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Editorial: México se desangra
Rigoberto López Pérez: Un héroe buscando libertad
Laeconomíasocial
México duele e indigna
Tres victorias, un solo camino
Colapso imperial en cámara lenta
Rusia define sus prioridades
Hacia un nuevo paradigma en la educación
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editorial
México se desangra
E
lena Poniatovska, la intelectual mexicana de mayor prestigio mundial, PremioCervantes 2013, pronunció un vi-
brante discurso el 26 de octubre pasado, cuando se cumplían exactamente dos meses de la barbarie perpetrada
por la Policía Municipal de Iguala en contra de los estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, en el estado
de Guerrero. Desde entonces, 43 jóvenes están desaparecidos. "Reclamamos aquí en el centro del país, en la capital
de México, la presencia de los muchachos y pedimos a cielo abierto y en voz alta: Regrésenlos", exclamó la escritora.
Y agregó: "El pasado miércoles 23 de octubre, en una marcha que no convocó un solo partido, los ciudadanos se orga-
nizaron solos e inauguraron una protesta ejemplar, absolutamente fuera de serie. La marcha resultó cinco veces mayor
que la consignada por los medios: 350 mil personas, un río de gente seguía entrando y abarrotaba las calles aledañas al
Zócalo de por sí lleno a reventar. La multitud protestaba contra el crimen de Ayotzinapa, un crimen de lesa humanidad.
Los estudiantes fueron cazados, sometidos a la tortura hasta la muerte, a la desaparición forzada, a ejecuciones arbitra-
rias y ahora los culpables quieren librarse de su responsabilidad acusando a los jóvenes y buscan criminalizarlos al querer
ligarlos al cartel de "Los Rojos" o a "Guerreros Unidos".
No se vale desviar la investigación de los hechos y deslizar en conferencias de prensa que se trata de un enfrentamiento
entre cárteles.Tampoco se vale implicar a los muchachos en grupos guerrilleros. El "caso Iguala" es una mancha atroz en
la vida oficial y política de México ya de por sí hundida en el lodo.
La Normal Rural de Ayotzinapa,Guerrero, es muy pobre pero es el único lugar donde los que nada tienen pueden recibir
una educación superior gratuita. Es la única opción de los campesinos que han escogido ser maestros rurales. Las habita-
ciones de los estudiantes de la Normal evidencian la miseria, el abandono de los muchachos.Su comida también.Cuando
a uno de ellos le sirvieron leche exclamó que era la primera vez que la veía y sonrió al decir que le gustaba. Así como la
leche, son muchos los alimentos que los chavos desconocen. Sus camisetas, sus mochilas, sus suetercitos recargados en
los muros de su cuarto vacío, sus utensilios de plástico, todos son prendas de pobre".
Ya es hora de que en México hablen los pobres". En efecto, ya es hora de que los mexicanos se manifiesten por enci-
ma de aquellos partidos que no los representan y más bien son portavoces de la nueva clase de narcotraficantes y de
criminales organizados.
"Ya es hora de que seamos consultados", dijo Elena y añadió: "Ser consultado es un derecho político que demandamos
desde hace mucho tiempo los habitantes de los 32 estados de la república.Somos miles los mexicanos que no nos sentimos
representados, miles los mexicanos que queremos una democracia participativa, miles de mexicanos que levantamos la
voz y pedimos ser tomados en cuenta en los asuntos públicos, sobre todo en los de trascendencia nacional como es nuestro
futuro energético.
Los grandes temas nos conciernen pero conciernen sobre todo a los jóvenes porque además de ser el futuro tienen que
mantenerse vivos.Sin ellos simplemente no hay país.Así como se dice "Sin maíz no hay país", sin los jóvenes no hay nada.
Ayotzinapa está destrozado. México está destrozado. Los alumnos de la Normal de Ayotzinapa conservan los tenis
rotos de sus compañeros, su ropa, hasta los cartones que les sirven de cama. Esperan su regreso a pesar de que al extraor-
dinario sacerdoteAlejandroSolalinde, protector de los migrantes, varios testigos le dijeron que los estudiantes habían sido
asesinados, desmembrados y tirados a una fosa a la que le prendieron fuego. No hay respuesta suficiente entre crimen tan
grande. La foto del estudiante del estado de México Julio César Mondragón, al que le sacaron los ojos circula en Internet,
su rostro desollado. Estamos ante una catástrofe nacional.
México se desangra. La comunidad internacional está escandalizada y considera que México es ahora el país sin guerra
más peligroso para los jóvenes".O mejor dicho, agregamos nosotros, un país donde las fuerzas represivas le han decla-
rado la guerra a un pueblo desarmado.
Elena cerró su emotivo discurso así: "Jóvenes mutilados, jóvenes sin cuerpo, jóvenes asesinados. En el mundo entero
resuena la indignación. Gloria Muñoz Ramírez, la madre del estudiante de Guadalajara, Ricardo Esparza, quien asistió al
Cervantino de Guanajuato, dijo que agradecía recibir el cuerpo muerto de su hijo para llevarle flores. ¿No resulta mons-
truosa su conformidad?O como se pregunta ella misma: «¿Hasta dónde ha llegado el terror implantado por el gobierno en
el seno de la sociedad?» Frente al terror solo queda la unión de un pueblo que se levanta y grita como lo ha hecho durante
días: «Vivos se los llevaron, vivos los queremos»".
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Aldo Díaz Lacayo* ________________
C
incuenta y ocho años después del hecho he-
roico de liberación nacional, "el principio del fin
de esa tiranía" como él le llamó, todavía existe
confusión entre historiadores acerca de la gesta del hé-
roe nacional Rigoberto López Pérez. De ese tamaño fue
la exitosa confusión manejada por Washington desde
la noche misma del viernes 21 de septiembre de 1956.
Noche de terror.Ulular de sirenas de patrullas militares,
puertas derribadas o casi, culatazos por doquier, alari-
dos de dolor multiplicados por los gritos y el llanto de
las familias de centenares de capturados sin causa pero
encausados como cómplices. En todo el país.
Persiste la duda deliberadamente sembrada por
las agencias de seguridad norteamericanas que go-
bernaban el país, acerca de si ese hecho heroico fue
una conspiración o una acción individual coyuntural.
Porque, como esas agencias lo saben desde siempre
y lo manejan estratégicamente para sus fines, aún la
acción histórica más solitaria es una respuesta colec-
tiva. Toda acción de liberación (individual o colectiva)
es consecuencia directa del historial de la lucha libe-
racionista. La historia es colectiva. La hacen los pue-
blos, aunque los individuos asuman el rol específico
de conducirla como líderes de una convulsión social o
de impulsarla a través de certeros golpes estratégicos,
como lo hizo Rigoberto –sin importar el plazo.
Asociar una acción individual a un plan colectivo
resulta entonces verosímil. Natural. Sobre todo si
sus consecuencias son de magnitudes históricas en
el sentido de transformar una realidad arraigada, y
además con visos de permanencia igualmente natu-
ral como era el caso de la tiranía somocista. Obvia-
mente, en el caso de Rigoberto resultó mucho más
fácil fabricar esa asociación natural porque la reali-
dad era de suyo conspirativa y porque no existía do-
cumentación sobre su propia acción. En este caso la
documentación se puede inventar al arbitrio de los
interesados a través del manejo mediático del rumor
y de declaraciones testimoniales (supuestas o mani-
puladas), que nadie puede desmentir, reiterándolos
hasta la saciedad. Un manejo mediático desarrollado
además sobre la base de hechos socialmente conoci-
dos, o simplemente presentidos.
En este contexto se continúa escribiendo que "el
principio del fin de esa tiranía" fue producto de una
conspiración en la cual Rigoberto sería solo el ejecutor
material de un plan fraguado por el exilio nicaragüense
en El Salvador, formado en su mayoría por ex-guardias
nacionales. Todos comprometidos en su oportunidad
con acciones patrióticas, anti-dictadura, o rebeliones
frustradas, que los llevaron al exilio. Y todos también
convencidos de la posibilidad real de derrotar al tirano.
Actuando además en consecuencia con el ambiente
revolucionario de la época.
Los pueblos sin embargo nunca se equivocan. En
Nicaragua y en la región, especialmente en Centroa-
mérica, los pueblos asumieron de inmediato como hé-
roe nacional a Rigoberto –a secas, como corresponde
a los héroes. Colocándolo de inmediato en el altar de
la Patria, la propia de Rigoberto y la frustrada centro-
americana. Porque igualmente de ese tamaño era el
odio de los pueblos del Istmo al tirano. Y también de
los gobiernos, aunque no suele asumirse así, por la
posición que los yanquis le habían asignado al tirano
como gendarme de la zona. Imposición que esos go-
biernos y sobre todos sus ejércitos (que en los casos
de los Estados del norte actuaban como gobiernos)
asumían como agravio a sus propias instituciones cas-
trenses, como límite a su independencia y soberanía
nacional. Incluso en el caso de Honduras, cuyo ejército
era manejado directamente por los yanquis.
Origen de la "conspiración"
Desde el retumbar de los disparos justicieros de
Rigoberto al tirano en la Casa del Obrero, en León,
donde celebraba su nominación a la candidatura pre-
sidencial en la ya mencionada noche del viernes 21
de septiembre de 1956, los yanquis asumieron la si-
tuación como propia. Los yanquis, porque la Guardia
estaba decapitada. –"¡Todos son culpables!", dijeron.
¿Quiénes fueron los yanquis que actuaron en
Nicaragua? Habrá que investigarlo. Porque has-
ta hoy día (noviembre de 2014) se asume que fue
la Guardia la que actuó. Peor aún que fue la viuda
del tirano quien dirigió personalmente la represión
(¡habrase visto tanta simpleza!). Absolutamente
imposible. Lo urgente para Washington, llamado
entonces Eisenhower, era garantizar la estabilidad
de Nicaragua. No podía correrse el riesgo de otro
Rigoberto López Pérez
Un héroe buscando libertad
historia
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44 –año del triunfo de la revolución guatemalteca
y su inevitable secuela popular revolucionaria en
Centroamérica.
Tardó más en pronunciarse la sentencia "todos son
culpables" que en ejecutarse. Dirigentes de todos los
niveles de la oposición tradicional y alternativa del
país fueron hechos prisioneros de la noche del 21 a la
mañana del 22. Se implantó el reino de la tortura en
la búsqueda inútil de culpables, que resultaron ser los
amigos y conocidos de Rigoberto –pocos desde luego.
El resto de la población se mantuvo en vilo. El país po-
lítico se paralizó. No se movía ni el viento.
Años antes, Anastasio Somoza García, el tirano en
la calificación del héroe, había concluido su período
presidencial ampliado a diez años, en 1947. La revo-
lución guatemalteca se encontraba en su apogeo. "Es
mejor convocar elecciones fraudulentas", le recomendó
Truman, el yanqui de turno. Somoza escogió un mal
candidato presidencial. "Un iluso converso y además
viejo"– pensó. Leonardo Argüello sin embargo no había
cambiadonienapariencia.Conservabasubarbadepera
–"barba de chivo" le llamaba la juventud antisomocista.
Veintiséis días después de su toma de posesión, Don
Leonardo, como se le llamaba por su edad, destituyó
a Somoza García de todos sus cargos, incluso de Jefe
Director de la Guardia Nacional. Lo nombró Jefe del
Comando Militar de León, donde Argüello pensó que
podría controlarlo fácilmente. Era su ciudad natal, allí
había actuado políticamente toda su vida, incluso con-
tra los yanquis en 1912. –"¡Golpe de Estado!" dijeron los
yanquis, y lo destituyeron en un segundo. El ímpetu
revolucionario pervivía en Centroamérica. Restable-
cieron en el mando a Somoza García pero cuidándo-
se de evitar esa imagen a nivel regional. Decidieron
no reconocer al nuevo gobierno del tirano. Cómo, si
ellos son la expresión paradigmática de la democracia.
Hasta creen que inventaron este sistema de gobierno.
Ahora (2014) los yanquis insisten en creérselo aunque
están absolutamente desprestigiados. El mundo ha
cambiado desde entonces.
El discurso de toma de posesión de la Presidencia de
la República de LeonardoArgüello fue memorable (uno
de mayo de 1947). Anunciaba una nueva era. Así lo dijo
"...que no se posponga la arriesgada impostura democrá-
tica que lleva al descrédito a los partidos liberales de go-
bierno... que se ponga punto final al ejercicio de fuerzas
imbuidas de ensañamiento y desatadas por la ambición
de los caudillos a fin de prolongar sus empíricos e infunda-
dos predominios políticos … que laGuardia Nacional con-
tinúe siendo garantía de paz orden y seguridad (…) des-
vinculada de las contiendas políticas … no seré, tenedlo
por cierto, un simple presidente de turno, arrastrado por
el manso llevar de la costumbre y de la tradición": ¡Cómo
no derrocarlo! ¿Auguraba una nueva Guatemala? Los
yanquis recordaron al Leonardo Argüello de 1912 im-
pidiendo el tránsito del ferrocarril cargado de armas y
soldados yanquis hacia Managua.
El entusiasmo de los jóvenes Guardias académicos
fue inmenso. Habían sido formados en el respeto y de-
fensa de la Constitución de la República. No dudaron
en asociarse al presidente Argüello y lo acompañaron
en su caída. La Guardia se fracturó. A partir de enton-
ces se pretorianizó. Los jóvenes oficiales, la mayoría
de clase media alta y quizás de ascendencia conser-
vadora (recomendación yanqui desde la fundación de
la Guardia), salieron al exilio. Casi todos a El Salvador.
Habrá que recordarlo: llegaron en 1947. La revolución
guatemalteca se encontraba en su apogeo. Luego
vendría la rebelión de abril de 1954 y nuevos exiliados.
Algunos también a El Salvador.
Ambiente conspirativo
Porque un año después del derrocamiento de
Leonardo Argüello, incruento pero de profundas
consecuencias para Nicaragua y Centroamérica,
jóvenes oficiales salvadoreños se alzaron con el
poder. Inauguraron un nuevo gobierno revolucio-
nario (1948-56) de tendencia francamente priista
(su líder el Coronel Oscar Osorio había hecho es-
tudios de Estado Mayor en México), formando el
Partido Revolucionario de Unificación Democrática
(PRUD), como partido único. Los jóvenes ex-guardias
nicaragüenses llegados en el 47 se sumaron inmedia-
tamente al PRUD. Más bien fueron cooptados por sus
pares salvadoreños como baluarte contra la acechan-
za del gendarme Somoza.
(Paréntesis obligado: los yanquis fueron retomando el
control del gobierno revolucionario, lográndolo comple-
tamente en 1956, año de la acción heroica de Rigoberto.
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noviembre-
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Pero no echaron en saco roto la experiencia delGolpe de
Estado como eventual instrumento de contención de
potenciales acciones revolucionarias de mayores con-
secuencias, como en la práctica fue el caso debido a los
triunfos de la revolución guatemalteca. Actuando a la
sombra, incluso al margen de la honestidad de los gol-
pistas, capitalizaron los posteriores golpes después del
triunfo de la revolución cubana y más tarde de la nica-
ragüense –el somocismo sin Somoza que intentaron en
Nicaragua algunos años después).
Los jóvenes oficiales nicaragüenses no perdieron
tiempo. Empezaron a conspirar contra el tirano. Se
asociaron marginalmente a la Legión de El Caribe y
le dieron seguimiento activo –no hay registro (o no lo
conozco) de que hubiesen estado comprometidos con
la acción en que murió el General Gregorio Colindres
en el 48, en la frontera honduro-nicaragüense. Alen-
taron y sin duda participaron en la rebelión de abril
del 54, de la cual estaban enterados porque la Guar-
dia en el exilio conservó su espíritu de cuerpo y fue
obediente a la línea de mando, bajo el liderazgo del
coronel ManuelGómez, en ese entonces elGN de más
alta graduación. Y tras la invasión norteamericana a
Guatemala, inmediatamente después del fracaso de
la rebelión de abril en Nicaragua, la conspiración con-
tra Somoza se materializó. Sin duda alentados por el
gobierno salvadoreño, por temor a que la CIA conti-
nuara contra ellos.
Empezaron a armar entonces un movimiento re-
volucionario con la participación determinante del
millonario (así se le consideraba) diriambino Fabio
Gallo, cuya última visita a El Salvador fue el 27 de ju-
lio de 1956, antes de la gesta de Rigoberto, según el
posterior informe del Embajador de Nicaragua. Fabio
aportó un pequeño lote de ametralladoras italianas
Beretta, que el gobierno salvadoreño permitió que
ingresaran al país ocultas en las paredes de pequeñas
refrigeradoras marcaGallo, su apellido. El Movimiento
terminaría en 1958 con el fracaso de Lepaguare (llano
hondureño donde aterrizó el avión de La Nica, recu-
perado en Miami por los pilotos ex-fuerza aérea nica-
ragüense, capitán Manuel Rivas Gómez y teniente Alí
Salomón), e inmediatamente después con la muerte
en combate del General Ramón Raudales, en octubre
de ese año.
El Salvador se convirtió entonces en el epicentro de
la revolución nicaragüense dirigida por la ex GN en el
exilio.Ansiada más que potencial, porque las condicio-
nes subjetivas al interior de Nicaragua aún no madura-
ban, había un aletargamiento de la conciencia popular.
En parte por el peso de la represión real o presentida,
y por hastío de tanto fracaso –sobre todo el de la re-
belión de abril de 1954, que paradójicamente marcó a
la generación que sí lograría iniciar la revolución. Pero
también por la estabilidad política debida a la bonanza
económica producto del boom del algodón. Somoza
lo sabía. Por eso se lanzó a la reelección presidencial.
Los yanquis también.
Por otra parte, entonces Washington dirigía y daba
seguimiento a las demandas populares en los llama-
dos países socialistas del Este europeo. La estabilidad
de la región era como siempre estratégica. ¿Quién me-
jor que el probado gendarme Somoza para garantizar
la de Nicaragua, y de paso la de los otros países centro-
americanos? La CIA había abortado la revolución gua-
temalteca en junio de 1956, y ese mismo año llegaría
a la presidencia de El Salvador José María Lemus, un
coronel joven pero con espíritu de la vieja guardia. Re-
presivo. Pro-yanqui. Somocista.
Rigoberto López Pérez
En el transcurso de aquella conspiración aparece
Rigoberto López Pérez en escena. Entonces ciuda-
dano anónimo como siempre lo fue, hasta la noche
luminosa de aquel viernes 21 de Septiembre de 1956.
Solitario. Tímido. Huraño. Místico. Socialmente re-
traído pero fraterno. Sensible –poeta al fin. Leonés
de la clase media baja conocido en su pueblo por sus
inquietudes intelectuales y por su inclinación al perio-
dismo. Paciente y persistente, ¿cuántas veces habrá
suplicado a los directores de diarios leoneses que le
publicaran sus poemas y sus artículos, antes de que lo
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asumieran como poeta y periodista? Jamás nadie sin
embargo pudo asumirlo como revolucionario, tal vez
ni como patriota. Menos los nicaragüenses conspirado-
res de ElSalvador, que nunca antes habían sabido de él.
Rigoberto llevaba algunos años en El Salvador. Por
recomendación de sus amigos periodistas leoneses ha-
bía llegado aSanSalvador el martes 19 de junio de 1951
en busca del mecenazgo del también poeta y perio-
dista Luis Felipe Toruño, nicaragüense antisomocista
militante, de largo autoexilio en ese país, nada menos
que editorialista y tal vez director de hecho del Diario
Latino –entonces el más importante diario salvadore-
ño, abiertamente crítico del gobierno y de la situación
social imperante. Toruño recibió bien a Rigoberto, le
permitió escribir en las páginas del periódico y le apoyó
en la búsqueda de algún trabajo permanente.
Marcado por el cruento fracaso de la rebelión de abril
de 1954, Rigoberto entró a formar parte de la genera-
ción de jóvenes nicaragüenses (identificada a posterio-
ri como generación del 54) que desde entonces perdie-
ron la fe en los políticos tradicionales y en una solución
política a la cruel y continuada tiranía somocista.Calla-
damente como era su personalidad, Rigoberto empezó
a estudiar la situación de su Patria. Lo hizo asistiendo
asiduamente a la Embajada de Nicaragua para leer
todos los periódicos que entonces se publicaban en su
terruño. Su presencia nunca despertó sospechas entre
el personal diplomático, más bien llegó a resultarles
parte del entorno cotidiano de la Embajada, porque no
hablaba con nadie.
En su amplio informe (No. 811 del 26 de octubre de
1956) al nuevo Jefe Director de la Guardia Nacional,
Coronel Anastasio Somoza Debayle, el entonces em-
bajador Leonte Herdocia (que después defeccionaría y
posteriormente se integraría honestamente a la revo-
lución sandinista), describe a Rigoberto como "hom-
bre de pocas amistades, que no se le conocieron nexos
con nicaragüenses enemigos políticos de nuestro régi-
men, y que sus únicas aficiones eran el cine y el base-
ball". Era pues discreto. Gracias a ese informe se sabe
que Rigoberto realizó cuatro viajes a Nicaragua como
preparación de su gesta heroica: 1) el 13 de octubre de
1955, 2) el 21 de abril, 3) el 16 de junio, y 4) su salida
definitiva el 5 de septiembre de 1956, en el vuelo de
TACA 401. Desde luego, todos con el respectivo visado
de la Embajada.
Precisamente su afición al baseball fue el vehículo
natural para entrar en contacto con los ex GN nicara-
güenses en El Salvador en una fecha aún no precisada.
Probablemente se encontró primero con Guillermo
Marenco Lacayo. Hizo amistad con él y, quizá a princi-
pios del 56 después de su segundo viaje a Nicaragua,
le expresó su deseo-convicción de ajusticiar al tira-
no. Rigoberto había acumulado entonces suficiente
información sobre la situación política del país y de
alguna manera se había enterado de la conspiración
revolucionaria que ellos estaban armando –la ya
mencionada del diriambino Fabio Gallo.
¿Cuánto tiempo tardó Guillermo en asumir como
real la voluntad-decisión de Rigoberto? Un dato des-
conocido. Finalmente la comentó con algunos de sus
compañeros y juntos decidieron llevarlo al seno de su
colectivo militar, una suerte de Consejo de la ExGN en
El Salvador. Tampoco se sabe si después de aceptar
-apoyar a Rigoberto y comprometerse con su prepa-
ración, informaron a la Jefatura de laGuardia Nacional
en el exilio, a cargo del Coronel Manuel Gómez, como
ya se dijo. Dos temas pendientes.
Los hechos
La reunión del Consejo se llevó a cabo en casa-hos-
pedaje-familiar de Rosita Perdomo, donde vivía el ex
Teniente Guillermo Marenco Lacayo (en la 15 calle Po-
niente casi esquina con la Avenida España, entonces
todavía zona residencial de San Salvador). Asistieron
la mayoría de ex oficiales GN que respaldaron al presi-
denteArgüello en 47, más algunos allegados civiles que
formaban parte de su apoyo logístico (no tengo segu-
ridad en cuanto a la asistencia de Rigoberto). Según
testimonio del el exTeniente RafaelValle Roa, presente
en la reunión, decidieron no invitar al exCapitánAdolfo
Alfaro Carnevallini, de la rebelión de abril del 54 y el de
mayor graduación de los GN en El Salvador, "por su ca-
rácter eufórico explosivo", solamente. Probablemente
hasta entonces la relación directa con Rigoberto se ha-
bía hecho a través de Marenco Lacayo.
La reunión fue consecuencia de la insistencia de
Rigoberto después de que los ex-oficiales del 47 se
habían negado a apoyarlo con el argumento de pre-
servar su vida.
– "Con o sin el apoyo de ustedes llevaré a cabo mi ac-
ción", les respondió Rigoberto.
El Consejo decidió entonces, según el ya menciona-
do testimonio de Valle Roa, 1) hacerle ver a Rigoberto
que no saldría con vida, para que cobrara conciencia
plena de su sacrificio, y 2) que las posibilidades de éxi-
to de la acción eran absolutamente nulas sin la debida
preparación en la técnica de tiro. Decidieron en conse-
cuencia enseñarle a disparar desde cualquier ángulo,
hasta convertirlo en tirador profesional.
La preparación le fue asignada a Marenco Lacayo,
y fue iniciada en los entonces alrededores del San
Salvador (hoy día totalmente urbanizados). Sin em-
bargo, razones de trabajo obligaban a Guillermo a
viajar al interior del país por períodos relativamente
prolongados. Pronto se presentó esa eventualidad
y, por fin, le trasladaron la responsabilidad al ex-
Capitán Alfaro.
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– "Capitán, aquí está Rigoberto López Pérez, quien
dice que está capacitado para matar a Somoza", le dijo
Guillermo, según testimonio del propio Alfaro (La
Prensa, jueves 4 de Octubre de 1979).
Concluida su preparación, Rigoberto era capaz de
pegarle a un pañuelo hasta seis metros de distancia
y desde cualquier posición, incluso estando acosta-
do –según contaba muchos años después Guillermo
Marenco Lacayo.
Como se sabe, Rigoberto hizo su último viaje a
Nicaragua el miércoles 5 de septiembre de 1956. Es-
taba enterado de la fausta conmemoración centroa-
mericana del primer centenario de la Guerra Nacional,
que se llevaría a cabo nueve días después y cuya orga-
nización había estado a cargo de la ODECA. Conocía
esta información no tanto por los periódicos salvado-
reños, sede de la ODECA, sino por los de Nicaragua
que informaban profusamente la llegada de todos los
mandatarios centroamericanos a San Jacinto.
Rigoberto quiso ligar su acción de liberación al cen-
tenario de aquella otra liberación nacional. Porque sin
duda para él Somoza era otro Walker –esa era real-
mente la connotación del tirano a nivel nacional y cen-
troamericano. Fue a San Jacinto, examinó todas las
posibilidades, pero no pudo llevar a cabo el ajusticia-
miento. Las condiciones no se lo permitieron. De todas
maneras no tenía prisa.También estaba enterado de la
convención liberal en León que proclamaría a Somoza
candidato del Partido a la reelección. Era la primera vez
que se intentaba una reelección en Nicaragua –la histo-
ria convencional dice lo contrario.
Lo que pasó la noche del viernes 21 de septiembre de
1956 es de todos conocidos. El cadáver de Rigoberto, o
lo que quedó de él, desapareció para siempre. El tira-
no quedó herido de muerte y no se sabe a ciencia cierta
cuándo murió. Por razones de seguridad la noticia ofi-
cial fue hecha pública siete días después. La oposición
estuvo meses en la cárcel. El exilio engrosó sus filas.
Para Rigoberto su muerte era íntimamente presen-
tida. Su sensibilidad de poeta le permitió visualizarla
nítidamente. En una estrofa de uno de sus poemas
dice: "Una bala me ha alcanzado / He caído al suelo
con una oración / Estoy solo y abandonado / En el sueño
hago esta confesión".
Los hechos colaterales
Desde su aceptación por los ex-GN en El Salvador,
la propuesta acción de Rigoberto despertó el espíritu
conspirativo de algunos de sus miembros, y quizás de
los pocos civiles que los acompañaban. Algo natural.
Hasta hoy día sin embargo (noviembre de 2014) no se
sabe si las acciones conspirativas resultantes contaron
o no con la anuencia de Rigoberto. Probablemente no.
Se conocen por lo menos dos.
En su ya mencionado testimonio, el ex-capitán
Adolfo Alfaro relata que aprovechando su amistad
conspirativa con el coronel Gaitán dentro de las filas
de la Guardia Nacional "se me ocurrió hacer una carta
paraGaitán anunciándole que en un término no mayor de
treinta días iban a ocurrir sucesos trascendentales dentro
de las filas del ejército que debía aprovechar con creces.
Lehacíaverqueerasuúltimaoportunidaddequesumiera
(hundiera) la jefatura del ejército y su descendencia hu-
milde (sic), hecho que tenía valor para que actuara. /Con-
fié la carta al (ex) capitán Enrique Callejas, quién expresó
estar dispuesto a hacer llegar la carta a Gaitán, pero en
realidad la nota nunca llegó a su destino.
Esta acción conspirativa de Adolfo Alfaro nació
muerta, así lo reconoce él en su testimonio. Por entu-
siasmo extremo (¿tenían razón sus correligionarios del
47?) él partió de tres supuestos falsos: 1) que la acción
de Rigoberto implicaba sucesos trascendentales den-
tro de las filas de la Guardia, 2) que Gaitán conservaba
podersuficienteparaaprovecharesossucesos,y3)que
Callejas se arriesgaría entregando la carta. La realidad
desmentía el entusiasmo de Alfaro. Gaitán estaba
"caído" desde 1954 y sin duda no se encontraba acti-
vo, al menos no de hecho, en la estructura de la Guar-
dia. Había sido imputado de cómplice de la rebelión
de abril del 54, y como no se le pudo probar tal com-
plicidad fue enviado de Embajador a Argentina (des-
de ahí, su hijo Germán Gaitán colaboró con Gregorio
Selser aportando algunos datos para el libro Sandino,
General de Hombres Libres). Conociendo la naturaleza
pretoriana de la Guardia, Callejas decidió no entregar
la carta. Es verdad que dentro de laGuardia existían al-
gunos oficiales inconformes, eficientes y honrados los
calificó el fiscal militar, pero todos estaban en la lista
de enemigos potenciales –algunos fueron condenados
después de la gesta de Rigoberto.
La otra acción nunca tuvo paternidad. Alguien de-
cidió poner en contacto a Rigoberto con opositores
políticos destacados. Se dijo que con ese propósito
lograron aprovechar el regreso a Nicaragua de un
opositor conservador para llevarles ese mensaje,
adelantándoles que Rigoberto se identificaría con
una revista Bohemia. Llegado el momento los des-
tinatarios habrían reaccionado negativamente. La
personalidad de Rigoberto no daba para este tipo de
conspiración. Su retraimiento social, su solitarismo,
su discreción, su convicción de que su acción era solo
de él, la niegan.
Como ya dijo, el ambiente centroamericano era al-
tamente conspirativo, y el de El Salvador mucho más.
¿Cuántas otras acciones colaterales semejantes hubo?
Nadie lo sabe. No es aventurado afirmar que pudieron
haber sido muchas. Tantas como nicaragüenses que
conocían la acción de Rigoberto. La mayoría sin ánimo
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conspirativo, simplemente para anunciar "el principio
del fin de esa tiranía".
No hay que olvidar que hasta una compañía de se-
guros de El Salvador (La Centroamericana) estuvo in-
volucrada. Aceptó emitir una póliza de vida por diez
mil dólares a favor de la madre de Rigoberto, pagada
por cierto sin poner ningún reparo a doña Soledad
López tan pronto pudo llegar a El Salvador. Hasta ahí
llegaba la solidaridad salvadoreña con el antisomo-
cismo nicaragüense.
¿Qué hizo Rigoberto?
Sinduda,hastadespuésdesuúltimoviajeaNicaragua
del miércoles 5 de septiembre Rigoberto contactó a sus
amigos leoneses. Primero a EdwinCastro Rodríguez, a
quien conocía por afinidades de poeta y porque en la
imprenta de Edwin él logró publicar algunos poemas.
Luego a Ausberto Narváez Parajón y Cornelio Silva
Argüello –los tres fueron fusilados posteriormente al
amparo de la infame "ley fuga". Probablemente, sin
embargo, estos contactos los hizo Rigoberto des-
pués del fracasado intento de San Jacinto. Lo de-
más lo harían sus propios amigos, informándoles del
hecho a su círculo de confianza, como fue el caso de
Tomás Borge, quien recibió la información de parte
de Edwin.Tanto la decisión de Rigoberto como las ac-
ciones conspirativas colaterales se conocieron hasta
después de la gesta del principio del fin.
"Si hubo alguna conspiración –dice el fiscal militar
de la causa, el ex-teniente y abogado Agustín Torres
Lazo– en aquellos días trágicos de septiembre de 1956
fue la que ambos hermanos (Somoza) orquestaron para
implicar no solo a decenas de ciudadanos inocentes que
políticamente les hacían sombra, sino a miembros de su
propio ejército, eficientes y honrados, a quienes decidie-
ron eliminar para ejercer sin cortapisas un control más
personal y despótico sobre la Guardia Nacional y el pue-
blo de Nicaragua (…) Para interpretar mejor el génesis y
las secuelas de aquellos acontecimientos, es necesario
admitir que aún sin la participación de Edwin Castro
Rodríguez y los pocos hombres que le acompañaron,
Rigoberto López Pérez habría perpetrado de todas ma-
neras su atentado, simplemente porque él y solo él, ya
había tomado la decisión personal de ofrendar su vida
a cambio de la del tirano (La Saga de los Somoza).
Y el fiscal de la causa tenía toda la información –
aunque él asume que fueron los hermanos Somoza
quienes dirigieron la conspiración y no las agencias
de inteligencia norteamericanas. Tal vez tuvo en sus
manos la carta de Rigoberto a su madre Soledad in-
formándole de su acción en los mismos términos de
su propia conclusión: "…he decidido, aunque mis com-
pañeros no querían aceptarlo, el de tratar de ser yo el
que inicie el principio del fin de esa tiranía. Si Dios quie-
re que perezca en mi intento, no quiero que se culpe a
nadie absolutamente, pues todo ha sido decisión mía".
Ergo: no hubo conspiración. Rigoberto actuó solo,
como él se lo había propuesto. Solo de él es el mérito.
Solo a él le corresponde el reconocimiento de Héroe
Nacional.
¡Viva Rigoberto!
(*) Historiador y diplomático.
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Orlando Núñez Soto ______________
E
ste artículo tiene como objetivo, no solamente
analizar el concepto y la realidad de lo que se
ha venido llamando economía social o econo-
mía social solidaria, sino continuar con el debate alre-
dedor de una estrategia alternativa al sistema actual,
incorporando las mejores lecciones del pasado. Asi-
mismo, me interesa incluir en la agenda la discusión
surgida de algunos sectores, quienes proponen que
lo que ellos llaman economía social debería ser consi-
derado como el tercer sector de la economía, entre el
sector público y el sector privado, entre el Estado y el
mercado, incluso entre el capitalismo y el socialismo.
Asimismo, abordaremos la relación entre la economía
social y la economía popular, la vinculación de la eco-
nomía con el socialismo y analizaremos la práctica de
la economía social en Nicaragua.
Aunque el término tiene raíces en el asociacionismo
laboral del siglo XVIII europeo, el mismo se ha reacti-
vado últimamente y comienza a ser apadrinado por
los organismos internacionales y por un conjunto de
activistas sociales de diferentes corrientes, sobre todo
a raíz de la implosión del campo socialista y de las cri-
sis financieras y medioambientales generados por el
capitalismo.
Para que el lector no entre tan desprevenido en este
texto e intentando resumir una variada y dispersa con-
ceptualización aparecida últimamente en la bibliogra-
fía, digamos que la economía social o economía social
solidaria se refiere a un conjunto de organizaciones –la
mayoría de ellas tomando distancia o combatiendo
los valores del mercado y del capital– de trabajadores,
productores, consumidores y pobladores, motivados
y orientados por la participación democrática, la ges-
tión colectiva, el bien común y la reivindicación de un
sinnúmero de derechos encaminados a la igualdad de
oportunidades para todos y todas.
Marco de referencia y origen
En el siglo XVIII europeo y al calor de las lucha obre-
ras del naciente capitalismo industrial, apareció un
movimiento asociacionista de carácter revolucionario,
sobre todo en Francia e Inglaterra, ensayando formas
alternativas a las fábricas obreras y a la explotación
capitalista. Aquella práctica social generó diferentes
corrientes de pensamiento, desde lo que Marx consi-
deraba el socialismo utópico hasta el marxismo y el
anarquismo, incluso corrientes liberales o cristianas
que pretendían paliar la pobreza reinante desde el
gobierno o desde organizaciones filantrópicas y asis-
tencialistas. Desde entonces, el asociacionismo ha es-
tado motivado por encontrar una salida a las formas
excluyentes engendradas por el Estado liberal y por el
capitalismo industrial.
En la segunda mitad del siglo pasado, cobraron
relevancia pública, entre otros, tres términos-ideas
convertidos en organismos que pugnan por ocupar la
palestra nacional e internacional y que provienen de la
cooperación internacional y de los aparatos ideológi-
cos del mundo desarrollado, a saber:
a) Los Organismos No Gubernamentales (ONG)
b) La sociedad civil
c) La economía social (frecuentemente acompaña-
da del término solidario)
Podríamos agregar que estos tres términos o en-
tidades están relacionados y se apoyan mutuamen-
te, siendo los ONG quienes más han contribuido a
promover su identidad. El común denominador de
esta tríada ha sido la voluntad de tomar distancia del
protagonismo gubernamental, partidos políticos y
movimientos sociales; en otras palabras y sobre todo
en América Latina, tal motivación aparecía como una
intención de ocupar el vacío que había dejado la iz-
quierda orientada por el socialismo. Dentro, paralelo
o fuera de este escenario han surgido un conjunto de
concepciones y organizaciones que han tomado dis-
tancia de la influencia europea por conciliar la crítica
a los efectos del capitalismo con el propio capitalis-
mo en su etapa neoliberal.
La economía social
análisis
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El origen de estos tres conceptos está relacionado
con la implosión del socialismo, la reactivación o pro-
moción de la democracia burguesa y la irrupción de las
políticas neoliberales. El neoliberalismo ha sido hasta
ahora el gran ganador, tanto en el discurso como en
la realidad, ya sea en el primero, en el segundo o en
el llamado tercer mundo. El neoliberalismo, incluso,
ha contribuido grandemente al desplazamiento tanto
del liberalismo como del socialismo en el ámbito de
las fuerzas políticas, económicas, sociales e ideológi-
cas del mundo entero. El otro gran ganador en esta
grande y compleja madeja de intereses, han sido las
corporaciones financieras, fortalecidas en su hegemo-
nía con el apoyo de grandes medios de comunicación.
Los ONG
Los ONG se definen como organismos no guberna-
mentales, no partidarios y se dicen sin fines de lucro.
A su favor, ha contribuido la incorporación o coopta-
ción de centenares de miles de intelectuales y líderes
sociales, en gran parte provenientes de lo que fue la
izquierda tradicional, apoyados por la llamada coo-
peración internacional.Todo el peso de la crítica tuvo
como punta de lanza la lucha contra los gobiernos del
bloque socialista, contra algunas dictaduras, contra
la corrupción y la ineficiencia en el seno de la cosa pú-
blica, no del todo sin razón, pero sobre todo contra
los partidos y gobiernos de izquierda, particularmen-
te en aquellos países donde la izquierda tradicional
comenzó exitosamente a incursionar en la lucha de-
mocrática por el poder, y a la que le han declarado la
guerra tildándole de encabezar gobiernos populistas
y autoritarios.
Para las fuerzas neoliberales, la labor asistencialis-
ta de muchos ONG, aunque no de todos, más actuali-
zada y mucho mejor dotada ideológicamente que las
iglesias religiosas, sirvieron de colchón amortiguador
contra los efectos de la privatización de la cosa pú-
blica y el desmantelamiento de las economías na-
cionales, así como de la reversión de las principales
conquistas laborales.
Dicho sea de paso, los ONG y todas sus figuras más
connotadas se disputaban el primer lugar entre los
sujetos que adversaban al estado y que se fueron au-
tollamando de la sociedad civil. Fue así que muchas
veces la sociedad civil llegó a ser sinónimo de un gru-
po de notables que a cambio de la crítica a todo lo
relacionado a la soberanía nacional y haciéndose car-
go resignadamente de la realidad de la globalización,
llegaron a gozar de mucho prestigio en los medios de
comunicación, convirtiéndose en los nuevos sujetos
de lo que algunos sociólogos llamaron la derecha
posmoderna, opositores al gobierno, pero identifica-
dos con el sistema.
Por supuesto que muchos intelectuales y activistas
sociales llegaron de buena fe a este acontecimiento,
pues aquellas posiciones coincidían frecuentemente
con sus mismas banderas, aunque enarboladas por mo-
tivaciones, objetivos e intereses diferentes. Es así que
desde el seno de los ONG se han destacado y han sur-
gido muchos militantes de todas las causas justas, ha-
bidas y por haber.Y no dudamos de su buena intención
y de sus motivaciones de constituirse en entes autóno-
mos que aspiran a tomar distancia de lo peor del mundo
de la política tradicional, pero también del capitalismo.
Claroestáquetalautonomíanohasidofácil,sobretodo
por el masivo apoyo financiero y muchas veces condi-
cionado por la cooperación internacional.
En este contexto y a medida que se desenmasca-
raba la pretendida y modernizante agenda neolibe-
ral, los espacios públicos, los discursos, los recursos
y la clientela, fueron disputados entre los partidos
políticos, los ONG más distanciados de la izquierda
y los movimientos sociales. En un primer momento
los ONG lograron aislar a los movimientos sociales o
enfrentarlos a los partidos políticos que criticaban al
neoliberalismo; en un segundo momento los movi-
mientos sociales decidieron aliarse con los partidos
políticos de izquierda.
Hoy en día, una vez que el socialismo, el naciona-
lismo radical y las viejas conquistas del estado liberal
o del estado de bienestar han sido desplazados de la
agenda y de la realidad nacional e internacional, la crí-
tica y la denuncia del neoliberalismo ha comenzado a
cobrar beligerancia. Muchos intelectuales, embarca-
dos ingenuamente en el proyecto de la globalización
y el neoliberalismo, han comenzado a regresar al redil
de las luchas sociales; por su lado, las organizaciones
de la izquierda convencional, más vencida que con-
vencida, comenzó a incursionar con buen éxito en la
democracia representativa.
La sociedad civil
Para los ONG más ideologizados contra la izquierda
tradicional, la sociedad civil no es más que la oposi-
ción de los buenos ciudadanos contra los malos fun-
cionarios. En otras palabras, la sociedad civil ha sido
concebida como el nicho para legitimar una oposición
aparentemente no política contra los gobiernos llama-
dos ilegítimos, no importando que su legalidad esté
haya sido refrendada por una mayoría electoral. Opo-
nerse al gobierno contribuiría así a disipar al Estado, y
criticar los efectos del sistema permitiría legitimar al
mismo sistema. En fin, toda una catarsis que ha per-
mitido el debilitamiento de la soberanía nacional, ha
facilitado los estragos de la globalización y ha contri-
buido grandemente con el desprestigio de la izquierda
tradicional y de cualquier pretensión socialista.
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Para los grandes analistas, el ámbito de la sociedad
civil es el ámbito del mercado; así fue para Hegel, para
Marx, pero también para el gran neoliberal Friedrich
Von Hayek, economista austríaco, independiente-
mente que cada uno guardara un propósito propio
frente a la misma. Para Marx, la sociedad civil –o lo que
es lo mismo, el mercado– debe desaparecer, mientras
que para Hayek o para los neoliberales, la sociedad ci-
vil o el mercado tiene que prevalecer, incluso sustituir
al propio Estado. No es por casualidad que hoy en día,
al menos en Latinoamérica, los empresarios capitalis-
tas están cada vez más presentes en cuerpo y alma en
los foros de la llamada sociedad civil. Por supuesto que
es más llamativo y astuto llamarle sociedad civil que
llamarle mercado, pero la diferencia no deja de ser de
matices ideológicos. Tampoco es casualidad que en-
tre los primeros asistentes al bautizo de la economía
social hayan estado algunos ONG y algunos empresa-
rios, bajo la expresión de la llamada Responsabilidad
Social Empresarial.
Al interior del marxismo, sin embargo, existe otro
ángulo o enfoque sobre el concepto de sociedad civil,
referida a la disputa por la hegemonía. Para un mar-
xista como Lenin, la hegemonía o control social debe
recaer en los aparatos políticos de Estado, es decir, en
la sociedad política o mundo de la coerción y de la ley;
mientras que para otro marxista como fue Gramsci, la
hegemonía debería referirse y recaer en la "orienta-
ción intelectual y moral de la sociedad", es decir, en la
sociedad civil o mundo del consenso disputado ideoló-
gicamente. ParaGramsci el Estado es igual a Sociedad
Política + Sociedad Civil. Un neoliberalismo más fino
diría Sector Público + Sector Privado.
En otras palabras y para disculparme de la aparen-
te confusión, Mercado, Sociedad Civil, Sector Privado
(entiéndase capitalista), convergen en un mismo espa-
cio donde pacíficamente se ventilaría la competencia
no solamente en el mundo mercantil de los valores
(materiales), sino también en el mundo cultural de los
valores (ideológicos). Para Gramsci, junto a las luchas
por el poder político habría que conceder un papel
muy importante a las luchas anti hegemónicas.
El filósofo marxista francés Louis Althusser, hacía la
diferencia entre aparatos políticos de estado (ámbito
coercitivo de la ley) y aparatos ideológicos del estado
(ámbito pactado o consensuado de la opinión públi-
ca), ambos utilizados por todo Estado, entendiendo
el Estado como el ámbito del pacto social del sistema.
Entre los aparatos ideológicos del Estado, Altousser
incluía la familia, la escuela, los medios de comunica-
ción; como sabemos, estos últimos han jugado un pa-
pel cada vez más beligerante en la lucha ideológica y
por lo tanto en la lucha política.
Ninguno de los autores mencionados, la sociedad
política o la sociedad civil tiene que ver con sujetos,
sino con funciones o formas (coercitivas o persuasivas)
del Estado, aunque ejercidas por sujetos, identificados
por la función. Un funcionario policía puede reprimir y
otro funcionario juez puede administrar justicia; igual-
mente, un ciudadano pacífico puede disputarse la opi-
nión pública, mientras otro ciudadano puede actuar de
la forma más violenta que se conozca; el caso extremo
de esto último sería el concepto de guerra civil, referi-
da a la guerra entre ciudadanos.
La verdad es que el Estado siempre fue concebido y
siempre actuó simultáneamente como sociedad polí-
tica y como sociedad civil, con la fuerza y con la astucia
(decía Nicolás Maquiavelo), con la espada y la acultu-
ración (Conquista y colonización); incluso al interior
de la primera sociedad civil conocida en occidente (la
iglesia católica), también se recurrió simultáneamente
a los aparatos coercitivos (la Inquisición) y a los apara-
tos ideológicos (la evangelización).
A inicios del presente siglo, los aparatos del imperio
se cansaron de ofrecernos el consenso deWashington y
se decidieron a imponernos la fuerza. Una vez debilita-
do el mundo alternativo, la sociedad política vuelve so-
bre sus fueros y arremete con toda la furia militar. Pos-
teriormente,unavezquelosmillonesdedesocupadosy
empobrecidos del sistema han sido desarmados, se les
ofreció una nueva ilusión: convertirse en empresarios,
pero a nivel microeconómico, es decir, en microempre-
sarios, en un mundo donde sólo sobreviven los grandes
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empresarios y las corporaciones financieras, y a quienes
pocas veces se les alude a la hora de hacer los inventa-
rios de los desastres sociales y naturales.Algunos hace-
doresdeopinión,máscínicos,presentaronlamuertede
la naturaleza y de millones de asesinados como daños
colaterales de sus tropelías.
Hoy en día, algunos líderes políticos y sociales, así
como algunos intelectuales o funcionarios de la coo-
peración internacional, incluso desde el seno de los
organismos multilaterales, incapacitados para cam-
biar las reglas del juego del desarrollo, se dedicaron a
cambiar el nombre o al menos el apellido. Hasta hace
poco, nos ofrecieron un desarrollo con rostro humano
o un desarrollo sostenible. Hoy se atreven a ofrecernos
un contrasentido mayor y nos sugieren un capitalismo
inclusivo, sobre todo después de las recurrentes crisis
ecológicas, financieras y militares protagonizadas por
el capital financiero-especulativo y por el propio impe-
rio militar occidental.
Junto a los ONG y a la sociedad civil, la agenda de
la cooperación internacional y otras corrientes nos ha
ofrecido otro concepto: el de economía social o econo-
mía social solidaria.Un concepto que, como ya mencio-
namos, se emparenta con la vieja corriente asociacio-
nista posterior a la revolución francesa. Por supuesto
que los desempleados empobrecidos no esperaron
orientación alguna para sobrevivir y se pusieron a pro-
ducir y a incursionar en los pequeños negocios, lo que
ha generado –particularmente en los países más empo-
brecidos– toda una economía de sobrevivencia, la que
paraalgunosaparececomoelprincipalsujetoalrededor
del cual giraría la economía social.
Sin hacer de la necesidad una virtud, pero tampoco
huyendo de la realidad realmente existente, por muy
dura que sea, pretendemos analizar las posibilidades
que tiene la economía popular para convertirse en una
economía social con identidad propia.
La Economía Social
Suele suceder que quien bautiza, nombra o define
primero a la criatura, se queda muchas veces con la
identidad del sujeto, identidad que está siendo dispu-
tada por muchas corrientes de pensamiento.
Ciertamente, en principio, toda economía donde
reina la división del trabajo es social, incluida la econo-
mía de mercado capitalista, porque en la producción
de mercancías participan miles de productores, aun-
que aislados, con el objetivo común de que aquellas
mercancías lleguen al mercado, para lo cual además se
necesita el concurso de comerciantes, transportistas,
prestamistas, entre otros.
A pesar de lo dicho, creo que todavía hay espacio
para conceder al concepto de economía social al-
guna especificidad, que corresponda con su origen
asociacionista del trabajo, enarbolada hace un par
de siglos contra el capitalismo naciente y sus efec-
tos, y hoy retomada desde distintas posiciones polí-
ticas. Desde este punto de vista, lo social abarcaba
al menos tres contenidos:
a) El compromiso del gobierno o de la sociedad para
con la pobreza, la desigualdad, la explotación, la mar-
ginación, hoy con la exclusión y la discriminación, a fin
de compensar los daños del sistema capitalista.
b) Al mismo tiempo, lo social a los intereses comu-
nes, a los derechos (propiedad, seguridad, protección
social, participación democrática) de diferentes cate-
gorías de ciudadanos.
c) Finalmente, pero no menos importante, sino más
bien lo medular del asociacionismo anticapitalista, lo
social aludía a compartir con el capital o a desplazarlo
de la posesión, la propiedad, la gestión, los exceden-
tes, por parte de asociaciones de obreros, campesinos
o pequeños productores, consumidores y pobladores
en general. Esta parte es la más revolucionaria de lo
social y comparte con el Estado la opción frente al sec-
tor privado capitalista, incluso en relación al sector pri-
vado individual mercantil, es decir, no capitalista.
Ahora vamos a desglosar un poco algunos de aque-
llos aspectos con el fin de precisar más el sentido de lo
social en general, teniendo que referirnos a los suje-
tos, a la forma y a la función.
Los sujetos
Un viejo sujeto y quizás el mejor ejemplo de lo que
es la economía social, sería la familia, célula plural o
colectiva, donde reinan las relaciones económicas de
cooperación y solidaridad, sobre todo por parte de la
mujer. La familia es un ámbito donde el mercado no
ha logrado entrar totalmente, aunque lo hace de ma-
nera indirecta a través del salario y su milagrosa repro-
ducción al interior de la familia, siempre a causa del
trabajo gratuito y desinteresado de la mujer. Hay que
decir, sin embargo, que hacia afuera la familia es una
célula económica individual compitiendo en el merca-
do como cualquier otra unidad económica particular.
Claro que la familia es más que eso. Es la primera cé-
lula socio-económica que produce y reproduce a los
ciudadanos-trabajadores, material e ideológicamente
hablando, sin la cual todo el sistema económico capi-
talista se derrumbaría.
Otro sujeto de la economía social sería la comuni-
dad, sobre todo la indígena, poseedora de bienes co-
munes, tales como sitios de pastoreo, bosques, terri-
torios, cultura, etc.
Otro sería la propia sociedad dentro de una econo-
mía de mercado.
En este caso, cabría recordar la diferencia que la so-
ciología apunta cuando se refiere a la comunidad y a la
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sociedad. La comunidad se caracteriza por relaciones
basadas en los valores de convivencia. La sociedad en
cambio está basada en los valores de cambio, es decir,
en las relaciones mercantiles y por tanto en criterios
de contratos y competencias, relevando y valorando la
confianza mutua que debe regir entre los contratantes
del mercado. En el mercado todo mundo trabaja para
todo mundo, aunque en los intercambios unos se en-
riquecen y otros se empobrecen. En otras palabras, lo
social mercantil aplica a la producción, pero no a la dis-
tribución, la que sigue siendo más privada que social.
Ahora bien, si de economía se trata, tenemos que
hablar de un conjunto de unidades económicas. Si
aludimos a la economía de mercado o a la economía
capitalista, nos referimos a comerciantes y a empre-
sarios. Si aludimos a la economía campesina o a cual-
quier otra entidad mercantil simple o trabajadores por
cuenta propia, pensamos en un conjunto de unidades
económicas familiares que producen, comercializan o
prestan algún servicio en el mercado.
Lo social no solo alude a los intereses comunes o
colectivos, sino también al bienestar de los grupos
marginados, mayorías o minorías, que por lo general
coincide con los sectores más excluidos o segrega-
dos, explotados u oprimidos de todo sistema social.
Situados en el mundo en el cual vivimos, donde toda
ecuación alude al capital y al trabajo, la economía so-
cial correspondería al mundo del trabajo. Pero en el
mundo del trabajo están los trabajadores asalariados,
los trabajadores-productores no asalariados, los pe-
queños comerciantes.
Dicho esto, la economía social estaría compuesta
por un conjunto de trabajadores o pequeños pro-
ductores asociados, donde cabrían todos los que gi-
ran alrededor del mundo del trabajo y no del capital
ni del gobierno. Aquí no cabrían, estrictamente, los
trabajadores asalariados o los pequeños producto-
res mientras no estén asociados y disputándole al
capital la hegemonía en la gestión de la riqueza.
Tampoco cabrían las empresas capitalistas por muy
asociadas que estén, como es el caso de las socie-
dades anónimas, aunque tengan millones de socios,
pues siguen regidas por las relaciones capitalistas
bajo la división entre el capital y el trabajo.
Mientras más mayoritario es el colectivo de tra-
bajadores o productores directos, más democrática-
mente gestione los medios económicos y más bien-
estar consiga para sus miembros, más cercano estará
del contenido, la forma y la función de una economía
social asociativa. La organización o mediación entre
la teoría (proyecto) y la práctica (acciones estratégi-
cas), sigue siendo el principal patrimonio de una eco-
nomía. No es por casualidad que los empresarios se
organizaron en sociedades anónimas y en cámaras
empresariales, o que los trabajadores se organizaron
en sindicatos y en sociedades laborales autogestio-
narias, o que los pequeños productores o pobladores
se organizaron en cooperativas de producción, aho-
rro y crédito, servicios en general.
Gestión colectiva
La economía social alude, no solamente al patrimo-
nio, sino a la gestión colectiva como forma de adminis-
trar lo común, independientemente de que la propie-
dad o la actividad sean colectivas. Es así que cualquier
economía, empresarial, estatal o asociativa será más
social si está gestionada democráticamente, cosa
difícil desde el momento en que la producción se ha
desvinculado del crédito y la propiedad se ha desvin-
culado de la gestión. Hay empresarios que pueden ad-
ministrar una empresa recurriendo al crédito, aunque
no tengan la propiedad. Hay administradores de em-
presas públicas o privadas, empresas autogestionarias
de trabajadores o cooperativas de pequeños produc-
tores que deciden el destino de los excedentes, sean
propietarios o no de medios o acciones.
Por extensión, la economía social apela igualmente
a los derechos sociales en general, reivindicados por el
pueblo, en tanto que el gran sujeto económico común,
es decir, por el común de los pobladores, los que se-
rán mejor defendidos en forma colectiva, organizada
y asociada. Y cuando hablamos de derechos estamos
hablando de igualdad de oportunidades, lo que no ex-
cluye los deberes para con la comunidad. Es así que
la economía social ha sido un concepto que ha dado
cabida a un sinnúmero de derechos y reivindicaciones
que aluden a los intereses de grupos más o menos ma-
yoritarios o minoritarios, pudiendo ser una pequeña
etnia o la humanidad entera las que aparecen como
tales en el momento que reclaman derechos en contra
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de acciones de otros sujetos, instituciones o sistemas,
que ponen en peligro su identidad o integridad. Ejem-
plo de un gran interés colectivo sería la salvación del
planeta, la lucha contra la corrupción gubernamental,
la exclusión de millones de desempleados, la sobera-
nía nacional pisoteada por las exacciones del imperia-
lismo, etc.
Resumiendo: la economía social alude a los intere-
ses comunes del trabajo y no del capital, al bienestar
y los derechos de la población, a los colectivos de tra-
bajadores o productores directos, poseyendo y ges-
tionando democráticamente los recursos y los exce-
dentes. Por extensión, la economía social se ha venido
extendiendo a formas de redes económicas y de servi-
cios múltiples en muchos campos de la vida diaria, cu-
briendo la promoción de valores solidarios, discursos a
favor de la justicia social, gestión de políticas públicas,
organizando, concientizando y movilizando a actores
colectivos de la sociedad, etc.
Antes de continuar quisiéramos hacer una aclara-
ción respecto a la acumulación o reinversión de los
excedentes. En la economía capitalista la acumula-
ción es un fin en sí mismo, mientras que en la econo-
mía social o socialista la acumulación es un medio,
cuyo fin es el bienestar de la colectividad. En otras
palabras, cuando decimos que la economía social
no tiene fines de lucro, no queremos decir, que en el
marco de la economía de mercado las unidades eco-
nómicas de la economía de mercado no tienen que
ocuparse de obtener excedentes. Cuando decimos
lucro estamos refiriéndonos a la ganancia a costa del
trabajo ajeno, a la plusvalía producida a través de la
explotación, pero sobre todo consumida (productiva-
mente) en función del capital, es decir, de la valoriza-
ción o acumulación indefinida.
¿Cuáles serían las unidades económicas de la econo-
mía social, desde la tradición asociacionista y anticapi-
talista o no capitalista, aparte del Estado?
Desde los países del sur o desde el seno de la izquier-
da apareció el apelativo de economía popular y sobre
la cual encontramos la posibilidad de construir la eco-
nomía social propiamente dicha. La economía popular
está compuesta por pequeñas y marginadas unidades
económicas (familias, productores, comerciantes, ar-
tesanos, consumidores), cuyos ingresos provienen del
trabajo familiar o personal y que en algunos países son
responsables de la mayor parte del abastecimiento de
bienes y servicios del país.
Situados en este universo, la economía social es la
economía popular asociada y gestionada alrededor de
los intereses y formas colectivas conformada por sus
miembros. Si bien es cierto que los pequeños produc-
tores constituyen una clase mayoritaria, y por lo tanto
cumplen con el criterio de lo social, en la medida en
que sus componentes son individuos dispersos y no
están organizados ni asociados, no pasarán de ser par-
te de una especie de capitalismo popular, obligados
a competir entre sí y a permanecer subordinados a la
hegemonía del capital. Perfectamente pueden funcio-
nar dentro de una especie de capitalismo popular, so-
metidos a la competencia y a la diferenciación social.
Vorágine neoliberal
Después de la llamada implosión socialista, el capi-
talismo-imperialismo pasó a la ofensiva y desató una
serie de medidas llamadas de ajuste estructural, por
medio de las cuales hizo retroceder a las sociedades
a etapas pre-liberales. Se privatizaron las empresas
públicas, se desmantelaron las fronteras arancelarias
y se confiscaron las conquistas sociales de los traba-
jadores. En algunos países revolucionarios la rever-
sión fue en gran escala y catastrófica, puesto que las
economías de mercado revirtieron completamente
los procesos socialistas bajo la forma de una contra-
rrevolución. En otras palabras, podemos decir que el
neoliberalismo golpeó a las revoluciones triunfantes y
a los regímenes liberales que concedían un papel im-
portante a la república.
El capitalismo fue llamado por los propios libera-
les como capitalismo salvaje, donde cunde el des-
empleo, la exclusión del trabajo y la concentración
de los capitales. Burguesías locales y trabajadores
han sido enviados igualmente al desempleo y a la
precariedad, no solamente en el Tercer Mundo, sino
también en los países europeos, tal como lo previó
el análisis del Manifiesto Comunista redactado en
1848 por Carlos Marx y Federico Engels.
Ante el brutal desempleo, millones de trabajado-
res se convirtieron en trabajadores por cuenta propia.
Por otro lado, miles de pequeños y medianos empre-
sarios prefirieron salirse de la producción y pasarse al
comercio, donde al menos, si no se gana no se pier-
de. Este abandono de los procesos productivos, por
parte de muchos empresarios quebrados, también ha
contribuido a que dichos procesos sean asumidos por
pequeños productores; aumentando así el número de
trabajadores por cuenta propia.
Nace así una masiva economía popular compuesta
de campesinos, artesanos, pescadores, pequeños ta-
lleres, transportistas, pescadores y pequeños comer-
ciantes. El pueblo se convierte no solamente en el
sector explotado y marginado, sino en una verdadera
alianza de sectores amparados de segmentos signifi-
cativos, aunque empobrecidos, de la economía.
Uno de los rasgos de esta economía popular-social
es haber emprendido por su propia cuenta dos políticas
económicas de sobrevivencia: la migración a la ciudad
y hacia el extranjero, y el trabajo por cuenta propia.
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La economía popular estaría compuesta por peque-
ños productores individuales. Ahora bien, a pesar de
haberse posicionado de gran parte de los medios de
producción y de una parte significativa de la produc-
ción misma, estos sectores individuales siguen empo-
brecidos, precisamente porque los eslabones superio-
res de la cadena de valor, lugar donde se captan los
excedentes, siguen en manos del capital mediano y
grande. Tienen en común con los trabajadores asala-
riados el de ser explotados, aunque indirectamente, a
través del mercado. Es decir, son productores de plus-
valía, por lo cual nosotros los hemos llamado el pro-
letariado por cuenta propia. Una parte del tiempo o
de la producción la dedican a reproducirse, el resto es
trabajo que aportan al mercado en forma de exceden-
te que será apropiado por otros a través del mercado.
Las unidades económicas de la economía popular (tra-
bajadores, comerciantes o productores) son un sector
que se esfuerza por sobrevivir en el mercado.
En medio del empobrecimiento, estos trabajado-
res-productores o trabajadores por cuenta propia han
venido asociándose, escalando formas mayores de
integración social y económica, movilizándose para
presionar a sus gobiernos para que éstos emprendan
políticas sociales y económicas a su favor. Nace así
otro sector de la economía, la economía social propia-
mente dicha: el sector cooperativo, asociativo, auto-
gestionario y comunitario. Cuando los productores-
trabajadores de la economía popular, se organizan,
no solamente socialmente, sino económica y política-
mente, es el momento en que comienza a tomar for-
ma la economía social.
Las unidades asociativas y auto-gestionadas de la
economía social luchan por el bienestar y disputan re-
cursos al capital y presupuesto a los gobiernos; no es,
pues, un sector empresarial, no es un sector estatal,
tampoco son trabajadores individuales, sino que son
trabajadores-productores, empresas cooperativas,
obrero-autogestionaria o comunitarias, que luchan a
través de la asociatividad y la integración económica
por recuperar los excedentes que el mercado les arre-
bata a través de la circulación o el intercambio.
¿Tercer sector de la economía?
Hoy en día, la economía social es reclamada desde
los movimientos sociales más radicales hasta los más
conservadores, desde los empresarios hasta los go-
biernos, desde las instituciones internacionales hasta la
cooperación internacional, desde los neoliberales hasta
las organizaciones anti-capitalistas o anti-sistémicas,
desde los socialistas libertarios hasta los socialdemó-
cratas.Y esto es así, porque este concepto como otros
que son ofrecidos en el mercado o en las lucha de las
ideas o en las luchas de clases, una vez que adquieren
notoriedad, prestigio o legitimidad, empiezan a ser dis-
putados en su significado u objetivos y a ser utilizado a
favor de aquellos intereses de quienes lo enarbolan.
Estamos de acuerdo que la empresa estatal, ahí don-
de existe, es un sector propio de la economía. Estamos
de acuerdo que la empresa privada capitalista es otro
sector. Decimos que la economía popular o producción
mercantil simple, es otro sector diferente tanto de las
empresas estatales como de las empresas capitalistas.
Entonces, estaríamos hablando de tres sectores, en
cuyo caso no podríamos hablar de la economía social
como el tercer sector de la economía, pues con ella
tendríamos cuatro sectores. Pero eso no es lo más
sustantivo. El problema aparece cuando no solamente
decimos que es un tercer sector, sino que es el sector
social por excelencia, y dejamos por fuera el aspecto
más social que existe en toda economía o la sociedad,
como es el sector público. Entonces, las cosas se nos
complican un poco más. Pero antes de continuar ha-
blando del sector público como el sector por antono-
masia de la economía social, veamos de dónde pro-
viene eso de tercer sector, por lo cual, los invitaría a
reconocer o recordar algunos antecedentes.
En primer lugar, el tercer sector se emparenta con
el "tercer estado" o estado llano, que existía en la
Europa feudal, previa a la revolución francesa, jun-
to con otros dos estamentos. Durante la revolución
francesa, la multitud, el común, el pueblo, que no
gozaba de los privilegios de los estamentos privile-
giados como eran la nobleza o el clero, formaba par-
te con los anteriores de una especie de parlamento
que el rey convocaba cuando así lo decidía, donde
se votaba por estamento y no por representatividad
poblacional. El sector más fuerte de este tercer esta-
do estaba compuesto por los grandes comerciantes
o burguesía de la época, además del 90% de los po-
bladores de Francia, entre los que estaban los pobres
de la ciudad y del campo, así como los intelectuales o
notables pertenecientes a las llamadas profesiones li-
berales que vivían en la ciudad. Durante la revolución
francesa de 1789, aprovechando una convocatoria del
rey, el tercer estado convoca por su cuenta y confor-
ma la Asamblea Nacional Constituyente, aprobando
la famosa Declaración de los Derechos del Hombre
y del Ciudadano. Como sabemos, en el tercer estado
quedó como clase dominante la burguesía, forjadora
del sistema capitalista y hoy convertida en la primera
fuerza económica a nivel local y mundial.
En segundo lugar, el término de tercer sector se
emparenta con lo que un demógrafo francés, llama-
do Alfred Sauvy, haciéndose eco de la experiencia del
tercer estado de la revolución francesa, denomina
tercer mundo a los países que no eran ni capitalistas
industrializados ni socialistas. La verdad es que en la
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realidad el tercer mundo no dejaba de ser y pertene-
cer al mundo capitalista, aunque subdesarrollado,
como se señaló en su momento.
Nosotros mismos, durante la insurrección sandinista,
tomando en cuenta la fuerza beligerante de los jóvenes
y estudiantes, los llamamos la tercera fuerza de la revo-
lución, para diferenciarlos de los obreros y los campesi-
nos. Hoy tendríamos que incluir como otras tantas fuer-
zas sociales a otras tantas categorías que han venido
asumiendo reivindicaciones y enarbolando derechos.
Volviendo a la economía social, propuesta como el
tercer sector de la economía, decíamos que no podría
arrogarse el apelativo exclusivo de lo social, peor aún
si se deja por fuera lo que consideramos el más social
de todos los sectores de la economía como es el sector
público, compuesto no solamente por las empresas
estatales, sino sobre todo por el presupuesto nacio-
nal o municipal. El sector púbico, no solamente es el
sector más representativo de la sociedad, sino que su
patrimonio, aunque no siempre su gestión, pertenece
a toda la nación. En otras palabras, no hay más sector
social que el sector público, mucho mejor si se acom-
paña de una gestión participativa en la administración
o gestión de su presupuesto.
La economía social estaría compuesta, entonces,
por una economía social-pública y una economía so-
cial privada-colectiva; a esta última la denominamos
así para diferenciarla tanto del sector público, como
del sector privado individual, sea este último capitalis-
ta o simplemente popular-mercantil. La economía so-
cial sería, pues, parte del sector social de la economía,
pero no el único sector social.
Privada pero no capitalista
En este sentido, la economía social a la que se re-
fieren quienes hablan de tercer sector de la economía
y de acuerdo a la forma en que nosotros mismos la
caracterizamos (privada-colectiva), no sería ni públi-
ca (aunque sea parcialmente colectiva), ni privada in-
dividual (aunque popular por su origen), sino todo lo
contrario, aunque esta última frase suene a una bro-
ma popular. Decimos que no es pública, aunque si co-
lectiva, sino todo lo contario, porque su patrimonio
pertenece es privativo de un grupo particular, como
es el caso de una cooperativa o de una empresa au-
togestionaria. Decimos que no es privada-capitalista,
sino todo lo contrario, porque pertenece al mundo
del trabajo. La economía social es privada-colectiva
y mercantil, pero no capitalista; sus miembros no
explotan a nadie y tampoco son explotados directa-
mente por nadie, salvo a través del mercado, como lo
dijimos anteriormente.
Entre quienes quieren distanciarse del sector públi-
co, están aquellos que niegan toda participación del
Estado en la propiedad de los medios de producción,
en primer lugar las corporaciones internacionales y
también por los "notables" nacionales o internacio-
nales que no resisten que los funciones del gobierno
u otras instituciones públicas, les disputen protago-
nismo en la vida pública; los neoliberales que quieren
desaparecer toda cosa pública; los activistas sociales
que defienden frente a los gobiernos nacionales o mu-
nicipales, una mayor participación en los asuntos pú-
blicos; los que quieren mostrar distancia frente a los
abusos de los gobiernos de turno, sobre todo los que
son reprimidos por las fuerzas del llamado orden pú-
blico, entre otros.
Entre quienes quieren tomar distancia del sector
privado capitalista, están los sectores organizados de
la llamada economía popular, es decir, los pequeños
productores, los pequeños comerciantes, los peque-
ños artesanos, los pequeños pescadores, los pueblos
indígenas y comunidades étnicas, los consumidores
barriales, los ecologistas que combaten la depreda-
ción empresarial de la naturaleza, los movimientos
sociales, los que proponen un socialismo comunitario
y democrático.
Entre los que quieren tomar distancia de la econo-
mía popular están los que siguen creyendo que la pe-
queña producción mercantil simple está destinada a
desaparecer, a favor de una proletarización generali-
zada, como pensaba Marx; los socialistas que no acep-
tan otro socialismo que no sea el socialismo de Estado;
los que quieren advertir que la economía popular no es
ajena ni está vacunada contra el capitalismo popular.
En rigor, entonces, la economía social estaría com-
puesta por el sector público más las asociaciones de
productores y demás colectivos gestionados demo-
cráticamente. En términos de modelo, es decir, ha-
blando de una socialización generalizada, estaríamos
en presencia de un socialismo mixto, donde se combi-
nan las empresas públicas, las empresas obreras o de
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pobladores autogestionarias, las cooperativas de pro-
ductores, comerciantes o consumidores.
En conclusión, preferimos decir que la economía
social (privada-colectiva), es decir, los sectores po-
pulares asociados, cabalgan a caballo entre el sector
privado no capitalista, aunque todavía mercantilizado,
y el sector público capitalista o socialista. Su ventaja
está en que son unidades asociadas y en que están en
mejor condición que los trabajadores individuales para
defender, demandar o cogestionar el beneficio de las
políticas sociales y económicas del sector público, ya
sean en los beneficios o excedentes como en la gestión
o administración de los mismos, tanto para ellos como
para el resto de unidades económicas individuales de
la economía popular o de los pobladores en general.
Por supuesto, los sectores populares asociados es-
tarían mejor si cogestionan el poder político y –como
la economía empresarial capitalista– son capaces por
tanto para formular y determinar las políticas públicas
a favor de sus intereses; cosa que pueden hacer desde
la oposición, en alianza con los movimientos sociales o
directamente formando parte del poder político.
Con las instituciones públicas gestionadas por go-
biernos a favor de la soberanía nacional o cuyos pro-
gramasgiranalrededordelosinteresespúblicos,como
es el caso de algunos gobiernos latinoamericanos, lo
social ha salido mucho más favorecido. Comparemos,
por ejemplo, lo que los movimientos sociales consi-
guieron estando en la oposición –como fue el caso del
Movimiento Al Socialismo (MAS) en Bolivia– con los
resultados cuando este mismo movimiento se decidió
a conformarse como partido político y ampararse del
gobierno boliviano, momento en el cual los ingresos
del país y para los sectores populares e indígenas han
salido mucho más favorecidos, en términos de alfabe-
tización, vacunación, operaciones de la vista, educa-
ción, protección social en general. Esto no quiere decir
que los ONG o cualquier otro organismo que se recla-
men de la sociedad civil o los movimientos sociales en
general, no deban seguir actuando por su cuenta y cri-
ticando todo lo que haya que criticar sobre la gestión
social del sector público gubernamental. Ahora bien,
un sector público deviene más social en la medida que
más orientado esté hacia los sectores mayoritarios de
la población, a la economía popular y a los pequeños
sectores asociados de los pequeños productores o
cooperativas orientadas por el trabajo.
Socialismo y Economía Social
Otro punto de discusión, aunque aparezca menos en
la agenda del debate actual sobre la economía social,
es la apuesta al socialismo. Afirmar que la economía
social corresponde al tercer sector de la economía, por
diferenciarse del capitalismo y del socialismo, tiene
dos inconvenientes. El primero es que pareciera que
ya nos separamos del capitalismo, cuando en realidad
las unidades económicas colectivas son todavía par-
tes del mercado y son influenciadas por el mercado.
El segundo es pensar que aparecen como diferentes
y superiores al socialismo, con lo cual nos alejamos de
un verdadero análisis estratégico.
La verdad es que una economía social, desprovista
del sector público, sería algo así como una especie de
micro-socialismo, como el que priva en la familia, pero
dentro de una economía de mercado. Por el contra-
rio, articulada a las políticas públicas o a un régimen
pos-capitalista, tiene muchas más facilidades de supe-
rar sus propias contradicciones y limitaciones. Igual-
mente, un régimen socialista tiene más facilidades
de avanzar y afianzarse si combina la propiedad y la
gestión estatal con la posesión y la gestión de un con-
junto de unidades económicas asociativas. Una rica
experiencia de este socialismo mixto sería el régimen
socialista autogestionario que funcionó enYugoslavia
y que fue aplastado por las fuerzas del capitalismo eu-
ropeo-estadounidense.
Veamos, antes de avanzar en esta combinación de
economía social asociativa y régimen socialista, los
antecedentes del socialismo como pensamiento y
como experiencia histórica.
El socialismo nace como pensamiento en el siglo XIX
y como modelo político, social y económico en el siglo
XX. El origen del socialismo aparece como una defensa
de los trabajadores fabriles y obreros frente a la explo-
tación del capitalismo industrial europeo. Han pasado
dos siglos de debates y luchas en los cuales se enfren-
tan dos clases sociales, dos concepciones del mundo,
dos modelos, dos proyectos, en fin, dos estrategias de
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lucha, ambos alineados alrededor del capitalismo o del
socialismo; el capitalismo defendiendo al capital y el so-
cialismo defendiendo a los trabajadores.
En un primer momento, el socialismo nace como
una lucha de la clase obrera contra la explotación
capitalista al interior de las fábricas y de los estados
nacionales. En un segundo momento, cuando el capi-
talismo se desarrolla como imperialismo, el socialismo
incorpora las luchas por la liberación nacional de los
pueblos del llamado tercer mundo contra el imperia-
lismo, donde se incluyen tanto a los obreros, como a
los países y pueblos empobrecidos. Es así que la con-
tradicción y los conflictos se desarrollan no solamente
como una lucha entre la clase obrera y la clase patro-
nal al interior de los países, sino como una lucha entre
la soberanía nacional de la mayoría de las naciones
empobrecidas y subordinadas al mercado capitalista
mundial y los poderes metropolitanos de las naciones
imperialistas. Es por eso que nosotros hemos señalado
en otros trabajos, que las naciones del tercer mundo
o de los pequeños países periféricos se comportan en
el marco mundial como naciones proletarizadas frente
el capital monopólico y transnacional del capitalismo
central-occidental.
Estatización y colectivización
A partir de 1917, es decir, a partir de la revolución
rusa-soviética, el socialismo adquiere estatus insti-
tucional, basado en la estatización de los medios de
producción, donde los obreros son asalariados del go-
bierno y los campesinos son conminados, persuadidos
o presionados a cooperativizarse. En síntesis, el capi-
tal estatal, las cooperativas de producción y un estado
planificador, formaron las tres instituciones encarga-
das de desarrollar una producción colectiva en función
de los intereses de los trabajadores y de la sociedad en
su conjunto. Este modelo soviético fue imitado, más
o menos, en el resto de países socialistas en Europa,
Asia, África y América Latina.
En los países socialistas más avanzados, los em-
presarios privados desaparecieron. Podemos afir-
mar, sin lugar a equivocarnos, que desde el punto
de vista de la acumulación y del bienestar social del
pueblo en general, el socialismo fue un rotundo éxi-
to, como lo demuestran en un primer momento la
Unión Soviética y en un segundo momento China,
aunque este país, combinando la propiedad esta-
tal con la propiedad privada, alcanzaron en treinta
años el peso económico que la mayoría de los países
europeos habían alcanzado en más de doscientos
años. Ciertamente que tal nivel de acumulación se
hizo en gran parte a costa de la explotación del cam-
pesinado, aunque nada comparable a los procesos
de esclavitud y servidumbre a que fueron sometidos
decenas de millones de esclavos y poblaciones au-
tóctonas en todo el tercer mundo, a manos de los
gobiernos y empresas capitalistas occidentales.
Nacía así un régimen de producción alternativo al ca-
pitalismo, al menos en una tercera parte de los habitan-
tes inquilinos de nuestro planeta. Sin embargo, en parte
como producto de la competencia de los países socialis-
tas con los países capitalistas y sobre todo con el impe-
rialismo occidental, Europeo y Estadounidense, pero en
partetambiénporlaconculcacióndelaslibertadespolíti-
casaquefuesometidoelpuebloenlospaísessocialistas,
el socialismo implosionó y el mismo tuvo que retroceder
a la llamada economía de mercado capitalista.
Socialismo en el tercer mundo
Por su parte, en aquellos países escasamente in-
dustrializados, sobre todo en el tercer mundo, con
una clase obrera minoritaria que apenas llega al 40%,
se reproduce una gran masa empobrecida de des-
empleados, semi-empleados, pequeños productores
mercantiles (campesinos, artesanos y pescadores),
tanto en el campo, la ciudad o en las costas maríti-
mas. A la vieja clase obrera se suman otras clases y
categorías sociales, conformándose como pueblo. El
pueblo sería o correspondería, sociológicamente ha-
blando, a la alianza de todas las clases explotadas y
marginadas por el capital, el estado capitalista y las
metrópolis imperialistas. En otras palabras, el pueblo
aparece como una gran clase mayoritaria y empobre-
cida, enriqueciendo en la lucha y en la confrontación
al limitado concepto de clase social, lo que tendrá
una gran importancia política. Aunque hoy en día
está más de moda hablar de la sociedad civil que del
pueblo o que de los movimientos sociales, las clases
sociales no han dejado de existir, aunque su presen-
cia y promoción avance más por el lado del capital
que del trabajo.
La disputa entre el proyecto capitalista y el proyec-
to socialista, no estuvo limitada a una lucha entre los
sindicatos obreros y los patronos, en tanto que disputa
entre el salario y la ganancia, sino que incluía la lucha
de los campesinos por la tierra, los pobladores contra
el desempleo y el alza de la vida, en fin, un sinnúmero
de reivindicaciones contra lo que aparecía como la in-
justicia social del sistema capitalista.
Con el tiempo, las disputas sociales parciales se fue-
ron politizando y las mismas se convirtieron en dispu-
tas por la orientación de la sociedad, incluyendo las
políticas públicas, la promulgación de leyes, los apa-
ratos de Estado y la gestión misma del capital social.
Posteriormente, nuevos sujetos sociales o económi-
cos, nuevas categorías y nuevos movimientos sociales
fueron poblando la arena política, entre ellos las muje-
res y sus luchas contra la discriminación, la batalla de
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los migrantes contra una legalidad que los excluye, la
contienda de los ecologistas, la lucha de los pueblos
indígenas por su autodeterminación, la de las comuni-
dades barriales por mejorar su nivel de vida, la disputa
por la diversidad sexual, la lucha de las comunidades
cristianas de base contra el aparato dogmático y con-
servador de las iglesias, la batalla por la soberanía na-
cional contra el imperialismo..
El marxismo, en tanto que el pensamiento más
avanzado del socialismo, suponía que el resto de
categorías sociales, campesinos o artesanos, estaba
dispuesto a desaparecer, dejando enfrentados sola-
mente a los empresarios y a los obreros industriales.
Como sabemos, tal cosa no ha sucedido en la mayoría
de los países, salvo en las sociedades más industria-
lizadas del capitalismo. Incluso, podríamos afirmar
que en el tercer mundo una gran masa pertenecien-
te a lo que nosotros hemos llamado la economía
popular, lejos de desaparecer, ha crecido considera-
blemente no solamente por procesos reformistas o
revolucionarios como la reforma agraria, sino que
como producto del gigantesco desempleo generado
por la concentración capitalista.
Luchas guerrilleras
Durante la primera mitad del siglo pasado aparecie-
ron luchas revolucionarias que en nombre del pueblo y
con apoyo del pueblo se propusieron la toma del poder
por las armas, que no pasaron de guerrillas que fraca-
saron en derrotar a los ejércitos bien entrenados por el
imperialismo estadounidense. En el caso de América
Latina, salvo Cuba y Nicaragua, los movimientos po-
líticos de izquierda no lograron triunfar por la vía ar-
mada.Sin embargo, aquellas luchas no fueron en vano
y contribuyeron grandemente a desplazar a las dicta-
duras militares del subcontinente (mesoamericano-
caribeño-sudamericano) y a democratizar la sociedad
a tal nivel que los antiguos guerrilleros se convirtieron
en partidos políticos y hoy en día gobiernan muchos
países latinoamericanos. Posteriormente, las organi-
zaciones políticas de la izquierda convencional deci-
dieron jugar en el campo de batalla de la democracia
representativa con muy buenos resultados.
Hoy en día, las asociaciones populares, tanto en el
aspecto económico como en los demás aspecto de la
vida en sociedad, aparecen reivindicando un espacio
en la socialización. Cuando decimos socialización nos
referimos tanto al derecho de las organizaciones de
gestionar directamente bienes de capital, como a la
gestión asociativa del capital en el seno de las empre-
sas privadas y del sector público. Pero también se en-
tiende la socialización como la negación o el rechazo a
todas las formas de explotación, marginación, exclu-
sión y discriminación de la riqueza social.
La agenda de la socialización alcanza a todos las ca-
tegorías sociales en los aspectos más diversos de la vida
en sociedad. Una socialización que exige una vida cada
vez más social, más democrática y más compartida.
Para los clásicos del marxismo (Marx, Engels, Lenin),
la socialización de la producción había comenzado con
el capitalismo, pero con una contradicción entre la
producción y el consumo: producción social y riqueza
individual.Cuando aparecen las sociedades anónimas,
incluso cuando aparece la estatización de importantes
medios de producción, tanto en el capitalismo como
en el socialismo de estado, aquellos pensadores y lí-
deres sociales y políticos, pioneros del socialismo,
pensaron que las sociedades anónimas o lo que ellos
llamaron el capitalismo de Estado, no era todavía el
socialismo, pero era la antesala del socialismo.
Ahora bien, sabiendo que toda nueva sociedad nace
en el seno de la vieja sociedad y que el socialismo sólo
podía surgir del capitalismo, más aún, creyendo que
mientras más desarrollado un país capitalista, más cer-
ca estábamos del socialismo, los clásicos concedieron
mucha importancia a las formas asociativas de los pro-
ductores agrupados en sindicatos y cooperativas. Para
el más lúcido y visionario, Carlos Marx, el proletariado
dejaría de existir y se transformaría en un productor co-
lectivo, en una federación de productores libremente
asociados,encooperativasdetrabajadores,amparados
del poder de una federación de comunas gestionadas
por la sociedad y al servicio de la sociedad.
En El Crédito en la producción capitalista, capítulo
XXVII de tercer tomo de El Capital, escrito por Marx,
encontramos un párrafo que resume la importancia
que tenían para Marx las cooperativas de trabajado-
res, al señalar: "Las fábricas cooperativas de los obreros
mismos son, dentro de la forma tradicional, la primera
brecha abierta en ella, a pesar de que, donde quiera que
existen, su organización presenta, naturalmente, y no
puede por menos de presentar, todos los defectos del
sistema existente. Pero dentro de estas fábricas apare-
ce abolido el antagonismo entre el capital y el trabajo,
aunque por el momento, solamente bajo una forma en
que los obreros asociados son sus propios capitalistas,
es decir, emplean los medios de producción para valori-
zar su propio trabajo (…) Las empresas capitalistas por
acciones deber ser consideradas, al igual que las fábricas
cooperativas, como formas de transición entre el régi-
men capitalista de producción y el de producción asocia-
da; la única diferencia es que en un caso el antagonismo
aparece abolido negativamente, mientras que en el otro
caso aparece abolido en sentido positivo".
Como sabemos, ha sido frecuente en los regíme-
nes socialistas practicar, aunque en forma muy limi-
tada, la cogestión entre los sindicatos y los directivos
de empresas estatales, pero sobre todo, fomentar el
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régimen cooperativo entre los pequeños productores
o los llamados trabajadores por cuenta propia. Exis-
ten dos países, Cuba y Nicaragua, donde el gobierno
y las cooperativas practican lo que llaman responsa-
bilidad compartida y que enriquecen la experiencia
de socialización mixta.
En el mundo capitalista, sobre todo en los llamados
estados de bienestar, la práctica cooperativa se ha prac-
ticado en múltiples y diversas formas, en la producción,
el acopio, el crédito, el procesamiento, el comercio, el
transporte, así como en la asociatividad local, regional,
nacional e internacional, bajo muchas formas de inte-
gración cooperativa. No es despreciable un sinnúmero
de cooperativa de consumidores o pobladores que a
nivel local gestionan recursos o servicios importantes,
como la generación y distribución de energía, alimenta-
ción escolar, jornadas de vacunación, entre otras.
Economía social en Nicaragua
Augusto C. Sandino, héroe de la lucha por la so-
beranía nacional, General del Ejército Defensor de
la Soberanía Nacional durante la ocupación de las
tropas yanquis y mentor de la revolución sandinista,
tiene una fase célebre que dice: "Yo me inclino por un
régimen cooperativo".
La revolución sandinista, a través de la reforma
agraria y urbana, a través de la organización militar
y social durante los años ochenta, pero sobre todo a
raíz de las políticas sociales delGobiernoSandinista de
Reconciliación y Unidad Nacional, ha venido creando
un ambiente favorable a la economía social, tanto en
sus aspectos asociativos como en cuanto a las políticas
públicas a favor de los sectores menos favorecidos.
Efectivamente, durante la insurrección y durante la
guerra contrarrevolucionaria, convertida en guerra ci-
vil, el pueblo nicaragüense entero tuvo la oportunidad
de organizarse y de acceder a la tierra, a los lotes urba-
nos y a los pequeños negocios. Al igual que otros paí-
ses de orientación socialista, el estado nicaragüense
pasó por una fuerte experiencia de economía estatal e
igualmente sufrió los embates del neoliberalismo, que
estatizó y vulneró internacionalmente la economía
nacional. Ante el desempleo generalizado, la gente
buscó qué hacer: unos emigraron al exterior, otros se
dedicaron a cultivar la tierra, otros pusieron tramos en
los mercados, otros se las arreglaron para prestar di-
versos tipos de servicios en las ciudades, incluyendo el
comercio y el transporte.
Si la economía social es un proyecto económico con
intereses propios, en la misma debe incluirse todo el
arsenal que requiere una clase o sector para encarnar
un proyecto. Cuando la burguesía hizo su revolución
política, liberal e industrial, tuvo que disponerse a
tomar el Estado e imprimirle su carácter burgués, a
crear su propia religión, la protestante, más acorde
a sus intereses que la católica; sus propios profesio-
nales, intelectuales y funcionarios; su propio teatro
y su propia literatura; su propia historia y su propia
geografía; sus propios himnos y su propia filosofía; en
fin su propia ciencia y su propia ideología, pero tam-
bién sus propias luchas revolucionarias; y todo esto
lo hizo apoyado por ese famoso movimiento científi-
co e ideológico de La Ilustración europea; y lo sigue
haciendo hoy día, creando su estado de derecho, sus
leyes, sus sociedades anónimas y sus corporaciones
financieras, sus intervenciones militares; así como
creó el colonialismo y el mercado mundial, saquean-
do materias primas en el mundo entero.
Hoy la economía social, la cual a su vez está basada
en la economía popular, tiene que hacer lo mismo para
crearse a sí misma o para terminar de madurar, es de-
cir, llevar a término el germen de su propia evolución,
para lo cual tiene que afinar su proyecto, alimentándo-
lo teórica y espiritualmente, con su propia práctica y
con sus propias victorias y fracasos.
Los sectores de la economía popular son sectores
que producen riqueza, pero por estar subordinados
al capital, siguen empobrecidos y todavía luchan en
el mercado capitalista de competencia. Por tal razón
es que estos sectores de la economía popular se han
tenido que organizar y movilizar socialmente, con el
fin de mejorar su correlación de fuerzas en los campos
político, social y económico.
Los movimientos sociales
Además de las formas organizativas señaladas, exis-
te un fenómeno favorable a la economía social, como
es la irrupción en la cultura política popular de un sin-
número de movimientos sociales. Los movimientos
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sociales son formas de lucha parcial, aunque pueden
alcanzar escalas mayores, emprendidas por los traba-
jadores y pobladores de todas las categorías sociales,
encaminadas a denunciar abusos sociales o políticos;
a demandar servicios públicos que favorezcan sus in-
tereses: leyes, políticas sociales, políticas económicas;
así como convenios y contratos diversos con otros
sectores de la sociedad, entre ellos con el sector em-
presarial y con organismos internacionales. Una de las
tareas más importantes y estratégicas de la economía
popular es precisamente asociarse económicamente
para escalar la cadena de valor agregado, usufructuan-
do o demandando políticas públicas que favorezcan
sus intereses, tal como lo ha hecho y lo hace el capital.
En las últimas décadas, tanto en América Latina
como en Nicaragua, los movimientos sociales se han
aliado con partidos políticos a fin de amarrar compro-
misos con los gobiernos electos y afines, a fin de en-
rumbar la sociedad por la senda de la justicia social.
Entre estos compromisos sobresalen los partidarios o
gubernamentales para la elección de representantes
de los movimientos sociales en cargos públicos.
En el caso de Nicaragua, la mayoría de los cargos
públicos, municipales o nacionales, han sido ocupa-
dos por dirigentes de las organizaciones populares
y de los movimientos sociales, gracias a su alianza
con el Frente Sandinista. Organizaciones sociales y
movimientos políticos se han dado cuenta en toda
América Latina y en Nicaragua en especial que ya no
pueden caminar los unos sin los otros.A esta gente se
le quitó el miedo a la política, es decir, lo contrario de
lo que deseaban algunos ONG; más bien decidieron
redimir la política del desprestigio y el fango donde la
dejó el neoliberalismo.
Cuando regresa el Frente Sandinista al poder en el
año 2007, después de 17 años de neoliberalismo, la
gente ha sido fogueada en las luchas armadas y pa-
cíficas contra los gobiernos liberales, lo que ha per-
mitido una práctica de responsabilidad compartida
entre las instituciones gubernamentales, los movi-
mientos sociales y los sectores más organizados de
la economía social.
Las primeras medidas del gobierno sandinista estu-
vieron encaminadas a diversificar los mercados y a capi-
talizar a los sectores populares, a través de la titulación
y mayores entregas de tierra, transferencias de capital
en especie, ofertas de crédito a los pequeños producto-
res, y creación de nuevas instituciones para favorecer la
gestión conjunta de los servicios sociales a la población.
Entre los campos de desempeño de la economía so-
cial podemos enlistar los siguientes:
1.	Sindicalización de los trabajadores (médicos y
personal de salud, profesores de todos los nive-
les, obreros y obreras de las Zonas Francas, perso-
nal administrativo del gobierno, trabajadores por
cuenta propia, transportistas, etc.). Hoy en día el
movimiento obrero tiene no solamente una cul-
tura sindical, sino una cultura política. Ha logrado
concertar una indexación del salario mínimo, ne-
gociando con el gobierno y la empresa privada.
2.	 Cooperativización de los campesinos, transpor-
tistas, pescadores, pequeños comerciantes y pe-
queños productores en general, consumidores
y prestatarios. Hoy en día existen alrededor de
5.000 cooperativas con cerca de 290.000 socios,
controlando rubros enteros, como los granos
básicos, el transporte o el ajonjolí, participando
en la producción, el acopio, el procesamiento, el
crédito y la exportación. Estas cooperativas están
organizadas en un Consejo Nacional Cooperativo
(CONACOOP) y 17 Consejos departamentales
cooperativos (CODECOOP).
3.	Organizaciones de pequeños productores del
campo y la ciudad en asociaciones comunitarias
y municipales con el fin de participar en las políti-
cas públicas. Existen muchos ámbitos llamados de
responsabilidad compartida donde participan cen-
tenares de miles de pobladores, como en las jor-
nadas de alfabetización, vacunación, elaboración
de un millón de meriendas escolares diariamente,
servicios de salud, entre otros.
4.	 Creación de un ministerio de la economía social,
llamado Ministerio de la Economía Familiar, Coo-
perativa, Comunitaria y Asociativa, MEFCCA.
5.	 Negociación tripartita del salario mínimo entre el
Estado, los empresarios y los trabajadores.
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Correo no 36

  • 1. Información, análisis y debate l No. 36, noviembre-diciembre 2014
  • 2. Correo es una publicación bimestral del colectivo de comunicadores "SandinoVive", del Instituto de Comunicación Social. Los materiales publicados por Correo pueden ser reproducidos total o parcialmente por cualquier medio de información citando la fuente. Suscripción militante: US$ 50.00 anual Precio unitario en Nicaragua: C$ 50.00 Teléfono: 2250 5741 correodenicaragua@gmail.com sumario año 6 - número 36 - noviembre-diciembre 2014 Consejo de Dirección: Carlos FonsecaTerán Gustavo Porras Orlando Núñez Scarlet CuadraWaters William GrigsbyVado Articulistas: Aldo Díaz Lacayo Carlos García Castillo EquipoTortilla con Sal Francisco Lacayo P. Jorge Capelán Vladimir Putin Producción: Marialuisa Atienza Félix Suárez Narváez Diseño y diagramación: Heriberto Morales Sandoval Editorial: México se desangra Rigoberto López Pérez: Un héroe buscando libertad Laeconomíasocial México duele e indigna Tres victorias, un solo camino Colapso imperial en cámara lenta Rusia define sus prioridades Hacia un nuevo paradigma en la educación 3 4 10 24 39 51 59 67
  • 3. 3 correo noviembre- diciembre 2014 editorial México se desangra E lena Poniatovska, la intelectual mexicana de mayor prestigio mundial, PremioCervantes 2013, pronunció un vi- brante discurso el 26 de octubre pasado, cuando se cumplían exactamente dos meses de la barbarie perpetrada por la Policía Municipal de Iguala en contra de los estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, en el estado de Guerrero. Desde entonces, 43 jóvenes están desaparecidos. "Reclamamos aquí en el centro del país, en la capital de México, la presencia de los muchachos y pedimos a cielo abierto y en voz alta: Regrésenlos", exclamó la escritora. Y agregó: "El pasado miércoles 23 de octubre, en una marcha que no convocó un solo partido, los ciudadanos se orga- nizaron solos e inauguraron una protesta ejemplar, absolutamente fuera de serie. La marcha resultó cinco veces mayor que la consignada por los medios: 350 mil personas, un río de gente seguía entrando y abarrotaba las calles aledañas al Zócalo de por sí lleno a reventar. La multitud protestaba contra el crimen de Ayotzinapa, un crimen de lesa humanidad. Los estudiantes fueron cazados, sometidos a la tortura hasta la muerte, a la desaparición forzada, a ejecuciones arbitra- rias y ahora los culpables quieren librarse de su responsabilidad acusando a los jóvenes y buscan criminalizarlos al querer ligarlos al cartel de "Los Rojos" o a "Guerreros Unidos". No se vale desviar la investigación de los hechos y deslizar en conferencias de prensa que se trata de un enfrentamiento entre cárteles.Tampoco se vale implicar a los muchachos en grupos guerrilleros. El "caso Iguala" es una mancha atroz en la vida oficial y política de México ya de por sí hundida en el lodo. La Normal Rural de Ayotzinapa,Guerrero, es muy pobre pero es el único lugar donde los que nada tienen pueden recibir una educación superior gratuita. Es la única opción de los campesinos que han escogido ser maestros rurales. Las habita- ciones de los estudiantes de la Normal evidencian la miseria, el abandono de los muchachos.Su comida también.Cuando a uno de ellos le sirvieron leche exclamó que era la primera vez que la veía y sonrió al decir que le gustaba. Así como la leche, son muchos los alimentos que los chavos desconocen. Sus camisetas, sus mochilas, sus suetercitos recargados en los muros de su cuarto vacío, sus utensilios de plástico, todos son prendas de pobre". Ya es hora de que en México hablen los pobres". En efecto, ya es hora de que los mexicanos se manifiesten por enci- ma de aquellos partidos que no los representan y más bien son portavoces de la nueva clase de narcotraficantes y de criminales organizados. "Ya es hora de que seamos consultados", dijo Elena y añadió: "Ser consultado es un derecho político que demandamos desde hace mucho tiempo los habitantes de los 32 estados de la república.Somos miles los mexicanos que no nos sentimos representados, miles los mexicanos que queremos una democracia participativa, miles de mexicanos que levantamos la voz y pedimos ser tomados en cuenta en los asuntos públicos, sobre todo en los de trascendencia nacional como es nuestro futuro energético. Los grandes temas nos conciernen pero conciernen sobre todo a los jóvenes porque además de ser el futuro tienen que mantenerse vivos.Sin ellos simplemente no hay país.Así como se dice "Sin maíz no hay país", sin los jóvenes no hay nada. Ayotzinapa está destrozado. México está destrozado. Los alumnos de la Normal de Ayotzinapa conservan los tenis rotos de sus compañeros, su ropa, hasta los cartones que les sirven de cama. Esperan su regreso a pesar de que al extraor- dinario sacerdoteAlejandroSolalinde, protector de los migrantes, varios testigos le dijeron que los estudiantes habían sido asesinados, desmembrados y tirados a una fosa a la que le prendieron fuego. No hay respuesta suficiente entre crimen tan grande. La foto del estudiante del estado de México Julio César Mondragón, al que le sacaron los ojos circula en Internet, su rostro desollado. Estamos ante una catástrofe nacional. México se desangra. La comunidad internacional está escandalizada y considera que México es ahora el país sin guerra más peligroso para los jóvenes".O mejor dicho, agregamos nosotros, un país donde las fuerzas represivas le han decla- rado la guerra a un pueblo desarmado. Elena cerró su emotivo discurso así: "Jóvenes mutilados, jóvenes sin cuerpo, jóvenes asesinados. En el mundo entero resuena la indignación. Gloria Muñoz Ramírez, la madre del estudiante de Guadalajara, Ricardo Esparza, quien asistió al Cervantino de Guanajuato, dijo que agradecía recibir el cuerpo muerto de su hijo para llevarle flores. ¿No resulta mons- truosa su conformidad?O como se pregunta ella misma: «¿Hasta dónde ha llegado el terror implantado por el gobierno en el seno de la sociedad?» Frente al terror solo queda la unión de un pueblo que se levanta y grita como lo ha hecho durante días: «Vivos se los llevaron, vivos los queremos»".
  • 4. correo noviembre- diciembre 20144 Aldo Díaz Lacayo* ________________ C incuenta y ocho años después del hecho he- roico de liberación nacional, "el principio del fin de esa tiranía" como él le llamó, todavía existe confusión entre historiadores acerca de la gesta del hé- roe nacional Rigoberto López Pérez. De ese tamaño fue la exitosa confusión manejada por Washington desde la noche misma del viernes 21 de septiembre de 1956. Noche de terror.Ulular de sirenas de patrullas militares, puertas derribadas o casi, culatazos por doquier, alari- dos de dolor multiplicados por los gritos y el llanto de las familias de centenares de capturados sin causa pero encausados como cómplices. En todo el país. Persiste la duda deliberadamente sembrada por las agencias de seguridad norteamericanas que go- bernaban el país, acerca de si ese hecho heroico fue una conspiración o una acción individual coyuntural. Porque, como esas agencias lo saben desde siempre y lo manejan estratégicamente para sus fines, aún la acción histórica más solitaria es una respuesta colec- tiva. Toda acción de liberación (individual o colectiva) es consecuencia directa del historial de la lucha libe- racionista. La historia es colectiva. La hacen los pue- blos, aunque los individuos asuman el rol específico de conducirla como líderes de una convulsión social o de impulsarla a través de certeros golpes estratégicos, como lo hizo Rigoberto –sin importar el plazo. Asociar una acción individual a un plan colectivo resulta entonces verosímil. Natural. Sobre todo si sus consecuencias son de magnitudes históricas en el sentido de transformar una realidad arraigada, y además con visos de permanencia igualmente natu- ral como era el caso de la tiranía somocista. Obvia- mente, en el caso de Rigoberto resultó mucho más fácil fabricar esa asociación natural porque la reali- dad era de suyo conspirativa y porque no existía do- cumentación sobre su propia acción. En este caso la documentación se puede inventar al arbitrio de los interesados a través del manejo mediático del rumor y de declaraciones testimoniales (supuestas o mani- puladas), que nadie puede desmentir, reiterándolos hasta la saciedad. Un manejo mediático desarrollado además sobre la base de hechos socialmente conoci- dos, o simplemente presentidos. En este contexto se continúa escribiendo que "el principio del fin de esa tiranía" fue producto de una conspiración en la cual Rigoberto sería solo el ejecutor material de un plan fraguado por el exilio nicaragüense en El Salvador, formado en su mayoría por ex-guardias nacionales. Todos comprometidos en su oportunidad con acciones patrióticas, anti-dictadura, o rebeliones frustradas, que los llevaron al exilio. Y todos también convencidos de la posibilidad real de derrotar al tirano. Actuando además en consecuencia con el ambiente revolucionario de la época. Los pueblos sin embargo nunca se equivocan. En Nicaragua y en la región, especialmente en Centroa- mérica, los pueblos asumieron de inmediato como hé- roe nacional a Rigoberto –a secas, como corresponde a los héroes. Colocándolo de inmediato en el altar de la Patria, la propia de Rigoberto y la frustrada centro- americana. Porque igualmente de ese tamaño era el odio de los pueblos del Istmo al tirano. Y también de los gobiernos, aunque no suele asumirse así, por la posición que los yanquis le habían asignado al tirano como gendarme de la zona. Imposición que esos go- biernos y sobre todos sus ejércitos (que en los casos de los Estados del norte actuaban como gobiernos) asumían como agravio a sus propias instituciones cas- trenses, como límite a su independencia y soberanía nacional. Incluso en el caso de Honduras, cuyo ejército era manejado directamente por los yanquis. Origen de la "conspiración" Desde el retumbar de los disparos justicieros de Rigoberto al tirano en la Casa del Obrero, en León, donde celebraba su nominación a la candidatura pre- sidencial en la ya mencionada noche del viernes 21 de septiembre de 1956, los yanquis asumieron la si- tuación como propia. Los yanquis, porque la Guardia estaba decapitada. –"¡Todos son culpables!", dijeron. ¿Quiénes fueron los yanquis que actuaron en Nicaragua? Habrá que investigarlo. Porque has- ta hoy día (noviembre de 2014) se asume que fue la Guardia la que actuó. Peor aún que fue la viuda del tirano quien dirigió personalmente la represión (¡habrase visto tanta simpleza!). Absolutamente imposible. Lo urgente para Washington, llamado entonces Eisenhower, era garantizar la estabilidad de Nicaragua. No podía correrse el riesgo de otro Rigoberto López Pérez Un héroe buscando libertad historia
  • 5. 5 correo noviembre- diciembre 2014 44 –año del triunfo de la revolución guatemalteca y su inevitable secuela popular revolucionaria en Centroamérica. Tardó más en pronunciarse la sentencia "todos son culpables" que en ejecutarse. Dirigentes de todos los niveles de la oposición tradicional y alternativa del país fueron hechos prisioneros de la noche del 21 a la mañana del 22. Se implantó el reino de la tortura en la búsqueda inútil de culpables, que resultaron ser los amigos y conocidos de Rigoberto –pocos desde luego. El resto de la población se mantuvo en vilo. El país po- lítico se paralizó. No se movía ni el viento. Años antes, Anastasio Somoza García, el tirano en la calificación del héroe, había concluido su período presidencial ampliado a diez años, en 1947. La revo- lución guatemalteca se encontraba en su apogeo. "Es mejor convocar elecciones fraudulentas", le recomendó Truman, el yanqui de turno. Somoza escogió un mal candidato presidencial. "Un iluso converso y además viejo"– pensó. Leonardo Argüello sin embargo no había cambiadonienapariencia.Conservabasubarbadepera –"barba de chivo" le llamaba la juventud antisomocista. Veintiséis días después de su toma de posesión, Don Leonardo, como se le llamaba por su edad, destituyó a Somoza García de todos sus cargos, incluso de Jefe Director de la Guardia Nacional. Lo nombró Jefe del Comando Militar de León, donde Argüello pensó que podría controlarlo fácilmente. Era su ciudad natal, allí había actuado políticamente toda su vida, incluso con- tra los yanquis en 1912. –"¡Golpe de Estado!" dijeron los yanquis, y lo destituyeron en un segundo. El ímpetu revolucionario pervivía en Centroamérica. Restable- cieron en el mando a Somoza García pero cuidándo- se de evitar esa imagen a nivel regional. Decidieron no reconocer al nuevo gobierno del tirano. Cómo, si ellos son la expresión paradigmática de la democracia. Hasta creen que inventaron este sistema de gobierno. Ahora (2014) los yanquis insisten en creérselo aunque están absolutamente desprestigiados. El mundo ha cambiado desde entonces. El discurso de toma de posesión de la Presidencia de la República de LeonardoArgüello fue memorable (uno de mayo de 1947). Anunciaba una nueva era. Así lo dijo "...que no se posponga la arriesgada impostura democrá- tica que lleva al descrédito a los partidos liberales de go- bierno... que se ponga punto final al ejercicio de fuerzas imbuidas de ensañamiento y desatadas por la ambición de los caudillos a fin de prolongar sus empíricos e infunda- dos predominios políticos … que laGuardia Nacional con- tinúe siendo garantía de paz orden y seguridad (…) des- vinculada de las contiendas políticas … no seré, tenedlo por cierto, un simple presidente de turno, arrastrado por el manso llevar de la costumbre y de la tradición": ¡Cómo no derrocarlo! ¿Auguraba una nueva Guatemala? Los yanquis recordaron al Leonardo Argüello de 1912 im- pidiendo el tránsito del ferrocarril cargado de armas y soldados yanquis hacia Managua. El entusiasmo de los jóvenes Guardias académicos fue inmenso. Habían sido formados en el respeto y de- fensa de la Constitución de la República. No dudaron en asociarse al presidente Argüello y lo acompañaron en su caída. La Guardia se fracturó. A partir de enton- ces se pretorianizó. Los jóvenes oficiales, la mayoría de clase media alta y quizás de ascendencia conser- vadora (recomendación yanqui desde la fundación de la Guardia), salieron al exilio. Casi todos a El Salvador. Habrá que recordarlo: llegaron en 1947. La revolución guatemalteca se encontraba en su apogeo. Luego vendría la rebelión de abril de 1954 y nuevos exiliados. Algunos también a El Salvador. Ambiente conspirativo Porque un año después del derrocamiento de Leonardo Argüello, incruento pero de profundas consecuencias para Nicaragua y Centroamérica, jóvenes oficiales salvadoreños se alzaron con el poder. Inauguraron un nuevo gobierno revolucio- nario (1948-56) de tendencia francamente priista (su líder el Coronel Oscar Osorio había hecho es- tudios de Estado Mayor en México), formando el Partido Revolucionario de Unificación Democrática (PRUD), como partido único. Los jóvenes ex-guardias nicaragüenses llegados en el 47 se sumaron inmedia- tamente al PRUD. Más bien fueron cooptados por sus pares salvadoreños como baluarte contra la acechan- za del gendarme Somoza. (Paréntesis obligado: los yanquis fueron retomando el control del gobierno revolucionario, lográndolo comple- tamente en 1956, año de la acción heroica de Rigoberto.
  • 6. correo noviembre- diciembre 20146 Pero no echaron en saco roto la experiencia delGolpe de Estado como eventual instrumento de contención de potenciales acciones revolucionarias de mayores con- secuencias, como en la práctica fue el caso debido a los triunfos de la revolución guatemalteca. Actuando a la sombra, incluso al margen de la honestidad de los gol- pistas, capitalizaron los posteriores golpes después del triunfo de la revolución cubana y más tarde de la nica- ragüense –el somocismo sin Somoza que intentaron en Nicaragua algunos años después). Los jóvenes oficiales nicaragüenses no perdieron tiempo. Empezaron a conspirar contra el tirano. Se asociaron marginalmente a la Legión de El Caribe y le dieron seguimiento activo –no hay registro (o no lo conozco) de que hubiesen estado comprometidos con la acción en que murió el General Gregorio Colindres en el 48, en la frontera honduro-nicaragüense. Alen- taron y sin duda participaron en la rebelión de abril del 54, de la cual estaban enterados porque la Guar- dia en el exilio conservó su espíritu de cuerpo y fue obediente a la línea de mando, bajo el liderazgo del coronel ManuelGómez, en ese entonces elGN de más alta graduación. Y tras la invasión norteamericana a Guatemala, inmediatamente después del fracaso de la rebelión de abril en Nicaragua, la conspiración con- tra Somoza se materializó. Sin duda alentados por el gobierno salvadoreño, por temor a que la CIA conti- nuara contra ellos. Empezaron a armar entonces un movimiento re- volucionario con la participación determinante del millonario (así se le consideraba) diriambino Fabio Gallo, cuya última visita a El Salvador fue el 27 de ju- lio de 1956, antes de la gesta de Rigoberto, según el posterior informe del Embajador de Nicaragua. Fabio aportó un pequeño lote de ametralladoras italianas Beretta, que el gobierno salvadoreño permitió que ingresaran al país ocultas en las paredes de pequeñas refrigeradoras marcaGallo, su apellido. El Movimiento terminaría en 1958 con el fracaso de Lepaguare (llano hondureño donde aterrizó el avión de La Nica, recu- perado en Miami por los pilotos ex-fuerza aérea nica- ragüense, capitán Manuel Rivas Gómez y teniente Alí Salomón), e inmediatamente después con la muerte en combate del General Ramón Raudales, en octubre de ese año. El Salvador se convirtió entonces en el epicentro de la revolución nicaragüense dirigida por la ex GN en el exilio.Ansiada más que potencial, porque las condicio- nes subjetivas al interior de Nicaragua aún no madura- ban, había un aletargamiento de la conciencia popular. En parte por el peso de la represión real o presentida, y por hastío de tanto fracaso –sobre todo el de la re- belión de abril de 1954, que paradójicamente marcó a la generación que sí lograría iniciar la revolución. Pero también por la estabilidad política debida a la bonanza económica producto del boom del algodón. Somoza lo sabía. Por eso se lanzó a la reelección presidencial. Los yanquis también. Por otra parte, entonces Washington dirigía y daba seguimiento a las demandas populares en los llama- dos países socialistas del Este europeo. La estabilidad de la región era como siempre estratégica. ¿Quién me- jor que el probado gendarme Somoza para garantizar la de Nicaragua, y de paso la de los otros países centro- americanos? La CIA había abortado la revolución gua- temalteca en junio de 1956, y ese mismo año llegaría a la presidencia de El Salvador José María Lemus, un coronel joven pero con espíritu de la vieja guardia. Re- presivo. Pro-yanqui. Somocista. Rigoberto López Pérez En el transcurso de aquella conspiración aparece Rigoberto López Pérez en escena. Entonces ciuda- dano anónimo como siempre lo fue, hasta la noche luminosa de aquel viernes 21 de Septiembre de 1956. Solitario. Tímido. Huraño. Místico. Socialmente re- traído pero fraterno. Sensible –poeta al fin. Leonés de la clase media baja conocido en su pueblo por sus inquietudes intelectuales y por su inclinación al perio- dismo. Paciente y persistente, ¿cuántas veces habrá suplicado a los directores de diarios leoneses que le publicaran sus poemas y sus artículos, antes de que lo
  • 7. 7 correo noviembre- diciembre 2014 asumieran como poeta y periodista? Jamás nadie sin embargo pudo asumirlo como revolucionario, tal vez ni como patriota. Menos los nicaragüenses conspirado- res de ElSalvador, que nunca antes habían sabido de él. Rigoberto llevaba algunos años en El Salvador. Por recomendación de sus amigos periodistas leoneses ha- bía llegado aSanSalvador el martes 19 de junio de 1951 en busca del mecenazgo del también poeta y perio- dista Luis Felipe Toruño, nicaragüense antisomocista militante, de largo autoexilio en ese país, nada menos que editorialista y tal vez director de hecho del Diario Latino –entonces el más importante diario salvadore- ño, abiertamente crítico del gobierno y de la situación social imperante. Toruño recibió bien a Rigoberto, le permitió escribir en las páginas del periódico y le apoyó en la búsqueda de algún trabajo permanente. Marcado por el cruento fracaso de la rebelión de abril de 1954, Rigoberto entró a formar parte de la genera- ción de jóvenes nicaragüenses (identificada a posterio- ri como generación del 54) que desde entonces perdie- ron la fe en los políticos tradicionales y en una solución política a la cruel y continuada tiranía somocista.Calla- damente como era su personalidad, Rigoberto empezó a estudiar la situación de su Patria. Lo hizo asistiendo asiduamente a la Embajada de Nicaragua para leer todos los periódicos que entonces se publicaban en su terruño. Su presencia nunca despertó sospechas entre el personal diplomático, más bien llegó a resultarles parte del entorno cotidiano de la Embajada, porque no hablaba con nadie. En su amplio informe (No. 811 del 26 de octubre de 1956) al nuevo Jefe Director de la Guardia Nacional, Coronel Anastasio Somoza Debayle, el entonces em- bajador Leonte Herdocia (que después defeccionaría y posteriormente se integraría honestamente a la revo- lución sandinista), describe a Rigoberto como "hom- bre de pocas amistades, que no se le conocieron nexos con nicaragüenses enemigos políticos de nuestro régi- men, y que sus únicas aficiones eran el cine y el base- ball". Era pues discreto. Gracias a ese informe se sabe que Rigoberto realizó cuatro viajes a Nicaragua como preparación de su gesta heroica: 1) el 13 de octubre de 1955, 2) el 21 de abril, 3) el 16 de junio, y 4) su salida definitiva el 5 de septiembre de 1956, en el vuelo de TACA 401. Desde luego, todos con el respectivo visado de la Embajada. Precisamente su afición al baseball fue el vehículo natural para entrar en contacto con los ex GN nicara- güenses en El Salvador en una fecha aún no precisada. Probablemente se encontró primero con Guillermo Marenco Lacayo. Hizo amistad con él y, quizá a princi- pios del 56 después de su segundo viaje a Nicaragua, le expresó su deseo-convicción de ajusticiar al tira- no. Rigoberto había acumulado entonces suficiente información sobre la situación política del país y de alguna manera se había enterado de la conspiración revolucionaria que ellos estaban armando –la ya mencionada del diriambino Fabio Gallo. ¿Cuánto tiempo tardó Guillermo en asumir como real la voluntad-decisión de Rigoberto? Un dato des- conocido. Finalmente la comentó con algunos de sus compañeros y juntos decidieron llevarlo al seno de su colectivo militar, una suerte de Consejo de la ExGN en El Salvador. Tampoco se sabe si después de aceptar -apoyar a Rigoberto y comprometerse con su prepa- ración, informaron a la Jefatura de laGuardia Nacional en el exilio, a cargo del Coronel Manuel Gómez, como ya se dijo. Dos temas pendientes. Los hechos La reunión del Consejo se llevó a cabo en casa-hos- pedaje-familiar de Rosita Perdomo, donde vivía el ex Teniente Guillermo Marenco Lacayo (en la 15 calle Po- niente casi esquina con la Avenida España, entonces todavía zona residencial de San Salvador). Asistieron la mayoría de ex oficiales GN que respaldaron al presi- denteArgüello en 47, más algunos allegados civiles que formaban parte de su apoyo logístico (no tengo segu- ridad en cuanto a la asistencia de Rigoberto). Según testimonio del el exTeniente RafaelValle Roa, presente en la reunión, decidieron no invitar al exCapitánAdolfo Alfaro Carnevallini, de la rebelión de abril del 54 y el de mayor graduación de los GN en El Salvador, "por su ca- rácter eufórico explosivo", solamente. Probablemente hasta entonces la relación directa con Rigoberto se ha- bía hecho a través de Marenco Lacayo. La reunión fue consecuencia de la insistencia de Rigoberto después de que los ex-oficiales del 47 se habían negado a apoyarlo con el argumento de pre- servar su vida. – "Con o sin el apoyo de ustedes llevaré a cabo mi ac- ción", les respondió Rigoberto. El Consejo decidió entonces, según el ya menciona- do testimonio de Valle Roa, 1) hacerle ver a Rigoberto que no saldría con vida, para que cobrara conciencia plena de su sacrificio, y 2) que las posibilidades de éxi- to de la acción eran absolutamente nulas sin la debida preparación en la técnica de tiro. Decidieron en conse- cuencia enseñarle a disparar desde cualquier ángulo, hasta convertirlo en tirador profesional. La preparación le fue asignada a Marenco Lacayo, y fue iniciada en los entonces alrededores del San Salvador (hoy día totalmente urbanizados). Sin em- bargo, razones de trabajo obligaban a Guillermo a viajar al interior del país por períodos relativamente prolongados. Pronto se presentó esa eventualidad y, por fin, le trasladaron la responsabilidad al ex- Capitán Alfaro.
  • 8. correo noviembre- diciembre 20148 – "Capitán, aquí está Rigoberto López Pérez, quien dice que está capacitado para matar a Somoza", le dijo Guillermo, según testimonio del propio Alfaro (La Prensa, jueves 4 de Octubre de 1979). Concluida su preparación, Rigoberto era capaz de pegarle a un pañuelo hasta seis metros de distancia y desde cualquier posición, incluso estando acosta- do –según contaba muchos años después Guillermo Marenco Lacayo. Como se sabe, Rigoberto hizo su último viaje a Nicaragua el miércoles 5 de septiembre de 1956. Es- taba enterado de la fausta conmemoración centroa- mericana del primer centenario de la Guerra Nacional, que se llevaría a cabo nueve días después y cuya orga- nización había estado a cargo de la ODECA. Conocía esta información no tanto por los periódicos salvado- reños, sede de la ODECA, sino por los de Nicaragua que informaban profusamente la llegada de todos los mandatarios centroamericanos a San Jacinto. Rigoberto quiso ligar su acción de liberación al cen- tenario de aquella otra liberación nacional. Porque sin duda para él Somoza era otro Walker –esa era real- mente la connotación del tirano a nivel nacional y cen- troamericano. Fue a San Jacinto, examinó todas las posibilidades, pero no pudo llevar a cabo el ajusticia- miento. Las condiciones no se lo permitieron. De todas maneras no tenía prisa.También estaba enterado de la convención liberal en León que proclamaría a Somoza candidato del Partido a la reelección. Era la primera vez que se intentaba una reelección en Nicaragua –la histo- ria convencional dice lo contrario. Lo que pasó la noche del viernes 21 de septiembre de 1956 es de todos conocidos. El cadáver de Rigoberto, o lo que quedó de él, desapareció para siempre. El tira- no quedó herido de muerte y no se sabe a ciencia cierta cuándo murió. Por razones de seguridad la noticia ofi- cial fue hecha pública siete días después. La oposición estuvo meses en la cárcel. El exilio engrosó sus filas. Para Rigoberto su muerte era íntimamente presen- tida. Su sensibilidad de poeta le permitió visualizarla nítidamente. En una estrofa de uno de sus poemas dice: "Una bala me ha alcanzado / He caído al suelo con una oración / Estoy solo y abandonado / En el sueño hago esta confesión". Los hechos colaterales Desde su aceptación por los ex-GN en El Salvador, la propuesta acción de Rigoberto despertó el espíritu conspirativo de algunos de sus miembros, y quizás de los pocos civiles que los acompañaban. Algo natural. Hasta hoy día sin embargo (noviembre de 2014) no se sabe si las acciones conspirativas resultantes contaron o no con la anuencia de Rigoberto. Probablemente no. Se conocen por lo menos dos. En su ya mencionado testimonio, el ex-capitán Adolfo Alfaro relata que aprovechando su amistad conspirativa con el coronel Gaitán dentro de las filas de la Guardia Nacional "se me ocurrió hacer una carta paraGaitán anunciándole que en un término no mayor de treinta días iban a ocurrir sucesos trascendentales dentro de las filas del ejército que debía aprovechar con creces. Lehacíaverqueerasuúltimaoportunidaddequesumiera (hundiera) la jefatura del ejército y su descendencia hu- milde (sic), hecho que tenía valor para que actuara. /Con- fié la carta al (ex) capitán Enrique Callejas, quién expresó estar dispuesto a hacer llegar la carta a Gaitán, pero en realidad la nota nunca llegó a su destino. Esta acción conspirativa de Adolfo Alfaro nació muerta, así lo reconoce él en su testimonio. Por entu- siasmo extremo (¿tenían razón sus correligionarios del 47?) él partió de tres supuestos falsos: 1) que la acción de Rigoberto implicaba sucesos trascendentales den- tro de las filas de la Guardia, 2) que Gaitán conservaba podersuficienteparaaprovecharesossucesos,y3)que Callejas se arriesgaría entregando la carta. La realidad desmentía el entusiasmo de Alfaro. Gaitán estaba "caído" desde 1954 y sin duda no se encontraba acti- vo, al menos no de hecho, en la estructura de la Guar- dia. Había sido imputado de cómplice de la rebelión de abril del 54, y como no se le pudo probar tal com- plicidad fue enviado de Embajador a Argentina (des- de ahí, su hijo Germán Gaitán colaboró con Gregorio Selser aportando algunos datos para el libro Sandino, General de Hombres Libres). Conociendo la naturaleza pretoriana de la Guardia, Callejas decidió no entregar la carta. Es verdad que dentro de laGuardia existían al- gunos oficiales inconformes, eficientes y honrados los calificó el fiscal militar, pero todos estaban en la lista de enemigos potenciales –algunos fueron condenados después de la gesta de Rigoberto. La otra acción nunca tuvo paternidad. Alguien de- cidió poner en contacto a Rigoberto con opositores políticos destacados. Se dijo que con ese propósito lograron aprovechar el regreso a Nicaragua de un opositor conservador para llevarles ese mensaje, adelantándoles que Rigoberto se identificaría con una revista Bohemia. Llegado el momento los des- tinatarios habrían reaccionado negativamente. La personalidad de Rigoberto no daba para este tipo de conspiración. Su retraimiento social, su solitarismo, su discreción, su convicción de que su acción era solo de él, la niegan. Como ya dijo, el ambiente centroamericano era al- tamente conspirativo, y el de El Salvador mucho más. ¿Cuántas otras acciones colaterales semejantes hubo? Nadie lo sabe. No es aventurado afirmar que pudieron haber sido muchas. Tantas como nicaragüenses que conocían la acción de Rigoberto. La mayoría sin ánimo
  • 9. 9 correo noviembre- diciembre 2014 conspirativo, simplemente para anunciar "el principio del fin de esa tiranía". No hay que olvidar que hasta una compañía de se- guros de El Salvador (La Centroamericana) estuvo in- volucrada. Aceptó emitir una póliza de vida por diez mil dólares a favor de la madre de Rigoberto, pagada por cierto sin poner ningún reparo a doña Soledad López tan pronto pudo llegar a El Salvador. Hasta ahí llegaba la solidaridad salvadoreña con el antisomo- cismo nicaragüense. ¿Qué hizo Rigoberto? Sinduda,hastadespuésdesuúltimoviajeaNicaragua del miércoles 5 de septiembre Rigoberto contactó a sus amigos leoneses. Primero a EdwinCastro Rodríguez, a quien conocía por afinidades de poeta y porque en la imprenta de Edwin él logró publicar algunos poemas. Luego a Ausberto Narváez Parajón y Cornelio Silva Argüello –los tres fueron fusilados posteriormente al amparo de la infame "ley fuga". Probablemente, sin embargo, estos contactos los hizo Rigoberto des- pués del fracasado intento de San Jacinto. Lo de- más lo harían sus propios amigos, informándoles del hecho a su círculo de confianza, como fue el caso de Tomás Borge, quien recibió la información de parte de Edwin.Tanto la decisión de Rigoberto como las ac- ciones conspirativas colaterales se conocieron hasta después de la gesta del principio del fin. "Si hubo alguna conspiración –dice el fiscal militar de la causa, el ex-teniente y abogado Agustín Torres Lazo– en aquellos días trágicos de septiembre de 1956 fue la que ambos hermanos (Somoza) orquestaron para implicar no solo a decenas de ciudadanos inocentes que políticamente les hacían sombra, sino a miembros de su propio ejército, eficientes y honrados, a quienes decidie- ron eliminar para ejercer sin cortapisas un control más personal y despótico sobre la Guardia Nacional y el pue- blo de Nicaragua (…) Para interpretar mejor el génesis y las secuelas de aquellos acontecimientos, es necesario admitir que aún sin la participación de Edwin Castro Rodríguez y los pocos hombres que le acompañaron, Rigoberto López Pérez habría perpetrado de todas ma- neras su atentado, simplemente porque él y solo él, ya había tomado la decisión personal de ofrendar su vida a cambio de la del tirano (La Saga de los Somoza). Y el fiscal de la causa tenía toda la información – aunque él asume que fueron los hermanos Somoza quienes dirigieron la conspiración y no las agencias de inteligencia norteamericanas. Tal vez tuvo en sus manos la carta de Rigoberto a su madre Soledad in- formándole de su acción en los mismos términos de su propia conclusión: "…he decidido, aunque mis com- pañeros no querían aceptarlo, el de tratar de ser yo el que inicie el principio del fin de esa tiranía. Si Dios quie- re que perezca en mi intento, no quiero que se culpe a nadie absolutamente, pues todo ha sido decisión mía". Ergo: no hubo conspiración. Rigoberto actuó solo, como él se lo había propuesto. Solo de él es el mérito. Solo a él le corresponde el reconocimiento de Héroe Nacional. ¡Viva Rigoberto! (*) Historiador y diplomático.
  • 10. correo noviembre- diciembre 201410 Orlando Núñez Soto ______________ E ste artículo tiene como objetivo, no solamente analizar el concepto y la realidad de lo que se ha venido llamando economía social o econo- mía social solidaria, sino continuar con el debate alre- dedor de una estrategia alternativa al sistema actual, incorporando las mejores lecciones del pasado. Asi- mismo, me interesa incluir en la agenda la discusión surgida de algunos sectores, quienes proponen que lo que ellos llaman economía social debería ser consi- derado como el tercer sector de la economía, entre el sector público y el sector privado, entre el Estado y el mercado, incluso entre el capitalismo y el socialismo. Asimismo, abordaremos la relación entre la economía social y la economía popular, la vinculación de la eco- nomía con el socialismo y analizaremos la práctica de la economía social en Nicaragua. Aunque el término tiene raíces en el asociacionismo laboral del siglo XVIII europeo, el mismo se ha reacti- vado últimamente y comienza a ser apadrinado por los organismos internacionales y por un conjunto de activistas sociales de diferentes corrientes, sobre todo a raíz de la implosión del campo socialista y de las cri- sis financieras y medioambientales generados por el capitalismo. Para que el lector no entre tan desprevenido en este texto e intentando resumir una variada y dispersa con- ceptualización aparecida últimamente en la bibliogra- fía, digamos que la economía social o economía social solidaria se refiere a un conjunto de organizaciones –la mayoría de ellas tomando distancia o combatiendo los valores del mercado y del capital– de trabajadores, productores, consumidores y pobladores, motivados y orientados por la participación democrática, la ges- tión colectiva, el bien común y la reivindicación de un sinnúmero de derechos encaminados a la igualdad de oportunidades para todos y todas. Marco de referencia y origen En el siglo XVIII europeo y al calor de las lucha obre- ras del naciente capitalismo industrial, apareció un movimiento asociacionista de carácter revolucionario, sobre todo en Francia e Inglaterra, ensayando formas alternativas a las fábricas obreras y a la explotación capitalista. Aquella práctica social generó diferentes corrientes de pensamiento, desde lo que Marx consi- deraba el socialismo utópico hasta el marxismo y el anarquismo, incluso corrientes liberales o cristianas que pretendían paliar la pobreza reinante desde el gobierno o desde organizaciones filantrópicas y asis- tencialistas. Desde entonces, el asociacionismo ha es- tado motivado por encontrar una salida a las formas excluyentes engendradas por el Estado liberal y por el capitalismo industrial. En la segunda mitad del siglo pasado, cobraron relevancia pública, entre otros, tres términos-ideas convertidos en organismos que pugnan por ocupar la palestra nacional e internacional y que provienen de la cooperación internacional y de los aparatos ideológi- cos del mundo desarrollado, a saber: a) Los Organismos No Gubernamentales (ONG) b) La sociedad civil c) La economía social (frecuentemente acompaña- da del término solidario) Podríamos agregar que estos tres términos o en- tidades están relacionados y se apoyan mutuamen- te, siendo los ONG quienes más han contribuido a promover su identidad. El común denominador de esta tríada ha sido la voluntad de tomar distancia del protagonismo gubernamental, partidos políticos y movimientos sociales; en otras palabras y sobre todo en América Latina, tal motivación aparecía como una intención de ocupar el vacío que había dejado la iz- quierda orientada por el socialismo. Dentro, paralelo o fuera de este escenario han surgido un conjunto de concepciones y organizaciones que han tomado dis- tancia de la influencia europea por conciliar la crítica a los efectos del capitalismo con el propio capitalis- mo en su etapa neoliberal. La economía social análisis
  • 11. 11 correo noviembre- diciembre 2014 El origen de estos tres conceptos está relacionado con la implosión del socialismo, la reactivación o pro- moción de la democracia burguesa y la irrupción de las políticas neoliberales. El neoliberalismo ha sido hasta ahora el gran ganador, tanto en el discurso como en la realidad, ya sea en el primero, en el segundo o en el llamado tercer mundo. El neoliberalismo, incluso, ha contribuido grandemente al desplazamiento tanto del liberalismo como del socialismo en el ámbito de las fuerzas políticas, económicas, sociales e ideológi- cas del mundo entero. El otro gran ganador en esta grande y compleja madeja de intereses, han sido las corporaciones financieras, fortalecidas en su hegemo- nía con el apoyo de grandes medios de comunicación. Los ONG Los ONG se definen como organismos no guberna- mentales, no partidarios y se dicen sin fines de lucro. A su favor, ha contribuido la incorporación o coopta- ción de centenares de miles de intelectuales y líderes sociales, en gran parte provenientes de lo que fue la izquierda tradicional, apoyados por la llamada coo- peración internacional.Todo el peso de la crítica tuvo como punta de lanza la lucha contra los gobiernos del bloque socialista, contra algunas dictaduras, contra la corrupción y la ineficiencia en el seno de la cosa pú- blica, no del todo sin razón, pero sobre todo contra los partidos y gobiernos de izquierda, particularmen- te en aquellos países donde la izquierda tradicional comenzó exitosamente a incursionar en la lucha de- mocrática por el poder, y a la que le han declarado la guerra tildándole de encabezar gobiernos populistas y autoritarios. Para las fuerzas neoliberales, la labor asistencialis- ta de muchos ONG, aunque no de todos, más actuali- zada y mucho mejor dotada ideológicamente que las iglesias religiosas, sirvieron de colchón amortiguador contra los efectos de la privatización de la cosa pú- blica y el desmantelamiento de las economías na- cionales, así como de la reversión de las principales conquistas laborales. Dicho sea de paso, los ONG y todas sus figuras más connotadas se disputaban el primer lugar entre los sujetos que adversaban al estado y que se fueron au- tollamando de la sociedad civil. Fue así que muchas veces la sociedad civil llegó a ser sinónimo de un gru- po de notables que a cambio de la crítica a todo lo relacionado a la soberanía nacional y haciéndose car- go resignadamente de la realidad de la globalización, llegaron a gozar de mucho prestigio en los medios de comunicación, convirtiéndose en los nuevos sujetos de lo que algunos sociólogos llamaron la derecha posmoderna, opositores al gobierno, pero identifica- dos con el sistema. Por supuesto que muchos intelectuales y activistas sociales llegaron de buena fe a este acontecimiento, pues aquellas posiciones coincidían frecuentemente con sus mismas banderas, aunque enarboladas por mo- tivaciones, objetivos e intereses diferentes. Es así que desde el seno de los ONG se han destacado y han sur- gido muchos militantes de todas las causas justas, ha- bidas y por haber.Y no dudamos de su buena intención y de sus motivaciones de constituirse en entes autóno- mos que aspiran a tomar distancia de lo peor del mundo de la política tradicional, pero también del capitalismo. Claroestáquetalautonomíanohasidofácil,sobretodo por el masivo apoyo financiero y muchas veces condi- cionado por la cooperación internacional. En este contexto y a medida que se desenmasca- raba la pretendida y modernizante agenda neolibe- ral, los espacios públicos, los discursos, los recursos y la clientela, fueron disputados entre los partidos políticos, los ONG más distanciados de la izquierda y los movimientos sociales. En un primer momento los ONG lograron aislar a los movimientos sociales o enfrentarlos a los partidos políticos que criticaban al neoliberalismo; en un segundo momento los movi- mientos sociales decidieron aliarse con los partidos políticos de izquierda. Hoy en día, una vez que el socialismo, el naciona- lismo radical y las viejas conquistas del estado liberal o del estado de bienestar han sido desplazados de la agenda y de la realidad nacional e internacional, la crí- tica y la denuncia del neoliberalismo ha comenzado a cobrar beligerancia. Muchos intelectuales, embarca- dos ingenuamente en el proyecto de la globalización y el neoliberalismo, han comenzado a regresar al redil de las luchas sociales; por su lado, las organizaciones de la izquierda convencional, más vencida que con- vencida, comenzó a incursionar con buen éxito en la democracia representativa. La sociedad civil Para los ONG más ideologizados contra la izquierda tradicional, la sociedad civil no es más que la oposi- ción de los buenos ciudadanos contra los malos fun- cionarios. En otras palabras, la sociedad civil ha sido concebida como el nicho para legitimar una oposición aparentemente no política contra los gobiernos llama- dos ilegítimos, no importando que su legalidad esté haya sido refrendada por una mayoría electoral. Opo- nerse al gobierno contribuiría así a disipar al Estado, y criticar los efectos del sistema permitiría legitimar al mismo sistema. En fin, toda una catarsis que ha per- mitido el debilitamiento de la soberanía nacional, ha facilitado los estragos de la globalización y ha contri- buido grandemente con el desprestigio de la izquierda tradicional y de cualquier pretensión socialista.
  • 12. correo noviembre- diciembre 201412 Para los grandes analistas, el ámbito de la sociedad civil es el ámbito del mercado; así fue para Hegel, para Marx, pero también para el gran neoliberal Friedrich Von Hayek, economista austríaco, independiente- mente que cada uno guardara un propósito propio frente a la misma. Para Marx, la sociedad civil –o lo que es lo mismo, el mercado– debe desaparecer, mientras que para Hayek o para los neoliberales, la sociedad ci- vil o el mercado tiene que prevalecer, incluso sustituir al propio Estado. No es por casualidad que hoy en día, al menos en Latinoamérica, los empresarios capitalis- tas están cada vez más presentes en cuerpo y alma en los foros de la llamada sociedad civil. Por supuesto que es más llamativo y astuto llamarle sociedad civil que llamarle mercado, pero la diferencia no deja de ser de matices ideológicos. Tampoco es casualidad que en- tre los primeros asistentes al bautizo de la economía social hayan estado algunos ONG y algunos empresa- rios, bajo la expresión de la llamada Responsabilidad Social Empresarial. Al interior del marxismo, sin embargo, existe otro ángulo o enfoque sobre el concepto de sociedad civil, referida a la disputa por la hegemonía. Para un mar- xista como Lenin, la hegemonía o control social debe recaer en los aparatos políticos de Estado, es decir, en la sociedad política o mundo de la coerción y de la ley; mientras que para otro marxista como fue Gramsci, la hegemonía debería referirse y recaer en la "orienta- ción intelectual y moral de la sociedad", es decir, en la sociedad civil o mundo del consenso disputado ideoló- gicamente. ParaGramsci el Estado es igual a Sociedad Política + Sociedad Civil. Un neoliberalismo más fino diría Sector Público + Sector Privado. En otras palabras y para disculparme de la aparen- te confusión, Mercado, Sociedad Civil, Sector Privado (entiéndase capitalista), convergen en un mismo espa- cio donde pacíficamente se ventilaría la competencia no solamente en el mundo mercantil de los valores (materiales), sino también en el mundo cultural de los valores (ideológicos). Para Gramsci, junto a las luchas por el poder político habría que conceder un papel muy importante a las luchas anti hegemónicas. El filósofo marxista francés Louis Althusser, hacía la diferencia entre aparatos políticos de estado (ámbito coercitivo de la ley) y aparatos ideológicos del estado (ámbito pactado o consensuado de la opinión públi- ca), ambos utilizados por todo Estado, entendiendo el Estado como el ámbito del pacto social del sistema. Entre los aparatos ideológicos del Estado, Altousser incluía la familia, la escuela, los medios de comunica- ción; como sabemos, estos últimos han jugado un pa- pel cada vez más beligerante en la lucha ideológica y por lo tanto en la lucha política. Ninguno de los autores mencionados, la sociedad política o la sociedad civil tiene que ver con sujetos, sino con funciones o formas (coercitivas o persuasivas) del Estado, aunque ejercidas por sujetos, identificados por la función. Un funcionario policía puede reprimir y otro funcionario juez puede administrar justicia; igual- mente, un ciudadano pacífico puede disputarse la opi- nión pública, mientras otro ciudadano puede actuar de la forma más violenta que se conozca; el caso extremo de esto último sería el concepto de guerra civil, referi- da a la guerra entre ciudadanos. La verdad es que el Estado siempre fue concebido y siempre actuó simultáneamente como sociedad polí- tica y como sociedad civil, con la fuerza y con la astucia (decía Nicolás Maquiavelo), con la espada y la acultu- ración (Conquista y colonización); incluso al interior de la primera sociedad civil conocida en occidente (la iglesia católica), también se recurrió simultáneamente a los aparatos coercitivos (la Inquisición) y a los apara- tos ideológicos (la evangelización). A inicios del presente siglo, los aparatos del imperio se cansaron de ofrecernos el consenso deWashington y se decidieron a imponernos la fuerza. Una vez debilita- do el mundo alternativo, la sociedad política vuelve so- bre sus fueros y arremete con toda la furia militar. Pos- teriormente,unavezquelosmillonesdedesocupadosy empobrecidos del sistema han sido desarmados, se les ofreció una nueva ilusión: convertirse en empresarios, pero a nivel microeconómico, es decir, en microempre- sarios, en un mundo donde sólo sobreviven los grandes
  • 13. 13 correo noviembre- diciembre 2014 empresarios y las corporaciones financieras, y a quienes pocas veces se les alude a la hora de hacer los inventa- rios de los desastres sociales y naturales.Algunos hace- doresdeopinión,máscínicos,presentaronlamuertede la naturaleza y de millones de asesinados como daños colaterales de sus tropelías. Hoy en día, algunos líderes políticos y sociales, así como algunos intelectuales o funcionarios de la coo- peración internacional, incluso desde el seno de los organismos multilaterales, incapacitados para cam- biar las reglas del juego del desarrollo, se dedicaron a cambiar el nombre o al menos el apellido. Hasta hace poco, nos ofrecieron un desarrollo con rostro humano o un desarrollo sostenible. Hoy se atreven a ofrecernos un contrasentido mayor y nos sugieren un capitalismo inclusivo, sobre todo después de las recurrentes crisis ecológicas, financieras y militares protagonizadas por el capital financiero-especulativo y por el propio impe- rio militar occidental. Junto a los ONG y a la sociedad civil, la agenda de la cooperación internacional y otras corrientes nos ha ofrecido otro concepto: el de economía social o econo- mía social solidaria.Un concepto que, como ya mencio- namos, se emparenta con la vieja corriente asociacio- nista posterior a la revolución francesa. Por supuesto que los desempleados empobrecidos no esperaron orientación alguna para sobrevivir y se pusieron a pro- ducir y a incursionar en los pequeños negocios, lo que ha generado –particularmente en los países más empo- brecidos– toda una economía de sobrevivencia, la que paraalgunosaparececomoelprincipalsujetoalrededor del cual giraría la economía social. Sin hacer de la necesidad una virtud, pero tampoco huyendo de la realidad realmente existente, por muy dura que sea, pretendemos analizar las posibilidades que tiene la economía popular para convertirse en una economía social con identidad propia. La Economía Social Suele suceder que quien bautiza, nombra o define primero a la criatura, se queda muchas veces con la identidad del sujeto, identidad que está siendo dispu- tada por muchas corrientes de pensamiento. Ciertamente, en principio, toda economía donde reina la división del trabajo es social, incluida la econo- mía de mercado capitalista, porque en la producción de mercancías participan miles de productores, aun- que aislados, con el objetivo común de que aquellas mercancías lleguen al mercado, para lo cual además se necesita el concurso de comerciantes, transportistas, prestamistas, entre otros. A pesar de lo dicho, creo que todavía hay espacio para conceder al concepto de economía social al- guna especificidad, que corresponda con su origen asociacionista del trabajo, enarbolada hace un par de siglos contra el capitalismo naciente y sus efec- tos, y hoy retomada desde distintas posiciones polí- ticas. Desde este punto de vista, lo social abarcaba al menos tres contenidos: a) El compromiso del gobierno o de la sociedad para con la pobreza, la desigualdad, la explotación, la mar- ginación, hoy con la exclusión y la discriminación, a fin de compensar los daños del sistema capitalista. b) Al mismo tiempo, lo social a los intereses comu- nes, a los derechos (propiedad, seguridad, protección social, participación democrática) de diferentes cate- gorías de ciudadanos. c) Finalmente, pero no menos importante, sino más bien lo medular del asociacionismo anticapitalista, lo social aludía a compartir con el capital o a desplazarlo de la posesión, la propiedad, la gestión, los exceden- tes, por parte de asociaciones de obreros, campesinos o pequeños productores, consumidores y pobladores en general. Esta parte es la más revolucionaria de lo social y comparte con el Estado la opción frente al sec- tor privado capitalista, incluso en relación al sector pri- vado individual mercantil, es decir, no capitalista. Ahora vamos a desglosar un poco algunos de aque- llos aspectos con el fin de precisar más el sentido de lo social en general, teniendo que referirnos a los suje- tos, a la forma y a la función. Los sujetos Un viejo sujeto y quizás el mejor ejemplo de lo que es la economía social, sería la familia, célula plural o colectiva, donde reinan las relaciones económicas de cooperación y solidaridad, sobre todo por parte de la mujer. La familia es un ámbito donde el mercado no ha logrado entrar totalmente, aunque lo hace de ma- nera indirecta a través del salario y su milagrosa repro- ducción al interior de la familia, siempre a causa del trabajo gratuito y desinteresado de la mujer. Hay que decir, sin embargo, que hacia afuera la familia es una célula económica individual compitiendo en el merca- do como cualquier otra unidad económica particular. Claro que la familia es más que eso. Es la primera cé- lula socio-económica que produce y reproduce a los ciudadanos-trabajadores, material e ideológicamente hablando, sin la cual todo el sistema económico capi- talista se derrumbaría. Otro sujeto de la economía social sería la comuni- dad, sobre todo la indígena, poseedora de bienes co- munes, tales como sitios de pastoreo, bosques, terri- torios, cultura, etc. Otro sería la propia sociedad dentro de una econo- mía de mercado. En este caso, cabría recordar la diferencia que la so- ciología apunta cuando se refiere a la comunidad y a la
  • 14. correo noviembre- diciembre 201414 sociedad. La comunidad se caracteriza por relaciones basadas en los valores de convivencia. La sociedad en cambio está basada en los valores de cambio, es decir, en las relaciones mercantiles y por tanto en criterios de contratos y competencias, relevando y valorando la confianza mutua que debe regir entre los contratantes del mercado. En el mercado todo mundo trabaja para todo mundo, aunque en los intercambios unos se en- riquecen y otros se empobrecen. En otras palabras, lo social mercantil aplica a la producción, pero no a la dis- tribución, la que sigue siendo más privada que social. Ahora bien, si de economía se trata, tenemos que hablar de un conjunto de unidades económicas. Si aludimos a la economía de mercado o a la economía capitalista, nos referimos a comerciantes y a empre- sarios. Si aludimos a la economía campesina o a cual- quier otra entidad mercantil simple o trabajadores por cuenta propia, pensamos en un conjunto de unidades económicas familiares que producen, comercializan o prestan algún servicio en el mercado. Lo social no solo alude a los intereses comunes o colectivos, sino también al bienestar de los grupos marginados, mayorías o minorías, que por lo general coincide con los sectores más excluidos o segrega- dos, explotados u oprimidos de todo sistema social. Situados en el mundo en el cual vivimos, donde toda ecuación alude al capital y al trabajo, la economía so- cial correspondería al mundo del trabajo. Pero en el mundo del trabajo están los trabajadores asalariados, los trabajadores-productores no asalariados, los pe- queños comerciantes. Dicho esto, la economía social estaría compuesta por un conjunto de trabajadores o pequeños pro- ductores asociados, donde cabrían todos los que gi- ran alrededor del mundo del trabajo y no del capital ni del gobierno. Aquí no cabrían, estrictamente, los trabajadores asalariados o los pequeños producto- res mientras no estén asociados y disputándole al capital la hegemonía en la gestión de la riqueza. Tampoco cabrían las empresas capitalistas por muy asociadas que estén, como es el caso de las socie- dades anónimas, aunque tengan millones de socios, pues siguen regidas por las relaciones capitalistas bajo la división entre el capital y el trabajo. Mientras más mayoritario es el colectivo de tra- bajadores o productores directos, más democrática- mente gestione los medios económicos y más bien- estar consiga para sus miembros, más cercano estará del contenido, la forma y la función de una economía social asociativa. La organización o mediación entre la teoría (proyecto) y la práctica (acciones estratégi- cas), sigue siendo el principal patrimonio de una eco- nomía. No es por casualidad que los empresarios se organizaron en sociedades anónimas y en cámaras empresariales, o que los trabajadores se organizaron en sindicatos y en sociedades laborales autogestio- narias, o que los pequeños productores o pobladores se organizaron en cooperativas de producción, aho- rro y crédito, servicios en general. Gestión colectiva La economía social alude, no solamente al patrimo- nio, sino a la gestión colectiva como forma de adminis- trar lo común, independientemente de que la propie- dad o la actividad sean colectivas. Es así que cualquier economía, empresarial, estatal o asociativa será más social si está gestionada democráticamente, cosa difícil desde el momento en que la producción se ha desvinculado del crédito y la propiedad se ha desvin- culado de la gestión. Hay empresarios que pueden ad- ministrar una empresa recurriendo al crédito, aunque no tengan la propiedad. Hay administradores de em- presas públicas o privadas, empresas autogestionarias de trabajadores o cooperativas de pequeños produc- tores que deciden el destino de los excedentes, sean propietarios o no de medios o acciones. Por extensión, la economía social apela igualmente a los derechos sociales en general, reivindicados por el pueblo, en tanto que el gran sujeto económico común, es decir, por el común de los pobladores, los que se- rán mejor defendidos en forma colectiva, organizada y asociada. Y cuando hablamos de derechos estamos hablando de igualdad de oportunidades, lo que no ex- cluye los deberes para con la comunidad. Es así que la economía social ha sido un concepto que ha dado cabida a un sinnúmero de derechos y reivindicaciones que aluden a los intereses de grupos más o menos ma- yoritarios o minoritarios, pudiendo ser una pequeña etnia o la humanidad entera las que aparecen como tales en el momento que reclaman derechos en contra
  • 15. 15 correo noviembre- diciembre 2014 de acciones de otros sujetos, instituciones o sistemas, que ponen en peligro su identidad o integridad. Ejem- plo de un gran interés colectivo sería la salvación del planeta, la lucha contra la corrupción gubernamental, la exclusión de millones de desempleados, la sobera- nía nacional pisoteada por las exacciones del imperia- lismo, etc. Resumiendo: la economía social alude a los intere- ses comunes del trabajo y no del capital, al bienestar y los derechos de la población, a los colectivos de tra- bajadores o productores directos, poseyendo y ges- tionando democráticamente los recursos y los exce- dentes. Por extensión, la economía social se ha venido extendiendo a formas de redes económicas y de servi- cios múltiples en muchos campos de la vida diaria, cu- briendo la promoción de valores solidarios, discursos a favor de la justicia social, gestión de políticas públicas, organizando, concientizando y movilizando a actores colectivos de la sociedad, etc. Antes de continuar quisiéramos hacer una aclara- ción respecto a la acumulación o reinversión de los excedentes. En la economía capitalista la acumula- ción es un fin en sí mismo, mientras que en la econo- mía social o socialista la acumulación es un medio, cuyo fin es el bienestar de la colectividad. En otras palabras, cuando decimos que la economía social no tiene fines de lucro, no queremos decir, que en el marco de la economía de mercado las unidades eco- nómicas de la economía de mercado no tienen que ocuparse de obtener excedentes. Cuando decimos lucro estamos refiriéndonos a la ganancia a costa del trabajo ajeno, a la plusvalía producida a través de la explotación, pero sobre todo consumida (productiva- mente) en función del capital, es decir, de la valoriza- ción o acumulación indefinida. ¿Cuáles serían las unidades económicas de la econo- mía social, desde la tradición asociacionista y anticapi- talista o no capitalista, aparte del Estado? Desde los países del sur o desde el seno de la izquier- da apareció el apelativo de economía popular y sobre la cual encontramos la posibilidad de construir la eco- nomía social propiamente dicha. La economía popular está compuesta por pequeñas y marginadas unidades económicas (familias, productores, comerciantes, ar- tesanos, consumidores), cuyos ingresos provienen del trabajo familiar o personal y que en algunos países son responsables de la mayor parte del abastecimiento de bienes y servicios del país. Situados en este universo, la economía social es la economía popular asociada y gestionada alrededor de los intereses y formas colectivas conformada por sus miembros. Si bien es cierto que los pequeños produc- tores constituyen una clase mayoritaria, y por lo tanto cumplen con el criterio de lo social, en la medida en que sus componentes son individuos dispersos y no están organizados ni asociados, no pasarán de ser par- te de una especie de capitalismo popular, obligados a competir entre sí y a permanecer subordinados a la hegemonía del capital. Perfectamente pueden funcio- nar dentro de una especie de capitalismo popular, so- metidos a la competencia y a la diferenciación social. Vorágine neoliberal Después de la llamada implosión socialista, el capi- talismo-imperialismo pasó a la ofensiva y desató una serie de medidas llamadas de ajuste estructural, por medio de las cuales hizo retroceder a las sociedades a etapas pre-liberales. Se privatizaron las empresas públicas, se desmantelaron las fronteras arancelarias y se confiscaron las conquistas sociales de los traba- jadores. En algunos países revolucionarios la rever- sión fue en gran escala y catastrófica, puesto que las economías de mercado revirtieron completamente los procesos socialistas bajo la forma de una contra- rrevolución. En otras palabras, podemos decir que el neoliberalismo golpeó a las revoluciones triunfantes y a los regímenes liberales que concedían un papel im- portante a la república. El capitalismo fue llamado por los propios libera- les como capitalismo salvaje, donde cunde el des- empleo, la exclusión del trabajo y la concentración de los capitales. Burguesías locales y trabajadores han sido enviados igualmente al desempleo y a la precariedad, no solamente en el Tercer Mundo, sino también en los países europeos, tal como lo previó el análisis del Manifiesto Comunista redactado en 1848 por Carlos Marx y Federico Engels. Ante el brutal desempleo, millones de trabajado- res se convirtieron en trabajadores por cuenta propia. Por otro lado, miles de pequeños y medianos empre- sarios prefirieron salirse de la producción y pasarse al comercio, donde al menos, si no se gana no se pier- de. Este abandono de los procesos productivos, por parte de muchos empresarios quebrados, también ha contribuido a que dichos procesos sean asumidos por pequeños productores; aumentando así el número de trabajadores por cuenta propia. Nace así una masiva economía popular compuesta de campesinos, artesanos, pescadores, pequeños ta- lleres, transportistas, pescadores y pequeños comer- ciantes. El pueblo se convierte no solamente en el sector explotado y marginado, sino en una verdadera alianza de sectores amparados de segmentos signifi- cativos, aunque empobrecidos, de la economía. Uno de los rasgos de esta economía popular-social es haber emprendido por su propia cuenta dos políticas económicas de sobrevivencia: la migración a la ciudad y hacia el extranjero, y el trabajo por cuenta propia.
  • 16. correo noviembre- diciembre 201416 La economía popular estaría compuesta por peque- ños productores individuales. Ahora bien, a pesar de haberse posicionado de gran parte de los medios de producción y de una parte significativa de la produc- ción misma, estos sectores individuales siguen empo- brecidos, precisamente porque los eslabones superio- res de la cadena de valor, lugar donde se captan los excedentes, siguen en manos del capital mediano y grande. Tienen en común con los trabajadores asala- riados el de ser explotados, aunque indirectamente, a través del mercado. Es decir, son productores de plus- valía, por lo cual nosotros los hemos llamado el pro- letariado por cuenta propia. Una parte del tiempo o de la producción la dedican a reproducirse, el resto es trabajo que aportan al mercado en forma de exceden- te que será apropiado por otros a través del mercado. Las unidades económicas de la economía popular (tra- bajadores, comerciantes o productores) son un sector que se esfuerza por sobrevivir en el mercado. En medio del empobrecimiento, estos trabajado- res-productores o trabajadores por cuenta propia han venido asociándose, escalando formas mayores de integración social y económica, movilizándose para presionar a sus gobiernos para que éstos emprendan políticas sociales y económicas a su favor. Nace así otro sector de la economía, la economía social propia- mente dicha: el sector cooperativo, asociativo, auto- gestionario y comunitario. Cuando los productores- trabajadores de la economía popular, se organizan, no solamente socialmente, sino económica y política- mente, es el momento en que comienza a tomar for- ma la economía social. Las unidades asociativas y auto-gestionadas de la economía social luchan por el bienestar y disputan re- cursos al capital y presupuesto a los gobiernos; no es, pues, un sector empresarial, no es un sector estatal, tampoco son trabajadores individuales, sino que son trabajadores-productores, empresas cooperativas, obrero-autogestionaria o comunitarias, que luchan a través de la asociatividad y la integración económica por recuperar los excedentes que el mercado les arre- bata a través de la circulación o el intercambio. ¿Tercer sector de la economía? Hoy en día, la economía social es reclamada desde los movimientos sociales más radicales hasta los más conservadores, desde los empresarios hasta los go- biernos, desde las instituciones internacionales hasta la cooperación internacional, desde los neoliberales hasta las organizaciones anti-capitalistas o anti-sistémicas, desde los socialistas libertarios hasta los socialdemó- cratas.Y esto es así, porque este concepto como otros que son ofrecidos en el mercado o en las lucha de las ideas o en las luchas de clases, una vez que adquieren notoriedad, prestigio o legitimidad, empiezan a ser dis- putados en su significado u objetivos y a ser utilizado a favor de aquellos intereses de quienes lo enarbolan. Estamos de acuerdo que la empresa estatal, ahí don- de existe, es un sector propio de la economía. Estamos de acuerdo que la empresa privada capitalista es otro sector. Decimos que la economía popular o producción mercantil simple, es otro sector diferente tanto de las empresas estatales como de las empresas capitalistas. Entonces, estaríamos hablando de tres sectores, en cuyo caso no podríamos hablar de la economía social como el tercer sector de la economía, pues con ella tendríamos cuatro sectores. Pero eso no es lo más sustantivo. El problema aparece cuando no solamente decimos que es un tercer sector, sino que es el sector social por excelencia, y dejamos por fuera el aspecto más social que existe en toda economía o la sociedad, como es el sector público. Entonces, las cosas se nos complican un poco más. Pero antes de continuar ha- blando del sector público como el sector por antono- masia de la economía social, veamos de dónde pro- viene eso de tercer sector, por lo cual, los invitaría a reconocer o recordar algunos antecedentes. En primer lugar, el tercer sector se emparenta con el "tercer estado" o estado llano, que existía en la Europa feudal, previa a la revolución francesa, jun- to con otros dos estamentos. Durante la revolución francesa, la multitud, el común, el pueblo, que no gozaba de los privilegios de los estamentos privile- giados como eran la nobleza o el clero, formaba par- te con los anteriores de una especie de parlamento que el rey convocaba cuando así lo decidía, donde se votaba por estamento y no por representatividad poblacional. El sector más fuerte de este tercer esta- do estaba compuesto por los grandes comerciantes o burguesía de la época, además del 90% de los po- bladores de Francia, entre los que estaban los pobres de la ciudad y del campo, así como los intelectuales o notables pertenecientes a las llamadas profesiones li- berales que vivían en la ciudad. Durante la revolución francesa de 1789, aprovechando una convocatoria del rey, el tercer estado convoca por su cuenta y confor- ma la Asamblea Nacional Constituyente, aprobando la famosa Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Como sabemos, en el tercer estado quedó como clase dominante la burguesía, forjadora del sistema capitalista y hoy convertida en la primera fuerza económica a nivel local y mundial. En segundo lugar, el término de tercer sector se emparenta con lo que un demógrafo francés, llama- do Alfred Sauvy, haciéndose eco de la experiencia del tercer estado de la revolución francesa, denomina tercer mundo a los países que no eran ni capitalistas industrializados ni socialistas. La verdad es que en la
  • 17. 17 correo noviembre- diciembre 2014 realidad el tercer mundo no dejaba de ser y pertene- cer al mundo capitalista, aunque subdesarrollado, como se señaló en su momento. Nosotros mismos, durante la insurrección sandinista, tomando en cuenta la fuerza beligerante de los jóvenes y estudiantes, los llamamos la tercera fuerza de la revo- lución, para diferenciarlos de los obreros y los campesi- nos. Hoy tendríamos que incluir como otras tantas fuer- zas sociales a otras tantas categorías que han venido asumiendo reivindicaciones y enarbolando derechos. Volviendo a la economía social, propuesta como el tercer sector de la economía, decíamos que no podría arrogarse el apelativo exclusivo de lo social, peor aún si se deja por fuera lo que consideramos el más social de todos los sectores de la economía como es el sector público, compuesto no solamente por las empresas estatales, sino sobre todo por el presupuesto nacio- nal o municipal. El sector púbico, no solamente es el sector más representativo de la sociedad, sino que su patrimonio, aunque no siempre su gestión, pertenece a toda la nación. En otras palabras, no hay más sector social que el sector público, mucho mejor si se acom- paña de una gestión participativa en la administración o gestión de su presupuesto. La economía social estaría compuesta, entonces, por una economía social-pública y una economía so- cial privada-colectiva; a esta última la denominamos así para diferenciarla tanto del sector público, como del sector privado individual, sea este último capitalis- ta o simplemente popular-mercantil. La economía so- cial sería, pues, parte del sector social de la economía, pero no el único sector social. Privada pero no capitalista En este sentido, la economía social a la que se re- fieren quienes hablan de tercer sector de la economía y de acuerdo a la forma en que nosotros mismos la caracterizamos (privada-colectiva), no sería ni públi- ca (aunque sea parcialmente colectiva), ni privada in- dividual (aunque popular por su origen), sino todo lo contrario, aunque esta última frase suene a una bro- ma popular. Decimos que no es pública, aunque si co- lectiva, sino todo lo contario, porque su patrimonio pertenece es privativo de un grupo particular, como es el caso de una cooperativa o de una empresa au- togestionaria. Decimos que no es privada-capitalista, sino todo lo contrario, porque pertenece al mundo del trabajo. La economía social es privada-colectiva y mercantil, pero no capitalista; sus miembros no explotan a nadie y tampoco son explotados directa- mente por nadie, salvo a través del mercado, como lo dijimos anteriormente. Entre quienes quieren distanciarse del sector públi- co, están aquellos que niegan toda participación del Estado en la propiedad de los medios de producción, en primer lugar las corporaciones internacionales y también por los "notables" nacionales o internacio- nales que no resisten que los funciones del gobierno u otras instituciones públicas, les disputen protago- nismo en la vida pública; los neoliberales que quieren desaparecer toda cosa pública; los activistas sociales que defienden frente a los gobiernos nacionales o mu- nicipales, una mayor participación en los asuntos pú- blicos; los que quieren mostrar distancia frente a los abusos de los gobiernos de turno, sobre todo los que son reprimidos por las fuerzas del llamado orden pú- blico, entre otros. Entre quienes quieren tomar distancia del sector privado capitalista, están los sectores organizados de la llamada economía popular, es decir, los pequeños productores, los pequeños comerciantes, los peque- ños artesanos, los pequeños pescadores, los pueblos indígenas y comunidades étnicas, los consumidores barriales, los ecologistas que combaten la depreda- ción empresarial de la naturaleza, los movimientos sociales, los que proponen un socialismo comunitario y democrático. Entre los que quieren tomar distancia de la econo- mía popular están los que siguen creyendo que la pe- queña producción mercantil simple está destinada a desaparecer, a favor de una proletarización generali- zada, como pensaba Marx; los socialistas que no acep- tan otro socialismo que no sea el socialismo de Estado; los que quieren advertir que la economía popular no es ajena ni está vacunada contra el capitalismo popular. En rigor, entonces, la economía social estaría com- puesta por el sector público más las asociaciones de productores y demás colectivos gestionados demo- cráticamente. En términos de modelo, es decir, ha- blando de una socialización generalizada, estaríamos en presencia de un socialismo mixto, donde se combi- nan las empresas públicas, las empresas obreras o de
  • 18. correo noviembre- diciembre 201418 pobladores autogestionarias, las cooperativas de pro- ductores, comerciantes o consumidores. En conclusión, preferimos decir que la economía social (privada-colectiva), es decir, los sectores po- pulares asociados, cabalgan a caballo entre el sector privado no capitalista, aunque todavía mercantilizado, y el sector público capitalista o socialista. Su ventaja está en que son unidades asociadas y en que están en mejor condición que los trabajadores individuales para defender, demandar o cogestionar el beneficio de las políticas sociales y económicas del sector público, ya sean en los beneficios o excedentes como en la gestión o administración de los mismos, tanto para ellos como para el resto de unidades económicas individuales de la economía popular o de los pobladores en general. Por supuesto, los sectores populares asociados es- tarían mejor si cogestionan el poder político y –como la economía empresarial capitalista– son capaces por tanto para formular y determinar las políticas públicas a favor de sus intereses; cosa que pueden hacer desde la oposición, en alianza con los movimientos sociales o directamente formando parte del poder político. Con las instituciones públicas gestionadas por go- biernos a favor de la soberanía nacional o cuyos pro- gramasgiranalrededordelosinteresespúblicos,como es el caso de algunos gobiernos latinoamericanos, lo social ha salido mucho más favorecido. Comparemos, por ejemplo, lo que los movimientos sociales consi- guieron estando en la oposición –como fue el caso del Movimiento Al Socialismo (MAS) en Bolivia– con los resultados cuando este mismo movimiento se decidió a conformarse como partido político y ampararse del gobierno boliviano, momento en el cual los ingresos del país y para los sectores populares e indígenas han salido mucho más favorecidos, en términos de alfabe- tización, vacunación, operaciones de la vista, educa- ción, protección social en general. Esto no quiere decir que los ONG o cualquier otro organismo que se recla- men de la sociedad civil o los movimientos sociales en general, no deban seguir actuando por su cuenta y cri- ticando todo lo que haya que criticar sobre la gestión social del sector público gubernamental. Ahora bien, un sector público deviene más social en la medida que más orientado esté hacia los sectores mayoritarios de la población, a la economía popular y a los pequeños sectores asociados de los pequeños productores o cooperativas orientadas por el trabajo. Socialismo y Economía Social Otro punto de discusión, aunque aparezca menos en la agenda del debate actual sobre la economía social, es la apuesta al socialismo. Afirmar que la economía social corresponde al tercer sector de la economía, por diferenciarse del capitalismo y del socialismo, tiene dos inconvenientes. El primero es que pareciera que ya nos separamos del capitalismo, cuando en realidad las unidades económicas colectivas son todavía par- tes del mercado y son influenciadas por el mercado. El segundo es pensar que aparecen como diferentes y superiores al socialismo, con lo cual nos alejamos de un verdadero análisis estratégico. La verdad es que una economía social, desprovista del sector público, sería algo así como una especie de micro-socialismo, como el que priva en la familia, pero dentro de una economía de mercado. Por el contra- rio, articulada a las políticas públicas o a un régimen pos-capitalista, tiene muchas más facilidades de supe- rar sus propias contradicciones y limitaciones. Igual- mente, un régimen socialista tiene más facilidades de avanzar y afianzarse si combina la propiedad y la gestión estatal con la posesión y la gestión de un con- junto de unidades económicas asociativas. Una rica experiencia de este socialismo mixto sería el régimen socialista autogestionario que funcionó enYugoslavia y que fue aplastado por las fuerzas del capitalismo eu- ropeo-estadounidense. Veamos, antes de avanzar en esta combinación de economía social asociativa y régimen socialista, los antecedentes del socialismo como pensamiento y como experiencia histórica. El socialismo nace como pensamiento en el siglo XIX y como modelo político, social y económico en el siglo XX. El origen del socialismo aparece como una defensa de los trabajadores fabriles y obreros frente a la explo- tación del capitalismo industrial europeo. Han pasado dos siglos de debates y luchas en los cuales se enfren- tan dos clases sociales, dos concepciones del mundo, dos modelos, dos proyectos, en fin, dos estrategias de
  • 19. 19 correo noviembre- diciembre 2014 lucha, ambos alineados alrededor del capitalismo o del socialismo; el capitalismo defendiendo al capital y el so- cialismo defendiendo a los trabajadores. En un primer momento, el socialismo nace como una lucha de la clase obrera contra la explotación capitalista al interior de las fábricas y de los estados nacionales. En un segundo momento, cuando el capi- talismo se desarrolla como imperialismo, el socialismo incorpora las luchas por la liberación nacional de los pueblos del llamado tercer mundo contra el imperia- lismo, donde se incluyen tanto a los obreros, como a los países y pueblos empobrecidos. Es así que la con- tradicción y los conflictos se desarrollan no solamente como una lucha entre la clase obrera y la clase patro- nal al interior de los países, sino como una lucha entre la soberanía nacional de la mayoría de las naciones empobrecidas y subordinadas al mercado capitalista mundial y los poderes metropolitanos de las naciones imperialistas. Es por eso que nosotros hemos señalado en otros trabajos, que las naciones del tercer mundo o de los pequeños países periféricos se comportan en el marco mundial como naciones proletarizadas frente el capital monopólico y transnacional del capitalismo central-occidental. Estatización y colectivización A partir de 1917, es decir, a partir de la revolución rusa-soviética, el socialismo adquiere estatus insti- tucional, basado en la estatización de los medios de producción, donde los obreros son asalariados del go- bierno y los campesinos son conminados, persuadidos o presionados a cooperativizarse. En síntesis, el capi- tal estatal, las cooperativas de producción y un estado planificador, formaron las tres instituciones encarga- das de desarrollar una producción colectiva en función de los intereses de los trabajadores y de la sociedad en su conjunto. Este modelo soviético fue imitado, más o menos, en el resto de países socialistas en Europa, Asia, África y América Latina. En los países socialistas más avanzados, los em- presarios privados desaparecieron. Podemos afir- mar, sin lugar a equivocarnos, que desde el punto de vista de la acumulación y del bienestar social del pueblo en general, el socialismo fue un rotundo éxi- to, como lo demuestran en un primer momento la Unión Soviética y en un segundo momento China, aunque este país, combinando la propiedad esta- tal con la propiedad privada, alcanzaron en treinta años el peso económico que la mayoría de los países europeos habían alcanzado en más de doscientos años. Ciertamente que tal nivel de acumulación se hizo en gran parte a costa de la explotación del cam- pesinado, aunque nada comparable a los procesos de esclavitud y servidumbre a que fueron sometidos decenas de millones de esclavos y poblaciones au- tóctonas en todo el tercer mundo, a manos de los gobiernos y empresas capitalistas occidentales. Nacía así un régimen de producción alternativo al ca- pitalismo, al menos en una tercera parte de los habitan- tes inquilinos de nuestro planeta. Sin embargo, en parte como producto de la competencia de los países socialis- tas con los países capitalistas y sobre todo con el impe- rialismo occidental, Europeo y Estadounidense, pero en partetambiénporlaconculcacióndelaslibertadespolíti- casaquefuesometidoelpuebloenlospaísessocialistas, el socialismo implosionó y el mismo tuvo que retroceder a la llamada economía de mercado capitalista. Socialismo en el tercer mundo Por su parte, en aquellos países escasamente in- dustrializados, sobre todo en el tercer mundo, con una clase obrera minoritaria que apenas llega al 40%, se reproduce una gran masa empobrecida de des- empleados, semi-empleados, pequeños productores mercantiles (campesinos, artesanos y pescadores), tanto en el campo, la ciudad o en las costas maríti- mas. A la vieja clase obrera se suman otras clases y categorías sociales, conformándose como pueblo. El pueblo sería o correspondería, sociológicamente ha- blando, a la alianza de todas las clases explotadas y marginadas por el capital, el estado capitalista y las metrópolis imperialistas. En otras palabras, el pueblo aparece como una gran clase mayoritaria y empobre- cida, enriqueciendo en la lucha y en la confrontación al limitado concepto de clase social, lo que tendrá una gran importancia política. Aunque hoy en día está más de moda hablar de la sociedad civil que del pueblo o que de los movimientos sociales, las clases sociales no han dejado de existir, aunque su presen- cia y promoción avance más por el lado del capital que del trabajo. La disputa entre el proyecto capitalista y el proyec- to socialista, no estuvo limitada a una lucha entre los sindicatos obreros y los patronos, en tanto que disputa entre el salario y la ganancia, sino que incluía la lucha de los campesinos por la tierra, los pobladores contra el desempleo y el alza de la vida, en fin, un sinnúmero de reivindicaciones contra lo que aparecía como la in- justicia social del sistema capitalista. Con el tiempo, las disputas sociales parciales se fue- ron politizando y las mismas se convirtieron en dispu- tas por la orientación de la sociedad, incluyendo las políticas públicas, la promulgación de leyes, los apa- ratos de Estado y la gestión misma del capital social. Posteriormente, nuevos sujetos sociales o económi- cos, nuevas categorías y nuevos movimientos sociales fueron poblando la arena política, entre ellos las muje- res y sus luchas contra la discriminación, la batalla de
  • 20. correo noviembre- diciembre 201420 los migrantes contra una legalidad que los excluye, la contienda de los ecologistas, la lucha de los pueblos indígenas por su autodeterminación, la de las comuni- dades barriales por mejorar su nivel de vida, la disputa por la diversidad sexual, la lucha de las comunidades cristianas de base contra el aparato dogmático y con- servador de las iglesias, la batalla por la soberanía na- cional contra el imperialismo.. El marxismo, en tanto que el pensamiento más avanzado del socialismo, suponía que el resto de categorías sociales, campesinos o artesanos, estaba dispuesto a desaparecer, dejando enfrentados sola- mente a los empresarios y a los obreros industriales. Como sabemos, tal cosa no ha sucedido en la mayoría de los países, salvo en las sociedades más industria- lizadas del capitalismo. Incluso, podríamos afirmar que en el tercer mundo una gran masa pertenecien- te a lo que nosotros hemos llamado la economía popular, lejos de desaparecer, ha crecido considera- blemente no solamente por procesos reformistas o revolucionarios como la reforma agraria, sino que como producto del gigantesco desempleo generado por la concentración capitalista. Luchas guerrilleras Durante la primera mitad del siglo pasado aparecie- ron luchas revolucionarias que en nombre del pueblo y con apoyo del pueblo se propusieron la toma del poder por las armas, que no pasaron de guerrillas que fraca- saron en derrotar a los ejércitos bien entrenados por el imperialismo estadounidense. En el caso de América Latina, salvo Cuba y Nicaragua, los movimientos po- líticos de izquierda no lograron triunfar por la vía ar- mada.Sin embargo, aquellas luchas no fueron en vano y contribuyeron grandemente a desplazar a las dicta- duras militares del subcontinente (mesoamericano- caribeño-sudamericano) y a democratizar la sociedad a tal nivel que los antiguos guerrilleros se convirtieron en partidos políticos y hoy en día gobiernan muchos países latinoamericanos. Posteriormente, las organi- zaciones políticas de la izquierda convencional deci- dieron jugar en el campo de batalla de la democracia representativa con muy buenos resultados. Hoy en día, las asociaciones populares, tanto en el aspecto económico como en los demás aspecto de la vida en sociedad, aparecen reivindicando un espacio en la socialización. Cuando decimos socialización nos referimos tanto al derecho de las organizaciones de gestionar directamente bienes de capital, como a la gestión asociativa del capital en el seno de las empre- sas privadas y del sector público. Pero también se en- tiende la socialización como la negación o el rechazo a todas las formas de explotación, marginación, exclu- sión y discriminación de la riqueza social. La agenda de la socialización alcanza a todos las ca- tegorías sociales en los aspectos más diversos de la vida en sociedad. Una socialización que exige una vida cada vez más social, más democrática y más compartida. Para los clásicos del marxismo (Marx, Engels, Lenin), la socialización de la producción había comenzado con el capitalismo, pero con una contradicción entre la producción y el consumo: producción social y riqueza individual.Cuando aparecen las sociedades anónimas, incluso cuando aparece la estatización de importantes medios de producción, tanto en el capitalismo como en el socialismo de estado, aquellos pensadores y lí- deres sociales y políticos, pioneros del socialismo, pensaron que las sociedades anónimas o lo que ellos llamaron el capitalismo de Estado, no era todavía el socialismo, pero era la antesala del socialismo. Ahora bien, sabiendo que toda nueva sociedad nace en el seno de la vieja sociedad y que el socialismo sólo podía surgir del capitalismo, más aún, creyendo que mientras más desarrollado un país capitalista, más cer- ca estábamos del socialismo, los clásicos concedieron mucha importancia a las formas asociativas de los pro- ductores agrupados en sindicatos y cooperativas. Para el más lúcido y visionario, Carlos Marx, el proletariado dejaría de existir y se transformaría en un productor co- lectivo, en una federación de productores libremente asociados,encooperativasdetrabajadores,amparados del poder de una federación de comunas gestionadas por la sociedad y al servicio de la sociedad. En El Crédito en la producción capitalista, capítulo XXVII de tercer tomo de El Capital, escrito por Marx, encontramos un párrafo que resume la importancia que tenían para Marx las cooperativas de trabajado- res, al señalar: "Las fábricas cooperativas de los obreros mismos son, dentro de la forma tradicional, la primera brecha abierta en ella, a pesar de que, donde quiera que existen, su organización presenta, naturalmente, y no puede por menos de presentar, todos los defectos del sistema existente. Pero dentro de estas fábricas apare- ce abolido el antagonismo entre el capital y el trabajo, aunque por el momento, solamente bajo una forma en que los obreros asociados son sus propios capitalistas, es decir, emplean los medios de producción para valori- zar su propio trabajo (…) Las empresas capitalistas por acciones deber ser consideradas, al igual que las fábricas cooperativas, como formas de transición entre el régi- men capitalista de producción y el de producción asocia- da; la única diferencia es que en un caso el antagonismo aparece abolido negativamente, mientras que en el otro caso aparece abolido en sentido positivo". Como sabemos, ha sido frecuente en los regíme- nes socialistas practicar, aunque en forma muy limi- tada, la cogestión entre los sindicatos y los directivos de empresas estatales, pero sobre todo, fomentar el
  • 21. 21 correo noviembre- diciembre 2014 régimen cooperativo entre los pequeños productores o los llamados trabajadores por cuenta propia. Exis- ten dos países, Cuba y Nicaragua, donde el gobierno y las cooperativas practican lo que llaman responsa- bilidad compartida y que enriquecen la experiencia de socialización mixta. En el mundo capitalista, sobre todo en los llamados estados de bienestar, la práctica cooperativa se ha prac- ticado en múltiples y diversas formas, en la producción, el acopio, el crédito, el procesamiento, el comercio, el transporte, así como en la asociatividad local, regional, nacional e internacional, bajo muchas formas de inte- gración cooperativa. No es despreciable un sinnúmero de cooperativa de consumidores o pobladores que a nivel local gestionan recursos o servicios importantes, como la generación y distribución de energía, alimenta- ción escolar, jornadas de vacunación, entre otras. Economía social en Nicaragua Augusto C. Sandino, héroe de la lucha por la so- beranía nacional, General del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional durante la ocupación de las tropas yanquis y mentor de la revolución sandinista, tiene una fase célebre que dice: "Yo me inclino por un régimen cooperativo". La revolución sandinista, a través de la reforma agraria y urbana, a través de la organización militar y social durante los años ochenta, pero sobre todo a raíz de las políticas sociales delGobiernoSandinista de Reconciliación y Unidad Nacional, ha venido creando un ambiente favorable a la economía social, tanto en sus aspectos asociativos como en cuanto a las políticas públicas a favor de los sectores menos favorecidos. Efectivamente, durante la insurrección y durante la guerra contrarrevolucionaria, convertida en guerra ci- vil, el pueblo nicaragüense entero tuvo la oportunidad de organizarse y de acceder a la tierra, a los lotes urba- nos y a los pequeños negocios. Al igual que otros paí- ses de orientación socialista, el estado nicaragüense pasó por una fuerte experiencia de economía estatal e igualmente sufrió los embates del neoliberalismo, que estatizó y vulneró internacionalmente la economía nacional. Ante el desempleo generalizado, la gente buscó qué hacer: unos emigraron al exterior, otros se dedicaron a cultivar la tierra, otros pusieron tramos en los mercados, otros se las arreglaron para prestar di- versos tipos de servicios en las ciudades, incluyendo el comercio y el transporte. Si la economía social es un proyecto económico con intereses propios, en la misma debe incluirse todo el arsenal que requiere una clase o sector para encarnar un proyecto. Cuando la burguesía hizo su revolución política, liberal e industrial, tuvo que disponerse a tomar el Estado e imprimirle su carácter burgués, a crear su propia religión, la protestante, más acorde a sus intereses que la católica; sus propios profesio- nales, intelectuales y funcionarios; su propio teatro y su propia literatura; su propia historia y su propia geografía; sus propios himnos y su propia filosofía; en fin su propia ciencia y su propia ideología, pero tam- bién sus propias luchas revolucionarias; y todo esto lo hizo apoyado por ese famoso movimiento científi- co e ideológico de La Ilustración europea; y lo sigue haciendo hoy día, creando su estado de derecho, sus leyes, sus sociedades anónimas y sus corporaciones financieras, sus intervenciones militares; así como creó el colonialismo y el mercado mundial, saquean- do materias primas en el mundo entero. Hoy la economía social, la cual a su vez está basada en la economía popular, tiene que hacer lo mismo para crearse a sí misma o para terminar de madurar, es de- cir, llevar a término el germen de su propia evolución, para lo cual tiene que afinar su proyecto, alimentándo- lo teórica y espiritualmente, con su propia práctica y con sus propias victorias y fracasos. Los sectores de la economía popular son sectores que producen riqueza, pero por estar subordinados al capital, siguen empobrecidos y todavía luchan en el mercado capitalista de competencia. Por tal razón es que estos sectores de la economía popular se han tenido que organizar y movilizar socialmente, con el fin de mejorar su correlación de fuerzas en los campos político, social y económico. Los movimientos sociales Además de las formas organizativas señaladas, exis- te un fenómeno favorable a la economía social, como es la irrupción en la cultura política popular de un sin- número de movimientos sociales. Los movimientos
  • 22. correo noviembre- diciembre 201422 sociales son formas de lucha parcial, aunque pueden alcanzar escalas mayores, emprendidas por los traba- jadores y pobladores de todas las categorías sociales, encaminadas a denunciar abusos sociales o políticos; a demandar servicios públicos que favorezcan sus in- tereses: leyes, políticas sociales, políticas económicas; así como convenios y contratos diversos con otros sectores de la sociedad, entre ellos con el sector em- presarial y con organismos internacionales. Una de las tareas más importantes y estratégicas de la economía popular es precisamente asociarse económicamente para escalar la cadena de valor agregado, usufructuan- do o demandando políticas públicas que favorezcan sus intereses, tal como lo ha hecho y lo hace el capital. En las últimas décadas, tanto en América Latina como en Nicaragua, los movimientos sociales se han aliado con partidos políticos a fin de amarrar compro- misos con los gobiernos electos y afines, a fin de en- rumbar la sociedad por la senda de la justicia social. Entre estos compromisos sobresalen los partidarios o gubernamentales para la elección de representantes de los movimientos sociales en cargos públicos. En el caso de Nicaragua, la mayoría de los cargos públicos, municipales o nacionales, han sido ocupa- dos por dirigentes de las organizaciones populares y de los movimientos sociales, gracias a su alianza con el Frente Sandinista. Organizaciones sociales y movimientos políticos se han dado cuenta en toda América Latina y en Nicaragua en especial que ya no pueden caminar los unos sin los otros.A esta gente se le quitó el miedo a la política, es decir, lo contrario de lo que deseaban algunos ONG; más bien decidieron redimir la política del desprestigio y el fango donde la dejó el neoliberalismo. Cuando regresa el Frente Sandinista al poder en el año 2007, después de 17 años de neoliberalismo, la gente ha sido fogueada en las luchas armadas y pa- cíficas contra los gobiernos liberales, lo que ha per- mitido una práctica de responsabilidad compartida entre las instituciones gubernamentales, los movi- mientos sociales y los sectores más organizados de la economía social. Las primeras medidas del gobierno sandinista estu- vieron encaminadas a diversificar los mercados y a capi- talizar a los sectores populares, a través de la titulación y mayores entregas de tierra, transferencias de capital en especie, ofertas de crédito a los pequeños producto- res, y creación de nuevas instituciones para favorecer la gestión conjunta de los servicios sociales a la población. Entre los campos de desempeño de la economía so- cial podemos enlistar los siguientes: 1. Sindicalización de los trabajadores (médicos y personal de salud, profesores de todos los nive- les, obreros y obreras de las Zonas Francas, perso- nal administrativo del gobierno, trabajadores por cuenta propia, transportistas, etc.). Hoy en día el movimiento obrero tiene no solamente una cul- tura sindical, sino una cultura política. Ha logrado concertar una indexación del salario mínimo, ne- gociando con el gobierno y la empresa privada. 2. Cooperativización de los campesinos, transpor- tistas, pescadores, pequeños comerciantes y pe- queños productores en general, consumidores y prestatarios. Hoy en día existen alrededor de 5.000 cooperativas con cerca de 290.000 socios, controlando rubros enteros, como los granos básicos, el transporte o el ajonjolí, participando en la producción, el acopio, el procesamiento, el crédito y la exportación. Estas cooperativas están organizadas en un Consejo Nacional Cooperativo (CONACOOP) y 17 Consejos departamentales cooperativos (CODECOOP). 3. Organizaciones de pequeños productores del campo y la ciudad en asociaciones comunitarias y municipales con el fin de participar en las políti- cas públicas. Existen muchos ámbitos llamados de responsabilidad compartida donde participan cen- tenares de miles de pobladores, como en las jor- nadas de alfabetización, vacunación, elaboración de un millón de meriendas escolares diariamente, servicios de salud, entre otros. 4. Creación de un ministerio de la economía social, llamado Ministerio de la Economía Familiar, Coo- perativa, Comunitaria y Asociativa, MEFCCA. 5. Negociación tripartita del salario mínimo entre el Estado, los empresarios y los trabajadores.