El vínculo terapéutico es un hilo invisible que se forma entre el paciente y el terapeuta y es fundamental para el proceso terapéutico. No depende de la técnica terapéutica utilizada sino de factores como la empatía, la seguridad psicológica, la presencia y el respeto. Durante la primera sesión, el terapeuta establece los límites de la terapia y comienza a crear este vínculo a través de la escucha activa y el acompañamiento del paciente en su proceso
1. El vínculo terapéutico
Lo he vivido como paciente y ahora lo estoy viviendo como terapeuta.
Ese hilo invisible que se arma entre el paciente y quien lo atiende es
mágico y es lo que se llama el vínculo terapéutico.
No hay terapeutas perfectos o imperfectos, al menos desde mi
perspectiva. No hay pacientes buenos o malos tampoco. Hay pacientes y
hay terapeutas, simplemente.
No creo que haya tampoco una técnica mejor que otra, creo que las
técnicas y las corrientes son todas útiles y que su utilidad depende
mucho más de quien los usa que del uso en sí.
Con esto quiero decir que hay pacientes para todas las corrientes y los
gustos. Habrá algunos a los que les siente mejor el psicoanálisis y su
diván; habrá otros a los que el conductismo y lo cognitivo les vaya como
anillo al dedo; habrá otros que buscan sus respuestas en las cartas del
tarot. Y hay otros que acuden a un Gestaltista a ver qué es lo que les
está pasando con sus vidas y cómo ésta puede mejorar.
Hay pacientes que llegan a consulta con un terapeuta gestáltico y no
tienen la menor idea de lo que es la Gestalt. Y esto no sólo es válido, es
simplemente perfecto. El paciente no tiene por qué conocer la técnica,
es el terapeuta quien debe hacerlo. En días pasados un paciente me
preguntó sobre el tipo de terapia que aplico y debo asumir que me fue
difícil de contestar.
En pocas palabras traté de hacer una síntesis de lo que es esto que
hicimos en terapia una hora antes. Al final le dije algo que me salió del
corazón y en lo que creo profundamente: “Lo más importante es que
te sientas bien en la terapia, sin importar el tipo de terapia que
sea. El lugar en el que te sientas más cómodo, bien tratado y
confiado, será tu lugar”. Creo en esta frase fervientemente. No es un
slogan que uso para ganar clientes o para mercadearme. Es un
pensamiento que tengo y mantengo.
Cuando un paciente llega por primera vez a la consulta suele llegar
nervioso, pues adicionalmente a su “problema” o “situación conflictiva”,
está un elemento adicional: le va a contar su vida a un extraño y no
sabe qué va a pasar allí en ese espacio, en ese lugar, qué le va a decir
esa persona, qué no le va a decir. Hay mucho de angustia y expectativa
(catastrófica y/o anastrófica) en este primer encuentro.
2. Teóricamente, en el primer encuentro, se realiza lo que se llama el
encuadre. En pocas palabras, significa, como su palabra lo indica,
encuadrar al paciente sobre lo que será el trabajo. El encuadre puede
hacerse vía telefónica o en persona. De cualquier manera, el terapeuta
suele hacer algunas preguntas para sondear sobre la situación e indagar
un poco cómo está el paciente. En este punto, se suele hablar también
de los límites de la terapia y de cómo es la dinámica. De alguna manera,
en el encuadre se plantean las “reglas del juego”.
Hace poco recibí la llamada de una persona que buscaba terapia para un
problema puntual. Conversamos un rato y acordamos una cita. En una
de sus frases, el paciente me decía algo así: “Necesito que me ayudes,
yo confío en que cuando hable contigo voy a estar mejor y voy a poder
tomar una decisión”.
Ante semejante declaración, lo único que atiné a decir con mi tono más
suave de voz fue: “Quiero que sepas algo. Como terapeuta gestáltica,
estoy para acompañarte en tu proceso, para apoyarte y estar a tu lado.
No estoy para tomar tus decisiones, ni para darte consejos. En mi
consultorio no vas a encontrar una pastilla que luego de que te la
tomes, va a producir un resultado mágico. Tenemos que trabajar juntos
y es un proceso de más de un encuentro”.
No sé si lo que hice fue correcto o incorrecto, sólo sé que funcionó.
¿Cómo lo sé? ¿Qué pasó allí? Pude poner límites claros entre mi
responsabilidad y la suya, pues el paciente ya sabe que es él quien
encontrará las respuestas a su situación y que no estoy allí para
aconsejarlo sino para acompañarlo. Igualmente, le dejé claro que las
respuestas no vendrán mágicamente en un encuentro, sino que se trata
de un trabajo, en este caso de ambos.
Luego de haber superado el encuadre, comienza el trabajo. En el caso
de la terapia gestalt, el ritmo y la intensidad de la sesión depende
mucho del paciente, su energía y lo que traiga para trabajar. De alguna
manera es él quien trae el plato a la mesa y entre los dos lo comemos.
Algunos terapeutas señalan que en la primera cita no se suele invitar al
paciente a realizar ningún trabajo demasiado intenso, pues esto, lejos
de ayudarlo, puede asustarlo y hacerlo huir por la derecha. Igualmente,
dicen que no todos los pacientes encaran de la misma manera un
trabajo terapéutico; para algunos les resulta más fácil hacer una silla
vacía, para otros les puede resultar difícil por no decir imposible. Allí,
está también la forma en la que el terapeuta desee acompañar a su
paciente y es decisión de cada quien.
3. Es en esta primera sesión cuando comienza a tejerse ese hilo invisible
que une al paciente con su terapeuta. Se trata de brindar seguridad
psicológica, se trata de empatía, de trata de acompasamiento, se trata
de química, de trata de posibilidad, se trata de respeto, de amor, de
paciencia, de presencia, de estar allí. Es como una coctelera en la que
todos estos ingredientes están mezclados. No hay recetas perfectas,
pues para cada quien será diferente la proporción.
Eso sí, la mezcla de estos elementos es lo que marca al vínculo
terapéutico. Cuando están presentes estos elementos, se forma esta
conexión y dependiendo de lo que necesita cada paciente, será más o
menos fuerte. Cuando falta algo, de acuerdo a las percepciones y
perspectiva de cada parte, el vínculo suele ser más débil y con más
facilidad de romperse o de no mantenerse.
Como terapeuta, no creo que haya que luchar por mejorar o no este
vínculo. Creo, gestálticamente, que lo que es, tiene que ser. De mi
parte, doy lo mejor que tengo ante cada paciente. Estoy allí para él y lo
acompaño con todos mis sentidos. Cuando estoy frente a un paciente no
hay mundo, sólo estamos él y yo.
Y el vínculo que se arme entre mis pacientes y yo será el mejor que
podamos armar ambos, según nuestras posibilidades y nuestros
recursos.
¿Cómo saber si el vínculo se armó? No hay respuesta para esta
pregunta. O quizá sí, lo sabes cuando tu paciente luego de la sesión y
para despedirse de ti, te abraza y en ese contacto sientes
agradecimiento y afecto. Allí, al menos yo, puedo saber que hay algo
entre nosotros. Algo que valoro mucho y que cuido. Algo que tiene su
espacio y su momento. Algo que respeto. Ese algo, se llama vínculo
terapéutico.
Autor del texto: Raiza Ramirez
http://www.gestaltvenezuela.blogspot.com/