2. “CRISTO ES EL SUSTITUTO Y LA GARANTÍA DEL PECADOR. Él obedeció la Ley en lugar
del pecador, para que este crea en él y crezca en todas las cosas hasta la plena estatura
de un hombre en Cristo Jesús, y así sea completo en él. Cristo hizo la reconciliación por
los pecados y cargó toda su ignominia, oprobio y castigo; y, mientras cargaba el pecado,
trajo la justicia eterna, para que el creyente esté sin mancha ante Dios. Un día se
preguntará: ‘¿Quién acusará a los elegidos de Dios?’, y la respuesta será: ‘Es Cristo el que
murió, y también el que resucitó’.
Aquel que tiene el manto
inmaculado de justicia,
tejido en el telar del cielo,
en el cual no hay ni un solo
hilo que la humanidad
pecaminosa pueda
reclamar, está a la diestra
de Dios, para vestir a sus
hijos creyentes con la ropa
perfecta de su justicia. Los
salvos en el Reino de Dios no
tendrán nada de qué
jactarse; la alabanza y la
gloria todas volverán a
Dios, el Dador de la
salvación”
E.G.W. (YI, 6 de diciembre de 1894)
3. La más perfecta justicia humana no es más que “trapos de inmundicia”
delante de Dios.
Por ello, es totalmente imposible para el hombre alcanzar la perfección
que Dios exige para alcanzar el Cielo.
“Saliste al encuentro del que con alegría
hacía justicia, de los que se acordaban de
ti en tus caminos; he aquí, tú te enojaste
porque pecamos; en los pecados hemos
perseverado por largo tiempo; ¿podremos
acaso ser salvos? Si bien todos nosotros
somos como suciedad, y todas nuestras
justicias como trapo de inmundicia; y
caímos todos nosotros como la hoja, y
nuestras maldades nos llevaron como viento”
(Isaías, 64: 5-6)
“Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno,
no hay ni siquiera uno” (Romanos, 3: 12)
4. Jesús nos invita a ir a Él creyendo
sencillamente, aunque seamos pecadores, y
Él nos proveerá su manto de perfección, la
perfecta justicia que Él vivió en su vida
mientras estuvo en la carne.
Obtenemos la salvación cuando, por fe,
creemos en Jesús y Él nos cubre con ese
manto de perfección. Así aparecemos ante el
Padre como si nunca hubiésemos pecado.
Esto es cierto tanto para el
Antiguo como para el Nuevo
Testamento:
“Y creyó [Abraham] a Jehová,
y le fue contado por justicia”
(Génesis, 15: 6)
“Justificados, pues, por la fe,
tenemos paz para con Dios por
medio de nuestro Señor
Jesucristo” (Romanos, 5: 1)
5. Si nos vestimos con el manto de la Ley
no podemos obtener la salvación,
pues por la obediencia a la Ley nunca
podremos llegar a ser perfectos ante
el Padre.
“Ya que por las obras de la ley
ningún ser humano será justificado
delante de él; porque por medio de
la ley es el conocimiento del
pecado… Concluimos, pues, que el
hombre es justificado por fe sin
las obras de la ley” (Romanos, 3: 20, 28)
Si nos vestimos con el manto de Cristo obtenemos salvación.
6. Si Jesús nos ha vestido con su manto,
debemos vivir de una manera
consecuente con ese vestido.
Jesús nos da poder para vivir una vida
de obediencia a su Ley, no como un
medio de salvación, sino como una
consecuencia lógica de esa salvación.
A este proceso de victoria sobre el
pecado se le conoce con el nombre de
SANTIFICACIÓN.
“Más ahora que habéis sido
libertados del pecado y hechos
siervos de Dios, tenéis por vuestro
fruto la santificación, y como fin,
la vida eterna” (Romanos, 6: 22)
7. “Si Cristo vive en nuestro corazón, no importa lo que hagamos”.
“Porque como el
cuerpo sin espíritu
está muerto, así
también la fe sin
obras está muerta”
(Santiago, 2: 26)
Esta declaración es falsa, pues no tiene
en cuenta que si Cristo vive en nuestro
corazón, el resultado natural tiene que
ser buenas acciones.
8. “Debo vivir una vida llena de buenas obras para poder ser salvo”.
“Nos salvó, no por obras de
justicia que nosotros hubiéramos
hecho, sino por su misericordia,
por el lavamiento de la
regeneración y por la renovación en
el Espíritu Santo” (Tito, 3: 5)
Debemos recordar que la obediencia a la Ley es un regalo que Dios nos da.
Solo por Cristo podemos ser justificados, santificados y glorificados.
Esta declaración es falsa, pues
no puedo alcanzar la salvación
obedeciendo la Ley; nadie podrá
ser salvo por sus buenas obras.
9. “No podemos proveernos por nuestra cuenta del ropaje de la justicia,
porque el profeta dice: "Todas nuestras justicias [son] como trapo de
inmundicia" (Isa. 64: 6). No hay nada en nosotros con qué cubrir el alma
para que no se vea su desnudez.
Debemos recibir el ropaje de justicia tejido en el telar del cielo,
el ropaje puro de la justicia de Cristo.
Dios ha hecho amplia provisión para que podamos comparecer
perfectos en su gracia, sin que nos falte nada, aguardando la aparición
de nuestro Señor. ¿Estás listo? ¿Estás ataviado con el vestido de bodas?
Esa vestimenta nunca cubrirá el engaño, ni la impureza, ni la
corrupción, ni la hipocresía. El ojo de Dios está sobre ti. Discierne los
pensamientos y las intenciones del corazón. Podemos ocultar nuestros
pecados de los ojos de los hombres, pero no podemos ocultar nada de
nuestro Hacedor.
Que a los jóvenes y niños pequeños se les enseñe a escoger por sí mismos
el manto real tejido en el telar del cielo: el "lino fino, limpio y
resplandeciente" que vestirán los santos de la tierra. Este manto, el
mismo carácter inmaculado de Cristo, se le ofrece gratuitamente a cada
ser humano. Pero todos los que lo reciban, lo recibirán y vestirán aquí”
E.G.W. (Dios nos cuida, 3 de agosto)
10. “No podemos proveernos por nuestra cuenta del ropaje de la justicia,
porque el profeta dice: "Todas nuestras justicias [son] como trapo de
inmundicia" (Isa. 64: 6). No hay nada en nosotros con qué cubrir el alma
para que no se vea su desnudez.
Debemos recibir el ropaje de justicia tejido en el telar del cielo,
el ropaje puro de la justicia de Cristo.
Dios ha hecho amplia provisión para que podamos comparecer
perfectos en su gracia, sin que nos falte nada, aguardando la aparición
de nuestro Señor. ¿Estás listo? ¿Estás ataviado con el vestido de bodas?
Esa vestimenta nunca cubrirá el engaño, ni la impureza, ni la
corrupción, ni la hipocresía. El ojo de Dios está sobre ti. Discierne los
pensamientos y las intenciones del corazón. Podemos ocultar nuestros
pecados de los ojos de los hombres, pero no podemos ocultar nada de
nuestro Hacedor.
Que a los jóvenes y niños pequeños se les enseñe a escoger por sí mismos
el manto real tejido en el telar del cielo: el "lino fino, limpio y
resplandeciente" que vestirán los santos de la tierra. Este manto, el
mismo carácter inmaculado de Cristo, se le ofrece gratuitamente a cada
ser humano. Pero todos los que lo reciban, lo recibirán y vestirán aquí”
E.G.W. (Dios nos cuida, 3 de agosto)