Este documento discute los deportes extremos como discurso de la posmodernidad. En la era moderna, los deportes se racionalizaron y tecnificaron, volviéndose espectáculos para las masas. Sin embargo, los deportes extremos emergen en la posmodernidad como una expresión del deseo de aventura y la comunidad emocional. Rompen las reglas establecidas al practicarse en escenarios peligrosos y al enfrentar el riesgo de muerte. Representan el cambio constante y la búsqueda de experiencias vividas en el
Deportes extremos como discurso de la posmodernidad
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DEPORTES EXTREMOS, EXPERIENCIA PERSONAL Y
CONSTRUCCIÓN DE COMUNIDAD EMOCIONAL EN
EL MUNDO DE LA VIDA CONTEMPORÁNEA.
Joaquín Darío Huertas Ruiz.
Resumen
El fenómeno deportivo es uno de los escenarios más significativos de interac-ción
social, donde se manifiesta con mucha claridad como los individuos asumen
los esquemas, las estructuras o las funciones sociales, de acuerdo al modo de
comprender tales aspectos: el papel del sujeto o del individuo, valores, reglas
y estrategias, rasgos específicos de identidad, el papel de las emociones y las
condiciones del gregarismo y los medios de comunicación, etc., todo lo cual se
ha potenciado desde el esquema deportivo moderno, donde prima el compo-nente
olimpista-racional, a diferencia de los deportes extremos, donde emergen
nuevas constituciones de sentido, propias del mundo de la vida en la comunidad
emocional. En este escrito se demostrará, que los deportes extremos corres-ponden
a las dinámicas específicas de las formas en las que se desenvuelve la
sociedad posmoderna.
1. Instrucciones de lectura: el deporte como discurso
que da que pensar.
Los deportes normalmente nos ofrecen qué sentir y a veces pasamos por alto
que también nos dan qué pensar: Fijándonos un poco en el modo en que ha de-venido
tanto el mercado como la cultura, nuestras sociedades han convertido es-tos
acontecimientos en referentes para millones de personas en todo el mundo;
esto puede indicarnos, de un lado, la aparente banalización de las sociedades
en pos de actividades puramente lúdicas, pero de otro, manifiesta la extrema
idealización y racionalización de la cultura moderna, donde hasta las actividades
extra-laborales, están reguladas por una extrema racionalización y la técnica
como valor absoluto de la acción.
En este sentido, nos vamos a ocupar de la lectura de los deportes extremos
como discursos de la posmodernidad, donde la complejidad y la paradoja son los
signos y símbolos de una época que surge y realiza los ideales de la modernidad,
en algunos de sus aspectos más discordantes, los cuales se leen e interpretan
en la diversidad de emergencias que sus actores otorgan. Para nuestro caso, es
necesario hacer un rodeo por el sentido del mundo de la vida moderno, donde la
tecnología y los ideales de confort y superación de la dificultad contrastan con el
mundo de la vida posmoderno, donde la cotidianidad se vive limitada por la tec-
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nología y los valores que origina e impone, donde el sueño fue soñado y ya no es
soportado. Seguidamente, presentaremos la paradoja entre el hombre deportivo
moderno, en tensión a la subjetividad y el posmoderno, el x-gamer orientado
a ser individuo y sus implicaciones dentro del contexto contemporáneo, donde
puede leerse la conformación de una nueva manera de ser y de afrontar el mun-do.
1.1. Mundo de la vida moderno.
Si nos atenemos a la definición de mundo de la vida propuesto por Schütz y
Berger, nos referimos a “ese ámbito de la realidad que el adulto alerta y normal
simplemente presupone en la actitud de sentido común. Designamos por esta
presuposición todo lo que experimentamos como incuestionable. Para nosotros
todo estado de cosas es incuestionable hasta nuevo aviso”(Schütz & Berger,
1968, p. 26). Así, nuestra realidad se indica por el dictado del sentido común,
de acuerdo a lo cual todo tiene sentido y hay naturalidad dentro del espectro de
las cosas que pasan siempre. La normalidad no nos dice mucho de lo cotidiano,
pues ello entrañaría los cambios y transformaciones propios de lo extraordinario,
la vida ordinaria.
Las coordenadas de la modernidad se han delineado desde el Renacimiento,
en una estrecha dependencia entre la economía y el desarrollo de la tecnología,
comenzando por el control del tiempo y superando las limitaciones del espacio,
convirtiendo así al mundo en una “aldea global”, realidad en la cual los hombres
supuestamente han podido alcanzar niveles de vida nunca antes pensados. Ya
desde hace algún tiempo, la dependencia de la tecnología es una simbiosis en-tre
el individuo y las cosas que le facilitan la vida; podemos afirmar entonces
que para el hombre moderno, su realidad está condicionada por las máquinas,
encontrando en ellas sentido y horizonte, configurando sus relaciones con los
demás y con el medio por la intervención que estas hacen con el mundo, convir-tiendo
la cotidianidad en el escenario de las relaciones mecanizadas y mediati-zadas,
donde todas las experiencias de relación social tienen tal impronta.
2. ¿Sujeto o individuo?, el mundo de la vida
de la técnica: el elogio de la comodidad.
Dentro de este discurso, la consolidación de los deportes modernos y su múl-tiple
valoración en campos como el ocio, la salud, el desarrollo de valores, hasta
la modelación de personalidades y su explotación por parte de la industria (tanto
en el entretenimiento como en el consumo de bienes asociados), han convertido
estas prácticas en el paradigma de la modernidad: el objeto del deportista son
los valores competitivos y estos son expresados tanto por la pulsión hacia las
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marcas y hacia la idea de progreso y optimización: entrenamiento, trabajo en
equipo, superación y perfeccionamiento, uso de la tecnología, entre otras cosas.
Los deportes así concebidos, deberían ser entendidos entonces como el triunfo
de la razón sobre la materia, como el escenario propicio para la formación social
y política de todos sus componentes.
2.1. El sueño fue soñado. La técnica como discurso de
la dificultad.
Los deportes modernos se inscriben dentro de la lógica moderna y hacen uso
de la técnica para optimizar sus resultados; en la misma lógica, todos los de-portes
se han convertido en espectáculos para ser vistos por las multitudes con
los cuales hacer catarsis de la vida cotidiana. Ello genera que se convierta esta
práctica en una dialéctica entre quienes practican con excelencia los deportes y
quienes disfrutan como espectadores de los gestos deportivos. Para los segun-dos,
la satisfacción de las emociones creadas y del gusto por las manifestaciones
espectaculares idealizadas y difundidas por los medios de comunicación, dan la
sensación de tener un contacto existencial desde lo lúdico.
El lugar que se ha apropiado el deporte como escenario es producto de su
espectacularidad y de la similitud de sus formas con el modelo social imperan-te
en la modernidad. Al convertirse en industria, el deporte ofrece una serie de
bondades con las cuales los individuos pueden satisfacer sus necesidades emo-cionales,
convirtiéndolo en actor del complejo deportivo, en una industria donde
el resto de los protagonistas hacen las veces de coro trágico, en un papel ajeno
a los principios humanistas del olimpismo inicial. De otro lado, nuestra sociedad
ubica al aficionado como una entidad ajena del fenómeno deportivo y lo convier-te
en una especie de abstracción que disfruta a distancia, pasivamente, como
sucede también con otros fenómenos que en otras épocas han sido fundamen-tales,
como la religión y la necesidad de identidad local, por ejemplo.
Dentro de este horizonte, ver jugar deportes, a la vez que hace perder el sen-tido
esencial de experiencia primordial del mundo que posee el juego y los de-portes,
para convertirse en una de las tantas actividades que el hombre instru-mentaliza
a la búsqueda de la administración de su tiempo, sin que ello redunde
en una experiencia genuina con el mundo, tal como sucede con la mayoría de
los aparatos y mediaciones modernas, que lo facilitan todo: es natural ver como
dentro de la perspectiva moderna del deporte, aparece la fascinación por la es-tadística
y por la ejecución –de caracteres empresariales– de las estrategias de
juego y de los desarrollos tecnológicos para superar los registros.
Es curioso constatar que el mundo de la vida, desde esta arista que es el
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espectáculo deportivo termina inundado del sentido de la modernidad: la dele-gación
de la actividad física a otros que pueden hacerlo mejor y la participación
activa solamente cuando es estimulado, recuerda mucho los ejercicios políticos;
el abandono de la experiencia material del juego, se ha podido satisfacer con la
creación de los videojuegos, en los cuales la estimulación audiovisual suplanta
la experiencia real. También es curioso notar cómo, a medida que se desarrolla
tecnológicamente –modernamente– una sociedad, crecen exponencialmente las
enfermedades asociadas al sedentarismo, a pesar que el consumo de espectá-culos
deportivos se hace mayor.
3. Valores, reglas y estrategias: estar juntos en la red,
solos en las calles.
3.1. Mundo de la vida posmoderno.
Para Michel Maffesoli (Maffesoli, 2004b), el mundo de la vida no es el escena-rio
de la permanencia, del sentido común, sino de la constante inestabilidad, lo
que deriva en una comunidad emocional que se desenvuelve en las megalópolis
contemporáneas, pero que no busca hacer emerger valores ni ideologías nue-vas,
lo que le interesa es vivir y por vida se refiere a todo tipo de experiencias
que le ayuden a hacer contacto con el mundo, incluidas las que implican violen-cia
y peligro.
¿Habría que hablar de la sociedad desmoronada, en decadencia, o del fin de
todos los valores comunes? No es seguro. La aventura existencial está ahí. Hay
que interpretarla con audacia. Hasta entonces las diversas instituciones sociales,
familiares, políticas, económicas, sabían dar sentido e indicar el sentido. Ya no
es el caso puesto que la energía (individual y colectiva), ya no se proyecta hacia
lo lejano. Se agota en el acto. Se inviste únicamente en una serie de presentes
vividos como tantos otros instantes eternos.(Maffesoli, 2000)
El sujeto –dueño de sí y de sus posibilidades de consumo y satisfacción–, se
desvanece para dar lugar a la experiencia individual y de lo colectivo, orienta-do
por el deseo de sentir y de chocar contra la oposición con la naturaleza con
la cual se vuelve a encantar. Frente a la deshumanización que implica la vida
contemporánea, el individuo se enfrenta a la realidad trastocando sus valores:
frente a la eficiencia y la optimización, se imponen tendencias caóticas y contes-tatarias;
los valores estéticos se banalizan en pos de un sentir colectivo, que a su
vez se convierte en el modelo de comportamiento general, lo cual a su vez com-porta
la trágica asimilación de las renovaciones a los cánones de la modernidad,
en una suerte de eterno retorno y de dialéctica entre el encanto y el desencanto.
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El mundo de la vida es entonces el del constante cambio y la permanencia
es su estado alterado. Los procesos de socialización se transforman y reclaman
escenarios que diverjan de los establecidos, sin importar las implicaciones: las
redes sociales y los espectáculos multitudinarios ofrecen un marco donde, es-pecialmente
los jóvenes, pueden satisfacer sus necesidades de socialización, sin
las obligaciones impuestas por el aparato moral de la modernidad. Las dinámicas
de reconocimiento e identificación ya no pasan por el tamiz de la subjetividad,
sino por la perspectiva de la figura individual excepcional, lo cual recuerda los
tiempos míticos, pero implicando también el anonimato de las mayorías, quienes
participan de la emoción, sin la esperanza de comprenderla(Maffesoli, 2004a).
4. Los deportes extremos como discurso de la posmo-dernidad.
Si los deportes modernos comparten con la época todo el aparato ideológico y
las formas ideales que lo conforman, los deportes extremos son así mismo signo
y símbolo de la posmodernidad. Sus características los distinguen notoriamente
de la configuración de los deportes modernos porque se desarrollan siguiendo
otros lineamientos, donde la espectacularidad, la voluntad de aventura y la co-munidad
de emociones, marcan su desarrollo e influencia en los jóvenes. Como
deportes y extremos, es necesario observar las oposiciones que en el marco de
su práctica surgen al orden establecido de la modernidad: su materialidad, la
confrontación al riesgo mortal, su carácter ambivalente entre lo individual y lo
colectivo y la ruptura de reglas establecidas en el deporte como diferenciación
de otros actos humanos.
Frente al orden establecido para las sociedades urbanas, donde los espacios y
los tiempos son regulados estrictamente, los deportes extremos nacen usando
de otro modo los escenarios comunes de la ciudad y se extienden al campo. Es
común encontrar deportistas extremos –skaters, rollers, bikers–, jugando en
terrenos baldíos y en lugares que habitualmente no son considerados aptos para
el ejercicio deportivo: escaleras, puentes, piscinas abandonadas, paredes…; la
vuelta a la naturaleza se hace en escenarios donde la ausencia de condiciones
para las prácticas deportivas es la regla: abismos, campo abierto, trochas, el
mismo aire, erigidas como canchas; de ahí el carácter de extremo, porque alte-ra
las condiciones del escenario hasta el límite de sus posibilidades para alcanzar
los objetivos del gesto deportivo: se salta por las bancas del parque, se desliza
en los pasamanos de las escaleras, se baja con patines por las escaleras, se sal-tan
automóviles estacionados o en movimiento, se gira y se suben paredes sin
asidero y se desafía la gravedad mediante saltos acrobáticos.
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Todos estos deportes tienen implícito el componente del riesgo, la cercanía
con el peligro y la imprevisión, la aventura, opuesta a la serena previsión y
control de la que hace gala la modernidad: aquí se no previene sino se vive el
momento, lo actual, donde es muy posible tener una lesión o quedar en peligro
de muerte. Lo mismo sucederá con las actividades en la montaña, los ríos o los
muros de escalada.
De otra parte, tales deportes implican otra cara de la vivencia del ser humano
en su búsqueda de sentido. Los deportes extremos no se practican de manera
solitaria, se crean grupos que construyen identidades y valores propios de la
vida social. La imagen del joven practicante de deportes extremos es la de un
hombre distinto y apartado de la sociedad en tanto es un componente marginal
del mismo. El patinador, el Roller, está identificado con un grupo especial y con
ello aparecen también las notas que lo van a caracterizar y a distinguir de entre
las demás prácticas juveniles: atuendos, ropa, música, etc. (Feixa i Pàmpols &
Maffesoli, 1998).
De la aventura propia del deporte contemporáneo, deriva otro componente
aún más trascendental: Todos ellos implican trato cercano con la muerte, la re-tan,
haciéndola próxima. Los gestos técnicos, el ejercicio a ser alcanzado, roza
el peligro abandonando lo seguro, lo posible, para adentrarse en lo inquietante,
lo imposible, la proeza. Es seguro que este acercamiento con la dificultad a su-perar,
con el riesgo que se corre porfiadamente por el solo gusto de enfrentarlo,
genera suficiente emoción para convertirse en algo profundamente significativo.
Quien practica cualquiera de estos deportes sabe que se arriesga a lastimarse o
a morir y aun así lo hace. Las carreras de aventura o las súper maratones im-plican
tales riesgos y se sabe que muchos han muerto en sus prácticas aunque
sean expertos en tales disciplinas. El deseo de superar los límites del mismo
cuerpo, sin diferencia entre el deportista profesional y el aficionado, se aleja del
convencionalismo propio del deporte contemporáneo, que tiene como principio
el cuidado del jugador y su oponente.
El espacio vivido por el hombre contemporáneo no es solamente el lugar
donde se desplaza materialmente, sino también donde se mueve virtualmente:
los deportes extremos se desarrollan también para ser vistos, no sólo por sus
testigos presenciales, sino también por otros que participan a través del ciberes-pacio.
El ejercicio se graba en video digital para ser subido a las redes sociales
como youtube o Facebook, por ejemplo. El video es compartido por el grupo de
jóvenes deportistas entre sí y con sus conocidos, multiplicando el alcance de su
acontecer. Como parte de las paradojas de la posmodernidad, estos deportes se
oponen, de un modo muy peculiar, al carácter efímero de los deportes moder-nos:
si bien estos se registran audiovisualmente, van perdiendo su actualidad en
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tanto su cuantificación convierte el momento en dato, mientras que los deportes
extremos son notorios por su capacidad de hacer persistir el asombro por su
espectacularidad.
Estos deportes acumulan los testimonios y actualizan el estupor propio de
su práctica, sin por ello ocultar la posibilidad del pasado. Podemos interpretar
este acontecimiento como una resistencia ante el mismo medio que convierte
en efímero todo acontecer; al aprovechar las condiciones de los medios a pe-sar
de ellos mismos, al poder extender los signos y significados, la voluntad de
aventura y actualizar el riesgo, se convierte en autentico el gesto y en un texto
que puede ser interpretado a voluntad de quien lo quiera acceder. Los códigos
aprendidos por años de observación de los medios, imprimen un sentido mediá-tico
que incluye música de fondo, efectos de cámara y trucajes para lograr un
mayor efecto.
5. La lectura ontológica de los deportes extremos.
Consideramos que la oposición entre las cotidianidades y las prácticas depor-tivas
ha sido suficiente para exponer algunas ideas alrededor de este fenómeno.
No sólo se hace evidente que el mundo de la vida que contiene a los deportes
es distinto, sino que, aunque se leen en los mismos términos, su objeto es por
completo diverso.
Los deportes modernos se caracterizan por exaltar la construcción de la sub-jetividad
sobre las capacidades del hombre para poder dar significado a sus
acciones en un nivel ontológico y a su vez social. La pérdida de sentido del
deporte contemporáneo como modelo de acción, se da porque se ha perdido
su carácter genuinamente lúdico en pos de su carácter idealista y productivo.
Huizinga(2002, p. 74) y Caillois (1997, p. 37)ponen de presente que los juegos
son ante todo pérdida y derroche de energías para la realización humana, lo
cual en los términos de la modernidad es algo negativo. Se pasa por alto que la
dimensión lúdica de la existencia debe ser experienciada por cada uno, pues la
realización humana se plenifica en el juego y en el contacto de la existencia con
el mundo. En términos de la analítica existencial de Heidegger, la pérdida que
ocurre en el ser cuando opta por abandonar su sentido original, lo lleva hacia el
sinsentido y por ello es natural que el deporte, como actividad sin fundamento,
sin su contenido original, solo posea el carácter de espectáculo que le hemos
impuesto en la dinámica contemporánea (Cfr. Heidegger, 2002, pp. 129-157).
En los deportes extremos parece haber un rescate del ser precisamente por
su contradicción, pues al abandonarse el individuo a la búsqueda de emociones,
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deja de lado los convencionalismos de la racionalidad, pero puede experimentar-se
a sí mismo por encima de toda pérdida de sentido. Quien se pone en el límite
de la existencia, es capaz de alcanzar, en otros términos, no ya modernos, pero
si auténticos.
6. Conclusiones.
Se espera que haya quedado suficientemente explayada la situación contex-tual
de los deportes extremos en la sociedad posmoderna y de los deportes
modernos en su época propia, sin embargo es necesario poner de presente que
es imposible diferenciar entre una y otra situación, pues podemos afirmar que
no hay distinciones que marquen de manera categórica a uno y otro momento.
De hecho, los acercamientos entre uno y otro fenómeno son cada vez más co-munes.
Por ejemplo, los deportes como el futbol tienen cabida en los juegos de
video y se les inscribe dentro de los códigos propios de los deportes extremos;
así mismo, existen ahora modalidades de futbol en los que se incluyen gestos
espectaculares de dominio del balón, como el Freestyle y el popular futbol cinco,
el cual implica gran exigencia física y técnica. Se pueden ver también, compe-tencias
mundiales de algunos deportes extremos y la profesionalización de va-rios
atletas extremos, quienes han entrado en la dinámica propia del mercado
moderno.
Se espera poder exponer con mayor detalle, la situación social del deporte
extremo, en consonancia con las categorías de la teoría de Maffesoli, sobre todo
desde las dinámicas del nomadismo, la anomia, el paroxismo y la proxemia.
Es verdaderamente difícil tratar de exponer un tema donde el discurso está
escrito en términos audiovisuales, los cuales dejan los conceptos escritos cortos,
sobre todo en la descripción de las emociones sin caer en el sentimentalismo
o la apología, cuestiones de racionalidad que deben ser revisadas en pos de la
riqueza del fenómeno.
Queda aún por reflexionar, en otro instante, el carácter discursivo que entraña
el papel de la virtualidad de los deportes extremos y su papel en la constitución
de sentidos para los grupos juveniles. Ello implica una lectura que no cabe en
este trabajo por su extensión y dificultad, a pesar de su extrema importancia
para la lectura de la época.
7. Bibliografía
Caillois, R. (1997). Los juegos y los hombres (1 ed.). Bogotá: Fondo de cultura
económica.
Feixa i Pàmpols, C., & Maffesoli, M. (1998). De jóvenes, bandas y tribus : antro-
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pología de la juventud. Barcelona: Ariel.
Heidegger, M. (2002). El ser y el tiempo (2ª ed.). México: Fondo de Cultura Eco-nómica.
Huizinga, J. (2002). Homo Ludens. Madrid: Alianza.
Maffesoli, M. (2000). Nomadismo Juvenil. Nomadas, Universidad Central, (13),
151-159.
Maffesoli, M. (2004a). El nomadismo : vagabundeos iniciáticos (1 ed.). México
D.F.: Fondo de Cultura Económica.
Maffesoli, M. (2004b). El tiempo de las tribus El ocaso del individualismo en las
sociedades posmodernas. México, [etc.]: Siglo XXI.
Schütz, A., & Berger, P. (1968). Las estructuras del mundo de la vida. . Buenos
Aires: Amorrortu.