El documento contiene varios testimonios de los habitantes de Lucanamarca sobre la masacre de 1983 y sus efectos posteriores. Honorio Curitumay describe el trauma continuo que siente debido a la exhumación de tumbas y las acusaciones hacia él y su familia. También expresa que se ha enfocado en su trabajo en la iglesia para olvidar lo sucedido. Otro testigo menciona que los regalos del gobierno empeoran los resentimientos entre los pobladores.