1. KILIMA 111 Agosto 2016
Queridos amigos:
El Congo es un país inmenso, que con sus dos millones y medio de
kilómetros cuadrados le confiere el título de ser la segunda nación más grande
del continente africano. Es un país emergente, con más de 70 millones de
habitantes, inmensamente rico, al que internacionalmente se le impide que
forme parte del conjunto de países que tienen algo que decir en la economía
mundial.
La ciudad de Likasi, situada en la antigua provincia de Katanga, (República
Democrática del Congo), cuenta actualmente con unos 420.000 habitantes.
Su situación económica ha conocido momentos de mayor esplendor,
cuando sus principales empresas trabajaban con normalidad: GECAMINES,
SNELL, SNCZ, SAER y empleaban a varios miles de trabajadores que percibían
un salario a fin de mes, aun cuando éste no fuera muy cuantioso.
Sin embargo, aquí llegó la crisis antes que a Europa y todas las grandes
empresas fueron cerrando sus puertas o reduciendo el personal, o dejando de
pagar los salarios a final de mes. Razón que ha creado una situación
depauperada en la que cada cual trata de solucionar su problema personal a su
manera, para la que no se respetan las normas de convivencia ni las leyes. Es
la jungla, la ley del más fuerte.
El Congo es un país enfermo, que se parece a un elefante gravemente
herido que sigue arrastrándose por la selva, dando tumbos, como buscando un
lugar en el que reposarse eternamente, pero sin conseguirlo.
Hace un tiempo, los obispos del Congo denunciaban las causas que
impiden el que este país supere las dificultades a las que se enfrenta cada día y
apuntaban a cinco plagas como las causantes de esta deteriorada situación: la
corrupción, la miseria social, la ausencia de poder de un estado descontrolado,
la inseguridad y la explotación irregular de sus recursos naturales.
Lo que produce tristeza es que estos países africanos no tienen
derecho a tan siquiera ser “noticia”, como si sus muertos no fueran tan
importantes como los muertos europeos o americanos. Se habla de los
atentados de Bruselas, París, Madrid, las Torres Gemelas…en los que han
muerto unos centenares de personas y ni se mencionan los más de seis
millones que han muerto solo en el Congo y de los que la mayor parte de la
gente no tiene la menor idea. Todas las muertes son tristes y dolorosas.
El número de víctimas van aumentando cada día, ya que a pesar de la
presencia de las fuerzas de la ONU, llamada MONUSCO, con sus casi 20.000
militares, helicópteros, medios de transporte, etc., los enfrentamientos siguen
ocasionando muertos, violaciones, quema de poblados, asaltos a los camiones
y medios de transporte, sin que nadie se crea en la obligación de denunciar los
hechos y tratar de poner un fin a esta tragedia que causa tantos
desplazamientos, enfermedades, miseria y muerte.
Y no se puede culpar siempre a Occidente como si ella sola fuera la
responsable de la miseria del país. Hay gente muy rica que vive en la capital,
Kinshasa, y altos mandos de la cúpula militar, que comercian con los diferentes
grupos de rebeldes a los que les venden armas o se encargan de comprarles
los minerales que son extraídos por niños o por los habitantes de los poblados
bajo las amenazas de los grupos guerrilleros.
Las empresas no pagan sus salarios a sus empleados y esa costumbre se ha
generalizado, de forma que hasta los particulares que tienen algunos
trabajadores, actúan de la misma manera porque nadie se molesta en hacer
cumplir con las normas del Código del Trabajo.
Con la bajada del precio del cobre y como la mayor parte de las empresas que
se habían instalado recientemente y se dedicaban a su explotación, han bajado
las persianas, han despachado al personal, mucha gente ha perdido sus
puestos de trabajo y deambulan por las calles intentando conseguir alguna cosa
que les permita llevar algo de comer a sus casas.
La noticia de última hora es que la gran empresa Gecamines, que hace
unos años producía el 60% del producto nacional, va a ser vendida a los chinos
y que habrá mucha gente que estará obligada a ir al paro, lo cual supone un
drama para muchas familias que de la noche a la mañana se quedarán sin los
2. pocos recursos que estaban acostumbrados a recibir y que les permitían pagar
los estudios de sus hijos, llegar a la consulta de un médico en caso de
enfermedad o comprar unas verduras para preparar la comida de cada día, ya
que la carne y el pescado fresco son alimentos prohibitivos para la mayor parte
de los trabajadores.
En este momento ya no se puede cultivar porque las lluvias están
tocando a su fin y como no tienen qué comer y alimentar a sus hijos, el número
de robos ha crecido de forma alarmante y la gente, que generalmente cocinaba
en el exterior, ahora permanece en guardia durante el tiempo que dure la
cocción porque algún espabilado se puede marchar con la cazuela en la que se
estaba preparando la comida del día. También nos han “visitado” a nosotros y
se llevaron los hierros que teníamos almacenados para la construcción de una
escuela.
Además, la gente está más dividida que nunca, tienen miedo a ser
detenidos si manifiestan lo que sienten, aunque se rían y charlen como si aquí
no pasara nada, saben con quién están hablando y a una persona que no sea
muy conocida o de su misma tribu no le manifestarán sus opiniones. Hay
cientos de sectas, y cada cual predica a su dios con el beneplácito del gobierno
y de esta forma no hacen sino ahondar aún más la división de las personas.
Esta es la situación actual. Aparentemente la vida sigue igual, los coches
circulan, la gente se desplaza, las calles están muy pobladas, se oyen a unos
que ríen,… pero hay enfermos que mueren en sus casas porque no tienen
dinero para presentarse al hospital ya que ya no hay nada que sea gratuito y no
tienen ni un euro para calentar sus bolsillos.
Como consecuencia de esta situación, hay bastante inseguridad, la
gente se retira pronto, ha subido el nivel de bandidismo, hay atracos a mano
armada operada por gente que viste uniforme militar. En Kolwezi, una ciudad
cercana a la nuestra, la gente arremetió contra un policía que acababa de robar
una moto y le quemaron vivo. Las autoridades están contra las patrullas de
civiles que tratan de protegerse pero nadie defiende a la gente y se han negado
a respetar. En general, hay mal ambiente
Como ha bajado el precio del cobre y han cerrado muchas empresas, lo
cual ha hecho que el número de parados aumente peligrosamente y eso
ocasiona también el aumento de robos. Para colmo de males, estamos a final
de curso y muchos no pueden pagar la escuela de sus hijos, con lo cual serán
expulsados y todo el esfuerzo que han hecho a lo largo del año no les va a
servir para nada. También, estamos al final de la época lluviosa y ya no se
puede cultivar nada, es demasiado tarde, o sea que miseria hay todo lo que se
quiera. Da una pena enorme ver a toda la gente que me viene cada día porque
necesita dinero para pagar la escuela de sus hijos, o el hospital, porque se
sienten enfermos o porque necesitan comer, cosa que no lo han hecho en tres
días. A algunos procuro ayudarles pero no puedo con todos los casos que se
presentan. La sangre no ha llegado todavía al rio pero es cierto que llevamos un
temporadita un tanto movida y no sabemos cómo se puedan desarrollar los
acontecimientos.
El día 1 de Mayo, fiesta de S. José, patrono de la parroquia, teníamos
costumbre de celebrarlo a nivel parroquial y se preparaban una serie de
festejos, teatrillos, actividades deportivas para que participaran los feligreses de
la parroquia y al final, terminábamos con una comida de fraternidad, con un
menú corriente, porque era la gente quien traía la comida de sus casas. Todo se
ponía en común, la parroquia compraba la bebida y terminábamos la fiesta al
son del tam-tam donde cada cual lucía sus habilidades y no sé si el santo se
enorgullecía de sus animados devotos, pero a todos nos venía muy bien olvidar
los problemas de cada día y sentirnos más cercanos los unos de los otros, pero
este año no se ha hecho nada de nada porque la gente no tiene humor para
festejos, vive de préstamos, y está muy preocupada por la continuación de los
estudios de sus hijos.
Además, este mes de Mayo tienen lugar las Primeras Comuniones y
suele ser costumbre celebrarlas por todo lo alto, primero en la iglesia, donde el
celebrante, a pesar de haber tres grandes relojes en las paredes, no tiene
costumbre de mirar a ellos para saber el tiempo que llevamos y se emociona
con la liturgia, la homilía, las lecturas, los cantos y la ceremonia del último mes
de Mayo comenzó a las ocho de la mañana y terminó a las doce en punto.
3. Una vez terminada la misa, los niños van a pie, en grupos, a sus barrios,
donde los cristianos del vecindario y todos los que habitan en los alrededores
disfrutan del acontecimiento y se aprovechan de las bebidas que han cotizado
para la alegría de todos, y después les dejan a los niños ir cada uno a su casa,
donde les esperan los miembros de las familias, los tíos, los abuelos, etc.,
quienes han preparado algún regalo para regocijo del comulgante y al
anochecer, cuando la gente se va retirando a sus casas, algunos tienen serias
dificultades en caminar por las calles, que las encuentran más estrechas que
nunca, porque van dando tumbos de lado a lado, avanzando con dificultad.
A pesar de que los niños van vestidos con el uniforme escolar, cada
familia se encarga de coser alguna prenda nueva en su honor y el coste de la
tela, la comida de ese día más la bebida, que no se puede evitar para que el
niño no se sienta traumatizado al no poder ofrecerle nada especial en este día
tan importante de su vida, hace que las familias se endeuden hasta la cejas y no
podrán devolver el dinero que se les ha prestado en varios meses, en los que
tendrán que vivir en un ramadán obligado en el que se verán obligados a ayunar
no solamente de día sino también de noche.
Estamos atravesando un mal momento y esa fue la causa por la que mi
aniversario pasara sin pena ni gloria, más bien más de lo primero que de lo
segundo. La gente que sigue aún trabajando en la Gecamines, que son una
buena parte de nuestra feligresía, lleva seis meses sin cobrar y están sin un
euro en el bolsillo. Da mucha pena ver a esta gente que ni siquiera se puede
presentar en el hospital cuando están enfermos porque no tienen con qué pagar
la consulta. Y los padres que tienen algún hijo en sexto de secundaria, que es el
último año para poder entrar luego en la universidad, se están endeudando para
pagar lo que les exigen con el fin de que sus hijos se puedan presentar al
examen y no perder todo lo que han pagado a lo largo del curso. Esto es lo
curioso, el Estado no paga a los maestros pero les obliga a los padres a pagar
al Estado para que los hijos se presenten a los exámenes.
Así es que el párroco no quiso anunciar en la iglesia porque la gente se
iba a molestar y comenzar a hacer preparativos endeudándose aún más para
hacerme un regalo, y en su lugar preferimos celebrar una misa concelebrada, en
silencio, a la que asistieron ocho curas y tener luego una comida un poco
especial entre nosotros.
El domingo día 15, como me tocaba celebrar la misa ese día, les dije
que para mí era un motivo de agradecimiento al Señor por los 50 años
transcurridos en la parroquia, y a la salida mucha gente me vino a felicitar y a
recordarme que yo ya había dejado de ser un “musungu” (que traducido al
castellano, viene a significar “un europeo”) por ser más bien uno de ellos.
Me hubiera gustado celebrarlo acompañado de tanta gente de la
parroquia con la que he trabajado a lo largo de todos estos años y con los que
he pasado algunos momentos no siempre agradables, como cuando una noche
nos rodeó un camión de militares armados porque protestábamos por la acción
de otros militares que habían sido sorprendidos robando el maíz de los campos
de nuestros agricultores y hubo un serio enfrentamiento con ellos, pero volvieron
reforzados para detener a los que les habían atacado, fueron apresados y
llevados a un destino desconocido. Gracias a nuestra presión les liberaron al día
siguiente, algunos de ellos marcados por el trato que habían recibido durante el
tiempo que estuvieron en sus manos. O cuando me amenazaron de pegarme un
topetazo porque les impedía el tráfico de camiones pesados por la carretera
recién abierta, o me negaron en un principio la maquinaria para abrir la carretera
que ahora llega hasta la misión de Kilela Balanda (80 Km de pista) o como
cuando me amenazó el contratista con marcharse si no le pagaba cuando
estaba construyendo uno de los talleres de la escuela, o cuando hacían guardia
ante la iglesia porque habían amenazado con destruirla en los tiempos en los
que sufrimos el saqueo de la ciudad por parte de los militares y de jóvenes sin
empleo… Se pueden hacer muchas cosas a lo largo de los cincuenta años.
Pero yo no estaba dispuesto a que el 14 de Mayo, sábado, fuera un día
como todos los demás y estaba decidido a celebrarlo de alguna manera aunque
solo fuera con los niños de casa. Llevo años conviviendo con un grupo de
niños, unos huérfanos, otros abandonados, otros con sida. Algunos ya se han
casado, tienen familia y viven por su cuenta. Otra, considerada como hechicera,
se ve a casar en septiembre, y todavía me quedan 12 que viven con una mujer,
4. viuda, que hace de madre de todos ellos. Así es que cogí a las tres pequeñas
de casa y nos fuimos a la ciudad, entramos en una especie de supermercado,
les di una cesta y les dije: “Vais a coger lo que queráis para preparar la cena de
esta noche, pero no coger galletas y chocolates, sino algo que se pueda
cocinar”.
Y empezaron a dar vueltas y más vueltas sin saber qué coger. Les
gustaba todo y no sabían si yo podría aceptar lo que metieran en la cesta. Al
final, tuve que intervenir y coger alguna de las cosas que sabía les gustaba:
macarrones, patatas, aceite, harina de trigo para preparar una especie de
buñuelos que son sus pasteles preferidos, azúcar, arroz, huevos, botellines de
Coca-cola y muslos de pollo. Y con las compras hechas, volvimos todos la mar
de contentos a depositar en la cocina para que empezaran los preparativos.
A la voz de mando de la madre, todos intervinieron en el zafarrancho
culinario. Los chicos se encargaron de llenas unos bidones de agua de 20 l.
para acarrearlos a casa. Las mujeres pusieron a calentar el aceite mientras
otras pelaban las patatas. A otras les tocó hacer la pasta para preparar los
buñuelos y los que no tenían ningún trabajo, se encargaron de preparan la mesa
de forma que hubiera cubiertos para todos.
La hora programada era las siete de la tarde, que aquí ya es de noche y
es el momento normal para comer algo cuando lo hay. Pero a esa hora del día,
había mucho humo pero pocas nueces. Por fin, a las ocho nos llamaron para
que participáramos de la cena.
Yo miraba admirado los montones de arroz que se habían servido, sobre
todo las pequeñas, más las patatas fritas, los macarrones y los trozos de pollo,
y me parecía que aquello era imposible de terminar, pero poco a poco y en un
silencio total, cada cual se fue ocupando de su tarea hasta dejar el plato limpio.
Luego aparecieron las sonrisas en sus labios, los suspiros de satisfacción,
pusieron un poco de música para alegrar el acontecimiento y comenzaron los
bailes. Yo no participaba en ellos, porque me encontraba rendido. Ellos sin
embargo parecían incansables y hubieran seguido hasta muy entrada la noche
si es que yo no les hubiera invitado a recogerse porque yo tenía que celebrar la
primera misa del domingo a las siete de la mañana. A pesar de todo, siguieron
un buen rato. Fue una bonita manera de celebrar el acontecimiento a nivel muy
privado, ya que a nivel de la parroquia no se pudo preparar nada.
Un abrazo.