1. Elementos para la caracterización del
segundo gobierno de Alan García
El primer elemento característico del segundo gobierno de Alan García es su naturaleza
reactiva. No es el producto de un proyecto determinado que alcanza el poder para intentar
realizarse, sino una reacción defensiva del sistema para evitar un peligro considerado mayor.
El segundo gobierno García se explica más por Humala que por García mismo.
El segundo elemento es su carácter a-programático, que significa que no está comprometido
con alguna visión del país y sus problemas. Lo que se conoce como sus “promesas” son ideas
sueltas, de simple impacto electoral, que se pueden recordar para emplazarlo pero que no
representan una “opción intermedia” como la que quiso encarnar el APRA con la economía
heterodoxa y otras expresiones del programa de 1985. El alanismo actual es una pura
adaptación a lo que le sirve para mantenerse en el poder.
El tercer elemento es el inmovilismo, que es lo que llena el vacío de programa y que se
expresa en la entrega de la economía a los neoliberales que han tenido la manija bajo
Fujimori, Paniagua y Toledo, buscando que le aseguren la estabilidad con crecimiento, y
dirigiendo la política con las instituciones, los métodos y la colaboración del fujimorismo,
como si se tratara de un gobierno “contra el pasado”, cuando se trata de uno “contra el futuro”,
es decir contra la emergencia popular por el cambio.
Alan García es desde esta perspectiva un continuismo económico de 30 años, un
continuismo político de 17 años y una reactualización del estilo político caudillista-
demagógico de la segunda mitad de los 80.
El cuarto elemento es el carácter servil del régimen hacia las trasnacionales y los grandes
empresarios, sujetándose a los compromisos de la década del 90, que Paniagua-Toledo
tampoco quisieron tocar, lo que contrasta con su enfrentamiento a las demandas laborales y
su resistencia a impulsar la inversión social a favor de los más pobres.
El quinto elemento es su alineamiento internacional con los Estados Unidos y la política
de George W. Bush, que lo convierte en una instrumento potencial contra la corriente
progresista y antiimperialista que se manifiesta en América Latina.
El sexto elemento es la relación conflictiva que el gobierno ha establecido con el APRA
bajo cuyas banderas ganó las elecciones. Es indudable que la dirección formal del partido no
incide sobre el poder y que hay una crisis subyacente en las presiones para abrir más cargos
para el partido. García busca situarse muy por encima de sus compañeros, aproximándose a la
imagen de gobernante extra-partido que fue clave en el éxito de Fujimori en su relación con
los sectores más pobres y menos organizados.
El sétimo elemento tiene que ver con las alianzas de gobierno: el bloque anti-Humala de la
segunda vuelta del 2006, se disolvió sin llegar a expresarse como gobierno. Esto significa que
el ejecutivo no llegó a armar una mayoría estable en el Congreso. García no ha tenido
2. escrúpulos de imponer al APRA una sociedad con el fujimorismo, que representa una
coalición parlamentaria de minoría, que puede tentar ganar votaciones con acuerdos con
Unidad Nacional, o con la suma de trásfugas y oportunistas de distintos sectores. Sin
embargo lo evidente es que el Congreso carece de fuerza dominante en el momento actual y
que hay una tendencia de colición entre los poderes del Estado.
El octavo elemento es que García no controla las regiones en un escenario de probable
reactivación de los movimientos regionales y de contradicción entre los gobiernos elegidos en
noviembre del 2006 con el poder central.
El noveno elemento es la corrupción que está haciéndose evidente a los más diversos niveles
de Estado, poniendo en situación comprometida a un número creciente ministros. Alrededor
de este tema se ve que la lista de empresas proveedoras y contratistas con el Estado se repiten
desde hace muchos años y forman sistemas institucionalizados. Los ministros se adaptaron
rápidamente a estos mecanismos que han empezado a saltar a la vista. El pronóstico es que el
gabinete Del Castillo tiene corta vida.
El décimo elemento es García mismo, la altísima personalización de su estilo de gobierno,
su mirada despectiva hacia el pueblo, el trato a sus colaboradores, la improvisación y los
exabruptos que generan crisis impensadas como las de la Pena de Muerte, la de Mazzetti,
etc.
Raúl Wiener
3.03.07