1. Pablo Atchugarry vende escultura en un millón de euros
Uruguay, ¡qué no ni no!
Buen movimiento en el mercado artístico nacional e internacional
Al Uruguay le podrá ir mal en el fútbol, no seremos buenos en el atletismo. La
opinión pública uruguaya da cuenta que es un país inseguro. En cuanto a nivel
educativo y según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico (OCDE) Uruguay está muy por debajo respecto a Europa o Asia.
También nos caracterizamos por ser un país donde pulula el color gris. Somos
críticos de todo: de lo bueno y de lo malo, de los famosos y del vecino. Ahora si
hay algo de lo que el uruguayo no se puede quejar es de sus artistas plásticos
y sus obras.
El crítico de arte plásticas de El observador, Pablo Cohen, sostiene que el arte
uruguayo siempre mantuvo el buen nivel en cuanto a la calidad de la obra.
Incluso, destaca que hay mejores artistas de calidad en el Uruguay que en
Argentina.
Joaquín Torres García, José Gurvich, Gonzalo Fonseca, José Pedro Costigliolo
y Páez Vilaró fueron los máximos exponenciales del arte clásico plástico en
Uruguay. Ellos tuvieron que conformarse con vender sus obras por poco dinero
en comparación a los miles o millón de dólares (si hablamos de Torres García)
que valdrían hoy muchas de sus obras.
Hoy en día el público uruguayo parece seguir la tendencia internacional de
invertir en el arte. Es por esta razón que hay una camada de artistas nacionales
que están muy bien cotizados tanto a nivel nacional como internacional. Los
más destacados son Ignacio Iturria y Pablo Atchugarry.
Vivir del arte no es cosa sencilla
Para poder vivir del arte tenés que tener renombre. No todos los apasionados
por esta práctica pueden
vender sus obras en miles de
dólares. Agustín Sabella es
parte de un colectivo llamado
Facultad de Artistas
Contemporáneos (FAC). Su
nombre ya suena a nivel
nacional, pero su arte se
enfoca más en lo callejero que
en lo pictórico propiamente
dicho. No tiene en cuenta la
ayuda que le pueda
suministrar el Estado
uruguayo. Su principal crítica es al medio uruguayo. Lo califica de
conservador: “las personas quieren obras que combinen con sus sillones y
cortinas, que no desentonen”. El espectador que él observa se basa en “lo
2. lindo” aunque también existe otro público, como el matrimonio Engelman Ost,
que tiene una visión más experta; pero son los menos.
Agustín Sabella (Paysandú, 1977) posee Bachillerato Internacional con
énfasis en arte, Outstanding creativity in art, The British Schools. En 2000
ingresa a la Licenciatura en Dirección de Empresas, UCUDAL. Su tésis es
sobre el retorno de la inversión en arte nacional. En 2005 ingresa a la
Fundación de Arte Contemporáneo (FAC) y trabaja en su obra y producción de
eventos. Participa en los seminarios teóricos de Jacqueline Lacasa, Enrique
Aguerre, entre otros, en las salas de la Fundación. Al siguiente año realiza una
intervención edilicia en la Facultad de Arquitectura, Taller Danza (work in
progress y registro fotográfico). Obtiene una Mención de Honor en el Premio
Paul Cézanne 2006. Su obra se exhibe permanentemente en FAC.
Cohen y Sabella coinciden en que son muy pocos los artistas que viven “con
todos los lujos” dedicándose únicamente al arte.
Sabella marca la falta de profesionalismo que hay
dentro del medio y reconoce que eso repercute en
el trabajo final.
El público uruguayo se fija tanto en lo que
proviene de afuera como en lo nacional. Así se
aprecia en los remates anuales de Castells &
Castells. Los concurrentes se muestran
interesados por los productos nacionales: una
obra de Gurvich se vendió, el año pasado, a 100
mil dólares. Cohen señala que el mercado es
pequeño, pero las personas que están en
condiciones de comprar arte de calidad le
interesan lo que exponen los artistas uruguayos. Carlos Federico Sáez
(1878-1901)
Estudio
El arte de contar historias Dibujo a lápiz sobre papel
28 x 22 cm.
Una obra para cotizarse debe tener: calidad (en Sin firmar.
cualquier rubro artístico), tiene que ser universal,
proveniente de un artista de confianza (por sus trabajos y trayectoria) pero por
sobre toda las cosas debe llegarle al público. Son reglas generales pero no
estancas. Las obras no tienen porqué tener un fin en sí misma, no hay que
contarle todo al público. Hay que dejar lugar a la reflexión e interpretación del
público. Para Cohen, una buena obra debe contener un elemento misterioso
que debe desentrañar aquel que la observe.
El máximo exponente uruguayo: Pablo Atchugarry
Dentro de las obras más cotizadas en el Uruguay está la obra de Carlos
Federico Sáez que se remató, en Castells & Castells, en 150 mil dólares.
Atchugarry ha vendido esculturas en más de 400 mil euros a Europa. Ya son
3. más de una las obras de Joaquín Torres García que llegan al millón de dólares.
Iturria ha vendido obras en 90mil dólares Las obras de Torres García y de
Pablo Atchugarry son las más cotizadas dentro del Uruguay.
Para Cohen el artista más cotizado en la historia uruguaya es Atchugarry,
superando incluso a las más prestigiosas obras de Torres García. También
destaca las generaciones venideras que pertenecen a la escuela de
Atchugarry. Ellos logran combinar su propia mirada con la abstracción, pero sin
hacer una ruptura total y respetando la tradición en cuanto a los recursos
estilísticos. Dentro de los artistas plásticos que pertenecen a dicha generación
se encuentran: Eduardo Cardozo, Gustavo Serra y Marcelo Legrand. Este
último ya cuenta con prestigio local e internacional.
Pablo Atchugarry (Montevideo 1954) es escultor de
profesión. A los once años hizo su primera muestra,
fue representante de Uruguay en la 50° Bienal de
Venecia y tiene en marcha una obra monumental
para la ciudad de Bruselas valuada en un millón
de euros. Desde 198 2 trabaja en su taller de Como
y, actualmente, esculpe también en el Manantiales
los bloques de mármol llegados de las canteras de
Carrara, a los que pliega como si fueran un textil.
Al artista le cuesta consagrarse: primero ante el difícil
público uruguayo; luego, ante el exigente espectador
internacional. Todos tienen diferentes gustos, todos
tienen diferentes visiones, está en el autor captar la
atención de aquel que penetra su vista en lo que fue
alguna vez un lienzo y ahora vale miles o millones de dólares. Ese fresco o
monumento es un despliegue más de la personalidad del artista, lo único que
tiene que hacer este es mostrarlo de manera bella y atractiva: exponerlo para
contar una historia.