Pablo utilizó las palabras:
“ekénosen”
Kenosis que se usa en la
teología cristiana para hablar
de este fenómeno divino
No significa que él haya
determinado dejar de ser Dios
para ser solamente un hombre
Tenía que ser igual a nosotros en
naturaleza, pero al mismo
tiempo diferente de nosotros, no
teniendo pecado como nosotros
se requería que quien pague
nuestras culpas tenía que ser de
nuestra misma naturaleza, no de
otra.
¿Cuáles son los derechos divinos, de los cuáles Jesús al
despojarse a sí mismo, renunció, para ser verdadero hombre sin
dejar de ser Dios, limitándose a no usarlos durante su vida y
ministerio terrenal, para así cumplir su función como Salvador?
Mateo lo describió escribiendo: “resplandeció su rostro como el
sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz; […] una nube
de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este
es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd” (Mateo
17:2b, 5).
Marcos, lo describe diciendo: “sus vestidos se volvieron
resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que ningún
lavador en la tierra los puede hacer tan blancos. […] Entonces
vino una nube que les hizo sombra, y desde la nube una voz que
decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd” (Marcos 9:3, 7).
Lucas lo describe también diciendo: “entre tanto que oraba, la
apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y
resplandeciente. / Y he aquí dos varones que hablaban con él, los
cuales eran Moisés y Elías; / quienes aparecieron rodeados de
gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en
Jerusalén. / […] / …vino una nube que los cubrió; y tuvieron
temor al entrar en la nube. / Y vino una voz desde la nube, que
decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd” (Lucas 9:29-31, 34, 35).
Juan no relata este episodio, pero es a ello que se refiere cuando
dice de Jesús: “vimos su gloria, gloria como del unigénito del
Padre” (Juan 1:14b).
“su rostro era como el sol cuando
resplandece en su fuerza. / Cuando
le vi, caí como muerto a sus pies. Y
él puso su diestra sobre mí,
diciéndome: No temas; yo soy el
primero y el último; / y el que vivo, y
estuve muerto; mas he aquí que vivo
por los siglos de los siglos, amén”
(Apocalipsis 1:16-18).
“Mi comida es que haga
la voluntad del que me
envió, y que acabe su
obra” (Juan 4:34).
Se limitó a no usar su
derecho de autoridad
absoluta, antes se
sometió a todo lo que su
Padre celestial decidiera
para él.
¿No es esto, que el Dios de
toda autoridad, ahora en su
condición de Dios
encarnado,
no hacía y quería lo que
como Dios tenía el derecho
de decidir hacer o no hacer,
sino que estaba sujeto a
obedecer la voluntad del
Padre?
Mateo 8:19 Y vino un escriba
y le dijo: Maestro, te seguiré
adondequiera que vayas. 20
Jesús le dijo: Las zorras
tienen guaridas, y las aves del
cielo nidos; mas el Hijo del
Hombre no tiene dónde
recostar su cabeza.
Jesús, el co-Creador junto con el Padre, el Dios por quien todas las
cosas fueron hechas, ahora, aquí en la tierra no tenía
absolutamente ningún bien terrenal.
Lucas 8:1 Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y
aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y
los doce con él, 2 y algunas mujeres que habían sido sanadas de
espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba
Magdalena, de la que habían salido siete demonios, 3 Juana,
mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas
que le servían de sus bienes.
Si él no hubiese hecho esto, los
seres humanos estaríamos
sumidos en la pobreza de las
miserables consecuencias del
pecado; pero ahora por su
decisión de experimentar “su
pobreza”, nosotros somos
“enriquecidos” con muchos
beneficios de la gracia
salvadora.
para ser beneficiados con la gracia divina de la salvación eterna,
y ser librados de nuestra antes segura condenación, fue
necesario que Jesús se despojara de sus derechos divinos, los
cuales él no estimó como cosas a qué aferrarse.
En ese mismo contexto, de lo que Jesús hizo de despojarse así
mismo, los creyentes somos invitados a ser como Jesús, cuando
San Pablo dice: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo en
Cristo Jesús” (Filipenses 2:5).
Los apóstoles se despojaron de sus barcas, de sus familias, de
sus propiedades, para ser discípulos y mensajeros del evangelio
de Jesús; y solo así lograron evangelizar al mundo de su tiempo.