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Los dos ciegos
1. Los dos ciegos de Jericó
“Señor, ¡que se
abran nuestros
ojos!”
2. Jesús pasaba por la ciudad de Jericó seguido de una gran multitud. Jesús
pasaba por esta ciudad, dirigiéndose a Jerusalén. Ya les había dicho a los
apóstoles tres veces que allí le matarían y al tercer día resucitaría.
3. Junto al camino de entrada estaban sentados dos mendigos ciegos.
Aguantando el polvo del camino, pedían limosna a los que pasaban,
esperando que alguno se compadeciera y les ayudara.
4. Como había una multitud tan grande preguntaron qué ocurría, por qué
había tanta gente. Les dijeron que pasaba Jesús, y ambos se pusieron a
gritar con todas sus fuerzas: "¡Señor, ten compasión de nosotros, Hijo de
David!".
5. Los que estaban cerca de ellos les dijeron que se callaran y les
increpaban para que dejaran de gritar. Ellos, en vez de callarse, gritaban
con más fuerza: “¡Señor, ten compasión de nosotros, Hijo de David!”.
6. Jesús, al oírlos, se detuvo y les dijo a los que con él estaban:
“Llamadlos”. Se acercaron a los dos ciegos que seguían sentados al
borde del camino sin dejar de gritar: “¡Ánimo, levantaos! ¡Os llama!”.
7. Dejando lo poco que tenían, dieron un salto y fueron, atravesando la gran
multitud, adonde estaba Jesús, que les dijo: “¿Qué queréis que os
haga?”. “Señor, ¡que se abran nuestros ojos!”, le respondieron.
8. Movido a compasión por ellos, Jesús les dijo: “Vuestra fe os ha salvado”.
Y al instante recobraron la vista, uniéndose a los que seguían por el
camino al Maestro. Todos se quedaron asombrados.
9. Estos dos ciegos se convirtieron así en ejemplo de la insistencia en la
oración. Poco antes de curarlos Jesús había dicho a la multitud que Dios
escucharía a los que están clamando día y noche, no sólo por su
insistencia, sino también porque es un Padre.
10. Texto e imágenes
Revista Gesto, Nº 153
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