Este documento describe el contexto histórico y social en el que vivió el sacerdote francés Luis Querbes a principios del siglo XIX, incluyendo los desafíos que enfrentó la Iglesia Católica durante la Revolución Francesa y el Primer Imperio. También resume brevemente la visión de Querbes para establecer una orden religiosa dedicada a la educación que pudiera ayudar a reconstruir la fe cristiana en Francia después de este período turbulento.
1. DESGRACIAS DE LA ÉPOCA
Para comprender la aventura del
P. Querbes, fundador, es necesario hacerse una
idea del contexto en el que este joven sacerdote
de parroquia ha evolucionado.
En el Museo de Bellas Artes de Lyon, un
cuadro titulado “La Maraîchère” (La hortelana)
expresa con fuerza lo que ha podido representar
la Revolución francesa para las gentes sencillas
del campo, condenadas a pagar un gran precio
por los cambios de los que el provecho, a fin
de cuentas, no les correspondió. Este cuadro de
época es obra de un desconocido, miembro de la
Escuela de David. Sin duda, es contemporáneo
del todavía muy joven Luis Querbes, hijo de un
padre y de una madre obreros textiles.
Nacido en 1793, fallecido en 1859, nuestro
fundador atravesó, por consiguiente, una buena mitad del siglo XIX. En
ese tiempo, Francia conoce los diez o quince cambios de régimen con las
sacudidas que de ordinario les acompañan. No ha podido quedar al margen
de las desgracias de su tiempo. Más aún, es de los que han participado en
la reconstrucción de lo que se había perdido y en la edificación de lo que
debía nacer.
En el último tercio del Siglo de las Luces, ridiculizada por los libre-
pensadores, la Iglesia no llevaba apenas viento en sus velas. El clero estaba
muy jerarquizado y, mientras que la mayor parte del alto clero corría en
pos de los beneficios y se alejaba voluntariamente de su rebaño, los curas
rurales, lo más bajo de la escala clerical, estaban reducidos a la porción
congrua (porción mínima conveniente), que se debe a los que se van a
ordenar, tanto respecto a su formación como a su sustento.
La Revolución hizo todo lo posible para destruir a la Iglesia, obligando a
los sacerdotes a firmar el juramento de fidelidad a la Constitución civil, lo
que dividió al clero: 55% de los sacerdotes juramentados frente a 45% de
refractarios; los unos tenidos como relajados, los otros como intransigentes.
Sin contar con que se aprovechó para apoderarse de los bienes de la Iglesia:
obispados, iglesias, conventos, y por no reconocer valor civil a los votos de
religión. No se debe olvidar que San Nicecio de Lyon, la parroquia del joven
Luis Querbes, sirvió en su día para dar culto a la diosa Razón.
Nº8
Correo Querbes
P. Luis Querbes, grabado de la época
2. 2
CORREO QUERBES Nº 8
Es verdad que Napoleón enderezó la
situación con el Concordato de 1801, pero,
a continuación se vio claro que era menos
proclive a servir a la Iglesia que a servirse de
ella. En educación, el emperador favorecía a
los liceos para procurarse en ellos de personal
para el ejército y para la administración, y
al mismo tiempo se despreocupaba de las
escuelas primarias. Robert Bonnafous muestra
algunas cifras: “en 1815, en una Francia que
debía contar entonces entre 25 y 27 millones de
habitantes, menos de 900.000 jóvenes franceses
(chicos y chicas) estaban escolarizados y la
mitad de los ayuntamientos no tenían escuela”.
Y la profesión de enseñante, mal pagada, no
atraía más que a los truhanes y a los incapaces.
Como ejemplo, he aquí lo que ha vivido en la escuela de su infancia un futuro
religioso educador originario de cerca de Lyón: “Enrique tuvo sucesivamente
cinco maestros de escuela. El primero, cojo, leía muy mal, no sabía escribir
y no tenía ni educación, ni disciplina. El segundo leía y escribía bastante
bien; es todo. El tercero, un charlatán, embaucó durante un año y al final
se marchó sin pagar las deudas. Con el cuarto maestro leían pergaminos, se
copiaba, se hacían mecánicamente las cuatro reglas sin explicación alguna.
Era secretario de la alcaldía y los recreos eran a menudo muy largos. Se
servía de un látigo nudoso y golpeaba al alumno más cercano a él. Los cuatro
maestros se dedicaban bastante al catecismo, pero era fácil engañarles al
recitarlo. El quinto un ex de las Escuelas Cristianas, era capaz, edificante y
enseñaba bien”.
Bruno Hébert
¿SABÍAIS QUE…?
El 23 de junio de 1815, en la capilla
del Seminario Mayor de Lyon, se
ordenó de subdiácono Luis Querbes
(1793-1859) y fueron ordenados de
diáconos Juan Claudio Colin (1790-
1875, fundador de los PP Maristas, y,
Marcelino Champagnat (1789-1840),
fundador de los HH. Maristas; y Juan
María Vianney, que sería el santo
Cura de Ars (1786-1859).Procesión, por Armand Cormon
La hortelana, MBA de Lyon
3. 3
Después de la Revolución, para recristianizar Francia, se cuenta sobre
todo con las misiones parroquiales y el relanzamiento de los Seminarios.
El movimiento es particularmente vivo en la diócesis de Lyon. Fue en
Lyon donde fueron restablecidos en Francia los HH. de las Escuelas
Cristianas (1808) y los Jesuitas (1814). De 1816 a 1831, no menos de ocho
congregaciones de hombres y de mujeres ven allí la luz. Los HH Maristas
existen desde 1825, es decir, seis años antes que los Clérigos de San Viator.
Por lo que respecta a la Escuela, de 1820 a 1840, Francia conoce una
evolución importante con la creación de 27.000 escuelas, ni más ni menos…
Bruno Hébert
RUMORES DE FUSIÓN
En los Anales de los HH Maristas, hay un pasaje que nos hace pensar en
un proyecto de fusión entre los Viatores y los Maristas del P. Champagnat.
Uno de los Maristas, un tal Pompallier, no estaba de acuerdo con la dirección
de la Congregación que llevaba el P. Champagnat; protestaba y criticaba
su administración y la dirección que él daba a sus Hermanos. A su parecer
el Instituto no podía otra cosa que perecer entre sus manos. Su convicción
a este respecto era tan profunda que se sintió obligado a dar parte de esos
sentimientos y de sus temores al Señor Arzobispo (…).
“El señor Pompallier había nacido en Vourles. Conocía bien al P. Querbes,
párroco de esa iglesia, que había fundado en ella los Clérigos de San Viator.
Esta Congregación era poco numerosa. Sus miembros, como el nombre lo
indica, se ocupaban tanto de la sacristía como de la escuela. Iban de uno en
uno, vivían y se alojaban con los párrocos. Su regla estaba todavía en germen.
Su hábito no tenía nada de definitivo: vestían tanto de civil como de
eclesiásticos. No obstante, el señor Pompallier estaba persuadido de que esta
pequeña Congregación estaba
bienasentadayteníaunbrillante
porvenir. Pedía pues a Monseñor
que obligara al P. Champagnat
a unir sus Hermanos con los
Clérigos del Sr. Querbes. Ponía
tanta buena fe en lo que decía
y parecía haber pensado tan
bien la cuestión que Monseñor
se dejó convencer. Llamó al buen
Padre y le hizo comprometerse
a realizar el proyecto del señor
Pompallier”.
CORREO QUERBESNº 8
4. 4
CORREO QUERBES Nº 8
“Vuestra Congregación se hace numerosa, le decía. No está autorizada
por el Gobierno y no obtendréis esta autorización. Los Viatores tienen una
ordenanza real desde 1823(1830). Salvaréis, pues, vuestra Congregación
uniéndola a la del señor Querbes”.
Esta unión, a mi parecer, responde el fundador, sería la ruina de nuestro
Instituto y causaría probablemente la de los Hermanos de San Viator, por la
sencilla razón de que las dos Congregaciones tienen un espíritu totalmente
diferentes y un modo de colocar a los sujetos, condiciones de las fundaciones
y reglas, completamente contrarias.
Proponer a nuestros Hermanos abandonar sus reglas, su hábito, su método
de enseñanza, su manera de vivir, para tomar la de otra comunidad, sea la
que sea, es perderles y devolverlos al mundo. Con el conocimiento que yo
tengo de las cosas, no creo, Monseñor, que yo pueda en conciencia prestarme
a esta disposición. Si Vuestra Grandeza lo ordena yo dejaré que se haga, me
resignaré, es mi deber, pero yo tiemblo al pensar en las consecuencias”.
Bruno Hébert
EL SUEÑO DE UN JOVEN SACERDOTE
Consciente de las desgracias de su
tiempo, Querbes sueña con restablecer
la corriente cristiana. Y escribe a su
obispo: ”Si existiera un lugar que fuera
a la vez seminario para maestros de
escuela parroquial, una casa de reunión
para maestros ya en ejercicio, en la que,
en ciertas épocas pudiesen dedicarse a
los ejercicios espirituales, y renovarse
en el espíritu del cristianismo y el de su
estado, en fin, una casa de refugio en la
que los que hubieran agotado sus fuerzas en este penoso empleo, encontraran
un retiro asegurado por un fondo común y la caridad pública, y si hubiera
en este lugar un hombre encargado de formar para enseñar y educar a los
niños pequeños, y para colaborar con los párrocos y dirigir las escuelas de las
que los maestros fueran afiliados de esta Sociedad de maestros parroquiales,
¿no sería, Monseñor, un medio precioso de reunir en una única obra, en la
medida de lo posible hoy en día, la educación de esta amada porción de
vuestro rebaño ?
Maurice Marcotte
“Lucha”, óleo de John Eaton
Editado por la Provincia de los C.S.V. de Canadá - Traducido en la Comunidad viatoriana de España