2. Las Tribus de l’Omo
En los confines de Etiopia, a dos siglos de la modenidad, Hans Sylvester ha
fotografiado durante seis años durante seis años unas tribus de hombres,
mujeres y niños que gozan de un sentido del arte ancestral.
A sus pies, el rio Omo, a caballo sobre un triángulo formado por Etiopia,
Sudán y Kenya, el gran valle del Rift que se separa lentamente de Africa,
una region volcánica que les suministra una gran paleta de pigmentos, ocre
rojo, caolín blanco, verde, amrillos luminosos o grises cenizas.
Ellos tienen el genio de la pintura, y sus cuerpos de dos metros de alto es un
inmenso lienzo.
La fuerza de su arte se reduce a tres palabras: los dedos, la vitalidad y la
libertad.
Diseñan con la manos abiertas, su pincel son las uñas, a veces, con un pincel
de madera. Con gestos rápidos, vivos, espontáneos, mas allá de ser infantil,
es un movimiento esencial que buscan los grandes maestros
contemporáneos.
Solamente el deseo de decorarse, de seducir, de ser bellos, un juego y un
placer permanente. Les basta deslizar los dedos en las mezclas, y en diez
minutos, sobre su pecho, sus senos, pubis, piernas, nace un miro, un Picasso,
un Pollock, un Tapies, un Klee...