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de las Culturas del Mundo
Mural de la iglesia de San Juan Bautista en el río Jordán que muestra el nacimiento de Jesucrist
CORREO

              Vol. IX, número 83, 15 de abril de 2011       Centro de Estudios sobre la Diversidad Cultural




                                                                                 Estambul
                             En este número:


                             • Imperio Otomano, lecciones sobre Libia

                             • Entrevista con Kamila Shamsie

                             • El Tratado de Tordesillas

                             • Recuperan objetos del ajuar funerario de Tutankamón

                             • Celebra el judaísmo la fiesta de los panes ázimos
Correo de las Culturas del Mundo

                   Director
              Leonel Durán Solís


                Editor en jefe
             Mariano Flores Castro


               Consejo editorial
                 Lourdes Arizpe
                   Luis Barjau
                Raffaela Cedraschi
                   José Fierros
              Mariano Flores Castro
           Alejandra Gómez Colorado
                Linda Manzanilla
              Carlos Montemayor †
                Salomón Nahmad
                Gerardo P. Taber
          Benjamín Preciado (Colmex)
       Juan José Ramírez Bonilla (Colmex)
                  Silvia Seligson
         Rodolfo Stavenhagen (Colmex)


                       ≈
“Levantemos la mirada fuera de las fronteras de México para
captar y analizar los nuevos desafíos que enfrentamos en la era
de la globalización”.
                                                  Lourdes Arizpe




“ […] el pluralismo cultural constituye la respuesta política
al hecho de la diversidad cultural. Inseparable de un contexto
democrático, el pluralismo cultural es propicio a los intercambios
culturales y al desarrollo de las capacidades creadoras que
alimentan la vida pública.”


“La defensa de la diversidad cultural es un imperativo ético,
inseparable del respeto de la dignidad de la persona humana.”

              Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural
Historia



       Imperio Otomano, lecciones sobre Libia
                                 por Robert Fisk



   E    ntre la furia del despertar árabe –para no mencionar nuestra propia crisis
        en torno a Libia, que se profundiza–, la vieja Constantinopla es una tónica,
   un recordatorio entre alminares y agua, palacios, museos, librerías, un viejo
   parlamento y un millar de pescaderías, que ésta fue en verdad la única capital
   unida que los árabes tuvieron jamás. Los sultanes llamaban a Beirut la joya de
   la corona de los otomanos, pero dos días de caminar las calles de la moderna
   Estambul –con decenas de miles de pasajeros abarrotando los viejos tranvías
   en la calle Independencia– me hicieron entender por primera vez lo minúsculo
   que era Líbano en el gran mapa otomano.
          Tampoco se puede escapar de los otomanos. Allá en Taksim están las
   grandiosas embajadas antiguas británica y estadunidense; debajo de ellas, los
   grandes bancos de las potencias que se beneficiaron de las “capitulaciones”,
   y el hotel Gran Bretaña con sus extravagantes candelabros, que fue efímero
   hogar de Ataturk y Hemingway. De pronto me saca del ensueño una fotografía
   de 1917, de dos soldados turcos otomanos. Están en el desierto –¿Palestina,
   Siria, Arabia?– literalmente en harapos, con gorros como costales sobre
   las caras atormentadas y los pantalones colgando hechos jirones sobre las
   piernas. Resulta extraño ver uno de los primeros
   aviones de hélice detrás de ellos. ¿Serían ésos los
   adolescentes contra los que luchó Lawrence en
   la revuelta árabe, precursora del tifón que ahora
   engloba todo Medio Oriente?
          En una librería cerca de la parada del tranvía
   en Istiklal compré la Vida de Atarturk escrita por el
   británico Andrew Mango hace más de diez años,

   4
pero que conserva la frescura de la investigación original sobre el fundador de
la Turquía moderna. Sí, contiene las acostumbradas ambigüedades sobre las
masacres de armenios (“tema de acalorados debates”, claro), pero también
un recuento extraordinario de los principios de la carrera militar de Mustafá
Kemal, que cruzó furtivamente Alejandría para combatir al lado de los
rebeldes árabes contra Italia nada menos que en Libia. Y allí están los nombres
familiares: Tobruk, Bengasi, Zawiya.
      Enver Pachá, figura mucho más oscura en la historia turca –nada más
pregunten a los armenios–, fue el comandante otomano en Cirenaica que
puso sitio a las fuerzas italianas en Bengasi y se dedicó a unir a las tribus
de los Senussi (sí, los mismos Senussi que esperan que ganemos su guerra
contra Kadafi) contra los italianos. Los Senussi, por cierto, fueron fundados
por un argelino llamado Muhammad Ibn Alí al-Senussi, quien se estableció en
Cirenaica en 1843. La historia de la tribu, que llega hasta el rey Idris (derrocado
por un tal coronel Kadafi en 1969), es descrita con agudeza cuando Mango
señala que “la solidaridad musulmana (en la guerra) era efectiva cuando se
complementaba con el interés propio y el instinto de autodefensa”.
      Hay otros párrafos que podrían ser leídos por los David Cameron
de este mundo. En una línea espléndida Mango explica que “había que
mostrar a los árabes que el Estado otomano regenerado era capaz de
defenderlos”, en tanto el propio MustafáS.Kemal dice dea.C. campaña en
                         Cultura ibérica. Finales III, inicios S. II la
Libia: “en ese tiempo, me di cuenta de que era inútil”. Ciento ochenta
otomanos y 8 mil árabes pudieron rodear a 15 mil italianos, pero “los
guerreros tribales árabes iban y venían según los movía el espíritu”. La
principal preocupación de los jeques, según descubrió Mustafá Kemal, era
ganar tanto dinero como fuera posible, y mientras más durara la guerra,
más dinero se podían meter a la bolsa.
      En algún momento Enver Pachá envió a un amigo del futuro Ataturk a
un oasis de los Senussi (Calo). Más tarde el amigo escribió: “En ese bendito
lugar no se permite salir ni a las niñas de tres años. Las mujeres viven y mueren

                                                                                 5
donde nacieron. Tal es la costumbre local. Aunque en los campamentos
militares hay hombres y mujeres, no hemos podido ver el rostro de una
mujer en los tres meses pasados, pues todas están ocultas por pesados velos.
Vivimos como ascetas… Si salimos de aquí, nuestra próxima parada será sin
duda el paraíso”.
       La historia da vuelcos extraños. El imperio otomano se alió con
Alemania tres años después –Ataturk se distinguió en Galípoli– y acabaría
derrumbándose cuando Alemania perdió la guerra. Y, sin embargo, ahora los
nietos y tataranietos de aquellos mismos turcos son vilipendiados en Alemania
por tener demasiados hijos, hablar poco alemán y sobrevivir con el seguro del
desempleo. Y el año pasado, la canciller Merkel afirmó que los esfuerzos por
construir una “sociedad multicultural” han fallado en Alemania, aseveración
apoyada por David Cameron, quien sabe tanto de migrantes turcos como de
                                                 historia libia.
                                                   Porque, en realidad, ésa es
                                                   una historia falsa. Alemania
                                                   nunca emprendió un expe-
                                                   rimento altruista de “mul-
                                                   ticulturalismo”. Los turcos
                                                   fueron allá a hacer los tra-
                                                   bajos que los alemanes no
                                                   querían. Los Gastarbeiter
                                                   fueron animados a ir a
                                                   Alemania a ofrecer mano de
                                                   obra barata, más que como
                                                   invitados de algún extraor-
                                                   dinario programa social de
                                                   mejoramiento intercultural,
                                                   del mismo modo en que los
                                                   primeros negros británicos

6
llegaron luego de la Segunda Guerra Mundial para ayudar a reconstruir Gran
Bretaña… no porque quisiéramos darles mejores hogares.
       Ataturk, desde luego, quería que los turcos fueran europeos tanto como
Merkel y Cameron preferirían que todos los turcos se regresaran al imperio
otomano. Pero tal vez nuestros amos en Europa (Sarkozy tanto como Cameron)
harían bien en hojear una biografía de Ataturk en aquellos emocionantes días.
La guerra de los Balcanes obligó a los otomanos a abandonar Cirenaica y
aceptar la anexión italiana de Libia.
       Enver Pachá se negó a aceptar ese hecho de la historia. Sostuvo que
era “peligroso” decir a los miembros de tribus árabes que la paz se había
“concluido”. Así pues, entregó a los Senussis a la sombría merced de los
italianos, cuyo régimen fascista posterior a la Primera Guerra los asolaría
durante dos décadas. Los paralelismos no son exactos, por supuesto. Pero
sería interesante saber –si Kadafi se sostiene como lapa en Libia– cómo vamos
a decirles a nuestros fieles “rebeldes” de Bengasi que la OTAN se ha quedado
sin fuelle y prefiere la paz que más guerra.


            Fuente: © The Independent/La Jornada. Traducción: Jorge Anaya



                       Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.




                                                                             7
Entrevista



                           Con Kamila Shamsie



   L    a frágil figura de una japonesa superviviente de la bomba atómica de Nagasaki
        (1945) entrelaza la historia de dos familias a lo largo de seis décadas, en un
   recorrido desde el epílogo de la Segunda Guerra Mundial hasta la India en vísperas
   de la partición, el pulso nuclear con el nuevo Estado de Pakistán y la guerra contra
              el terror que desencadenaron los ataques terroristas del 11-S. Más allá
              de la mera narración épica de pasiones y pérdidas, lealtades y traiciones,
              la escritora paquistaní Kamila Shamsie (Karachi, 1973) torna su novela
              Sombras quemadas (Salamandra y Edicions 62) en una reflexión sobre
              la identidad individual y el coste humano de las acciones emprendidas
              por gobiernos legítimos en nombre de la exclusiva defensa de la propia
              nación. Si la principal protagonista, Hiroko, es una mujer nipona con la huella
             de la radiación grabada en su cuerpo de forma perenne, el relato acabará
   conduciéndonos hasta la incomunicación de un reo sin nombre en una celda de
   Guantánamo.


   “No se trata de una conexión entre Nagasaki y el 11-S, sino entre las dos
   ciudades después del drama.”


   Integrante de un emergente grupo de jóvenes autores paquistaníes que escriben en
   lengua inglesa, Shamsie ha recabado un ramillete de premios de las letras en el Reino
   Unido y Pakistán desde su estreno literario con In The City by the Sea (1998).
       Tanto esta obra como las tres que le sucedieron (Salt and Saffron, Kartography y
   Broken Verses) se circunscriben al conocido universo de su tierra natal, diseccionando
   las tensiones políticas, étnicas, sociales y en torno al enfoque de la religión musulmana.
       “No imagino un día en el que no me sintiera paquistaní”, se autodefine esta


   8
mujer cosmopolita,miembro de una familia de editores y literatos, nacida y criada
en Karachi antes de estudiar en Estados Unidos, vivir en Nueva York y finalmente
recalar en Londres, su residencia de los últimos cuatro años. Con Sombras quemadas,
finalista del Premio Orange en la categoría de ficción, Kamila Shamsie se atreve por
primera vez a extender las alas geográficas de su imaginación literaria, aunque la
cuestión paquistaní siga impregnando todas las costuras del libro.


PREGUNTA. ¿Qué le condujo a sumergirse en territorio desconocido y a elegir como
protagonista a una japonesa?
RESPUESTA. Mi idea original era escribir sobre la amenaza de confrontación nuclear
entre Pakistán y la India, y que mi personaje fuera paquistaní, aunque con una abuela
japonesa que le permitiera conocer a nivel personal lo que la bomba puede hacer.
Porque en mi país solo se habla de esa bomba como arma estratégica y nunca sobre
sus efectos. En los días previos a un ensayo nuclear de Pakistán en los noventa, un
grupo de japoneses supervivientes de la bomba atómica vinieron al país para suplicar
al Gobierno que no lo llevara a cabo. Fue una historia pequeña en los medios de
comunicación, pero para mí la idea de Japón seguía allí, inamovible, y finalmente me
decidí a encararla en el libro. Además, siempre he escrito sobre ámbitos que conozco
íntimamente y era tiempo de cambiar: no quiero ser vista como una autora que
siempre escribe el mismo libro.
                        Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
P. La amenaza nuclear aparece de forma recurrente en el libro a través de esa espalda
de Hiroko, que lleva grabadas unas quemaduras en forma de pájaro de resultas de la
explosión atómica. ¿De dónde surge esa imagen?
R. Todo el libro proviene de esa primera imagen, inspirada en la descripción que John
Hersey hace en el libro Hiroshima (1946) de cómo la radiación imprimió los dibujos
de los kimonos en la piel de las japonesas. De ahí nació mi personaje.


P. La historia arranca en el Nagasaki de 1945 y concluye en la era posterior al 11-S
¿Qué nexo establece entre esos dos paisajes de destrucción? R. ElNagasaki de antes

                                                                                   9
de la guerra era la única ciudad japonesa en contacto con Europa, cosmopolita, con
una decena de diarios en lengua inglesa, matrimonios mixtos, un club internacional...
Cuando estalló el conflicto, todos los extranjeros la abandonaron, pero los hijos de
parejas mixtas que se quedaron pasaron a convertirse en sospechosos.
Eso me llevó a pensar en el Nueva York posterior al 11 de septiembre, donde muchos
taxistas son paquistaníes y me explicaron los cambios de actitud de la gente antes y
después de los atentados. Estas personas, a menudo en situación precaria, se sienten
rechazadas y han vivido con el temor de ser detenidas o deportadas. No se trata de
una conexión entreNagasaki y el 11-S, sino entre las dos ciudades después del drama.


P. La historia, la política, los intereses estratégicos de las potencias, acaban colocando
a las dos familias protagonistas de su relato —una del Este, la otra occidental— en
posiciones antagónicas. ¿No sería ese el retrato de la supuesta guerra de civilizaciones?
R. No puedo creer en la guerra de civilizaciones cuandomi propia vida lo contradice,
como mujer nacida y criada en Pakistán, con una abuela alemana, que ha vivido en
Nueva York y ahora en Londres. Sobre todo a lo largo de la última década, musulmanes
y occidentales (aunque en realidad muchos musulmanes son occidentales) empiezan
a considerarse incompatibles, incluso enemigos. Pero el islam y la democracia no
son incompatibles, mire si no lo que está ocurriendo en Egipto o en Libia...


P. ¿Le preocupa la imagen que se proyecta de su propio país, los temores a una
talibanización de Pakistán, la llamada guerra contra el terrorismo en sus propias
fronteras? ¿Puede la literatura modificar esa percepción unidimensional?
R. La proyección de Pakistán en los medios solía reducirse a la confrontación con India y
ahora a la guerra de Afganistán... aparte de las noticias sobre el cricket, por supuesto.
Pakistán tiene músicos, artistas y escritores, no sólo produce terroristas. Los autores
paquistaníes no podemos cambiar el mundo, pero sí retratar la vida real y a gente real.


P. Usted misma ha expresado en sus columnas del diario The Guardian el temor a
un constreñimiento de los sectores liberales de la sociedad paquistaní, a raíz del

10
asesinato en enero de un político contrario a las leyes que penan la blasfemia (Salman
Taseer, gobernador de la provincia del Punjab) ¿Supone ese contexto una amenaza
para los autores y creadores de Pakistán?
R. Estuve en Karachi hace dos semanas y la gente estaba más deprimida que nunca
porque el autor de aquel asesinato había recibido el trato de héroe cuando fue
llevado ante los tribunales. Pero me quedo con la idea formulada por Doris Lessing
de que a lo largo de su vida había visto a Hitler, a Stalin, el régimen del apartheid...
y sin embargo todo aquello ya ha desaparecido. En Pakistán tuvimos el equivalente a
la actual revuelta en Oriente Próximo hace tres años, cuando la presión de los jueces
y de los medios forzó la caída de Pervez Musharraf. Ahora tenemos un gobierno
electo, aunque incompetente y corrupto. En cuanto a las tensiones religiosas,me
pregunto si pueden conducir a las nuevas generaciones de escritores paquistaníes
a no tocar según qué temas, porque el subconsciente está alerta de las amenazas
y puede conducirte a la autocensura. Pero no conozco la respuesta. Yo no tengo
ese dilema, vivo en Londres y escribo en inglés, por lo que sólo llego a un pequeño
porcentaje de los lectores de Pakistán, aunque es muy poderoso e influyente.


P. La protagonista de su libro se integra sin dificultad en el entono de cada país en
el que vive, pero al tiempo reniega de algo “tan insustancial y dañino como una
nación”. ¿Comparte esa opinión de su criatura literaria?
R. Admiro a Hiroko, pero no comparto Finales S. III, inicios S. Pakistán me importa
                        Cultura ibérica. esa sentencia porque II a.C.
demasiado, inspira mis sentimientos más profundos, la crítica y el cariño. Siempre
que regreso a Karachi siento “esta es mi historia”. Aunque mi noción de patriotismo
no encaja con esa idea tan poderosa de la nación que te lleva a estar dispuesta a
matar y morir por ella. Hiroko es como me gustaría que fuéramos todos: se adapta a
las costumbres, aprende lenguas, pero no lo hace pensando en el concepto de nación
sino de comunidad.
                                                                Fuente: Babelia/El País




                                                                                      11
Historia



                     El Tratado de Tordesillas


                            El Programa Memoria del Mundo de la UNESCO se creó
                            en el año 1997 para preservar el patrimonio documental,
                            auténtica memoria del mundo y espejo de la diversidad
                            de lenguas, pueblos y culturas de nuestro planeta. La
                            creación del programa obedeció a la constatación de la
                            suma fragilidad de esa memoria y al hecho de que día tras
                            día desaparecen elementos importantes del patrimonio
                            documental que la componen.
                            El Tratado de Tordesillas de 7 de junio de 1494 lo constituyen
                            las capitulaciones entre los Reyes Católicos y el Rey Juan II
                            de Portugal por las que se establece una nueva línea de
                            demarcación entre ambas coronas, a trazar de polo a polo,
  a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde. La firma del Tratado se llevó a cabo
  tras difíciles negociaciones diplomáticas entre embajadores y procuradores de ambos
  reinos. Esta modificación de la línea de demarcación dividiendo el mundo entre
  España y Portugal supuso el comienzo de la historia de Brasil, ya que su extremo
  oriental queda dentro de la zona portuguesa.
    Al ser un Tratado bilateral, existen dos originales, en versión castellana se conserva
  en el Arquivo Nacional da Torre do Tombo ( Lisboa) y en versión portuguesa en el
  Archivo General de Indias (Sevilla).
    La inclusión del Tratado de Tordesillas en el Registro de la Memoria del Mundo
  supondrá promocionar y difundir este valioso documento, constatar su importancia
  como memoria histórica y promover su conservación, así como sensibilizar al público
  sobre su protección.
                                                              Fuente: UNESCO/agencias


  12
Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.




                                                      13
14
Recuperan objetos
         del ajuar funerario de Tutankamón


E   n un lento y penoso goteo van apareciendo los
    objetos robados del Museo Egipcio de El Cairo
durante el robo del pasado enero, en la confusión de
los primeros pasos de la revolución en Egipto. Ahora
han regresado a su hogar en el museo la estatuilla
dorada del faraón cazando con arpón desde un
bote, la trompeta de bronce y el elemento central
de abanico sustraídos. La estatuilla era uno de los
objetos emblemáticos del saqueo del Museo Egipcio.
Los asaltantes la rompieron y en el suelo de las salas del tesoro de Tutankamón,
como se pudo ver en imágenes captadas por la televisión, quedaron, entre cristales
de las vitrinas, la barca en que se apoyaba la figura y los pies de ésta. La estatuilla,
cercenada de su base por los ladrones para facilitar su transporte, presenta serios
desperfectos, le falta un trozo de corona y parte de las piernas. Los técnicos del
museo se emplearán a fondo para restaurarla.
                       Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
 La trompeta en cambio está en excelentes condiciones —aunque no se sabe si
alguien habrá aprovechado la ocasión para soplarla; el instrumento no requiere
restauración y podrá volver a exhibirse enseguida, según el director del museo, Tarek
El-Awady. En cambio el trozo de abanico está hecho unos zorros: un lado se ha roto
en 11 piezas; además, parte del objeto sigue perdido.
 Con las tres piezas de Tutankamón se ha recuperado uno de los ushebti —estatuilla
funeraria— del conjunto sepulcral de Yuya y Tuya, otra de las colecciones del museo
más perjudicadas por el asalto. La figurita se encuentra en buen estado y podrá
también volver a ser expuesta de inmediato.



                                                                                      15
En una maleta, en el metro


Las cuatro piezas del antiguo Egipto aparecieron en una maleta hallada por casualidad
en el metro de El Cairo por el arqueólogo Salah Mohamed mientras se dirigía al
trabajo. Una más de las rocambolescas historias vinculadas a la recuperación de
objetos del asalto al Museo Egipcio. El pasado febrero, un profesor de la Universidad
Americana de El Cairo entregó la estatua robada de Akenatón con corona azul y
base de alabastro que su sobrino, dijo, había encontrado cerca de un contenedor de
basura en la plaza Tahir.
 Zahi Hawass, ministro de Antigüedades, aprovechó en una conferencia de prensa
con motivo de la recuperación de los objetos para advertir a los que se llevaron
piezas del museo que todas están registradas y nunca conseguirán venderlas. Añadió
que los que devuelvan las piezas no serán castigados. “Sólo queremos recuperar las
antigüedades”, recalcó.
                                                                      Fuente: El País




16
Celebra el judaísmo la fiesta
                   de los panes ázimos

Jerusalén.- Con pan ázimo y sin nada de levadura en sus alimentos durante siete días
(ocho fuera de Israel), los judíos celebran a partir de esta noche la fiesta del Pesaj, la
misma que Jesús conmemoró en la Ultima Cena con sus discípulos.
  De gran trascendencia en la historia judía por el sentido tanto religioso como étnico
que conlleva, se trata de una de las fiestas más antiguas conocidas, y está descrita en
las escrituras sagradas en el libro del Éxodo.
  “Ese libro narra como fuimos liberados por Dios del Faraón que nos tenía
esclavizados y la orden de celebrar este episodio para la eternidad y como si nosotros
mismos hubiéramos estado allí”, explicó a Notimex el rabino Yaacov Hamu.
  Una de las claves de esta celebración es el “Relato” que se transmite de padres
a hijos, conocido como “Hagada” y en la que la familia va describiendo los hechos
descritos en la Biblia e interpretaciones a la voluntad divina de parte de líderes
espirituales posteriores.
“Lo más importante es comunicarle a los niños el mensaje de libertad que nos llega
desde aquella noche, para que nuestro pueblo siga existiendo”, agregó el rabino
sobre esa mezcla anormal que confiere Finales S. III, un carácter a.C. y simultáneo
                       Cultura ibérica. al judaísmo inicios S. II dual

como pueblo y como religión.
  “En otros pueblos se puede ser de cualquier religión, al nuestro se accede
únicamente por la religión. Si eres judío de religión, automáticamente perteneces al
pueblo judío”, puntualizó.
  Esa dualidad se origina precisamente en los hechos que se conmemoran en el Pesaj,
la salida de un grupo de personas de la esclavitud guiados por Moisés para aceptar
el monoteísmo en el Monte Sinaí, episodio que también forma parte del cristianismo
y que fue ampliamente llevado a todas las artes.


                                                                                        17
De hecho, la última cena que Jesús celebró con sus discípulos, antes de la
crucifixión, no es otra que la Pascua judía, la misma que comenzarán a conmemorar
millones de personas de esta confesión en Israel y en todo el mundo.
  La única diferencia es que por razones logísticas relacionadas con la luna y los
transportes en tiempos antiguos, en Israel se celebra durante siete días y en el resto
del mundo durante ocho.
  Reunidos en familia, los judíos transmitirán el histórico legado a sus hijos alrededor
de una gran mesa y antes de una copiosa cena en la que destacan como elementos
simbólicos la lechuga, el huevo, el “jaroset” (mezcla de frutos trillados amasados en
bolas ultracalóricas) y el vinagre.
  “La mezcla de elementos dulces y amargos en la mesa no es más que el recuerdo
de la amargura de la esclavitud y la dulzura de la libertad”, declaró Hamú.
  Conocida también como Fiesta de la Primavera, por la estación en la que se celebra,
y también como Fiesta de la Libertad por lo que representa para la gestación étnica
del pueblo judío, el Pesaj está claramente marcado por la “matzá”, una fina galleta
cuadrada de tamaño variable que es empleada durante la fiesta como pan.
  La Biblia ordena a los judíos que para recordar el éxodo deberán comer panes
ázimos, porque así los hicieron sus padres durante siete días al salir de Egipto con
premura y no disponer de levadura, un producto que sale estos días de cualquier
vivienda judía y comercio.
  La industria y la tecnología modernas han sabido suplir la ausencia de ese producto
con todo tipo de sustitutos, como la harina de manzana, para ofrecer alimentos
alternativos a los fabricados con levadura, pero hasta hace unas décadas la situación
era muy distinta.
  “Ahora hay tortas, bizcochos y galletas casi tan buenos como los normales, pero
antes nos contentábamos con fruta y frutos secos, quizás algún dulce de coco al
horno, pero poco más”, recordó Mazal Dahan, una mujer octogenaria criada en
Marruecos y que emigró a Israel en la década de los años 50.
  “Hasta hay pan sin levadura en las cafeterías y restaurantes”, destacó sobre unos
pequeños panecillos desinflados que comenzaron a aflorar hace unos pocos años

18
y que, para los más conservadores, su mera semejanza con el pan supone ya una
violación de la ley más estricta.
  Para hacerse una idea de hasta dónde llega la observancia de eliminar cualquier resto
de levadura o producto leudado, basta con ver la profunda limpieza que una buena
parte de los judíos hacen de sus casas en las semanas que precede a esta fiesta.
  Esta mañana (del 18 de abril), en un ritual centenario, muchos de ellos quemaban
en las calles pequeños restos de pan y pronunciaban una plegaria para declarar
que cualquier miga que hayan podido perder de vista durante la limpieza queda
invalidada como producto leudado y por tanto quedarían eximidos del pecado.
  Estadísticas muestran que entre un 60 y un 70 por ciento de la población judía de
Israel se abstiene de comer pan leudado en la Pascua, un período en el que cientos
de miles de personas salen de excursión por todo el país abarrotando carreteras y
lugares de esparcimiento.
  Otros más progresistas y laicos, cifrados en más del medio millón entre una
población de 7.3 millones, prefieren este año celebrar el Pesaj en el sentido más
metafórico de la fiesta, y aprovecharla para hacer un masivo éxodo al extranjero que
les haga olvidar las dificultades que conlleva la fiesta.


                                                  http://www.milenio.com/node/697561


                           Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.




                                                                                     19
Directorio




             INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA


                         DIRECTOR GENERAL
                 ALFONSO DE MARIA Y CAMPOS CASTELLÓ

                         SECRETARIO TÉCNICO
                       MIGUEL ÁNGEL ECHEGARAY

                      SECRETARIO ADMINISTRATIVO
                         EUGENIO REZA SOSA

         COORDINADORA NACIONAL DE MUSEOS Y EXPOSICIONES
                       LOURDES HERRASTI

          DIRECTOR DEL MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS
             Y DEL CORREO DE LAS CULTURAS DEL MUNDO
                       LEONEL DURÁN SOLÍS

                                  EDITOR
                        MARIANO FLORES CASTRO
                       correodelasculturas@gmail.com

                  ÉSTA ES UNA PUBLICACIÓN DEL
   CENTRO DE ESTUDIOS SOBRE LA DIVERSIDAD CULTURAL (CEDICULT)
              DEL MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS

©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS POR LOS RESPECTIVOS AUTORES
            DE LOS ARTÍCULOS, NOTAS Y FOTOGRAFÍAS.


                    MÉXICO, D.F., 15 DE ABRIL DE 2011.



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  • 1. de las Culturas del Mundo Mural de la iglesia de San Juan Bautista en el río Jordán que muestra el nacimiento de Jesucrist CORREO Vol. IX, número 83, 15 de abril de 2011 Centro de Estudios sobre la Diversidad Cultural Estambul En este número: • Imperio Otomano, lecciones sobre Libia • Entrevista con Kamila Shamsie • El Tratado de Tordesillas • Recuperan objetos del ajuar funerario de Tutankamón • Celebra el judaísmo la fiesta de los panes ázimos
  • 2. Correo de las Culturas del Mundo Director Leonel Durán Solís Editor en jefe Mariano Flores Castro Consejo editorial Lourdes Arizpe Luis Barjau Raffaela Cedraschi José Fierros Mariano Flores Castro Alejandra Gómez Colorado Linda Manzanilla Carlos Montemayor † Salomón Nahmad Gerardo P. Taber Benjamín Preciado (Colmex) Juan José Ramírez Bonilla (Colmex) Silvia Seligson Rodolfo Stavenhagen (Colmex) ≈
  • 3. “Levantemos la mirada fuera de las fronteras de México para captar y analizar los nuevos desafíos que enfrentamos en la era de la globalización”. Lourdes Arizpe “ […] el pluralismo cultural constituye la respuesta política al hecho de la diversidad cultural. Inseparable de un contexto democrático, el pluralismo cultural es propicio a los intercambios culturales y al desarrollo de las capacidades creadoras que alimentan la vida pública.” “La defensa de la diversidad cultural es un imperativo ético, inseparable del respeto de la dignidad de la persona humana.” Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural
  • 4. Historia Imperio Otomano, lecciones sobre Libia por Robert Fisk E ntre la furia del despertar árabe –para no mencionar nuestra propia crisis en torno a Libia, que se profundiza–, la vieja Constantinopla es una tónica, un recordatorio entre alminares y agua, palacios, museos, librerías, un viejo parlamento y un millar de pescaderías, que ésta fue en verdad la única capital unida que los árabes tuvieron jamás. Los sultanes llamaban a Beirut la joya de la corona de los otomanos, pero dos días de caminar las calles de la moderna Estambul –con decenas de miles de pasajeros abarrotando los viejos tranvías en la calle Independencia– me hicieron entender por primera vez lo minúsculo que era Líbano en el gran mapa otomano. Tampoco se puede escapar de los otomanos. Allá en Taksim están las grandiosas embajadas antiguas británica y estadunidense; debajo de ellas, los grandes bancos de las potencias que se beneficiaron de las “capitulaciones”, y el hotel Gran Bretaña con sus extravagantes candelabros, que fue efímero hogar de Ataturk y Hemingway. De pronto me saca del ensueño una fotografía de 1917, de dos soldados turcos otomanos. Están en el desierto –¿Palestina, Siria, Arabia?– literalmente en harapos, con gorros como costales sobre las caras atormentadas y los pantalones colgando hechos jirones sobre las piernas. Resulta extraño ver uno de los primeros aviones de hélice detrás de ellos. ¿Serían ésos los adolescentes contra los que luchó Lawrence en la revuelta árabe, precursora del tifón que ahora engloba todo Medio Oriente? En una librería cerca de la parada del tranvía en Istiklal compré la Vida de Atarturk escrita por el británico Andrew Mango hace más de diez años, 4
  • 5. pero que conserva la frescura de la investigación original sobre el fundador de la Turquía moderna. Sí, contiene las acostumbradas ambigüedades sobre las masacres de armenios (“tema de acalorados debates”, claro), pero también un recuento extraordinario de los principios de la carrera militar de Mustafá Kemal, que cruzó furtivamente Alejandría para combatir al lado de los rebeldes árabes contra Italia nada menos que en Libia. Y allí están los nombres familiares: Tobruk, Bengasi, Zawiya. Enver Pachá, figura mucho más oscura en la historia turca –nada más pregunten a los armenios–, fue el comandante otomano en Cirenaica que puso sitio a las fuerzas italianas en Bengasi y se dedicó a unir a las tribus de los Senussi (sí, los mismos Senussi que esperan que ganemos su guerra contra Kadafi) contra los italianos. Los Senussi, por cierto, fueron fundados por un argelino llamado Muhammad Ibn Alí al-Senussi, quien se estableció en Cirenaica en 1843. La historia de la tribu, que llega hasta el rey Idris (derrocado por un tal coronel Kadafi en 1969), es descrita con agudeza cuando Mango señala que “la solidaridad musulmana (en la guerra) era efectiva cuando se complementaba con el interés propio y el instinto de autodefensa”. Hay otros párrafos que podrían ser leídos por los David Cameron de este mundo. En una línea espléndida Mango explica que “había que mostrar a los árabes que el Estado otomano regenerado era capaz de defenderlos”, en tanto el propio MustafáS.Kemal dice dea.C. campaña en Cultura ibérica. Finales III, inicios S. II la Libia: “en ese tiempo, me di cuenta de que era inútil”. Ciento ochenta otomanos y 8 mil árabes pudieron rodear a 15 mil italianos, pero “los guerreros tribales árabes iban y venían según los movía el espíritu”. La principal preocupación de los jeques, según descubrió Mustafá Kemal, era ganar tanto dinero como fuera posible, y mientras más durara la guerra, más dinero se podían meter a la bolsa. En algún momento Enver Pachá envió a un amigo del futuro Ataturk a un oasis de los Senussi (Calo). Más tarde el amigo escribió: “En ese bendito lugar no se permite salir ni a las niñas de tres años. Las mujeres viven y mueren 5
  • 6. donde nacieron. Tal es la costumbre local. Aunque en los campamentos militares hay hombres y mujeres, no hemos podido ver el rostro de una mujer en los tres meses pasados, pues todas están ocultas por pesados velos. Vivimos como ascetas… Si salimos de aquí, nuestra próxima parada será sin duda el paraíso”. La historia da vuelcos extraños. El imperio otomano se alió con Alemania tres años después –Ataturk se distinguió en Galípoli– y acabaría derrumbándose cuando Alemania perdió la guerra. Y, sin embargo, ahora los nietos y tataranietos de aquellos mismos turcos son vilipendiados en Alemania por tener demasiados hijos, hablar poco alemán y sobrevivir con el seguro del desempleo. Y el año pasado, la canciller Merkel afirmó que los esfuerzos por construir una “sociedad multicultural” han fallado en Alemania, aseveración apoyada por David Cameron, quien sabe tanto de migrantes turcos como de historia libia. Porque, en realidad, ésa es una historia falsa. Alemania nunca emprendió un expe- rimento altruista de “mul- ticulturalismo”. Los turcos fueron allá a hacer los tra- bajos que los alemanes no querían. Los Gastarbeiter fueron animados a ir a Alemania a ofrecer mano de obra barata, más que como invitados de algún extraor- dinario programa social de mejoramiento intercultural, del mismo modo en que los primeros negros británicos 6
  • 7. llegaron luego de la Segunda Guerra Mundial para ayudar a reconstruir Gran Bretaña… no porque quisiéramos darles mejores hogares. Ataturk, desde luego, quería que los turcos fueran europeos tanto como Merkel y Cameron preferirían que todos los turcos se regresaran al imperio otomano. Pero tal vez nuestros amos en Europa (Sarkozy tanto como Cameron) harían bien en hojear una biografía de Ataturk en aquellos emocionantes días. La guerra de los Balcanes obligó a los otomanos a abandonar Cirenaica y aceptar la anexión italiana de Libia. Enver Pachá se negó a aceptar ese hecho de la historia. Sostuvo que era “peligroso” decir a los miembros de tribus árabes que la paz se había “concluido”. Así pues, entregó a los Senussis a la sombría merced de los italianos, cuyo régimen fascista posterior a la Primera Guerra los asolaría durante dos décadas. Los paralelismos no son exactos, por supuesto. Pero sería interesante saber –si Kadafi se sostiene como lapa en Libia– cómo vamos a decirles a nuestros fieles “rebeldes” de Bengasi que la OTAN se ha quedado sin fuelle y prefiere la paz que más guerra. Fuente: © The Independent/La Jornada. Traducción: Jorge Anaya Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C. 7
  • 8. Entrevista Con Kamila Shamsie L a frágil figura de una japonesa superviviente de la bomba atómica de Nagasaki (1945) entrelaza la historia de dos familias a lo largo de seis décadas, en un recorrido desde el epílogo de la Segunda Guerra Mundial hasta la India en vísperas de la partición, el pulso nuclear con el nuevo Estado de Pakistán y la guerra contra el terror que desencadenaron los ataques terroristas del 11-S. Más allá de la mera narración épica de pasiones y pérdidas, lealtades y traiciones, la escritora paquistaní Kamila Shamsie (Karachi, 1973) torna su novela Sombras quemadas (Salamandra y Edicions 62) en una reflexión sobre la identidad individual y el coste humano de las acciones emprendidas por gobiernos legítimos en nombre de la exclusiva defensa de la propia nación. Si la principal protagonista, Hiroko, es una mujer nipona con la huella de la radiación grabada en su cuerpo de forma perenne, el relato acabará conduciéndonos hasta la incomunicación de un reo sin nombre en una celda de Guantánamo. “No se trata de una conexión entre Nagasaki y el 11-S, sino entre las dos ciudades después del drama.” Integrante de un emergente grupo de jóvenes autores paquistaníes que escriben en lengua inglesa, Shamsie ha recabado un ramillete de premios de las letras en el Reino Unido y Pakistán desde su estreno literario con In The City by the Sea (1998). Tanto esta obra como las tres que le sucedieron (Salt and Saffron, Kartography y Broken Verses) se circunscriben al conocido universo de su tierra natal, diseccionando las tensiones políticas, étnicas, sociales y en torno al enfoque de la religión musulmana. “No imagino un día en el que no me sintiera paquistaní”, se autodefine esta 8
  • 9. mujer cosmopolita,miembro de una familia de editores y literatos, nacida y criada en Karachi antes de estudiar en Estados Unidos, vivir en Nueva York y finalmente recalar en Londres, su residencia de los últimos cuatro años. Con Sombras quemadas, finalista del Premio Orange en la categoría de ficción, Kamila Shamsie se atreve por primera vez a extender las alas geográficas de su imaginación literaria, aunque la cuestión paquistaní siga impregnando todas las costuras del libro. PREGUNTA. ¿Qué le condujo a sumergirse en territorio desconocido y a elegir como protagonista a una japonesa? RESPUESTA. Mi idea original era escribir sobre la amenaza de confrontación nuclear entre Pakistán y la India, y que mi personaje fuera paquistaní, aunque con una abuela japonesa que le permitiera conocer a nivel personal lo que la bomba puede hacer. Porque en mi país solo se habla de esa bomba como arma estratégica y nunca sobre sus efectos. En los días previos a un ensayo nuclear de Pakistán en los noventa, un grupo de japoneses supervivientes de la bomba atómica vinieron al país para suplicar al Gobierno que no lo llevara a cabo. Fue una historia pequeña en los medios de comunicación, pero para mí la idea de Japón seguía allí, inamovible, y finalmente me decidí a encararla en el libro. Además, siempre he escrito sobre ámbitos que conozco íntimamente y era tiempo de cambiar: no quiero ser vista como una autora que siempre escribe el mismo libro. Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C. P. La amenaza nuclear aparece de forma recurrente en el libro a través de esa espalda de Hiroko, que lleva grabadas unas quemaduras en forma de pájaro de resultas de la explosión atómica. ¿De dónde surge esa imagen? R. Todo el libro proviene de esa primera imagen, inspirada en la descripción que John Hersey hace en el libro Hiroshima (1946) de cómo la radiación imprimió los dibujos de los kimonos en la piel de las japonesas. De ahí nació mi personaje. P. La historia arranca en el Nagasaki de 1945 y concluye en la era posterior al 11-S ¿Qué nexo establece entre esos dos paisajes de destrucción? R. ElNagasaki de antes 9
  • 10. de la guerra era la única ciudad japonesa en contacto con Europa, cosmopolita, con una decena de diarios en lengua inglesa, matrimonios mixtos, un club internacional... Cuando estalló el conflicto, todos los extranjeros la abandonaron, pero los hijos de parejas mixtas que se quedaron pasaron a convertirse en sospechosos. Eso me llevó a pensar en el Nueva York posterior al 11 de septiembre, donde muchos taxistas son paquistaníes y me explicaron los cambios de actitud de la gente antes y después de los atentados. Estas personas, a menudo en situación precaria, se sienten rechazadas y han vivido con el temor de ser detenidas o deportadas. No se trata de una conexión entreNagasaki y el 11-S, sino entre las dos ciudades después del drama. P. La historia, la política, los intereses estratégicos de las potencias, acaban colocando a las dos familias protagonistas de su relato —una del Este, la otra occidental— en posiciones antagónicas. ¿No sería ese el retrato de la supuesta guerra de civilizaciones? R. No puedo creer en la guerra de civilizaciones cuandomi propia vida lo contradice, como mujer nacida y criada en Pakistán, con una abuela alemana, que ha vivido en Nueva York y ahora en Londres. Sobre todo a lo largo de la última década, musulmanes y occidentales (aunque en realidad muchos musulmanes son occidentales) empiezan a considerarse incompatibles, incluso enemigos. Pero el islam y la democracia no son incompatibles, mire si no lo que está ocurriendo en Egipto o en Libia... P. ¿Le preocupa la imagen que se proyecta de su propio país, los temores a una talibanización de Pakistán, la llamada guerra contra el terrorismo en sus propias fronteras? ¿Puede la literatura modificar esa percepción unidimensional? R. La proyección de Pakistán en los medios solía reducirse a la confrontación con India y ahora a la guerra de Afganistán... aparte de las noticias sobre el cricket, por supuesto. Pakistán tiene músicos, artistas y escritores, no sólo produce terroristas. Los autores paquistaníes no podemos cambiar el mundo, pero sí retratar la vida real y a gente real. P. Usted misma ha expresado en sus columnas del diario The Guardian el temor a un constreñimiento de los sectores liberales de la sociedad paquistaní, a raíz del 10
  • 11. asesinato en enero de un político contrario a las leyes que penan la blasfemia (Salman Taseer, gobernador de la provincia del Punjab) ¿Supone ese contexto una amenaza para los autores y creadores de Pakistán? R. Estuve en Karachi hace dos semanas y la gente estaba más deprimida que nunca porque el autor de aquel asesinato había recibido el trato de héroe cuando fue llevado ante los tribunales. Pero me quedo con la idea formulada por Doris Lessing de que a lo largo de su vida había visto a Hitler, a Stalin, el régimen del apartheid... y sin embargo todo aquello ya ha desaparecido. En Pakistán tuvimos el equivalente a la actual revuelta en Oriente Próximo hace tres años, cuando la presión de los jueces y de los medios forzó la caída de Pervez Musharraf. Ahora tenemos un gobierno electo, aunque incompetente y corrupto. En cuanto a las tensiones religiosas,me pregunto si pueden conducir a las nuevas generaciones de escritores paquistaníes a no tocar según qué temas, porque el subconsciente está alerta de las amenazas y puede conducirte a la autocensura. Pero no conozco la respuesta. Yo no tengo ese dilema, vivo en Londres y escribo en inglés, por lo que sólo llego a un pequeño porcentaje de los lectores de Pakistán, aunque es muy poderoso e influyente. P. La protagonista de su libro se integra sin dificultad en el entono de cada país en el que vive, pero al tiempo reniega de algo “tan insustancial y dañino como una nación”. ¿Comparte esa opinión de su criatura literaria? R. Admiro a Hiroko, pero no comparto Finales S. III, inicios S. Pakistán me importa Cultura ibérica. esa sentencia porque II a.C. demasiado, inspira mis sentimientos más profundos, la crítica y el cariño. Siempre que regreso a Karachi siento “esta es mi historia”. Aunque mi noción de patriotismo no encaja con esa idea tan poderosa de la nación que te lleva a estar dispuesta a matar y morir por ella. Hiroko es como me gustaría que fuéramos todos: se adapta a las costumbres, aprende lenguas, pero no lo hace pensando en el concepto de nación sino de comunidad. Fuente: Babelia/El País 11
  • 12. Historia El Tratado de Tordesillas El Programa Memoria del Mundo de la UNESCO se creó en el año 1997 para preservar el patrimonio documental, auténtica memoria del mundo y espejo de la diversidad de lenguas, pueblos y culturas de nuestro planeta. La creación del programa obedeció a la constatación de la suma fragilidad de esa memoria y al hecho de que día tras día desaparecen elementos importantes del patrimonio documental que la componen. El Tratado de Tordesillas de 7 de junio de 1494 lo constituyen las capitulaciones entre los Reyes Católicos y el Rey Juan II de Portugal por las que se establece una nueva línea de demarcación entre ambas coronas, a trazar de polo a polo, a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde. La firma del Tratado se llevó a cabo tras difíciles negociaciones diplomáticas entre embajadores y procuradores de ambos reinos. Esta modificación de la línea de demarcación dividiendo el mundo entre España y Portugal supuso el comienzo de la historia de Brasil, ya que su extremo oriental queda dentro de la zona portuguesa. Al ser un Tratado bilateral, existen dos originales, en versión castellana se conserva en el Arquivo Nacional da Torre do Tombo ( Lisboa) y en versión portuguesa en el Archivo General de Indias (Sevilla). La inclusión del Tratado de Tordesillas en el Registro de la Memoria del Mundo supondrá promocionar y difundir este valioso documento, constatar su importancia como memoria histórica y promover su conservación, así como sensibilizar al público sobre su protección. Fuente: UNESCO/agencias 12
  • 13. Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C. 13
  • 14. 14
  • 15. Recuperan objetos del ajuar funerario de Tutankamón E n un lento y penoso goteo van apareciendo los objetos robados del Museo Egipcio de El Cairo durante el robo del pasado enero, en la confusión de los primeros pasos de la revolución en Egipto. Ahora han regresado a su hogar en el museo la estatuilla dorada del faraón cazando con arpón desde un bote, la trompeta de bronce y el elemento central de abanico sustraídos. La estatuilla era uno de los objetos emblemáticos del saqueo del Museo Egipcio. Los asaltantes la rompieron y en el suelo de las salas del tesoro de Tutankamón, como se pudo ver en imágenes captadas por la televisión, quedaron, entre cristales de las vitrinas, la barca en que se apoyaba la figura y los pies de ésta. La estatuilla, cercenada de su base por los ladrones para facilitar su transporte, presenta serios desperfectos, le falta un trozo de corona y parte de las piernas. Los técnicos del museo se emplearán a fondo para restaurarla. Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C. La trompeta en cambio está en excelentes condiciones —aunque no se sabe si alguien habrá aprovechado la ocasión para soplarla; el instrumento no requiere restauración y podrá volver a exhibirse enseguida, según el director del museo, Tarek El-Awady. En cambio el trozo de abanico está hecho unos zorros: un lado se ha roto en 11 piezas; además, parte del objeto sigue perdido. Con las tres piezas de Tutankamón se ha recuperado uno de los ushebti —estatuilla funeraria— del conjunto sepulcral de Yuya y Tuya, otra de las colecciones del museo más perjudicadas por el asalto. La figurita se encuentra en buen estado y podrá también volver a ser expuesta de inmediato. 15
  • 16. En una maleta, en el metro Las cuatro piezas del antiguo Egipto aparecieron en una maleta hallada por casualidad en el metro de El Cairo por el arqueólogo Salah Mohamed mientras se dirigía al trabajo. Una más de las rocambolescas historias vinculadas a la recuperación de objetos del asalto al Museo Egipcio. El pasado febrero, un profesor de la Universidad Americana de El Cairo entregó la estatua robada de Akenatón con corona azul y base de alabastro que su sobrino, dijo, había encontrado cerca de un contenedor de basura en la plaza Tahir. Zahi Hawass, ministro de Antigüedades, aprovechó en una conferencia de prensa con motivo de la recuperación de los objetos para advertir a los que se llevaron piezas del museo que todas están registradas y nunca conseguirán venderlas. Añadió que los que devuelvan las piezas no serán castigados. “Sólo queremos recuperar las antigüedades”, recalcó. Fuente: El País 16
  • 17. Celebra el judaísmo la fiesta de los panes ázimos Jerusalén.- Con pan ázimo y sin nada de levadura en sus alimentos durante siete días (ocho fuera de Israel), los judíos celebran a partir de esta noche la fiesta del Pesaj, la misma que Jesús conmemoró en la Ultima Cena con sus discípulos. De gran trascendencia en la historia judía por el sentido tanto religioso como étnico que conlleva, se trata de una de las fiestas más antiguas conocidas, y está descrita en las escrituras sagradas en el libro del Éxodo. “Ese libro narra como fuimos liberados por Dios del Faraón que nos tenía esclavizados y la orden de celebrar este episodio para la eternidad y como si nosotros mismos hubiéramos estado allí”, explicó a Notimex el rabino Yaacov Hamu. Una de las claves de esta celebración es el “Relato” que se transmite de padres a hijos, conocido como “Hagada” y en la que la familia va describiendo los hechos descritos en la Biblia e interpretaciones a la voluntad divina de parte de líderes espirituales posteriores. “Lo más importante es comunicarle a los niños el mensaje de libertad que nos llega desde aquella noche, para que nuestro pueblo siga existiendo”, agregó el rabino sobre esa mezcla anormal que confiere Finales S. III, un carácter a.C. y simultáneo Cultura ibérica. al judaísmo inicios S. II dual como pueblo y como religión. “En otros pueblos se puede ser de cualquier religión, al nuestro se accede únicamente por la religión. Si eres judío de religión, automáticamente perteneces al pueblo judío”, puntualizó. Esa dualidad se origina precisamente en los hechos que se conmemoran en el Pesaj, la salida de un grupo de personas de la esclavitud guiados por Moisés para aceptar el monoteísmo en el Monte Sinaí, episodio que también forma parte del cristianismo y que fue ampliamente llevado a todas las artes. 17
  • 18. De hecho, la última cena que Jesús celebró con sus discípulos, antes de la crucifixión, no es otra que la Pascua judía, la misma que comenzarán a conmemorar millones de personas de esta confesión en Israel y en todo el mundo. La única diferencia es que por razones logísticas relacionadas con la luna y los transportes en tiempos antiguos, en Israel se celebra durante siete días y en el resto del mundo durante ocho. Reunidos en familia, los judíos transmitirán el histórico legado a sus hijos alrededor de una gran mesa y antes de una copiosa cena en la que destacan como elementos simbólicos la lechuga, el huevo, el “jaroset” (mezcla de frutos trillados amasados en bolas ultracalóricas) y el vinagre. “La mezcla de elementos dulces y amargos en la mesa no es más que el recuerdo de la amargura de la esclavitud y la dulzura de la libertad”, declaró Hamú. Conocida también como Fiesta de la Primavera, por la estación en la que se celebra, y también como Fiesta de la Libertad por lo que representa para la gestación étnica del pueblo judío, el Pesaj está claramente marcado por la “matzá”, una fina galleta cuadrada de tamaño variable que es empleada durante la fiesta como pan. La Biblia ordena a los judíos que para recordar el éxodo deberán comer panes ázimos, porque así los hicieron sus padres durante siete días al salir de Egipto con premura y no disponer de levadura, un producto que sale estos días de cualquier vivienda judía y comercio. La industria y la tecnología modernas han sabido suplir la ausencia de ese producto con todo tipo de sustitutos, como la harina de manzana, para ofrecer alimentos alternativos a los fabricados con levadura, pero hasta hace unas décadas la situación era muy distinta. “Ahora hay tortas, bizcochos y galletas casi tan buenos como los normales, pero antes nos contentábamos con fruta y frutos secos, quizás algún dulce de coco al horno, pero poco más”, recordó Mazal Dahan, una mujer octogenaria criada en Marruecos y que emigró a Israel en la década de los años 50. “Hasta hay pan sin levadura en las cafeterías y restaurantes”, destacó sobre unos pequeños panecillos desinflados que comenzaron a aflorar hace unos pocos años 18
  • 19. y que, para los más conservadores, su mera semejanza con el pan supone ya una violación de la ley más estricta. Para hacerse una idea de hasta dónde llega la observancia de eliminar cualquier resto de levadura o producto leudado, basta con ver la profunda limpieza que una buena parte de los judíos hacen de sus casas en las semanas que precede a esta fiesta. Esta mañana (del 18 de abril), en un ritual centenario, muchos de ellos quemaban en las calles pequeños restos de pan y pronunciaban una plegaria para declarar que cualquier miga que hayan podido perder de vista durante la limpieza queda invalidada como producto leudado y por tanto quedarían eximidos del pecado. Estadísticas muestran que entre un 60 y un 70 por ciento de la población judía de Israel se abstiene de comer pan leudado en la Pascua, un período en el que cientos de miles de personas salen de excursión por todo el país abarrotando carreteras y lugares de esparcimiento. Otros más progresistas y laicos, cifrados en más del medio millón entre una población de 7.3 millones, prefieren este año celebrar el Pesaj en el sentido más metafórico de la fiesta, y aprovecharla para hacer un masivo éxodo al extranjero que les haga olvidar las dificultades que conlleva la fiesta. http://www.milenio.com/node/697561 Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C. 19
  • 20. Directorio INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA DIRECTOR GENERAL ALFONSO DE MARIA Y CAMPOS CASTELLÓ SECRETARIO TÉCNICO MIGUEL ÁNGEL ECHEGARAY SECRETARIO ADMINISTRATIVO EUGENIO REZA SOSA COORDINADORA NACIONAL DE MUSEOS Y EXPOSICIONES LOURDES HERRASTI DIRECTOR DEL MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS Y DEL CORREO DE LAS CULTURAS DEL MUNDO LEONEL DURÁN SOLÍS EDITOR MARIANO FLORES CASTRO correodelasculturas@gmail.com ÉSTA ES UNA PUBLICACIÓN DEL CENTRO DE ESTUDIOS SOBRE LA DIVERSIDAD CULTURAL (CEDICULT) DEL MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS ©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS POR LOS RESPECTIVOS AUTORES DE LOS ARTÍCULOS, NOTAS Y FOTOGRAFÍAS. MÉXICO, D.F., 15 DE ABRIL DE 2011. 20