Los principales desafíos que enfrentaba la iglesia del Nuevo Testamento incluyeron: 1) definir su identidad como creyentes en Cristo distintos del judaísmo, 2) lidiar con la idolatría del Imperio Romano, y 3) facilitar el crecimiento de la iglesia más allá de Jerusalén. La iglesia también tuvo que establecer 4) un modelo de gobierno que incluía roles como obispos, ancianos y diáconos para administrar a la creciente congregación.