1. “Las sociedades envejecen, los sistemas de Seguridad Social se adaptan”.
El envejecimiento demográfico constituye uno de los desafíos más importantes a los que
se enfrentan las instituciones de Seguridad Social en la actualidad. Se trata de una
tendencia que se ha acentuado en las últimas décadas en todas las regiones del mundo y
hace referencia a un cambio en la estructura demográfica, a partir del cual en la población
aumenta la proporción de adultos mayores en relación a los grupos más jóvenes. Indica
que las tasas de fecundidad se están reduciendo, en tanto permanece constante o mejora
la esperanza de vida a edades más avanzadas.
En ello han influido principalmente los progresos socioeconómicos y biomédicos, que han
permitido mejorar la calidad de vida y aumentar la supervivencia generacional a partir de
avances en alimentación, asistencia sanitaria y médica, en la cobertura de la seguridad
social y en la distribución de ingresos. En este sentido, el envejecimiento demográfico
representa un triunfo de las sociedades, poniendo de manifiesto los avances en materia
de desarrollo social.
Además de la disminución en las tasas de fecundidad y el incremento en la esperanza de
vida, en los últimos años otros fenómenos comenzaron a contribuir en el envejecimiento
poblacional. Principalmente influyeron los movimientos migratorios, produciendo un
doble efecto sobre la estructura poblacional. Por un lado, un efecto directo dado que
generalmente son las personas en edad activa las que emigran. Por otra parte, dado que
los migrantes normalmente pertenecen a grupos poblacionales en edad fértil, se produce
un efecto indirecto con un descenso de la natalidad si el saldo migratorio es negativo, o
una caída en el envejecimiento poblacional si el saldo migratorio es positivo.
Aunque con diferente intensidad, este fenómeno afecta actualmente a todos los países.
De esta manera, mientras que en 1981 el promedio mundial de la esperanza de vida al
nacer era de 64 años para las mujeres y 60 años para los varones, hacia 2009 este
promedio se incrementó a 72 y 67 años, respectivamente.
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2. Por otra parte, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en todo el mundo
alrededor de 7 personas en el grupo de edad productiva por cada 100 adultos mayores.
Asimismo, se prevé que en los países menos desarrollados, el porcentaje de la población
mayor de 64 años se triplicará en los próximos 40 años, pasando del 5,8% al 15% de la
población total; mientras que en los países más desarrollados esta cifra crecería del 16% al
26%.
Al respecto, cabe destacar que los países en desarrollo tienen una población más joven
que los países desarrollados, sin embargo, el ritmo de envejecimiento de su población es
mayor que en estos últimos.
Argentina no escapa a la tendencia y también cuenta con una sociedad más longeva. En
este sentido, según INDEC, la dinámica poblacional argentina experimenta profundas
transformaciones que afectan su crecimiento y determinan el envejecimiento de la
población.
De acuerdo con los datos del último CENSO poblacional, en 2010 la proporción de adultos
mayores superó 10% de la población, y la esperanza de vida alcanzó los 72 años para los
varones y 79 años para las mujeres.
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3. Las repercusiones del envejecimiento demográfico en los sistemas de Seguridad Social son
múltiples: el número de beneficiarios es cada vez más grande y las prestaciones sociales
son requeridas durante un plazo cada vez más largo. Esto incrementa la tasa de
dependencia entre la población pasiva y activa, exigiendo que la relación entre quienes
están en condiciones de ser económicamente productivos y quienes son dependientes,
sea cada vez más alta. De esta manera, el envejecimiento demográfico ejerce presión en
materia de sostenibilidad de los regímenes de jubilación, exige cambios en las políticas de
empleo, y plantea la necesidad de ampliar los programas de cuidado de los adultos
mayores.
En este marco, países como España, Italia e Inglaterra entre otros, introdujeron
recientemente reformas en sus sistemas de pensiones orientadas a aumentar la edad de
retiro de varones y mujeres, frente al desafío que plantea el envejecimiento poblacional
en la sostenibilidad de sus sistemas de Seguridad Social.
En suma, el desafío implica garantizar un adecuado nivel de ingresos y protección social
para los adultos mayores de una sociedad mundial cada vez más longeva, sin crear una
carga insostenible para los grupos más jóvenes y sin poner en peligro la sostenibilidad
económica de los sistemas.
En los últimos tiempos, en el ámbito académico de la seguridad social se introdujo la idea
de “seguridad social dinámica”, planteando un enfoque proactivo y preventivo para dar
respuesta a los cambios demográficos y otros retos que enfrenta la seguridad social en la
actualidad. Este enfoque se basa en 4 pilares: impulsar el empleo y la actividad
económica, fomentar la responsabilidad y la capacidad de acción, promover la salud, y
garantizar la sostenibilidad.
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4. Esto exige un abordaje integral por parte de cada Estado y la gestión conjunta de todos
sus organismos en la atención de los adultos mayores, consolidando visiones y políticas
desde una actitud proactiva, cooperativa y complementaria.
Particularmente, Argentina tiene un régimen de reparto asistido cuyo financiamiento
adiciona recursos tributarios a las contribuciones salariales y a los aportes patronales, es
decir que los trabajadores activos constituyen una fuente de financiamiento, pero no la
única. Actualmente, las erogaciones previsionales se componen 56% por ingresos de
trabajadores activos y 44% por impuestos que paga toda la sociedad.
Además, el SIPA cuenta con el Fondo de Garantía de Sustentabilidad como una garantía de
pago para actuales y futuros jubilados, constituyéndose como un fondo anti-cíclico, para
responder ante eventuales contingencias del sistema y actuar frente al avance del
envejecimiento poblacional.
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