2. Ya desde el comienzo
de su predicación, la
figura de Jesús fue
objeto de controversia.
¿Quién era ese
Jesús, que recorría
los pueblos y las
aldeas de Galilea?
Su “yo” más
profundo, para
muchos, constituía
un misterio.
3. Su predicación, sus milagros, su amor a los pobres y
marginados, su predicación del Reino de Dios, su pretensión
de ser el Mesías esperado por Israel, su unión con Dios, al que
llamaba afectuosamente abba (Padre), considerándose como
hijo suyo, hizo que las gentes que le escuchaban se
preguntasen sobre su verdadera personalidad.
4. El evangelio de San Mateo nos
describe la variedad de opiniones
que corrían entre la gente sobre la
persona de Jesús.
“Al llegar a la región de Cesarea
de Filipo, –nos dice el evangelista-
, Jesús preguntó a sus discípulos:
• ‘Quién dice la gente que es el Hijo del
hombre?’
• Ellos contestaron:
• ‘Unos que Juan el Bautista,
• otros que Elías,
• otros que Jeremías o uno de los
profetas’ (Mt 16, 13-14).
5. • “ Como la fama de Jesús se había
extendido, el rey Herodes oyó
hablar de él.
También Herodes Antipas
estaba confuso ante la
persona de Jesús:
Unos decían: ‘Juan el Bautista
ha resucitado de entre los
muertos y por eso las fuerzas
milagrosas actúan en él’.
Otros decían:
‘Es Elías’.
• Herodes, al oírlo, decía: ‘Es Juan,
a quien yo decapité, que ha
resucitado” (Mc 6, 14-16).
Otros: ‘Es un profeta como
los antiguos’.
6. Flavio Josefo fue contemporáneo
de los apóstoles y en su libro Antigüedades
judías habla dos veces de Jesús.
Al narrar la muerte de Santiago, pariente de
Jesús, nos dice: “Anano reunió al Sanedrín
de los jueces e hizo compadecer ante ellos
a Santiago, el hermano de Jesús, llamado
el Cristo, así como a algunos otros; los
acusó de haber violado la ley y los entregó
a la lapidación”.
7. En otro pasaje de Flavio Josefo, transmitido por el obispo
Agapio, del siglo X, se dice: “Por esta época, hubo un
hombre sabio llamado Jesús, de buena conducta, sus
virtudes fueron reconocidas, y muchos judíos y de otras
naciones se hicieron discípulos suyos.
Pilato lo condenó a ser crucificado y a morir.
Pero, los que se habían hecho discípulos suyos
predicaron su doctrina.
• Contaron que se les había aparecido tres días después de su
crucifixión y que estaba vivo.
• Quizás era el Cristo sobre el que habían dicho cosas
prodigiosas los profetas”.
8. Los textos que hemos comentado,
y otros más que podríamos haber
recogido, nos hablan ciertamente
de un personaje histórico, Jesús
de Nazaret, que vivió en Palestina
en el siglo primero de nuestra era.
Para unos era un antiguo
personaje de la historia del
pueblo de Israel que había
revivido, para otros un rabino,
más o menos respetuoso con
las tradiciones religiosas del
pueblo judío.
En cualquier caso, no era sino
un mero hombre.
9. Sus pretensiones
mesiánicas no
pasaban de ser sino
equivocaciones de
Jesús respecto de su
misión.
Un hombre bueno,
sí, pero sólo un
hombre, que, en el
mejor de los casos,
enseñó una doctrina
de amor al prójimo y
de servicio a los
demás.
10. El pasaje de San Mateo, capítulo 16,
anteriormente citado, termina con esta
pregunta de Jesús a sus discípulos:
“Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?’.
Simón Pedro tomó la palabra y dijo: ‘Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios
vivo” ( Mt 16, 15-16).
• Hay aquí ya una confesión de fe: Jesús es el Mesías, el Señor, el Hijo de Dios hecho
hombre.
11. “«Cristo», en griego, y
«Mesías», en hebreo,
significan «ungido».
Jesús es el Cristo porque ha
sido consagrado por Dios,
ungido por el Espíritu Santo
para la misión redentora.
El Compendio del
Catecismo de la Iglesia
Católica comentará este
texto diciendo:
Él es el Mesías esperado por
Israel y enviado al mundo por el
Padre. Jesús ha aceptado el título
de Mesías, precisando, sin
embargo, su sentido: «bajado del
cielo» (Jn 3, 13), crucificado y
después resucitado,
Él es el siervo sufriente «que
da su vida en rescate por
muchos» (Mt 20, 28). Del
nombre de Cristo nos viene el
nombre de cristianos” (nº 82).
12. Los cristianos
creemos que “Él es
«el Hijo unigénito de
Dios»
(1 Jn 4, 9), la
segunda Persona
de la Trinidad.
Esta es
nuestra fe,
ésta es la fe
de la Iglesia
13. Oh Dios, que de modo admirable has creado al
hombre a tu imagen y semejanza, y de modo
más admirable todavía restableciste su
dignidad por Jesucristo; concédenos
compartir la vida divina de aquel que se ha
dignado compartir con el hombre la condición
humana.
Por N.S.J.C. Amén.