Un campesino escuchó el llanto de un bebé abandonado en el campo y decidió llevarlo en su alforja para protegerlo del frío. Mientras cabalgaba, el bebé le habló al campesino diciendo "¡Tengo mi mela!" mostrando enormes colmillos llenados de sangre. El campesino asustado arrojó al bebé y huyó, escuchando las risas de otros bebés detrás de él.