Este documento presenta cinco aspectos o "rostros" de Santa Luisa de Marillac: 1) Formadora, dedicada a la formación de las primeras Hijas de la Caridad y de niños pobres; 2) Contemplativa, sumergida en Cristo crucificado y centrada en el Espíritu; 3) Organizadora, detallista y co-autora de las reglas de la congregación; 4) Una mujer completa, culta y polifacética; 5) Sirvienta de los pobres, para quienes fundó la congregación y a quien
2. «¡Qué hermoso cuadro, Dios mío,
qué humildad, qué fe, qué prudencia,
qué juicio tan recto, y qué
preocupación tan constante por
conformar sus acciones con las de
Nuestro Señor! ¡Oh, hermanas mías!,
ahora vosotras tenéis que conformar
vuestras acciones con las suyas e
imitarle en todo» (IX, 1235-1236)
- San Vicente de Paúl, hablando de
Santa Luisa de Marillac
5. Primero, Luisa fue la formadora de las
primeras Hijas de la Caridad a lo largo de los
días. Entre sus retos:
• Enseñar a las Hermanas sin educación a
leer y escribir
• Ayudar a las Hermanas a hacer la
transición de un entorno rural simple al
mundo de las Damas de la Caridad de
clase alta en París
• Dar directricesa las Hermanas que viven
con ella.
• Sugerir reglas a San Vicente
• Instruir a las Hermanas enviadas en misión
I. Formadora
6. I. Formadora
Durante más de 25 años Luisa
fue la roca sobre la que se
edificó la formación de las
hermanas.
7. I. Formadora
Un segundo aspecto del rostro de
Luisa de Marillac como
formadora: ella misma estuvo
muy dedicada a la formación de
jóvenes pobres.
Para eso fundó las «petites
écoles» (pequeñas escuelas) y
confió a las primeras Hijas de la
Caridad la instrucción de los
niños pobres como una de sus
actividades más importantes.
8. I. Formadora
Escribía en mayo de 1641 a Monsieur des Roches,
chantre de Notre Dame de París:
«Si estas pobres niñas siguen sumergidas en
ignorancia, es de temer que sufrirán por ello un gran
perjuicio y llegarán a no poder cooperar con la
gracia de Dios por su salvación. Si usted aceptara por
la gloria de Dios conceder a la que se lo solicita el
permiso requerido en esos casos, permitiendo de ese
modo que los pobres tengan la libertad de enviar gratis a sus niños a
escuelas en las que no encontrarían oposición por parte de los ricos, que
no quieren que los que enseñan a sus propios hijos sean libres para
recibir y cuidar de niños pobres, esas almas, redimidas por la sangre del
Hijo de Dios, se sentirán obligadas a rezar por usted, señor, en el tiempo
y en la eternidad» Correspondencia y escritos, p. 59
10. II. Contemplativa
El primero: fue una mujer
sumergida profundamente en
Cristo crucificado, que además
transmitió este aspecto como
herencia a la Compañía de las
Hijas de la Caridad. Desde 1643
en adelante Luisa termina siempre
sus cartas con una referencia al
amor del Señor crucificado:
«Soy, en el amor de Jesús
crucificado, su humilde sierva…»
Cf. Correspondencia y escritos,
p. 97 y ss., passim.
11. II. Contemplativa
Habla con mucha elocuencia del
amor del Señor crucificado mientras
agonizaba:
«Al pie de esta Cruz, santa, sagrada y
adorable quiero sacrificar todo lo
que me podría impedir el amar con
toda la pureza que esperas de mí, sin
aspirar nunca a ninguna otra alegría
que la de estar sometida a tu
voluntad y a las leyes de tu puro
amor»
Correspondencia y escritos, p. 821
12. II. Contemplativa
El sello de la Compañía expresa de una
manera gráfica ese primer aspecto del
rostro contemplativo de Luisa:
«El amor de Cristo crucificado nos
apremia»
(2 Cor 5,14).
13. II. Contemplativa
Un segundo aspecto del rostro contem-
plativo de Luisa de Marillac es su modo
de centrarse en el Espíritu.
Jean Calvet (el biógrafo de Luisa)
escribe: «Para caracterizar la
espiritualidad de Luisa de Marillac me
arriesgaría a usar la expresión
pneumocentrismo. Es una mujer entre-
gada del todo, al Espíritu. Es una mística
del Espíritu».
Imagen: Sainte Louise de Marillac par elle-meme (Paris: Aubier, 1958)
204-205.
Su experiencia de Pentecostés en 1623 supuso un cambio de rumbo en
su vida, y es un aspecto de la herencia espiritual que ha dejado a la
Compañía.
14. «En la fiesta de Pentecostés, oyendo la santa misa o
cuando estaba orando en la iglesia, mi mente se vio al
instante libre de toda duda. Se me aseguró… que
llegaría un día en que estaría en situación de hacer los
votos de pobreza, castidad y obediencia, y que sería
parte de una pequeña comunidad en la que otras harían
lo mismo. Entendí entonces que estaría en un lugar en
el que podría ayudar a mi prójimo, pero no entendí
cómo sería esto, pues había muchas idas y venidas.
También se me dijo que me mantuviera en paz en
relación a mi director, y que Dios me daría uno, y
pareció que me lo mostraba».
Correspondencia y escritos, p. 667
II. Contemplativa
16. III. Organizadora
Primero, mujer cuidadosa de los detalles. Dio
instrucciones escritas a las Hermanas sobre
muchos asuntos, tan diversos como: cómo
cocinar sopa para los pobres, cómo llevar en
orden los libros de cuentas, cómo tratar
humanamente a los pobres y cómo impartir la
instrucción religiosa.
Envía a san Vicente notas breves sobre cómo
debe éste cuidar mejor de su salud, sugiere
medicinas y muchos remedios prácticos para
que recupere sus fuerzas en su edad avanzada.
A veces sus instrucciones detalladas son muy
conmovedoras pues manifiestan su amor
profundo y práctico.
17. En segundo lugar, redactora de reglas.
En la espiritualidad contemporánea las
reglas ocupan un lugar mucho más
modesto que el que ocupaban en tiempo
de Vicente y Luisa.
Pero es importante advertir que lo mismo
Luisa que Vicente estaban totalmente
convencidos de que las reglas que
redactaban (hoy las conoceríamos como
constituciones) eran fundamentales tanto
para la fundación como para el futuro de
la Compañía de las Hijas de la Caridad.
Yo tengo la misma convicción.
III. Organizadora
18. III. Organizadora
• Aunque Luisa y Vicente sabían muy bien que el
Espíritu es más importante que la regla, ellos previeron
que las constituciones (lo que ellos denominaban
reglas) transmitirían a las generaciones futuras las
verdades esenciales
• Para nosotros es más importante su cooperación con
Vicente en la redacción de la regla de las Hijas de la
Caridad
• Luisa, igual que Vicente, redactó reglas no sólo para
las hermanas, sino también para otros grupos
19. Luisa tuvo una vida muy variada. Fue
esposa, madre, pintora, viuda,
educadora, sierva de los pobres,
fundadora, formadora, mujer con
votos, y amiga cariñosa.
Era una persona muy bien educada,
estudió francés y latín, escribía con
una gran claridad (y a veces con gran
capacidad expresiva), y poseía un
sentido sutil de la teología de su
tiempo.
IV. Una Mujer Completa
20. Era una mujer de cultura notable.
Sabemos que además de haber leído la Biblia
(algo muy poco común entre las mujeres de su
tiempo), leyó también La Imitación de Cristo, los
libros de san Francisco de Sales (La introducción a
la vida devota y El tratado del amor de Dios), así
como libros escritos por Berulle, Gerson, Lorenzo
de Scupoli, y La guía de pecadores de fray Luis de
Granada.... y otros muchos libros espirituales
populares en su tiempo.
IV. Una Mujer Completa
21. Ella misma escribió un catecismo para ayudar
a las hermanas en la enseñanza a niñas
pobres. El texto de ese catecismo ha llegado
hasta nosotros. En un documento muy notable
(que podría haber sido escrito en el siglo XXI)
escribe Luisa: «Es del todo evidente en este
siglo que la Divina Providencia ha querido
servirse de mujeres para mostrar que ha sido
su sola bondad la que ha querido ayudar a la
gente afligida y proporcionarles ayudas
poderosas para su salvación.»
Correspondencia y escritos, p.776
IV. Una Mujer Completa
22. V. Sirvienta de los Pobres
Siempre me ha gustado mucho un pequeño pasaje en
la vida de Luisa escrita por Calvet. Dice que para Luisa
«en la Iglesia, el pobre es el primero. Es el príncipe, el
dueño, pues es una especie de encarnación de Cristo
pobre. Debemos por eso servirle con respeto, sea cual
sea su carácter, o sus defectos. Debemos amarle. La
persona enferma es un miembro sufriente de Cristo, al
que debemos tratar con toda reverencia. Tal vez se
comporte como un niño que a veces, por desgracia,
por razón de su estado físico, y con más frecuencia por
su estado sicológico, se encuentra débil y exce-
sivamente sensible, y se siente herido por el más
mínimo gesto brusco, pero que también se calma con
una pequeña sonrisa.» Calvet, op. cit., 75.
Humilde, Amable, Confiando siempre en la Providencia
23. V. Sirvienta de los Pobres
Una vez muerto su marido, el servicio de
Cristo en los pobres se convirtió en el
centro de la vida de Luisa. Los enfermos
pobres eran el objeto principal de la
Compañía que fundaron ella y Vicente. Las
pequeñas escuelas se dedicaron a niños
pobres.
La contribución de Luisa a la Iglesia fue tan
original y sus proyectos estuvieron tan bien
organizados que el papa Juan XXIII la
proclamó patrona de todos los que trabajan
en obras sociales.
Humilde, Amable, Confiando siempre en la Providencia
24. Varias hermanas mencionaron la
humildad de Luisa, con qué facilidad
reconocía sus faltas, su profundo
sentido de dependencia de Dios. La
humildad aparece muy claramente en
los escritos de Luisa.
Volvía una y otra vez al tema de la
Providencia.
Humilde, Amable, Confiando siempre en la Providencia
V. Sirvienta de los Pobres
25. En una carta sin fecha, escrita probablemente a una
Dama de la Caridad que iba a comenzar unos ejercicios
espirituales, Luisa le recomienda:
«Tenga siempre, mi querida señora, una gran estima de
la humildad y de la cordialidad amable. Cuando
contemple la bondad de Dios en sus meditaciones,
hable a Dios con gran sencillez y con una familiaridad
inocente. No se preocupe de si experimenta o no algún
consuelo. Dios sólo quiere nuestros corazones».
Correspondencia y escritos, p. 653
Humilde, Amable, Confiando siempre en la Providencia
V. Sirvienta de los Pobres
26. Últimas palabras
Hay en verdad otros muchos rostros en
Luisa de Marillac, pero estos cinco serán
suficientes por el momento.
Se me permitirá que deje las últimas
palabras de este capítulo a san Vicente y a
Santa Luisa. Vicente dijo a las hijas de la
caridad un poco después de la muerte de
Luisa, y un poco antes de la suya propia:
«¿No debemos dirigir nuestra mirada hacia ella, ella que fue
vuestra madre porque ella os ha engendrado? No os habéis
hecho, hermanas, a vosotras mismas; es ella la que os ha hecho y
os ha engendrado en Nuestro Señor.» (IX, 1232)
27. Últimas palabras
En cuanto a Luisa, esto es lo que dijo en su lecho de
muerte como último testamento espiritual a las
hermanas que le rodeaban:
«Mis queridas hermanas, sigo pidiendo las
bendiciones de Dios sobre vosotras, y le pido que os
conceda la gracia de perseverar en vuestra votación
para que le sirváis como Él quiere ser servido. Cuidad
mucho el servicio de los pobres. Y ante todo, vivid
juntas con una unión y una cordialidad grandes,
amándoos unas a otras para imitar la unión y la vida
de Nuestro Señor. Rogad con insistencia a la Virgen
Santísima que sea ella vuestra única Madre.»
Correspondencia y escritos, p.836.