El Papa Francisco habla sobre la misericordia de Dios y la importancia de la oración y el perdón. Dios perdona todo a aquellos que se arrepienten sinceramente. El infierno es elegido por aquellos que rechazan el amor de Dios. La oración de los ancianos es valiosa para la Iglesia. La confesión es un don que permite obtener el perdón divino. Jesús siempre recibe con amor a los pecadores arrepentidos, como la mujer pecadora en la casa de Simón.
2. El 9 de marzo ante la pregunta de
uno de los niños de por qué si
Dios es bueno existe el infierno.
El Papa respondió: “Dios
perdona todo,
pero saben que había un ángel
muy orgulloso,
muy orgulloso, que era muy
inteligente, y tenía envidia de
Dios, ¿entienden? Quería ser Dios.
Y Dios quiso perdonarlo, pero él
decía:
‘Yo no tengo necesidad de
perdón,
¡me basto a mí mismo!’”.
3. Por tanto, “al infierno no te mandan: si vas es porque lo eliges
tú.
El infierno es querer alejarse de Dios porque no quiero el amor
de Dios.
El diablo es el infierno porque él ha querido: nunca más tener
relación Dios.
4. “va al infierno solamente aquél que dice a Dios:
‘No te necesito, me arreglo yo sólo…
5. A la cuestión de cómo vivir de
manera adecuada la moral
cristiana,
dado que en los tiempos actuales
es muy complicado, respondió:
“vivir moralmente es una gracia,
es una respuesta al amor que Él
te da primero. Si tú no eres
consciente de que Él te ama, no
puedes hacer nada. La manera
moral de vivir es una respuesta a
ese encuentro con Jesús.
Si tú nunca hubieras encontrado
a Jesús, nunca, nunca podrías
vivir una vida cristiana.
Es Jesús el que te ayuda a
avanzar,
y si caes Él te alza y te hace
seguir adelante”.
6. “…En el momento de la tentación,
debemos mirar a Jesús y decir:
‘Señor, mírame, no me dejes solo’.
Si después caes, levántate”.
Esto es “la moral cristiana, alzarse rápido y seguir
adelante”.
7. El 11 de marzo dijo en su catequesis sobre los ancianos:
El Señor …nos llama a seguirlo en cada edad de la vida
y también la ancianidad contiene una gracia y una misión,
una verdadera vocación del Señor”.
8. La ancianidad es una vocación.
No es el momento todavía de “tirar los remos en la
barca”…
9. …Volvámonos también nosotros un
poco
‘poetas de la oración’:
tomémosle el gusto a buscar palabras
nuestras, recobremos aquellas que nos
enseña la Palabra de Dios. ¡Es un gran
don para la Iglesia,
la oración de los abuelos y de los
ancianos!
10. La oración de los ancianos
y abuelos es un don para la
Iglesia,
¡es una riqueza! Una gran
inyección
de sabiduría también para la
entera sociedad humana: sobre
todo para aquella que está
demasiado ocupada, demasiado
absorbida, demasiado distraída.
Alguien tiene que cantar, también
para ellos; cantar los signos de
Dios,
proclamar los signos de Dios,
¡rezar por ellos!
Miremos a Benedicto XVI,
quien ha elegido pasar en la
oración
y en la escucha de Dios la última
parte de su vida. ¡Esto es bello!
11. Un gran creyente del siglo
pasado, de tradición
ortodoxa,
Olivier Clément, decía:
“Una civilización en la que ya
no se ora es una civilización
en la que la vejez carece de
sentido.
Y esto es aterrador, tenemos
necesidad de ancianos que
oren porque la vejez se nos
da para esto”…
12. Nosotros podemos agradecer al Señor por los
beneficios recibidos, y llenar el vacío de ingratitud que
lo rodea.
Podemos interceder por las expectativas de las nuevas
generaciones y dar dignidad a la memoria
y los sacrificios de aquellas pasadas.
13. Nosotros podemos recordar a los jóvenes ambiciosos que
una vida sin amor es árida. Podemos decirles a los jóvenes
temerosos que la angustia del futuro se puede vencer.
Podemos enseñar a los jóvenes demasiado enamorados de sí
mismos, que hay más alegría en dar que en recibir.
14. Los abuelos y abuelas forman el “coro”
permanente de un gran santuario espiritual,
donde la oración de súplica y el cántico de alabanza
sostienen la comunidad que trabaja y lucha en el campo
de la vida.
15. La oración, finalmente, purifica incesantemente el corazón.
La alabanza y la súplica a Dios previenen el endurecimiento
del corazón en el resentimiento y el egoísmo.
¡Qué feo es el cinismo de un anciano que ha perdido el sentido de
su testimonio, desprecia a los jóvenes y no comunica una sabiduría
de vida!
16. ¡En cambio qué bello es el aliento que el anciano logra
transmitir
al joven en busca del sentido de la fe y de la vida!
Es verdaderamente la misión de los abuelos, la vocación de los
ancianos.
17. Las palabras de los abuelos tienen algo de especial para los
jóvenes.
Y ellos lo saben.
Las palabras que mi abuela me dio por escrito el día de mi
ordenación sacerdotal, las llevo todavía conmigo, siempre en
el breviario, y las leo a menudo, y me hacen bien.
18. ¡Cuánto quisiera una Iglesia que desafía la cultura del
descarte con la alegría desbordante de un nuevo abrazo
entre los jóvenes y los ancianos! Y esto es lo que hoy le
pido al Señor: ¡este abrazo!
19. El 12 de marzo dijo explicando
la misión del sacerdote con
respecto al sacramento de la
confesión:
“Somos ministros de la
misericordia gracias a la
misericordia de Dios;
no debemos perder nunca esta
mirada sobrenatural que nos
hace de verdad humildes,
acogedores y misericordiosos
hacia todo hermano y hermana
que pide confesarse”.
20. “No olvidemos nunca,
sea como penitentes o
como confesores,
que ¡no existe ningún
pecado que Dios no pueda
perdonar!
Solo aquello que es
escondido a la divina
misericordia
no puede ser perdonado,
como quien se oculta del
sol
no puede ser iluminado ni
recibir calor”.
21. “Los sacramentos, como sabemos,
son el lugar de la proximidad
y de la ternura de Dios para los
hombres;
ellos son el modo concreto que
Dios ha pensado para venir a
nuestro encuentro, para
abrazarnos,
sin avergonzarse de nosotros
y de nuestro límite”.
22. El Sacramento de la confesión
es
“un don de Dios”:
“vivir el Sacramento como
medio para educar a la
misericordia;
dejarse educar por cuanto
celebramos; custodiar la mirada
sobrenatural”.
23. “Así el fiel se sentirá invitado a
confesarse frecuentemente y
aprenderá a hacerlo de la mejor
manera, con la delicadeza que hace
tanto bien al corazón, también al de
confesor. De esta manera nosotros
sacerdotes hacemos crecer la relación
personal con Dios, para que así se
dilate en los corazones su Reino de
amor y de paz”.
24. En muchas ocasiones los
sacerdotes escuchan confesiones
que les edifican, “hermanos y
hermanas que viven una auténtica
comunión personal y eclesial con
el Señor y un amor sincero por los
hermanos”.
Se trata de “almas sencillas,
almas de pobres en espíritu que
se abandonan totalmente al
Señor,
que se fían de la Iglesia y por
tanto también del confesor”.
25. También, a menudo,
“se asiste a auténticos milagros
de conversión”.
“Personas que durante meses,
a veces desde hace años,
han estado bajo el dominio
del pecado y que,
como el Hijo Pródigo,
vuelven en sí mismos
y deciden levantarse
y regresar a la casa del Padre
para implorar el perdón”.
26. “aprender de la conversión
y del arrepentimiento de nuestros hermanos”
que muchas veces
“nos hacen también un examen de conciencia”.
27. Cuando se escuchen las
confesiones de los fieles,
“se debe tener siempre la
mirada interior dirigida al
cielo, a lo sobrenatural”.
28. …“Todos hemos sido constituidos
ministros de la reconciliación por
pura gracia de Dios, gratuitamente y
por amor,
a la vez que por misericordia”.
29. Sobre la actitud a tener cuando se escuchen los
pecados, “también debe ser sobrenatural, respetuosa de
la dignidad
y de las historias personales de cada uno,
para que pueda comprender qué quiere Dios de él o de
ella”.
30. El 13 de marzo dijo en parte de su
homilía:
…“El Sacramento de la
Reconciliación, en efecto, permite
acercarse con confianza al Padre
para tener la certeza de su
perdón.
Él es verdaderamente
'rico en misericordia'
y la extiende con abundancia
sobre cuantos recurren a Él con
corazón sincero”.
31. “No olvidemos que Dios perdona todo, Dios perdona siempre.
No nos cansemos de pedir perdón”.
“Sus puertas permanecen abiertas de par en par,
para que los que son tocados por la gracia puedan encontrar la
certeza del perdón. Cuanto más grande es el pecado,
mayor debe ser el amor que la Iglesia expresa hacia aquellos que se
convierten”.
32. “Con cuánto amor nos mira Jesús, con cuánto amor cura nuestro
corazón pecador. Nunca se asusta de nuestros pecados. Pensemos
en el Hijo pródigo, que cuando decide regresar a casa de su padre
piensa darle un discurso,
pero el padre no le deja hablar, le abraza. Así Jesús hace con
nosotros.
'Padre, tengo tantos pecados... pero Él estará contento,
¡si tú vas te abrazará con mucho amor! No tengas miedo”.
33. “Ser tocados con ternura con su
mano y moldeados por su gracia
nos permite,
por tanto, acercarnos al
sacerdote
sin temor por nuestras culpas,
pero con la certeza de ser
acogidos
por Él en nombre de Dios,
incluyendo no obstante nuestras
miserias”.
34. “Está el amor de la mujer pecadora que se humilla delante
del Señor; pero aún antes está el amor misericordioso de
Jesús por ella,
que la empuja a acercarse. Su llanto de arrepentimiento
y de alegría lava los pies del Maestro, y sus cabellos fueron
secados con gratitud; los besos son expresión de su afecto
puro;
y el ungüento perfumado vertido en abundancia atestigua
como Él es precioso a sus ojos”.
35. “Cada gesto de esta mujer habla de amor y expresa su deseo
de tener una certeza inquebrantable en su vida:
aquella de haber sido perdonada. Y Jesús le da esta certeza:
acogiéndola le demuestra el amor de Dios por ella”.
36. “El amor y el perdón son simultáneos: Dios le perdona
mucho, todo, porque 'ha amado mucho', y ella adora a
Jesús porque siente que en Él hay misericordia y no
condena. Gracias a Jesús, sus muchos pecados Dios se los
echa a las espaldas, no los recuerda más. Para ella, ahora
inicia una nueva estación, renace en el amor a una vida
nueva”.
37. “Esta mujer ha encontrado verdaderamente al Señor.
En el silencio, le ha abierto su corazón; en el dolor,
le ha mostrado el arrepentimiento por sus pecados,
con su llanto ha apelado a la bondad divina para recibir el
perdón”.
38. “Para ella no habrá ningún
juicio, sino aquello que viene
de Dios,
y este es el juicio de la
misericordia. El protagonista
de este encuentro es
ciertamente el amor que va
más allá de la justicia”.
39. “El fariseo no logra encontrar el camino del amor.
Permanece detenido en el umbral de la formalidad”
ya que “no es capaz de cumplir el paso sucesivo para ir al
encuentro de Jesús que le lleva la salvación”.
40. El juicio de Simón a la mujer
“le aleja de la verdad y no le permite ni siquiera entender quién
es su huésped.
Se ha detenido en la superficie,
no ha sido capaz de mirar al corazón”. Sólo
“cuando el juicio de Simón se vuelve al amor, entonces él está en
lo justo”.
41. “El reclamo de Jesús empuja
a cada uno de nosotros a no
quedarnos quietos nunca en
la superficie de las cosas,
sobre todo cuando estamos
ante una persona.
Estamos llamados a mirar a
los otros, a centrarnos en el
corazón para ver de cuánta
generosidad es capaz cada
uno”.
42. El 12 de marzo dijo en parte de su homilía:
“Elegir entre dos caminos, uno que lleva a Dios
y el otro que lleva a la perdición, a la ruina y a corrupción.
“O tú estás en el camino del amor o estás en el de la
hipocresía.
O te dejas amar de la misericordia de Dios,
o hacer aquello que quieres, según tu corazón,
que se endurece cada vez más en este camino”.
43. Cuando uno hace su propia voluntad
y no la del Señor, el corazón se
endurece.
“En la Iglesia, el Señor manda a los
santos, son los santos los que llevan
adelante la vida de la Iglesia: son los
Santos.
No son los poderosos,
no son los hipócritas: no, los
santos”.
44. “Los santos son aquellos que no tienen miedo de dejarse
acariciar por la misericordia de Dios. Y por eso los santos son
hombres
y mujeres que entienden muchas miserias, muchas miserias
humanas y acompañan al pueblo vecino. No desprecian al
pueblo”.
45. Cristo en un pasaje del
Evangelio afirma que
“quién no está conmigo está
contra mí”.
“O eres santo o vas por el
otro camino.
Quien no recoge conmigo,
…Es un corruptor,
que corrompe”.
46. “Nosotros hacemos nuestra voluntad, pero haciendo esto en el
camino de la vida seguimos un camino de endurecimiento: el
corazón se endurece,
se petrifica, y la Palabra del Señor no entra. Y el pueblo se
aleja”.
47. “También nuestra historia personal puede ser así.
Y hoy, en este día de Cuaresma, podemos
preguntarnos:
'¿Escucho la voz del Señor,
o hago aquello que quiero,
lo que me gusta?'”.
48. En el Evangelio del día Jesús
cura a un endemoniado y es
acusado de echar a los
demonios en nombre de los
demonios.
“Es la típica acusación de los
'legalistas'” que
“creen que la vida está
regulada por las leyes que
hacen ellos”…
49. El 15 marzo dijo comentando el Evangelio y rezar el
ángelus:
“¡Dios nos ama!, ¡Dios nos ama!”, …Jesús le dice a
Nicodemo:
“Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo
único”.
50. “Escuchando esta palabra,
dirigimos la mirada de nuestro corazón a Jesús Crucificado
y escuchamos dentro de nosotros que Dios nos ama,
nos ama de verdad, y ¡nos ama mucho!”.
“Dios nos ama con amor gratuito y sin límites”.
51. Un amor que “se muestra ante todo en la creación”.
Y como en ella,
“también en las etapas sucesivas de la historia de la salvación
resalta la gratuidad del amor de Dios: el Señor elige a su pueblo
no porque se lo merezca, sino porque es el más pequeño entre
todos los pueblos”.
52. “Y cuando viene ‘la plenitud del
tiempo’,
a pesar de que los hombres habían
roto repetidamente la alianza,
Dios, en lugar de abandonarlos,
forjó con ellos un vínculo nuevo
en la sangre de Jesús
–el vínculo de la nueva y eterna
alianza-
un vínculo que nada podrá volver a
romper”.
53. “La Cruz de Cristo es la prueba
suprema del amor de Dios por
nosotros:
Jesús nos ama hasta el final”, es
decir, “no solo hasta el último
instante de su vida terrena, sino
hasta el extremo límite del amor.
Si en la creación el Padre nos ha
dado la prueba de su inmenso
amor donándonos la vida,
en la pasión de su Hijo
nos ha dado la prueba de las
pruebas:
ha venido a sufrir y morir por
nosotros”.
54. “El Espíritu Santo obra en la Iglesia y,
a través de ella asegura la memoria viviente de
Cristo,
y obra en todas partes, también fuera de la Iglesia,
haciendo crecer los valores de auténtica
humanidad”.
55. Y este espíritu de amor “nos hace capaces de amar a Dios y a
los hermanos”.
“El signo más claro y más eficaz de este amor es la eucaristía,
el memorial de la Pascua de Jesús:
cada vez que la celebramos revivimos lo que sucedió en el
Calvario,
vértice de la historia del amor de Dios con la humanidad”.
56. “Que María, Madre de misericordia,
nos ponga en el corazón la certeza
de que somos amados por Dios”
y “sea cercano a nosotros en
momentos de dificultad”, para que
“en nuestro itinerario cuaresmal
sea experiencia de perdón,
de acogida y de caridad”.
57. El 15 de marzo dijo al finalizar el rezo del Ángelus:
“Queridos hermanos y hermanas, con dolor, con mucho dolor,
me he enterado de los atentados terroristas de hoy contra dos
iglesias en la ciudad de Lahore, en Pakistán, que han
provocado numerosos muertos y heridos”.
58. “son iglesias cristianas. Los cristianos son perseguidos.
Nuestros hermanos derraman sangre
solamente porque son cristianos”.
59. “Mientras aseguro mi oración por las víctimas y sus familias,
pido al Señor, imploro al Señor, fuente de todo bien,
el don de la paz y la concordia para este país”.
60. “Que esta persecución contra los cristianos,
que el mundo busca esconder, finalice y se dé la paz”.
61. En twitter dijo:
La humildad salva al hombre;
la soberbia le hace errar el camino.
62. En los momentos más terribles, recordad:
Dios es nuestro Padre; Dios no abandona a sus
hijos.
63. ¡Cuidado con la comodidad!
Cuando nos acomodamos olvidamos fácilmente a los
demás.
64. La Cuaresma es un tiempo para acercarse a Cristo
por medio de la Palabra de Dios y los sacramentos.
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Que Dios te llene de bendiciones.
Y que permanezcamos unidos en el amor
a Jesús.