2. Captar con precisión y rapidez la
información visual.
Importante carga innata. Difícil de desarrollar.
Se optimiza su rendimiento mediante hábitos
de atención y estrategias de concentración.
3. Reconocer y extraer las ideas que
componen un texto.
Muy relacionada con la comprensión lectora.
Requiere contar las ideas que hay en cada
párrafo.
4. Condensar todas las ideas en el mínimo de
palabras.
Capacidad de conceptuar.
Muy relacionada con la cantidad de
vocabulario que se tenga.
5. Apreciar la
importancia y conocer
el significado de cada
idea en su contexto.
Las capacidades reflexivas están
condicionadas por los conocimientos
previos y el potencial intelectual del
alumno: razonamiento lógico (deductivo
e inductivo), abstracto, verbal, numérico
y mecánico.
Agrupar y
establecer
conexiones
entre las ideas.
En caso de dificultades se requiere
intervención psicopedagógica.
6. Recordar ideas que no
están presentes.
Quien posee mucha memoria tiene el
riesgo de focalizar en ella todo su esfuerzo
intelectual en detrimento del resto de
capacidades.
La memoria se potencia con adecuadas
estrategias de memorización y repaso.
7. Redactar o verbalizar ideas con
claridad y precisión.
Quien no sabe expresar una idea
realmente no la sabe.
Se potencia con la práctica guiada y
métodos de evaluación formativa que
favorezcan su desarrollo.
8. Responder a
cuestiones
conocidas.
Consiste en “hacer las tareas”. Si se
realizan sin un aprendizaje previo pierden
su sentido y se convierte en una
actividad tediosa, desmotivadora y en
ocasiones frustrante.
Las tareas hay que hacerlas cuando ya
se sabe el contenido, es decir; primero se
estudia y después se hacen los ejercicios
de lo estudiado.
Responder a
cuestiones
nuevas.
9. Construir nuevas ideas a partir de
otras conocidas.
Poco valorada en el ámbito académico
pero imprescindible para la resolución de
problemas.