Amar no es ceder a los chantajes emocionales del amor propio (nos amamos a nosotros mismos y no a los otros, cuando consentimos a lo que no debemos, para que no se enfaden...); o de los afectos a cónyuges, hijos, familiares o amigos que no son conformes al corazón de Dios; o de la intimidación de personas o de circunstancias difíciles, que pretenden empujarnos a obrar carnalmente.