1. Algunas minucias del lenguaje
Autor: José G. Moreno de Alba
Gramática y redacción
Ante la actual concepción que se tiene de la educación de los niños y jóvenes,
ante las presiones de la mal llamada crisis económica, que nos llevan a intentar
soluciones de carácter práctico e inmediato, no dejará de parecer a muchos una
posición francamente reaccionaria el que alguien abogue por la restitución de los
estudios gramaticales, sí, efectivamente, casi como se estilaban en el siglo XIX y
buena parte del XX. Las clases de español (lengua nacional, se le llamaba antes)
son hoy reducidas a los denominados talleres de lectura.
Los estudiantes ya no estudian gramática. Quizá esto sea lo conveniente y
recomendable; sin embargo me interesa pergeñar aquí una desesperada defensa
de la gramática, aunque evidentemente no exista una razonable esperanza de
éxito.
En primer lugar valdría la pena demostrar que la gramática es algo útil, porque de
otra manera, al menos para la mayoría, se volvería indefendible. Ojalá el estudio
de las artes, su disfrute, no tenga nunca necesidad de una análoga demostración
de utilidad práctica.
Ojalá a nuestras futuras juventudes se les sigan inculcando siempre nociones de
música, de las artes plásticas, que sigamos enseñándoles a apreciar la belleza,
aunque de ello, en apariencia, no se desprenda un beneficio tangible.
Las ventajas de tales disciplinas son mucho más importantes, pues sin duda
contribuyen a formar seres más humanos, más sensibles, y creo, más generosos
y, definitivamente, más felices.
Se me objetará de inmediato que no tengo derecho de ver en este dudoso arte de
la gramática las características de validez intrínseca de que gozan las artes
plásticas o la música. Será ciertamente difícil el razonamiento que demuestre que
la gramática hace feliz al que la estudia. No. Hay necesidad, lo reconozco, de
buscar justificaciones medianamente convincentes.
Antes de la avalancha del estructuralismo, del funcionalismo, del generativismo y
muchos otros ismos posteriores, se decía que la gramática era el arte que nos
enseñaba a leer, hablar y escribir con corrección un idioma cualquiera. Esta
definición no goza hoy de prestigio. Para los lingüistas es muy poco técnica e
imprecisa; para la mayoría de los mejores escritores es simplemente falsa. El
argumento en contrario es contundente: la mayoría de los mejores escritores, los
que son considerados modelos del bien escribir, los más admirados y a veces
hasta leídos, los más premiados, no sólo no estudiaron gramática sino que
generalmente se expresan de ella, si no con desprecio, sí al menos con
displicencia y no pocos con sorna y burla. Lo contrario es una verdadera
excepción. Más pareciera ir en desdoro de un escritor de fama el que reconociera
alguna utilidad que la gramática pudiera haber reportado a su quehacer; si así
2. fuera, más conveniente le parece no decirlo. Lo que debe reconocerse es que los
verdaderos buenos escritores son los que, quizá a su pesar, en buena medida
hacen la gramática, pues regulan, fijan la lengua, la lengua escrita al menos.
Las gramáticas normativas no hacen otra cosa que observar, analizar, deducir
reglas, de conformidad con el uso de que la lengua hacen los buenos escritores.
Se preguntará de inmediato por qué los escritores no requirieron de gramática
para su escritura. Yo diría que desarrollaron, apoyados en su mayor o menor
genialidad, su propia gramática, esa que dice Chomsky que todos traemos en el
cerebro, con lecturas de otros escritores y con el ejercicio tenaz y permanente.
Sin embargo los que no somos escritores pero que por necesidad tenemos que
escribir algo, un informe, una tesis, un reporte técnico, una carta, un reportaje, una
entrevista, ¿podríamos obtener alguna ayuda de la gramática? Creo
honradamente que sí. De ninguna manera hará de nosotros escritores célebres,
pero nos permitirá expresamos con mayor claridad y precisión.
Estoy convencido de que, si alguien distingue e identifica el sujeto y el predicado,
nunca los separará con una coma, error harto frecuente. El que conozca cómo
están constituidas las proposiciones adjetivas y cuáles son sus clases no incurrirá
en el uso indebido de un pronombre relativo por otro, sabrá asimismo colocar la
coma antes de las explicativas, y la evitará ante las especificativas. Quien acuda,
por ejemplo, a la sabia Gramática de Bello y a las utilísimas notas de Cuervo,
usará bien los gerundios, con lo que ganará no tanto en elegancia cuanto en
transparencia en la transmisión de sus ideas.
Cuando se conoce la complejísima estructura de una oración compuesta es casi
seguro que se evitarán los párrafos enormes y confusos. Quien tenga la loable
costumbre de consultar el diccionario se informará sobre la corrección o propiedad
de determinado vocablo y tratará de no usar extranjerismos. Más relacionado con
la gramática está el conocimiento de nuestras estructuras lingüísticas que
permitirá al estudioso huir de los frecuentes calcos semánticos y sintácticos de
lenguas ajenas, que inadvertidamente se cuelan con no poca frecuencia en los
escritos de muchos que desdeñan toda reflexión sobre nuestra propia lengua.
Finalmente, conviene recordar que la gramática es, quizá más que otra cosa, una
espléndida disciplina mental, que nos enseña a ordenar nuestras ideas, a
jerarquizarlas, a relacionarlas. Estoy convencido de que, más que las reglas
sintácticas, más que las recetas de redacción, es el ejercicio de la inteligencia, que
está presente en todo estudio gramatical, el que más ayuda a la expresión clara y
precisa, a la comunicación oral o escrita inteligible. Ojalá nuestros niños y jóvenes
volvieran a estudiar rudimentos de gramática no sólo española, sino latina y
griega, pues les resultaría de gran beneficio para el sano desarrollo de su
inteligencia.
Fuente:
http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/fondo2000/vol1/algunas-minucias/html/3.html