había recibido burlas por el tamaño y aspecto de su nariz, por lo que muchas veces había fingido tener diarrea para no tener que ir al colegio y así librarse al menos uno que otro día de las burlas.
  • 6. Empezó a regar la semilla pero no brotaba nada, hasta que el agua se empozó en la macetita, Miriam se inclinó para ver por qué no crecía nada, hasta que pudo distinguir su reflejo en el agua. Lo primero que reconoció fue precisamente su nariz, con lo que se sintió avergonzada. Ya se iba a disponer a alejar su rostro cuando empezó a brotar un tallito verde. Ella se sintió incomoda y retiró el rostro, no quería seguir viendo su perfil aguileño que tantas falsas diarreas le había ocasionado. Al retirarse, el tallito se volvió a sumergir en la tierra húmeda. Volvió a acercarse, pero el agua se había absorbido, le aumentó agua y se volvió a mirar. En eso nuevamente esbozó la planta, haciéndose más grandecita, emitiendo ramitas, luego hojas. Luego de verse durante todo ese proceso, notó que su nariz era una parte de ella y no al revez. Detrás de la nariz había toda una niña que merecía ser querida y notada más que solo una parte de su cuerpo. La planta creció y en la punta apareció el botón de flor que permanecía cerrado. Alfredo, que había retornado de su pausa la miró y dijo: - Si lo que buscas en el reflejo es tu cara, la encontrarás detrás de esa inmensa nariz! Miriam quiso hacer lo de siempre: patear al niño o salir corriendo en medio del llanto pero no, eso ya no pasaría. Ella volteó sonriendo y le dijo: - No, no busco nada. Todo lo que necesito lo tengo en mí. En ese instante, el capullo se abrió y brotó una bella rosa rosada. La viejecita se asomó a oler la flor y luego de hacer un gesto de regocijo, se volteó hacia Miriam y le dijo: - Belleza encontrarás cada vez que te quieres a ti misma y que sabes encontrar las cosas buenas en los demás. Y si no las encuentras, puedes aprender a aceptarlos tal como son. No hay nada más hermoso que ello! Felicidades. Y ustedes 2? Vamos muchachitos que no tengo todo el día! 
  • 7. Alfredo cogió la bolsita que estaba más a la mano en ese instante y se dispuso a sembrar el contenido. “Poder” decía en la misma. Luego cogió la regadera y se dirigió con una mirada traviesa hacia sus compañeritos. Les prometió invitarlos a jugar a su mansión cuando acabe de cultivar sus florecitas. Con el agua, empezó a brotar el tallo y luego las ramitas. A diferencia de las otras plantas, esta tenía muchas ramitas, con lo que Alfredo se paró derechito y sonrió más vanidosamente aun. Luego las ramitas se empezaron a llenar de varios botones de flores, al ver esto, Alfredo tiró la regadera y se dispuso a tomar los botones con sus propias manos. Quizás el dinero se encontraría dentro de los mismos, pensó. Pero al momento que puso sus manos en la planta, ésta empezó a regresionar. Volvió a regarla, volvió a brotar la planta y volvió a intentar agarrarla. La planta volvió a regresionar. Esto se repitió por un par de veces más hasta que finalmente Alfredo se tiró al piso haciendo una mini pataleta. Para su sorpresa, la planta regresionó aun más que cuando ponía sus manos sobre ella. Se calló y la planta dejó de encogerse. Finalmente se levantó, suspiró, empuñó nuevamente la regadera y volvió a regar la planta, esta vez prometiendo que tendría la fortaleza y paciencia necesarios para dejar que la planta siga su proceso. Cuando aparecieron los botones para florecer, entendió que lo único que podía hacer era seguir regándola así que eso hizo. Entonces, los botones rompieron y de ellos salieron blancas margaritas con centro amarillo. El niño esbozó una gran sonrisa pero esta vez cargada de humildad y respeto. La viejita le dio un leve empujón para asomarse y ver la planta. - Muy bien, gordito. Ya habrás notado que el Poder más importante y que realmente nos lleva a todos lados es el poder que ejercemos sobre nosotros mismos. Si eres capaz de controlar y dirigir tus actos para tu bien, no habrá quien te detenga. Ahora sólo faltas tú- le dijo a Pablo 
  • 8. Pablo hacía buen rato que sostenía una bolsita entre sus manos. Con temor se acercó a la única maceta que quedaba. Se inclinó y con sus manos empezó a remover la tierra, rompió el sobrecito y puso las semillas en ella. Luego la cubrió con la tierra sobrante y se volteó para coger la regadera. El agua empezó a caer sobre la tierra, humedeciéndola lentamente, luego de un rato apareció el tallito verde, que siguió creciendo muy recto y duro, sin abrirse en ramas, era más bien algo así como un tallo único y largo. Poco antes de llegar a la punta aparecieron unas cuantas hojas grandes y en forma de espada, como el símbolo de los casinos. Ya en la punta brotó finalmente un gran botón de flor. En eso, el botón se abrió espontáneamente dando paso a un gran y hermoso girasol que en el centro llevaba cientos de semillas. Sus ojos brillaron y sonrió. Luego miró a su mano sosteniendo el sobre ya arrugado, y en su etiqueta leyó “Aprendizaje”. - Yo quiero seguir sembrando porque hemos obtenido más cosas en la siembra y el cultivo que en la cosecha. Dijo Pablo. - Menudo niño habías sido tú. Bien hiciste en escoger ese sobre. Cada semilla es un instante, una oportunidad de aprender algo. Hoy ustedes y hasta yo hemos aprendido algo. Cada persona que toca nuestra vida nos enseña algo, cada acto y cada circunstancia tiene un por qué, y el común de todos ellos es que nosotros seamos más sabios y más felices. Hay que tener la suficiente fortaleza y humildad para saber reconocer la lección escondida tras cada circunstancia. Bah, supongo que puedo devolverles la pelota. Ahora sí, váyanse ya pero con cuidado de pisar las petunias que ya no tengo paciencia para seguir dándoles lecciones de jardinería. FIN