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                          XII. EL ETERNO ENTRA EN LA HISTORIA

1. EL PUEBLO ANSÍA AL MESÍAS

La esperanza de la llegada del Mesías causaba una gran expectativa en el pueblo judío. Jesús apareció
como Mesías, aceptado por muchos y rechazado por la mayoría. Aquellos y aquellas que en la persona
de Jesús aceptaron al Cristo, se volvieron cristianos y lo acogieron como hijo de María nacido en Belén
de Judá

Retomando el camino hecho

Roma comenzó las primeras intervenciones en Asia por el año 189/190 a.C., cuando Antíoco III, rey de
Siria, pidió ayuda al emperador romano. A partir de esa fecha la presencia romana en la región fue
aumentando hasta llegar a dominarla completamente en el año 63 a.C. con Pompeyo. Después de
muchas disputas y muertes entre los pretendientes al poder del Imperio, Octaviano, quien luego se
llamó Augusto, consiguió imponerse. Él concedió al rey Herodes el dominio sobre toda la Judea; y, con
la muerte de Herodes en el año 4 a.C., el reino fue dividido entre sus hijos. Arquelao recibió los
territorios de Idumea, Judea y Samaría; Herodes Antipas se volvió tetrarca de los territorios de Galilea
y Perea; y Filipo gobernó la región de Iturea, Gaulanítida y Traconítida.

¡Se cumplió el tiempo!
"Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de Mujer, nacido bajo la Ley"
(Ga 4, 4). Esta es la expresión que Pablo usó para hablar del Jesús histórico, humano, nacido de una
mujer. Para él, la venida de Jesús llevó el tiempo a su plenitud. Llegaron los tiempos mesiánicos. Llegó
el tiempo cumbre de la manifestación salvífica de Dios en medio de la humanidad, a través de su Hijo
Jesús.

El evangelio de Lucas identifica a esa mujer con María, situándola en el contexto histórico de su época:
"Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo
e] mundo, Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino. (…) Subió
también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén,
para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta" (Lc 2, 1-5).

César Augusto era el emperador romano en los años 7-6 a.C. Bajo su dominio estaba la tierra de Jesús
y casi todo el mundo conocido en aquella época. Él dividió el Imperio en Provincias. De vez en cuando
promovía en ellas un censo para la recaudación de impuestos y la defensa de sus fronteras.

La recaudación de impuestos no siempre era un procedimiento pacífico, principalmente en la tierra de
Israel. Algunos grupos más radicales, como los sicarios y los zelotas, predicaban la rebelión armada,
mientras que otros, como los herodianos y los saduceos, estaban a favor de los romanos, Otra enorme
preocupación del Imperio se refería a la defensa de las fronteras, sobre todo contra los partos, de
Mesopotamia, grandes enemigos de los romanos, Entonces, una de las formas de controlar la vida de
las provincias era por medio del censo.

Se fomentaba la fundación y el fortalecimiento de ciudades helenistas autónomas, porque éstas
quedaban bajo la administración directa del Imperio, sin pasar por el gobierno de las provincias. En
estas ciudades predominaban las grandes propiedades particulares de tierras. Esto desfavorecía al
pequeño agricultor que no estaba en condiciones de adquirir el derecho de ciudadanía romana y estaba
obligado a entregar sus tierras y a trabajar como asalariado.
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El Imperio tenía el control de las Provincias, pero concedía una cierta autonomía a los judíos. En las
aldeas les era permitido conformar el concejo de ancianos para resolver los problemas internos. En las
ciudades también había concejos, constituidos por los ancianos de las familias ricas e influyentes. En la
ciudad de Jerusalén había el Sanedrín, que ejerció gran influencia junto con las autoridades y la
población en el tiempo de Jesús. Pero el pueblo no estaba contento. No tenía libertad, ni a alguien que
hiciese justicia y defendiese sus derechos. En este contexto, creció la expectativa de un Mesías.

La fe mesiánica
En la época de las tribus, el pueblo de Israel, al pedir un rey, tenía la esperanza de tener a alguien de su
lado, que lo defendiera de los enemigos, hiciera justicia y observara el derecho con todos por igual.
Dios atendió al pedido. Era como si Dios viniera en socorro de "la aflicción y del clamor de su pueblo"
(1 S 9, 16). Pero la experiencia no fue tan exitosa. Sólo unos pocos reyes escaparon de merecer una
rigurosa crítica como consecuencia de sus transgresiones; y, entre las excepciones, estaba David (Si 49,
4). De su descendencia, Dios suscitará un nuevo rey. Él sí vendrá a salvar al pueblo (Sal 2, 2; 21; 72;
100; 145), Y su reino no tendrá fin.

A partir del exilio en Babilonia, la fe mesiánica se enriqueció con nuevos elementos que parecían
evidenciar la llegada del rey Mesías: el rey Joaquín (Ez 1, 2), que estaba encarcelado en esa región, fue
liberado y se volvió motivo de esperanza para el pueblo judío (Jr 52,31-34).

La expectativa aumentó con Zorobabel, gobernador de Judá, pero no prosperó (Ag 2,20-23; Zc 6,
9-14)2. Él desapareció sin que sepamos cuál haya sido su fin. En aquella época se creía que el rey que
estuviese al servicio de la salvación del pueblo sólo triunfaría; pero, contrariamente a ello, Zorobabel
fue probado por el sufrimiento, y desapareció. Muchos veían allí la confirmación de la idea de un
Mesías siervo, ya conocida en el destierro como Segundo Isaías o Deutero-Isaías (Is 53), que vendría a
restaurar la Alianza, el Reino de Dios.

Con la desaparición de la monarquía, cesó la profecía clásica, Nació en el pueblo la esperanza de
nuevos profetas (Sal 74,9; 99,6-8), pues añoraba el tiempo en que Dios se revelaba por medio de ellos
(Zc 7, 7). En el tiempo de Jesús, esa esperanza continuaba (Hch 3, 22; 7, 37; Jn 1, 21). Diversos grupos
y movimientos esperaban la llegada de un Mesías que viniera a restaurar la dinastía de David. Cada
cual lo imaginaba a su manera: zelotas, herodianos, fariseos, esenios, pobres del Señor, discípulos de
Juan, profetas populares... Muchos de ellos esperaban un cambio, de una situación de opresión y
dominación a un tiempo mejor, en el que hubiera libertad, justicia e igualdad. Eran los pobres del Señor
los que tenían mayor sensibilidad a los problemas del pueblo y creían en la fuerza de Dios y en la unión
de los pequeños. Una pequeña parte de éstos acogió a Jesús como Mesías.

En la historia de todos los pueblos, en contextos históricos semejantes al del pueblo de Israel, hubo
quien se presentara como "Mesías", haciendo propuestas alternativas. En el Brasil de fines del siglo
XIX, exactamente en 1893, Antonio Conselheiro representó la esperanza de los más pobres y excluidos
del noroeste brasileño.

Antonio Conselheiro: tierra y vida para los pobres
En Brasil surgieron diversos movimientos de protesta contra la situación de opresión y miseria en la
que el pueblo vivía a fines del siglo XIX. El hambre y la pobreza, consecuencias de los grandes
latifundios, se agravaron por la sequía que entre 1877 y 1879 llevó a la muerte a unos 300 mil
pobladores del Noreste. Muchos se juntaron con los bandidos (conocidos como "cangaceiros"), para
asaltar y saquear, como medio para sobrevivir. Otros se agruparon alrededor de un "Mesías", "santo" o
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"beato", para al ¡mentar su esperanza en días mejores. Buscaban una sociedad sin esclavos ni
explotados. Querían construir una nueva sociedad. Pero, tanto los bandidos como los "beatos" sintieron
la fuerza de la resistencia de las oligarquías republicanas. Unos y otros fueron arrasados por el
gobierno.

En el estado brasileño de Bahía surgió Antonio Vicente Mendes Maciel, popularmente conocido como
Antonio Conselheiro; en Ceará, el Padre Cícero; en el Sur, el monje Joao (Juan) María. Fueron tres
movimientos en defensa del pueblo más sufrido, que dejaron huellas en la fe, en la conciencia de la
situación política y en la esperanza. Todos ellos fueron ejemplos significativos para ilustrar la
perspectiva de la utopía, del sueño de un mundo nuevo.

El profetismo de Antonio Conselheiro
El profetismo de Antonio Conselheiro nació de su existencia sufrida desde la infancia. Pertenecía a una
familia de pequeños propietarios perseguida por los latifundistas del Estado de Ceará. Muy temprano
perdió a su padre y tuvo que abandonar los estudios en el seminario para asistir a su familia. No tuvo
éxito como comerciante, ni tampoco en el matrimonio. En 1860 se trasladó hacia el serta de Bahía,
donde comenzó a predicar utilizando textos de la Sagrada Escritura. Hacía comparaciones y
paralelismos de tipo profético. Euclides da Cunha, en su libro "Los sertoes" 5, 1902) refiere algunos
discursos de Antonio Conselheiro. Veamos uno de ellos:

"En 1896 habrá mil rebaños que correrán de la playa hacia el sertao: entonces el sertao se volverá
playa; y la playa, sertao. En 1897 habrá mucho pasto y poco rastro, así como un solo pastor y un solo
rebaño. En 1898 habrá muchos sombreros y pocas cabezas. En 1899 las aguas se teílirán de sangre, y el
planeta aparecerá en el este como el rayo del sol, como una rama que colindará con la tierra, y la tierra
en algún lugar colindará con el cielo (...). Lloverá una gran lluvia de estrellas y ahí será el fin del
mundo. En 1900 se apagará toda luz... "ó. El estilo es muy semejante al del texto de Isaías: "Convertiré
el desierto en lagunas / y la tierra árida en hontanar de aguas. / Pondré en el desierto cedros, / acacias,
arrayanes y olivares/ Pondré en la estepa el enebro, / el olmo y el ciprés a una, / de modo que todos
vean y sepan, / adviertan y consideren / que la mano de Yahveh ha hecho eso, / el santo de Israel lo ha
creado" (Ts 41, 18b-20).Ambos relatos reflejan la esperanza de vida en que son evidentes las seriales
de muerte. Antonio Conselheiro transformó la maleza seca del sertao del Noreste brasileño en tierra
fecunda que alimentó a más de 25 mil habitantes.

En poco tiempo, Antonio Conselheiro reunió alrededor de sí a muchos esclavos antiguos, campesinos
pobres, indígenas y pequeños propietarios expulsados de sus tierras. Todos encontraban acogida en
Canudos. "No faltaba apoyo mutuo, comida y mucho rezo. Poco a poco la comunidad fue creciendo, y
la ciudad de Canudos se volvió la segunda ciudad más importante del Estado, después de Salvador. Se
desarrolló en todos los sentidos, en organización social, política, económica y religiosa, dentro de un
sistema esencialmente comunitario y participativo. No había propiedades particulares, pues se
consideraba la tierra como don de Dios para todos. Todo lo que se producía en ella era puesto en
común: las cosechas, los rebaños y todos los frutos producidos por el trabajo humano. Nadie sufría
necesidad alguna. Todos trabajaban. El excedente de la producción era vendido en otras ciudades, y la
ganancia era revertida en beneficio de todos. Canudos se regía Con sus propias leyes. No había
recaudación de impuestos ni autoridad policial. La venta de bebidas alcohólicas y la prostitución
estaban prohibidas"? Antonio Conselheiro no ahorraba críticas incluso contra las autoridades
eclesiásticas que se alineaban con la República y la sostenían. A sus ojos ellos eran falsos cristianos,
traidores, masones y protestantes.



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No se necesitó mucho tiempo para que el sistema de vida de la comunidad de Canudos comenzara a
incomodar a los hacendados de Bahía, y la élite política tuvo miedo de que la idea se esparciera por
otras ciudades y regiones. Era preciso terminar con esa iniciativa cuanto antes. El gobierno del Estado,
entonces, decidió movilizar sus tropas e invadir Canudos, pero no consiguió dominarla. Por tanto pidió
refuerzos al gobierno federal, el cual, en sucesivas intervenciones, consiguió liquidar toda la población,
que resistió hasta la muerte.

Semilla que muere genera vida
La fuente de la predicación de Antonio Conselheiro se hallaba en las Escrituras, sobre todo en los
Evangelios. "La propuesta de Canudos tenía sus raíces en el movimiento iniciado por Jesús. Hay una
aproximación casi material entre el movimiento suscitado por Jesús y la manera de proceder de
Antonio Conselheiro. En Jesús vemos cómo fue el sufrimiento cotidiano de la población de Galilea que
lo hizo ir al encuentro del pueblo como un enviado, con un fuerte dinamismo de misión, con la fe de
que ese sufrimiento acabaría un día con la llegada del Reino de Dios. ( ... ) Como Jesús, Antonio
Conselheiro sabía comunicarse con los hombres y las mujeres lugareños del sertao. Como Jesús, él
demostraba una envidiable seguridad al hablar con los pobres del campo, de manera que las multitudes
le seguían como quienes siguen a un líder, pues el pueblo percibía que estaba delante de alguien que
traía una novedad para los 'desventurados'".

La expectativa mesiánica del pueblo en el tiempo de Jesús
En medio del pueblo, había diversos grupos y tendencias de esperanza mesiánica. Cada cual imaginaba
a un Mesías según sus propios intereses. Para algunos, él debía ser el enviado de Dios; para otros, sería
el propio Dios que vendría en persona; y, para otros más, no había necesidad de un Mesías, pues todo
debía quedar como estaba.

Incluso entre los que esperaban al Mesías como al enviado de Dios, había diferentes expectativas: de
un profeta (MI 3,23-24; Is 61, 1); de un rey (Sal 72); de un discípulo (Ts 50, 4) Y de un sacerdote (Mc
1,24). Todos estos títulos ilustran una faceta de la misión del Mesías Jesús, pero no su totalidad. La
Resurrección de Jesús dio a los cristianos la llave para la interpretación de las Escrituras del Antiguo
Testamento. En él, los cristianos encuentran gran parte de los títulos atribuidos a Jesús y que expresan
su identidad de Mesías (Sal 2, 2), Hijo del Hombre (Dn 7, 13; Ez 2, 1), Hijo de Dios (Sal 2, 7; 2S 7,
13), Siervo del Señor (Ts 42, 1; 41, 8); Redentor (Is 4J,]4; Sal J9, 15; Rut 4,15) Y Señor (Dt 3, 24; Job
28, 28; Is 11, 11).

Jesús es el Ungido, el Mesías de Dios que vino para todos, aunque no todos lo hayan acogido (Jn 1,
11). "Pero a todos los que lo recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su
nombre; el cual no nació de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino que nació de
Dios" (ln 1, 12-13).

En los Evangelios es notable la acogida que le brindaron a Jesús los pequeños y excluidos de la
sociedad de su tiempo. Él no sólo respondió a las expectativas del pueblo, sino que las superó, pues la
gente se maravillaba frente a las obras de Jesús, diciendo que nunca había visto semejantes cosas en
Israel (Mt 9,33; 12,23; 21, 20). Los pequeños y excluidos sí encontraron en Jesús el rostro de Dios
Padre, que los valoró, los curó, les perdonó, les habló y los amó hasta el fin. En las palabras y actitudes
de Jesús, Antonio Conselheiro, la comunidad de Canudos y muchos otros encontraron y siguen
encontrando hoy la fuerza para perseverar en su profetismo hasta las últimas consecuencias.

Para comprender más a Jesús y su misión, vamos a conocer mejor la situación de la tierra de Israel en
el tiempo en que él vivió: las diversas faceta s que envolvían la vida de las personas en los aspectos
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económico, social, político, ideológico, religioso y familiar. Es el contexto histórico en el que Jesús
vivió y realizó su misión mesiánica.

Para continuar la reflexión

En el centro del grupo colocar una caja de cartón que tenga tierra y ramas de plantas con flores y frutas.
Al lado de ésta, una caja vacía, en la cual cada persona irá depositando el alimento que traerá, para
completar una canasta básica semejante a las que se compra en los supermercados. Al final del
encuentro, los alimentos podrán ser destinados a alguien en especial, o repartidos entre los integrantes
del grupo, de manera que nadie lleve de vuelta a su casa exactamente lo que trajo, sino que haya un
intercambio.

En grupos pequeños o en plenaria, dialogar sobre lo siguiente:
   - En nuestra infancia, ¿oímos historias o presenciamos hechos de división de una herencia
       familiar?
   - Las personas, ¿hacían algún tipo de acción cooperativa o de ayuda mutua?
   - y nosotros, hoy, ¿qué tipo de acción cooperativa o de ayuda mutua acostumbramos realizar?
   - Leer Is 41, 18-20.

2. LA TIERRA DE ISRAEL EN EL TIEMPO DE JESÚS

Jesús nació en un contexto concreto, Judea, según la tradición cristiana. Tierra pobre en cuanto a
minería, con una pequeña producción tanto agrícola y pecuaria como pesquera e industrial, y con un
reducido desarrollo comercial. Era dominada por el imperio romano y pagaba impuestos al igual que
los demás pueblos sometidos. Cf. Ex 21,2-6; 23,10-11; Lv 25, 1-7; Dt 15, 1-18.

Situación económica

El relieve de la tierra de Israel influye mucho sobre las condiciones económicas de la región: montañas
de norte a sur, desiertos en el sur, y poca agua.

La propiedad en Israel
La propiedad privada en el sector pastoril y agrícola era aceptada en el Antiguo Testamento, pero, en el
momento en que el pueblo se asentó en un determinado territorio, surgieron muchas restricciones. Dios
es el (único dueño de la tierra (Os 9, 3). Él conquistó esta tierra y se la dio a su pueblo (Nm 32, 7). Esta
concepción tea lógica trae consecuencias sociales. Esto indica que el derecho de propiedad no es
absoluto. El pueblo de Israel jurídicamente es aparcero del Señor. En esta óptica es releída la ley del
año sabático (Ex 23, 10-11); el derecho de los pobres (Lv 19, 9-10); el diezmo (Lv 27, 30-32) Y el
rescate del pariente más próximo. Dios era concebido como rescatador o redentor, o incluso como
"Go'el" (Lv 25,23-28; Rut 4, 1-12).

El echar las suertes como forma de reparto de la tierra entre las tribus, en el tiempo de Josué, indicaba
el dominio absoluto de Dios sobre ella (los 13,6; 15, 1), al igual que lo hacía la propiedad familiar
transmitida como herencia entre los parientes (1 Re 21, 3). Desde la monarquía hasta el tiempo de Jesús
se fueron constituyendo los grandes latifundios, severamente criticados por los profetas Os 5, 8; Mi 2,
2).

En Israel se conoce dos instituciones que trataban de impedir el crecimiento de la pobreza y de la
esclavitud causadas por las deudas: el año sabático y el año jubilar. El ario sabático se daba cada siete
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años. En el séptimo año, las personas, la tierra y las cosas debían descansar. El esclavo recuperaba la
libertad, y las tierras no eran cultivadas, para que recuperaran sus fuerzas. Esta práctica parece haber
sido observada en Israel, según el primer libro de los Macabeos (1 M 6, 49-53).

El año jubilar debía ser celebrado cada 50 años (Lv 25,8-24). En ese año todas las tierras debían ser
devueltas a sus dueños originales, y los esclavos debían ser liberados, aunque esa liberación ya se
hiciera cada siete años. No hay, sin embargo, ningún indicio de que esta ley haya sido llevada a la
práctica.

Agricultura: rosas para el Señor
La tierra de Israel, a pesar de ser pequeña, montañosa, con desiertos y con pocas lluvias, tenía en la
agricultura su mayor fuente de riqueza. Se desarrolló mucho en el período helenista (323-63 a.C.), a
pesar de que las áreas reservadas al cultivo fueran pocas y relativamente pequeñas, como el Valle de
Esdrelón (o Yezrael), la planicie de Sarón, la planicie costera y algunos valles situados entre las
montañas.

En Judea y en Galilea había el cultivo de granos, predominando el trigo, la cebada y el centeno. Los
olivos y los viñedos eran cultivados en las montañas; los dátiles, en la región cálida del valle del
Jordán; y el bálsamo, en proximidad de Jericó. El lino de Galilea y la lana de las montañas de Judea
servían para vestir a la población.

En la producción de granos, se destaca el trigo, producido en pequeña cantidad en todas las regiones, y
más intensivamente en Galilea. Gran parte del trigo era consumido en Judea, sobre todo en Jerusalén,
debido al gran flujo de visitantes con ocasión de las fiestas de peregrinación. El Templo, sin embargo,
se servía del trigo producido en tres ciudades de Judea: Macmas, Zanoah y Hafaraim. Esto, para evitar
que el trigo se contaminara pasando por SamarÍa, pues los judíos consideraban esa región como
territorio impuro.

Se cultivaba en gran cantidad la higuera, el olivo y la vid. El higo, el aceite y el vino, además de formar
parte de la alimentación, eran exportados a los países vecinos como Egipto y Siria. El aceite usado en el
Templo, así como el trigo y el vino, merecían un cuidado especial, no pudiendo ser producidos en
cualquier lugar y tampoco provenir de cualquier lugar. Las aceitunas venían de la región de Perea y
eran prensadas en Jerusalén, para evitar el riesgo de ser contaminadas y de haber sido ofrecidas
anteriormente a alguna otra divinidad. Todo lo que era consumido en el Templo pasaba por una
rigurosa fiscalización.

En la región de Galilea se cultivaba otros productos como lentejas, arvejas, lechuga, achicoria, berros,
granadas, dátiles, nueces y manzanas. Además de las plantas frutales y las hortalizas, se conocía en la
región algunas especies de árboles como el sauce, la acacia, el laurel, el ciprés y el pino. Había también
algunos cultivos especiales como el del bálsamo y de las rosas, que servían para producir las esencias
de los perfumes usados sobre todo en los sacrificios ofrecidos en el Templo.

Ganadería: un sentido sagrado
En la tierra de Israel, el rebaño más numeroso era el de ganado menor, constituido por ovejas, carneros
y cabritos necesarios para el culto. La crianza de reses se daba en la faja litoral; en el sur, en las
proximidades de Gaza y Ascalón; y, en Transjordania, en la región de Basán (en el norte) y en las
proximidades del río Amón (en el sur). Entre las aves, las gallinas y las palomas eran criadas en las
montañas de Judea. Esos animales abastecían los requerimientos de los sacrificios realizados en el
Templo. En tan sólo un año, en el Templo se consumía 1.093 corderos o cabritos, 113 toros y 32
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machos cabríos para los sacrificios públicos. Además de las reses, se criaba también animales para el
transporte, como camellos, caballos y burros de carga, especialmente en la región norte y sur de
Transjordania. El cerdo es considerado aún hoy un animal impuro. Su consumo está prohibido al
pueblo judío.

Pesca: la bendición del agua
El lago de Genesaret y el Mediterráneo constituían la mayor fuente de la pesca, que era el medio de
supervivencia de una gran parte de la población, mientras la profesión de pescador era respetada.
Muchas pequeñas ciudades y aldeas en las proximidades del lago y del litoral del Mediterráneo tenían
pequeñas industrias en las que el pescado era salado y preparado para su comercialización y también
para su exportación. Magdala es una de las ciudades próximas al lago de Tiberíades donde los
habitantes, en su mayoría, ejercían la pesca. Era la ciudad natal de María Magdalena (Lc 8, 2).

Industria: retrato de una cultura
En el área "industrial" se destaca la actividad artesanal ligada a la familia y al Templo. En la "industria"
familiar, se desarrollaba la actividad ligada al telar para la elaboración de la lana y el lino, así como la
vitivinícola y la dedicada al procesamiento de los higos y de los derivados de la leche. En las
actividades ligadas al Templo, había los artesanos que trabajaban el hierro proveniente de las montañas
de Galaad, el bronce de Arabia, el asfalto del Mar Muerto y la arcilla de la planicie de Sarón.

En la ciudad de Jerusalén había diversas profesiones de interés general, ligadas de modo especial a la
industria de la lana, del cuero, del bronce, del hierro y de la arcilla usada en la fabricación de vajillas y
cerámicas. En el tiempo de las fiestas de peregrinación, algunos servicios se multiplicaban, sobre todo
en la ciudad y alrededores: panaderos, carniceros, fabricantes de vino, aguateros, artesanos, copistas
para los contratos, zapateros, carpinteros, preparadores de perfumes (ungüentos, incienso y aceites
olorosos). Después de Herodes el Grande, la construcción civil tomó un impulso mayor, aumentando el
número de albañiles, escultores, fabricantes de mosaicos, talladores en piedra, operarios de la
construcción, leñadores, fabricantes de tiendas o carpas.

Comercio: luces y sombras de lo cotidiano
Existía el comercio interior y exterior. El comercio interior se desarrollaba sobre la base del trueque o
intercambio entre los pequeños productores o por medio de mercados y de ferias que ofrecían a los
productores la posibilidad de vender sus productos. El excedente de la producción de las aldeas era
consumido por la población de Jerusalén, ciudad que contaba con cerca de 50 mil habitantes, y que en
la temporada de las fiestas llegaba a 180 mil personas. Había vendedores ambulantes, artesanos y
comerciantes que también exponían sus mercaderías en puestos de venta precarios. En Jerusalén había
grandes mercados de cereales, de frutas y de legumbres, así como de maderas y de animales, destinados
sobre todo a los sacrificios en el Templo. Igual que en otros grandes centros, existía también el
mercado de esclavos.

En el comercio exterior se daba la importación y exportación de productos. La importación era
pequeña, pero provenía de diversas regiones. Desde el Líbano se importaba cedro y leña (de higuera,
nogal y pino) para los sacrificios. De Arabia venían el cobre, el incienso y muchos aromas
comercializados por los elaboradores de perfumes. Desde las montañas de Galaad llegaba el hierro; del
Mar Muerto, el asfalto; y de Galilea, Babilonia y la India, los paños de seda para confeccionar las
vestimentas en escarlata, el biso' y la púrpura para el Sumo Sacerdote y la aristocracia civil y religiosa.
Desde Corinto llegó el bronce para la fabricación de la puerta del Templo. La exportación era
igualmente pequeña, constituida predominantemente de cereales, frutas, aceite y bálsamo, y realizada


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por judíos que residían en el extranjero y que allí comercializaban esos productos. Las vías conocidas y
utilizadas para el transporte de los productos eran por tierra y por mar.

Vías marítimas: progreso y sometimiento
El transporte de mercaderías se desarrollaba normalmente por la vía marítima, por medio de barcos y
veleros, por los puertos modestos de Dar y Jaffa, y por los puertos más importantes de Cesarea
Marítima en el Mediterráneo y de Elat en el Mar Rojo. Este último tenía mucho movimiento y se
comunicaba con diversos países. El tráfico marítimo era controlado por los griegos, los sirios y los
romanos.

Vías terrestres: peligros y soluciones
Además del transporte marítimo, las mercaderías eran llevadas también por vías terrestres por medio de
caravanas de camellos y burros y otros animales de' carga, y por medio de carretillas para las distancias
cortas. El caballo y la carreta eran mucho menos usados.

Las vías internacionales, que ya tuvimos la oportunidad de conocer, eran la "Vía Marítima", que pasaba
a lo largo de la costa del Mediterráneo, llegando hasta Azor, de donde seguía hasta Damasco; y la "Vía
Regia ", que atravesaba las montañas de Transjordania en las proximidades del desierto, llegando hasta
Arabia. Había otras vías secundarias y locales, que interesaban a los romanos y al comercio interior de
la tierra de Israel. Normalmente se viajaba en caravana, a causa del peligro de asaltos, muy frecuentes
en la región. En el Evangelio de Lucas conocemos la parábola del buen Samaritano, que relata la
experiencia de un hombre que viajaba solo de Jerusalén a Jericó y fue asaltado (Lc 10, 30). Las vías
terrestres y marítimas favorecían el comercio hecho sobre la base del trueque o con monedas.

Moneda: el peso de la mano dominadora
En el tiempo de Jesús, las monedas más usadas en la tierra de Israel eran de tres tipos: la moneda
oficial romana; la moneda provincial griega, acuí1ada en Antioquía de Siria y Tiro; y la moneda judía,
hecha tal vez en Cesarea Marítima. Eran acuí1adas en oro, plata, bronce o latón. Las monedas de plata
tenían mayor circulación en el país. Correspondían al denario romano, a la dracma griega y al shékel
judío.

La moneda oficial del Imperio más en uso en la región era el denario romano; en la provincia de Siria,
la dracma griega; mientras que la moneda local era el shekel judío. El denario y la dracma tenían el
mismo valor. Ambos correspondían a un día de trabajo de un trabajador manual. Un shekel judío
correspondía a cuatro den arios romanos o a cuatro dracmas griegas.

En el Evangelio aparecen también el talento, la mina y la libra. El talento aparecía como moneda y
unidad de peso. En cuanto moneda, equivalía a 6.000 dracmas o denarios. Y, en cuanto medida de
peso, correspondía a aproximadamente 34 kg Y 272 gramos. Un talento correspondía al peso de 60
minas y 3.600 shékeles. Un shékel pesaba 11.5 gramos, mientras que una mina pesaba 571 gramos. En
el Nuevo Testamento encontramos una referencia al talento únicamente en Mateo y en el libro del
Apocalipsis. En Mateo, se habla de talentos en la parábola del deudor implacable que debía diez mil
talentos (Mt 18, 24), Y en la parábola de los talentos que el patrón al viajar distribuye a sus siervos,
según la capacidad de cada uno (Mt 25, 14-30). Lucas narra la misma parábola de Mateo, pero en lugar
del talento usa la mina, moneda de origen fenicio (Lc 19, 10-27). Por su parte, el libro del Apocalipsis
hace referencia a las siete plagas de las siete copas y concluye mencionando cómo "un gran pedrisco,
con piedras de casi un talento de peso, cayó de'! cielo sobre los hombres" (Ap 16,21).



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La libra romana corresponde a una medida de peso: 320 gramos, un poco más de la mitad de una mina.
La libra aparece dos veces en el Evangelio de Juan: la primera, en el relato de la unción de Jesús en
Betania, cuando María, hermana de Lázaro, compró nardo puro por una libra -"muy caro" (J n 12, 3)- y
con él ungió los pies de Jesús; la segunda, en el relato de cuando Nicodemo trajo una mezcla de mirra y
áloe del valor de unas cien libras para embalsamar el cuerpo de Jesús (Jn 19,39).

La costumbre de pesar las monedas en vez de contarlas era tarea de los banqueros, los cambistas y los
cobradores. Tanto para la importación como para la exportación, el pago se realizaba mediante esas
monedas, aunque en las aldeas hubiese todavía la costumbre del trueque de mercancías. Además de las
medidas de peso, había medidas de longitud y medidas de capacidad en la venta de determinadas
productos, como el tejido o el vino, respectivamente.

En el Nuevo Testamento aparece con frecuencia el codo como medida de longitud (45 cm); el palmo
(22,5 cm); la mano (7,5 cm); el dedo (1,8 cm); el estadio (185 m); la milla romana (1.479 m); y la legua
(5.550 m). Entre las medidas de capacidad para productos sólidos predominaba el celemín (15 litros);
y, para los productos líquidos, la metreta (45 litros).

Tanto la exportación como la importación eran pequeñas. En las exportaciones del sector alimenticio
predominaban los cereales, las frutas, el aceite y el pescado. Normalmente el comercio de estos
productos era hecho por los judíos que residían en el extranjero y que allí los comercializaban.

Costo de vida: sacrificio y explotación
El costo de vida en la ciudad de Jerusalén era muy caro. Allí y en los alrededores había poca materia
prima y poca agua, además de las dificultades de acceso, por La estar situada entre montañas y quedar
lejos de las grandes vías de comunicación. Existían muchos especuladores que se aprovechaban de la
situación.

Impuestos: el yugo de Roma sobre el pueblo

En el tiempo de Herodes el Grande (34-4 a.C.), se implantó un riguroso régimen fiscal que continuó
después de su muerte. En el año 6 d.C., cuando Arquelao fue depuesto, el gobierno establecido por
Roma no fue más condescendiente que aquél. Por el contrario, exigió enseguida un nuevo censo de
personas y bienes. Muchos israelitas del Norte y del Sur se rebelaron contra estas medidas. En Judea,
Judas el Galileo fomentó una revuelta, aunque duró poco tiempo (Hch 5,37)

En la ciudad de Ancara se erigió un monumento en homenaje a César Augusto, donde se inscribió tres
fechas de censos: el 28 a.C.; el 8 d.e. y el 14 d.C. Los judíos debían participar en estos censos en sus
ciudades de origen.

En el tiempo de Jesús, Herodes Antipas gobernaba la región de Galilea y Perea. Recibía directamente
los impuestos recaudados y transfería una gran parte de ellos al imperio romano. En Judea había
impuestos directos e indirectos. Los impuestos directos eran cobrados por los agentes del fisco
imperial. Estaban gravadas la tierra y las personas. El impuesto sobre la tierra afectaba tanto a los
pequeños como a los grandes propietarios con el 20-25% sobre la producción, mientras que el impuesto
sobre la persona era proporcional a la renta del individuo.

Los impuestos indirectos, que eran muy pesados, eran recaudados de diferentes maneras: en las
aduanas; en los puestos de control y cobranza establecidos en determinadas encrucijadas de grandes
caminos; en las entradas de las ciudades; y, en los mercados públicos. Había grupos organizados,
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conocidos como publicanos o cobradores de impuestos: sus jefes eran los encargados del fisco, y los
empleados subalternos revisaban el bagaje y las pertenencias de los viajeros. El control de la cobranza
de estos impuestos era responsabilidad de un procurador financiero o de un ciudadano romano.

Impuestos religiosos: las sombras de la fe judía

El pago del diezmo no era una exclusividad de Israel. Existía también entre los egipcios y los
mesopotámicos Era el pago a los dioses en sus respectivos templos. Según los escritos bíblicos, el
diezmo ya se cobraba en el tiempo de Abraham (Gn 14, 20) Y de Jacob (Gn 28, 22). En la Ley
atribuida a Moisés hallamos bien detallados el contenido y la forma del diezmo: debía ser pagado sobre
la tierra -porque ésta pertenece a Dios sobre las plantas y sobre los animales. Era pagado integral
mente; y debía ser entregado a los Levitas, porque éstos no habían recibido una porción de tierra entre
las tribus (Nm 18, 21-32). El diezmo no debe ser confundido con la oferta de las primicias (Ex 22,
28-30). De todo el diezmo recogido, se debía reservar el 10% (es decir, "el diezmo de los diezmos", la
reserva de Yahveh, según Nm 18,26) para los sacerdotes. No podía ser entregado en cualquier lugar,
sino en el lugar que el Señor escogiera en una de sus tribus (Dt 12, 1 -14; 14, 22-29). Este lugar en la
nueva tierra era Jerusalén (Os 12, 14). Allí debía hacerse una comida sagrada en la cual debían
participar los Levitas (cf. Ot 12, 7). A causa de las distancias, las personas podían sustituir el producto
con su equivalente en dinero (Dt 14,24-26).

Hay divergencias entre los estudiosos en cuanto al número de diezmos que se pagaba: si eran dos o
tres. Comparando el Deuteronomio (Dt 14, 22-29) con el Levítico (Lv 27) y Números (Nm 18) parece
que eran tres: el diezmo que debía darse a los Levitas (Os 14, 27; Nm 18,20-24); el diezmo a pagarse
para el banquete ritual; Y el diezmo de cada tres años para los pobres de su propia región. Había
personas que eran estrictas en la observancia de estas contribuciones (Lc 11, 42); otras, sin embargo, no
lo eran tanto (Mt 3, 8-10).

En la antigua Alianza el diezmo se destinaba a Dios y a las personas y/o a la comunidad. El diezmo
debido a Dios no era visto como un fardo pesado, sino como un don entregado Con alegría, porque
lodo pertenece a Dios y de él lo recibimos (2Co 9, 7). Debía ser Considerado un gesto de sumisión y
dependencia. El diezmo dado a las personas o a la comunidad favorecía a los Levitas, que no ejercían
actividades comerciales (Nm 18,21), a los pobres, a las viudas y a los huérfanos, que eran sustentados
Con el diezmo del tercer año.

Ayudas para el desarrollo del tema:
Hacer circular en el grupo los documentos habitualmente usados en las transacciones económicas:
cheques, pagarés, letras de cambio, comprobantes de pago, etc.

En grupos pequeños o en plenaria, dialogar sobre lo siguiente:
•      ¿Dónde guardaban sus ahorros nuestros abuelos?
•      En nuestra infancia, ¿qué se cultivaba en la agricultura? ¿Qué animales criaban las familias?
       ¿Cuáles eran los oficios o las profesiones más comunes de los padres de familia?
•      Nuestra región, hoy, ¿es diferente O sigue como antes?
•      La vida del pueblo, ¿mejoró o empeoró?

Leer Mt 25, 14-30 que se refiere a la parábola de los talentos y que refleja las costumbres económicas
de la época de Jesús: moneda extranjera, patronos y siervos, negocios y rentas, banqueros e intereses...



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3. SITUACIÓN POLÍTICO-SOCIAL EN EL TIEMPO DE JESÚS

La sociedad judía del tiempo de Jesús, como todas las sociedades, se componía de ricos y de pudientes
(personas que podían proveerse de lo necesario), así como también de pobres, de esclavos y de
miserables. Los ricos integraban la corte y la aristocracia tanto sacerdotal como laica o seglar: los
pudientes eran los propietarios de tierras, de casas de comercio y de talleres artesanales. Los pobres
eran, en su mayoría, los jornaleros o asalariados. Los esclavos, judíos o paganos, eran comunes en la
época y vivían a merced de sus patrones. Finalmente, los miserables sobrevivían sobre la base de
limosnas y de la ayuda de otros en forma tanto individual como institucional.

Ricos: los dueños del poder
En el tiempo de Jesús, la corte estaba constituida por la familia de Herodes y por sus partidarios,
quienes retenían en sus manos gran parte de la riqueza. Lograban conservar sus intereses y privilegios
porque apoyaban el sistema de dominación de los romanos. Ocupaban áreas y espacios reservados
junto al palacio y al Templo, y en lugares bien situados.

La aristocracia laica estaba conformada por los grandes comerciantes, dueños de grandes mercados,
por los jefes del sistema de recaudación de impuestos para el Imperio, y por los grandes propietarios de
tierras. Para el pueblo judío era difícil convivir con esta realidad, porque no correspondía con sus
principios religiosos, según los cuales la tierra era propiedad de Dios, y debía servir para el sustento de
todos. En los Evangelios conocemos algunos nombres de los que pertenecían a la aristocracia laica:
Zaqueo, jefe de los publicanos (Lc 19, 2); Nicodemo y José de Arimatea, miembros del Sanedrín (Jn 3,
1; Mc 15,43).

La aristocracia sacerdotal estaba conformada por el Sumo Sacerdote y por los jefes de los sacerdotes,
que constituían el alto clero y también eran propietarios de tierras y dueños del comercio de animales
para los sacrificios. En diversos momentos Jesús entró en conflicto con los sacerdotes, por la manera
como juzgaban y discriminaban a las personas de acuerdo con las leyes de lo puro y lo impuro (Mc 7,
1-9). Jesús relativizó sus privilegios (Mc 2, 23-28 y señaló la oposición entre su comportamiento (Lc
10, 31) Y las exigencias de las Escrituras (Mt 12, 7). Los más influyentes formaron parte de los que
condenaron a muerte a Jesús.

Pudientes: necesarios para la estructura religiosa
Los pudientes eran, en aquellos tiempos, los que hoy constituyen nuestra clase media: los artesanos, los
pequeños propietarios de talleres y de casas de comercio. Entre ellos se encontraba también el bajo
clero, que recibía una parte de las víctimas ofrecidas en sacrificio en el Templo (Lc 2,24). Ellos
ejercían diversas profesiones que estaban ligadas a los principales productos agrícolas o industrial
izados de Israel: grano; artículos de lana, alfombras, mantas, tejidos, ungüentos de resinas, aceite e
incienso. La mayor cantidad de artículos de lana era fabricada en Judea; la de lino, en la región de
Galilea. En general, era la mujer la que ejercía el oficio de tejer con el telar. Ligada a este oficio, había
la función del encargado de impermeabilizar los tejidos provenientes de la tejedura: era un oficio real
izado mayormente por no judíos. Luego el sastre recibía el tejido y confeccionaba la ropa y la exponía
a la vista del público. Había también los que comercializaban ropas de cuero y sandalias.

La prosperidad de los comerciantes y artesanos dependía del movimiento que hubiese en el Templo.
Entre los artesanos había panaderos, sastres, perfumistas, carpinteros, tejedores, entre otros. Algunos
oficios estaban ligados a la acogida y al hospedaje de los peregrinos. En el período de las fiestas el
consumo debía ser muy elevado, pues cada judío tenía que gastar, por ley, todo el segundo diezmo.
Aunque muchos no cumpliesen esta disposición, había sin embargo quienes ciertamente eran fieles
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cumplidores (Dt 12, 17-18). Este gasto debía ser hecho en alimentación, vestidos, perfumes u objetos
de lujo.

La profesión de herrero, que trabajaba el hierro y el bronce, pronto se trasformó en industria de guerra,
la cual fabricaba maquinaria bélica, espadas, corazas y proyectiles. El artesano artístico trabajaba con el
oro, haciendo adornos en general, especialmente para la cabeza, insignias, diademas y sellos con
figuras acuñadas.


En el libro de los Hechos de los Apóstoles encontramos referencias a la profesión de platero (Hch 19,
23-40). También el copista formaba parte de las profesiones artísticas.

Los oficios ligados a la alimentación -panaderos, carniceros, aguateros- eran más frecuentes en
Jerusalén en el período de las grandes fiestas. El Evangelio de Marcos hace referencia a un hombre que
cargaba un cántaro de agua (Mc 14, 13). Los trabajadores del lagar transformaban las aceitunas en
aceite y la uva en vino. El lagar era una especie de tanque en el que se exprimían totalmente algunos
productos como las aceitunas y la uva. Tales trabajadores manejaban también la prensa para la
fabricación del bálsamo, que era extraído de muchas plantas y era utilizado como medicamento, como
incienso y como fragancia. En el Evangelio encontramos diversas referencias al bálsamo: Mc 16, 1; Lc
23, 56-57; Jn 19,39.

En el Templo había algunos oficios que estaban al servicio de los peregrinos y del propio Templo. Los
panaderos preparaban los panes que eran ofrecidos y cambiados diariamente sobre el altar de la
proposición o de la Presencia. Los perfumistas preparaban el incienso y los aromas para ser ofrecidos y
quemados para Dios. Los encargados de las fuentes abastecían el agua para las abluciones y para la
limpieza del Templo. El medico cuidaba de la salud de los sacerdotes. Los barberos atendían a los
hombres que venían a cumplir los votos de nazireato, así como a los que se consagraban como Levitas
y a los leprosos después de su purificación.

En el campo había los pequeños agricultores, que producían para su propia subsistencia, y que por
medio del trueque obtenían lo que les faltaba. Esta forma de comercio favorecía al agricultor que así
evitaba pagar las tasas en los mercados. En Judea y en Samaría las áreas agrícolas eran menores y de
tipo familiar, mientras que en Galilea las propiedades eran mayores y, consecuentemente, tenían una
mayor producción. Los productos eran exportados a través del puerto de Cesarea Marítima.

Había discriminación y prejuicios respecto de algunos oficios, como en el caso de los que trabajaban en
el telar, Éstos no eran bien vistos en la sociedad, porque su trabajo era considerado de naturaleza
femenina; el ollero, que fabricaba vasijas y otros utensilios domésticos, tenía fama de mentiroso; el
curtidor, que trabaja con las pieles de los animales, era despreciado por el mal olor que emanaba; el
pastor tampoco gozaba de buena fama, porque se le acusaba de apropiarse del pasto ajeno. Además de
éstos, había los pobres que dependían de su propia fuerza de trabajo y de la caridad de los demás.

Pobres: los más cercanos a Jesús
Formaban parte de los pobres los trabajadores jornaleros de los mercados y de las fabricas de
artesanías, así como los aguateros y los leñadores. Entre ellos había, incluso, los pobres
"profesionales", que sobrevivían gracias a la caridad y a la limosna de los otros, y eran los escribas y
los mendigos. Los escribas eran conocidos también como maestros o rabinos. Enseñaban la Ley y las
Escrituras sin recibir pago obligatorio alguno por este trabajo, sino que vivían de lo que los alumnos y
el pueblo les ofrecían.
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La familia de Jesús era modesta. José ejercía el oficio de carpintero (Mc 6, 3). En la presentación de
Jesús en el Templo, ellos dieron la ofrenda de los pobres, "un par de tórtolas y dos pichones" (Lc 2,
24). Los ricos acostumbraban ofrecer un cordero (Lv 2, 6). Según la tradición cristiana, Jesús trabajó
con José en la carpintería. Algunos textos del Evangelio sugieren la condición de pobreza y precariedad
en la vida pública de Jesús (Lc 9, 58). Él recomienda la pobreza y ensalza a los pobres, porque éstos
acogen su mensaje (Mt 5,1-10).

Jesús y sus discípulos pertenecían al grupo de los pobres, aunque muchas veces Jesús era llamado
Maestro o Rabbí (Mt 8, 19; 12, 38; Lc 3,12; Jn 1,38; 3, 2). Parece que Jesús vivió pobre y
modestamente de lo que el pueblo le ofrecía, como los demás maestros. En el Evangelio hallamos
algunas referencias a las invitaciones que él y sus discípulos recibían para alguna comida en casa de
personas que conocemos: Mateo (Mt 9, 11); Marta, María y Lázaro (Lc 10,38-42); Simón (Lc 7,1) y
Zaqueo (Lc 19, 1-10). Jesús reprocha severamente la actitud de algunos escribas que amaban ocupar
los primeros puestos en las sinagogas y los asientos más honoríficos en los banquetes, y se
aprovechaban de la situación de las viudas (Mc 12,38-40).

La limosna era una de las prácticas más recomendadas en la tradición de Israel, además de la oración y
el ayuno. El pueblo judío era incentivado a la práctica de la caridad por medio de la limosna. Entre los
judíos no debía existir ni un solo pobre (Dt 15,4). La situación de empobrecimiento provocada por los
impuestos, las deudas contraídas y las sucesivas dominaciones extranjeras dejó un saldo negativo de
muchos pobres, desempleados y mendigos.

Esclavitud: la Torá le pone límites
Muchos se volvían esclavos, perdiendo así su libertad, al ser hechos prisioneros en una guerra, o a
causa de un hurto o de importantes deudas contraídas sin posibilidad de pago, o por préstamos no
restituidos, o por otros motivos. En la tradición israelita sólo podía volverse esclavo el hombre y la hija
con menos de 12 años de edad. El hijo y la mujer no podían ser reducidos a esclavitud. La hija, cuando
llegaba a cumplir 12 años, adquiría la libertad, a no ser que su señor quisiese casarse con ella. El
hombre quedaba esclavo un máximo de seis años, después de los cuales era liberado por la ley del año
sabático (Ex 21, 2; J r 34,8-22).

El esclavo judío, jurídicamente, era igual al hijo mayor de su señor. Tenía iguales condiciones de
alimentación, vestido y alojamiento para sí y su familia. No estaba obligado a algunos trabajos, como el
de lavarle los pies a su dueño. Aunque vivía en condiciones humanas favorables, no tenía libertad. Si
algún judío era sometido a esclavitud de un señor pagano, la familia tenía el deber de rescatarlo (Lv 5,
39-40).

El esclavo pagano de un judío era considerado su propiedad privada. Era comprado para siempre, y el
precio era establecido según las cualidades que tenía. Podía llegar hasta cien minas, pero normalmente
valía 20 minas (una mina correspondía a cien días de salario). Estaba obligado a hacer todo lo que su
dueño le mandaba.

Por su lado, el patrón no podía infligirle a su esclavo ciertas mutilaciones, y era considerado
responsable en caso de que lo asesinara aun involuntariamente. Para este tipo de faltas había puniciones
detalladas (Ex 21, 20-26s).

Por razones de pureza legal, el esclavo pagano no podía morar en la misma casa de un judío, ni
preparar sus comidas. Por eso, el esclavo debía ser circunciso después de un año de adquirido. En caso
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de que no se sometiese al rito de la circuncisión, debía ser vendido a otro propietario, pero pagano. La
circuncisión del esclavo pagano no, lo igualaba al esclavo judío, sino que únicamente suprimía su
impureza legal. El esclavo era dispensado de las obligaciones religiosas.

La esclavitud es contemporánea a Jesús. En los escritos del Nuevo Testamento encontramos muchas
referencias al esclavo en sentido físico (Jn 8, 33; Hch 7, 7; Flm 16); al esclavo en sentido moral, en
cuanto sometido al pecado (Jn 8, 34; Rm 6, 6; Ga 4, 7); y, sobre todo, al esclavo en sentido espiritual,
como opción consciente: "Me hice esclavo de todos, para ganar a los más que pueda" para Cristo (ICo
9,19; lCo 7, 22-23). Había además los miserables, que dependían totalmente de la ayuda de las demás
personas.

Miserables: los indeseables de la sociedad
Había muchos marginados y excluidos del entorno y conjunto, social a causa de su propia condición de
extrema pobreza y falta de higiene, como los leprosos (Mc 1,40-45), los mendigos, los poseídos por el
demonio (Mc 1,32-34), los enfermos mentales, los ciegos y los cojos. Jesús acogió (para sacarlas de su
situación) a las personas que llevaban una vida irregular, como las prostitutas, los criminales y los
ladrones.

Jesús estaba rodeado de personas marginadas, que vivían a lo largo de los caminos pidiendo limosna.
Varias veces, mientras caminaba, lo interrumpieron los ciegos y los enfermos que le pedían ayuda a
gritos (Mc 10, 46¬52). Mateo narra cómo Jesús, después de haber curado la hija de una mujer cananea,
subió al monte y se sentó allí. "Y se le acercó mucha gente trayendo consigo cojos, lisiados, ciegos,
mudos y muchos otros; los pusieron a sus pies, y él los curó. De suerte que la gente quedó maravillada
al ver que los mudos hablaban, los lisiados quedaban curados, los cojos caminaban y los ciegos veían;
y glorificaban al Dios de Israel" (Mt 15,30-31). Mendigos y miserables había en todas partes, pero
vivían de preferencia en Jerusalén, donde la afluencia de los peregrinos era mayor y representaba una
ventaja para ellos, además de que allí recibían mayor ayuda también de forma institucional.

Un espacio para la solidaridad
En Israel había algunas prácticas de caridad a favor de los más pobres: el tercer diezmo (diezmo del
tercer año), destinado a ellos; la autorización para pescar libremente en el lago de Genesaret; y el
permiso que los dueños de un campo les reconocían a los pobres de recoger las espigas y rastrojos
dejados por los segadores, así como de pastar el rebaño en su propiedad, y de cortar hierba en sus
prados o recolectar leña en sus bosques. Estas prácticas no erradicaban el problema social del hambre
y de la miseria, pero aliviaban las necesidades inmediatas de gran parte de la población.

La limosna individual era muy recomendada también en el tiempo de Jesús. Era una de las obras de
caridad más practicada en la tradición religiosa judía (Mt 6, 2-4; Lc 11,41; 12, 33; 18, 35). Muchos
grupos religiosos cumplían rigurosamente la práctica de dar limosnas. También el grupo de Jesús había
encargado a Judas de cuidar la bolsa donde se depositaba la limosna destinada a los más pobres.

En el tiempo de Jesús se conocía dos instituciones de beneficencia pública: la canasta de los pobres y
el plato de los pobres. En la canasta de los pobres se recogía alimentos y ropa que serían distribuidos,
una vez a la semana, a los que más carecían de ellos. Y el plato de los pobres era la distribución de la
sopa diaria a los menesterosos. Estas dos instituciones, en Jerusalén, estaban a cargo del Templo. Allí
había también un cofre donde se depositaban las ofrendas para los más pobres (Mc 12,42).

La condición social del ciudadano dependía en gran parte -y aún hoy sucede igual- de la forma como
era conducida la política del país. En Brasil, Antonio Conselheiro, por medio de su predicación y
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movido por un ideal comunitario y cristiano, consiguió formar una sociedad donde no había ricos y
pobres, donde todos eran iguales y tenían dignas condiciones de vida. Pero no logró sobrevivir, a causa
de una política que privilegió a los latifundistas y a los más ricos. En el tiempo de Jesús no fue
diferente. Israel era un país estrictamente controlado por el imperio romano y subyugado por los
impuestos externos e internos. Para la mayoría de la gente del pueblo no había condiciones para tener
siquiera una vida digna y justa.

EL PODER POLÍTICO-RELIGIOSO EN JUDEA

Imperio romano: aparente armonía
Los emperadores romanos, por lo general, respetaron y confirmaron todos los derechos de los judíos,
en Roma y en el Imperio, y les permitieron practicar su religión, sin ser obligados a prestar culto a los
dioses. Reconocieron legítima la observancia de las leyes judías, y concedieron a las sinagogas cierta
autonomía en la administración de la justicia, aunque bajo la mirada de los magistrados romanos. El
Sanedrín tenía el permiso de recibir de los judíos el impuesto de la dracma ("didracma"). Pero esto no
representaba una autonomía plena en la dirección de los destinos políticos de su país. Su autoridad se
restringía más al campo religioso, aunque ejerciesen cierta influencia sobre las autoridades civiles de su
tiempo.

El Sanedrín: el poder, político-religioso
El Sanedrín tenía cierta influencia en las decisiones que el Imperio tomaba sobre la región, porque era
constituido por la flor y nata de la sociedad. ¿Qué era el Sanedrín? La palabra "sanedrín" (synédrion)
significa "reunión, asamblea", en lengua griega. Se refiere al grupo de 71 hombres que conformaban el
tribunal supremo de los judíos en el tiempo de Jesús. Era la más alta Corte de justicia. Tiene su origen
en el Antiguo Testamento, pero no se sabe con certeza en qué período. El Talmud apunta hacia los 70
sabios escogidos por Moisés (Nm 11, 24); algunos estudiosos actuales sitúan sus inicios en el período
persa; otros, en el período griego. Con la extinción de la monarquía en el año 587/6 a. C., los jefes de
las familias más importantes del linaje de Israel asumieron la guía del pueblo. Gradualmente este grupo
se fue consolidando al final del período persa (Esd 5, 9; 10, 8) y en el período griego (lMc 12, 35).
Formaban parte de él los representantes de la aristocracia laica, constituida por las familias ricas y
tradicionales de Jerusalén; los representantes de la aristocracia sacerdotal, integrada por los miembros
de las grandes familias sacerdotales de la época, que eran mayormente del partido de los saduceos; y,
finalmente, el grupo de los escribas, que pasó a formar parte del Sanedrín en el gobierno de Alejandra
Salomé (76 a.C.): estos últimos eran miembros de la pequeña burguesía, casi todos del partido de los
fariseos.

En los Evangelios, los miembros del Sanedrín son identificados normalmente como ancianos, Jefes de
los sacerdotes y escribas. El grupo de los ancianos era integrado por los miembros de la nobleza laica.
Se trata de los ancianos que aparecen en los Evangelios. Ellos entran continuamente en confrontaciones
con Jesús y sus discípulos, reclamando la observancia de las tradiciones de los antiguos (Mt 15,2; Mc
7,5; Lc 9, 22). Los Hechos de los Apóstoles y las cartas del Nuevo Testamento, cuando hablan de los
ancianos, no se refieren al mismo grupo, pues hablan de los responsables de las comunidades cristianas
(Hch 11, 30; 15, 6; 21, 18). Conocemos, sin embargo, el nombre de un anciano que probablemente
hacía parte del Sanedrín: José de Arimatea. Lucas lo presenta como a un hombre bueno y justo (Lc 23,
50); Mateo, como a un hombre rico y discípulo de Jesús (Mt 27, 57). Marcos y Juan, junto con Mateo,
afirman que, después de la muerte de Jesús, fue a pedir su cuerpo, lo embalsamó y lo colocó en un
sepulcro nuevo (Mc 15,43-46; Jn 19,38-41; Mt 27,57-58).



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Los Jefes de los sacerdotes formaban parte de la alta aristocracia sacerdotal junto con el Sumo
Sacerdote en ejercicio, que normalmente presidía el Consejo. En los Evangelios son identificados como
"los jefes de los sacerdotes" y los sumos sacerdotes, de los cuales conocemos los nombres de Anás y de
Caifás, corresponsables de la muerte de Jesús.

El tercero y último grupo que integraba el Sanedrín eran los Escribas. Ellos tenían por tradición el
poder del conocimiento. Nicodemo fue identificado por Juan como un notable y por Jesús como
"maestro en Israel". Él formaba parte del Sanedrín por ser escriba (Jn 3, 1.19; 7, 50). Rabbán Gamaliel
1, probable maestro de Pablo, era fariseo y escriba y también pertenecía al Sanedrín (Hch 5, 34).

Ancianos, jefes de los sacerdotes y escribas constituían el Sanedrín en el tiempo de Jesús y tenían
algunos poderes, que eran mayores o menores según quién gobernaba el país.

Sanedrín: la autoridad sumisa
En el tiempo de Herodes el Grande, el poder del Sanedrín era limitado. Bajo el gobierno de los
Procuradores romanos, tenía mayor autonomía en las cuestiones religiosas y civiles. Representaba no
solamente una asamblea con poderes de gobierno, sino sobre todo una Corte de justicia. Hay momentos
en los que la autoridad del Sanedrín parece limitarse a Judea, cuando Jesús, siendo judío, dependía de
Herodes Antipas (Lc 13, 31). En otros momentos la autoridad del Sanedrín parece extenderse también
sobre los judíos de la diáspora, cuando Pablo pide al Sanedrín callas credenciales para arrestar a los
judíos convertidos a la fe cristiana en Damasco, y por tanto fuera del territorio de Judea (Hch 9, 2).

Para algunos historiadores, el Sanedrín tenía el derecho de aplicar la pena capital, como en el caso de
Esteban (Hch 7, 55-60), quien murió apedreado (sentencia de muerte en uso entre los judíos en esa
época). Para otros, el Sanedrín tenía tan sólo el derecho de pronunciar la sentencia capital, que debía
ser ratificada luego por el Procurador romano, como en el caso de Jesús, quien murió crucificado
(sentencia de muerte en uso entre los romanos en esa época). Ésta parece haber sido la función del
Sanedrín en la condena de Jesús (.Jn 18, 31).

El imperio romano ejercía el poder sobre el pueblo y las autoridades locales, pero concedía al Sanedrín
algunos derechos en la gestión interna de la comunidad judía. El Sanedrín, a su vez, hacía sentir su
peso sobre el pueblo por medio de la doctrina de lo puro y lo impuro.

Puro e impuro: la falsa base del poder
El concepto de santo y de santidad, en Israel, era reservado a Dios. Sólo Él es Santo, Puro, Perfecto y
Separado, mientras que el ser humano es pecador, impuro, imperfecto y profano. Sólo Dios podía
comunicar santidad; mientras que el ser humano, la impureza. En proporción a la proximidad física o
no con Dios, se manifestaba, con mayor o menor intensidad, la santidad de Dios. A partir de esta
premisa, se hizo posible establecer el círculo geográfico y social de lo puro y lo impuro.

Círculo geográfico de lo puro y lo impuro
La concepción de puro e impuro y de santo e imperfecto, en relación con el espacio geográfico,
comenzaba ya por el propio Templo. El Santo de los Santos era el lugar más sagrado que había sobre la
faz de la Tierra, y se encontraba en el interior del Templo de Jerusalén. En él habitaba Dios. Después,
venía el Santo, donde se guardaba las ofrendas sagradas. Allí entraban solamente los sacerdotes para
ofrecer al Señor los dones para los sacrificios. Alrededor del Templo se hallaban el patio de los varones
israelitas, el patio de las mujeres israelitas y el patio de los paganos o gentiles.



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Alrededor del Templo se apreciaba la colina sobre la cual había sido construido. Luego venía Jerusalén,
la ciudad santa, capital de una realeza sagrada que jamás tendrá fin (1Sm 7) y centro de acogida de
grandes peregrinaciones, especialmente del pueblo judío, pero también de otros pueblos. Allí un día
afluirán todos los pueblos (Is 60; 62; 66, 5-17). Alrededor de Jerusalén se extendía la tierra de Israel,
tierra santa y prometida por Dios a Abraham y dada a sus descendientes (Gn 12, 7). Jerusalén y su
Templo quedaban en Judea. Samaría era habitada por un pueblo que se decía adorador del Señor, pero
que no era totalmente puro (2R 17,26). Después venía Galilea, que limitaba con el territorio de las
naciones paganas y corría constantemente el riesgo de contraer impurezas por el contacto con los
paganos. Por último, venían las naciones extranjeras, consideradas idólatras y totalmente impuras.

Jesús frecuentó el Templo, allí rezó, expulsó de él a los vendedores que lo profanaban (Jn 2, 13-22), Y
aun así conservó una actitud crítica frente a las propias prácticas religiosas que se desarrollaban en él
(Jn 4, 21). Jesús, al anunciar la destrucción del Templo, apunta hacia sí mismo como al lugar del
verdadero encuentro con Dios (Jn 4, 21). No tuvo miedo de anunciar la destrucción del Templo (Jn 2,
19; Mt 26, 61) Y de la ciudad de Jerusalén que no supo acoger su mensaje (Lc 19,41-44). Pero Jesús
reconoció públicamente la fe de un extranjero y pagano que lo acogió: "Les aseguro que en Israel no he
encontrado en nadie una fe tan grande" (Mt 8,10).

Círculo social de lo puro y lo impuro
La sociedad en el tiempo de Jesús, en la visión de muchos de sus contemporáneos, era clasificada en
dos categorías: los puros y los impuros. ¿Qué era lo que determinaba la pureza o la impureza de una
persona o una sociedad? La impureza no implicaba un acto moral o alguna culpa. Provenía de la propia
condición humana: por ejemplo, la maternidad, el flujo menstrual de la mujer, ciertas enfermedades y
el contacto con difuntos o con ciertos animales volvía impuras a las personas. Para alcanzar
nuevamente el estado de pureza, se debía cumplir ciertos ritos (Lv 11-16) y tener cuidado para no
contraer nuevas impurezas. El estado de impureza podía volverse culpable cuando la persona procedía
como si estuviese en estado de pureza (Lv 15, 31;Lv 11-16). Si cumplía fielmente con esos ritos, la
persona podía aproximarse a Dios, mientras que, si no lo hacía así, no podía participar del culto divino.

Cuanto mayor era la proximidad de la persona al lugar sagrado, a la morada de Dios, tanto mayor
debían ser su pureza y santidad. Nadie podía tener acceso al Santo de los Santos, a menos que fuera el
Sumo Sacerdote, y sólo una vez al año, en el día del Yom Kippur, día de la expiación de los pecados.
Después del Sumo Sacerdote, venían los sacerdotes, que podían entrar en el Santo y ofrecer a Dios los
dones y sacrificios del pueblo. Seguían los Levitas, quienes cantaban y tocaban los instrumentos en
alabanza a Dios. Después de ellos venían los varones israelitas, luego las mujeres israelitas y
finalmente los paganos. Esta jerarquización tenía consecuencias para las personas, sobre todo en la vida
social, porque las familias eran clasificadas en familias legítimas o ilegítimas, con impurezas leves o
impurezas graves.

Familias legítimas
Las familias legítimas eran las que podían probar su descendencia legítima de padre y madre. Éste era
un requisito necesario para los sacerdotes. Ellos debían demostrar la pureza y legitimidad de su origen,
lo cual era celosamente buscado, porque de esa pureza y legitimidad dependían también la posición
social de los descendientes y la garantía de que participarían de la salvación mesiánica. Gran parte de
los miembros de la aristocracia laica y también los escribas y los fariseos pertenecían al grupo de las
familias legítimas. Las hijas de estas familias podían casarse con los sacerdotes, porque cumplían con
los dos requisitos: eran descendencia pura y poseían bienes.



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Familias ilegítimas con impureza leve
Pertenecían al grupo de las familias ilegítimas y con impurezas leves: los descendientes ilegítimos de
los sacerdotes, nacidos de esposas que no eran de origen puro o que hubiesen contraído alguna
impureza; los prosélitos, que eran los convertidos al judaísmo, tanto varones como mujeres (para los
varones, la señal externa de la adhesión al judaísmo era la circuncisión y la observancia de la Ley de
Moisés; mientras que, para las mujeres, había el baila ritual y la observancia de algunas leyes); y,
finalmente, los esclavos paganos libertos, los cuales se encontraban en una grada inferior respecto de
los prosélitos, pues, además de haber nacido paganos, se habían vuelto esclavos y, por eso, habían
contraído una doble mancha de impureza.

Familias ilegítimas con impurezas graves
Las familias que pertenecían al grupo de las familias ilegítimas con impurezas graves eran
normalmente excluidas de la convivencia de un israelita fiel a las tradiciones religiosas y culturales.
Pertenecían a esa categoría los bastardos, nacidos de uniones ilegítimas. Ellos no tenían derecho a
ningún cargo público y a ninguna herencia. Entre los ilegítimos por razones graves se encontraban
también los esclavos, los hijos de padres desconocidos, los samaritanos, los eunucos y otros. Todos
ellos eran considerados impuros y eran marginados, apenas tolerados en la sociedad, y a veces incluso
odiados.

También algunas profesiones y algunos oficios eran considerados impuros, como los de pastor,
conductor de camellos, carnicero, mercader, marinero, médico, arriero y cochero. Entre los trabajos
considerados como repugnantes, se encontraban el de recogedor de pieles de animales para la
curtiembre, el de trabajador de curtiembre y el de fundidor de cobre o de hierro. Algunos oficios no
eran bien vistos, porque estaban relacionados con el trabajo femenino, como el oficio de lavandero, de
vendedor ambulante y de tintorera, o incluso relacionados con el fraude, como los de pastor y de
recaudador de impuestos o publicano.

La doctrina de lo puro y lo impuro influía en la vida del pueblo. Era una forma selectiva de la propia
condición social en la que ya se era predestinado a vivir. A partir del propio grado de pureza o
impureza, se tenía mayor o menor acceso a la vida social y religiosa.

Para continuar la reflexión

- Recurso visual
Recortes de periódicos y revistas donde haya personas discriminadas y excluidas de nuestra sociedad.

- Dialogar sobre lo siguiente:
• En nuestra vida, ¿nos hemos sentido alguna vez despreciados, humillados o rechazados por algún
motivo?
• ¿Conoce usted a alguna persona que vive marginada o socialmente excluida?
• ¿Cómo fue la conversación con la persona que se sentía excluida? ¿Qué es lo que más le ha llamado
la atención? ¿Cómo podemos ayudar mayormente a estas personas?

- Leer Me 1, 40-45.
• Actualmente nosotros, seguidores de Jesús, ¿cómo tratamos a las personas que la sociedad considera
"impuras"?
• ¿Cómo las trataría Jesús?



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4. INSTITUCIONES RELIGIOSAS EN EL TIEMPO DE JESÚS

El Templo constituía el espacio sagrado de judíos y cristianos. Lugar de oración y encuentro con Dios y
la comunidad, era atendido por el Sumo Sacerdote, los sacerdotes y los Levitas, quienes fungían como
intermediarios de los sacrificios y las ofrendas presentados a Dios.

El Templo

El Templo era el lugar por excelencia de la presencia de Dios. Tenía una función central en la tradición
religiosa del pueblo de Israel. Fue construido en el tiempo de Salomón, reconstruido en el período persa
y ampliado en el reinado de Herodes el Grande. Era lugar de oración y de enseñanza, pero servía
también como una especie de banco de la época, donde se depositaba las ofrendas a Dios por parte de
sus servidores, funcionando también como caja fuerte o de caudales.

Las piedras que abrigaban la presencia de Dios
El Templo de Jerusalén fue construido en el tiempo del rey Salomón, alrededor del año 960 a.C. En el
tiempo de la formación de Israel, existían en Canaán santuarios cananeos; los más importantes recibían
el nombre de templos. Muchos de estos santuarios fueron incorporados por el Yavismo, aliado de los
demás santuarios propios de Israel. Entre éstos, tal vez se pueda atribuir al santuario de Silo el carácter
de templo (1 Sm, 3.24; 2, 29.32), igual que a otros que se destacaban como santuarios regionales, como
el de Hebrón. De todos modos, el Templo de Jerusalén pasó a ser el más importante, y después, con la
reforma de Josías, que destruyó los santuarios de Judá y Samaría, se volvió el único lugar de culto
oficial para el pueblo de Israel. Fue grande la influencia del Templo en la vida social y religiosa del
pueblo de Israel.

El autor del Libro Primero de los Reyes describe detalladamente el surgimiento del Templo, desde los
preparativos, la construcción, la decoración interna, el establecimiento del Santo de los Santos, los
querubines, las puertas y los patios (1 R 5, 15 - 6,37). El primer Templo de Jerusalén fue destruido en
el año 586 a.C. y reconstruido y reinaugurado en el año 515 a.C. Conservó la misma estructura del
Templo de Salomón. Pero más tarde, alrededor del año 19 a.C., Herodes el Grande lo reformó y
amplió.

El edificio del Templo estaba constituido por tres partes principales: el Ulam, conocido como
vestíbulo; el Hekal, llamado más tarde el Santo; y el Debír, que correspondía al Santo de los Santos.
Este último era el lugar sagrado donde se encontraba el Arca de la Alianza durante la época del primer
Templo, que comprende un período de casi 400 años, es decir, desde el año 960 a.C. hasta el año 587/6
a.C. aproximadamente. Las dimensiones del primer Templo, según (1Re 6) eran de 30 metros de largo
por 10 de ancho y 7.50 de alto. El techo estaba hecho de vigas de cedro traídas de Tiro (1 R 5, 20; 6,
10). La decoración interna del Templo era suntuosa, con los muros totalmente revestidos de cedro
esculpido con diversas figuras de arriba abajo. En la fachada exterior había dos columnas de bronce. La
técnica era todavía primitiva, con muros de piedra unidos y vigas dispuestas de manera transversal y
longitudinal (1 R 6, 10-36; 7, 12).

Espacio del Templo: imagen de la sociedad judía
Todo el espacio del Templo estaba bien ocupado. El área del patio exterior estaba reservada a los
paganos o gentiles. Allí se hallaban instalados los comerciantes de bueyes, carneros, corderos,
palomas, harina, incienso y otros productos necesarios para el culto. En esa misma área estaban
también los cambistas, que cambiaban las monedas provenientes de fuera del país con la moneda local


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de Jerusalén. Los paganos no podían sobrepasar este espacio, bajo pena de muerte. Eran separados del
resto por un muro interno.

Subiendo las escalinatas, se tenía acceso al Templo, a través de cuatro portones al norte, cuatro al sur y
uno más al este. Estos portones tenían acceso al patio de las mujeres, luego al patio de los hombres y
finalmente al de los sacerdotes, que ya rodeaba el altar de los sacrificios.

El vestíbulo quedaba en el patio de los sacerdotes y tenía acceso al Santo, y éste, a su vez, al Santo de
los Santos.

El Santo tenía 15 metros de largo, 5 de ancho y 5 de alto. En el centro estaba el altar de los perfumes o
del incienso, la mesa de los panes de la Presencia y el candelabro de siete brazos. Los panes de la
Presencia eran colocados "delante de la faz del Señor", en dos filas de seis, y sobre ellas un poco de
incienso (Lv 24, 5-9; 1 Sm 21, 5). Esto se inspiraba en una tradición antigua que ofrecía comida a la
divinidad. Los panes inicialmente podían ser consumidos por los varones israelitas que estuvieran en
estado de pureza ritual (1 S 21, 5), pero en la tradición sacerdotal estaban reservados a los sacerdotes
(Lv 24, 9). Jesús defiende su uso inicial más libre y abierto, denunciando la rigidez de la ley hecha por
el grupo sacerdotal (Mt 12,1-4).

El Arca de la Alianza era un cofre portátil hecho de madera de acacia. Tenía 1,30 metros de largo por
0,75 cm de ancho y 0,75 cm de alto. Estaba cubierta de oro y tenía cuatro argollas para facilitar su
transporte. Dentro del Arca se hallaba las Tablas de los Diez Mandamientos y un vaso de oro
conteniendo el maná y el bastón de Aarón. Estaba cubierta por una tapa de oro macizo. Sobre ésta
había dos querubines que la cubrían con sus alas. Era llevada en el peregrinar del pueblo en el tiempo
de Josué (los 3, 6). David la trasladó a Jerusalén (2S 6; Sal 132, 8). Salomón la colocó en el Templo (1
R 6,19; 8,21). Con la destrucción del Templo en el año 587/586 a.C., el Arca desapareció (Jr 3, 16).
Ella era la señal visible de la presencia de Dios (1 S 5-6; 2 S 6; IR 8). Era el trono de Dios (1 S 4, 4; Is
66, 1; Jr 3, 16-17). Tenía un gran poder (IS5; 6,19).

El Santo de los Santos, hasta el año 587 a.C. contenía el Arca de la Alianza. En la reinauguración del
segundo Templo, en el año 515 a.C., ésta no fue reconstruida. El Santo de los Santos quedó totalmente
vacío. No tenía una puerta, sino que se cerraba con una cortina doble, conocida como "el velo del
Santuario" (Mc 15, 38). No era muy grande: medía 20 codos cuadrados30 (aproximadamente 9 m).
Sólo el Sumo Sacerdote podía entrar en él una vez al año en el Día de la Expiación, porque era el lugar
sagrado donde se encontraba Dios, el único Santo.

En los tres lados externos del Templo fue construido un edificio que no comunicaba con el interior del
Templo. Tenía tres pisos, no muy altos, y en ellos se hallaba la sala del Sanedrín, la dependencia del
Sumo Sacerdote, la sala del tesoro, el depósito de la leña, los reservarías de agua para las abluciones y
los sacrificios, y el depósito para el vino, el aceite, los perfumes y el incienso destinados al culto.

Culto a Dios: fidelidad y manipulación
Se rendía culto a Dios por medio de la ofrenda de sacrificios de animales y de productos de la tierra. El
ritual era acompañado por el sonido de cantos y de instrumentos musicales, alternados con oraciones y
salmos. El altar de los holocaustos era una pieza importante: sobre él se quemaban las víctimas de los
sacrificios, como corderos, toros, cabritos y otros animales. No fue siempre del mismo tamaño. En el
tiempo de Salomón era pequeño, hecho de bronce y portátil (1 R 8, 64s; Ex 27, 1-7). Ajaz, rey de Judá
(736-716 a.C.) mandó construir un nuevo altar mucho más grande, según el modelo asirio (2 Re 16,
10-18), Y en él ofreció un sacrifico y roció al pueblo con la sangre de la víctima. Ese altar fue destruido
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en el año 587/586 a.C. y reconstruido por Zorobabel, alrededor del año 535 a.C. Este nuevo altar era
cuadrado y medía 2,50 m por 2,50 m y tenia 1,50 m de alto. Se accedía a él por una escalera, y daba la
impresión de ser un incinerador más que un altar. Lo esencial del culto consistía en quemar animales
enteros o algunas partes de los mismos, como la grasa y las vísceras. Había una intensa humareda,
hollín y mucha contaminación ambiental. Se usaba mucho incienso, cuyo perfume atenuaba un poco el
fuerte olor de las carnes carbonizadas. La piel de los animales no era quemada, pues pertenecía a los
sacerdotes. En el Templo se realizaba diariamente tres tipos de sacrificios:

- Sacrificios perpetuos
Todos los días se inmolaba dos corderos de un año, uno por la mañana y otro por la tarde. Éste era
considerado el sacrificio perpetuo que se ofrecía al Dios de Israel.

- Los humillantes sacrificios oficiales
Diariamente Israel ofrecía a Dios un sacrificio por las intenciones del emperador romano y no al
emperador, como estaban obligados a hacer los demás pueblos dominados. No conocemos el
respectivo ritual.

Sacrificios particulares o personales
Los sacrificios particulares eran ofrecidos por los fieles en forma de promesa. Esto sucedía con más
frecuencia en la época de las fiestas de peregrinación. No se sabe cuántos sacrificios se ofrecía a Dios
cada día, pero debían ser muchos, por el hecho de que Herodes el Grande amplió el área del Templo.
Sin duda debió ser para responder a la creciente piedad popular. El libro de los Hechos de los
Apóstoles narra que Pablo y sus compañeros fueron al Templo de Jerusalén para cumplir sus promesas
y tuvieron que esperar para poder ofrecer el sacrificio (Hch 21, 26).

Cada fiel debía llevar los ingredientes para el sacrificio o comprarlos en el atrio del Templo: un
animal, la harina y el aceite. El judío entraba en el Templo con su ofrenda y seguía hasta el patio de los
sacerdotes, se presentaba a uno de ellos y éste le conducía hasta los pies del altar y colocaba la ofrenda
sobre el altar, donde era quemada.

En el Nuevo Testamento, la víctima era inmolada por el sacerdote, excepto el cordero pascual, que era
inmolado por el propio jefe de familia. El animal era despellejado y cortado en partes, según las
prescripciones de la Ley. Oraciones y bendiciones acompañaban ese ritual. La mujer y el incircunciso
no podían ofrecer sacrificios, pero podían pedir a un judío circunciso que hiciera la ofrenda en su
nombre. Además, no podían acompañar ni ayudar al sacerdote, porque les era vetado sobrepasar su
respectiva área.

Sumo Sacerdote: institución del post-exilio
El Sumo Sacerdote surgió después del exilio, alrededor del año 530 a.C., cuando ya no existía ningún
rey en Israel. Poco a poco él se volvió la autoridad máxima en la tradición judía. Las referencias a él
que encontramos en el Levítico y en Números son más recientes y no se remontan al período de
Moisés, sino al post-destierro (Lv 21, 10; Nm 35,25.28.32). Había una ceremonia especial para investir
a alguien en el cargo de Sumo Sacerdote.

- Investidura del Sumo Sacerdote: modelada sobre la monarquía
El Sumo Sacerdote recibía la investidura en una ceremonia especial que se desarrollaba en tres actos
que son mencionados en la redacción tardía de Aarón y sus hijos (Ex 29, 4-7; Lv 8, 6-12): la
purificación, la imposición de las vestiduras, y la unción. Después del rito de purificación con el agua,
seguía el rito de la vestidura con la túnica, el manto, el efod y el pectoral. Se cubría la cabeza con un
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turbante, sobre el cual se fijaba la señal de la consagración, y luego se le ungía con óleo. El ritual de la
imposición de las vestiduras y del turbante es mencionado en la visión de la consagración de Josué, el
primer Sumo Sacerdote (Zc 3, 1-9). Ese ritual puede incluso referirse a una tradición muy antigua, en
uso tal vez entre los sacerdotes, pero no en el Sumo Sacerdote, que es una figura posterior al exilio.

La investidura del Sumo Sacerdote trae las características de la investidura del rey en el período de la
monarquía en Israel, antes del destierro en Babilonia, Hasta entonces, sólo el rey era ungido para la
misión de gobernar en nombre del Señor. Ni siquiera los profetas, los escogidos y enviados por Dios,
eran ungidos. De hecho, el Sumo Sacerdote asumió muchas prerrogativas atribuidas al rey, antes de que
la monarquía desapareciera en Israel. Así, el Sumo Sacerdote se volvió el jefe del pueblo y su
representante ante Dios. Tenía también deberes que cumplir en el Templo.

- Sumo Sacerdote: el derecho de ver a Dios de cerca
El Sumo Sacerdote debía ofrecer diariamente el sacrificio en el Templo (Ex 29,38), realizar los ritos
de expiación (Lv 6), y vigilar sobre el Templo, las personas y el culto. Sólo él podía entrar una vez al
año en el Santo de los Santos, lugar sagrado donde Dios se hacía presente en el Templo de Jerusalén.
Ya que sólo él tenía contacto con lo sagrado, su propia muerte era considerada expiatoria para todos los
asesinos que habían huido por la venganza de sangre. En ese día eran liberados y podían volver a sus
casas y profesiones.

En los escritos judíos fueron añadidas otras obligaciones litúrgicas, como la de participar en la
ceremonia en la que era quemada la novilla roja (Nm 19, 1-10); la de presidir las ceremonias
religiosas los sábados, en las tres fiestas de peregrinación; y la de pagar el novillo inmolado en el gran
Día de la Expiación, descrito en el libro del Levítico (Lv 16, 1-34).

- Prescripciones de pureza: hegemonía familiar
El Sumo Sacerdote debía seguir rigurosamente las prescripciones de pureza. De esta manera, tenía
que: pertenecer al número de las familias de descendencia pura; casarse con una Joven virgen,
también ella de descendencia pura (Lv 21, 13-15); evitar el contacto con cadáveres, para no
contaminarse (Nm 19, 11-16; Lev 21, 11); evitar caminar inmediatamente detrás del ataúd de un
difunto, ni rasgarse las vestiduras en señal de luto; aislarse en el aposento a él reservado en el Templo,
durante siete días antes de la ceremonia de la purificación, para evitar el contacto con alguna mujer
por relación sexual o por simple contacto durante su período menstrual.

En el caso de que hubiese contraído alguna de estas impurezas, quedaba impuro durante siete días, lo
que lo imposibilitaba para presidir cualquier ceremonia religiosa. Pero no siempre estas leyes fueron
observadas, sobre todo en el tiempo de Herodes y de los romanos, quienes constituían y destituían a los
Sumos Sacerdotes de sus funciones sin más ni menos. Con todo, a pesar de todas esas obligaciones, el
Sumo Sacerdote gozaba de grandes privilegios que el cargo le confería.

Privilegios del Sumo Sacerdote
El Templo constituía la fuente de la renta del Sumo Sacerdote. Él era el primero en escoger su parte
entre las ofrendas hechas al Templo y destinadas a los sacerdotes. La mayor parte del comercio que se
desarrollaba junto al Templo pertenecía a la familia del Sumo Sacerdote. Él podía confiárselo a los
grandes comerciantes, que le ofrecían comisiones por participar de sus lucrativos negocios.

En el Templo se comercializaba animales para los sacrificios, madera de valor -para mantener
encendido el fuego que permitiera el exhalar del perfume del incienso- y objetos de lujo. A menudo el
Sumo Sacerdote se apropiaba indebidamente tanto de las pieles de los animales como de los diezmos,
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que pertenecían a los sacerdotes. Todo esto muchas veces era conseguido por medio de riñas, chantajes
e incluso asesinatos.

En la vigilancia del Templo el Sumo Sacerdote contaba con la ayuda de los jefes de los sacerdotes, que
ocupaban los cargos de comandantes del Templo, de jefes de las 24 secciones semanales, de siete
vigilantes del Templo y de tres tesoreros. Estos últimos atendían a las finanzas del Templo: inmuebles,
grandes cantidades de dinero y de joyas, administración de las tasas y las ofrendas, así como de los
depósitos particulares. También se encargaban de la provisión de géneros alimenticios y de lo que era
necesario para el culto; de la fiscalización de la venta de las aves y de otros géneros para el sacrificio; y
de la conservación y reparación de los objetos de oro y de plata. Recibían las tasas que se debía pagar
en el Templo (Ex 30, 11-16; Nm 18, 15), así como las ofrendas voluntarias (2R 12,5).

La sala del tesoro quedaba en proximidad del patio de las mujeres. Delante de ella estaba el pórtico
donde Jesús normalmente enseñaba (.In 8, 20). Desde allí Jesús observó a la pobre viuda que depositó
en el tesoro del Templo todo lo que poseía. Él llamó la atención de los discípulos sobre este hecho,
aprovechando para darles una enseñanza (Mc 12, 41-44).

Los sacerdotes.

Al comienzo de la historia de Israel no existía la clase sacerdotal. Eran los patriarcas quienes, ya en
posesión de la tierra, ofrecían el culto a Dios. Cuando la comunidad creció y empezó a organizarse en
tribus, este servicio fue poco a poco centralizado en el Templo y pasó a ser ejercido por la casta
sacerdotal, que ya existía en las tradiciones de otros pueblos, fuera de Israel. La palabra "sacerdote" es
de origen incierto y puede significar "estar de pie". En este sentido, el sacerdote es aquel que está de pie
delante de Dios, en señal de prontitud para servirlo en su pueblo (Dt 10, 8).

En el templo de Jerusalén había siete mil sacerdotes. Estaban encargados de ofrecer los sacrificios y
de conservar limpia y en orden el área a ellos reservada en el Templo. No desempañaban sus
funciones todos los días, pues eran muchos. Estaban divididos en 24 clases sacerdotales. Oficiaban en
el Templo los sábados en la mañana y en la tarde, inmolando el cordero para la realización de los
sacrificios públicos. Para este sacrificio eran necesarios: un sacerdote para inmolar la víctima, otro para
rociar la sangre, otro para ofrecer el sacrificio y otro más para renovar el incienso. En las capas sabre la
mesa de los panes de la presencia (Ex 25, 23-28) y para el cambio semanal de las doce panes (Lv 24,
5-9). Por tanto, se responsabilizaban de las sacrificios de holocausto y de reparación (Lv 4, 1-5, 12; 6,
7-23; 5, 14-26); de las sacrificios de comunión; de las ofrendas de vegetales (Lv 2) y de las panes de la
Presencia; así como de las ofrendas de incienso. (Ex 30, 7-8).

El sacerdote declaraba puro al leproso después de la curación, antes incluso que fuera a Jerusalén. La
persona recibía la confirmación de su pureza después de ofrecer el sacrificio.

Por dos semanas durante el año, los sacerdotes eran escalonados en su turno para oficiar las ceremonias
en el Templo. Todos estaban presentes en las tres semanas de las fiestas de peregrinación. En la
práctica, servían en el Templo, durante cinco semanas al año. Recibían el diezmo, pero eso no era
suficiente, y por eso ejercían otros oficios o profesiones en el lugar donde vivían: normalmente era un
trabajo manual como el de carpintero, tallador de piedra, comerciante, carnicero, criador de ganado,
escriba u otro. Estaban muy cerca del pueblo por su oficio o profesión y por las condiciones de vida
que llevaban.



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Levitas: los sacerdotes marginados
El nombre de Levita viene de Leví, quien, según la tradición bíblica, es uno de los doce patriarcas de
las tribus de Israel. Los Levitas se consideraban sus descendientes. El nombre "Levita" significa
"aficionarse a alguien", "acompañante" (Gn 29, 34) a "dada en prenda al Señor y a su servicio." (Nm 3,
12; 8, 15-19; l Sm 1,28).

Entre los Levitas se escogía a aquellos que ejercerían la función sacerdotal en Israel, aunque no todos
los sacerdotes provenían de los Levitas (Nm 35, 2-8). Samuel, por ejemplo, no era de la tribu de Leví,
pero sí era sacerdote, pertenecía a la tribu de Efraín (1 Sm 1, 1) y servía a Dios en el Templo de Siló. (1
SI, 4). En la ocupación de la tierra prometida, los Levitas no recibieron un territorio propio (Jos 13, 14),
pero tenían el derecho de ocupar algunas ciudades conocidas como ciudades levíticas, que servían
también de refugio a las personas amenazadas de muerte por algún crimen cometido (Jos 17-18; 19).

En algunos textos del libro de Jueces, los Levitas son considerados los más indicados para una función
sacerdotal (Jue 17, 1-3; 18, 1 -31). Moisés pertenecía a la tribu de Leví (Ex 2,1). Ellas tuvieron el
monopolio del sacerdocio hasta el siglo VIII a.C. (Dt 33, 8-11). Pero, a medida que algunos santuarios
comenzaron a destacarse, como los santuarios de Betel y de Jerusalén, los santuarios del interior fueron
considerados de segunda categoría. Por tanto, los sacerdotes que trabajaban en los santuarios centrales
tuvieron más prestigio y comenzaron a ser identificados como sacerdotes levitas, mientras que los
sacerdotes de los santuarios menores y del interior pasaron a ser llamados simplemente levitas, en una
posición de inferioridad.

En el libro del Deuteronomio hay una tentativa de nivelar los derechos entre los sacerdotes levitas y los
levitas (Dt 18, 6-7), pero otros textos confirman la desigualdad que existía (Dt 12, l J -12; 2R 23, 9). La
reforma de Josías agravó la situación de los levitas que obraban en los santuarios de las provincias,
pues muchas de estos santuarios fueron destruidos por falta de ortodoxia. En el libro de Ezequiel esas
diferencias son oficializadas (Ez 44, 6-16). Los sacerdotes levitas servían a Dios, mientras que los
levitas estaban al servicio del Templo (Ez 44, 11.15-16; 40, 45-46). Más tarde, el grupo de la tradición
sacerdotal elaboró unas leyes que colocaron a los levitas al servicio de los sacerdotes (Nm 3,6-9; 8,19;
18, 1-7).

El autor de los dos libros de las Crónicas procura rescatar la importancia de los levitas, confiriéndoles
tareas especiales junto al Arca de la Alianza (1 Cro 15-16) y confiándoles algunos encargos (l Cro
23-26). Ellos ocuparon los primeros lugares en la reforma de Ezequías y Josías (1 Cro 23, 28-29), a tal
punto que comenzaron a igualarse a los sacerdotes y provocaron su descontento (Nm 16,8-11). Los
levitas enseñaban (2Cro 17, 8-9), por ser considerados inteligentes, en el sentido sapiencial (2Cro 35,
3). Eran superiores en número a los sacerdotes (llegaron a diez mil). También estaban divididos en 24
clases, con cinco semanas anuales de servicio en el Templo. No tenían derecho a participar en los
sacrificios ni en el diezmo como los sacerdotes (Nm 18, 8-32). Para su mantenimiento y el de sus
familias estaban obligados a ejercer otros oficios o profesiones.

En el Templo había dos clases de levitas: los músicos, que animaban la liturgia con sus cantos y sus
instrumentos, y debían tener un origen puro, sin mancha, como los sacerdotes; y los porteros, que
cuidaban el Templo y mantenían el orden, controlaban el acceso a los diferentes locales del santuario y
garantizaban su "patrullaje" y vigilancia. En el Templo, los levitas ocupaban el espacio después de los
sacerdotes.

El cargo de sacerdote levita y de levita se obtenía por herencia y no podía ser adquirido de otra forma.
Por eso, era importante probar la pureza de la descendencia por medio de listas genealógicas
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conservadas en los archivos del Templo y en los registros públicos, con la indicación de la fecha de
nacimiento de los antepasados.

Las listas eran continuamente actualizadas con los documentos antiguos que se salvaban de la
destrucción. La pureza ritual debía ser comprobada, tanto por parte del hombre como por parte de la
mujer. En el caso de que la esposa de un sacerdote hubiera sido prisionera en guerra y hubiera
permanecido en cautiverio, ya no podía ser considerada esposa legítima, y los hijos que hubieran
nacido después no podían ejercer las funciones sacerdotales. La misma pureza se les exigía a los
levitas.

La seguridad del Templo
Los guardias del Templo estaban constituidos por tres grupos: los porteros levitas, que cuidaban las
puertas externas del Templo; los guardias de la muralla; y los guardias del atrio de las mujeres y de
los gentiles.

En los Evangelios encontramos referencias a la seguridad del Templo, sometida al Sanedrín, que
funcionaba en ese lugar. Fue ese mismo cuerpo de seguridad que debió participar en la detención y
prisión de Jesús, pues esto explicaría la sorpresa y el cuestionamiento de Jesús cuando los jefes de la
guardia del Tempo (Lc 22, 52-53) -que estaba conformada por la policía levítica (Mc 14, 47)- vinieron
a su encuentro. Además de ellos, el evangelista Juan añadió la participación, también, de soldados
romanos en ese episodio (.Jn 18,3.12).

Juan hace una distinción entre los guardias del Sumo Sacerdote y los servidores de la policía levítica
del Templo (Jn 18, 18). Las palabras de Jesús se vuelven comprensibles si él ha sido detenido por la
guardia del Templo: "Todos los días yo estaba junto a ustedes enseñando en el Templo, y no me
detuvieron... “(Mc 14, 49).

En el libro de los Hechos de los Apóstoles encontramos diversas referencias a "los sacerdotes, el jefe
de la guardia del Templo y los saduceos" (Hch 4, 1) que detuvieron a los Apóstoles para hacerlos
comparecer delante del Sanedrín (Hch 4,5; 5,17-18); vigilaban a los Apóstoles en la prisión (Hch 5,
23-24); y los azotaban (Hch 5, 40). Pablo fue arrastrado por ellos fuera del Templo y llevado a la Torre
Antonia (Hch 21, 30-40).

Para continuar la reflexión

- Buscar en las revistas fotos de ciudades: ¿cuáles son las construcciones mayores y cuáles las
menores? ¿Hay publicidad de Bancos? ¿Cuántas? ¿Hay alguna publicidad o algo sobre religión'?

- Dialogar sobre lo siguiente: En las ciudades o en los pueblos donde nacimos, ¿cuáles eran las
construcciones más importantes? ¿Lo siguen siéndolo hoy? ¿Qué lugar ocupaba antiguamente el
edificio de la iglesia, y qué lugar ocupa hoy en las grandes ciudades?

- Leer Me11, 15-18. Dialogar sobre: En la Tierra de Israel, el Templo era el centro de todos los
aspectos de la vida del pueblo. La religión era usada para justificar la explotación de los más débiles.
Hoy, en nuestras ciudades, ¿cuáles son los edificios que más representan la explotación? ¿Hay
actualmente señales de una religión usada para manipular? ¿Hay también señales de una fe liberadora?




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Folleto 12

  • 1. 225 22 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 12 XII. EL ETERNO ENTRA EN LA HISTORIA 1. EL PUEBLO ANSÍA AL MESÍAS La esperanza de la llegada del Mesías causaba una gran expectativa en el pueblo judío. Jesús apareció como Mesías, aceptado por muchos y rechazado por la mayoría. Aquellos y aquellas que en la persona de Jesús aceptaron al Cristo, se volvieron cristianos y lo acogieron como hijo de María nacido en Belén de Judá Retomando el camino hecho Roma comenzó las primeras intervenciones en Asia por el año 189/190 a.C., cuando Antíoco III, rey de Siria, pidió ayuda al emperador romano. A partir de esa fecha la presencia romana en la región fue aumentando hasta llegar a dominarla completamente en el año 63 a.C. con Pompeyo. Después de muchas disputas y muertes entre los pretendientes al poder del Imperio, Octaviano, quien luego se llamó Augusto, consiguió imponerse. Él concedió al rey Herodes el dominio sobre toda la Judea; y, con la muerte de Herodes en el año 4 a.C., el reino fue dividido entre sus hijos. Arquelao recibió los territorios de Idumea, Judea y Samaría; Herodes Antipas se volvió tetrarca de los territorios de Galilea y Perea; y Filipo gobernó la región de Iturea, Gaulanítida y Traconítida. ¡Se cumplió el tiempo! "Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de Mujer, nacido bajo la Ley" (Ga 4, 4). Esta es la expresión que Pablo usó para hablar del Jesús histórico, humano, nacido de una mujer. Para él, la venida de Jesús llevó el tiempo a su plenitud. Llegaron los tiempos mesiánicos. Llegó el tiempo cumbre de la manifestación salvífica de Dios en medio de la humanidad, a través de su Hijo Jesús. El evangelio de Lucas identifica a esa mujer con María, situándola en el contexto histórico de su época: "Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo e] mundo, Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino. (…) Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta" (Lc 2, 1-5). César Augusto era el emperador romano en los años 7-6 a.C. Bajo su dominio estaba la tierra de Jesús y casi todo el mundo conocido en aquella época. Él dividió el Imperio en Provincias. De vez en cuando promovía en ellas un censo para la recaudación de impuestos y la defensa de sus fronteras. La recaudación de impuestos no siempre era un procedimiento pacífico, principalmente en la tierra de Israel. Algunos grupos más radicales, como los sicarios y los zelotas, predicaban la rebelión armada, mientras que otros, como los herodianos y los saduceos, estaban a favor de los romanos, Otra enorme preocupación del Imperio se refería a la defensa de las fronteras, sobre todo contra los partos, de Mesopotamia, grandes enemigos de los romanos, Entonces, una de las formas de controlar la vida de las provincias era por medio del censo. Se fomentaba la fundación y el fortalecimiento de ciudades helenistas autónomas, porque éstas quedaban bajo la administración directa del Imperio, sin pasar por el gobierno de las provincias. En estas ciudades predominaban las grandes propiedades particulares de tierras. Esto desfavorecía al pequeño agricultor que no estaba en condiciones de adquirir el derecho de ciudadanía romana y estaba obligado a entregar sus tierras y a trabajar como asalariado. 225
  • 2. 226 22 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 12 El Imperio tenía el control de las Provincias, pero concedía una cierta autonomía a los judíos. En las aldeas les era permitido conformar el concejo de ancianos para resolver los problemas internos. En las ciudades también había concejos, constituidos por los ancianos de las familias ricas e influyentes. En la ciudad de Jerusalén había el Sanedrín, que ejerció gran influencia junto con las autoridades y la población en el tiempo de Jesús. Pero el pueblo no estaba contento. No tenía libertad, ni a alguien que hiciese justicia y defendiese sus derechos. En este contexto, creció la expectativa de un Mesías. La fe mesiánica En la época de las tribus, el pueblo de Israel, al pedir un rey, tenía la esperanza de tener a alguien de su lado, que lo defendiera de los enemigos, hiciera justicia y observara el derecho con todos por igual. Dios atendió al pedido. Era como si Dios viniera en socorro de "la aflicción y del clamor de su pueblo" (1 S 9, 16). Pero la experiencia no fue tan exitosa. Sólo unos pocos reyes escaparon de merecer una rigurosa crítica como consecuencia de sus transgresiones; y, entre las excepciones, estaba David (Si 49, 4). De su descendencia, Dios suscitará un nuevo rey. Él sí vendrá a salvar al pueblo (Sal 2, 2; 21; 72; 100; 145), Y su reino no tendrá fin. A partir del exilio en Babilonia, la fe mesiánica se enriqueció con nuevos elementos que parecían evidenciar la llegada del rey Mesías: el rey Joaquín (Ez 1, 2), que estaba encarcelado en esa región, fue liberado y se volvió motivo de esperanza para el pueblo judío (Jr 52,31-34). La expectativa aumentó con Zorobabel, gobernador de Judá, pero no prosperó (Ag 2,20-23; Zc 6, 9-14)2. Él desapareció sin que sepamos cuál haya sido su fin. En aquella época se creía que el rey que estuviese al servicio de la salvación del pueblo sólo triunfaría; pero, contrariamente a ello, Zorobabel fue probado por el sufrimiento, y desapareció. Muchos veían allí la confirmación de la idea de un Mesías siervo, ya conocida en el destierro como Segundo Isaías o Deutero-Isaías (Is 53), que vendría a restaurar la Alianza, el Reino de Dios. Con la desaparición de la monarquía, cesó la profecía clásica, Nació en el pueblo la esperanza de nuevos profetas (Sal 74,9; 99,6-8), pues añoraba el tiempo en que Dios se revelaba por medio de ellos (Zc 7, 7). En el tiempo de Jesús, esa esperanza continuaba (Hch 3, 22; 7, 37; Jn 1, 21). Diversos grupos y movimientos esperaban la llegada de un Mesías que viniera a restaurar la dinastía de David. Cada cual lo imaginaba a su manera: zelotas, herodianos, fariseos, esenios, pobres del Señor, discípulos de Juan, profetas populares... Muchos de ellos esperaban un cambio, de una situación de opresión y dominación a un tiempo mejor, en el que hubiera libertad, justicia e igualdad. Eran los pobres del Señor los que tenían mayor sensibilidad a los problemas del pueblo y creían en la fuerza de Dios y en la unión de los pequeños. Una pequeña parte de éstos acogió a Jesús como Mesías. En la historia de todos los pueblos, en contextos históricos semejantes al del pueblo de Israel, hubo quien se presentara como "Mesías", haciendo propuestas alternativas. En el Brasil de fines del siglo XIX, exactamente en 1893, Antonio Conselheiro representó la esperanza de los más pobres y excluidos del noroeste brasileño. Antonio Conselheiro: tierra y vida para los pobres En Brasil surgieron diversos movimientos de protesta contra la situación de opresión y miseria en la que el pueblo vivía a fines del siglo XIX. El hambre y la pobreza, consecuencias de los grandes latifundios, se agravaron por la sequía que entre 1877 y 1879 llevó a la muerte a unos 300 mil pobladores del Noreste. Muchos se juntaron con los bandidos (conocidos como "cangaceiros"), para asaltar y saquear, como medio para sobrevivir. Otros se agruparon alrededor de un "Mesías", "santo" o 226
  • 3. 227 22 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 12 "beato", para al ¡mentar su esperanza en días mejores. Buscaban una sociedad sin esclavos ni explotados. Querían construir una nueva sociedad. Pero, tanto los bandidos como los "beatos" sintieron la fuerza de la resistencia de las oligarquías republicanas. Unos y otros fueron arrasados por el gobierno. En el estado brasileño de Bahía surgió Antonio Vicente Mendes Maciel, popularmente conocido como Antonio Conselheiro; en Ceará, el Padre Cícero; en el Sur, el monje Joao (Juan) María. Fueron tres movimientos en defensa del pueblo más sufrido, que dejaron huellas en la fe, en la conciencia de la situación política y en la esperanza. Todos ellos fueron ejemplos significativos para ilustrar la perspectiva de la utopía, del sueño de un mundo nuevo. El profetismo de Antonio Conselheiro El profetismo de Antonio Conselheiro nació de su existencia sufrida desde la infancia. Pertenecía a una familia de pequeños propietarios perseguida por los latifundistas del Estado de Ceará. Muy temprano perdió a su padre y tuvo que abandonar los estudios en el seminario para asistir a su familia. No tuvo éxito como comerciante, ni tampoco en el matrimonio. En 1860 se trasladó hacia el serta de Bahía, donde comenzó a predicar utilizando textos de la Sagrada Escritura. Hacía comparaciones y paralelismos de tipo profético. Euclides da Cunha, en su libro "Los sertoes" 5, 1902) refiere algunos discursos de Antonio Conselheiro. Veamos uno de ellos: "En 1896 habrá mil rebaños que correrán de la playa hacia el sertao: entonces el sertao se volverá playa; y la playa, sertao. En 1897 habrá mucho pasto y poco rastro, así como un solo pastor y un solo rebaño. En 1898 habrá muchos sombreros y pocas cabezas. En 1899 las aguas se teílirán de sangre, y el planeta aparecerá en el este como el rayo del sol, como una rama que colindará con la tierra, y la tierra en algún lugar colindará con el cielo (...). Lloverá una gran lluvia de estrellas y ahí será el fin del mundo. En 1900 se apagará toda luz... "ó. El estilo es muy semejante al del texto de Isaías: "Convertiré el desierto en lagunas / y la tierra árida en hontanar de aguas. / Pondré en el desierto cedros, / acacias, arrayanes y olivares/ Pondré en la estepa el enebro, / el olmo y el ciprés a una, / de modo que todos vean y sepan, / adviertan y consideren / que la mano de Yahveh ha hecho eso, / el santo de Israel lo ha creado" (Ts 41, 18b-20).Ambos relatos reflejan la esperanza de vida en que son evidentes las seriales de muerte. Antonio Conselheiro transformó la maleza seca del sertao del Noreste brasileño en tierra fecunda que alimentó a más de 25 mil habitantes. En poco tiempo, Antonio Conselheiro reunió alrededor de sí a muchos esclavos antiguos, campesinos pobres, indígenas y pequeños propietarios expulsados de sus tierras. Todos encontraban acogida en Canudos. "No faltaba apoyo mutuo, comida y mucho rezo. Poco a poco la comunidad fue creciendo, y la ciudad de Canudos se volvió la segunda ciudad más importante del Estado, después de Salvador. Se desarrolló en todos los sentidos, en organización social, política, económica y religiosa, dentro de un sistema esencialmente comunitario y participativo. No había propiedades particulares, pues se consideraba la tierra como don de Dios para todos. Todo lo que se producía en ella era puesto en común: las cosechas, los rebaños y todos los frutos producidos por el trabajo humano. Nadie sufría necesidad alguna. Todos trabajaban. El excedente de la producción era vendido en otras ciudades, y la ganancia era revertida en beneficio de todos. Canudos se regía Con sus propias leyes. No había recaudación de impuestos ni autoridad policial. La venta de bebidas alcohólicas y la prostitución estaban prohibidas"? Antonio Conselheiro no ahorraba críticas incluso contra las autoridades eclesiásticas que se alineaban con la República y la sostenían. A sus ojos ellos eran falsos cristianos, traidores, masones y protestantes. 227
  • 4. 228 22 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 12 No se necesitó mucho tiempo para que el sistema de vida de la comunidad de Canudos comenzara a incomodar a los hacendados de Bahía, y la élite política tuvo miedo de que la idea se esparciera por otras ciudades y regiones. Era preciso terminar con esa iniciativa cuanto antes. El gobierno del Estado, entonces, decidió movilizar sus tropas e invadir Canudos, pero no consiguió dominarla. Por tanto pidió refuerzos al gobierno federal, el cual, en sucesivas intervenciones, consiguió liquidar toda la población, que resistió hasta la muerte. Semilla que muere genera vida La fuente de la predicación de Antonio Conselheiro se hallaba en las Escrituras, sobre todo en los Evangelios. "La propuesta de Canudos tenía sus raíces en el movimiento iniciado por Jesús. Hay una aproximación casi material entre el movimiento suscitado por Jesús y la manera de proceder de Antonio Conselheiro. En Jesús vemos cómo fue el sufrimiento cotidiano de la población de Galilea que lo hizo ir al encuentro del pueblo como un enviado, con un fuerte dinamismo de misión, con la fe de que ese sufrimiento acabaría un día con la llegada del Reino de Dios. ( ... ) Como Jesús, Antonio Conselheiro sabía comunicarse con los hombres y las mujeres lugareños del sertao. Como Jesús, él demostraba una envidiable seguridad al hablar con los pobres del campo, de manera que las multitudes le seguían como quienes siguen a un líder, pues el pueblo percibía que estaba delante de alguien que traía una novedad para los 'desventurados'". La expectativa mesiánica del pueblo en el tiempo de Jesús En medio del pueblo, había diversos grupos y tendencias de esperanza mesiánica. Cada cual imaginaba a un Mesías según sus propios intereses. Para algunos, él debía ser el enviado de Dios; para otros, sería el propio Dios que vendría en persona; y, para otros más, no había necesidad de un Mesías, pues todo debía quedar como estaba. Incluso entre los que esperaban al Mesías como al enviado de Dios, había diferentes expectativas: de un profeta (MI 3,23-24; Is 61, 1); de un rey (Sal 72); de un discípulo (Ts 50, 4) Y de un sacerdote (Mc 1,24). Todos estos títulos ilustran una faceta de la misión del Mesías Jesús, pero no su totalidad. La Resurrección de Jesús dio a los cristianos la llave para la interpretación de las Escrituras del Antiguo Testamento. En él, los cristianos encuentran gran parte de los títulos atribuidos a Jesús y que expresan su identidad de Mesías (Sal 2, 2), Hijo del Hombre (Dn 7, 13; Ez 2, 1), Hijo de Dios (Sal 2, 7; 2S 7, 13), Siervo del Señor (Ts 42, 1; 41, 8); Redentor (Is 4J,]4; Sal J9, 15; Rut 4,15) Y Señor (Dt 3, 24; Job 28, 28; Is 11, 11). Jesús es el Ungido, el Mesías de Dios que vino para todos, aunque no todos lo hayan acogido (Jn 1, 11). "Pero a todos los que lo recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; el cual no nació de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios" (ln 1, 12-13). En los Evangelios es notable la acogida que le brindaron a Jesús los pequeños y excluidos de la sociedad de su tiempo. Él no sólo respondió a las expectativas del pueblo, sino que las superó, pues la gente se maravillaba frente a las obras de Jesús, diciendo que nunca había visto semejantes cosas en Israel (Mt 9,33; 12,23; 21, 20). Los pequeños y excluidos sí encontraron en Jesús el rostro de Dios Padre, que los valoró, los curó, les perdonó, les habló y los amó hasta el fin. En las palabras y actitudes de Jesús, Antonio Conselheiro, la comunidad de Canudos y muchos otros encontraron y siguen encontrando hoy la fuerza para perseverar en su profetismo hasta las últimas consecuencias. Para comprender más a Jesús y su misión, vamos a conocer mejor la situación de la tierra de Israel en el tiempo en que él vivió: las diversas faceta s que envolvían la vida de las personas en los aspectos 228
  • 5. 229 22 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 12 económico, social, político, ideológico, religioso y familiar. Es el contexto histórico en el que Jesús vivió y realizó su misión mesiánica. Para continuar la reflexión En el centro del grupo colocar una caja de cartón que tenga tierra y ramas de plantas con flores y frutas. Al lado de ésta, una caja vacía, en la cual cada persona irá depositando el alimento que traerá, para completar una canasta básica semejante a las que se compra en los supermercados. Al final del encuentro, los alimentos podrán ser destinados a alguien en especial, o repartidos entre los integrantes del grupo, de manera que nadie lleve de vuelta a su casa exactamente lo que trajo, sino que haya un intercambio. En grupos pequeños o en plenaria, dialogar sobre lo siguiente: - En nuestra infancia, ¿oímos historias o presenciamos hechos de división de una herencia familiar? - Las personas, ¿hacían algún tipo de acción cooperativa o de ayuda mutua? - y nosotros, hoy, ¿qué tipo de acción cooperativa o de ayuda mutua acostumbramos realizar? - Leer Is 41, 18-20. 2. LA TIERRA DE ISRAEL EN EL TIEMPO DE JESÚS Jesús nació en un contexto concreto, Judea, según la tradición cristiana. Tierra pobre en cuanto a minería, con una pequeña producción tanto agrícola y pecuaria como pesquera e industrial, y con un reducido desarrollo comercial. Era dominada por el imperio romano y pagaba impuestos al igual que los demás pueblos sometidos. Cf. Ex 21,2-6; 23,10-11; Lv 25, 1-7; Dt 15, 1-18. Situación económica El relieve de la tierra de Israel influye mucho sobre las condiciones económicas de la región: montañas de norte a sur, desiertos en el sur, y poca agua. La propiedad en Israel La propiedad privada en el sector pastoril y agrícola era aceptada en el Antiguo Testamento, pero, en el momento en que el pueblo se asentó en un determinado territorio, surgieron muchas restricciones. Dios es el (único dueño de la tierra (Os 9, 3). Él conquistó esta tierra y se la dio a su pueblo (Nm 32, 7). Esta concepción tea lógica trae consecuencias sociales. Esto indica que el derecho de propiedad no es absoluto. El pueblo de Israel jurídicamente es aparcero del Señor. En esta óptica es releída la ley del año sabático (Ex 23, 10-11); el derecho de los pobres (Lv 19, 9-10); el diezmo (Lv 27, 30-32) Y el rescate del pariente más próximo. Dios era concebido como rescatador o redentor, o incluso como "Go'el" (Lv 25,23-28; Rut 4, 1-12). El echar las suertes como forma de reparto de la tierra entre las tribus, en el tiempo de Josué, indicaba el dominio absoluto de Dios sobre ella (los 13,6; 15, 1), al igual que lo hacía la propiedad familiar transmitida como herencia entre los parientes (1 Re 21, 3). Desde la monarquía hasta el tiempo de Jesús se fueron constituyendo los grandes latifundios, severamente criticados por los profetas Os 5, 8; Mi 2, 2). En Israel se conoce dos instituciones que trataban de impedir el crecimiento de la pobreza y de la esclavitud causadas por las deudas: el año sabático y el año jubilar. El ario sabático se daba cada siete 229
  • 6. 230 23 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 12 años. En el séptimo año, las personas, la tierra y las cosas debían descansar. El esclavo recuperaba la libertad, y las tierras no eran cultivadas, para que recuperaran sus fuerzas. Esta práctica parece haber sido observada en Israel, según el primer libro de los Macabeos (1 M 6, 49-53). El año jubilar debía ser celebrado cada 50 años (Lv 25,8-24). En ese año todas las tierras debían ser devueltas a sus dueños originales, y los esclavos debían ser liberados, aunque esa liberación ya se hiciera cada siete años. No hay, sin embargo, ningún indicio de que esta ley haya sido llevada a la práctica. Agricultura: rosas para el Señor La tierra de Israel, a pesar de ser pequeña, montañosa, con desiertos y con pocas lluvias, tenía en la agricultura su mayor fuente de riqueza. Se desarrolló mucho en el período helenista (323-63 a.C.), a pesar de que las áreas reservadas al cultivo fueran pocas y relativamente pequeñas, como el Valle de Esdrelón (o Yezrael), la planicie de Sarón, la planicie costera y algunos valles situados entre las montañas. En Judea y en Galilea había el cultivo de granos, predominando el trigo, la cebada y el centeno. Los olivos y los viñedos eran cultivados en las montañas; los dátiles, en la región cálida del valle del Jordán; y el bálsamo, en proximidad de Jericó. El lino de Galilea y la lana de las montañas de Judea servían para vestir a la población. En la producción de granos, se destaca el trigo, producido en pequeña cantidad en todas las regiones, y más intensivamente en Galilea. Gran parte del trigo era consumido en Judea, sobre todo en Jerusalén, debido al gran flujo de visitantes con ocasión de las fiestas de peregrinación. El Templo, sin embargo, se servía del trigo producido en tres ciudades de Judea: Macmas, Zanoah y Hafaraim. Esto, para evitar que el trigo se contaminara pasando por SamarÍa, pues los judíos consideraban esa región como territorio impuro. Se cultivaba en gran cantidad la higuera, el olivo y la vid. El higo, el aceite y el vino, además de formar parte de la alimentación, eran exportados a los países vecinos como Egipto y Siria. El aceite usado en el Templo, así como el trigo y el vino, merecían un cuidado especial, no pudiendo ser producidos en cualquier lugar y tampoco provenir de cualquier lugar. Las aceitunas venían de la región de Perea y eran prensadas en Jerusalén, para evitar el riesgo de ser contaminadas y de haber sido ofrecidas anteriormente a alguna otra divinidad. Todo lo que era consumido en el Templo pasaba por una rigurosa fiscalización. En la región de Galilea se cultivaba otros productos como lentejas, arvejas, lechuga, achicoria, berros, granadas, dátiles, nueces y manzanas. Además de las plantas frutales y las hortalizas, se conocía en la región algunas especies de árboles como el sauce, la acacia, el laurel, el ciprés y el pino. Había también algunos cultivos especiales como el del bálsamo y de las rosas, que servían para producir las esencias de los perfumes usados sobre todo en los sacrificios ofrecidos en el Templo. Ganadería: un sentido sagrado En la tierra de Israel, el rebaño más numeroso era el de ganado menor, constituido por ovejas, carneros y cabritos necesarios para el culto. La crianza de reses se daba en la faja litoral; en el sur, en las proximidades de Gaza y Ascalón; y, en Transjordania, en la región de Basán (en el norte) y en las proximidades del río Amón (en el sur). Entre las aves, las gallinas y las palomas eran criadas en las montañas de Judea. Esos animales abastecían los requerimientos de los sacrificios realizados en el Templo. En tan sólo un año, en el Templo se consumía 1.093 corderos o cabritos, 113 toros y 32 230
  • 7. 231 23 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 12 machos cabríos para los sacrificios públicos. Además de las reses, se criaba también animales para el transporte, como camellos, caballos y burros de carga, especialmente en la región norte y sur de Transjordania. El cerdo es considerado aún hoy un animal impuro. Su consumo está prohibido al pueblo judío. Pesca: la bendición del agua El lago de Genesaret y el Mediterráneo constituían la mayor fuente de la pesca, que era el medio de supervivencia de una gran parte de la población, mientras la profesión de pescador era respetada. Muchas pequeñas ciudades y aldeas en las proximidades del lago y del litoral del Mediterráneo tenían pequeñas industrias en las que el pescado era salado y preparado para su comercialización y también para su exportación. Magdala es una de las ciudades próximas al lago de Tiberíades donde los habitantes, en su mayoría, ejercían la pesca. Era la ciudad natal de María Magdalena (Lc 8, 2). Industria: retrato de una cultura En el área "industrial" se destaca la actividad artesanal ligada a la familia y al Templo. En la "industria" familiar, se desarrollaba la actividad ligada al telar para la elaboración de la lana y el lino, así como la vitivinícola y la dedicada al procesamiento de los higos y de los derivados de la leche. En las actividades ligadas al Templo, había los artesanos que trabajaban el hierro proveniente de las montañas de Galaad, el bronce de Arabia, el asfalto del Mar Muerto y la arcilla de la planicie de Sarón. En la ciudad de Jerusalén había diversas profesiones de interés general, ligadas de modo especial a la industria de la lana, del cuero, del bronce, del hierro y de la arcilla usada en la fabricación de vajillas y cerámicas. En el tiempo de las fiestas de peregrinación, algunos servicios se multiplicaban, sobre todo en la ciudad y alrededores: panaderos, carniceros, fabricantes de vino, aguateros, artesanos, copistas para los contratos, zapateros, carpinteros, preparadores de perfumes (ungüentos, incienso y aceites olorosos). Después de Herodes el Grande, la construcción civil tomó un impulso mayor, aumentando el número de albañiles, escultores, fabricantes de mosaicos, talladores en piedra, operarios de la construcción, leñadores, fabricantes de tiendas o carpas. Comercio: luces y sombras de lo cotidiano Existía el comercio interior y exterior. El comercio interior se desarrollaba sobre la base del trueque o intercambio entre los pequeños productores o por medio de mercados y de ferias que ofrecían a los productores la posibilidad de vender sus productos. El excedente de la producción de las aldeas era consumido por la población de Jerusalén, ciudad que contaba con cerca de 50 mil habitantes, y que en la temporada de las fiestas llegaba a 180 mil personas. Había vendedores ambulantes, artesanos y comerciantes que también exponían sus mercaderías en puestos de venta precarios. En Jerusalén había grandes mercados de cereales, de frutas y de legumbres, así como de maderas y de animales, destinados sobre todo a los sacrificios en el Templo. Igual que en otros grandes centros, existía también el mercado de esclavos. En el comercio exterior se daba la importación y exportación de productos. La importación era pequeña, pero provenía de diversas regiones. Desde el Líbano se importaba cedro y leña (de higuera, nogal y pino) para los sacrificios. De Arabia venían el cobre, el incienso y muchos aromas comercializados por los elaboradores de perfumes. Desde las montañas de Galaad llegaba el hierro; del Mar Muerto, el asfalto; y de Galilea, Babilonia y la India, los paños de seda para confeccionar las vestimentas en escarlata, el biso' y la púrpura para el Sumo Sacerdote y la aristocracia civil y religiosa. Desde Corinto llegó el bronce para la fabricación de la puerta del Templo. La exportación era igualmente pequeña, constituida predominantemente de cereales, frutas, aceite y bálsamo, y realizada 231
  • 8. 232 23 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 12 por judíos que residían en el extranjero y que allí comercializaban esos productos. Las vías conocidas y utilizadas para el transporte de los productos eran por tierra y por mar. Vías marítimas: progreso y sometimiento El transporte de mercaderías se desarrollaba normalmente por la vía marítima, por medio de barcos y veleros, por los puertos modestos de Dar y Jaffa, y por los puertos más importantes de Cesarea Marítima en el Mediterráneo y de Elat en el Mar Rojo. Este último tenía mucho movimiento y se comunicaba con diversos países. El tráfico marítimo era controlado por los griegos, los sirios y los romanos. Vías terrestres: peligros y soluciones Además del transporte marítimo, las mercaderías eran llevadas también por vías terrestres por medio de caravanas de camellos y burros y otros animales de' carga, y por medio de carretillas para las distancias cortas. El caballo y la carreta eran mucho menos usados. Las vías internacionales, que ya tuvimos la oportunidad de conocer, eran la "Vía Marítima", que pasaba a lo largo de la costa del Mediterráneo, llegando hasta Azor, de donde seguía hasta Damasco; y la "Vía Regia ", que atravesaba las montañas de Transjordania en las proximidades del desierto, llegando hasta Arabia. Había otras vías secundarias y locales, que interesaban a los romanos y al comercio interior de la tierra de Israel. Normalmente se viajaba en caravana, a causa del peligro de asaltos, muy frecuentes en la región. En el Evangelio de Lucas conocemos la parábola del buen Samaritano, que relata la experiencia de un hombre que viajaba solo de Jerusalén a Jericó y fue asaltado (Lc 10, 30). Las vías terrestres y marítimas favorecían el comercio hecho sobre la base del trueque o con monedas. Moneda: el peso de la mano dominadora En el tiempo de Jesús, las monedas más usadas en la tierra de Israel eran de tres tipos: la moneda oficial romana; la moneda provincial griega, acuí1ada en Antioquía de Siria y Tiro; y la moneda judía, hecha tal vez en Cesarea Marítima. Eran acuí1adas en oro, plata, bronce o latón. Las monedas de plata tenían mayor circulación en el país. Correspondían al denario romano, a la dracma griega y al shékel judío. La moneda oficial del Imperio más en uso en la región era el denario romano; en la provincia de Siria, la dracma griega; mientras que la moneda local era el shekel judío. El denario y la dracma tenían el mismo valor. Ambos correspondían a un día de trabajo de un trabajador manual. Un shekel judío correspondía a cuatro den arios romanos o a cuatro dracmas griegas. En el Evangelio aparecen también el talento, la mina y la libra. El talento aparecía como moneda y unidad de peso. En cuanto moneda, equivalía a 6.000 dracmas o denarios. Y, en cuanto medida de peso, correspondía a aproximadamente 34 kg Y 272 gramos. Un talento correspondía al peso de 60 minas y 3.600 shékeles. Un shékel pesaba 11.5 gramos, mientras que una mina pesaba 571 gramos. En el Nuevo Testamento encontramos una referencia al talento únicamente en Mateo y en el libro del Apocalipsis. En Mateo, se habla de talentos en la parábola del deudor implacable que debía diez mil talentos (Mt 18, 24), Y en la parábola de los talentos que el patrón al viajar distribuye a sus siervos, según la capacidad de cada uno (Mt 25, 14-30). Lucas narra la misma parábola de Mateo, pero en lugar del talento usa la mina, moneda de origen fenicio (Lc 19, 10-27). Por su parte, el libro del Apocalipsis hace referencia a las siete plagas de las siete copas y concluye mencionando cómo "un gran pedrisco, con piedras de casi un talento de peso, cayó de'! cielo sobre los hombres" (Ap 16,21). 232
  • 9. 233 23 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 12 La libra romana corresponde a una medida de peso: 320 gramos, un poco más de la mitad de una mina. La libra aparece dos veces en el Evangelio de Juan: la primera, en el relato de la unción de Jesús en Betania, cuando María, hermana de Lázaro, compró nardo puro por una libra -"muy caro" (J n 12, 3)- y con él ungió los pies de Jesús; la segunda, en el relato de cuando Nicodemo trajo una mezcla de mirra y áloe del valor de unas cien libras para embalsamar el cuerpo de Jesús (Jn 19,39). La costumbre de pesar las monedas en vez de contarlas era tarea de los banqueros, los cambistas y los cobradores. Tanto para la importación como para la exportación, el pago se realizaba mediante esas monedas, aunque en las aldeas hubiese todavía la costumbre del trueque de mercancías. Además de las medidas de peso, había medidas de longitud y medidas de capacidad en la venta de determinadas productos, como el tejido o el vino, respectivamente. En el Nuevo Testamento aparece con frecuencia el codo como medida de longitud (45 cm); el palmo (22,5 cm); la mano (7,5 cm); el dedo (1,8 cm); el estadio (185 m); la milla romana (1.479 m); y la legua (5.550 m). Entre las medidas de capacidad para productos sólidos predominaba el celemín (15 litros); y, para los productos líquidos, la metreta (45 litros). Tanto la exportación como la importación eran pequeñas. En las exportaciones del sector alimenticio predominaban los cereales, las frutas, el aceite y el pescado. Normalmente el comercio de estos productos era hecho por los judíos que residían en el extranjero y que allí los comercializaban. Costo de vida: sacrificio y explotación El costo de vida en la ciudad de Jerusalén era muy caro. Allí y en los alrededores había poca materia prima y poca agua, además de las dificultades de acceso, por La estar situada entre montañas y quedar lejos de las grandes vías de comunicación. Existían muchos especuladores que se aprovechaban de la situación. Impuestos: el yugo de Roma sobre el pueblo En el tiempo de Herodes el Grande (34-4 a.C.), se implantó un riguroso régimen fiscal que continuó después de su muerte. En el año 6 d.C., cuando Arquelao fue depuesto, el gobierno establecido por Roma no fue más condescendiente que aquél. Por el contrario, exigió enseguida un nuevo censo de personas y bienes. Muchos israelitas del Norte y del Sur se rebelaron contra estas medidas. En Judea, Judas el Galileo fomentó una revuelta, aunque duró poco tiempo (Hch 5,37) En la ciudad de Ancara se erigió un monumento en homenaje a César Augusto, donde se inscribió tres fechas de censos: el 28 a.C.; el 8 d.e. y el 14 d.C. Los judíos debían participar en estos censos en sus ciudades de origen. En el tiempo de Jesús, Herodes Antipas gobernaba la región de Galilea y Perea. Recibía directamente los impuestos recaudados y transfería una gran parte de ellos al imperio romano. En Judea había impuestos directos e indirectos. Los impuestos directos eran cobrados por los agentes del fisco imperial. Estaban gravadas la tierra y las personas. El impuesto sobre la tierra afectaba tanto a los pequeños como a los grandes propietarios con el 20-25% sobre la producción, mientras que el impuesto sobre la persona era proporcional a la renta del individuo. Los impuestos indirectos, que eran muy pesados, eran recaudados de diferentes maneras: en las aduanas; en los puestos de control y cobranza establecidos en determinadas encrucijadas de grandes caminos; en las entradas de las ciudades; y, en los mercados públicos. Había grupos organizados, 233
  • 10. 234 23 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 12 conocidos como publicanos o cobradores de impuestos: sus jefes eran los encargados del fisco, y los empleados subalternos revisaban el bagaje y las pertenencias de los viajeros. El control de la cobranza de estos impuestos era responsabilidad de un procurador financiero o de un ciudadano romano. Impuestos religiosos: las sombras de la fe judía El pago del diezmo no era una exclusividad de Israel. Existía también entre los egipcios y los mesopotámicos Era el pago a los dioses en sus respectivos templos. Según los escritos bíblicos, el diezmo ya se cobraba en el tiempo de Abraham (Gn 14, 20) Y de Jacob (Gn 28, 22). En la Ley atribuida a Moisés hallamos bien detallados el contenido y la forma del diezmo: debía ser pagado sobre la tierra -porque ésta pertenece a Dios sobre las plantas y sobre los animales. Era pagado integral mente; y debía ser entregado a los Levitas, porque éstos no habían recibido una porción de tierra entre las tribus (Nm 18, 21-32). El diezmo no debe ser confundido con la oferta de las primicias (Ex 22, 28-30). De todo el diezmo recogido, se debía reservar el 10% (es decir, "el diezmo de los diezmos", la reserva de Yahveh, según Nm 18,26) para los sacerdotes. No podía ser entregado en cualquier lugar, sino en el lugar que el Señor escogiera en una de sus tribus (Dt 12, 1 -14; 14, 22-29). Este lugar en la nueva tierra era Jerusalén (Os 12, 14). Allí debía hacerse una comida sagrada en la cual debían participar los Levitas (cf. Ot 12, 7). A causa de las distancias, las personas podían sustituir el producto con su equivalente en dinero (Dt 14,24-26). Hay divergencias entre los estudiosos en cuanto al número de diezmos que se pagaba: si eran dos o tres. Comparando el Deuteronomio (Dt 14, 22-29) con el Levítico (Lv 27) y Números (Nm 18) parece que eran tres: el diezmo que debía darse a los Levitas (Os 14, 27; Nm 18,20-24); el diezmo a pagarse para el banquete ritual; Y el diezmo de cada tres años para los pobres de su propia región. Había personas que eran estrictas en la observancia de estas contribuciones (Lc 11, 42); otras, sin embargo, no lo eran tanto (Mt 3, 8-10). En la antigua Alianza el diezmo se destinaba a Dios y a las personas y/o a la comunidad. El diezmo debido a Dios no era visto como un fardo pesado, sino como un don entregado Con alegría, porque lodo pertenece a Dios y de él lo recibimos (2Co 9, 7). Debía ser Considerado un gesto de sumisión y dependencia. El diezmo dado a las personas o a la comunidad favorecía a los Levitas, que no ejercían actividades comerciales (Nm 18,21), a los pobres, a las viudas y a los huérfanos, que eran sustentados Con el diezmo del tercer año. Ayudas para el desarrollo del tema: Hacer circular en el grupo los documentos habitualmente usados en las transacciones económicas: cheques, pagarés, letras de cambio, comprobantes de pago, etc. En grupos pequeños o en plenaria, dialogar sobre lo siguiente: • ¿Dónde guardaban sus ahorros nuestros abuelos? • En nuestra infancia, ¿qué se cultivaba en la agricultura? ¿Qué animales criaban las familias? ¿Cuáles eran los oficios o las profesiones más comunes de los padres de familia? • Nuestra región, hoy, ¿es diferente O sigue como antes? • La vida del pueblo, ¿mejoró o empeoró? Leer Mt 25, 14-30 que se refiere a la parábola de los talentos y que refleja las costumbres económicas de la época de Jesús: moneda extranjera, patronos y siervos, negocios y rentas, banqueros e intereses... 234
  • 11. 235 23 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 12 3. SITUACIÓN POLÍTICO-SOCIAL EN EL TIEMPO DE JESÚS La sociedad judía del tiempo de Jesús, como todas las sociedades, se componía de ricos y de pudientes (personas que podían proveerse de lo necesario), así como también de pobres, de esclavos y de miserables. Los ricos integraban la corte y la aristocracia tanto sacerdotal como laica o seglar: los pudientes eran los propietarios de tierras, de casas de comercio y de talleres artesanales. Los pobres eran, en su mayoría, los jornaleros o asalariados. Los esclavos, judíos o paganos, eran comunes en la época y vivían a merced de sus patrones. Finalmente, los miserables sobrevivían sobre la base de limosnas y de la ayuda de otros en forma tanto individual como institucional. Ricos: los dueños del poder En el tiempo de Jesús, la corte estaba constituida por la familia de Herodes y por sus partidarios, quienes retenían en sus manos gran parte de la riqueza. Lograban conservar sus intereses y privilegios porque apoyaban el sistema de dominación de los romanos. Ocupaban áreas y espacios reservados junto al palacio y al Templo, y en lugares bien situados. La aristocracia laica estaba conformada por los grandes comerciantes, dueños de grandes mercados, por los jefes del sistema de recaudación de impuestos para el Imperio, y por los grandes propietarios de tierras. Para el pueblo judío era difícil convivir con esta realidad, porque no correspondía con sus principios religiosos, según los cuales la tierra era propiedad de Dios, y debía servir para el sustento de todos. En los Evangelios conocemos algunos nombres de los que pertenecían a la aristocracia laica: Zaqueo, jefe de los publicanos (Lc 19, 2); Nicodemo y José de Arimatea, miembros del Sanedrín (Jn 3, 1; Mc 15,43). La aristocracia sacerdotal estaba conformada por el Sumo Sacerdote y por los jefes de los sacerdotes, que constituían el alto clero y también eran propietarios de tierras y dueños del comercio de animales para los sacrificios. En diversos momentos Jesús entró en conflicto con los sacerdotes, por la manera como juzgaban y discriminaban a las personas de acuerdo con las leyes de lo puro y lo impuro (Mc 7, 1-9). Jesús relativizó sus privilegios (Mc 2, 23-28 y señaló la oposición entre su comportamiento (Lc 10, 31) Y las exigencias de las Escrituras (Mt 12, 7). Los más influyentes formaron parte de los que condenaron a muerte a Jesús. Pudientes: necesarios para la estructura religiosa Los pudientes eran, en aquellos tiempos, los que hoy constituyen nuestra clase media: los artesanos, los pequeños propietarios de talleres y de casas de comercio. Entre ellos se encontraba también el bajo clero, que recibía una parte de las víctimas ofrecidas en sacrificio en el Templo (Lc 2,24). Ellos ejercían diversas profesiones que estaban ligadas a los principales productos agrícolas o industrial izados de Israel: grano; artículos de lana, alfombras, mantas, tejidos, ungüentos de resinas, aceite e incienso. La mayor cantidad de artículos de lana era fabricada en Judea; la de lino, en la región de Galilea. En general, era la mujer la que ejercía el oficio de tejer con el telar. Ligada a este oficio, había la función del encargado de impermeabilizar los tejidos provenientes de la tejedura: era un oficio real izado mayormente por no judíos. Luego el sastre recibía el tejido y confeccionaba la ropa y la exponía a la vista del público. Había también los que comercializaban ropas de cuero y sandalias. La prosperidad de los comerciantes y artesanos dependía del movimiento que hubiese en el Templo. Entre los artesanos había panaderos, sastres, perfumistas, carpinteros, tejedores, entre otros. Algunos oficios estaban ligados a la acogida y al hospedaje de los peregrinos. En el período de las fiestas el consumo debía ser muy elevado, pues cada judío tenía que gastar, por ley, todo el segundo diezmo. Aunque muchos no cumpliesen esta disposición, había sin embargo quienes ciertamente eran fieles 235
  • 12. 236 23 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 12 cumplidores (Dt 12, 17-18). Este gasto debía ser hecho en alimentación, vestidos, perfumes u objetos de lujo. La profesión de herrero, que trabajaba el hierro y el bronce, pronto se trasformó en industria de guerra, la cual fabricaba maquinaria bélica, espadas, corazas y proyectiles. El artesano artístico trabajaba con el oro, haciendo adornos en general, especialmente para la cabeza, insignias, diademas y sellos con figuras acuñadas. En el libro de los Hechos de los Apóstoles encontramos referencias a la profesión de platero (Hch 19, 23-40). También el copista formaba parte de las profesiones artísticas. Los oficios ligados a la alimentación -panaderos, carniceros, aguateros- eran más frecuentes en Jerusalén en el período de las grandes fiestas. El Evangelio de Marcos hace referencia a un hombre que cargaba un cántaro de agua (Mc 14, 13). Los trabajadores del lagar transformaban las aceitunas en aceite y la uva en vino. El lagar era una especie de tanque en el que se exprimían totalmente algunos productos como las aceitunas y la uva. Tales trabajadores manejaban también la prensa para la fabricación del bálsamo, que era extraído de muchas plantas y era utilizado como medicamento, como incienso y como fragancia. En el Evangelio encontramos diversas referencias al bálsamo: Mc 16, 1; Lc 23, 56-57; Jn 19,39. En el Templo había algunos oficios que estaban al servicio de los peregrinos y del propio Templo. Los panaderos preparaban los panes que eran ofrecidos y cambiados diariamente sobre el altar de la proposición o de la Presencia. Los perfumistas preparaban el incienso y los aromas para ser ofrecidos y quemados para Dios. Los encargados de las fuentes abastecían el agua para las abluciones y para la limpieza del Templo. El medico cuidaba de la salud de los sacerdotes. Los barberos atendían a los hombres que venían a cumplir los votos de nazireato, así como a los que se consagraban como Levitas y a los leprosos después de su purificación. En el campo había los pequeños agricultores, que producían para su propia subsistencia, y que por medio del trueque obtenían lo que les faltaba. Esta forma de comercio favorecía al agricultor que así evitaba pagar las tasas en los mercados. En Judea y en Samaría las áreas agrícolas eran menores y de tipo familiar, mientras que en Galilea las propiedades eran mayores y, consecuentemente, tenían una mayor producción. Los productos eran exportados a través del puerto de Cesarea Marítima. Había discriminación y prejuicios respecto de algunos oficios, como en el caso de los que trabajaban en el telar, Éstos no eran bien vistos en la sociedad, porque su trabajo era considerado de naturaleza femenina; el ollero, que fabricaba vasijas y otros utensilios domésticos, tenía fama de mentiroso; el curtidor, que trabaja con las pieles de los animales, era despreciado por el mal olor que emanaba; el pastor tampoco gozaba de buena fama, porque se le acusaba de apropiarse del pasto ajeno. Además de éstos, había los pobres que dependían de su propia fuerza de trabajo y de la caridad de los demás. Pobres: los más cercanos a Jesús Formaban parte de los pobres los trabajadores jornaleros de los mercados y de las fabricas de artesanías, así como los aguateros y los leñadores. Entre ellos había, incluso, los pobres "profesionales", que sobrevivían gracias a la caridad y a la limosna de los otros, y eran los escribas y los mendigos. Los escribas eran conocidos también como maestros o rabinos. Enseñaban la Ley y las Escrituras sin recibir pago obligatorio alguno por este trabajo, sino que vivían de lo que los alumnos y el pueblo les ofrecían. 236
  • 13. 237 23 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 12 La familia de Jesús era modesta. José ejercía el oficio de carpintero (Mc 6, 3). En la presentación de Jesús en el Templo, ellos dieron la ofrenda de los pobres, "un par de tórtolas y dos pichones" (Lc 2, 24). Los ricos acostumbraban ofrecer un cordero (Lv 2, 6). Según la tradición cristiana, Jesús trabajó con José en la carpintería. Algunos textos del Evangelio sugieren la condición de pobreza y precariedad en la vida pública de Jesús (Lc 9, 58). Él recomienda la pobreza y ensalza a los pobres, porque éstos acogen su mensaje (Mt 5,1-10). Jesús y sus discípulos pertenecían al grupo de los pobres, aunque muchas veces Jesús era llamado Maestro o Rabbí (Mt 8, 19; 12, 38; Lc 3,12; Jn 1,38; 3, 2). Parece que Jesús vivió pobre y modestamente de lo que el pueblo le ofrecía, como los demás maestros. En el Evangelio hallamos algunas referencias a las invitaciones que él y sus discípulos recibían para alguna comida en casa de personas que conocemos: Mateo (Mt 9, 11); Marta, María y Lázaro (Lc 10,38-42); Simón (Lc 7,1) y Zaqueo (Lc 19, 1-10). Jesús reprocha severamente la actitud de algunos escribas que amaban ocupar los primeros puestos en las sinagogas y los asientos más honoríficos en los banquetes, y se aprovechaban de la situación de las viudas (Mc 12,38-40). La limosna era una de las prácticas más recomendadas en la tradición de Israel, además de la oración y el ayuno. El pueblo judío era incentivado a la práctica de la caridad por medio de la limosna. Entre los judíos no debía existir ni un solo pobre (Dt 15,4). La situación de empobrecimiento provocada por los impuestos, las deudas contraídas y las sucesivas dominaciones extranjeras dejó un saldo negativo de muchos pobres, desempleados y mendigos. Esclavitud: la Torá le pone límites Muchos se volvían esclavos, perdiendo así su libertad, al ser hechos prisioneros en una guerra, o a causa de un hurto o de importantes deudas contraídas sin posibilidad de pago, o por préstamos no restituidos, o por otros motivos. En la tradición israelita sólo podía volverse esclavo el hombre y la hija con menos de 12 años de edad. El hijo y la mujer no podían ser reducidos a esclavitud. La hija, cuando llegaba a cumplir 12 años, adquiría la libertad, a no ser que su señor quisiese casarse con ella. El hombre quedaba esclavo un máximo de seis años, después de los cuales era liberado por la ley del año sabático (Ex 21, 2; J r 34,8-22). El esclavo judío, jurídicamente, era igual al hijo mayor de su señor. Tenía iguales condiciones de alimentación, vestido y alojamiento para sí y su familia. No estaba obligado a algunos trabajos, como el de lavarle los pies a su dueño. Aunque vivía en condiciones humanas favorables, no tenía libertad. Si algún judío era sometido a esclavitud de un señor pagano, la familia tenía el deber de rescatarlo (Lv 5, 39-40). El esclavo pagano de un judío era considerado su propiedad privada. Era comprado para siempre, y el precio era establecido según las cualidades que tenía. Podía llegar hasta cien minas, pero normalmente valía 20 minas (una mina correspondía a cien días de salario). Estaba obligado a hacer todo lo que su dueño le mandaba. Por su lado, el patrón no podía infligirle a su esclavo ciertas mutilaciones, y era considerado responsable en caso de que lo asesinara aun involuntariamente. Para este tipo de faltas había puniciones detalladas (Ex 21, 20-26s). Por razones de pureza legal, el esclavo pagano no podía morar en la misma casa de un judío, ni preparar sus comidas. Por eso, el esclavo debía ser circunciso después de un año de adquirido. En caso 237
  • 14. 238 23 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 12 de que no se sometiese al rito de la circuncisión, debía ser vendido a otro propietario, pero pagano. La circuncisión del esclavo pagano no, lo igualaba al esclavo judío, sino que únicamente suprimía su impureza legal. El esclavo era dispensado de las obligaciones religiosas. La esclavitud es contemporánea a Jesús. En los escritos del Nuevo Testamento encontramos muchas referencias al esclavo en sentido físico (Jn 8, 33; Hch 7, 7; Flm 16); al esclavo en sentido moral, en cuanto sometido al pecado (Jn 8, 34; Rm 6, 6; Ga 4, 7); y, sobre todo, al esclavo en sentido espiritual, como opción consciente: "Me hice esclavo de todos, para ganar a los más que pueda" para Cristo (ICo 9,19; lCo 7, 22-23). Había además los miserables, que dependían totalmente de la ayuda de las demás personas. Miserables: los indeseables de la sociedad Había muchos marginados y excluidos del entorno y conjunto, social a causa de su propia condición de extrema pobreza y falta de higiene, como los leprosos (Mc 1,40-45), los mendigos, los poseídos por el demonio (Mc 1,32-34), los enfermos mentales, los ciegos y los cojos. Jesús acogió (para sacarlas de su situación) a las personas que llevaban una vida irregular, como las prostitutas, los criminales y los ladrones. Jesús estaba rodeado de personas marginadas, que vivían a lo largo de los caminos pidiendo limosna. Varias veces, mientras caminaba, lo interrumpieron los ciegos y los enfermos que le pedían ayuda a gritos (Mc 10, 46¬52). Mateo narra cómo Jesús, después de haber curado la hija de una mujer cananea, subió al monte y se sentó allí. "Y se le acercó mucha gente trayendo consigo cojos, lisiados, ciegos, mudos y muchos otros; los pusieron a sus pies, y él los curó. De suerte que la gente quedó maravillada al ver que los mudos hablaban, los lisiados quedaban curados, los cojos caminaban y los ciegos veían; y glorificaban al Dios de Israel" (Mt 15,30-31). Mendigos y miserables había en todas partes, pero vivían de preferencia en Jerusalén, donde la afluencia de los peregrinos era mayor y representaba una ventaja para ellos, además de que allí recibían mayor ayuda también de forma institucional. Un espacio para la solidaridad En Israel había algunas prácticas de caridad a favor de los más pobres: el tercer diezmo (diezmo del tercer año), destinado a ellos; la autorización para pescar libremente en el lago de Genesaret; y el permiso que los dueños de un campo les reconocían a los pobres de recoger las espigas y rastrojos dejados por los segadores, así como de pastar el rebaño en su propiedad, y de cortar hierba en sus prados o recolectar leña en sus bosques. Estas prácticas no erradicaban el problema social del hambre y de la miseria, pero aliviaban las necesidades inmediatas de gran parte de la población. La limosna individual era muy recomendada también en el tiempo de Jesús. Era una de las obras de caridad más practicada en la tradición religiosa judía (Mt 6, 2-4; Lc 11,41; 12, 33; 18, 35). Muchos grupos religiosos cumplían rigurosamente la práctica de dar limosnas. También el grupo de Jesús había encargado a Judas de cuidar la bolsa donde se depositaba la limosna destinada a los más pobres. En el tiempo de Jesús se conocía dos instituciones de beneficencia pública: la canasta de los pobres y el plato de los pobres. En la canasta de los pobres se recogía alimentos y ropa que serían distribuidos, una vez a la semana, a los que más carecían de ellos. Y el plato de los pobres era la distribución de la sopa diaria a los menesterosos. Estas dos instituciones, en Jerusalén, estaban a cargo del Templo. Allí había también un cofre donde se depositaban las ofrendas para los más pobres (Mc 12,42). La condición social del ciudadano dependía en gran parte -y aún hoy sucede igual- de la forma como era conducida la política del país. En Brasil, Antonio Conselheiro, por medio de su predicación y 238
  • 15. 239 23 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 12 movido por un ideal comunitario y cristiano, consiguió formar una sociedad donde no había ricos y pobres, donde todos eran iguales y tenían dignas condiciones de vida. Pero no logró sobrevivir, a causa de una política que privilegió a los latifundistas y a los más ricos. En el tiempo de Jesús no fue diferente. Israel era un país estrictamente controlado por el imperio romano y subyugado por los impuestos externos e internos. Para la mayoría de la gente del pueblo no había condiciones para tener siquiera una vida digna y justa. EL PODER POLÍTICO-RELIGIOSO EN JUDEA Imperio romano: aparente armonía Los emperadores romanos, por lo general, respetaron y confirmaron todos los derechos de los judíos, en Roma y en el Imperio, y les permitieron practicar su religión, sin ser obligados a prestar culto a los dioses. Reconocieron legítima la observancia de las leyes judías, y concedieron a las sinagogas cierta autonomía en la administración de la justicia, aunque bajo la mirada de los magistrados romanos. El Sanedrín tenía el permiso de recibir de los judíos el impuesto de la dracma ("didracma"). Pero esto no representaba una autonomía plena en la dirección de los destinos políticos de su país. Su autoridad se restringía más al campo religioso, aunque ejerciesen cierta influencia sobre las autoridades civiles de su tiempo. El Sanedrín: el poder, político-religioso El Sanedrín tenía cierta influencia en las decisiones que el Imperio tomaba sobre la región, porque era constituido por la flor y nata de la sociedad. ¿Qué era el Sanedrín? La palabra "sanedrín" (synédrion) significa "reunión, asamblea", en lengua griega. Se refiere al grupo de 71 hombres que conformaban el tribunal supremo de los judíos en el tiempo de Jesús. Era la más alta Corte de justicia. Tiene su origen en el Antiguo Testamento, pero no se sabe con certeza en qué período. El Talmud apunta hacia los 70 sabios escogidos por Moisés (Nm 11, 24); algunos estudiosos actuales sitúan sus inicios en el período persa; otros, en el período griego. Con la extinción de la monarquía en el año 587/6 a. C., los jefes de las familias más importantes del linaje de Israel asumieron la guía del pueblo. Gradualmente este grupo se fue consolidando al final del período persa (Esd 5, 9; 10, 8) y en el período griego (lMc 12, 35). Formaban parte de él los representantes de la aristocracia laica, constituida por las familias ricas y tradicionales de Jerusalén; los representantes de la aristocracia sacerdotal, integrada por los miembros de las grandes familias sacerdotales de la época, que eran mayormente del partido de los saduceos; y, finalmente, el grupo de los escribas, que pasó a formar parte del Sanedrín en el gobierno de Alejandra Salomé (76 a.C.): estos últimos eran miembros de la pequeña burguesía, casi todos del partido de los fariseos. En los Evangelios, los miembros del Sanedrín son identificados normalmente como ancianos, Jefes de los sacerdotes y escribas. El grupo de los ancianos era integrado por los miembros de la nobleza laica. Se trata de los ancianos que aparecen en los Evangelios. Ellos entran continuamente en confrontaciones con Jesús y sus discípulos, reclamando la observancia de las tradiciones de los antiguos (Mt 15,2; Mc 7,5; Lc 9, 22). Los Hechos de los Apóstoles y las cartas del Nuevo Testamento, cuando hablan de los ancianos, no se refieren al mismo grupo, pues hablan de los responsables de las comunidades cristianas (Hch 11, 30; 15, 6; 21, 18). Conocemos, sin embargo, el nombre de un anciano que probablemente hacía parte del Sanedrín: José de Arimatea. Lucas lo presenta como a un hombre bueno y justo (Lc 23, 50); Mateo, como a un hombre rico y discípulo de Jesús (Mt 27, 57). Marcos y Juan, junto con Mateo, afirman que, después de la muerte de Jesús, fue a pedir su cuerpo, lo embalsamó y lo colocó en un sepulcro nuevo (Mc 15,43-46; Jn 19,38-41; Mt 27,57-58). 239
  • 16. 240 24 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 12 Los Jefes de los sacerdotes formaban parte de la alta aristocracia sacerdotal junto con el Sumo Sacerdote en ejercicio, que normalmente presidía el Consejo. En los Evangelios son identificados como "los jefes de los sacerdotes" y los sumos sacerdotes, de los cuales conocemos los nombres de Anás y de Caifás, corresponsables de la muerte de Jesús. El tercero y último grupo que integraba el Sanedrín eran los Escribas. Ellos tenían por tradición el poder del conocimiento. Nicodemo fue identificado por Juan como un notable y por Jesús como "maestro en Israel". Él formaba parte del Sanedrín por ser escriba (Jn 3, 1.19; 7, 50). Rabbán Gamaliel 1, probable maestro de Pablo, era fariseo y escriba y también pertenecía al Sanedrín (Hch 5, 34). Ancianos, jefes de los sacerdotes y escribas constituían el Sanedrín en el tiempo de Jesús y tenían algunos poderes, que eran mayores o menores según quién gobernaba el país. Sanedrín: la autoridad sumisa En el tiempo de Herodes el Grande, el poder del Sanedrín era limitado. Bajo el gobierno de los Procuradores romanos, tenía mayor autonomía en las cuestiones religiosas y civiles. Representaba no solamente una asamblea con poderes de gobierno, sino sobre todo una Corte de justicia. Hay momentos en los que la autoridad del Sanedrín parece limitarse a Judea, cuando Jesús, siendo judío, dependía de Herodes Antipas (Lc 13, 31). En otros momentos la autoridad del Sanedrín parece extenderse también sobre los judíos de la diáspora, cuando Pablo pide al Sanedrín callas credenciales para arrestar a los judíos convertidos a la fe cristiana en Damasco, y por tanto fuera del territorio de Judea (Hch 9, 2). Para algunos historiadores, el Sanedrín tenía el derecho de aplicar la pena capital, como en el caso de Esteban (Hch 7, 55-60), quien murió apedreado (sentencia de muerte en uso entre los judíos en esa época). Para otros, el Sanedrín tenía tan sólo el derecho de pronunciar la sentencia capital, que debía ser ratificada luego por el Procurador romano, como en el caso de Jesús, quien murió crucificado (sentencia de muerte en uso entre los romanos en esa época). Ésta parece haber sido la función del Sanedrín en la condena de Jesús (.Jn 18, 31). El imperio romano ejercía el poder sobre el pueblo y las autoridades locales, pero concedía al Sanedrín algunos derechos en la gestión interna de la comunidad judía. El Sanedrín, a su vez, hacía sentir su peso sobre el pueblo por medio de la doctrina de lo puro y lo impuro. Puro e impuro: la falsa base del poder El concepto de santo y de santidad, en Israel, era reservado a Dios. Sólo Él es Santo, Puro, Perfecto y Separado, mientras que el ser humano es pecador, impuro, imperfecto y profano. Sólo Dios podía comunicar santidad; mientras que el ser humano, la impureza. En proporción a la proximidad física o no con Dios, se manifestaba, con mayor o menor intensidad, la santidad de Dios. A partir de esta premisa, se hizo posible establecer el círculo geográfico y social de lo puro y lo impuro. Círculo geográfico de lo puro y lo impuro La concepción de puro e impuro y de santo e imperfecto, en relación con el espacio geográfico, comenzaba ya por el propio Templo. El Santo de los Santos era el lugar más sagrado que había sobre la faz de la Tierra, y se encontraba en el interior del Templo de Jerusalén. En él habitaba Dios. Después, venía el Santo, donde se guardaba las ofrendas sagradas. Allí entraban solamente los sacerdotes para ofrecer al Señor los dones para los sacrificios. Alrededor del Templo se hallaban el patio de los varones israelitas, el patio de las mujeres israelitas y el patio de los paganos o gentiles. 240
  • 17. 241 24 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 12 Alrededor del Templo se apreciaba la colina sobre la cual había sido construido. Luego venía Jerusalén, la ciudad santa, capital de una realeza sagrada que jamás tendrá fin (1Sm 7) y centro de acogida de grandes peregrinaciones, especialmente del pueblo judío, pero también de otros pueblos. Allí un día afluirán todos los pueblos (Is 60; 62; 66, 5-17). Alrededor de Jerusalén se extendía la tierra de Israel, tierra santa y prometida por Dios a Abraham y dada a sus descendientes (Gn 12, 7). Jerusalén y su Templo quedaban en Judea. Samaría era habitada por un pueblo que se decía adorador del Señor, pero que no era totalmente puro (2R 17,26). Después venía Galilea, que limitaba con el territorio de las naciones paganas y corría constantemente el riesgo de contraer impurezas por el contacto con los paganos. Por último, venían las naciones extranjeras, consideradas idólatras y totalmente impuras. Jesús frecuentó el Templo, allí rezó, expulsó de él a los vendedores que lo profanaban (Jn 2, 13-22), Y aun así conservó una actitud crítica frente a las propias prácticas religiosas que se desarrollaban en él (Jn 4, 21). Jesús, al anunciar la destrucción del Templo, apunta hacia sí mismo como al lugar del verdadero encuentro con Dios (Jn 4, 21). No tuvo miedo de anunciar la destrucción del Templo (Jn 2, 19; Mt 26, 61) Y de la ciudad de Jerusalén que no supo acoger su mensaje (Lc 19,41-44). Pero Jesús reconoció públicamente la fe de un extranjero y pagano que lo acogió: "Les aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande" (Mt 8,10). Círculo social de lo puro y lo impuro La sociedad en el tiempo de Jesús, en la visión de muchos de sus contemporáneos, era clasificada en dos categorías: los puros y los impuros. ¿Qué era lo que determinaba la pureza o la impureza de una persona o una sociedad? La impureza no implicaba un acto moral o alguna culpa. Provenía de la propia condición humana: por ejemplo, la maternidad, el flujo menstrual de la mujer, ciertas enfermedades y el contacto con difuntos o con ciertos animales volvía impuras a las personas. Para alcanzar nuevamente el estado de pureza, se debía cumplir ciertos ritos (Lv 11-16) y tener cuidado para no contraer nuevas impurezas. El estado de impureza podía volverse culpable cuando la persona procedía como si estuviese en estado de pureza (Lv 15, 31;Lv 11-16). Si cumplía fielmente con esos ritos, la persona podía aproximarse a Dios, mientras que, si no lo hacía así, no podía participar del culto divino. Cuanto mayor era la proximidad de la persona al lugar sagrado, a la morada de Dios, tanto mayor debían ser su pureza y santidad. Nadie podía tener acceso al Santo de los Santos, a menos que fuera el Sumo Sacerdote, y sólo una vez al año, en el día del Yom Kippur, día de la expiación de los pecados. Después del Sumo Sacerdote, venían los sacerdotes, que podían entrar en el Santo y ofrecer a Dios los dones y sacrificios del pueblo. Seguían los Levitas, quienes cantaban y tocaban los instrumentos en alabanza a Dios. Después de ellos venían los varones israelitas, luego las mujeres israelitas y finalmente los paganos. Esta jerarquización tenía consecuencias para las personas, sobre todo en la vida social, porque las familias eran clasificadas en familias legítimas o ilegítimas, con impurezas leves o impurezas graves. Familias legítimas Las familias legítimas eran las que podían probar su descendencia legítima de padre y madre. Éste era un requisito necesario para los sacerdotes. Ellos debían demostrar la pureza y legitimidad de su origen, lo cual era celosamente buscado, porque de esa pureza y legitimidad dependían también la posición social de los descendientes y la garantía de que participarían de la salvación mesiánica. Gran parte de los miembros de la aristocracia laica y también los escribas y los fariseos pertenecían al grupo de las familias legítimas. Las hijas de estas familias podían casarse con los sacerdotes, porque cumplían con los dos requisitos: eran descendencia pura y poseían bienes. 241
  • 18. 242 24 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 12 Familias ilegítimas con impureza leve Pertenecían al grupo de las familias ilegítimas y con impurezas leves: los descendientes ilegítimos de los sacerdotes, nacidos de esposas que no eran de origen puro o que hubiesen contraído alguna impureza; los prosélitos, que eran los convertidos al judaísmo, tanto varones como mujeres (para los varones, la señal externa de la adhesión al judaísmo era la circuncisión y la observancia de la Ley de Moisés; mientras que, para las mujeres, había el baila ritual y la observancia de algunas leyes); y, finalmente, los esclavos paganos libertos, los cuales se encontraban en una grada inferior respecto de los prosélitos, pues, además de haber nacido paganos, se habían vuelto esclavos y, por eso, habían contraído una doble mancha de impureza. Familias ilegítimas con impurezas graves Las familias que pertenecían al grupo de las familias ilegítimas con impurezas graves eran normalmente excluidas de la convivencia de un israelita fiel a las tradiciones religiosas y culturales. Pertenecían a esa categoría los bastardos, nacidos de uniones ilegítimas. Ellos no tenían derecho a ningún cargo público y a ninguna herencia. Entre los ilegítimos por razones graves se encontraban también los esclavos, los hijos de padres desconocidos, los samaritanos, los eunucos y otros. Todos ellos eran considerados impuros y eran marginados, apenas tolerados en la sociedad, y a veces incluso odiados. También algunas profesiones y algunos oficios eran considerados impuros, como los de pastor, conductor de camellos, carnicero, mercader, marinero, médico, arriero y cochero. Entre los trabajos considerados como repugnantes, se encontraban el de recogedor de pieles de animales para la curtiembre, el de trabajador de curtiembre y el de fundidor de cobre o de hierro. Algunos oficios no eran bien vistos, porque estaban relacionados con el trabajo femenino, como el oficio de lavandero, de vendedor ambulante y de tintorera, o incluso relacionados con el fraude, como los de pastor y de recaudador de impuestos o publicano. La doctrina de lo puro y lo impuro influía en la vida del pueblo. Era una forma selectiva de la propia condición social en la que ya se era predestinado a vivir. A partir del propio grado de pureza o impureza, se tenía mayor o menor acceso a la vida social y religiosa. Para continuar la reflexión - Recurso visual Recortes de periódicos y revistas donde haya personas discriminadas y excluidas de nuestra sociedad. - Dialogar sobre lo siguiente: • En nuestra vida, ¿nos hemos sentido alguna vez despreciados, humillados o rechazados por algún motivo? • ¿Conoce usted a alguna persona que vive marginada o socialmente excluida? • ¿Cómo fue la conversación con la persona que se sentía excluida? ¿Qué es lo que más le ha llamado la atención? ¿Cómo podemos ayudar mayormente a estas personas? - Leer Me 1, 40-45. • Actualmente nosotros, seguidores de Jesús, ¿cómo tratamos a las personas que la sociedad considera "impuras"? • ¿Cómo las trataría Jesús? 242
  • 19. 243 24 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 12 4. INSTITUCIONES RELIGIOSAS EN EL TIEMPO DE JESÚS El Templo constituía el espacio sagrado de judíos y cristianos. Lugar de oración y encuentro con Dios y la comunidad, era atendido por el Sumo Sacerdote, los sacerdotes y los Levitas, quienes fungían como intermediarios de los sacrificios y las ofrendas presentados a Dios. El Templo El Templo era el lugar por excelencia de la presencia de Dios. Tenía una función central en la tradición religiosa del pueblo de Israel. Fue construido en el tiempo de Salomón, reconstruido en el período persa y ampliado en el reinado de Herodes el Grande. Era lugar de oración y de enseñanza, pero servía también como una especie de banco de la época, donde se depositaba las ofrendas a Dios por parte de sus servidores, funcionando también como caja fuerte o de caudales. Las piedras que abrigaban la presencia de Dios El Templo de Jerusalén fue construido en el tiempo del rey Salomón, alrededor del año 960 a.C. En el tiempo de la formación de Israel, existían en Canaán santuarios cananeos; los más importantes recibían el nombre de templos. Muchos de estos santuarios fueron incorporados por el Yavismo, aliado de los demás santuarios propios de Israel. Entre éstos, tal vez se pueda atribuir al santuario de Silo el carácter de templo (1 Sm, 3.24; 2, 29.32), igual que a otros que se destacaban como santuarios regionales, como el de Hebrón. De todos modos, el Templo de Jerusalén pasó a ser el más importante, y después, con la reforma de Josías, que destruyó los santuarios de Judá y Samaría, se volvió el único lugar de culto oficial para el pueblo de Israel. Fue grande la influencia del Templo en la vida social y religiosa del pueblo de Israel. El autor del Libro Primero de los Reyes describe detalladamente el surgimiento del Templo, desde los preparativos, la construcción, la decoración interna, el establecimiento del Santo de los Santos, los querubines, las puertas y los patios (1 R 5, 15 - 6,37). El primer Templo de Jerusalén fue destruido en el año 586 a.C. y reconstruido y reinaugurado en el año 515 a.C. Conservó la misma estructura del Templo de Salomón. Pero más tarde, alrededor del año 19 a.C., Herodes el Grande lo reformó y amplió. El edificio del Templo estaba constituido por tres partes principales: el Ulam, conocido como vestíbulo; el Hekal, llamado más tarde el Santo; y el Debír, que correspondía al Santo de los Santos. Este último era el lugar sagrado donde se encontraba el Arca de la Alianza durante la época del primer Templo, que comprende un período de casi 400 años, es decir, desde el año 960 a.C. hasta el año 587/6 a.C. aproximadamente. Las dimensiones del primer Templo, según (1Re 6) eran de 30 metros de largo por 10 de ancho y 7.50 de alto. El techo estaba hecho de vigas de cedro traídas de Tiro (1 R 5, 20; 6, 10). La decoración interna del Templo era suntuosa, con los muros totalmente revestidos de cedro esculpido con diversas figuras de arriba abajo. En la fachada exterior había dos columnas de bronce. La técnica era todavía primitiva, con muros de piedra unidos y vigas dispuestas de manera transversal y longitudinal (1 R 6, 10-36; 7, 12). Espacio del Templo: imagen de la sociedad judía Todo el espacio del Templo estaba bien ocupado. El área del patio exterior estaba reservada a los paganos o gentiles. Allí se hallaban instalados los comerciantes de bueyes, carneros, corderos, palomas, harina, incienso y otros productos necesarios para el culto. En esa misma área estaban también los cambistas, que cambiaban las monedas provenientes de fuera del país con la moneda local 243
  • 20. 244 24 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 12 de Jerusalén. Los paganos no podían sobrepasar este espacio, bajo pena de muerte. Eran separados del resto por un muro interno. Subiendo las escalinatas, se tenía acceso al Templo, a través de cuatro portones al norte, cuatro al sur y uno más al este. Estos portones tenían acceso al patio de las mujeres, luego al patio de los hombres y finalmente al de los sacerdotes, que ya rodeaba el altar de los sacrificios. El vestíbulo quedaba en el patio de los sacerdotes y tenía acceso al Santo, y éste, a su vez, al Santo de los Santos. El Santo tenía 15 metros de largo, 5 de ancho y 5 de alto. En el centro estaba el altar de los perfumes o del incienso, la mesa de los panes de la Presencia y el candelabro de siete brazos. Los panes de la Presencia eran colocados "delante de la faz del Señor", en dos filas de seis, y sobre ellas un poco de incienso (Lv 24, 5-9; 1 Sm 21, 5). Esto se inspiraba en una tradición antigua que ofrecía comida a la divinidad. Los panes inicialmente podían ser consumidos por los varones israelitas que estuvieran en estado de pureza ritual (1 S 21, 5), pero en la tradición sacerdotal estaban reservados a los sacerdotes (Lv 24, 9). Jesús defiende su uso inicial más libre y abierto, denunciando la rigidez de la ley hecha por el grupo sacerdotal (Mt 12,1-4). El Arca de la Alianza era un cofre portátil hecho de madera de acacia. Tenía 1,30 metros de largo por 0,75 cm de ancho y 0,75 cm de alto. Estaba cubierta de oro y tenía cuatro argollas para facilitar su transporte. Dentro del Arca se hallaba las Tablas de los Diez Mandamientos y un vaso de oro conteniendo el maná y el bastón de Aarón. Estaba cubierta por una tapa de oro macizo. Sobre ésta había dos querubines que la cubrían con sus alas. Era llevada en el peregrinar del pueblo en el tiempo de Josué (los 3, 6). David la trasladó a Jerusalén (2S 6; Sal 132, 8). Salomón la colocó en el Templo (1 R 6,19; 8,21). Con la destrucción del Templo en el año 587/586 a.C., el Arca desapareció (Jr 3, 16). Ella era la señal visible de la presencia de Dios (1 S 5-6; 2 S 6; IR 8). Era el trono de Dios (1 S 4, 4; Is 66, 1; Jr 3, 16-17). Tenía un gran poder (IS5; 6,19). El Santo de los Santos, hasta el año 587 a.C. contenía el Arca de la Alianza. En la reinauguración del segundo Templo, en el año 515 a.C., ésta no fue reconstruida. El Santo de los Santos quedó totalmente vacío. No tenía una puerta, sino que se cerraba con una cortina doble, conocida como "el velo del Santuario" (Mc 15, 38). No era muy grande: medía 20 codos cuadrados30 (aproximadamente 9 m). Sólo el Sumo Sacerdote podía entrar en él una vez al año en el Día de la Expiación, porque era el lugar sagrado donde se encontraba Dios, el único Santo. En los tres lados externos del Templo fue construido un edificio que no comunicaba con el interior del Templo. Tenía tres pisos, no muy altos, y en ellos se hallaba la sala del Sanedrín, la dependencia del Sumo Sacerdote, la sala del tesoro, el depósito de la leña, los reservarías de agua para las abluciones y los sacrificios, y el depósito para el vino, el aceite, los perfumes y el incienso destinados al culto. Culto a Dios: fidelidad y manipulación Se rendía culto a Dios por medio de la ofrenda de sacrificios de animales y de productos de la tierra. El ritual era acompañado por el sonido de cantos y de instrumentos musicales, alternados con oraciones y salmos. El altar de los holocaustos era una pieza importante: sobre él se quemaban las víctimas de los sacrificios, como corderos, toros, cabritos y otros animales. No fue siempre del mismo tamaño. En el tiempo de Salomón era pequeño, hecho de bronce y portátil (1 R 8, 64s; Ex 27, 1-7). Ajaz, rey de Judá (736-716 a.C.) mandó construir un nuevo altar mucho más grande, según el modelo asirio (2 Re 16, 10-18), Y en él ofreció un sacrifico y roció al pueblo con la sangre de la víctima. Ese altar fue destruido 244
  • 21. 245 24 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 12 en el año 587/586 a.C. y reconstruido por Zorobabel, alrededor del año 535 a.C. Este nuevo altar era cuadrado y medía 2,50 m por 2,50 m y tenia 1,50 m de alto. Se accedía a él por una escalera, y daba la impresión de ser un incinerador más que un altar. Lo esencial del culto consistía en quemar animales enteros o algunas partes de los mismos, como la grasa y las vísceras. Había una intensa humareda, hollín y mucha contaminación ambiental. Se usaba mucho incienso, cuyo perfume atenuaba un poco el fuerte olor de las carnes carbonizadas. La piel de los animales no era quemada, pues pertenecía a los sacerdotes. En el Templo se realizaba diariamente tres tipos de sacrificios: - Sacrificios perpetuos Todos los días se inmolaba dos corderos de un año, uno por la mañana y otro por la tarde. Éste era considerado el sacrificio perpetuo que se ofrecía al Dios de Israel. - Los humillantes sacrificios oficiales Diariamente Israel ofrecía a Dios un sacrificio por las intenciones del emperador romano y no al emperador, como estaban obligados a hacer los demás pueblos dominados. No conocemos el respectivo ritual. Sacrificios particulares o personales Los sacrificios particulares eran ofrecidos por los fieles en forma de promesa. Esto sucedía con más frecuencia en la época de las fiestas de peregrinación. No se sabe cuántos sacrificios se ofrecía a Dios cada día, pero debían ser muchos, por el hecho de que Herodes el Grande amplió el área del Templo. Sin duda debió ser para responder a la creciente piedad popular. El libro de los Hechos de los Apóstoles narra que Pablo y sus compañeros fueron al Templo de Jerusalén para cumplir sus promesas y tuvieron que esperar para poder ofrecer el sacrificio (Hch 21, 26). Cada fiel debía llevar los ingredientes para el sacrificio o comprarlos en el atrio del Templo: un animal, la harina y el aceite. El judío entraba en el Templo con su ofrenda y seguía hasta el patio de los sacerdotes, se presentaba a uno de ellos y éste le conducía hasta los pies del altar y colocaba la ofrenda sobre el altar, donde era quemada. En el Nuevo Testamento, la víctima era inmolada por el sacerdote, excepto el cordero pascual, que era inmolado por el propio jefe de familia. El animal era despellejado y cortado en partes, según las prescripciones de la Ley. Oraciones y bendiciones acompañaban ese ritual. La mujer y el incircunciso no podían ofrecer sacrificios, pero podían pedir a un judío circunciso que hiciera la ofrenda en su nombre. Además, no podían acompañar ni ayudar al sacerdote, porque les era vetado sobrepasar su respectiva área. Sumo Sacerdote: institución del post-exilio El Sumo Sacerdote surgió después del exilio, alrededor del año 530 a.C., cuando ya no existía ningún rey en Israel. Poco a poco él se volvió la autoridad máxima en la tradición judía. Las referencias a él que encontramos en el Levítico y en Números son más recientes y no se remontan al período de Moisés, sino al post-destierro (Lv 21, 10; Nm 35,25.28.32). Había una ceremonia especial para investir a alguien en el cargo de Sumo Sacerdote. - Investidura del Sumo Sacerdote: modelada sobre la monarquía El Sumo Sacerdote recibía la investidura en una ceremonia especial que se desarrollaba en tres actos que son mencionados en la redacción tardía de Aarón y sus hijos (Ex 29, 4-7; Lv 8, 6-12): la purificación, la imposición de las vestiduras, y la unción. Después del rito de purificación con el agua, seguía el rito de la vestidura con la túnica, el manto, el efod y el pectoral. Se cubría la cabeza con un 245
  • 22. 246 24 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 12 turbante, sobre el cual se fijaba la señal de la consagración, y luego se le ungía con óleo. El ritual de la imposición de las vestiduras y del turbante es mencionado en la visión de la consagración de Josué, el primer Sumo Sacerdote (Zc 3, 1-9). Ese ritual puede incluso referirse a una tradición muy antigua, en uso tal vez entre los sacerdotes, pero no en el Sumo Sacerdote, que es una figura posterior al exilio. La investidura del Sumo Sacerdote trae las características de la investidura del rey en el período de la monarquía en Israel, antes del destierro en Babilonia, Hasta entonces, sólo el rey era ungido para la misión de gobernar en nombre del Señor. Ni siquiera los profetas, los escogidos y enviados por Dios, eran ungidos. De hecho, el Sumo Sacerdote asumió muchas prerrogativas atribuidas al rey, antes de que la monarquía desapareciera en Israel. Así, el Sumo Sacerdote se volvió el jefe del pueblo y su representante ante Dios. Tenía también deberes que cumplir en el Templo. - Sumo Sacerdote: el derecho de ver a Dios de cerca El Sumo Sacerdote debía ofrecer diariamente el sacrificio en el Templo (Ex 29,38), realizar los ritos de expiación (Lv 6), y vigilar sobre el Templo, las personas y el culto. Sólo él podía entrar una vez al año en el Santo de los Santos, lugar sagrado donde Dios se hacía presente en el Templo de Jerusalén. Ya que sólo él tenía contacto con lo sagrado, su propia muerte era considerada expiatoria para todos los asesinos que habían huido por la venganza de sangre. En ese día eran liberados y podían volver a sus casas y profesiones. En los escritos judíos fueron añadidas otras obligaciones litúrgicas, como la de participar en la ceremonia en la que era quemada la novilla roja (Nm 19, 1-10); la de presidir las ceremonias religiosas los sábados, en las tres fiestas de peregrinación; y la de pagar el novillo inmolado en el gran Día de la Expiación, descrito en el libro del Levítico (Lv 16, 1-34). - Prescripciones de pureza: hegemonía familiar El Sumo Sacerdote debía seguir rigurosamente las prescripciones de pureza. De esta manera, tenía que: pertenecer al número de las familias de descendencia pura; casarse con una Joven virgen, también ella de descendencia pura (Lv 21, 13-15); evitar el contacto con cadáveres, para no contaminarse (Nm 19, 11-16; Lev 21, 11); evitar caminar inmediatamente detrás del ataúd de un difunto, ni rasgarse las vestiduras en señal de luto; aislarse en el aposento a él reservado en el Templo, durante siete días antes de la ceremonia de la purificación, para evitar el contacto con alguna mujer por relación sexual o por simple contacto durante su período menstrual. En el caso de que hubiese contraído alguna de estas impurezas, quedaba impuro durante siete días, lo que lo imposibilitaba para presidir cualquier ceremonia religiosa. Pero no siempre estas leyes fueron observadas, sobre todo en el tiempo de Herodes y de los romanos, quienes constituían y destituían a los Sumos Sacerdotes de sus funciones sin más ni menos. Con todo, a pesar de todas esas obligaciones, el Sumo Sacerdote gozaba de grandes privilegios que el cargo le confería. Privilegios del Sumo Sacerdote El Templo constituía la fuente de la renta del Sumo Sacerdote. Él era el primero en escoger su parte entre las ofrendas hechas al Templo y destinadas a los sacerdotes. La mayor parte del comercio que se desarrollaba junto al Templo pertenecía a la familia del Sumo Sacerdote. Él podía confiárselo a los grandes comerciantes, que le ofrecían comisiones por participar de sus lucrativos negocios. En el Templo se comercializaba animales para los sacrificios, madera de valor -para mantener encendido el fuego que permitiera el exhalar del perfume del incienso- y objetos de lujo. A menudo el Sumo Sacerdote se apropiaba indebidamente tanto de las pieles de los animales como de los diezmos, 246
  • 23. 247 24 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 12 que pertenecían a los sacerdotes. Todo esto muchas veces era conseguido por medio de riñas, chantajes e incluso asesinatos. En la vigilancia del Templo el Sumo Sacerdote contaba con la ayuda de los jefes de los sacerdotes, que ocupaban los cargos de comandantes del Templo, de jefes de las 24 secciones semanales, de siete vigilantes del Templo y de tres tesoreros. Estos últimos atendían a las finanzas del Templo: inmuebles, grandes cantidades de dinero y de joyas, administración de las tasas y las ofrendas, así como de los depósitos particulares. También se encargaban de la provisión de géneros alimenticios y de lo que era necesario para el culto; de la fiscalización de la venta de las aves y de otros géneros para el sacrificio; y de la conservación y reparación de los objetos de oro y de plata. Recibían las tasas que se debía pagar en el Templo (Ex 30, 11-16; Nm 18, 15), así como las ofrendas voluntarias (2R 12,5). La sala del tesoro quedaba en proximidad del patio de las mujeres. Delante de ella estaba el pórtico donde Jesús normalmente enseñaba (.In 8, 20). Desde allí Jesús observó a la pobre viuda que depositó en el tesoro del Templo todo lo que poseía. Él llamó la atención de los discípulos sobre este hecho, aprovechando para darles una enseñanza (Mc 12, 41-44). Los sacerdotes. Al comienzo de la historia de Israel no existía la clase sacerdotal. Eran los patriarcas quienes, ya en posesión de la tierra, ofrecían el culto a Dios. Cuando la comunidad creció y empezó a organizarse en tribus, este servicio fue poco a poco centralizado en el Templo y pasó a ser ejercido por la casta sacerdotal, que ya existía en las tradiciones de otros pueblos, fuera de Israel. La palabra "sacerdote" es de origen incierto y puede significar "estar de pie". En este sentido, el sacerdote es aquel que está de pie delante de Dios, en señal de prontitud para servirlo en su pueblo (Dt 10, 8). En el templo de Jerusalén había siete mil sacerdotes. Estaban encargados de ofrecer los sacrificios y de conservar limpia y en orden el área a ellos reservada en el Templo. No desempañaban sus funciones todos los días, pues eran muchos. Estaban divididos en 24 clases sacerdotales. Oficiaban en el Templo los sábados en la mañana y en la tarde, inmolando el cordero para la realización de los sacrificios públicos. Para este sacrificio eran necesarios: un sacerdote para inmolar la víctima, otro para rociar la sangre, otro para ofrecer el sacrificio y otro más para renovar el incienso. En las capas sabre la mesa de los panes de la presencia (Ex 25, 23-28) y para el cambio semanal de las doce panes (Lv 24, 5-9). Por tanto, se responsabilizaban de las sacrificios de holocausto y de reparación (Lv 4, 1-5, 12; 6, 7-23; 5, 14-26); de las sacrificios de comunión; de las ofrendas de vegetales (Lv 2) y de las panes de la Presencia; así como de las ofrendas de incienso. (Ex 30, 7-8). El sacerdote declaraba puro al leproso después de la curación, antes incluso que fuera a Jerusalén. La persona recibía la confirmación de su pureza después de ofrecer el sacrificio. Por dos semanas durante el año, los sacerdotes eran escalonados en su turno para oficiar las ceremonias en el Templo. Todos estaban presentes en las tres semanas de las fiestas de peregrinación. En la práctica, servían en el Templo, durante cinco semanas al año. Recibían el diezmo, pero eso no era suficiente, y por eso ejercían otros oficios o profesiones en el lugar donde vivían: normalmente era un trabajo manual como el de carpintero, tallador de piedra, comerciante, carnicero, criador de ganado, escriba u otro. Estaban muy cerca del pueblo por su oficio o profesión y por las condiciones de vida que llevaban. 247
  • 24. 248 24 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 12 Levitas: los sacerdotes marginados El nombre de Levita viene de Leví, quien, según la tradición bíblica, es uno de los doce patriarcas de las tribus de Israel. Los Levitas se consideraban sus descendientes. El nombre "Levita" significa "aficionarse a alguien", "acompañante" (Gn 29, 34) a "dada en prenda al Señor y a su servicio." (Nm 3, 12; 8, 15-19; l Sm 1,28). Entre los Levitas se escogía a aquellos que ejercerían la función sacerdotal en Israel, aunque no todos los sacerdotes provenían de los Levitas (Nm 35, 2-8). Samuel, por ejemplo, no era de la tribu de Leví, pero sí era sacerdote, pertenecía a la tribu de Efraín (1 Sm 1, 1) y servía a Dios en el Templo de Siló. (1 SI, 4). En la ocupación de la tierra prometida, los Levitas no recibieron un territorio propio (Jos 13, 14), pero tenían el derecho de ocupar algunas ciudades conocidas como ciudades levíticas, que servían también de refugio a las personas amenazadas de muerte por algún crimen cometido (Jos 17-18; 19). En algunos textos del libro de Jueces, los Levitas son considerados los más indicados para una función sacerdotal (Jue 17, 1-3; 18, 1 -31). Moisés pertenecía a la tribu de Leví (Ex 2,1). Ellas tuvieron el monopolio del sacerdocio hasta el siglo VIII a.C. (Dt 33, 8-11). Pero, a medida que algunos santuarios comenzaron a destacarse, como los santuarios de Betel y de Jerusalén, los santuarios del interior fueron considerados de segunda categoría. Por tanto, los sacerdotes que trabajaban en los santuarios centrales tuvieron más prestigio y comenzaron a ser identificados como sacerdotes levitas, mientras que los sacerdotes de los santuarios menores y del interior pasaron a ser llamados simplemente levitas, en una posición de inferioridad. En el libro del Deuteronomio hay una tentativa de nivelar los derechos entre los sacerdotes levitas y los levitas (Dt 18, 6-7), pero otros textos confirman la desigualdad que existía (Dt 12, l J -12; 2R 23, 9). La reforma de Josías agravó la situación de los levitas que obraban en los santuarios de las provincias, pues muchas de estos santuarios fueron destruidos por falta de ortodoxia. En el libro de Ezequiel esas diferencias son oficializadas (Ez 44, 6-16). Los sacerdotes levitas servían a Dios, mientras que los levitas estaban al servicio del Templo (Ez 44, 11.15-16; 40, 45-46). Más tarde, el grupo de la tradición sacerdotal elaboró unas leyes que colocaron a los levitas al servicio de los sacerdotes (Nm 3,6-9; 8,19; 18, 1-7). El autor de los dos libros de las Crónicas procura rescatar la importancia de los levitas, confiriéndoles tareas especiales junto al Arca de la Alianza (1 Cro 15-16) y confiándoles algunos encargos (l Cro 23-26). Ellos ocuparon los primeros lugares en la reforma de Ezequías y Josías (1 Cro 23, 28-29), a tal punto que comenzaron a igualarse a los sacerdotes y provocaron su descontento (Nm 16,8-11). Los levitas enseñaban (2Cro 17, 8-9), por ser considerados inteligentes, en el sentido sapiencial (2Cro 35, 3). Eran superiores en número a los sacerdotes (llegaron a diez mil). También estaban divididos en 24 clases, con cinco semanas anuales de servicio en el Templo. No tenían derecho a participar en los sacrificios ni en el diezmo como los sacerdotes (Nm 18, 8-32). Para su mantenimiento y el de sus familias estaban obligados a ejercer otros oficios o profesiones. En el Templo había dos clases de levitas: los músicos, que animaban la liturgia con sus cantos y sus instrumentos, y debían tener un origen puro, sin mancha, como los sacerdotes; y los porteros, que cuidaban el Templo y mantenían el orden, controlaban el acceso a los diferentes locales del santuario y garantizaban su "patrullaje" y vigilancia. En el Templo, los levitas ocupaban el espacio después de los sacerdotes. El cargo de sacerdote levita y de levita se obtenía por herencia y no podía ser adquirido de otra forma. Por eso, era importante probar la pureza de la descendencia por medio de listas genealógicas 248
  • 25. 249 24 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 12 conservadas en los archivos del Templo y en los registros públicos, con la indicación de la fecha de nacimiento de los antepasados. Las listas eran continuamente actualizadas con los documentos antiguos que se salvaban de la destrucción. La pureza ritual debía ser comprobada, tanto por parte del hombre como por parte de la mujer. En el caso de que la esposa de un sacerdote hubiera sido prisionera en guerra y hubiera permanecido en cautiverio, ya no podía ser considerada esposa legítima, y los hijos que hubieran nacido después no podían ejercer las funciones sacerdotales. La misma pureza se les exigía a los levitas. La seguridad del Templo Los guardias del Templo estaban constituidos por tres grupos: los porteros levitas, que cuidaban las puertas externas del Templo; los guardias de la muralla; y los guardias del atrio de las mujeres y de los gentiles. En los Evangelios encontramos referencias a la seguridad del Templo, sometida al Sanedrín, que funcionaba en ese lugar. Fue ese mismo cuerpo de seguridad que debió participar en la detención y prisión de Jesús, pues esto explicaría la sorpresa y el cuestionamiento de Jesús cuando los jefes de la guardia del Tempo (Lc 22, 52-53) -que estaba conformada por la policía levítica (Mc 14, 47)- vinieron a su encuentro. Además de ellos, el evangelista Juan añadió la participación, también, de soldados romanos en ese episodio (.Jn 18,3.12). Juan hace una distinción entre los guardias del Sumo Sacerdote y los servidores de la policía levítica del Templo (Jn 18, 18). Las palabras de Jesús se vuelven comprensibles si él ha sido detenido por la guardia del Templo: "Todos los días yo estaba junto a ustedes enseñando en el Templo, y no me detuvieron... “(Mc 14, 49). En el libro de los Hechos de los Apóstoles encontramos diversas referencias a "los sacerdotes, el jefe de la guardia del Templo y los saduceos" (Hch 4, 1) que detuvieron a los Apóstoles para hacerlos comparecer delante del Sanedrín (Hch 4,5; 5,17-18); vigilaban a los Apóstoles en la prisión (Hch 5, 23-24); y los azotaban (Hch 5, 40). Pablo fue arrastrado por ellos fuera del Templo y llevado a la Torre Antonia (Hch 21, 30-40). Para continuar la reflexión - Buscar en las revistas fotos de ciudades: ¿cuáles son las construcciones mayores y cuáles las menores? ¿Hay publicidad de Bancos? ¿Cuántas? ¿Hay alguna publicidad o algo sobre religión'? - Dialogar sobre lo siguiente: En las ciudades o en los pueblos donde nacimos, ¿cuáles eran las construcciones más importantes? ¿Lo siguen siéndolo hoy? ¿Qué lugar ocupaba antiguamente el edificio de la iglesia, y qué lugar ocupa hoy en las grandes ciudades? - Leer Me11, 15-18. Dialogar sobre: En la Tierra de Israel, el Templo era el centro de todos los aspectos de la vida del pueblo. La religión era usada para justificar la explotación de los más débiles. Hoy, en nuestras ciudades, ¿cuáles son los edificios que más representan la explotación? ¿Hay actualmente señales de una religión usada para manipular? ¿Hay también señales de una fe liberadora? 249