1. Los conciertos educativos: la financiación de las élites
Pedro García. Movimiento hacia un Estado Laico (MHUEL)
Se dice que un impuesto es progresivo cuando la proporción de ingresos que se
pagan como impuesto es mayor cuánto más alta es la renta, como ocurre con la
parte del IRPF que recae sobre las nóminas. Y que un impuesto es regresivo cuando
la fracción de renta pagada es tanto mayor cuanto más pobre se es, como pasa en el
IVA.
Los gastos públicos tampoco afectan a todo el mundo por igual. Imaginad que se
ordena a la población por nivel de ingresos y luego se divide en diez partes. A cada
una de ellas se le llama decila. La primera decila son los más pobres y la décima
decila son los más ricos. La intuición nos dice que en la distribución de los gastos
en seguro de desempleo las primeras decilas, donde están los más pobres, se
llevará la parte del león, mientras que a la última no le tocará casi nada, salvo que el
sinvergüenza de Bárcenas acabe cobrando el seguro de paro. Ese gasto es
progresivo. Sin embargo, si hiciéramos lo mismo con las desgravaciones fiscales
por aportaciones a planes privados de pensiones, el porcentaje que se llevan los
más pobres sería minúsculo, mientras que la última decila sacaría la mayor tajada y
estaríamos ante un gasto regresivo.
¿Cómo se distribuye el gasto educativo según sea la renta de los individuos? No hay
estadísticas oficiales sobre esa cuestión pero sí hay quien ha dedicado esfuerzo
intelectual para encontrar alguna aproximación. Dos profesores universitarios de
Barcelona y Autónoma de Madrid, acaban de publicar un trabajo sobre “La
incidencia distributiva del gasto público en Educación y Sanidad en España”
(capítulo 5 del “Primer informe sobre la desigualdad en España”) donde estiman
que el gasto educativo se reparte entre las diez decilas de renta del modo que
aparece en el gráfico siguiente.
Resulta evidente que el gasto educativo es progresivo, especialmente en la
educación secundaria, ya que el diez por ciento más pobre se lleva alrededor del
2. 15% del gasto total mientras que al 10% más rico le corresponde alrededor del 5%
del gasto.
Claro que no todo gasto educativo es igual. Una parte financia la escuela pública
mientras que otra se destina a subvencionar a la escuela privada mediante los
llamados “conciertos educativos”. Cuando se considera dicha distinción hay que
corregir las conclusiones anteriores. Los dos gráficos siguientes muestran la
distribución del gasto por grupo de renta según sea el tipo de enseñanza (pública y
privada concertada) y permiten obtener una conclusión rotunda: El gasto
educativo progresivo es el asignado a la escuela pública, mientras que los fondos
dedicados a financiar los conciertos educativos se distribuyen de una manera
claramente regresiva, especialmente en la educación secundaria.
Esto indica que bajo el mensaje publicitario de “libertad de elección” no se
encuentra otra cosa que un mecanismo para desviar los recursos públicos hacia los
sectores más pudientes.
3. El barómetro del CIS de febrero de 2013 refuerza la conclusión previa. En él se incluye una
pregunta dirigida a los encuestados que tienen hijos en edad escolar sobre el tipo de
centro (público o privado, con o sin concierto) al que llevan a sus hijos. Y los resultados
informan que un 74.3% llevan a su hijo a un colegio público, un 19.4% a un privado
concertado y un 5.1% a un privado sin concertar.
Estas cifras varían mucho según sea la clase social, el nivel de estudios, la ideología o el
tamaño del municipio de residencia de los padres. Con los resultados de la encuesta se
puede caracterizar a los que tienen una menor preferencia relativa por la escuela pública
(o mayor por la privada): son los empresarios con asalariados, los profesionales por
cuenta propia y ajena, y el personal administrativo, comercial y de servicios. Es decir, las
clases altas y medias altas que son, además, quienes tienen un mayor nivel de estudios. Son
los que se identifican como derecha, recuerdan su voto a CIU y al PP, y residen
mayoritariamente en los grandes centros urbanos.
En el lado opuesto, la preferencia por la escuela pública sobresale entre parados y obreros,
con o sin cualificación, en padres y madres con educación primaria o primera etapa de
secundaria y que no contestan el sentido de su voto o votan a la izquierda. Es mayoritaria
en el mundo rural y en los núcleos pequeños y medianos, donde la rentabilidad es escasa.
Así pues, el barómetro del CIS ofrece una radiografía de la composición social de quienes
optan por la pública y de quienes están en la privada. O incluso mejor, nos dice el tipo de
estudiantes que elijen los empresarios de la privada concertada ya que dicha distribución
no puede ser fruto del azar ni del lugar de residencia.
De modo que la subvención a la escuela privada no es otra cosa que la utilización de fondos
públicos (que recordemos se obtienen esencialmente de nóminas e impuestos indirectos)
para satisfacer las necesidades de las élites sociales. Y cuando legislan y publican normas
favorables a la concertada y en detrimento de la pública, nos están diciendo que les
importa una higa el medio rural, los comerciantes y los pequeños empresarios, los obreros
ya sean cualificados o sin cualificar y los padres de bajo nivel educativo que se esfuerzan
para que sus hijos tengan la formación que ellos no pudieron tener. Amparados en una
mayoría electoral gobiernan para una minoría y en detrimento de la mayoría de la
población. Gobiernan ellos y para ellos.
Razones de justicia social refuerzan la exigencia de que no haya ni un concierto educativo
más y la desaparición progresiva de los existentes.