El documento resume el evangelio del cuarto domingo de Pascua sobre Jesús como el buen pastor. Explica que Jesús se presentó a sí mismo como el buen pastor que da su vida por sus ovejas, en contraste con los pastores asalariados que abandonan a las ovejas. También habla sobre cómo Jesús conoce a sus ovejas y ellas lo conocen a él, y cómo dio su vida libremente por obediencia al Padre para salvarnos.
Messaggio della Consigliera per le Missioni_14 agosto 2021 por
El Buen Pastor da la vida por sus ovejas
1. 1
LECTIO DIVINA
4º Domingo de Pascua, CICLO B (Jn 10, 11 - 18)
Juan José Bartolomé, sdb
El evangelio de este domingo no despierta en nosotros los sentimientos
que despertó en los primeros oyentes de Jesús. Escucharle cómo se
presentó como el buen Pastor debió ser sorprendente e incluso cautivador.
Hoy no nos pasa lo mismo, porque nosotros si más nos imaginamos lo que
era y significaba el ambiente pastoril de sus tiempos. Su pueblo estaba
lleno de personas que ejercían el oficio de pastores.
Cuando Jesús dijo a sus amigos que Él era el pastor bueno, seguramente
esa comparación los motivó. Ellos le daban el título de Pastor a Dios y, tal
vez también a sus legítimos representantes: los reyes del pasado o el
mesías, que esperaban con ansias, era PASTOR y comprendían que todo lo que El hiciera era
siempre en favor de su bien.
Jesús vino a su como el ‘pastor bueno’. ¿Qué pretendía decirles al compararse con el pastor? El
desarrollo del texto nos deja ver cómo hizo la confrontación entre los que eran los pastores
buenos y los que eran malos…
Seguimiento:
11. En aquel tiempo, dijo Jesús: «Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las
ovejas;
12. el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las
ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa;
13. y es que a un asalariado no le importan las ovejas.
14. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen,
15. igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.
16. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que
traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor.
17. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla.
18. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y
tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.»
LEER: entender lo que dice el texto fijándose en cómo lo dice
Jn. 10 está concebido como un debate entre Jesús y los judíos. Cada pastor, propietario o
asalariado, tenía su propio ganado con el que convivía; antes de anochecer los diversos rebaños
eran conducidos a un único aprisco, cuya puerta era custodiada por el guardián.
Si alguien quería robar ovejas, entraba al redil haciendo un hueco en el muro o saltándolo.
Cuando por las mañanas era escuchado el pastor por sus ovejas, ellas salían del redil y se
dejaban guiar por su pastor, porque su voz las congregaba y orientaba el ritmo de su caminar.
La bondad del pastor tenía que ver con su autenticidad; él sabía arriesgar todo lo que era y tenía
por sus ovejas. La expresión exponer la vida por alguien, es propia del evangelio de San Juan (Jn
10, 11.15. 17-18; 13,37-38; 15,13; 1 Jn 3,16).
2. 2
Jesús fue y sigue siendo el pastor que da la vida (Jn 10,11.14). Arriesgar la propia vida por las
ovejas es lo mismo que decir voy a pagar con mi existencia para que mi grey tenga vida…
Sinónimo de bondad en el pastor era darse en cuerpo y alma por cada una de sus ovejas.
El pastor les aseguraba la vida a sus ovejas, porque la exponía por ellas; por se decía ser ‘bueno’.
Arriesgar su propia vida autentificaba su pastoreo, porque cuando un asalariado llegaba a querer
apoderarse de las ovejas, quien no era buen pastor, huía dejando a las ovejas en peligro (Jn
10,12-13).
El propietario tenía dominio sobre la vida de sus ovejas porque eran su propiedad y estaba
dispuesto aún a dar la vida por ellas (Jn 10,12-13.15.18).
La imagen tuvo éxito en la comunidad primitiva (Hch 20,26-29; 1Pe 2,25; 5,1-2): los líderes
cristianos, como Cristo Pastor, se legitimaron como pastores, viviendo para cuidar la fe de sus
hermanos, y se arriesgaron al grado de dar su vida de verdad, viviendo el martirio.
El pastor conocía a sus ovejas y se dejaba conocer por su rebaño; el conocimiento mutuo le daba
una seguridad moral: hablaba y convocaba a las ovejas, que podrían estar una por un lado y otra
por el otro. Bastaba que hablara para que ellas supieran dónde irse y hacia qué pastos
encaminarse…
Jesús habló de los pastores malos y precisó que cuando un pastor es bueno sabe entablar una
buena relación con su grey (Jn 10,14-16).
La buena relación con sus ovejas lo hizo también gracias a la maravillosa relación con tuvo con su
Padre (Jn 10,16-18), relación que fue la base para que pudiera hacer lo que hizo por la salvación
de sus ovejas. Fue Pastor Bueno porque se adentró en el AMOR de quien es BUENO porque ama
y da siempre y a todos AMOR. La bondad no nace por la capacidad intelectual o por una aptitud
sicológica, sino que es la expresión del amor; quien ama comprende, quien ama confía, quien
ama convive, y sabe ser solidario siempre.
El conocimiento mutuo entre el Pastor y el rebaño (Jn 10,14) no es más que el reflejo del
conocimiento recíproco entre Dios y su Hijo (Jn 10,15): la entrega de la propia vida por los demás
surge del conocimiento que reinó entre Jesús y su Padre, que también es nuestro Padre. Jesús es
ejemplo para quienes como Él son llamados a pastorear (Jn 8,28).
La salvación nace de la intimidad intradivina. El amor verdadero – la entrega de sí por quien se
ama (Jn 15) – no puede nacer más que de la intimidad con Dios, quien nos entregó a Cristo
Jesús, quien nos ama y quiere nuestra salvación (Jn 3,16-18).
El pastoreo que ejerció Jesús no conoció límites, ni de espacio ni de tiempo: desde que nació fue
universal y tuvo futuro (Jn 10,16). Las ovejas pertenecientes al redil de Jesús no son únicamente
aquellas a las que él se dirigió en ese momento, sino todas las que le fueron confiadas. Es
entusiasmante que entre ellas estemos todos nosotros, si escuchamos su voz y lo reconocemos
(Jn 8,47; 18,37), permaneciendo unidas bajo su liderazgo.
Es revelador que la misión se universaliza en la medida que se une a la voluntad salvífica del
Padre, (Jn 10,17).
El amor del Padre tiene su causa en la entrega voluntaria. La muerte de Jesús está vista no como
una injusticia, una catástrofe o un escándalo, sino como el acto soberano de libertad por el que Él,
3. 3
como buen pastor hizo entrega de su existencia, sacrificándose cuanto amor del Padre.
Entregarse a la muerte no fue para Jesús una ineludible necesidad; Él acepta su sacrificio por
amor a su Padre y por amor a nosotros. Nos salva porque quiere hacerlo. Él tiene el poder de
sacrificarse.
La salvación de la grey tiene dos protagonistas: el amor del Padre por el mundo, que se manifestó
al entregar a su propio Hijo (Jn 3,16) y el amor del Hijo por el Padre, comprobado por lo que Él
hizo por su grey (Jn 10,17).
El Hijo asume la voluntad del Padre en libre obediencia; por su sumisión dispone de la capacidad
de recuperar la vida entregada a los demás. Jesús, Pastor, da su vida y la recupera (Is 53,10-12):
ése es su quehacer (Jn 10,18). Realizándolo se hace verdaderamente pastor. Muerte – dar la
vida- y la resurrección – recuperar la que libremente entregó – fueron una única e indisoluble
actuación salvífica (cfr. Jn 12,24).
El poder de Jesús, su voluntad de dar vida y su capacidad de recuperarla, fue la manera de
responder al querer de su Padre y nuestro Padre.
Su pastoreo es fruto de dos protagonistas: Dios que ama y su Hijo el amado y Él, el amado.
Ambos amores hicieron posible nuestra salvación.
Quien se sabe salvado por Jesús se reconoce doblemente amado. El envío del Hijo, por parte del
Padre, y la obediencia al Padre, por parte del Hijo, nos dieron vida y nos la dan en abundancia por
toda la eternidad (cfr. Jn 12,49-50; 14,31).
La muerte y la resurrección de Jesús se presentan como ‘ordenadas’ por Dios y son dos
realidades que solos se entienden desde la óptica del amor: el amor que se verifica en la entrega
de la vida y en el retomarla de nuevo; ésta solo se entiende desde Dios y por Dios. no es amor
humano, es amor intradivino y fruto de este amor para nuestra salvación.
Pocas veces ha expresado el Nuevo Testamento el misterio pascual de forma tan novedosa tan
profunda como con esta comparación.
La consecuencia es obvia: Quien vive a partir de esta entrega, vive como Dios, entregado a los
demás (Jn 15,13; 1 Jn 3,16).
El 4º. Domingo de Pascua está dedicado a pedir por las vocaciones, porque haya quien, como
Jesús, esté dispuesto a dar su vida libre y conscientemente, para que a nadie le falte la posibilidad
de ser salvado por Dios, que amándonos sigue amando a su Hijo Único.
MEDITAR: aplicar lo que dice el texto a nuestra vida
Jesús tomó como motivo de su discurso una imagen familiar para sus oyentes: ‘la del pastor
bueno’. Se identificó a sí mismo con él. El conocimiento del rebaño fue la razón de su bondad.
Este conocimiento no fue especulativo, sino experiencial, fruto de su intimidad con el Padre y con
nosotros, sus hermanos: Él se autentificó como señor de la grey conociendo a Dios, y a
sus ovejas, las que tiene ya reunidas, las que le pertenecen y las que están lejos. Quiso
entregarse libremente por ellas porque las conocía, estaba entre ellas, convivía día a día con el
rebaño…
4. 4
Si no sabemos disfrutar la cercanía de Jesús o ignoramos sus atenciones, no vivimos la
alegría de saberlo nuestro pastor. Si lo reconocemos gozaremos de sus cuidados. Nos
preguntamos si pertenecemos efectiva y afectivamente al grupo que cuida Cristo, el Buen
Pastor.
La imagen del pastor tenía para los oyentes de Jesús una gran fuerza evocativa. El pastor sabía
guiar; era compañero. Jesús se propuso a sus oyentes como el señor, y el siervo; se declaraba
dispuesto a relacionarse con ellos como el ‘buen pastor, compartiendo su cansancio y su reposo,
el sol y el mal tiempo, el día y las noches. Jesús se manifestó como quien les daría la vida antes
que perder a alguno de ellos.
¿Por qué sentirnos abandonados cuando presentimos el peligro y la adversidad? Si creemos
que Jesús es nuestro pastor, ¿por qué nos creemos solos e indefensos cuando tenemos que
encarar una dificultad o asumir un riesgo?
Jesús está a nuestro favor. Él prefirió convivir con nosotros, no se echó atrás ante la misma
muerte. Sabernos apacentados por Jesús nos lleva a vivir sin temor la propia vida, sabiendo que
nuestro presente está en buenas manos y que nuestro futuro está ya asegurado porque Él amó su
vida menos que la nuestra.
Adiós miedos y prejuicios, afrontemos el mundo de hoy y el día de mañana con la certeza de
tener a Jesús junto a nosotros mientras seamos capaces de seguirlo. Él nos quiere liberar de
la angustia que el mundo actual y el futuro incierto puedan ocasionarnos. Nuestra seguridad
no se apoya en promesas por cumplir, sino en hechos por realizar: ‘Cristo ha dado por
nosotros.
Si no sentimos en nuestro corazón sus pasos, ni logramos descubrir sus huellas en nuestro
entorno, si no nos es familiar el tono de su voz, ni las exigencias de su voluntad, es porque es
más grande nuestra ansia de seguridad, que nuestra capacidad de dejarnos conducir por
Jesús
ORAMOS nuestra vida desde este texto.
Dios Bueno, te damos gracias porque nos has dado en tu Hijo, Cristo Jesús, al
Buen Pastor. Te pedimos que no confiemos ni vivamos a la deriva nuestra fe y
nuestra vida, dejándonos guiar por quienes aparentan ser pastores, pero que no
lo son en verdad, ya que nos alejan de ti y de lo que nos lleva a vivir contigo. No
nos dejes caer en mano de los lobos. Que vayamos a Cristo, quien ha
entregado su vida por nosotros. Que pongamos nuestras esperanzas en su
Palabra y vayamos con Él a donde nos conduzca, que nos alimentemos con sus
pastos. También te pedimos que haya muchos hermanos que percibiendo tu
voz quieran seguirte, siendo como Cristo Jesús, ‘buenos pastores’, capaces de dar su vida, como
Él nos la ha dado, siendo imagen de tu amor y signos de tu presencia. ¡Los necesitamos! ¡Danos
muchos pastores buenos, según tu corazón! ¡Así sea!