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DEPORTES EXTREMOS, EXPERIENCIA PERSONAL Y 
CONSTRUCCIÓN DE COMUNIDAD EMOCIONAL EN 
EL MUNDO DE LA VIDA CONTEMPORÁNEA. 
Joaquín Darío Huertas Ruiz. 
Resumen 
El fenómeno deportivo es uno de los escenarios más significativos de interac-ción 
social, donde se manifiesta con mucha claridad como los individuos asumen 
los esquemas, las estructuras o las funciones sociales, de acuerdo al modo de 
comprender tales aspectos: el papel del sujeto o del individuo, valores, reglas 
y estrategias, rasgos específicos de identidad, el papel de las emociones y las 
condiciones del gregarismo y los medios de comunicación, etc., todo lo cual se 
ha potenciado desde el esquema deportivo moderno, donde prima el compo-nente 
olimpista-racional, a diferencia de los deportes extremos, donde emergen 
nuevas constituciones de sentido, propias del mundo de la vida en la comunidad 
emocional. En este escrito se demostrará, que los deportes extremos corres-ponden 
a las dinámicas específicas de las formas en las que se desenvuelve la 
sociedad posmoderna. 
1. Instrucciones de lectura: el deporte como discurso 
que da que pensar. 
Los deportes normalmente nos ofrecen qué sentir y a veces pasamos por alto 
que también nos dan qué pensar: Fijándonos un poco en el modo en que ha de-venido 
tanto el mercado como la cultura, nuestras sociedades han convertido es-tos 
acontecimientos en referentes para millones de personas en todo el mundo; 
esto puede indicarnos, de un lado, la aparente banalización de las sociedades 
en pos de actividades puramente lúdicas, pero de otro, manifiesta la extrema 
idealización y racionalización de la cultura moderna, donde hasta las actividades 
extra-laborales, están reguladas por una extrema racionalización y la técnica 
como valor absoluto de la acción. 
En este sentido, nos vamos a ocupar de la lectura de los deportes extremos 
como discursos de la posmodernidad, donde la complejidad y la paradoja son los 
signos y símbolos de una época que surge y realiza los ideales de la modernidad, 
en algunos de sus aspectos más discordantes, los cuales se leen e interpretan 
en la diversidad de emergencias que sus actores otorgan. Para nuestro caso, es 
necesario hacer un rodeo por el sentido del mundo de la vida moderno, donde la 
tecnología y los ideales de confort y superación de la dificultad contrastan con el 
mundo de la vida posmoderno, donde la cotidianidad se vive limitada por la tec-
2780 
nología y los valores que origina e impone, donde el sueño fue soñado y ya no es 
soportado. Seguidamente, presentaremos la paradoja entre el hombre deportivo 
moderno, en tensión a la subjetividad y el posmoderno, el x-gamer orientado 
a ser individuo y sus implicaciones dentro del contexto contemporáneo, donde 
puede leerse la conformación de una nueva manera de ser y de afrontar el mun-do. 
1.1. Mundo de la vida moderno. 
Si nos atenemos a la definición de mundo de la vida propuesto por Schütz y 
Berger, nos referimos a “ese ámbito de la realidad que el adulto alerta y normal 
simplemente presupone en la actitud de sentido común. Designamos por esta 
presuposición todo lo que experimentamos como incuestionable. Para nosotros 
todo estado de cosas es incuestionable hasta nuevo aviso”(Schütz & Berger, 
1968, p. 26). Así, nuestra realidad se indica por el dictado del sentido común, 
de acuerdo a lo cual todo tiene sentido y hay naturalidad dentro del espectro de 
las cosas que pasan siempre. La normalidad no nos dice mucho de lo cotidiano, 
pues ello entrañaría los cambios y transformaciones propios de lo extraordinario, 
la vida ordinaria. 
Las coordenadas de la modernidad se han delineado desde el Renacimiento, 
en una estrecha dependencia entre la economía y el desarrollo de la tecnología, 
comenzando por el control del tiempo y superando las limitaciones del espacio, 
convirtiendo así al mundo en una “aldea global”, realidad en la cual los hombres 
supuestamente han podido alcanzar niveles de vida nunca antes pensados. Ya 
desde hace algún tiempo, la dependencia de la tecnología es una simbiosis en-tre 
el individuo y las cosas que le facilitan la vida; podemos afirmar entonces 
que para el hombre moderno, su realidad está condicionada por las máquinas, 
encontrando en ellas sentido y horizonte, configurando sus relaciones con los 
demás y con el medio por la intervención que estas hacen con el mundo, convir-tiendo 
la cotidianidad en el escenario de las relaciones mecanizadas y mediati-zadas, 
donde todas las experiencias de relación social tienen tal impronta. 
2. ¿Sujeto o individuo?, el mundo de la vida 
de la técnica: el elogio de la comodidad. 
Dentro de este discurso, la consolidación de los deportes modernos y su múl-tiple 
valoración en campos como el ocio, la salud, el desarrollo de valores, hasta 
la modelación de personalidades y su explotación por parte de la industria (tanto 
en el entretenimiento como en el consumo de bienes asociados), han convertido 
estas prácticas en el paradigma de la modernidad: el objeto del deportista son 
los valores competitivos y estos son expresados tanto por la pulsión hacia las
2781 
marcas y hacia la idea de progreso y optimización: entrenamiento, trabajo en 
equipo, superación y perfeccionamiento, uso de la tecnología, entre otras cosas. 
Los deportes así concebidos, deberían ser entendidos entonces como el triunfo 
de la razón sobre la materia, como el escenario propicio para la formación social 
y política de todos sus componentes. 
2.1. El sueño fue soñado. La técnica como discurso de 
la dificultad. 
Los deportes modernos se inscriben dentro de la lógica moderna y hacen uso 
de la técnica para optimizar sus resultados; en la misma lógica, todos los de-portes 
se han convertido en espectáculos para ser vistos por las multitudes con 
los cuales hacer catarsis de la vida cotidiana. Ello genera que se convierta esta 
práctica en una dialéctica entre quienes practican con excelencia los deportes y 
quienes disfrutan como espectadores de los gestos deportivos. Para los segun-dos, 
la satisfacción de las emociones creadas y del gusto por las manifestaciones 
espectaculares idealizadas y difundidas por los medios de comunicación, dan la 
sensación de tener un contacto existencial desde lo lúdico. 
El lugar que se ha apropiado el deporte como escenario es producto de su 
espectacularidad y de la similitud de sus formas con el modelo social imperan-te 
en la modernidad. Al convertirse en industria, el deporte ofrece una serie de 
bondades con las cuales los individuos pueden satisfacer sus necesidades emo-cionales, 
convirtiéndolo en actor del complejo deportivo, en una industria donde 
el resto de los protagonistas hacen las veces de coro trágico, en un papel ajeno 
a los principios humanistas del olimpismo inicial. De otro lado, nuestra sociedad 
ubica al aficionado como una entidad ajena del fenómeno deportivo y lo convier-te 
en una especie de abstracción que disfruta a distancia, pasivamente, como 
sucede también con otros fenómenos que en otras épocas han sido fundamen-tales, 
como la religión y la necesidad de identidad local, por ejemplo. 
Dentro de este horizonte, ver jugar deportes, a la vez que hace perder el sen-tido 
esencial de experiencia primordial del mundo que posee el juego y los de-portes, 
para convertirse en una de las tantas actividades que el hombre instru-mentaliza 
a la búsqueda de la administración de su tiempo, sin que ello redunde 
en una experiencia genuina con el mundo, tal como sucede con la mayoría de 
los aparatos y mediaciones modernas, que lo facilitan todo: es natural ver como 
dentro de la perspectiva moderna del deporte, aparece la fascinación por la es-tadística 
y por la ejecución –de caracteres empresariales– de las estrategias de 
juego y de los desarrollos tecnológicos para superar los registros. 
Es curioso constatar que el mundo de la vida, desde esta arista que es el
2782 
espectáculo deportivo termina inundado del sentido de la modernidad: la dele-gación 
de la actividad física a otros que pueden hacerlo mejor y la participación 
activa solamente cuando es estimulado, recuerda mucho los ejercicios políticos; 
el abandono de la experiencia material del juego, se ha podido satisfacer con la 
creación de los videojuegos, en los cuales la estimulación audiovisual suplanta 
la experiencia real. También es curioso notar cómo, a medida que se desarrolla 
tecnológicamente –modernamente– una sociedad, crecen exponencialmente las 
enfermedades asociadas al sedentarismo, a pesar que el consumo de espectá-culos 
deportivos se hace mayor. 
3. Valores, reglas y estrategias: estar juntos en la red, 
solos en las calles. 
3.1. Mundo de la vida posmoderno. 
Para Michel Maffesoli (Maffesoli, 2004b), el mundo de la vida no es el escena-rio 
de la permanencia, del sentido común, sino de la constante inestabilidad, lo 
que deriva en una comunidad emocional que se desenvuelve en las megalópolis 
contemporáneas, pero que no busca hacer emerger valores ni ideologías nue-vas, 
lo que le interesa es vivir y por vida se refiere a todo tipo de experiencias 
que le ayuden a hacer contacto con el mundo, incluidas las que implican violen-cia 
y peligro. 
¿Habría que hablar de la sociedad desmoronada, en decadencia, o del fin de 
todos los valores comunes? No es seguro. La aventura existencial está ahí. Hay 
que interpretarla con audacia. Hasta entonces las diversas instituciones sociales, 
familiares, políticas, económicas, sabían dar sentido e indicar el sentido. Ya no 
es el caso puesto que la energía (individual y colectiva), ya no se proyecta hacia 
lo lejano. Se agota en el acto. Se inviste únicamente en una serie de presentes 
vividos como tantos otros instantes eternos.(Maffesoli, 2000) 
El sujeto –dueño de sí y de sus posibilidades de consumo y satisfacción–, se 
desvanece para dar lugar a la experiencia individual y de lo colectivo, orienta-do 
por el deseo de sentir y de chocar contra la oposición con la naturaleza con 
la cual se vuelve a encantar. Frente a la deshumanización que implica la vida 
contemporánea, el individuo se enfrenta a la realidad trastocando sus valores: 
frente a la eficiencia y la optimización, se imponen tendencias caóticas y contes-tatarias; 
los valores estéticos se banalizan en pos de un sentir colectivo, que a su 
vez se convierte en el modelo de comportamiento general, lo cual a su vez com-porta 
la trágica asimilación de las renovaciones a los cánones de la modernidad, 
en una suerte de eterno retorno y de dialéctica entre el encanto y el desencanto.
2783 
El mundo de la vida es entonces el del constante cambio y la permanencia 
es su estado alterado. Los procesos de socialización se transforman y reclaman 
escenarios que diverjan de los establecidos, sin importar las implicaciones: las 
redes sociales y los espectáculos multitudinarios ofrecen un marco donde, es-pecialmente 
los jóvenes, pueden satisfacer sus necesidades de socialización, sin 
las obligaciones impuestas por el aparato moral de la modernidad. Las dinámicas 
de reconocimiento e identificación ya no pasan por el tamiz de la subjetividad, 
sino por la perspectiva de la figura individual excepcional, lo cual recuerda los 
tiempos míticos, pero implicando también el anonimato de las mayorías, quienes 
participan de la emoción, sin la esperanza de comprenderla(Maffesoli, 2004a). 
4. Los deportes extremos como discurso de la posmo-dernidad. 
Si los deportes modernos comparten con la época todo el aparato ideológico y 
las formas ideales que lo conforman, los deportes extremos son así mismo signo 
y símbolo de la posmodernidad. Sus características los distinguen notoriamente 
de la configuración de los deportes modernos porque se desarrollan siguiendo 
otros lineamientos, donde la espectacularidad, la voluntad de aventura y la co-munidad 
de emociones, marcan su desarrollo e influencia en los jóvenes. Como 
deportes y extremos, es necesario observar las oposiciones que en el marco de 
su práctica surgen al orden establecido de la modernidad: su materialidad, la 
confrontación al riesgo mortal, su carácter ambivalente entre lo individual y lo 
colectivo y la ruptura de reglas establecidas en el deporte como diferenciación 
de otros actos humanos. 
Frente al orden establecido para las sociedades urbanas, donde los espacios y 
los tiempos son regulados estrictamente, los deportes extremos nacen usando 
de otro modo los escenarios comunes de la ciudad y se extienden al campo. Es 
común encontrar deportistas extremos –skaters, rollers, bikers–, jugando en 
terrenos baldíos y en lugares que habitualmente no son considerados aptos para 
el ejercicio deportivo: escaleras, puentes, piscinas abandonadas, paredes…; la 
vuelta a la naturaleza se hace en escenarios donde la ausencia de condiciones 
para las prácticas deportivas es la regla: abismos, campo abierto, trochas, el 
mismo aire, erigidas como canchas; de ahí el carácter de extremo, porque alte-ra 
las condiciones del escenario hasta el límite de sus posibilidades para alcanzar 
los objetivos del gesto deportivo: se salta por las bancas del parque, se desliza 
en los pasamanos de las escaleras, se baja con patines por las escaleras, se sal-tan 
automóviles estacionados o en movimiento, se gira y se suben paredes sin 
asidero y se desafía la gravedad mediante saltos acrobáticos.
2784 
Todos estos deportes tienen implícito el componente del riesgo, la cercanía 
con el peligro y la imprevisión, la aventura, opuesta a la serena previsión y 
control de la que hace gala la modernidad: aquí se no previene sino se vive el 
momento, lo actual, donde es muy posible tener una lesión o quedar en peligro 
de muerte. Lo mismo sucederá con las actividades en la montaña, los ríos o los 
muros de escalada. 
De otra parte, tales deportes implican otra cara de la vivencia del ser humano 
en su búsqueda de sentido. Los deportes extremos no se practican de manera 
solitaria, se crean grupos que construyen identidades y valores propios de la 
vida social. La imagen del joven practicante de deportes extremos es la de un 
hombre distinto y apartado de la sociedad en tanto es un componente marginal 
del mismo. El patinador, el Roller, está identificado con un grupo especial y con 
ello aparecen también las notas que lo van a caracterizar y a distinguir de entre 
las demás prácticas juveniles: atuendos, ropa, música, etc. (Feixa i Pàmpols & 
Maffesoli, 1998). 
De la aventura propia del deporte contemporáneo, deriva otro componente 
aún más trascendental: Todos ellos implican trato cercano con la muerte, la re-tan, 
haciéndola próxima. Los gestos técnicos, el ejercicio a ser alcanzado, roza 
el peligro abandonando lo seguro, lo posible, para adentrarse en lo inquietante, 
lo imposible, la proeza. Es seguro que este acercamiento con la dificultad a su-perar, 
con el riesgo que se corre porfiadamente por el solo gusto de enfrentarlo, 
genera suficiente emoción para convertirse en algo profundamente significativo. 
Quien practica cualquiera de estos deportes sabe que se arriesga a lastimarse o 
a morir y aun así lo hace. Las carreras de aventura o las súper maratones im-plican 
tales riesgos y se sabe que muchos han muerto en sus prácticas aunque 
sean expertos en tales disciplinas. El deseo de superar los límites del mismo 
cuerpo, sin diferencia entre el deportista profesional y el aficionado, se aleja del 
convencionalismo propio del deporte contemporáneo, que tiene como principio 
el cuidado del jugador y su oponente. 
El espacio vivido por el hombre contemporáneo no es solamente el lugar 
donde se desplaza materialmente, sino también donde se mueve virtualmente: 
los deportes extremos se desarrollan también para ser vistos, no sólo por sus 
testigos presenciales, sino también por otros que participan a través del ciberes-pacio. 
El ejercicio se graba en video digital para ser subido a las redes sociales 
como youtube o Facebook, por ejemplo. El video es compartido por el grupo de 
jóvenes deportistas entre sí y con sus conocidos, multiplicando el alcance de su 
acontecer. Como parte de las paradojas de la posmodernidad, estos deportes se 
oponen, de un modo muy peculiar, al carácter efímero de los deportes moder-nos: 
si bien estos se registran audiovisualmente, van perdiendo su actualidad en
2785 
tanto su cuantificación convierte el momento en dato, mientras que los deportes 
extremos son notorios por su capacidad de hacer persistir el asombro por su 
espectacularidad. 
Estos deportes acumulan los testimonios y actualizan el estupor propio de 
su práctica, sin por ello ocultar la posibilidad del pasado. Podemos interpretar 
este acontecimiento como una resistencia ante el mismo medio que convierte 
en efímero todo acontecer; al aprovechar las condiciones de los medios a pe-sar 
de ellos mismos, al poder extender los signos y significados, la voluntad de 
aventura y actualizar el riesgo, se convierte en autentico el gesto y en un texto 
que puede ser interpretado a voluntad de quien lo quiera acceder. Los códigos 
aprendidos por años de observación de los medios, imprimen un sentido mediá-tico 
que incluye música de fondo, efectos de cámara y trucajes para lograr un 
mayor efecto. 
5. La lectura ontológica de los deportes extremos. 
Consideramos que la oposición entre las cotidianidades y las prácticas depor-tivas 
ha sido suficiente para exponer algunas ideas alrededor de este fenómeno. 
No sólo se hace evidente que el mundo de la vida que contiene a los deportes 
es distinto, sino que, aunque se leen en los mismos términos, su objeto es por 
completo diverso. 
Los deportes modernos se caracterizan por exaltar la construcción de la sub-jetividad 
sobre las capacidades del hombre para poder dar significado a sus 
acciones en un nivel ontológico y a su vez social. La pérdida de sentido del 
deporte contemporáneo como modelo de acción, se da porque se ha perdido 
su carácter genuinamente lúdico en pos de su carácter idealista y productivo. 
Huizinga(2002, p. 74) y Caillois (1997, p. 37)ponen de presente que los juegos 
son ante todo pérdida y derroche de energías para la realización humana, lo 
cual en los términos de la modernidad es algo negativo. Se pasa por alto que la 
dimensión lúdica de la existencia debe ser experienciada por cada uno, pues la 
realización humana se plenifica en el juego y en el contacto de la existencia con 
el mundo. En términos de la analítica existencial de Heidegger, la pérdida que 
ocurre en el ser cuando opta por abandonar su sentido original, lo lleva hacia el 
sinsentido y por ello es natural que el deporte, como actividad sin fundamento, 
sin su contenido original, solo posea el carácter de espectáculo que le hemos 
impuesto en la dinámica contemporánea (Cfr. Heidegger, 2002, pp. 129-157). 
En los deportes extremos parece haber un rescate del ser precisamente por 
su contradicción, pues al abandonarse el individuo a la búsqueda de emociones,
2786 
deja de lado los convencionalismos de la racionalidad, pero puede experimentar-se 
a sí mismo por encima de toda pérdida de sentido. Quien se pone en el límite 
de la existencia, es capaz de alcanzar, en otros términos, no ya modernos, pero 
si auténticos. 
6. Conclusiones. 
Se espera que haya quedado suficientemente explayada la situación contex-tual 
de los deportes extremos en la sociedad posmoderna y de los deportes 
modernos en su época propia, sin embargo es necesario poner de presente que 
es imposible diferenciar entre una y otra situación, pues podemos afirmar que 
no hay distinciones que marquen de manera categórica a uno y otro momento. 
De hecho, los acercamientos entre uno y otro fenómeno son cada vez más co-munes. 
Por ejemplo, los deportes como el futbol tienen cabida en los juegos de 
video y se les inscribe dentro de los códigos propios de los deportes extremos; 
así mismo, existen ahora modalidades de futbol en los que se incluyen gestos 
espectaculares de dominio del balón, como el Freestyle y el popular futbol cinco, 
el cual implica gran exigencia física y técnica. Se pueden ver también, compe-tencias 
mundiales de algunos deportes extremos y la profesionalización de va-rios 
atletas extremos, quienes han entrado en la dinámica propia del mercado 
moderno. 
Se espera poder exponer con mayor detalle, la situación social del deporte 
extremo, en consonancia con las categorías de la teoría de Maffesoli, sobre todo 
desde las dinámicas del nomadismo, la anomia, el paroxismo y la proxemia. 
Es verdaderamente difícil tratar de exponer un tema donde el discurso está 
escrito en términos audiovisuales, los cuales dejan los conceptos escritos cortos, 
sobre todo en la descripción de las emociones sin caer en el sentimentalismo 
o la apología, cuestiones de racionalidad que deben ser revisadas en pos de la 
riqueza del fenómeno. 
Queda aún por reflexionar, en otro instante, el carácter discursivo que entraña 
el papel de la virtualidad de los deportes extremos y su papel en la constitución 
de sentidos para los grupos juveniles. Ello implica una lectura que no cabe en 
este trabajo por su extensión y dificultad, a pesar de su extrema importancia 
para la lectura de la época. 
7. Bibliografía 
Caillois, R. (1997). Los juegos y los hombres (1 ed.). Bogotá: Fondo de cultura 
económica. 
Feixa i Pàmpols, C., & Maffesoli, M. (1998). De jóvenes, bandas y tribus : antro-
2787 
pología de la juventud. Barcelona: Ariel. 
Heidegger, M. (2002). El ser y el tiempo (2ª ed.). México: Fondo de Cultura Eco-nómica. 
Huizinga, J. (2002). Homo Ludens. Madrid: Alianza. 
Maffesoli, M. (2000). Nomadismo Juvenil. Nomadas, Universidad Central, (13), 
151-159. 
Maffesoli, M. (2004a). El nomadismo : vagabundeos iniciáticos (1 ed.). México 
D.F.: Fondo de Cultura Económica. 
Maffesoli, M. (2004b). El tiempo de las tribus El ocaso del individualismo en las 
sociedades posmodernas. México, [etc.]: Siglo XXI. 
Schütz, A., & Berger, P. (1968). Las estructuras del mundo de la vida. . Buenos 
Aires: Amorrortu.

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Deportes extremos como discurso de la posmodernidad

  • 1. 2779 DEPORTES EXTREMOS, EXPERIENCIA PERSONAL Y CONSTRUCCIÓN DE COMUNIDAD EMOCIONAL EN EL MUNDO DE LA VIDA CONTEMPORÁNEA. Joaquín Darío Huertas Ruiz. Resumen El fenómeno deportivo es uno de los escenarios más significativos de interac-ción social, donde se manifiesta con mucha claridad como los individuos asumen los esquemas, las estructuras o las funciones sociales, de acuerdo al modo de comprender tales aspectos: el papel del sujeto o del individuo, valores, reglas y estrategias, rasgos específicos de identidad, el papel de las emociones y las condiciones del gregarismo y los medios de comunicación, etc., todo lo cual se ha potenciado desde el esquema deportivo moderno, donde prima el compo-nente olimpista-racional, a diferencia de los deportes extremos, donde emergen nuevas constituciones de sentido, propias del mundo de la vida en la comunidad emocional. En este escrito se demostrará, que los deportes extremos corres-ponden a las dinámicas específicas de las formas en las que se desenvuelve la sociedad posmoderna. 1. Instrucciones de lectura: el deporte como discurso que da que pensar. Los deportes normalmente nos ofrecen qué sentir y a veces pasamos por alto que también nos dan qué pensar: Fijándonos un poco en el modo en que ha de-venido tanto el mercado como la cultura, nuestras sociedades han convertido es-tos acontecimientos en referentes para millones de personas en todo el mundo; esto puede indicarnos, de un lado, la aparente banalización de las sociedades en pos de actividades puramente lúdicas, pero de otro, manifiesta la extrema idealización y racionalización de la cultura moderna, donde hasta las actividades extra-laborales, están reguladas por una extrema racionalización y la técnica como valor absoluto de la acción. En este sentido, nos vamos a ocupar de la lectura de los deportes extremos como discursos de la posmodernidad, donde la complejidad y la paradoja son los signos y símbolos de una época que surge y realiza los ideales de la modernidad, en algunos de sus aspectos más discordantes, los cuales se leen e interpretan en la diversidad de emergencias que sus actores otorgan. Para nuestro caso, es necesario hacer un rodeo por el sentido del mundo de la vida moderno, donde la tecnología y los ideales de confort y superación de la dificultad contrastan con el mundo de la vida posmoderno, donde la cotidianidad se vive limitada por la tec-
  • 2. 2780 nología y los valores que origina e impone, donde el sueño fue soñado y ya no es soportado. Seguidamente, presentaremos la paradoja entre el hombre deportivo moderno, en tensión a la subjetividad y el posmoderno, el x-gamer orientado a ser individuo y sus implicaciones dentro del contexto contemporáneo, donde puede leerse la conformación de una nueva manera de ser y de afrontar el mun-do. 1.1. Mundo de la vida moderno. Si nos atenemos a la definición de mundo de la vida propuesto por Schütz y Berger, nos referimos a “ese ámbito de la realidad que el adulto alerta y normal simplemente presupone en la actitud de sentido común. Designamos por esta presuposición todo lo que experimentamos como incuestionable. Para nosotros todo estado de cosas es incuestionable hasta nuevo aviso”(Schütz & Berger, 1968, p. 26). Así, nuestra realidad se indica por el dictado del sentido común, de acuerdo a lo cual todo tiene sentido y hay naturalidad dentro del espectro de las cosas que pasan siempre. La normalidad no nos dice mucho de lo cotidiano, pues ello entrañaría los cambios y transformaciones propios de lo extraordinario, la vida ordinaria. Las coordenadas de la modernidad se han delineado desde el Renacimiento, en una estrecha dependencia entre la economía y el desarrollo de la tecnología, comenzando por el control del tiempo y superando las limitaciones del espacio, convirtiendo así al mundo en una “aldea global”, realidad en la cual los hombres supuestamente han podido alcanzar niveles de vida nunca antes pensados. Ya desde hace algún tiempo, la dependencia de la tecnología es una simbiosis en-tre el individuo y las cosas que le facilitan la vida; podemos afirmar entonces que para el hombre moderno, su realidad está condicionada por las máquinas, encontrando en ellas sentido y horizonte, configurando sus relaciones con los demás y con el medio por la intervención que estas hacen con el mundo, convir-tiendo la cotidianidad en el escenario de las relaciones mecanizadas y mediati-zadas, donde todas las experiencias de relación social tienen tal impronta. 2. ¿Sujeto o individuo?, el mundo de la vida de la técnica: el elogio de la comodidad. Dentro de este discurso, la consolidación de los deportes modernos y su múl-tiple valoración en campos como el ocio, la salud, el desarrollo de valores, hasta la modelación de personalidades y su explotación por parte de la industria (tanto en el entretenimiento como en el consumo de bienes asociados), han convertido estas prácticas en el paradigma de la modernidad: el objeto del deportista son los valores competitivos y estos son expresados tanto por la pulsión hacia las
  • 3. 2781 marcas y hacia la idea de progreso y optimización: entrenamiento, trabajo en equipo, superación y perfeccionamiento, uso de la tecnología, entre otras cosas. Los deportes así concebidos, deberían ser entendidos entonces como el triunfo de la razón sobre la materia, como el escenario propicio para la formación social y política de todos sus componentes. 2.1. El sueño fue soñado. La técnica como discurso de la dificultad. Los deportes modernos se inscriben dentro de la lógica moderna y hacen uso de la técnica para optimizar sus resultados; en la misma lógica, todos los de-portes se han convertido en espectáculos para ser vistos por las multitudes con los cuales hacer catarsis de la vida cotidiana. Ello genera que se convierta esta práctica en una dialéctica entre quienes practican con excelencia los deportes y quienes disfrutan como espectadores de los gestos deportivos. Para los segun-dos, la satisfacción de las emociones creadas y del gusto por las manifestaciones espectaculares idealizadas y difundidas por los medios de comunicación, dan la sensación de tener un contacto existencial desde lo lúdico. El lugar que se ha apropiado el deporte como escenario es producto de su espectacularidad y de la similitud de sus formas con el modelo social imperan-te en la modernidad. Al convertirse en industria, el deporte ofrece una serie de bondades con las cuales los individuos pueden satisfacer sus necesidades emo-cionales, convirtiéndolo en actor del complejo deportivo, en una industria donde el resto de los protagonistas hacen las veces de coro trágico, en un papel ajeno a los principios humanistas del olimpismo inicial. De otro lado, nuestra sociedad ubica al aficionado como una entidad ajena del fenómeno deportivo y lo convier-te en una especie de abstracción que disfruta a distancia, pasivamente, como sucede también con otros fenómenos que en otras épocas han sido fundamen-tales, como la religión y la necesidad de identidad local, por ejemplo. Dentro de este horizonte, ver jugar deportes, a la vez que hace perder el sen-tido esencial de experiencia primordial del mundo que posee el juego y los de-portes, para convertirse en una de las tantas actividades que el hombre instru-mentaliza a la búsqueda de la administración de su tiempo, sin que ello redunde en una experiencia genuina con el mundo, tal como sucede con la mayoría de los aparatos y mediaciones modernas, que lo facilitan todo: es natural ver como dentro de la perspectiva moderna del deporte, aparece la fascinación por la es-tadística y por la ejecución –de caracteres empresariales– de las estrategias de juego y de los desarrollos tecnológicos para superar los registros. Es curioso constatar que el mundo de la vida, desde esta arista que es el
  • 4. 2782 espectáculo deportivo termina inundado del sentido de la modernidad: la dele-gación de la actividad física a otros que pueden hacerlo mejor y la participación activa solamente cuando es estimulado, recuerda mucho los ejercicios políticos; el abandono de la experiencia material del juego, se ha podido satisfacer con la creación de los videojuegos, en los cuales la estimulación audiovisual suplanta la experiencia real. También es curioso notar cómo, a medida que se desarrolla tecnológicamente –modernamente– una sociedad, crecen exponencialmente las enfermedades asociadas al sedentarismo, a pesar que el consumo de espectá-culos deportivos se hace mayor. 3. Valores, reglas y estrategias: estar juntos en la red, solos en las calles. 3.1. Mundo de la vida posmoderno. Para Michel Maffesoli (Maffesoli, 2004b), el mundo de la vida no es el escena-rio de la permanencia, del sentido común, sino de la constante inestabilidad, lo que deriva en una comunidad emocional que se desenvuelve en las megalópolis contemporáneas, pero que no busca hacer emerger valores ni ideologías nue-vas, lo que le interesa es vivir y por vida se refiere a todo tipo de experiencias que le ayuden a hacer contacto con el mundo, incluidas las que implican violen-cia y peligro. ¿Habría que hablar de la sociedad desmoronada, en decadencia, o del fin de todos los valores comunes? No es seguro. La aventura existencial está ahí. Hay que interpretarla con audacia. Hasta entonces las diversas instituciones sociales, familiares, políticas, económicas, sabían dar sentido e indicar el sentido. Ya no es el caso puesto que la energía (individual y colectiva), ya no se proyecta hacia lo lejano. Se agota en el acto. Se inviste únicamente en una serie de presentes vividos como tantos otros instantes eternos.(Maffesoli, 2000) El sujeto –dueño de sí y de sus posibilidades de consumo y satisfacción–, se desvanece para dar lugar a la experiencia individual y de lo colectivo, orienta-do por el deseo de sentir y de chocar contra la oposición con la naturaleza con la cual se vuelve a encantar. Frente a la deshumanización que implica la vida contemporánea, el individuo se enfrenta a la realidad trastocando sus valores: frente a la eficiencia y la optimización, se imponen tendencias caóticas y contes-tatarias; los valores estéticos se banalizan en pos de un sentir colectivo, que a su vez se convierte en el modelo de comportamiento general, lo cual a su vez com-porta la trágica asimilación de las renovaciones a los cánones de la modernidad, en una suerte de eterno retorno y de dialéctica entre el encanto y el desencanto.
  • 5. 2783 El mundo de la vida es entonces el del constante cambio y la permanencia es su estado alterado. Los procesos de socialización se transforman y reclaman escenarios que diverjan de los establecidos, sin importar las implicaciones: las redes sociales y los espectáculos multitudinarios ofrecen un marco donde, es-pecialmente los jóvenes, pueden satisfacer sus necesidades de socialización, sin las obligaciones impuestas por el aparato moral de la modernidad. Las dinámicas de reconocimiento e identificación ya no pasan por el tamiz de la subjetividad, sino por la perspectiva de la figura individual excepcional, lo cual recuerda los tiempos míticos, pero implicando también el anonimato de las mayorías, quienes participan de la emoción, sin la esperanza de comprenderla(Maffesoli, 2004a). 4. Los deportes extremos como discurso de la posmo-dernidad. Si los deportes modernos comparten con la época todo el aparato ideológico y las formas ideales que lo conforman, los deportes extremos son así mismo signo y símbolo de la posmodernidad. Sus características los distinguen notoriamente de la configuración de los deportes modernos porque se desarrollan siguiendo otros lineamientos, donde la espectacularidad, la voluntad de aventura y la co-munidad de emociones, marcan su desarrollo e influencia en los jóvenes. Como deportes y extremos, es necesario observar las oposiciones que en el marco de su práctica surgen al orden establecido de la modernidad: su materialidad, la confrontación al riesgo mortal, su carácter ambivalente entre lo individual y lo colectivo y la ruptura de reglas establecidas en el deporte como diferenciación de otros actos humanos. Frente al orden establecido para las sociedades urbanas, donde los espacios y los tiempos son regulados estrictamente, los deportes extremos nacen usando de otro modo los escenarios comunes de la ciudad y se extienden al campo. Es común encontrar deportistas extremos –skaters, rollers, bikers–, jugando en terrenos baldíos y en lugares que habitualmente no son considerados aptos para el ejercicio deportivo: escaleras, puentes, piscinas abandonadas, paredes…; la vuelta a la naturaleza se hace en escenarios donde la ausencia de condiciones para las prácticas deportivas es la regla: abismos, campo abierto, trochas, el mismo aire, erigidas como canchas; de ahí el carácter de extremo, porque alte-ra las condiciones del escenario hasta el límite de sus posibilidades para alcanzar los objetivos del gesto deportivo: se salta por las bancas del parque, se desliza en los pasamanos de las escaleras, se baja con patines por las escaleras, se sal-tan automóviles estacionados o en movimiento, se gira y se suben paredes sin asidero y se desafía la gravedad mediante saltos acrobáticos.
  • 6. 2784 Todos estos deportes tienen implícito el componente del riesgo, la cercanía con el peligro y la imprevisión, la aventura, opuesta a la serena previsión y control de la que hace gala la modernidad: aquí se no previene sino se vive el momento, lo actual, donde es muy posible tener una lesión o quedar en peligro de muerte. Lo mismo sucederá con las actividades en la montaña, los ríos o los muros de escalada. De otra parte, tales deportes implican otra cara de la vivencia del ser humano en su búsqueda de sentido. Los deportes extremos no se practican de manera solitaria, se crean grupos que construyen identidades y valores propios de la vida social. La imagen del joven practicante de deportes extremos es la de un hombre distinto y apartado de la sociedad en tanto es un componente marginal del mismo. El patinador, el Roller, está identificado con un grupo especial y con ello aparecen también las notas que lo van a caracterizar y a distinguir de entre las demás prácticas juveniles: atuendos, ropa, música, etc. (Feixa i Pàmpols & Maffesoli, 1998). De la aventura propia del deporte contemporáneo, deriva otro componente aún más trascendental: Todos ellos implican trato cercano con la muerte, la re-tan, haciéndola próxima. Los gestos técnicos, el ejercicio a ser alcanzado, roza el peligro abandonando lo seguro, lo posible, para adentrarse en lo inquietante, lo imposible, la proeza. Es seguro que este acercamiento con la dificultad a su-perar, con el riesgo que se corre porfiadamente por el solo gusto de enfrentarlo, genera suficiente emoción para convertirse en algo profundamente significativo. Quien practica cualquiera de estos deportes sabe que se arriesga a lastimarse o a morir y aun así lo hace. Las carreras de aventura o las súper maratones im-plican tales riesgos y se sabe que muchos han muerto en sus prácticas aunque sean expertos en tales disciplinas. El deseo de superar los límites del mismo cuerpo, sin diferencia entre el deportista profesional y el aficionado, se aleja del convencionalismo propio del deporte contemporáneo, que tiene como principio el cuidado del jugador y su oponente. El espacio vivido por el hombre contemporáneo no es solamente el lugar donde se desplaza materialmente, sino también donde se mueve virtualmente: los deportes extremos se desarrollan también para ser vistos, no sólo por sus testigos presenciales, sino también por otros que participan a través del ciberes-pacio. El ejercicio se graba en video digital para ser subido a las redes sociales como youtube o Facebook, por ejemplo. El video es compartido por el grupo de jóvenes deportistas entre sí y con sus conocidos, multiplicando el alcance de su acontecer. Como parte de las paradojas de la posmodernidad, estos deportes se oponen, de un modo muy peculiar, al carácter efímero de los deportes moder-nos: si bien estos se registran audiovisualmente, van perdiendo su actualidad en
  • 7. 2785 tanto su cuantificación convierte el momento en dato, mientras que los deportes extremos son notorios por su capacidad de hacer persistir el asombro por su espectacularidad. Estos deportes acumulan los testimonios y actualizan el estupor propio de su práctica, sin por ello ocultar la posibilidad del pasado. Podemos interpretar este acontecimiento como una resistencia ante el mismo medio que convierte en efímero todo acontecer; al aprovechar las condiciones de los medios a pe-sar de ellos mismos, al poder extender los signos y significados, la voluntad de aventura y actualizar el riesgo, se convierte en autentico el gesto y en un texto que puede ser interpretado a voluntad de quien lo quiera acceder. Los códigos aprendidos por años de observación de los medios, imprimen un sentido mediá-tico que incluye música de fondo, efectos de cámara y trucajes para lograr un mayor efecto. 5. La lectura ontológica de los deportes extremos. Consideramos que la oposición entre las cotidianidades y las prácticas depor-tivas ha sido suficiente para exponer algunas ideas alrededor de este fenómeno. No sólo se hace evidente que el mundo de la vida que contiene a los deportes es distinto, sino que, aunque se leen en los mismos términos, su objeto es por completo diverso. Los deportes modernos se caracterizan por exaltar la construcción de la sub-jetividad sobre las capacidades del hombre para poder dar significado a sus acciones en un nivel ontológico y a su vez social. La pérdida de sentido del deporte contemporáneo como modelo de acción, se da porque se ha perdido su carácter genuinamente lúdico en pos de su carácter idealista y productivo. Huizinga(2002, p. 74) y Caillois (1997, p. 37)ponen de presente que los juegos son ante todo pérdida y derroche de energías para la realización humana, lo cual en los términos de la modernidad es algo negativo. Se pasa por alto que la dimensión lúdica de la existencia debe ser experienciada por cada uno, pues la realización humana se plenifica en el juego y en el contacto de la existencia con el mundo. En términos de la analítica existencial de Heidegger, la pérdida que ocurre en el ser cuando opta por abandonar su sentido original, lo lleva hacia el sinsentido y por ello es natural que el deporte, como actividad sin fundamento, sin su contenido original, solo posea el carácter de espectáculo que le hemos impuesto en la dinámica contemporánea (Cfr. Heidegger, 2002, pp. 129-157). En los deportes extremos parece haber un rescate del ser precisamente por su contradicción, pues al abandonarse el individuo a la búsqueda de emociones,
  • 8. 2786 deja de lado los convencionalismos de la racionalidad, pero puede experimentar-se a sí mismo por encima de toda pérdida de sentido. Quien se pone en el límite de la existencia, es capaz de alcanzar, en otros términos, no ya modernos, pero si auténticos. 6. Conclusiones. Se espera que haya quedado suficientemente explayada la situación contex-tual de los deportes extremos en la sociedad posmoderna y de los deportes modernos en su época propia, sin embargo es necesario poner de presente que es imposible diferenciar entre una y otra situación, pues podemos afirmar que no hay distinciones que marquen de manera categórica a uno y otro momento. De hecho, los acercamientos entre uno y otro fenómeno son cada vez más co-munes. Por ejemplo, los deportes como el futbol tienen cabida en los juegos de video y se les inscribe dentro de los códigos propios de los deportes extremos; así mismo, existen ahora modalidades de futbol en los que se incluyen gestos espectaculares de dominio del balón, como el Freestyle y el popular futbol cinco, el cual implica gran exigencia física y técnica. Se pueden ver también, compe-tencias mundiales de algunos deportes extremos y la profesionalización de va-rios atletas extremos, quienes han entrado en la dinámica propia del mercado moderno. Se espera poder exponer con mayor detalle, la situación social del deporte extremo, en consonancia con las categorías de la teoría de Maffesoli, sobre todo desde las dinámicas del nomadismo, la anomia, el paroxismo y la proxemia. Es verdaderamente difícil tratar de exponer un tema donde el discurso está escrito en términos audiovisuales, los cuales dejan los conceptos escritos cortos, sobre todo en la descripción de las emociones sin caer en el sentimentalismo o la apología, cuestiones de racionalidad que deben ser revisadas en pos de la riqueza del fenómeno. Queda aún por reflexionar, en otro instante, el carácter discursivo que entraña el papel de la virtualidad de los deportes extremos y su papel en la constitución de sentidos para los grupos juveniles. Ello implica una lectura que no cabe en este trabajo por su extensión y dificultad, a pesar de su extrema importancia para la lectura de la época. 7. Bibliografía Caillois, R. (1997). Los juegos y los hombres (1 ed.). Bogotá: Fondo de cultura económica. Feixa i Pàmpols, C., & Maffesoli, M. (1998). De jóvenes, bandas y tribus : antro-
  • 9. 2787 pología de la juventud. Barcelona: Ariel. Heidegger, M. (2002). El ser y el tiempo (2ª ed.). México: Fondo de Cultura Eco-nómica. Huizinga, J. (2002). Homo Ludens. Madrid: Alianza. Maffesoli, M. (2000). Nomadismo Juvenil. Nomadas, Universidad Central, (13), 151-159. Maffesoli, M. (2004a). El nomadismo : vagabundeos iniciáticos (1 ed.). México D.F.: Fondo de Cultura Económica. Maffesoli, M. (2004b). El tiempo de las tribus El ocaso del individualismo en las sociedades posmodernas. México, [etc.]: Siglo XXI. Schütz, A., & Berger, P. (1968). Las estructuras del mundo de la vida. . Buenos Aires: Amorrortu.