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Notas sobre elementos de decisión

                                                                                     Onitcanschi, Guillermo G.*


           1. Aclaración preliminar
           El presente trabajo, no es sino una recopilación de elementos conceptuales sobre un
           tema relativamente disperso en la bibliografía corriente, o bien, tratado en una forma no
           del todo accesible para el principiante. Su propósito es el de servir de guía a los
           estudiantes que cursan Teoría de la decisión para un mejor aprovechamiento del
           material bibliográfico y de clases de modo de permitirles el estudio elemental de un
           tema básico, cuya profundidad sólo puede lograrse previo tránsito necesario por los
           conceptos fundamentales que aquí se tratan de exponer en forma accesible.

           No debe pues tomarse como un sustituto sino, simplemente, como mero auxiliar del
           mencionado material. Respecto a sus inevitables deficiencias, espero sean excusadas por
           la premura con que fue realizado.

           2. Introducción

           El proceso decisorio se halla tan profundamente ligado a la actividad de los individuos y
           de las organizaciones que parecería innecesario analizarlo, máxime cuando en buena
           medida forma parte de la rutina diaria y no parece ofrecer demasiados motivos de
           interés. Esto, no obstante, sólo es cierto en un enfoque superficial y, por lo tanto,
           inapropiado del tema. En rigor, numerosas disciplinas científicas convergen en un punto
           común, que es el de mejorar nuestra capacidad de decidir, si bien con referencia a sus
           propios campos: el estudio de la Medicina permite prescribir terapias, el de la Ingeniería
           encarar proyectos industriales y civiles, el de la Economía formular planes, etc. En
           todos estos casos, aparentemente disímiles, existe un aspecto común que es el de la
           adopción de decisiones: qué terapia adoptar, qué diseño elegir, qué plan económico
           encarar; es a ese aspecto común al que nos referiremos aquí, considerado como cualidad
           genérica de una vasta gama de procesos.

           Para ilustrar mejor el punto, considere el lector otro ejemplo. En cosas tan diferentes
           como un motor a explosión, una caldera a vapor y un reloj eléctrico, existe un aspecto
           común que es el de la transformación del calor en movimiento. En el primero, una
           mezcla de aire y combustible se transforma en una masa de gas caliente que, al
           expandirse, acciona un pistón, a través del cual se transmite movimiento a otras partes
           del elemento del cual el motor forma parte; en el segundo, el vapor de agua da lugar al
           movimiento de la turbina; en el tercero, la energía eléctrica (generada por la turbina)
           provoca el movimiento de las agujas del reloj. Aún cuando los procesos mencionados
           son distintos entre sí, tienen un aspecto común que se ha estudiado por una parte de la
           física: la termodinámica, estudio cuya importancia trascienden mucho los ejemplos, en
           buena medida pueriles, que hemos mencionado.
           Establecido el proceso decisorio como aspecto común de toda una serie de actividades,
           es posible especificar mejor el concepto considerando los elementos que lo integran:
           *
               Con la colaboración de Palazzolo Edmundo y Russo Daniel. 3ra. Edición corregida y aumentada.



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siguiendo la idea corriente, distinguiremos entre: objetivos o metas; alternativas; cursos
           de acción o variables controlables; estados de naturaleza o variables no controlables;
           ámbito decisorio; resultados; medidas de utilidad o valoración y, finalmente, criterios de
           decisión.

           3. Objetivos
           Los objetivos o metas representan elementos, sean materiales o no, e inclusive, tengan
           o no entidad real, respecto a los cuales el decidor se propone un nivel de aspiración, o
           formula una expresión de deseos respecto a su consecución.
           Los ejemplos son obvios: desde las simples metas de satisfacer necesidades
           elementales, hasta el complejo espectro de objetivos incluidos en un plan económico, y
           desde el deseo de obtener una suma determinada de dinero, hasta la abstracta noción de
           alcanzar la felicidad, pueden formularse innumerables ejemplos. Y si el lector no acierta
           aún a considerar objetivos que no tengan existencia real, piense en el deseo de Sancho
           Panza de erigirse en gobernador de una ínsula, por más que no tuviera la menor noción
           de lo que era una ínsula.

           Es obvio de lo anterior que adoptamos la premisa psicológica del carácter causal y no
           casual de la conducta: es decir, asumimos que aún cuando sea difícil determinarlas, las
           acciones humanas responden a una motivación, o a una serie de motivaciones, sean o no
           conscientes, sean o no claras, tengan o no entidad real. Y, en consecuencia, su análisis
           resulta necesario y útil para una mejor comprensión del proceso decisorio.

           El aspecto central que nos interesa de los objetivos o metas es que representan móviles
           eficaces de la acción: es decir, se tienen en cuenta en la medida en que inspiran
           efectivamente la toma de la decisión. Es muy frecuente, en nuestra época, escuchar
           declamaciones retóricas de objetivos, que no hacen sino ocultar las metas reales que
           motivan la acción en cuestión. Difícilmente el aspirante a un cargo electivo reconozca
           sus ambiciones de poder, cuidadosamente disfrazadas por enunciados genéricos acerca
           de sus deseos y condiciones para llevar a sus electores a la felicidad universal. Del
           mismo modo, el vendedor que nos aconseja un producto no pondrá de manifiesto su
           interés en la comisión que le reportará la venta, y el avaro que niega un préstamo quizás
           ponga de relieve su preocupación por el bien de aquél que se lo pide, y a quien se lo
           niega.

           Esta distinción entre metas aparentes y reales es esencial para una adecuada
           comprensión del problema decisorio y si bien no siempre resulta fácil formularla cabe
           tener presente, cuando menos, que no necesariamente los objetivos enunciados
           corresponden a las reales motivaciones de quien los expresa, sea un individuo o una
           organización. Inclusive (ya que no se trata siempre de ocultamientos maliciosos, como
           podría entenderse de los ejemplos precedentes) para quien debe adoptar una decisión,
           los propios objetivos son frecuentemente oscuros o difíciles de precisar. Piense el lector
           en los motivos que tiene para elegir un producto en lugar de otro similar, o la compañía
           de una persona en lugar de otra, o un medio de transporte a otro, y posiblemente
           advierta dicho aspecto.
           Tanto en los individuos como en las organizaciones, los objetivos se estructuran en
           escala de valores que establecen la importancia relativa de las diferentes metas
           perseguidas. En el nivel más alto, se ubican los que se consideran más significativos; en
           los niveles sucesivos los de menor jerarquía, en la óptica del individuo u organización


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en cuestión, y que se relacionan con los primeros mediante cadenas de medios a fines.
           Esto es, normalmente, los situados al tope de la escala tienen un carácter relativamente
           abstracto, y su expresión concreta se manifiesta a través de los objetivos intermedios
           que conducen a aquéllos. Así, por ejemplo, la meta genérica de lograr una posición
           social, puede traducirse en metas intermedias como las de obtener un título profesional,
           lograr un determinado nivel de ingresos, y alcanzar una cierta capacidad de trato, amén
           de muchas otras de menor jerarquía, y que conforman dicha meta genérica.

           3.1. El conflicto de objetivos

           En la mayoría de los casos, sino en todos, la escala de valores de las personas –o sea su
           escala de objetivos- se caracteriza por ser cambiante, inestable, conflictiva y
           ambivalente. Quizá el problema más difícil, al analizar cualquier problema decisorio, es
           clarificar dicha escala de objetivos en la medida necesaria como para permitir un
           planteo intelectual representativo del mismo. Acostumbrados como estamos a la lógica
           Aristotélica que rechaza lo contradictorio, la evolución relativamente reciente de la
           psicología individual y social nos enfrenta con singulares dificultades para conciliar la
           lógica tradicional con la dinámica de los objetivos. Sabemos que nuestras metas
           cambian, no sólo por la evolución natural de nuestra vida, sino también en base a un
           proceso que le es propio y que pocas veces se conoce con claridad.
           En términos generales, el caso más habitual no es el de una escala de valores coherentes
           sino, por el contrario, conflictiva, inestable y ambivalente. La meta que ayer dominaba
           nuestros esfuerzos, mañana puede parecernos irrelevantes.
           Al analizar distintos objetivos que perseguimos, casi siempre nos daremos cuenta que,
           en mayor o menor medida, existe determinada incompatibilidad entre ellos; muchas
           veces, al considerar un propósito que nos hemos formulado, advertimos que no estamos
           seguros acerca del grado de interés que efectivamente tenemos en él, y que en nuestra
           actitud, en ese sentido, coexisten tendencias opuestas, de querer y no querer,
           simultáneamente, el logro en cuestión.

           Siendo generalmente notorio el conflicto de objetivos en todas las personas, existe con
           mayor razón en el marco de las relaciones interhumanas. La sociedad, en ese sentido, es
           una fuente inagotable de tales situaciones, de las cuales distinguiremos en particular las
           que convendremos en llamar: a) Conflicto interpersonal; b) Conflicto
           interorganizacional; c) Conflicto intraorganizacional.

           El conflicto interpersonal es el que se produce en las relaciones competitivas, es decir,
           aquéllas en los que los objetivos no pueden ser alcanzados simultáneamente por todos
           los participantes. Dos deportistas enfrentados en un juego no pueden alcanzar
           simultáneamente el triunfo; el premio mayor de la lotería no puede beneficiar
           simultáneamente a todos los números que intervienen en el sorteo.

           El conflicto interorganizacional es el que se produce por la participación de los
           individuos en organizaciones con miras a la obtención de determinados objetivos no
           necesaria ni generalmente compatible con los que inducen a las organizaciones a aceptar
           su participación dentro de ellas. Una persona aceptará un trabajo no particularmente
           grato para que su remuneración le permita satisfacer sus necesidades vitales; la empresa
           se la abonará contemplando como meta la realización de dicha tarea. Es obvio que para
           la primera difícilmente el sueldo sea suficientemente retributivo mientras que para la



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segunda nunca será lo necesariamente justificado. En última instancia, la relación
           laboral se mantendrá a falta de mejores alternativas para el empleado y la empresa.

           El conflicto intraorganizacional se manifiesta como consecuencia de la actuación,
           dentro de las organizaciones, de personas que por el rol que desempeñan, actúan en base
           a objetivos sectoriales de la misma. Así, la correcta ubicación en el marco organizativo
           del sector de cobranzas es un caso típico de este tipo de conflicto, ya que tanto los
           responsables de ventas como de finanzas pretenderán tener el control del mismo; el
           primero, porque de tal manera puede facilitar su actividad comercializadora
           flexibilizando los términos de pago por parte de los clientes. El segundo, porque una
           buena gestión financiera se basa, al menos en parte, en una cobranza eficiente, lo que no
           es totalmente compatible con la gestión de comercialización.
           No es necesario ejemplificar más la cuestión, puesto que todos, en mayor o menor
           medida, tenemos experiencia en este tipo de situaciones.

           3.2 Solución del conflicto de objetivos

           Dado que las decisiones se toman pese a las dificultades derivadas del carácter
           conflictivo de los objetivos, es evidente que el mismo, de una manera u otra es resuelto.
           Existen diferentes modalidades de solución que dependen del tipo de conflicto de que se
           trate.

           En el caso del individual, la solución consiste, básicamente en la estructuración de la
           escala de valores del decidor, superando en alguna medida, la inestabilidad,
           ambivalencia y contradicción de las metas que se contemplan. Se trata de un proceso
           dinámico y continuo, y podría afirmarse que la toma de decisiones consiste, al menos en
           parte, en la clasificación de los objetivos perseguidos. Y dado que nuestra propia
           evolución nos obliga a una reconsideración constante de nuestras aspiraciones, se
           replantea constantemente. En el caso extremo, cuando su manifestación es tan aguda
           que al individuo le resulta imposible inclinarse por una u otra posibilidad, su elección le
           es impuesta por las circunstancias, y aquél ha hecho primar su objetivo esencial, quizás
           desconocido para sí mismo: eximirse de la necesidad de asumir responsabilidad de sus
           decisiones.

           En el caso del conflicto interorganizacional, la única forma de solución total se produce
           en el caso en que la persona se identifica con los objetivos de la organización,
           haciéndolos suyos. Este caso, relativamente frecuente en los máximos niveles
           jerárquicos implica, en rigor, una situación de interacción recíproca, ya que los
           objetivos de la organización como tal son normalmente fijados por el grupo de
           individuos más identificados con aquélla, y que participan del poder de decisión.

           En la generalidad de los casos, la identificación suele ser parcial, dependiendo
           básicamente del nivel jerárquico del individuo. En los niveles más bajos, es
           prácticamente inexistente, y no juega ningún rol significativo en la solución de los
           conflictos de objetivos, para lo cual existen otros mecanismos que pueden caracterizarse
           como de negociación, o, si se prefiere, transacción.

           Dichos mecanismos implican, en términos generales, una serie de concesiones mutuas,
           tendientes a permitir un cierto grado de satisfacción de los objetivos que los individuos
           y las organizaciones, cada uno por su lado, persiguen. Así, un empleado estará dispuesto


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a desarrollar una tarea rutinaria que no le satisface como tal, a cambio de una
           remuneración que le permite atender a sus necesidades vitales, y una posición laboral
           que le permita sentirse insertado socialmente.
           Del mismo modo, un arquitecto elaborará los planos de un edificio siguiendo criterios
           edilicios que personalmente no comparte teniendo en cuenta los honorarios que ello le
           permitirá obtener, así como el prestigio derivado de su vinculación a la respectiva obra,
           por más que íntimamente esté en desacuerdo con su valor urbanístico.

           El factor fundamental que define el equilibrio que resulta de estas transacciones o
           negociaciones está dado por el poder relativo de los individuos respecto a la
           organización y viceversa. Normalmente, la relación de poder juega de una manera
           implícita en las transacciones, y ni siquiera se pone en evidencia.
           La persona que se presenta solicitando empleo en una gran empresa, acepta
           prácticamente todas las exigencias previas a la consideración de su solicitud (examen
           médico, pedido de informes, referencias y examen psicotécnico) y, normalmente, ni se
           le ocurrirá requerir otros elementos de juicio para tomar su decisión que los relativos al
           tipo de tarea, horarios y remuneración asignada; se trata de un caso en la que la
           distribución del poder es notoriamente asimétrica a favor de la empresa. Por el
           contrario, la incorporación a la misma empresa de un profesional prestigioso para un
           cargo del máximo nivel significará un juego más elaborado, en el cual aquél hará valer,
           implícita o quizás explícitamente, diferentes exigencias suplementarias a las puramente
           remuneratorias, tales como a delineación de su campo de actuación, el grado de
           autoridad que se le otorgará para el desempeño de sus funciones, la modificación previa
           del cuadro organizativo de la empresa, etc. Aquí se trataría de una distribución más
           simétrica del valor relativo, dado que el profesional tiene tanto interés en el trabajo
           como la empresa en incorporarlo. En todos los casos, dicha distribución forma parte de
           las “reglas de juego” cuya aceptación subyace en la estructura de las relaciones sociales.

           Bajo una modalidad algo distinta, pero en esencia idéntica a la anterior, se soluciona el
           conflicto de objetivos intraorganizacional. La diferencia básica estriba en que las
           relaciones de poder, en este caso, están condicionadas no sólo por las cualidades propias
           de los individuos, sino también por la importancia relativa de las funciones que
           desempeñan, y los problemas de la organización, Así, por ejemplo, en nuestro país ha
           sido relativamente frecuente en los últimos años asignar al Ministro de Economía un
           rango preeminente entre sus colegas, en parte debido a las características de las personas
           que ocuparon tal puesto, pero en gran medida en virtud del carácter apremiante de los
           problemas económicos que se confrontaban; no obstante, ante situaciones de otro tipo
           (tales como el conflicto originado en el laudo arbitral sobre el problema del Beagle) las
           consideraciones económicas fueron dejadas circunstancialmente de lado para atender
           otras de orden militar. En una empresa agobiada por problemas financieros, el gerente
           del rubro tendrá, casi seguramente, un poder superior al de su colega comercial; cuando
           la dificultad consiste en una baja de las ventas, sin excesivos problemas financieros, tal
           situación se modificará a favor de aquél.

           En algunas ocasiones, muy frecuentes en las organizaciones de nuestro país, suele
           aplicarse un mecanismo diferente para resolver el conflicto de objetivos, consistente en
           su atención secuencial; es decir, se presta atención o se otorga preponderancia
           sucesivamente a los diferentes objetivos en conflicto, tomando en cuenta, en principio,
           no tanto su importancia relativa como su urgencia aparente de las situaciones en que se
           manifiesta la necesidad de atenderlos.


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Así, cuando en una empresa falta personal administrativo, se dará preponderancia,
           sucesivamente, al cierre del balance anual, a la liquidación de impuestos, a la puesta al
           día de los saldos de cuenta corriente, etc., conforme se vayan poniendo remanifiesto las
           urgencias del caso. En términos generales, es evidente que el mecanismo expuesto está
           encaminado, más a la postergación, que a la solución en sí del conflicto, con lo cual sus
           manifestaciones se van haciendo más y más críticas, hasta que termina, habitualmente,
           por eclosionar de una manera innecesariamente violenta.

           Normalmente, el conflicto reobjetivos nunca es resuelto totalmente y su manifestación
           se reitera bajo diferentes modalidades que obligan a un replanteo continuo, conforme a
           la propia dinámica de las organizaciones e individuos. Inclusive las soluciones más
           satisfactorias son siempre transitorias y, en el mejor de los casos, no significan más que
           lapsos prolongados en los que dicho conflicto no se pone de manifiesto de una manera
           excesivamente virulenta. Así, la ancestral rivalidad franco-germánica estalló en las
           guerras napoleónicas (1807-1812), posteriormente en la guerra franco-prusiana (1870),
           en la primera guerra mundial (1914) y por último en la segunda guerra mundial (1939),
           ya que a partir de 1945 la necesidad de confrontar situaciones que afectaban a ambos
           países por igual dio lugar a una pérdida casi total de significación de dicho conflicto.

           La forma tradicional en que las soluciones del conflicto de objetivos se expresan
           consiste en el juego recíproco de restricciones para sus participantes.
           En este contexto, las restricciones consisten en límites a las pretensiones de los
           individuos o de las organizaciones mutuamente aceptados como base de la participación
           en una empresa común. Normalmente, las restricciones impuestas a favor de un
           integrante de la organización, se traduce en un costo para ésta, y viceversa. Así, por
           ejemplo, el sueldo mínimo para que un empleado acepte trabajar para una empresa,
           significa un costo para la empresa; el horario fijado por aquélla, lo es también para el
           empleado, en tanto tomamos el término “costo” en su acepción más general, ya que
           implica una inversión de horas de su tiempo que no puede, teóricamente, consagrar a
           otras actividades. En tanto las restricciones sean compatibles entre sí, la actividad
           organizativa es posible en el marco permitido por su juego recíproco; cuando tal
           compatibilidad no deja margen a soluciones en las que todas son simultáneamente
           respetadas, se hace necesario sea replantearlas, o bien modificar la organización, para
           integrarla con otros individuos que hagan posible ese mínimo de compatibilidad.
           Cuando ésta se vuelve directamente imposible, la organización suele desintegrarse.

           Desde ese punto de vista, suele ocurrir que el marco fijado por las restricciones
           simultáneamente establecidas es tan reducido, que suele perder importancia el objetivo
           que eventualmente se defina para una organización. Por ejemplo, puede afirmarse que la
           meta de una empresa consiste, principalmente, en obtener el máximo beneficio posible;
           pero, en rigor, tal objetivo se ve desdibujado por las restricciones que juegan en el caso:
           sueldos y remuneraciones mínimas para lograr la participación del personal; precios
           máximos aceptados por los consumidores que adquieren sus productos; impuestos que
           gravan la actividad; intereses a abonar por los capitales tomados en préstamo, etc. Bajo
           estas circunstancias, el campo de alternativas posibles de considerar con miras a la
           consecución de los objetivos fijados se ve altamente limitado; de ahí el nombre de
           restricciones que damos a las exigencias mínimas aceptadas para la participación en la
           organización de sus integrantes.




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4. Alternativas

           Las alternativas, variables controlables o cursos de acción, son las conductas posibles
           que caben para la consecución del o de los objetivos perseguidos por el decidor. La
           denominación de alternativas, responde a la idea de elección, implícita en el planteo de
           la decisión (decidir es, desde este punto de vista, la elección de una alternativa entre
           varias posibles); análogamente, la de variables controlables refleja el hecho de que
           depende de aquél, o es controlada por el decidor la línea de conducta adoptada; la de
           curso de acción, pone de relieve el carácter activo, valga la redundancia, del proceso. Es
           decir, en síntesis, que decidir implica facultad de elección, control sobre la línea de
           acción adoptada y proceso activo por parte del decisor. Si falta la primera, no hay
           decisión sino meramente imposición (sea por una persona, por una entidad o por una
           circunstancia), éste no tiene el carácter de alternativa (como en el caso de un buque que
           marcha a la deriva). Finalmente, si la elección no procede del decisor considerado, nos
           falta obviamente, la relación entre éste y la decisión adoptada.

           El aspecto central de la fijación de alternativas, consisten en que guarden relación de
           medios a fines con las metas u objetivos perseguidos, o, si se prefiere, que sean
           conducentes a éstos. En ese sentido, el planteo de las alternativas requiere un esfuerzo
           de imaginación creadora, ya que no siempre las mejores alternativas son evidentes.
           Asimismo, es necesario ser cuidadosamente objetivos en su definición, a fin de no
           incurrir en un frecuente error, consistente en confundir deseos con realidades, y asumir
           como alternativas lo que en rigor serían variables no controlables por el decisor.
           Finalmente, es importante diferenciar entre alternativas principales y subordinadas,
           siendo las segundas cursos de acción supeditados a la previa adopción de una variable
           controlable sin la cual carecerían de sentido. Así, por ejemplo, la alternativa de adoptar
           una condición de pago determinada entre las que ofrece un cierto proveedor para la
           venta de mercaderías, sólo pueden plantarse en relación a la elección de dicho
           proveedor, y no de otro que ofrece –quizá- condiciones de pago diferentes.

           5. Variables no controlables

           Las variables no controlables o estados de naturaleza representan aquéllos aspectos que
           revisten importancia a los efectos de la decisión, pero que no pueden ser controlados o
           fijados por aquél que debe adoptarlas.

           La dificultad aparente más significativa para especificar las variables no controlables de
           un problema decisorio consiste en que éstas dependen del decisor, en cuanto lo que para
           una persona es controlable, puede no serlo para otra. Así, por ejemplo, la decisión que
           adopta una repartición oficial respecto a la solicitud de un particular, es para éste una
           variable no controlable, asumiendo que no pueda ejercer ninguna influencia sobre la
           misma, y esa decisión considerada desde el punto de vista del responsable de la
           repartición, es una alternativa que ha elegido, y, por lo tanto, una variable controlable.
           En consecuencia, para distinguir entre unas y otras, es necesario ubicarse en la situación
           del decisor, y establecer si este puede o no determinar el acontecimiento en cuestión.

           Una segunda dificultad reside en la involuntaria conexión que suele establecerse entre
           alternativas y variables no controlables. Estas últimas pueden ser relevantes (es decir,
           revestir importancia) para una o algunas alternativas, pero no para otras. Por ejemplo,
           un agricultor debe elegir entre diferentes especies de semillas para sembrar. Para una


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determinada variedad la sequía puede constituir una variable no controlable de gran
           importancia en cuanto a los resultados de la siembra; para otras, las lluvias pueden
           constituir un factor perjudicial. La dificultad más frecuente en el planteo de los estados
           naturales, reside en la separación clara de los aspectos controlables de los que no lo son,
           lo que en rigor, suele ser simplemente un problema de definición adecuada de los
           parámetros que intervienen en el caso. Por ejemplo, si consideramos el problema
           decisorio de un especulador, que maneja un monto tan grande de valores que sus cursos
           de acción influyen notoriamente en el mercado, la definición correcta de las variables o
           controlables, en el caso, sería la de las reacciones de los demás integrantes de dicho
           mercado, y no simplemente el alza o la baja de los valores, en el ejemplo, serían más
           bien resultados y no variables no controlables, debido a que sus acciones influyen sólo
           en una medida ínfima sobre el curso del mercado. Normalmente, se requiere un cierto
           esfuerzo para definir con rigor lógico las variables no controlables pertinentes, para lo
           cual la regla a tener es la de considerar cuáles son las situaciones sobre las que el
           decisor carece de control directo.

           Frecuentemente, reencuentran variables no controlables que se conocen con certeza, por
           más que las más importantes son las inciertas. Así, la tasa de un impuesto para un
           empresario es una variable no controlable, pero que es conocida sin lugar a dudas,
           mientras que el volumen de ventas que absorberá el mercado de su producción es
           incierto, por más que en ambos casos nos estamos refiriendo a estados naturales.
           Cuando éstos son conocidos con certeza, convendremos en denominarlos restricciones.
           Las restricciones, bajo este punto de vista, tienen normalmente asociado un costo cuyo
           correcto cálculo para el cómputo de los resultados es esencial. Podría inclusive
           afirmarse que en casi todos los casos cualquier concepto de costo (precio de las materias
           primas, salarios fijados para los obreros, tasas para el suministro de energía, etc.) puede
           lisa y llanamente identificarse como una restricción.

           En lo sucesivo, pues, nos referiremos a los estados naturales sólo cuando se trata de
           variables no controlables inciertas, denominando restricciones a las que tienen un
           carácter cierto. La denominación de restricciones alude al hecho que, en estos casos, el
           campo de elección de las alternativas está limitado, restringiéndose en consecuencia la
           posibilidad de obtener los resultados pretendidos.

           6. Ámbito decisorio

           Las consideraciones precedentes acerca del grado de conocimiento de las variables no
           controlables aluden, en una forma más general, a un elemento adicional del problema
           decisorio que es el del ámbito en el cual aquél se desenvuelve. Clásicamente, ha sido
           clasificado como el de situaciones de certeza, riesgo e incertidumbre.

           La situación de certeza, en sentido estricto, nunca existe. Un autor americano, Franklin,
           ilustraba el punto sosteniendo que sólo había dos cosas ciertas en la vida: la muerte y
           los impuestos. Con ello aludía a que en relación a los demás elementos del problema
           decisorio nunca tenemos seguridad. Pero, habitualmente, estamos acostumbrados a
           considerar que ciertos hechos, ciertos elementos del contexto en que nos movemos son
           ciertos. Se trata, por lo tanto, de una certeza subjetiva; no es que sean subjetivamente
           ciertos, sino que, en base a nuestra experiencia, asumimos el mantenimiento de las
           condiciones conocidas. Cuando las variables no controlables son ciertas, como ya
           hemos dicho, se califican de restricciones. Este nombre, deviene de su carácter de


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limitantes del campo de alternativas posibles. Inclusive, suele ocurrir como caso
           extremo que las restricciones de un problema sean incompatibles, y, por lo tanto, no
           permitan una elección. El gráfico siguiente ilustra un ejemplo de restricciones
           incompatibles:


                                          A




                                                               B


           Siendo A y B dos elementos cuya proporción hay que establecer, y I y II dos
           restricciones, es obvio que no existe ninguna combinación de A y de B que las satisfaga
           simultáneamente. También, si fijamos para un problema determinado las condiciones
           simultáneas A>B y B>A es lógicamente imposible cumplir con ambas, por lo que se
           trata de dos restricciones incompatibles.

           Normalmente, las restricciones surgen de un proceso de acomodamiento progresivo que
           incluye o puede incluir la negociación, según hemos visto en el problema de conflicto
           de objetivos.

           Podría pensarse que, siendo el problema de certeza suelen estar asociados a una
           situación en que existen infinitas alternativas, y, por lo tanto, su solución exige la
           aplicación de técnicas matemáticas especiales, por las cuales se pueden determinar
           puntos o alternativas que cumplan con otras condiciones adicionales, generalmente
           referidas a la utilidad de las mismas.

           En un segundo nivel de incertidumbre, o de no-conocimiento del ámbito decisorio, se
           manejan las llamadas situaciones de riesgo. Normalmente, se definen como tales
           aquéllas en las cuales se puede asociar o atribuir a los diferentes estados naturales un
           valor de probabilidad. La probabilidad de un suceso varía entre cero y uno; esto es,
           0=Ä 1, siendo el cero el caso de imposibilidad, y el uno el de certeza.
              p=Ä
           Entonces, la situación de riesgo es aquélla en que 0<p<1, siendo p la probabilidad de un
           estado natural, ya que los valores extremos nos remiten a la situación de certeza (aunque
           sea certeza por la imposibilidad). Ahora bien, el término probabilidad, normalmente, es
           mal manejado, por lo que interesa dedicarle algunas consideraciones especiales.

           6.1 El concepto de probabilidad

           Es casi invariable que cuando se pregunta qué se entiende por probabilidad, se la
           caracteriza o define como el cociente entre el número de casos favorables y número de
           casos posibles (definición que se encontrará en Lambín, entre otros autores), que
           aplicaba literalmente, conduce a absurdos fácilmente ejemplificables.




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Se trata de una versión errónea de la definición clásica de Laplace, quien decía que la
           probabilidad era el cociente entre el número de casos favorables y el de casos
           igualmente posibles.

           La versión correcta, que hemos mencionado en último término, es susceptible de
           diversas críticas. La más significativa, desde un punto de vista metodológico, es que se
           trata de una definición circular, puesto que no existen diferencia sustancial entre decir
           casos igualmente posibles y casos igualmente probables, con lo que se define el
           término en base al mismo, lo que no es lógicamente aceptable.
           De todos modos, la definición de Laplace -que como se recordará, fue formulada para
           responder a interrogantes relacionados con juegos de azar-, es aceptable cuando nos
           referimos a situaciones repetitivas, donde hay un número significativo de casos, que se
           caracterizan por su simetría, es decir, la equiprobabilidad de ocurrencia.

           Un segundo enfoque de la definición del concepto de probabilidad, fue formulado por
           Von Mises, autor alemán que desarrollo una idea de la probabilidad como “límite de la
           frecuencia relativa, para un número suficientemente grande de casos”. Es decir, se
           elimina la condición de simetría, requiriéndose que se trate sólo de situaciones
           similares, repetitivas, y respecto a las cuales pueda observarse su frecuencia de
           ocurrencia. En el caso típico de muestreo estadísticas para el control de calidad o
           investigación de mercado. Calculada la frecuencia relativa de un suceso para un número
           muy grande de casos, se asimila su valor a la probabilidad de dicho suceso.

           Entre otras críticas, la definición de Von Mises merece la de postular la existencia de
           dicho límite, el cual no necesariamente existe. Pueden darse muchos casos donde la
           frecuencia de un suceso no tienda a un límite determinado. Por otro lado, no es aplicable
           obviamente, a casos no repetitivos o sucesos únicos.

           Esta observación dio lugar a que John M. Keynes, filósofo y economista célebre,
           desarrollara un concepto diferente de la probabilidad, como “grado razonable de
           creencia”. Esta caracterización, surge de considerar el uso del término “probabilidad”
           como expresión del grado de conocimiento. Por ejemplo, si tengo en mi mano una
           moneda, a la que puedo ver, para mí existe certeza acerca de si es “cara” o “ceca”,
           mientras que, si pregunto a alguien que no la puede ver acerca de su estado (el de la
           moneda), se expresará en términos probabilísticas, porque tiene dudas. Es decir, una
           misma situación puede ser cierta para algunos e incierta para otros, dependiendo de la
           cantidad de información que disponga sobre la misma; y por iguales razones, a medida
           que aumenta nuestro conocimiento sobre un tema, varía nuestro concepto de la
           probabilidad de la ocurrencia de hechos determinados (esto es, puede aumentar o
           disminuir).

           Lo importante aquí, es que al expresarnos en términos probabilísticas, aludimos a
           nuestro grado de creencia sobre la posibilidad de hechos inciertos. Se trata de una
           actitud netamente subjetiva (lo que no es sinónimo, necesariamente, de arbitraria).
           ¿Por qué razón, por ejemplo, en el casino apostamos a un número y no a otro, siendo
           todos igualmente probables? Porque, contestará Keynes, en nuestra percepción, esa
           equiprobabilidad no existe, y tenemos la convicción de que ciertos números pueden ser
           premiados con mayor probabilidad que otros. Si nos guiáramos por la teoría estricta de
           Laplace o del análisis de la frecuencia relativa, no apostaríamos; si lo hacemos es
           porque implícitamente asumimos que las chances están a nuestro favor. Estas


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consideraciones llevan a Keynes a definir el concepto probabilidad como “grado
           razonable de creencia”. Y en relación a ella, en un segundo orden de consideraciones,
           interesa el sentido que atribuimos a la palabra probabilidad cuando la utilizamos en el
           lenguaje corriente. Si nos preguntamos cuál es la de que una moneda arrojada al aire
           caiga cara, casi automáticamente contestaremos ½ (descartando la posibilidad que
           pueda quedar de canto); pero ¿qué queremos significar con ello? En un suceso único, la
           moneda caerá cara o ceca, y el sentido de ½ se desdibuja. Si ante una operación riesgosa
           el cirujano nos informa que tenemos un 40% de probabilidad de sobrevivir, ¿que
           significado tiene ello para nosotros, que debemos afrontar el riesgo? El cirujano se
           expresa en términos de frecuencia relativa, propia de su experiencia; pero para nosotros
           la situación difiere, puesto que lo que está en juego es nuestra propia vida.

           El problema reside en que esos valores (1/2 ó 40%) se extraen de un universo amplio,
           ya sea apriorístico, como en el caso de Laplace, o experimental, si nos atenemos a la
           concepción de Von Mises. Pero cuando los aplicamos a un caso único, que para
           nosotros tiene especial importancia, no estamos haciendo otra cosa que expresar nuestro
           grado de creencia en el suceso futuro repetitivo, responda a la de Poisson o a la
           binomial es x; y para ello, obviamente, aplicaremos el concepto de Laplace o de Von
           Mises. Pero cuando nos referimos a un suceso único, por más quesea un eslabón en una
           cadena de miles de casos análogos, se desdibuja el sentido de hablar de una distribución
           de frecuencias, puesto que ese caso especial va a tener una distribución u otra. Por lo
           tanto, aunque la probabilidad de ese suceso, p, haya sido calculada en base a la
           observación de un universo, el mero hecho de aplicarlo a un caso único, ya de por sí
           subjetiviza la aplicación del concepto, y nos remite a la concepción de Keynes.

           ¿Qué criticas merece el concepto de Keynes? (ninguno de los tres conceptos está
           excepto de ellas). La fórmula de Von Mises, es que reduce el término a una formulación
           subjetiva, llevándola a una mera cuestión de opinión. A lo cual, Keynes, no sin razón,
           replica que los conceptos o las palabras hay que definirlos en función de su uso
           corriente, por más que no nos parezca que dicho uso sea razonable. Esto es, que las
           definiciones deben reflejar el uso corriente de las palabras, y no el que, en nuestra
           opinión, debería usarse. De este tipo tenemos muchas situaciones en la vida diaria, y,
           justamente, uno de los problemas serios que confrontamos hoy en día, es la progresiva
           tergiversación del lenguaje mediante un apartamiento deliberado del uso corriente de los
           términos para aplicarlos a conceptos para los cuales no fueron formulados. Confronten
           ustedes, la idea que tienen del significado de la palabra “álgido” con la que tiene el
           diccionario, y advertirán el problema. Y, en definitiva, por más que las palabras se usen
           mal, se aparten de su concepción primigenia, es un hecho claro que el uso normal que se
           les atribuya, a la larga, termina por prevalecer.

           ¿Son compatibles entre sí los tres conceptos de probabilidad que hemos enunciado? En
           general, entiendo que no, sino, más bien, que el de Laplace es un caso especial del de
           Von Mises, y del de Keynes, y el de Von Mises un caso especial, a su vez, del
           keynesiano. Gráficamente, diríamos que cada uno de ellos abarca diferentes campos de
           situaciones:

                                                  KEYNES
                                                VON MISES
                                                LAPLACE



                                                                                                 11
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Así, por ejemplo, en el caso de situaciones repetitivas y simétricas, normalmente, la
           investigación del universo que requiere la aplicación del concepto de Von Mises,
           conducirá, salvo ligeras discrepancias, a valores de probabilidad similares a los que
           predica el cálculo apriorístico de Laplace. Es, por otro lado, lo que hacen todos los
           casinos del mundo: cuando el rendimiento de una mesa de juego se aparta del valor
           esperado estadísticamente, se sospecha, no sin razón, o bien que hay un mal
           funcionamiento mecánico, o bien que hay un fraude. En este tipo de casos, se aplica la
           probabilidad de Laplace, a priori, (antes del desarrollo del juego), la de Von Mises por
           observación posterior de control, y, también la de Keynes, ya que en tal caso, el “grado
           razonable de creencia”, en cuanto aludimos a un universo repetitivo, simétricos o no, y
           Keynes puede aplicarse no sólo a esos casos, sino también a sucesos no repetitivos,
           aunque puedan integrar una cadena de sucesos repetitivos(por ejemplo, la milésima
           jugada de un juego, considerada como un problema especial).

           Cabe agregar, para concluir con este tema de probabilidad, una observación sobre el
           concepto de Keynes, y es que se lo ha tergiversado por el abuso. En la definición de este
           autor, se enfatiza la palabra “razonable”, lo que no es un aditamento arbitrario. Keynes
           conocía muy agudamente la psicología humana, y sabía de la frecuente tendencia a
           confundir deseos con realidades, y estimar como probables aquéllos hechos que
           simplemente, deseamos que ocurran. Pero Keynes no estaba interesado en una medición
           psicológica de preferencias, sino en una medición de expectativas justificadas por los
           hechos, y por ello enfatizaba el término “razonable”. Lo grave del caso no es que,
           indudablemente, incurramos en tal confusión, puesto que ello es inevitable, en mayor o
           menor medida; sino que, tal como ha ocurrido en los últimos años, y cada vez con
           mayor frecuencia, se pretende dotar a esa expresión de deseos de un viso de seriedad
           mediante la referencia capciosa a una supuesta investigación que, o bien no se ha
           realizado, o bien fue orientada tendenciosamente. Si a mí me interesa investigar
           científicamente la dipsomanía, haría una encuesta tendiente a establecer la proporción y
           característica del fenómeno; pero si lo que me interesa es tergiversarla, puedo orientar la
           encuesta con preguntas como: “¿Ha dejado usted de beber alcohol? Conteste sí o no”,
           con lo cual, obviamente, la estoy condicionando. Y esto, lamentablemente, se produce
           en muchos órdenes de cosas, deliberada o inconscientemente, sobretodo en círculos
           científicos o pseudocientíficos.

           Volviendo ahora al tema del problema decisorio, cabe señalar que, en nuestra opinión,
           el término riesgo se aplica con propiedad cuando nos referimos a situaciones simétricas,
           de Laplace, o bien, no simétricas que tengan una distribución estable de frecuencias.
           Cuando trascendemos el marco de estas situaciones, y pretendemos referirnos a casos de
           probabilidad subjetiva, si bien desarrollamos un esquema teóricamente indiscutible,
           recaemos en el peligro que he mencionado de confundir deseos con realidades. En los
           hechos, ene. Proceso efectivo de toma de decisiones, es algo que se observa con
           frecuencia apabullante, sobre todo cuando se confunden loables conjeturas sobre hechos
           inciertos, con estudios técnicos serios que pretenden determinarlos con precisión, por
           más que ello materialmente, sea imposible.

           7. Resultados

           La forma tradicional de plantear el problema decisorio es mediante matrices o árboles
           de decisión. En el primer caso, se construye un cuadro de doble entrada, en el cual,



                                                                                                   12
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convencionalmente, se consignan las alternativas como filas y los estados naturales
           como columnas. Esquemáticamente:


                                             E1                    E2……………Ej …………. Em


                      A1                     R11                   R12 ……. R1j ……. R1m

              A2    R21  R22………R2j ……..R2m
           …………………………………………………………………………..

                      Ak                     Rk1                   Rk2........... Rkj............Rkm

           ..................................................................................................................

                     An                      Rn1                  Rn2............Rnj............Rnm


           En la intersección de cada alternativa con cada estado natural, queda determinado un
           resultado, que en el cuadro anterior se connota con la expresión Rkj, que significa el
           resultado de la alternativa k, para el supuesto que el estado natural que se produzca sea
           el j.

           En términos generales puede afirmarse que el resultado de una alternativa, para un
           estado natural dado, es el conjunto de consecuencias objetivas que trae aparejadas dicha
           alternativa en la hipótesis que se produzca el estado natural en cuestión. La calificación
           de objetivas, alude a que dichas consecuencias deben considerarse con independencia de
           nuestras expectativas y deseos. Es un error desgraciadamente muy frecuente en la vida
           diaria desestimar resultados por el hecho de ser negativos o desagradables. Pero un
           planteo formalmente adecuado del problema decisorio, exige considerar todos los
           resultados, sean positivos o negativos, lo que no implica en modo alguno, obviamente,
           que las alternativas que traen aparejados estos últimos deban ser elegidas. Si, por
           ejemplo, un médico considera la posibilidad de intervenir quirúrgicamente a un
           paciente, no puede ignorar que determinadas reacciones alérgicas a la anestesia pueden
           provocar su muerte, o que la operación sea insuficiente para eliminar la causa de su
           enfermedad; al tomar pues su decisión, esos eventuales resultados tienen que ser
           considerados, para que la alternativa en definitiva adoptada sea la consecuencia de una
           evaluación cuidadosa de los mismos.

           Cabe aclarar que el conjunto de consecuencias que nos interesa es el que se relaciona
           con los objetivos propuestos. Si, por ejemplo, el único objetivo que el alumno se plantea
           al cursar Teoría de la Decisión es aprobarla asignatura, sin que le interese el grado de
           aprendizaje del tema, en su planteo del problema decisorio, al medir los resultados
           desestimará lógicamente ésta última variable para centrarse exclusivamente en la
           aprobación o no de la asignatura.




                                                                                                                                13
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7.1. Medición de resultados en problemas económicos

           Cuando se evalúan problemas decisorios que involucran cuestiones económicas suele
           presentarse la dificultad relativa a la forma de medir los resultados, dada la existencia de
           definiciones diferentes de los conceptos de costo y utilidades. En general, no suele
           haber discrepancia cuando se alude a ideas generales como ser el clásico objetivo de
           maximizar ganancias; pero las dificultades surgen cuando se procura traducir dicho
           objetivo en un criterio de medición, para lo cual es indispensable definir previamente, y
           de un modo detallado, qué se entiende por ganancia.

           Típicamente, se emplean a tal fin tres enfoques que, habitualmente, conducen a formas
           diferentes de medir los resultados. Reseñaremos, en consecuencia, sus características
           básicas, puntualizando en especial las discordancias que existen entre uno y otro.

           En primer lugar, consideraremos el criterio contable, cuyas características más
           importantes pueden sintetizarse en los siguientes puntos:

           a) A fin de computar los costos, se consideran básicamente los valores históricos
           incurridos para la adquisición del respectivo bien o servicio. Conforme al criterio
           actualmente prevaleciente, los importes históricos se actualizan utilizando un
           coeficiente de ajuste basado en un índice general de evolución de precios, especialmente
           cuando existe un lapso significativo entre el momento de la adquisición y aquél de su
           utilización. El valor histórico o histórico-ajustado del bien o servicio es tomado como
           activo en la medida en que no supere el valor de plaza (o de reposición); si lo supera, se
           reduce a la magnitud de este último.

           b) Tanto al calcular los ingresos como los costos, se deja de lado el valor tiempo del
           dinero. En consecuencia, desde el punto de vista contable, los plazos de cobranza o de
           pago no inciden sobre la magnitud computable del costo o el ingreso. Así, por ejemplo,
           si se vende un producto a 100, con condición de pago a 30 días, y se ofrece un 12% de
           descuento por pago al contado, es obvio que el producto se está vendiendo en 88, y que
           los 12 adicionales representan el interés que se le cobra al adquirente por financiar su
           compra a 30 días; pero contablemente, salvo que este último importe se discrimine en la
           factura, se computa la venta por 100, y si el cliente opta por pagar al contado, se registra
           el descuento como un costo. En otros términos, contablemente no se presta atención a la
           homogeneidad temporal de las magnitudes consideradas.

           c) Cuando se trata de bienes durables (como maquinarias, equipos, automotores, etc.) la
           inversión efectuada en su adquisición se imputa a los distintos períodos en los cuales
           estos bienes se utilizan económicamente, normalmente atribuyendo a cada uno de ellos
           una parte proporcional de su costo de adquisición llamada amortización. Normalmente,
           se computa una vida útil del bien conforme a su naturaleza; así, por ejemplo, se atribuye
           a los inmuebles edificados una de 50 años, a las maquinarias una de 10, y a los
           automotores una de 5. L a consecuencia de este criterio reside en que no necesariamente
           el valor de adquisición neto de amortizaciones refleja l valor corriente del bien, ya que
           éste puede ser utilizado por lapsos superiores o inferiores al de la vida útil fijada a los
           efectos contables. Obviamente, en estos casos los valores históricos se actualizan
           mediante el uso de índices de recios, ya que la pérdida de representatividad de los
           mismos es mucho más significativa que la experimentada por bienes de consumo o
           utilización inmediata y única.


                                                                                                    14
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Cuando el bien es desafectado de su utilización, la diferencia entre su valor de
           realización y el valor original amortizado es considerada como una utilidad o pérdida
           del ejercicio contable en que tal hecho se produce.

           d) Los interese sobre los capitales invertidos en la operación se computan
           exclusivamente cuando corresponden a fondos tomados en préstamo, excluyéndose
           expresamente, en consecuencia, los relativos al capital propio de la empresa del cálculo
           de costos.

           e) La retribución del empresario sólo es tomada en cuenta cuando se traduce en un retiro
           efectivo que ésta realiza, y sólo por la magnitud del mismo.

           Desde un punto de vista económico, la contrapartida de las características del criterio
           contable de medición de resultados que hemos reseñado, viene dada por los siguientes
           puntos:

           1. A fin de medir los costos de los bienes y servicios que reemplean en una actividad
           económica, se computa su valor de reposición, cualquiera que haya sido su costo
           histórico. En otros términos, un bien vale tanto cuanto cuesta, en un momento dado,
           obtenerlo, aún si se lo ha obtenido por un importe mayor o menor a aquél.

           2. Implícitamente, la teoría económica deja de lado el valor tiempo del dinero, en tanto
           asume la simultaneidad de todos los hechos que concurren al ciclo económico de
           producción. Si bien en un estricto sentido corresponde que, desde un punto de vista
           económico, se tome en cuenta dicho valor temporal, se trata de una cuestión que la
           mayoría de los textos soslaya, y, de hecho, esa consideración nos lleva al criterio
           financiero de medición de resultados, único que explícitamente introduce el valor
           tiempo del dinero entonos sus cómputos.

           3. Tratándose de bienes durables, se computa como amortización en un período dado la
           disminución que se opera en su valor de reposición, sea por su uso, sea por su
           obsolescencia. De tal modo, los bienes utilizados en el proceso económico son
           evaluados a dicho valor en todo momento.

           4. Se considera como parte de los costos computables tanto el interés sobre el capital
           propio invertido como la retribución que corresponde al trabajo personal del empresario,
           aún en los casos en que ninguno de los dos factores sea efectivamente abonados.
           Obviamente, también se integran al cuadro de costos los intereses sobre los capitales
           tomados en préstamo.

           Financieramente, el criterio de medición responde a las siguientes pautas básicas:

           a) Los costos de los bienes y servicios que se emplean en una actividad económica, se
           computan a su valor de realización, esto es, por el equivalente de los fondos que podrían
           obtenerse por su venta en el mercado. No siempre este coincide con el de reposición
           (tomado, en el criterio económico). Así, por ejemplo, un automóvil nuevo tiene un
           precio determinado que suele ser superior al de su realización una vez que es retirado
           del local de venta, aún si no ha efectuado sino un recorrido mínimo; o, al adquirir
           moneda extranjera, ésta puede ser obtenida a un precio superior a aquél al cual
           normalmente se la vende, aún en la misma casa de cambios.


                                                                                                 15
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b) El valor tiempo del dinero representa una cuestión básica del enfoque financiero. Por
           tal razón, para homogeneizar los importes correspondientes a movimientos ocurridos en
           diferentes momentos, se utilizan las técnicas del cálculo financiero de actualización o de
           proyección de valores. En particular, cuando un importe incluye componentes de interés
           implícito (como en el ejemplo que hemos discutido previamente de venta a plazo), éste
           es discriminado en toda registración de aquél que corresponde al valor propio del bien o
           servicio considerado.

           c) En el caso de bienes durables, y consecuentemente con el criterio de medición de
           valores de realización, se computa como amortización la disminución que experimenta
           el mismo.

           d) Tanto los intereses sobre el capital propio invertido como sobre los fondos tomados
           en préstamo son computables, aún si los primeros no se abonan.

           e) En lo que hace a la retribución por el trabajo personal del empresario, suelen
           plantearse dos criterios alternativos:
           I) Computarla únicamente cuando es abonada, y,
           II) Computarla aún si no es abonada, considerando en este último caso que el
           empresario reinvierte un importe equivalente a la parte no percibida como capital de la
           empresa.

           El lector advertirá fácilmente el carácter convencional de los tres criterios de medición
           de resultados que hemos reseñado, y entre los cuales existen significativas diferencias.
           Por otro lado, y particularmente en el caso del enfoque contable, suelen existir
           numerosas discrepancias entre distintos autores acerca de la manera adecuada de medir
           los datos respectivos, por lo que es probable que al examinar distintos casos el lector
           encuentre marcadas diferencias de enfoque de cuestiones estrictamente análogas. Por tal
           razón, suele ser importante incluir en forma detallada en el desarrollo de casos
           concretos, referencias adecuadas acerca de la forma en que se han medido resultados,
           toda vez que cada persona tiene habitualmente ideas diferentes al respecto. Desde ya,
           las reseñadas precedentemente tienen un carácter meramente orientador, y de ninguna
           manera taxativo.

           8. Medidas de utilidad o valoración

           Suele ser frecuente que la decisión sea evaluada exclusivamente en base a los
           resultados, conforma a la acepción del término que hemos reseñado en el párrafo
           precedente. No obstante, en rigor, esta posibilidad es un caso especial de la situación
           general, que consiste en traducir los resultados, considerados como medidas objetivas,
           a una valoración subjetiva en términos de la apreciación que hace el decisor de la
           utilidad que dicho resultado le significa.

           El carácter subjetivo de dicha apreciación, puede radiar en la elección de una forma
           particular de transformar los resultados –que, como tal, puede ser perfectamente
           objetiva- o bien en la formulación de aquéllos en términos netamente valorativos (por
           ejemplo, satisfactorio o insatisfactorio) o en ambas modalidades a la vez.

           Para aclarar la diferencia entre resultados objetivos y medidas subjetivas de utilidad,
           proponemos al lector un ejemplo tomado de un ámbito ajeno al de la Teoría de la


                                                                                                  16
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Decisión, pero que entendemos adecuado para el caso: coloque tres recipientes con
           agua, uno de los cuales contendrá agua a temperatura ambiente, otro con agua a 10º C, y
           el tercero con agua a 50º C. Coloque ahora el lector una mano en el segundo y la otra en
           el tercer recipiente durante algunos minutos, y luego sumerja ambas manos
           simultáneamente en el primero, que contiene agua a temperatura ambiente. La sensación
           térmica que percibirá será de “frío” en la mano que estuvo previamente sumergida en el
           tercer recipiente, y de “calor” en la que estuvo en el segundo. Se trata, claramente, de
           una apreciación subjetiva, condicionada por la previa colocación de cada mano en un
           medio a distinta temperatura, mientras que dicha temperatura, medida en grados
           centígrados sería una medida objetiva o resultado.

           De igual modo, la calificación que el alumno obtiene en el curso es de carácter objetivo,
           en cuanto se especifica numéricamente; la apreciación que se formule sobre la misma,
           en cambio, variará de acuerdo a las circunstancias: no es idéntica la satisfacción que se
           sentirá por haber obtenido un “Aprobado” en un curso de 100 alumnos en el cual los 99
           restantes han obtenido “Sobresaliente”, que si éstos han sido todos calificados de
           “Insuficiente”.

           Esta subjetividad también existe cuando se elige una u otra forma de expresar los
           resultados de un problema decisorio, formas que, en sí mismas, son netamente
           objetivas. Procuraremos aclarar esta última posibilidad mediante el siguiente ejemplo:
           Consideraremos un inversor que debe elegir entre efectuar un depósito ajustable en base
           al Índice de Precios al Consumidor y uno ajustable en base a la cotización del dólar, los
           cuales devengan la misma tasa de interés, y se conciertan por plazos idénticos. En el
           primer caso el ajuste a devengar dependerá de la evolución del mencionado índice de
           precios, mientras que en el segundo estará dado por la variación de la cotización del
           dólar estadounidense en el Mercado Oficial de Cambios. Podemos asumir que el
           objetivo que se propone el inversor es maximizar el monto del depósito que percibirá a
           su vencimiento.

           Como estados naturales relevantes consideramos tres:
           a) Aumento de los precios al consumidor y devaluación masiva del peso respecto al
           dólar.
           b) Control de precios y devaluación masiva del peso respecto al dólar.
           c) Aumento de precios sin devaluación masiva del peso respecto al dólar.

           En cada caso, consideraremos que el valor de los depósitos al cabo del lapso
           considerado sea el que se indica a continuación

                                Depósito                       Monto Ajustado
             Alternativas                         Estado a        Estado b            Estado c

             Ajustable en         1.000             3.200             2.400            2.800
              base IPC
             Ajustable en         1.000             3.200             3.500            2.500
             base al dólar

           Si medimos como resultado el ajuste experimentado por los dos depósitos posibles
           considerados en términos absolutos, obtendremos la siguiente matriz, en la cual los
           resultados están expresados en miles de pesos argentinos.


                                                                                                 17
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Ea                     Eb                      Ec

           Alternativa 1                 2.000                   1.400                  1.800
           Alternativa 2                 2.200                   2.500                  1.500

           Si en cambio, medimos la valorización en términos relativos (porcentajes respecto a la
           inversión efectuada), obtendremos los siguientes resultados, expresados en términos
           porcentuales:

                                           Ea                     Eb                      Ec

           Alternativa 1                  200                     140                    180
           Alternativa 2                  220                     250                    150

            Estas no son obviamente, las únicas formas de expresar los resultados. El inversor
           podría plantearlos, por ejemplo, en relación a una valoración que él mismo se fija como
           meta. Si ésta es de $a. 2.000.000.-, las dos formas anteriores se modificarían en la forma
           siguiente:
                                   Términos Absolutos                  Términos Relativos
                               Ea         Eb            Ec          Ea          Eb            Ec

           Alternativa 1       0         -600         -200          0            -60            -20
           Alternativa 2      200         500         -500          20            50            -50

           Naturalmente existen infinitas formas de expresar los resultados mediante
           transformaciones matemáticas, de las cuáles sólo hemos dado algunos pocos ejemplos, a
           los que el lector puede agregar otros. Obsérvese que, pese a tratarse de formas objetivas
           de expresar dichos resultados, la elección de una u otra depende de la particular
           modalidad del decisor de apreciar su escala de valores personales, y, por lo tanto, la
           transformación que materialice llevará implícitas todas las connotaciones
           contradictorias, conflictivas y ambivalentes de aquélla. Evidentemente, por más que la
           forma de expresar los resultados responda a un criterio objetivo, la subjetividad propia
           de la elección de la misma, encierra el peligro de incurrir en un exceso de arbitrariedad.
           En tal sentido, se requiere muchas veces, un gran esfuerzo de imaginación creadora para
           establecer un criterio de transformación de resultados, a fin de expresar el nivel de
           satisfacción o utilidad que éstos significan para el decisor, evitando arbitrariedades
           innecesarias (por más que una dosis de ésta es inevitable). A tal fin, conviene tener en
           cuenta que toda escala o procedimiento de valoración o utilidad, tiene por objeto
           establecer algún tipo de comparación, implícita o explícitamente, sea entre los
           resultados considerados, sea en relación a expectativas previamente formuladas, o
           inclusive en relación a los obtenidos por el mismo decisor o por otros decidores en
           circunstancias análogas. Así, por ejemplo, la imprecisa calificación de satisfactorio o
           insatisfactorio, puede reemplazarse con ventaja por una escala numérica (por ejemplo,
           del 1 al 10) en la cual las cifras más bajas reflejarán un grado muy alto de insatisfacción,
           las intermedias distintos grados de conformidad, y las más elevadas el hecho que dichos
           resultados han superado con creces las expectativas formuladas previamente. En cuanto
           a la forma de estructurar dichas escalas, y fijar los procedimientos de transformación de
           resultados, se trata de un tema especial, a ser estudiado más adelante en el curso, pero



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respecto al cual puede anticiparse que constituye una de las cuestiones menos
           adecuadamente resueltas de la Teoría de la Decisión.

           9. Criterios de Decisión

           El lector habrá observado que, hasta el momento, el problema de la decisión ha sido
           planteado en términos puramente formales, detallando los objetivos, las alternativas, los
           estados naturales, el ámbito decisorio, los resultados y las medidas de utilidad de
           aquéllos. No obstante, nada se ha dicho hasta ahora del aspecto central de la cuestión,
           cual es la adecuada elección de una alternativa. Naturalmente, si este aspecto pudiera
           resolverse n forma enteramente satisfactoria en cualquier circunstancia, la Teoría de la
           Decisión podría reducirse a una tabla de uso mecánico, en la cual la decisión adecuada
           aparecería en forma automática, del mismo modo en que el resultado de una serie de
           operaciones matemáticas aparece reflejado en la pantalla de una calculadora electrónica.

           Sin embargo, nada de eso existe hasta el momento, y no podría nunca existir en tanto se
           acepte la noción del carácter no determinista de la conducta humana. En cualquier
           problema que pueda plantearse, en tanto la elección compete a un ser humano, mal
           puede darse un determinismo de la decisión que obvie la necesidad de realizarla y,
           paralelamente, asumir la responsabilidad de las consecuencias. Aún en las cuestiones
           más rutinarias y mejor programadas, existe la posibilidad, por remota que sea, de
           apartarse del curso de acción previsto, previsible o recomendable, y adoptar otro
           distinto.

           Quizás piense el lector que de nada vale una teoría que no indica o no determina la
           conducta que se seguirá frente a un problema decisorio: pero al respecto, debe
           considerarse que el determinismo no tiene cabida en una teoría de índole metodológica,
           como lo es la de la decisión. En efecto, no se trata de dar “recetas” que permitan
           efectuar una elección infalible, sino analizar mediante herramientas conceptuales y
           empíricas el problema que dicha elección plantea a quien debe efectuarla. Desde tal
           perspectiva, es claro que el punto crítico de la teoría está dado por el criterio de
           decisión, entendido como la pauta aplicable a la selección de la alternativa o curso de
           acción a seguir.

           El criterio de decisión depende fundamentalmente del ámbito decisorio en que se
           desenvuelve el problema. Si éste es de certeza, nos encontramos con la clásica
           recomendación de maximizar resultados positivos o minimizar los negativos, según el
           caso. Para las situaciones de riesgo (en el sentido estadístico del término) también existe
           una solución clásica, consistente en la elección de la alternativa que ofrece el mayor
           valor esperado de resultados positivos, o el menor de los negativos (asumiendo en
           ambos casos que se postule el objetivo de maximizar utilidades). Pero la cuestión dista
           de ser clara cuando el ámbito decisorio es de incertidumbre, en cuyo caso nos vemos
           frente a una larga serie de posibles criterios decisorios, cuyo análisis excede el carácter
           introductoria de estas notas, y para cuyo estudio remitimos al lector a la literatura
           especializada.




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10. El planteo formal del problema decisorio

           Esta subjetividad inherente a la decisión suscitará en el lector, sin duda, un interrogante
           acerca de la naturaleza que puede tener una teoría de la decisión, máxime cuando en el
           uso corriente del término, “teoría”, da la impresión de exactitud y verdad incompatible,
           aparentemente, con un grado tan amplio de subjetividad.

           Ocurre, no obstante, que en su actual estado la teoría de la decisión es metodológica, o,
           si se quiere, formal. Ello implica que su enfoque se centre en el análisis conceptual del
           problema, más que en su estudio empírico; esto es, se considera no tanto la forma en
           que efectivamente se adoptan las decisiones, sino más bien los conceptos genéricos que
           subyacen en los problemas de decisión. Un ejemplo contribuirá a aclarar el punto.

           En el análisis matemático, se estudian conceptos cuya referencia intuitiva a objetos
           empíricos o de la experiencia es inmediata. En el simple problema de la suma de
           números, la representación mental de agregar objetos es prácticamente inevitable:
           2+3=5 nos hace pensar que el agregado de 2 unidades de un elemento a 3 unidades de
           dicho elemento da como resultado 5 unidades del mismo. En aspectos más complejos,
           como la derivada de una función, la representación material también existe. Si y = f(t),
           es la ecuación de un movimiento, siendo y la distancia recorrida y t el tiempo requerido
           para cubrir la misma, y’ = dy/dt es la velocidad a la que se hace dicho recorrido, e
           y’’= d2y/dt2 la aceleración del movimiento.

           No obstante, la suma y el cálculo diferencial son objetos muy distintos de los que
           sugiere su referencia a elementos de la experiencia empírica: la suma existe como
           definición de una operación matemática entre conceptos abstractos como son los
           números, y el cálculo de una derivada puede hacerse respecto a funciones que no
           representan ningún fenómeno real. Esto es lo que se denomina abstracción, es decir,
           prescindir de referencias empíricas y considerar objetos ideales, que representan
           conceptos definidos con independencia de cualquier posible aplicación empírica.

           Naturalmente puede ocurrírsele al lector de preguntarse qué necesidad existe de
           idealizar o conceptuar objetos prescindiendo de referencias empíricas. Se trata más que
           nada, de una necesidad propia de la investigación científica, a fin de poder formular una
           lengua aplicable a circunstancias diversas, y de generalizar y desarrollar aspectos
           comunes a las mismas. Empíricamente, sumar cantidades de dinero y cantidades de
           objetos, son dos cosas diferentes; no obstante, las reglas formales de la suma son
           idénticas en cualquier caso. Del mismo modo, el movimiento de un tren y de un avión,
           son totalmente distintos; sin embargo la noción del movimiento, su velocidad y
           aceleración son comunes a ambos, y pueden expresarse mediante ecuaciones
           matemáticas, en las que se prescinde de la naturaleza del objeto que se mueve. La
           música clásica, sinfónica, dodecafónica y moderna son conceptos artísticos con grandes
           diferencias entre sí; pero la escritura musical, las reglas de interpretación, composición,
           orquestación, etc. Se formularon con independencia del tipo de música en cuestión.

           En todos los ejemplos mencionados, se advierte la existencia de lo que convendremos
           en llamar la lógica inherente a los objetos bajo estudio (objetos entendidos no sólo
           como cosas materiales, sino también como elementos no materiales o procesos). Dicha
           lógica puede caracterizarse como el armazón o estructura conceptual propia de su
           estudio, y es la que permite formular los principios de toda disciplina científica. Es así


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como en la Medicina se estudian las enfermedades, concebidas como procesos
           patológicos, refiriéndose a sus características comunes, más que a sus manifestaciones
           particulares en los individuos; en la Física se considera la Ley de Gravedad con
           prescindencia de los objetos en que ésta se manifiesta, y la Química estudia reacciones
           entre ácidos y bases, dejando de lado las infinitas experiencias posibles.

           Esa lógica existe también en los procesos decisorios, y el aporte de la Teoría de la
           Decisión consiste en haberla enfocado y abstraído de los diferentes campos en que se
           aplica. No se trata, pues, de indicar modalidades para adoptar decisiones, sino de
           estudiar la naturaleza del proceso decisorio de forma tal que puedan derivarse principios
           generales, aplicables, en principio, a todo tipo de circunstancias. Y la formalización del
           problema decisorio, consiste, en definitiva, en establecer, mediante un lenguaje propio,
           las características comunes a ellas, en cuanto implican un problema de decisión.

           Básicamente, pueden considerarse tres modos de formalizar el problema de decisión: los
           modelos, las matrices y los árboles de decisión. Si bien el primero comprende a los
           otros dos, es usual referirse a los modelos en un sentido más restringido, como el que
           desarrolla la investigación operativa mediante instrumentos matemáticos. Como el
           estudio de los modelos en general, excede en mucho el tema de estas notas, nos
           referiremos aquí a los problemas propios de la construcción de matrices y árboles de
           decisión.

           11. Matrices de decisión

           Hemos visto que la matriz de decisión es un cuadro que indica los resultados esperados
           de adoptar las alternativas consideradas ante los diferentes estados naturales que pueden
           producirse. El problema básico que se plantea en su construcción, es el de establecer
           cuales son los elementos a considerar a tal fin. La respuesta inmediata es la de tomar
           aquéllos que sean relevantes para el problema decisorio en cuestión, lo cual no ayuda en
           mucho, ya que implica repetir la dificultad en otros términos: cuáles son los elementos
           que deben considerarse relevantes para un problema decisorio dado.

           En realidad, no hay reglas fijas que indiquen el camino a seguir en ese sentido; se trata
           de un problema de lógica constructiva, y, como tal, requiere la aplicación de un cierto
           grado de razonamiento creativo. Es, en cierto modo, el problema del químico, a quien
           se le entrega una sustancia desconocida a analizar, sin tener ninguna idea clara acerca de
           su naturaleza, o el del médico, que frente a un cuadro confuso de síntomas, debe
           establecer un diagnóstico. Es, en definitiva, un problema de creatividad e intuición,
           elementos que sólo surgen de una feliz combinación de estudio y experiencia, y de un
           proceso de ensayo y error. Al respecto pues sólo saber a nuestro juicio unas pocas
           indicaciones y sugerencias, producto de la experiencia (lo que implica que no deben
           tomarse en modo alguno como reglas universales, ni mucho menos).

           La primera es la de no arredrarse ante los términos aparentemente intrincados y
           confusos del problema que se plantea a fin de reducirlos a un elemento formal cual es la
           matriz de decisión. En general, el temor frente a lo que parece una situación
           excesivamente complicada da lugar a que se sobreestimen sus dificultades, y, en
           consecuencia, resulta conveniente un repaso lento y repetido del planteo básico, a fin de
           diluir el impacto inicial resultante de su consideración, y advertir que no es insoluble.
           Resulta útil, a tal efecto, realizar como primer paso un análisis detenido de los


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elementos del problema, clasificándolos conforme al esquema ya detallado (objetivos,
           alternativas, estados naturales, restricciones, resultados, ámbito decisorio, criterios de
           valoración y criterios de decisión), lo que suele ser una ayuda invalorable para clarificar
           las dificultades que el mismo presenta.

           La segunda sugerencia útil, es la esforzarse por ubicarse e identificarse con el papel del
           decididor, tal como surge del planteo, a fin de definir correctamente los elementos del
           problema; ésta es la única manera de establecer adecuadamente aspectos tales como los
           objetivos, las variables controlables y las no controlables.
           Muchas veces, ello puede hacerse mediante un estudio cuidadoso de los elementos de
           juicio que surgen del planteo con que se cuenta; en otros casos, se hace necesario
           suplirlos con un cierto grado de imaginación y sentido común. En todos, sin embargo,
           es importante saber guardar la necesaria objetividad en el análisis, evitando en lo
           posible que las propias expectativas y deseos influyan en la consideración de dichos
           elementos. Este aspecto, merece especificarse en relación a algunos de los mismos.

           En cuanto a las metas u objetivos, se trata, indudablemente, de un privilegio del decisor
           el fijarlos; por tal razón, se hace necesario resistir a la fácil y frecuente tentación de
           considerar no los que surgen, implícita o explícitamente del planteo, sino los que el
           lector opina que el decisor debería tener. Es posible, por ejemplo, que al examinar un
           problema decisorio de una empresa, el lector piense que el aspecto más significativo a
           considerar en relación al mismo, es el de la rentabilidad; pero si el decisor, en el caso en
           cuestión, coloca un énfasis mayor sobre la participación en el mercado, este último es el
           objetivo a considerar, independientemente de que en nuestra opinión, debería prestar
           más atención a la rentabilidad. Del mismo modo, el profesor a cargo quizá piense que lo
           más importante es el grado de asimilación de conocimientos que realicen los alumnos;
           pero cometería un significativo error de apreciación si en base a tal consideración, de
           índole estrictamente personal, ignorase o tratara de ignorar que para algunos (o quizás
           todos) sus alumnos, la cuestión central en juego es la de ¡aprobar la asignatura!

           En relación a las alternativas, tal esfuerzo de objetividad debe enfocarse,
           particularmente, en evitar dejar de lado algunas de ellas sólo porque sus resultados,
           aparentemente, sean negativos. Justamente, en tal hipótesis, resulta muy importante
           tomarlas en cuenta y plantearlas cuidadosamente, de modo de permitir que sean
           descartadas al momento de tomar la decisión. Si se las descarta a priori, sin siquiera
           analizar sus resultados, se corre el riesgo nada desdeñable de conducir al decisor a su
           elección, justamente porque al no haberse examinado en detalle sus resultados posibles,
           no se le brindan elementos de juicio suficientes como para rechazarlas.

           En un segundo aspecto, la objetividad implica que, al clasificar una variable como
           controlable o no controlable, es necesario tener muy presente el rol o situación del
           decisor. Para el lector, por ejemplo, la atención, dedicación e interés por el estudio de la
           asignatura que cursa son variables netamente controlables; sólo él ha de establecerlas.
           En cambio, el criterio de evaluación que adopte el docente a cargo del curso, es una
           variable no controlable para él. La situación se invierte netamente si el decisor que se
           considera es el profesor.

           En cuanto a los resultados, la objetividad es condición necesaria de su correcta
           determinación. Suele ser frecuente el error de pretender ignorarlos cuando no responden
           a nuestras expectativas o deseos, como si el hecho de desestimarlos pudiera tener alguna


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influencia sobre las circunstancias. Sean positivos o negativos, su cómputo debe
           realizarse teniendo en cuenta estrictamente las condiciones objetivas del problema, y
           desestimando, en ese aspecto, cuáles son las expectativas del decisor, los que sólo
           interesan a posteriori, a efectos de la evaluación subjetiva de dichos resultados en
           términos de escalas de valoración o utilidad.
           En lo que hace a la estructuración del problema decisorio, una vez definidos sus
           elementos, tiene particular importancia relacionarlos cuidadosamente entre sí. Por un
           lado, ello implica analizar en qué forma las alternativas pueden ordenarse como una
           cadena de medios a fines en relación a los objetivos del problema; por el otro, significa
           examinar cómo la interacción entre alternativas y estados naturales determina los
           resultados del problema.

           En esa interacción, los objetivos deben tomarse como marco de referencia a fin de
           establecer claramente cuáles de los múltiples resultados emergentes de cada alternativa
           y estado natural han de ser tomados en cuenta: si una empresa lanza un nuevo producto
           con miras a mejorar su rentabilidad, la penetración que éste logre en el mercado pasa a
           ser una consideración de segundo orden; si la meta perseguida al solicitar un empleo es
           la de adquirir una determinada experiencia, las cuestiones relativas a la remuneración
           pueden quedar limitadas a una simple restricción en cuanto al requerimiento mínimo.

           Establecidos en qué términos han de ser considerados los resultados, es de gran
           importancia realizar su cómputo cuidadoso, particularmente en problemas donde las
           variables económicas juegan un rol dominante. En ese sentido, sólo interesan los
           factores que concurren a determinar resultados en la medida en que dependen
           exclusivamente de la alternativa considerada, y no existirían para las demás.
           Si se estudia, por ejemplo, la ampliación de la línea de productos de un comercio, la
           venta que éste ya realiza no es un elemento relevante, porque se trata de un factor ya
           existente, y que no depende, en principio, de las líneas adicionales que están bajo
           estudio; de igual modo, si el local donde el comercio está instalado es suficiente para
           incluir la nueva línea, el alquiler que se paga por el mismo no es un costo para tomar en
           consideración, porque su monto no variará como consecuencia de la inclusión eventual
           de nuevos productos. En cambio, el costo del personal adicional requerido para su
           atención, sí es un factor pertinente, porque se origina exclusivamente en las alternativas
           de inclusión de nuevos productos.

           Dado que en la mayoría de los problemas decisorios el cómputo de resultados
           económicos suele ser necesario, interesa como una cuestión práctica efectuar su cálculo
           mediante un procedimiento que reduzca la tarea y facilite su comprensión. En un caso
           en el que existan cinco alternativas y seis estados naturales, se hace necesario calcular
           treinta resultados; si se tienen en consideración n alternativas y m estados naturales,
           existen n x m resultados. Un diseño adecuado de planilla de cálculo, significa no sólo el
           ahorro de tiempo y esfuerzo, sino también la posibilidad de delegar el problema
           mecánico del cómputo, evitando reiterar innumerables veces el razonamiento común a
           todas ellas, y la de facilitar el análisis de los valores obtenidos, que surgirán claramente
           de la misma planilla. Naturalmente, la obtención de un diseño adecuado suele ser la
           consecuencia de un proceso de ensayo y error, ya que, en tal tipo de cuestiones, no
           existe nada que se parezca a “La solución”; existen, eso sí, formas más logradas que
           otras de realizar su diseño. Intentaremos ejemplificar estos aspectos mediante el
           siguiente ejemplo, deliberadamente elemental.



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12. Un caso de aplicación

           Una empresa estudia reemplazar su equipo actual de producción por una nueva
           maquinaria. El actualmente en uso costó hace 6 años $ 2.000.000.000 y tiene una
           capacidad máxima de producción de 10.000 unidades mensuales. Cada unidad se vende
           al precio actual de $ 300, y los costos directos de producción representan un insumo de
           $ 250, por unidad, dado el grado de obsolescencia de la máquina. Por otro lado, y por
           igual razón, es necesario invertir $ 100.000, mensuales en su mantenimiento. En caso de
           reemplazo, dicho equipo carece de todo valor de recupero. En su momento, su vida útil
           fue fijada en 5 años.

           Una posibilidad está dada por la compra de un equipo nuevo, de fabricación nacional,
           con una capacidad máxima de producción de 20.000 unidades mensuales, y cuya vida
           útil se estima en 5 años. El costo del equipo es de $ 120.000.000 y por su mejor
           tecnología, el insumo que requiere de costos directos de producción es de $ 90 por
           unidad. El equipo no requiere mantenimiento.

           Una segunda posibilidad consiste en la incorporación de un equipo importado con una
           capacidad máxima de producción de 35.000 unidades mensuales, cuyo costo es de
           $ 240.000.000, y que puede producir con un insumo de costos directos de $ 60 por
           unidad, debido a su mayor eficiencia, no requiriendo costo alguno de mantenimiento. Su
           vida útil, se estima en 10 años.

           Para financiar las compras de equipos se puede recurrir a préstamos que devengan el 2%
           de interés mensual, y que cubren el 50% de la inversión, debiendo financiarse el resto
           mediante fondos propios de la empresa.

           La empresa coloca su producción vendiéndola en lotes de 10.000 unidades mensuales.
           Según el estado del mercado, en cada mes puede recibir entre 1 y 3 pedidos de esos
           lotes.

           Se pide: formalizar el problema decisorio planteado mediante una matriz de decisión.

           12.1. Clasificación de los elementos del problema

           Como primera etapa, discutiremos brevemente la clasificación de los elementos del
           problema decisorio.

           Decisor: dada la importancia del problema analizado, se trata de una decisión que
           deberá ser adoptada por el Directorio o dueño de la empresa en cuestión.

           Objetivos: si bien el planteo no especifica cuál o cuáles son los objetivos que el decisor
           toma en cuenta a los efectos de evaluar las alternativas planteadas, es claro que la mayor
           parte de los datos suministrados apunta al problema de la rentabilidad. Obviamente,
           podría considerarse un objetivo de mercado, o de modernización tecnológica; pero de
           ser así, sería necesario incorporar numerosos datos ausentes del planteo dado. En
           consecuencia, plantearemos el problema en términos del objetivo de maximizar
           utilidades.




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  • 1. Notas sobre elementos de decisión Onitcanschi, Guillermo G.* 1. Aclaración preliminar El presente trabajo, no es sino una recopilación de elementos conceptuales sobre un tema relativamente disperso en la bibliografía corriente, o bien, tratado en una forma no del todo accesible para el principiante. Su propósito es el de servir de guía a los estudiantes que cursan Teoría de la decisión para un mejor aprovechamiento del material bibliográfico y de clases de modo de permitirles el estudio elemental de un tema básico, cuya profundidad sólo puede lograrse previo tránsito necesario por los conceptos fundamentales que aquí se tratan de exponer en forma accesible. No debe pues tomarse como un sustituto sino, simplemente, como mero auxiliar del mencionado material. Respecto a sus inevitables deficiencias, espero sean excusadas por la premura con que fue realizado. 2. Introducción El proceso decisorio se halla tan profundamente ligado a la actividad de los individuos y de las organizaciones que parecería innecesario analizarlo, máxime cuando en buena medida forma parte de la rutina diaria y no parece ofrecer demasiados motivos de interés. Esto, no obstante, sólo es cierto en un enfoque superficial y, por lo tanto, inapropiado del tema. En rigor, numerosas disciplinas científicas convergen en un punto común, que es el de mejorar nuestra capacidad de decidir, si bien con referencia a sus propios campos: el estudio de la Medicina permite prescribir terapias, el de la Ingeniería encarar proyectos industriales y civiles, el de la Economía formular planes, etc. En todos estos casos, aparentemente disímiles, existe un aspecto común que es el de la adopción de decisiones: qué terapia adoptar, qué diseño elegir, qué plan económico encarar; es a ese aspecto común al que nos referiremos aquí, considerado como cualidad genérica de una vasta gama de procesos. Para ilustrar mejor el punto, considere el lector otro ejemplo. En cosas tan diferentes como un motor a explosión, una caldera a vapor y un reloj eléctrico, existe un aspecto común que es el de la transformación del calor en movimiento. En el primero, una mezcla de aire y combustible se transforma en una masa de gas caliente que, al expandirse, acciona un pistón, a través del cual se transmite movimiento a otras partes del elemento del cual el motor forma parte; en el segundo, el vapor de agua da lugar al movimiento de la turbina; en el tercero, la energía eléctrica (generada por la turbina) provoca el movimiento de las agujas del reloj. Aún cuando los procesos mencionados son distintos entre sí, tienen un aspecto común que se ha estudiado por una parte de la física: la termodinámica, estudio cuya importancia trascienden mucho los ejemplos, en buena medida pueriles, que hemos mencionado. Establecido el proceso decisorio como aspecto común de toda una serie de actividades, es posible especificar mejor el concepto considerando los elementos que lo integran: * Con la colaboración de Palazzolo Edmundo y Russo Daniel. 3ra. Edición corregida y aumentada. 1 Create PDF with GO2PDF for free, if you wish to remove this line, click here to buy Virtual PDF Printer
  • 2. siguiendo la idea corriente, distinguiremos entre: objetivos o metas; alternativas; cursos de acción o variables controlables; estados de naturaleza o variables no controlables; ámbito decisorio; resultados; medidas de utilidad o valoración y, finalmente, criterios de decisión. 3. Objetivos Los objetivos o metas representan elementos, sean materiales o no, e inclusive, tengan o no entidad real, respecto a los cuales el decidor se propone un nivel de aspiración, o formula una expresión de deseos respecto a su consecución. Los ejemplos son obvios: desde las simples metas de satisfacer necesidades elementales, hasta el complejo espectro de objetivos incluidos en un plan económico, y desde el deseo de obtener una suma determinada de dinero, hasta la abstracta noción de alcanzar la felicidad, pueden formularse innumerables ejemplos. Y si el lector no acierta aún a considerar objetivos que no tengan existencia real, piense en el deseo de Sancho Panza de erigirse en gobernador de una ínsula, por más que no tuviera la menor noción de lo que era una ínsula. Es obvio de lo anterior que adoptamos la premisa psicológica del carácter causal y no casual de la conducta: es decir, asumimos que aún cuando sea difícil determinarlas, las acciones humanas responden a una motivación, o a una serie de motivaciones, sean o no conscientes, sean o no claras, tengan o no entidad real. Y, en consecuencia, su análisis resulta necesario y útil para una mejor comprensión del proceso decisorio. El aspecto central que nos interesa de los objetivos o metas es que representan móviles eficaces de la acción: es decir, se tienen en cuenta en la medida en que inspiran efectivamente la toma de la decisión. Es muy frecuente, en nuestra época, escuchar declamaciones retóricas de objetivos, que no hacen sino ocultar las metas reales que motivan la acción en cuestión. Difícilmente el aspirante a un cargo electivo reconozca sus ambiciones de poder, cuidadosamente disfrazadas por enunciados genéricos acerca de sus deseos y condiciones para llevar a sus electores a la felicidad universal. Del mismo modo, el vendedor que nos aconseja un producto no pondrá de manifiesto su interés en la comisión que le reportará la venta, y el avaro que niega un préstamo quizás ponga de relieve su preocupación por el bien de aquél que se lo pide, y a quien se lo niega. Esta distinción entre metas aparentes y reales es esencial para una adecuada comprensión del problema decisorio y si bien no siempre resulta fácil formularla cabe tener presente, cuando menos, que no necesariamente los objetivos enunciados corresponden a las reales motivaciones de quien los expresa, sea un individuo o una organización. Inclusive (ya que no se trata siempre de ocultamientos maliciosos, como podría entenderse de los ejemplos precedentes) para quien debe adoptar una decisión, los propios objetivos son frecuentemente oscuros o difíciles de precisar. Piense el lector en los motivos que tiene para elegir un producto en lugar de otro similar, o la compañía de una persona en lugar de otra, o un medio de transporte a otro, y posiblemente advierta dicho aspecto. Tanto en los individuos como en las organizaciones, los objetivos se estructuran en escala de valores que establecen la importancia relativa de las diferentes metas perseguidas. En el nivel más alto, se ubican los que se consideran más significativos; en los niveles sucesivos los de menor jerarquía, en la óptica del individuo u organización 2 Create PDF with GO2PDF for free, if you wish to remove this line, click here to buy Virtual PDF Printer
  • 3. en cuestión, y que se relacionan con los primeros mediante cadenas de medios a fines. Esto es, normalmente, los situados al tope de la escala tienen un carácter relativamente abstracto, y su expresión concreta se manifiesta a través de los objetivos intermedios que conducen a aquéllos. Así, por ejemplo, la meta genérica de lograr una posición social, puede traducirse en metas intermedias como las de obtener un título profesional, lograr un determinado nivel de ingresos, y alcanzar una cierta capacidad de trato, amén de muchas otras de menor jerarquía, y que conforman dicha meta genérica. 3.1. El conflicto de objetivos En la mayoría de los casos, sino en todos, la escala de valores de las personas –o sea su escala de objetivos- se caracteriza por ser cambiante, inestable, conflictiva y ambivalente. Quizá el problema más difícil, al analizar cualquier problema decisorio, es clarificar dicha escala de objetivos en la medida necesaria como para permitir un planteo intelectual representativo del mismo. Acostumbrados como estamos a la lógica Aristotélica que rechaza lo contradictorio, la evolución relativamente reciente de la psicología individual y social nos enfrenta con singulares dificultades para conciliar la lógica tradicional con la dinámica de los objetivos. Sabemos que nuestras metas cambian, no sólo por la evolución natural de nuestra vida, sino también en base a un proceso que le es propio y que pocas veces se conoce con claridad. En términos generales, el caso más habitual no es el de una escala de valores coherentes sino, por el contrario, conflictiva, inestable y ambivalente. La meta que ayer dominaba nuestros esfuerzos, mañana puede parecernos irrelevantes. Al analizar distintos objetivos que perseguimos, casi siempre nos daremos cuenta que, en mayor o menor medida, existe determinada incompatibilidad entre ellos; muchas veces, al considerar un propósito que nos hemos formulado, advertimos que no estamos seguros acerca del grado de interés que efectivamente tenemos en él, y que en nuestra actitud, en ese sentido, coexisten tendencias opuestas, de querer y no querer, simultáneamente, el logro en cuestión. Siendo generalmente notorio el conflicto de objetivos en todas las personas, existe con mayor razón en el marco de las relaciones interhumanas. La sociedad, en ese sentido, es una fuente inagotable de tales situaciones, de las cuales distinguiremos en particular las que convendremos en llamar: a) Conflicto interpersonal; b) Conflicto interorganizacional; c) Conflicto intraorganizacional. El conflicto interpersonal es el que se produce en las relaciones competitivas, es decir, aquéllas en los que los objetivos no pueden ser alcanzados simultáneamente por todos los participantes. Dos deportistas enfrentados en un juego no pueden alcanzar simultáneamente el triunfo; el premio mayor de la lotería no puede beneficiar simultáneamente a todos los números que intervienen en el sorteo. El conflicto interorganizacional es el que se produce por la participación de los individuos en organizaciones con miras a la obtención de determinados objetivos no necesaria ni generalmente compatible con los que inducen a las organizaciones a aceptar su participación dentro de ellas. Una persona aceptará un trabajo no particularmente grato para que su remuneración le permita satisfacer sus necesidades vitales; la empresa se la abonará contemplando como meta la realización de dicha tarea. Es obvio que para la primera difícilmente el sueldo sea suficientemente retributivo mientras que para la 3 Create PDF with GO2PDF for free, if you wish to remove this line, click here to buy Virtual PDF Printer
  • 4. segunda nunca será lo necesariamente justificado. En última instancia, la relación laboral se mantendrá a falta de mejores alternativas para el empleado y la empresa. El conflicto intraorganizacional se manifiesta como consecuencia de la actuación, dentro de las organizaciones, de personas que por el rol que desempeñan, actúan en base a objetivos sectoriales de la misma. Así, la correcta ubicación en el marco organizativo del sector de cobranzas es un caso típico de este tipo de conflicto, ya que tanto los responsables de ventas como de finanzas pretenderán tener el control del mismo; el primero, porque de tal manera puede facilitar su actividad comercializadora flexibilizando los términos de pago por parte de los clientes. El segundo, porque una buena gestión financiera se basa, al menos en parte, en una cobranza eficiente, lo que no es totalmente compatible con la gestión de comercialización. No es necesario ejemplificar más la cuestión, puesto que todos, en mayor o menor medida, tenemos experiencia en este tipo de situaciones. 3.2 Solución del conflicto de objetivos Dado que las decisiones se toman pese a las dificultades derivadas del carácter conflictivo de los objetivos, es evidente que el mismo, de una manera u otra es resuelto. Existen diferentes modalidades de solución que dependen del tipo de conflicto de que se trate. En el caso del individual, la solución consiste, básicamente en la estructuración de la escala de valores del decidor, superando en alguna medida, la inestabilidad, ambivalencia y contradicción de las metas que se contemplan. Se trata de un proceso dinámico y continuo, y podría afirmarse que la toma de decisiones consiste, al menos en parte, en la clasificación de los objetivos perseguidos. Y dado que nuestra propia evolución nos obliga a una reconsideración constante de nuestras aspiraciones, se replantea constantemente. En el caso extremo, cuando su manifestación es tan aguda que al individuo le resulta imposible inclinarse por una u otra posibilidad, su elección le es impuesta por las circunstancias, y aquél ha hecho primar su objetivo esencial, quizás desconocido para sí mismo: eximirse de la necesidad de asumir responsabilidad de sus decisiones. En el caso del conflicto interorganizacional, la única forma de solución total se produce en el caso en que la persona se identifica con los objetivos de la organización, haciéndolos suyos. Este caso, relativamente frecuente en los máximos niveles jerárquicos implica, en rigor, una situación de interacción recíproca, ya que los objetivos de la organización como tal son normalmente fijados por el grupo de individuos más identificados con aquélla, y que participan del poder de decisión. En la generalidad de los casos, la identificación suele ser parcial, dependiendo básicamente del nivel jerárquico del individuo. En los niveles más bajos, es prácticamente inexistente, y no juega ningún rol significativo en la solución de los conflictos de objetivos, para lo cual existen otros mecanismos que pueden caracterizarse como de negociación, o, si se prefiere, transacción. Dichos mecanismos implican, en términos generales, una serie de concesiones mutuas, tendientes a permitir un cierto grado de satisfacción de los objetivos que los individuos y las organizaciones, cada uno por su lado, persiguen. Así, un empleado estará dispuesto 4 Create PDF with GO2PDF for free, if you wish to remove this line, click here to buy Virtual PDF Printer
  • 5. a desarrollar una tarea rutinaria que no le satisface como tal, a cambio de una remuneración que le permite atender a sus necesidades vitales, y una posición laboral que le permita sentirse insertado socialmente. Del mismo modo, un arquitecto elaborará los planos de un edificio siguiendo criterios edilicios que personalmente no comparte teniendo en cuenta los honorarios que ello le permitirá obtener, así como el prestigio derivado de su vinculación a la respectiva obra, por más que íntimamente esté en desacuerdo con su valor urbanístico. El factor fundamental que define el equilibrio que resulta de estas transacciones o negociaciones está dado por el poder relativo de los individuos respecto a la organización y viceversa. Normalmente, la relación de poder juega de una manera implícita en las transacciones, y ni siquiera se pone en evidencia. La persona que se presenta solicitando empleo en una gran empresa, acepta prácticamente todas las exigencias previas a la consideración de su solicitud (examen médico, pedido de informes, referencias y examen psicotécnico) y, normalmente, ni se le ocurrirá requerir otros elementos de juicio para tomar su decisión que los relativos al tipo de tarea, horarios y remuneración asignada; se trata de un caso en la que la distribución del poder es notoriamente asimétrica a favor de la empresa. Por el contrario, la incorporación a la misma empresa de un profesional prestigioso para un cargo del máximo nivel significará un juego más elaborado, en el cual aquél hará valer, implícita o quizás explícitamente, diferentes exigencias suplementarias a las puramente remuneratorias, tales como a delineación de su campo de actuación, el grado de autoridad que se le otorgará para el desempeño de sus funciones, la modificación previa del cuadro organizativo de la empresa, etc. Aquí se trataría de una distribución más simétrica del valor relativo, dado que el profesional tiene tanto interés en el trabajo como la empresa en incorporarlo. En todos los casos, dicha distribución forma parte de las “reglas de juego” cuya aceptación subyace en la estructura de las relaciones sociales. Bajo una modalidad algo distinta, pero en esencia idéntica a la anterior, se soluciona el conflicto de objetivos intraorganizacional. La diferencia básica estriba en que las relaciones de poder, en este caso, están condicionadas no sólo por las cualidades propias de los individuos, sino también por la importancia relativa de las funciones que desempeñan, y los problemas de la organización, Así, por ejemplo, en nuestro país ha sido relativamente frecuente en los últimos años asignar al Ministro de Economía un rango preeminente entre sus colegas, en parte debido a las características de las personas que ocuparon tal puesto, pero en gran medida en virtud del carácter apremiante de los problemas económicos que se confrontaban; no obstante, ante situaciones de otro tipo (tales como el conflicto originado en el laudo arbitral sobre el problema del Beagle) las consideraciones económicas fueron dejadas circunstancialmente de lado para atender otras de orden militar. En una empresa agobiada por problemas financieros, el gerente del rubro tendrá, casi seguramente, un poder superior al de su colega comercial; cuando la dificultad consiste en una baja de las ventas, sin excesivos problemas financieros, tal situación se modificará a favor de aquél. En algunas ocasiones, muy frecuentes en las organizaciones de nuestro país, suele aplicarse un mecanismo diferente para resolver el conflicto de objetivos, consistente en su atención secuencial; es decir, se presta atención o se otorga preponderancia sucesivamente a los diferentes objetivos en conflicto, tomando en cuenta, en principio, no tanto su importancia relativa como su urgencia aparente de las situaciones en que se manifiesta la necesidad de atenderlos. 5 Create PDF with GO2PDF for free, if you wish to remove this line, click here to buy Virtual PDF Printer
  • 6. Así, cuando en una empresa falta personal administrativo, se dará preponderancia, sucesivamente, al cierre del balance anual, a la liquidación de impuestos, a la puesta al día de los saldos de cuenta corriente, etc., conforme se vayan poniendo remanifiesto las urgencias del caso. En términos generales, es evidente que el mecanismo expuesto está encaminado, más a la postergación, que a la solución en sí del conflicto, con lo cual sus manifestaciones se van haciendo más y más críticas, hasta que termina, habitualmente, por eclosionar de una manera innecesariamente violenta. Normalmente, el conflicto reobjetivos nunca es resuelto totalmente y su manifestación se reitera bajo diferentes modalidades que obligan a un replanteo continuo, conforme a la propia dinámica de las organizaciones e individuos. Inclusive las soluciones más satisfactorias son siempre transitorias y, en el mejor de los casos, no significan más que lapsos prolongados en los que dicho conflicto no se pone de manifiesto de una manera excesivamente virulenta. Así, la ancestral rivalidad franco-germánica estalló en las guerras napoleónicas (1807-1812), posteriormente en la guerra franco-prusiana (1870), en la primera guerra mundial (1914) y por último en la segunda guerra mundial (1939), ya que a partir de 1945 la necesidad de confrontar situaciones que afectaban a ambos países por igual dio lugar a una pérdida casi total de significación de dicho conflicto. La forma tradicional en que las soluciones del conflicto de objetivos se expresan consiste en el juego recíproco de restricciones para sus participantes. En este contexto, las restricciones consisten en límites a las pretensiones de los individuos o de las organizaciones mutuamente aceptados como base de la participación en una empresa común. Normalmente, las restricciones impuestas a favor de un integrante de la organización, se traduce en un costo para ésta, y viceversa. Así, por ejemplo, el sueldo mínimo para que un empleado acepte trabajar para una empresa, significa un costo para la empresa; el horario fijado por aquélla, lo es también para el empleado, en tanto tomamos el término “costo” en su acepción más general, ya que implica una inversión de horas de su tiempo que no puede, teóricamente, consagrar a otras actividades. En tanto las restricciones sean compatibles entre sí, la actividad organizativa es posible en el marco permitido por su juego recíproco; cuando tal compatibilidad no deja margen a soluciones en las que todas son simultáneamente respetadas, se hace necesario sea replantearlas, o bien modificar la organización, para integrarla con otros individuos que hagan posible ese mínimo de compatibilidad. Cuando ésta se vuelve directamente imposible, la organización suele desintegrarse. Desde ese punto de vista, suele ocurrir que el marco fijado por las restricciones simultáneamente establecidas es tan reducido, que suele perder importancia el objetivo que eventualmente se defina para una organización. Por ejemplo, puede afirmarse que la meta de una empresa consiste, principalmente, en obtener el máximo beneficio posible; pero, en rigor, tal objetivo se ve desdibujado por las restricciones que juegan en el caso: sueldos y remuneraciones mínimas para lograr la participación del personal; precios máximos aceptados por los consumidores que adquieren sus productos; impuestos que gravan la actividad; intereses a abonar por los capitales tomados en préstamo, etc. Bajo estas circunstancias, el campo de alternativas posibles de considerar con miras a la consecución de los objetivos fijados se ve altamente limitado; de ahí el nombre de restricciones que damos a las exigencias mínimas aceptadas para la participación en la organización de sus integrantes. 6 Create PDF with GO2PDF for free, if you wish to remove this line, click here to buy Virtual PDF Printer
  • 7. 4. Alternativas Las alternativas, variables controlables o cursos de acción, son las conductas posibles que caben para la consecución del o de los objetivos perseguidos por el decidor. La denominación de alternativas, responde a la idea de elección, implícita en el planteo de la decisión (decidir es, desde este punto de vista, la elección de una alternativa entre varias posibles); análogamente, la de variables controlables refleja el hecho de que depende de aquél, o es controlada por el decidor la línea de conducta adoptada; la de curso de acción, pone de relieve el carácter activo, valga la redundancia, del proceso. Es decir, en síntesis, que decidir implica facultad de elección, control sobre la línea de acción adoptada y proceso activo por parte del decisor. Si falta la primera, no hay decisión sino meramente imposición (sea por una persona, por una entidad o por una circunstancia), éste no tiene el carácter de alternativa (como en el caso de un buque que marcha a la deriva). Finalmente, si la elección no procede del decisor considerado, nos falta obviamente, la relación entre éste y la decisión adoptada. El aspecto central de la fijación de alternativas, consisten en que guarden relación de medios a fines con las metas u objetivos perseguidos, o, si se prefiere, que sean conducentes a éstos. En ese sentido, el planteo de las alternativas requiere un esfuerzo de imaginación creadora, ya que no siempre las mejores alternativas son evidentes. Asimismo, es necesario ser cuidadosamente objetivos en su definición, a fin de no incurrir en un frecuente error, consistente en confundir deseos con realidades, y asumir como alternativas lo que en rigor serían variables no controlables por el decisor. Finalmente, es importante diferenciar entre alternativas principales y subordinadas, siendo las segundas cursos de acción supeditados a la previa adopción de una variable controlable sin la cual carecerían de sentido. Así, por ejemplo, la alternativa de adoptar una condición de pago determinada entre las que ofrece un cierto proveedor para la venta de mercaderías, sólo pueden plantarse en relación a la elección de dicho proveedor, y no de otro que ofrece –quizá- condiciones de pago diferentes. 5. Variables no controlables Las variables no controlables o estados de naturaleza representan aquéllos aspectos que revisten importancia a los efectos de la decisión, pero que no pueden ser controlados o fijados por aquél que debe adoptarlas. La dificultad aparente más significativa para especificar las variables no controlables de un problema decisorio consiste en que éstas dependen del decisor, en cuanto lo que para una persona es controlable, puede no serlo para otra. Así, por ejemplo, la decisión que adopta una repartición oficial respecto a la solicitud de un particular, es para éste una variable no controlable, asumiendo que no pueda ejercer ninguna influencia sobre la misma, y esa decisión considerada desde el punto de vista del responsable de la repartición, es una alternativa que ha elegido, y, por lo tanto, una variable controlable. En consecuencia, para distinguir entre unas y otras, es necesario ubicarse en la situación del decisor, y establecer si este puede o no determinar el acontecimiento en cuestión. Una segunda dificultad reside en la involuntaria conexión que suele establecerse entre alternativas y variables no controlables. Estas últimas pueden ser relevantes (es decir, revestir importancia) para una o algunas alternativas, pero no para otras. Por ejemplo, un agricultor debe elegir entre diferentes especies de semillas para sembrar. Para una 7 Create PDF with GO2PDF for free, if you wish to remove this line, click here to buy Virtual PDF Printer
  • 8. determinada variedad la sequía puede constituir una variable no controlable de gran importancia en cuanto a los resultados de la siembra; para otras, las lluvias pueden constituir un factor perjudicial. La dificultad más frecuente en el planteo de los estados naturales, reside en la separación clara de los aspectos controlables de los que no lo son, lo que en rigor, suele ser simplemente un problema de definición adecuada de los parámetros que intervienen en el caso. Por ejemplo, si consideramos el problema decisorio de un especulador, que maneja un monto tan grande de valores que sus cursos de acción influyen notoriamente en el mercado, la definición correcta de las variables o controlables, en el caso, sería la de las reacciones de los demás integrantes de dicho mercado, y no simplemente el alza o la baja de los valores, en el ejemplo, serían más bien resultados y no variables no controlables, debido a que sus acciones influyen sólo en una medida ínfima sobre el curso del mercado. Normalmente, se requiere un cierto esfuerzo para definir con rigor lógico las variables no controlables pertinentes, para lo cual la regla a tener es la de considerar cuáles son las situaciones sobre las que el decisor carece de control directo. Frecuentemente, reencuentran variables no controlables que se conocen con certeza, por más que las más importantes son las inciertas. Así, la tasa de un impuesto para un empresario es una variable no controlable, pero que es conocida sin lugar a dudas, mientras que el volumen de ventas que absorberá el mercado de su producción es incierto, por más que en ambos casos nos estamos refiriendo a estados naturales. Cuando éstos son conocidos con certeza, convendremos en denominarlos restricciones. Las restricciones, bajo este punto de vista, tienen normalmente asociado un costo cuyo correcto cálculo para el cómputo de los resultados es esencial. Podría inclusive afirmarse que en casi todos los casos cualquier concepto de costo (precio de las materias primas, salarios fijados para los obreros, tasas para el suministro de energía, etc.) puede lisa y llanamente identificarse como una restricción. En lo sucesivo, pues, nos referiremos a los estados naturales sólo cuando se trata de variables no controlables inciertas, denominando restricciones a las que tienen un carácter cierto. La denominación de restricciones alude al hecho que, en estos casos, el campo de elección de las alternativas está limitado, restringiéndose en consecuencia la posibilidad de obtener los resultados pretendidos. 6. Ámbito decisorio Las consideraciones precedentes acerca del grado de conocimiento de las variables no controlables aluden, en una forma más general, a un elemento adicional del problema decisorio que es el del ámbito en el cual aquél se desenvuelve. Clásicamente, ha sido clasificado como el de situaciones de certeza, riesgo e incertidumbre. La situación de certeza, en sentido estricto, nunca existe. Un autor americano, Franklin, ilustraba el punto sosteniendo que sólo había dos cosas ciertas en la vida: la muerte y los impuestos. Con ello aludía a que en relación a los demás elementos del problema decisorio nunca tenemos seguridad. Pero, habitualmente, estamos acostumbrados a considerar que ciertos hechos, ciertos elementos del contexto en que nos movemos son ciertos. Se trata, por lo tanto, de una certeza subjetiva; no es que sean subjetivamente ciertos, sino que, en base a nuestra experiencia, asumimos el mantenimiento de las condiciones conocidas. Cuando las variables no controlables son ciertas, como ya hemos dicho, se califican de restricciones. Este nombre, deviene de su carácter de 8 Create PDF with GO2PDF for free, if you wish to remove this line, click here to buy Virtual PDF Printer
  • 9. limitantes del campo de alternativas posibles. Inclusive, suele ocurrir como caso extremo que las restricciones de un problema sean incompatibles, y, por lo tanto, no permitan una elección. El gráfico siguiente ilustra un ejemplo de restricciones incompatibles: A B Siendo A y B dos elementos cuya proporción hay que establecer, y I y II dos restricciones, es obvio que no existe ninguna combinación de A y de B que las satisfaga simultáneamente. También, si fijamos para un problema determinado las condiciones simultáneas A>B y B>A es lógicamente imposible cumplir con ambas, por lo que se trata de dos restricciones incompatibles. Normalmente, las restricciones surgen de un proceso de acomodamiento progresivo que incluye o puede incluir la negociación, según hemos visto en el problema de conflicto de objetivos. Podría pensarse que, siendo el problema de certeza suelen estar asociados a una situación en que existen infinitas alternativas, y, por lo tanto, su solución exige la aplicación de técnicas matemáticas especiales, por las cuales se pueden determinar puntos o alternativas que cumplan con otras condiciones adicionales, generalmente referidas a la utilidad de las mismas. En un segundo nivel de incertidumbre, o de no-conocimiento del ámbito decisorio, se manejan las llamadas situaciones de riesgo. Normalmente, se definen como tales aquéllas en las cuales se puede asociar o atribuir a los diferentes estados naturales un valor de probabilidad. La probabilidad de un suceso varía entre cero y uno; esto es, 0=Ä 1, siendo el cero el caso de imposibilidad, y el uno el de certeza. p=Ä Entonces, la situación de riesgo es aquélla en que 0<p<1, siendo p la probabilidad de un estado natural, ya que los valores extremos nos remiten a la situación de certeza (aunque sea certeza por la imposibilidad). Ahora bien, el término probabilidad, normalmente, es mal manejado, por lo que interesa dedicarle algunas consideraciones especiales. 6.1 El concepto de probabilidad Es casi invariable que cuando se pregunta qué se entiende por probabilidad, se la caracteriza o define como el cociente entre el número de casos favorables y número de casos posibles (definición que se encontrará en Lambín, entre otros autores), que aplicaba literalmente, conduce a absurdos fácilmente ejemplificables. 9 Create PDF with GO2PDF for free, if you wish to remove this line, click here to buy Virtual PDF Printer
  • 10. Se trata de una versión errónea de la definición clásica de Laplace, quien decía que la probabilidad era el cociente entre el número de casos favorables y el de casos igualmente posibles. La versión correcta, que hemos mencionado en último término, es susceptible de diversas críticas. La más significativa, desde un punto de vista metodológico, es que se trata de una definición circular, puesto que no existen diferencia sustancial entre decir casos igualmente posibles y casos igualmente probables, con lo que se define el término en base al mismo, lo que no es lógicamente aceptable. De todos modos, la definición de Laplace -que como se recordará, fue formulada para responder a interrogantes relacionados con juegos de azar-, es aceptable cuando nos referimos a situaciones repetitivas, donde hay un número significativo de casos, que se caracterizan por su simetría, es decir, la equiprobabilidad de ocurrencia. Un segundo enfoque de la definición del concepto de probabilidad, fue formulado por Von Mises, autor alemán que desarrollo una idea de la probabilidad como “límite de la frecuencia relativa, para un número suficientemente grande de casos”. Es decir, se elimina la condición de simetría, requiriéndose que se trate sólo de situaciones similares, repetitivas, y respecto a las cuales pueda observarse su frecuencia de ocurrencia. En el caso típico de muestreo estadísticas para el control de calidad o investigación de mercado. Calculada la frecuencia relativa de un suceso para un número muy grande de casos, se asimila su valor a la probabilidad de dicho suceso. Entre otras críticas, la definición de Von Mises merece la de postular la existencia de dicho límite, el cual no necesariamente existe. Pueden darse muchos casos donde la frecuencia de un suceso no tienda a un límite determinado. Por otro lado, no es aplicable obviamente, a casos no repetitivos o sucesos únicos. Esta observación dio lugar a que John M. Keynes, filósofo y economista célebre, desarrollara un concepto diferente de la probabilidad, como “grado razonable de creencia”. Esta caracterización, surge de considerar el uso del término “probabilidad” como expresión del grado de conocimiento. Por ejemplo, si tengo en mi mano una moneda, a la que puedo ver, para mí existe certeza acerca de si es “cara” o “ceca”, mientras que, si pregunto a alguien que no la puede ver acerca de su estado (el de la moneda), se expresará en términos probabilísticas, porque tiene dudas. Es decir, una misma situación puede ser cierta para algunos e incierta para otros, dependiendo de la cantidad de información que disponga sobre la misma; y por iguales razones, a medida que aumenta nuestro conocimiento sobre un tema, varía nuestro concepto de la probabilidad de la ocurrencia de hechos determinados (esto es, puede aumentar o disminuir). Lo importante aquí, es que al expresarnos en términos probabilísticas, aludimos a nuestro grado de creencia sobre la posibilidad de hechos inciertos. Se trata de una actitud netamente subjetiva (lo que no es sinónimo, necesariamente, de arbitraria). ¿Por qué razón, por ejemplo, en el casino apostamos a un número y no a otro, siendo todos igualmente probables? Porque, contestará Keynes, en nuestra percepción, esa equiprobabilidad no existe, y tenemos la convicción de que ciertos números pueden ser premiados con mayor probabilidad que otros. Si nos guiáramos por la teoría estricta de Laplace o del análisis de la frecuencia relativa, no apostaríamos; si lo hacemos es porque implícitamente asumimos que las chances están a nuestro favor. Estas 10 Create PDF with GO2PDF for free, if you wish to remove this line, click here to buy Virtual PDF Printer
  • 11. consideraciones llevan a Keynes a definir el concepto probabilidad como “grado razonable de creencia”. Y en relación a ella, en un segundo orden de consideraciones, interesa el sentido que atribuimos a la palabra probabilidad cuando la utilizamos en el lenguaje corriente. Si nos preguntamos cuál es la de que una moneda arrojada al aire caiga cara, casi automáticamente contestaremos ½ (descartando la posibilidad que pueda quedar de canto); pero ¿qué queremos significar con ello? En un suceso único, la moneda caerá cara o ceca, y el sentido de ½ se desdibuja. Si ante una operación riesgosa el cirujano nos informa que tenemos un 40% de probabilidad de sobrevivir, ¿que significado tiene ello para nosotros, que debemos afrontar el riesgo? El cirujano se expresa en términos de frecuencia relativa, propia de su experiencia; pero para nosotros la situación difiere, puesto que lo que está en juego es nuestra propia vida. El problema reside en que esos valores (1/2 ó 40%) se extraen de un universo amplio, ya sea apriorístico, como en el caso de Laplace, o experimental, si nos atenemos a la concepción de Von Mises. Pero cuando los aplicamos a un caso único, que para nosotros tiene especial importancia, no estamos haciendo otra cosa que expresar nuestro grado de creencia en el suceso futuro repetitivo, responda a la de Poisson o a la binomial es x; y para ello, obviamente, aplicaremos el concepto de Laplace o de Von Mises. Pero cuando nos referimos a un suceso único, por más quesea un eslabón en una cadena de miles de casos análogos, se desdibuja el sentido de hablar de una distribución de frecuencias, puesto que ese caso especial va a tener una distribución u otra. Por lo tanto, aunque la probabilidad de ese suceso, p, haya sido calculada en base a la observación de un universo, el mero hecho de aplicarlo a un caso único, ya de por sí subjetiviza la aplicación del concepto, y nos remite a la concepción de Keynes. ¿Qué criticas merece el concepto de Keynes? (ninguno de los tres conceptos está excepto de ellas). La fórmula de Von Mises, es que reduce el término a una formulación subjetiva, llevándola a una mera cuestión de opinión. A lo cual, Keynes, no sin razón, replica que los conceptos o las palabras hay que definirlos en función de su uso corriente, por más que no nos parezca que dicho uso sea razonable. Esto es, que las definiciones deben reflejar el uso corriente de las palabras, y no el que, en nuestra opinión, debería usarse. De este tipo tenemos muchas situaciones en la vida diaria, y, justamente, uno de los problemas serios que confrontamos hoy en día, es la progresiva tergiversación del lenguaje mediante un apartamiento deliberado del uso corriente de los términos para aplicarlos a conceptos para los cuales no fueron formulados. Confronten ustedes, la idea que tienen del significado de la palabra “álgido” con la que tiene el diccionario, y advertirán el problema. Y, en definitiva, por más que las palabras se usen mal, se aparten de su concepción primigenia, es un hecho claro que el uso normal que se les atribuya, a la larga, termina por prevalecer. ¿Son compatibles entre sí los tres conceptos de probabilidad que hemos enunciado? En general, entiendo que no, sino, más bien, que el de Laplace es un caso especial del de Von Mises, y del de Keynes, y el de Von Mises un caso especial, a su vez, del keynesiano. Gráficamente, diríamos que cada uno de ellos abarca diferentes campos de situaciones: KEYNES VON MISES LAPLACE 11 Create PDF with GO2PDF for free, if you wish to remove this line, click here to buy Virtual PDF Printer
  • 12. Así, por ejemplo, en el caso de situaciones repetitivas y simétricas, normalmente, la investigación del universo que requiere la aplicación del concepto de Von Mises, conducirá, salvo ligeras discrepancias, a valores de probabilidad similares a los que predica el cálculo apriorístico de Laplace. Es, por otro lado, lo que hacen todos los casinos del mundo: cuando el rendimiento de una mesa de juego se aparta del valor esperado estadísticamente, se sospecha, no sin razón, o bien que hay un mal funcionamiento mecánico, o bien que hay un fraude. En este tipo de casos, se aplica la probabilidad de Laplace, a priori, (antes del desarrollo del juego), la de Von Mises por observación posterior de control, y, también la de Keynes, ya que en tal caso, el “grado razonable de creencia”, en cuanto aludimos a un universo repetitivo, simétricos o no, y Keynes puede aplicarse no sólo a esos casos, sino también a sucesos no repetitivos, aunque puedan integrar una cadena de sucesos repetitivos(por ejemplo, la milésima jugada de un juego, considerada como un problema especial). Cabe agregar, para concluir con este tema de probabilidad, una observación sobre el concepto de Keynes, y es que se lo ha tergiversado por el abuso. En la definición de este autor, se enfatiza la palabra “razonable”, lo que no es un aditamento arbitrario. Keynes conocía muy agudamente la psicología humana, y sabía de la frecuente tendencia a confundir deseos con realidades, y estimar como probables aquéllos hechos que simplemente, deseamos que ocurran. Pero Keynes no estaba interesado en una medición psicológica de preferencias, sino en una medición de expectativas justificadas por los hechos, y por ello enfatizaba el término “razonable”. Lo grave del caso no es que, indudablemente, incurramos en tal confusión, puesto que ello es inevitable, en mayor o menor medida; sino que, tal como ha ocurrido en los últimos años, y cada vez con mayor frecuencia, se pretende dotar a esa expresión de deseos de un viso de seriedad mediante la referencia capciosa a una supuesta investigación que, o bien no se ha realizado, o bien fue orientada tendenciosamente. Si a mí me interesa investigar científicamente la dipsomanía, haría una encuesta tendiente a establecer la proporción y característica del fenómeno; pero si lo que me interesa es tergiversarla, puedo orientar la encuesta con preguntas como: “¿Ha dejado usted de beber alcohol? Conteste sí o no”, con lo cual, obviamente, la estoy condicionando. Y esto, lamentablemente, se produce en muchos órdenes de cosas, deliberada o inconscientemente, sobretodo en círculos científicos o pseudocientíficos. Volviendo ahora al tema del problema decisorio, cabe señalar que, en nuestra opinión, el término riesgo se aplica con propiedad cuando nos referimos a situaciones simétricas, de Laplace, o bien, no simétricas que tengan una distribución estable de frecuencias. Cuando trascendemos el marco de estas situaciones, y pretendemos referirnos a casos de probabilidad subjetiva, si bien desarrollamos un esquema teóricamente indiscutible, recaemos en el peligro que he mencionado de confundir deseos con realidades. En los hechos, ene. Proceso efectivo de toma de decisiones, es algo que se observa con frecuencia apabullante, sobre todo cuando se confunden loables conjeturas sobre hechos inciertos, con estudios técnicos serios que pretenden determinarlos con precisión, por más que ello materialmente, sea imposible. 7. Resultados La forma tradicional de plantear el problema decisorio es mediante matrices o árboles de decisión. En el primer caso, se construye un cuadro de doble entrada, en el cual, 12 Create PDF with GO2PDF for free, if you wish to remove this line, click here to buy Virtual PDF Printer
  • 13. convencionalmente, se consignan las alternativas como filas y los estados naturales como columnas. Esquemáticamente: E1 E2……………Ej …………. Em A1 R11 R12 ……. R1j ……. R1m A2 R21 R22………R2j ……..R2m ………………………………………………………………………….. Ak Rk1 Rk2........... Rkj............Rkm .................................................................................................................. An Rn1 Rn2............Rnj............Rnm En la intersección de cada alternativa con cada estado natural, queda determinado un resultado, que en el cuadro anterior se connota con la expresión Rkj, que significa el resultado de la alternativa k, para el supuesto que el estado natural que se produzca sea el j. En términos generales puede afirmarse que el resultado de una alternativa, para un estado natural dado, es el conjunto de consecuencias objetivas que trae aparejadas dicha alternativa en la hipótesis que se produzca el estado natural en cuestión. La calificación de objetivas, alude a que dichas consecuencias deben considerarse con independencia de nuestras expectativas y deseos. Es un error desgraciadamente muy frecuente en la vida diaria desestimar resultados por el hecho de ser negativos o desagradables. Pero un planteo formalmente adecuado del problema decisorio, exige considerar todos los resultados, sean positivos o negativos, lo que no implica en modo alguno, obviamente, que las alternativas que traen aparejados estos últimos deban ser elegidas. Si, por ejemplo, un médico considera la posibilidad de intervenir quirúrgicamente a un paciente, no puede ignorar que determinadas reacciones alérgicas a la anestesia pueden provocar su muerte, o que la operación sea insuficiente para eliminar la causa de su enfermedad; al tomar pues su decisión, esos eventuales resultados tienen que ser considerados, para que la alternativa en definitiva adoptada sea la consecuencia de una evaluación cuidadosa de los mismos. Cabe aclarar que el conjunto de consecuencias que nos interesa es el que se relaciona con los objetivos propuestos. Si, por ejemplo, el único objetivo que el alumno se plantea al cursar Teoría de la Decisión es aprobarla asignatura, sin que le interese el grado de aprendizaje del tema, en su planteo del problema decisorio, al medir los resultados desestimará lógicamente ésta última variable para centrarse exclusivamente en la aprobación o no de la asignatura. 13 Create PDF with GO2PDF for free, if you wish to remove this line, click here to buy Virtual PDF Printer
  • 14. 7.1. Medición de resultados en problemas económicos Cuando se evalúan problemas decisorios que involucran cuestiones económicas suele presentarse la dificultad relativa a la forma de medir los resultados, dada la existencia de definiciones diferentes de los conceptos de costo y utilidades. En general, no suele haber discrepancia cuando se alude a ideas generales como ser el clásico objetivo de maximizar ganancias; pero las dificultades surgen cuando se procura traducir dicho objetivo en un criterio de medición, para lo cual es indispensable definir previamente, y de un modo detallado, qué se entiende por ganancia. Típicamente, se emplean a tal fin tres enfoques que, habitualmente, conducen a formas diferentes de medir los resultados. Reseñaremos, en consecuencia, sus características básicas, puntualizando en especial las discordancias que existen entre uno y otro. En primer lugar, consideraremos el criterio contable, cuyas características más importantes pueden sintetizarse en los siguientes puntos: a) A fin de computar los costos, se consideran básicamente los valores históricos incurridos para la adquisición del respectivo bien o servicio. Conforme al criterio actualmente prevaleciente, los importes históricos se actualizan utilizando un coeficiente de ajuste basado en un índice general de evolución de precios, especialmente cuando existe un lapso significativo entre el momento de la adquisición y aquél de su utilización. El valor histórico o histórico-ajustado del bien o servicio es tomado como activo en la medida en que no supere el valor de plaza (o de reposición); si lo supera, se reduce a la magnitud de este último. b) Tanto al calcular los ingresos como los costos, se deja de lado el valor tiempo del dinero. En consecuencia, desde el punto de vista contable, los plazos de cobranza o de pago no inciden sobre la magnitud computable del costo o el ingreso. Así, por ejemplo, si se vende un producto a 100, con condición de pago a 30 días, y se ofrece un 12% de descuento por pago al contado, es obvio que el producto se está vendiendo en 88, y que los 12 adicionales representan el interés que se le cobra al adquirente por financiar su compra a 30 días; pero contablemente, salvo que este último importe se discrimine en la factura, se computa la venta por 100, y si el cliente opta por pagar al contado, se registra el descuento como un costo. En otros términos, contablemente no se presta atención a la homogeneidad temporal de las magnitudes consideradas. c) Cuando se trata de bienes durables (como maquinarias, equipos, automotores, etc.) la inversión efectuada en su adquisición se imputa a los distintos períodos en los cuales estos bienes se utilizan económicamente, normalmente atribuyendo a cada uno de ellos una parte proporcional de su costo de adquisición llamada amortización. Normalmente, se computa una vida útil del bien conforme a su naturaleza; así, por ejemplo, se atribuye a los inmuebles edificados una de 50 años, a las maquinarias una de 10, y a los automotores una de 5. L a consecuencia de este criterio reside en que no necesariamente el valor de adquisición neto de amortizaciones refleja l valor corriente del bien, ya que éste puede ser utilizado por lapsos superiores o inferiores al de la vida útil fijada a los efectos contables. Obviamente, en estos casos los valores históricos se actualizan mediante el uso de índices de recios, ya que la pérdida de representatividad de los mismos es mucho más significativa que la experimentada por bienes de consumo o utilización inmediata y única. 14 Create PDF with GO2PDF for free, if you wish to remove this line, click here to buy Virtual PDF Printer
  • 15. Cuando el bien es desafectado de su utilización, la diferencia entre su valor de realización y el valor original amortizado es considerada como una utilidad o pérdida del ejercicio contable en que tal hecho se produce. d) Los interese sobre los capitales invertidos en la operación se computan exclusivamente cuando corresponden a fondos tomados en préstamo, excluyéndose expresamente, en consecuencia, los relativos al capital propio de la empresa del cálculo de costos. e) La retribución del empresario sólo es tomada en cuenta cuando se traduce en un retiro efectivo que ésta realiza, y sólo por la magnitud del mismo. Desde un punto de vista económico, la contrapartida de las características del criterio contable de medición de resultados que hemos reseñado, viene dada por los siguientes puntos: 1. A fin de medir los costos de los bienes y servicios que reemplean en una actividad económica, se computa su valor de reposición, cualquiera que haya sido su costo histórico. En otros términos, un bien vale tanto cuanto cuesta, en un momento dado, obtenerlo, aún si se lo ha obtenido por un importe mayor o menor a aquél. 2. Implícitamente, la teoría económica deja de lado el valor tiempo del dinero, en tanto asume la simultaneidad de todos los hechos que concurren al ciclo económico de producción. Si bien en un estricto sentido corresponde que, desde un punto de vista económico, se tome en cuenta dicho valor temporal, se trata de una cuestión que la mayoría de los textos soslaya, y, de hecho, esa consideración nos lleva al criterio financiero de medición de resultados, único que explícitamente introduce el valor tiempo del dinero entonos sus cómputos. 3. Tratándose de bienes durables, se computa como amortización en un período dado la disminución que se opera en su valor de reposición, sea por su uso, sea por su obsolescencia. De tal modo, los bienes utilizados en el proceso económico son evaluados a dicho valor en todo momento. 4. Se considera como parte de los costos computables tanto el interés sobre el capital propio invertido como la retribución que corresponde al trabajo personal del empresario, aún en los casos en que ninguno de los dos factores sea efectivamente abonados. Obviamente, también se integran al cuadro de costos los intereses sobre los capitales tomados en préstamo. Financieramente, el criterio de medición responde a las siguientes pautas básicas: a) Los costos de los bienes y servicios que se emplean en una actividad económica, se computan a su valor de realización, esto es, por el equivalente de los fondos que podrían obtenerse por su venta en el mercado. No siempre este coincide con el de reposición (tomado, en el criterio económico). Así, por ejemplo, un automóvil nuevo tiene un precio determinado que suele ser superior al de su realización una vez que es retirado del local de venta, aún si no ha efectuado sino un recorrido mínimo; o, al adquirir moneda extranjera, ésta puede ser obtenida a un precio superior a aquél al cual normalmente se la vende, aún en la misma casa de cambios. 15 Create PDF with GO2PDF for free, if you wish to remove this line, click here to buy Virtual PDF Printer
  • 16. b) El valor tiempo del dinero representa una cuestión básica del enfoque financiero. Por tal razón, para homogeneizar los importes correspondientes a movimientos ocurridos en diferentes momentos, se utilizan las técnicas del cálculo financiero de actualización o de proyección de valores. En particular, cuando un importe incluye componentes de interés implícito (como en el ejemplo que hemos discutido previamente de venta a plazo), éste es discriminado en toda registración de aquél que corresponde al valor propio del bien o servicio considerado. c) En el caso de bienes durables, y consecuentemente con el criterio de medición de valores de realización, se computa como amortización la disminución que experimenta el mismo. d) Tanto los intereses sobre el capital propio invertido como sobre los fondos tomados en préstamo son computables, aún si los primeros no se abonan. e) En lo que hace a la retribución por el trabajo personal del empresario, suelen plantearse dos criterios alternativos: I) Computarla únicamente cuando es abonada, y, II) Computarla aún si no es abonada, considerando en este último caso que el empresario reinvierte un importe equivalente a la parte no percibida como capital de la empresa. El lector advertirá fácilmente el carácter convencional de los tres criterios de medición de resultados que hemos reseñado, y entre los cuales existen significativas diferencias. Por otro lado, y particularmente en el caso del enfoque contable, suelen existir numerosas discrepancias entre distintos autores acerca de la manera adecuada de medir los datos respectivos, por lo que es probable que al examinar distintos casos el lector encuentre marcadas diferencias de enfoque de cuestiones estrictamente análogas. Por tal razón, suele ser importante incluir en forma detallada en el desarrollo de casos concretos, referencias adecuadas acerca de la forma en que se han medido resultados, toda vez que cada persona tiene habitualmente ideas diferentes al respecto. Desde ya, las reseñadas precedentemente tienen un carácter meramente orientador, y de ninguna manera taxativo. 8. Medidas de utilidad o valoración Suele ser frecuente que la decisión sea evaluada exclusivamente en base a los resultados, conforma a la acepción del término que hemos reseñado en el párrafo precedente. No obstante, en rigor, esta posibilidad es un caso especial de la situación general, que consiste en traducir los resultados, considerados como medidas objetivas, a una valoración subjetiva en términos de la apreciación que hace el decisor de la utilidad que dicho resultado le significa. El carácter subjetivo de dicha apreciación, puede radiar en la elección de una forma particular de transformar los resultados –que, como tal, puede ser perfectamente objetiva- o bien en la formulación de aquéllos en términos netamente valorativos (por ejemplo, satisfactorio o insatisfactorio) o en ambas modalidades a la vez. Para aclarar la diferencia entre resultados objetivos y medidas subjetivas de utilidad, proponemos al lector un ejemplo tomado de un ámbito ajeno al de la Teoría de la 16 Create PDF with GO2PDF for free, if you wish to remove this line, click here to buy Virtual PDF Printer
  • 17. Decisión, pero que entendemos adecuado para el caso: coloque tres recipientes con agua, uno de los cuales contendrá agua a temperatura ambiente, otro con agua a 10º C, y el tercero con agua a 50º C. Coloque ahora el lector una mano en el segundo y la otra en el tercer recipiente durante algunos minutos, y luego sumerja ambas manos simultáneamente en el primero, que contiene agua a temperatura ambiente. La sensación térmica que percibirá será de “frío” en la mano que estuvo previamente sumergida en el tercer recipiente, y de “calor” en la que estuvo en el segundo. Se trata, claramente, de una apreciación subjetiva, condicionada por la previa colocación de cada mano en un medio a distinta temperatura, mientras que dicha temperatura, medida en grados centígrados sería una medida objetiva o resultado. De igual modo, la calificación que el alumno obtiene en el curso es de carácter objetivo, en cuanto se especifica numéricamente; la apreciación que se formule sobre la misma, en cambio, variará de acuerdo a las circunstancias: no es idéntica la satisfacción que se sentirá por haber obtenido un “Aprobado” en un curso de 100 alumnos en el cual los 99 restantes han obtenido “Sobresaliente”, que si éstos han sido todos calificados de “Insuficiente”. Esta subjetividad también existe cuando se elige una u otra forma de expresar los resultados de un problema decisorio, formas que, en sí mismas, son netamente objetivas. Procuraremos aclarar esta última posibilidad mediante el siguiente ejemplo: Consideraremos un inversor que debe elegir entre efectuar un depósito ajustable en base al Índice de Precios al Consumidor y uno ajustable en base a la cotización del dólar, los cuales devengan la misma tasa de interés, y se conciertan por plazos idénticos. En el primer caso el ajuste a devengar dependerá de la evolución del mencionado índice de precios, mientras que en el segundo estará dado por la variación de la cotización del dólar estadounidense en el Mercado Oficial de Cambios. Podemos asumir que el objetivo que se propone el inversor es maximizar el monto del depósito que percibirá a su vencimiento. Como estados naturales relevantes consideramos tres: a) Aumento de los precios al consumidor y devaluación masiva del peso respecto al dólar. b) Control de precios y devaluación masiva del peso respecto al dólar. c) Aumento de precios sin devaluación masiva del peso respecto al dólar. En cada caso, consideraremos que el valor de los depósitos al cabo del lapso considerado sea el que se indica a continuación Depósito Monto Ajustado Alternativas Estado a Estado b Estado c Ajustable en 1.000 3.200 2.400 2.800 base IPC Ajustable en 1.000 3.200 3.500 2.500 base al dólar Si medimos como resultado el ajuste experimentado por los dos depósitos posibles considerados en términos absolutos, obtendremos la siguiente matriz, en la cual los resultados están expresados en miles de pesos argentinos. 17 Create PDF with GO2PDF for free, if you wish to remove this line, click here to buy Virtual PDF Printer
  • 18. Ea Eb Ec Alternativa 1 2.000 1.400 1.800 Alternativa 2 2.200 2.500 1.500 Si en cambio, medimos la valorización en términos relativos (porcentajes respecto a la inversión efectuada), obtendremos los siguientes resultados, expresados en términos porcentuales: Ea Eb Ec Alternativa 1 200 140 180 Alternativa 2 220 250 150 Estas no son obviamente, las únicas formas de expresar los resultados. El inversor podría plantearlos, por ejemplo, en relación a una valoración que él mismo se fija como meta. Si ésta es de $a. 2.000.000.-, las dos formas anteriores se modificarían en la forma siguiente: Términos Absolutos Términos Relativos Ea Eb Ec Ea Eb Ec Alternativa 1 0 -600 -200 0 -60 -20 Alternativa 2 200 500 -500 20 50 -50 Naturalmente existen infinitas formas de expresar los resultados mediante transformaciones matemáticas, de las cuáles sólo hemos dado algunos pocos ejemplos, a los que el lector puede agregar otros. Obsérvese que, pese a tratarse de formas objetivas de expresar dichos resultados, la elección de una u otra depende de la particular modalidad del decisor de apreciar su escala de valores personales, y, por lo tanto, la transformación que materialice llevará implícitas todas las connotaciones contradictorias, conflictivas y ambivalentes de aquélla. Evidentemente, por más que la forma de expresar los resultados responda a un criterio objetivo, la subjetividad propia de la elección de la misma, encierra el peligro de incurrir en un exceso de arbitrariedad. En tal sentido, se requiere muchas veces, un gran esfuerzo de imaginación creadora para establecer un criterio de transformación de resultados, a fin de expresar el nivel de satisfacción o utilidad que éstos significan para el decisor, evitando arbitrariedades innecesarias (por más que una dosis de ésta es inevitable). A tal fin, conviene tener en cuenta que toda escala o procedimiento de valoración o utilidad, tiene por objeto establecer algún tipo de comparación, implícita o explícitamente, sea entre los resultados considerados, sea en relación a expectativas previamente formuladas, o inclusive en relación a los obtenidos por el mismo decisor o por otros decidores en circunstancias análogas. Así, por ejemplo, la imprecisa calificación de satisfactorio o insatisfactorio, puede reemplazarse con ventaja por una escala numérica (por ejemplo, del 1 al 10) en la cual las cifras más bajas reflejarán un grado muy alto de insatisfacción, las intermedias distintos grados de conformidad, y las más elevadas el hecho que dichos resultados han superado con creces las expectativas formuladas previamente. En cuanto a la forma de estructurar dichas escalas, y fijar los procedimientos de transformación de resultados, se trata de un tema especial, a ser estudiado más adelante en el curso, pero 18 Create PDF with GO2PDF for free, if you wish to remove this line, click here to buy Virtual PDF Printer
  • 19. respecto al cual puede anticiparse que constituye una de las cuestiones menos adecuadamente resueltas de la Teoría de la Decisión. 9. Criterios de Decisión El lector habrá observado que, hasta el momento, el problema de la decisión ha sido planteado en términos puramente formales, detallando los objetivos, las alternativas, los estados naturales, el ámbito decisorio, los resultados y las medidas de utilidad de aquéllos. No obstante, nada se ha dicho hasta ahora del aspecto central de la cuestión, cual es la adecuada elección de una alternativa. Naturalmente, si este aspecto pudiera resolverse n forma enteramente satisfactoria en cualquier circunstancia, la Teoría de la Decisión podría reducirse a una tabla de uso mecánico, en la cual la decisión adecuada aparecería en forma automática, del mismo modo en que el resultado de una serie de operaciones matemáticas aparece reflejado en la pantalla de una calculadora electrónica. Sin embargo, nada de eso existe hasta el momento, y no podría nunca existir en tanto se acepte la noción del carácter no determinista de la conducta humana. En cualquier problema que pueda plantearse, en tanto la elección compete a un ser humano, mal puede darse un determinismo de la decisión que obvie la necesidad de realizarla y, paralelamente, asumir la responsabilidad de las consecuencias. Aún en las cuestiones más rutinarias y mejor programadas, existe la posibilidad, por remota que sea, de apartarse del curso de acción previsto, previsible o recomendable, y adoptar otro distinto. Quizás piense el lector que de nada vale una teoría que no indica o no determina la conducta que se seguirá frente a un problema decisorio: pero al respecto, debe considerarse que el determinismo no tiene cabida en una teoría de índole metodológica, como lo es la de la decisión. En efecto, no se trata de dar “recetas” que permitan efectuar una elección infalible, sino analizar mediante herramientas conceptuales y empíricas el problema que dicha elección plantea a quien debe efectuarla. Desde tal perspectiva, es claro que el punto crítico de la teoría está dado por el criterio de decisión, entendido como la pauta aplicable a la selección de la alternativa o curso de acción a seguir. El criterio de decisión depende fundamentalmente del ámbito decisorio en que se desenvuelve el problema. Si éste es de certeza, nos encontramos con la clásica recomendación de maximizar resultados positivos o minimizar los negativos, según el caso. Para las situaciones de riesgo (en el sentido estadístico del término) también existe una solución clásica, consistente en la elección de la alternativa que ofrece el mayor valor esperado de resultados positivos, o el menor de los negativos (asumiendo en ambos casos que se postule el objetivo de maximizar utilidades). Pero la cuestión dista de ser clara cuando el ámbito decisorio es de incertidumbre, en cuyo caso nos vemos frente a una larga serie de posibles criterios decisorios, cuyo análisis excede el carácter introductoria de estas notas, y para cuyo estudio remitimos al lector a la literatura especializada. 19 Create PDF with GO2PDF for free, if you wish to remove this line, click here to buy Virtual PDF Printer
  • 20. 10. El planteo formal del problema decisorio Esta subjetividad inherente a la decisión suscitará en el lector, sin duda, un interrogante acerca de la naturaleza que puede tener una teoría de la decisión, máxime cuando en el uso corriente del término, “teoría”, da la impresión de exactitud y verdad incompatible, aparentemente, con un grado tan amplio de subjetividad. Ocurre, no obstante, que en su actual estado la teoría de la decisión es metodológica, o, si se quiere, formal. Ello implica que su enfoque se centre en el análisis conceptual del problema, más que en su estudio empírico; esto es, se considera no tanto la forma en que efectivamente se adoptan las decisiones, sino más bien los conceptos genéricos que subyacen en los problemas de decisión. Un ejemplo contribuirá a aclarar el punto. En el análisis matemático, se estudian conceptos cuya referencia intuitiva a objetos empíricos o de la experiencia es inmediata. En el simple problema de la suma de números, la representación mental de agregar objetos es prácticamente inevitable: 2+3=5 nos hace pensar que el agregado de 2 unidades de un elemento a 3 unidades de dicho elemento da como resultado 5 unidades del mismo. En aspectos más complejos, como la derivada de una función, la representación material también existe. Si y = f(t), es la ecuación de un movimiento, siendo y la distancia recorrida y t el tiempo requerido para cubrir la misma, y’ = dy/dt es la velocidad a la que se hace dicho recorrido, e y’’= d2y/dt2 la aceleración del movimiento. No obstante, la suma y el cálculo diferencial son objetos muy distintos de los que sugiere su referencia a elementos de la experiencia empírica: la suma existe como definición de una operación matemática entre conceptos abstractos como son los números, y el cálculo de una derivada puede hacerse respecto a funciones que no representan ningún fenómeno real. Esto es lo que se denomina abstracción, es decir, prescindir de referencias empíricas y considerar objetos ideales, que representan conceptos definidos con independencia de cualquier posible aplicación empírica. Naturalmente puede ocurrírsele al lector de preguntarse qué necesidad existe de idealizar o conceptuar objetos prescindiendo de referencias empíricas. Se trata más que nada, de una necesidad propia de la investigación científica, a fin de poder formular una lengua aplicable a circunstancias diversas, y de generalizar y desarrollar aspectos comunes a las mismas. Empíricamente, sumar cantidades de dinero y cantidades de objetos, son dos cosas diferentes; no obstante, las reglas formales de la suma son idénticas en cualquier caso. Del mismo modo, el movimiento de un tren y de un avión, son totalmente distintos; sin embargo la noción del movimiento, su velocidad y aceleración son comunes a ambos, y pueden expresarse mediante ecuaciones matemáticas, en las que se prescinde de la naturaleza del objeto que se mueve. La música clásica, sinfónica, dodecafónica y moderna son conceptos artísticos con grandes diferencias entre sí; pero la escritura musical, las reglas de interpretación, composición, orquestación, etc. Se formularon con independencia del tipo de música en cuestión. En todos los ejemplos mencionados, se advierte la existencia de lo que convendremos en llamar la lógica inherente a los objetos bajo estudio (objetos entendidos no sólo como cosas materiales, sino también como elementos no materiales o procesos). Dicha lógica puede caracterizarse como el armazón o estructura conceptual propia de su estudio, y es la que permite formular los principios de toda disciplina científica. Es así 20 Create PDF with GO2PDF for free, if you wish to remove this line, click here to buy Virtual PDF Printer
  • 21. como en la Medicina se estudian las enfermedades, concebidas como procesos patológicos, refiriéndose a sus características comunes, más que a sus manifestaciones particulares en los individuos; en la Física se considera la Ley de Gravedad con prescindencia de los objetos en que ésta se manifiesta, y la Química estudia reacciones entre ácidos y bases, dejando de lado las infinitas experiencias posibles. Esa lógica existe también en los procesos decisorios, y el aporte de la Teoría de la Decisión consiste en haberla enfocado y abstraído de los diferentes campos en que se aplica. No se trata, pues, de indicar modalidades para adoptar decisiones, sino de estudiar la naturaleza del proceso decisorio de forma tal que puedan derivarse principios generales, aplicables, en principio, a todo tipo de circunstancias. Y la formalización del problema decisorio, consiste, en definitiva, en establecer, mediante un lenguaje propio, las características comunes a ellas, en cuanto implican un problema de decisión. Básicamente, pueden considerarse tres modos de formalizar el problema de decisión: los modelos, las matrices y los árboles de decisión. Si bien el primero comprende a los otros dos, es usual referirse a los modelos en un sentido más restringido, como el que desarrolla la investigación operativa mediante instrumentos matemáticos. Como el estudio de los modelos en general, excede en mucho el tema de estas notas, nos referiremos aquí a los problemas propios de la construcción de matrices y árboles de decisión. 11. Matrices de decisión Hemos visto que la matriz de decisión es un cuadro que indica los resultados esperados de adoptar las alternativas consideradas ante los diferentes estados naturales que pueden producirse. El problema básico que se plantea en su construcción, es el de establecer cuales son los elementos a considerar a tal fin. La respuesta inmediata es la de tomar aquéllos que sean relevantes para el problema decisorio en cuestión, lo cual no ayuda en mucho, ya que implica repetir la dificultad en otros términos: cuáles son los elementos que deben considerarse relevantes para un problema decisorio dado. En realidad, no hay reglas fijas que indiquen el camino a seguir en ese sentido; se trata de un problema de lógica constructiva, y, como tal, requiere la aplicación de un cierto grado de razonamiento creativo. Es, en cierto modo, el problema del químico, a quien se le entrega una sustancia desconocida a analizar, sin tener ninguna idea clara acerca de su naturaleza, o el del médico, que frente a un cuadro confuso de síntomas, debe establecer un diagnóstico. Es, en definitiva, un problema de creatividad e intuición, elementos que sólo surgen de una feliz combinación de estudio y experiencia, y de un proceso de ensayo y error. Al respecto pues sólo saber a nuestro juicio unas pocas indicaciones y sugerencias, producto de la experiencia (lo que implica que no deben tomarse en modo alguno como reglas universales, ni mucho menos). La primera es la de no arredrarse ante los términos aparentemente intrincados y confusos del problema que se plantea a fin de reducirlos a un elemento formal cual es la matriz de decisión. En general, el temor frente a lo que parece una situación excesivamente complicada da lugar a que se sobreestimen sus dificultades, y, en consecuencia, resulta conveniente un repaso lento y repetido del planteo básico, a fin de diluir el impacto inicial resultante de su consideración, y advertir que no es insoluble. Resulta útil, a tal efecto, realizar como primer paso un análisis detenido de los 21 Create PDF with GO2PDF for free, if you wish to remove this line, click here to buy Virtual PDF Printer
  • 22. elementos del problema, clasificándolos conforme al esquema ya detallado (objetivos, alternativas, estados naturales, restricciones, resultados, ámbito decisorio, criterios de valoración y criterios de decisión), lo que suele ser una ayuda invalorable para clarificar las dificultades que el mismo presenta. La segunda sugerencia útil, es la esforzarse por ubicarse e identificarse con el papel del decididor, tal como surge del planteo, a fin de definir correctamente los elementos del problema; ésta es la única manera de establecer adecuadamente aspectos tales como los objetivos, las variables controlables y las no controlables. Muchas veces, ello puede hacerse mediante un estudio cuidadoso de los elementos de juicio que surgen del planteo con que se cuenta; en otros casos, se hace necesario suplirlos con un cierto grado de imaginación y sentido común. En todos, sin embargo, es importante saber guardar la necesaria objetividad en el análisis, evitando en lo posible que las propias expectativas y deseos influyan en la consideración de dichos elementos. Este aspecto, merece especificarse en relación a algunos de los mismos. En cuanto a las metas u objetivos, se trata, indudablemente, de un privilegio del decisor el fijarlos; por tal razón, se hace necesario resistir a la fácil y frecuente tentación de considerar no los que surgen, implícita o explícitamente del planteo, sino los que el lector opina que el decisor debería tener. Es posible, por ejemplo, que al examinar un problema decisorio de una empresa, el lector piense que el aspecto más significativo a considerar en relación al mismo, es el de la rentabilidad; pero si el decisor, en el caso en cuestión, coloca un énfasis mayor sobre la participación en el mercado, este último es el objetivo a considerar, independientemente de que en nuestra opinión, debería prestar más atención a la rentabilidad. Del mismo modo, el profesor a cargo quizá piense que lo más importante es el grado de asimilación de conocimientos que realicen los alumnos; pero cometería un significativo error de apreciación si en base a tal consideración, de índole estrictamente personal, ignorase o tratara de ignorar que para algunos (o quizás todos) sus alumnos, la cuestión central en juego es la de ¡aprobar la asignatura! En relación a las alternativas, tal esfuerzo de objetividad debe enfocarse, particularmente, en evitar dejar de lado algunas de ellas sólo porque sus resultados, aparentemente, sean negativos. Justamente, en tal hipótesis, resulta muy importante tomarlas en cuenta y plantearlas cuidadosamente, de modo de permitir que sean descartadas al momento de tomar la decisión. Si se las descarta a priori, sin siquiera analizar sus resultados, se corre el riesgo nada desdeñable de conducir al decisor a su elección, justamente porque al no haberse examinado en detalle sus resultados posibles, no se le brindan elementos de juicio suficientes como para rechazarlas. En un segundo aspecto, la objetividad implica que, al clasificar una variable como controlable o no controlable, es necesario tener muy presente el rol o situación del decisor. Para el lector, por ejemplo, la atención, dedicación e interés por el estudio de la asignatura que cursa son variables netamente controlables; sólo él ha de establecerlas. En cambio, el criterio de evaluación que adopte el docente a cargo del curso, es una variable no controlable para él. La situación se invierte netamente si el decisor que se considera es el profesor. En cuanto a los resultados, la objetividad es condición necesaria de su correcta determinación. Suele ser frecuente el error de pretender ignorarlos cuando no responden a nuestras expectativas o deseos, como si el hecho de desestimarlos pudiera tener alguna 22 Create PDF with GO2PDF for free, if you wish to remove this line, click here to buy Virtual PDF Printer
  • 23. influencia sobre las circunstancias. Sean positivos o negativos, su cómputo debe realizarse teniendo en cuenta estrictamente las condiciones objetivas del problema, y desestimando, en ese aspecto, cuáles son las expectativas del decisor, los que sólo interesan a posteriori, a efectos de la evaluación subjetiva de dichos resultados en términos de escalas de valoración o utilidad. En lo que hace a la estructuración del problema decisorio, una vez definidos sus elementos, tiene particular importancia relacionarlos cuidadosamente entre sí. Por un lado, ello implica analizar en qué forma las alternativas pueden ordenarse como una cadena de medios a fines en relación a los objetivos del problema; por el otro, significa examinar cómo la interacción entre alternativas y estados naturales determina los resultados del problema. En esa interacción, los objetivos deben tomarse como marco de referencia a fin de establecer claramente cuáles de los múltiples resultados emergentes de cada alternativa y estado natural han de ser tomados en cuenta: si una empresa lanza un nuevo producto con miras a mejorar su rentabilidad, la penetración que éste logre en el mercado pasa a ser una consideración de segundo orden; si la meta perseguida al solicitar un empleo es la de adquirir una determinada experiencia, las cuestiones relativas a la remuneración pueden quedar limitadas a una simple restricción en cuanto al requerimiento mínimo. Establecidos en qué términos han de ser considerados los resultados, es de gran importancia realizar su cómputo cuidadoso, particularmente en problemas donde las variables económicas juegan un rol dominante. En ese sentido, sólo interesan los factores que concurren a determinar resultados en la medida en que dependen exclusivamente de la alternativa considerada, y no existirían para las demás. Si se estudia, por ejemplo, la ampliación de la línea de productos de un comercio, la venta que éste ya realiza no es un elemento relevante, porque se trata de un factor ya existente, y que no depende, en principio, de las líneas adicionales que están bajo estudio; de igual modo, si el local donde el comercio está instalado es suficiente para incluir la nueva línea, el alquiler que se paga por el mismo no es un costo para tomar en consideración, porque su monto no variará como consecuencia de la inclusión eventual de nuevos productos. En cambio, el costo del personal adicional requerido para su atención, sí es un factor pertinente, porque se origina exclusivamente en las alternativas de inclusión de nuevos productos. Dado que en la mayoría de los problemas decisorios el cómputo de resultados económicos suele ser necesario, interesa como una cuestión práctica efectuar su cálculo mediante un procedimiento que reduzca la tarea y facilite su comprensión. En un caso en el que existan cinco alternativas y seis estados naturales, se hace necesario calcular treinta resultados; si se tienen en consideración n alternativas y m estados naturales, existen n x m resultados. Un diseño adecuado de planilla de cálculo, significa no sólo el ahorro de tiempo y esfuerzo, sino también la posibilidad de delegar el problema mecánico del cómputo, evitando reiterar innumerables veces el razonamiento común a todas ellas, y la de facilitar el análisis de los valores obtenidos, que surgirán claramente de la misma planilla. Naturalmente, la obtención de un diseño adecuado suele ser la consecuencia de un proceso de ensayo y error, ya que, en tal tipo de cuestiones, no existe nada que se parezca a “La solución”; existen, eso sí, formas más logradas que otras de realizar su diseño. Intentaremos ejemplificar estos aspectos mediante el siguiente ejemplo, deliberadamente elemental. 23 Create PDF with GO2PDF for free, if you wish to remove this line, click here to buy Virtual PDF Printer
  • 24. 12. Un caso de aplicación Una empresa estudia reemplazar su equipo actual de producción por una nueva maquinaria. El actualmente en uso costó hace 6 años $ 2.000.000.000 y tiene una capacidad máxima de producción de 10.000 unidades mensuales. Cada unidad se vende al precio actual de $ 300, y los costos directos de producción representan un insumo de $ 250, por unidad, dado el grado de obsolescencia de la máquina. Por otro lado, y por igual razón, es necesario invertir $ 100.000, mensuales en su mantenimiento. En caso de reemplazo, dicho equipo carece de todo valor de recupero. En su momento, su vida útil fue fijada en 5 años. Una posibilidad está dada por la compra de un equipo nuevo, de fabricación nacional, con una capacidad máxima de producción de 20.000 unidades mensuales, y cuya vida útil se estima en 5 años. El costo del equipo es de $ 120.000.000 y por su mejor tecnología, el insumo que requiere de costos directos de producción es de $ 90 por unidad. El equipo no requiere mantenimiento. Una segunda posibilidad consiste en la incorporación de un equipo importado con una capacidad máxima de producción de 35.000 unidades mensuales, cuyo costo es de $ 240.000.000, y que puede producir con un insumo de costos directos de $ 60 por unidad, debido a su mayor eficiencia, no requiriendo costo alguno de mantenimiento. Su vida útil, se estima en 10 años. Para financiar las compras de equipos se puede recurrir a préstamos que devengan el 2% de interés mensual, y que cubren el 50% de la inversión, debiendo financiarse el resto mediante fondos propios de la empresa. La empresa coloca su producción vendiéndola en lotes de 10.000 unidades mensuales. Según el estado del mercado, en cada mes puede recibir entre 1 y 3 pedidos de esos lotes. Se pide: formalizar el problema decisorio planteado mediante una matriz de decisión. 12.1. Clasificación de los elementos del problema Como primera etapa, discutiremos brevemente la clasificación de los elementos del problema decisorio. Decisor: dada la importancia del problema analizado, se trata de una decisión que deberá ser adoptada por el Directorio o dueño de la empresa en cuestión. Objetivos: si bien el planteo no especifica cuál o cuáles son los objetivos que el decisor toma en cuenta a los efectos de evaluar las alternativas planteadas, es claro que la mayor parte de los datos suministrados apunta al problema de la rentabilidad. Obviamente, podría considerarse un objetivo de mercado, o de modernización tecnológica; pero de ser así, sería necesario incorporar numerosos datos ausentes del planteo dado. En consecuencia, plantearemos el problema en términos del objetivo de maximizar utilidades. 24 Create PDF with GO2PDF for free, if you wish to remove this line, click here to buy Virtual PDF Printer