2. Jueces 4 nos cuenta un episodio más del
conflicto cósmico. Durante el periodo de
los jueces se repitió sistemáticamente el
mismo patrón de este conflicto:
Dios libertó a Israel atrayendo a Sísara y
entregándolo a Barac (v. 7).
Para ello usó lluvias torrenciales y
torrentes impetuosos (Jueces 5:4, 21).
El triunfo en el conflicto viene de Dios, el
hombre solo recoge la victoria.
La victoria final vino por Jael, que dio a
Sísara leche para beber. Una vez
dormido, lo mató.
3. «Y el ángel de Jehová se le apareció, y le dijo: Jehová
está contigo, varón esforzado y valiente» (Jueces 6:12)
Un nuevo capítulo en el conflicto. El ejército madianita se
extiende por Israel como langostas, devorando todo a su paso
(Jueces 6:5); Dios advierte al pueblo de su pecado (Jueces
6:8-10) y les envía un libertador (Jueces 6:14).
El proceso de victoria fue así:
a) Consagración de Gedeón.
Derribó altares e hizo pacto
con Dios (Jueces 6:32, 36-40).
b) Consagración de los 300 que
estaban dispuestos a hacer
frente al mal (Jueces 7:7).
c) Se les unieron los 10.000
«indecisos» y los 22.000
«cobardes» (Jueces 7:23).
d) Se les unieron también los
que no habían sido llamados
inicialmente (Jueces 7:24).
Su sentido de humildad y modestia fueron los factores determinantes
para que Dios pudiese utilizar a Gedeón (y a cada uno de nosotros).
4. «Y [Sansón] juzgó a Israel en los días de los filisteos
veinte años» (Jueces 15:20)
Las líneas que delimitan el conflicto entre el bien y el
mal no siempre son claras. En el caso de Sansón, Dios
usó sus debilidades (pecados) como fortalezas contra
los filisteos. Extraño comportamiento para un «héroe
de la fe» (Hebreos 11:32).
Mató a 30
hombres para
quitarles la
ropa y pagar
una deuda de
juego (Jueces
14:19).
Destruyó las
cosechas de sus
enemigos
cuando su
esposa (filistea)
fue dada a otro
hombre (Jueces
15:1-5).
Mató a muchos
filisteos por
haber
quemado a su
esposa con su
familia (Jueces
15:6-9).
Cuando
intentaron
vengarse, mató
a 1.000 filisteos
con la quijada
de un asno
(Jueces 15:15).
Derribó un
templo
matando a
3.000 filisteos
como venganza
por haberle
dejado ciego
(Jueces 16:28).
5. «Respondió Rut: No me ruegues que te deje, y me aparte de ti;
porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que
vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios» (Rut 1:16)
Aquí tenemos a una familia
que abandona su nación para
vivir en tierra enemiga.
Allí sufre los ataques del
maligno, que destruye a tres de
los cuatro miembros de la
familia, pero gana un nuevo
adepto para el pueblo de Dios.
Noemí enseñó a Rut la fe
verdadera. Una vez que decidió
poner su parte con el pueblo
de Dios, Rut se encontró con su
Redentor representado en la
persona de Booz.
El gran conflicto no es solo una lucha cósmica entre
Cristo y Satanás, el pueblo de Dios y sus enemigos. Es
una lucha que se gana o se pierde en el corazón de
cada hombre y mujer.
6. «Él guarda los pies de sus santos, mas los impíos
perecen en tinieblas; porque nadie será fuerte por
su propia fuerza» (1ª de Samuel 2:9)
El cántico inspirado de Ana, madre de Samuel, ofrece
una vislumbre del éxito o fracaso en la vida de los
siervos de Dios.
Dos jueces «santos», Elí y Samuel, confiaron en la fuerza
de Dios para sostenerles. Ambos murieron muy
ancianos y respetados por el pueblo.
Sin embargo, sus hijos confiaron en sus
propias fuerzas y criterios. Solo nos queda de
ellos el recuerdo de sus pecados (falta de
respeto, blasfemia, robo, adulterio, soborno).
Cuán distinta hubiera sido la historia de Israel
si los hijos de Samuel hubieran seguido
sus pasos.
Nuestras vidas afectan al Gran Conflicto. Con
nuestro ejemplo, guiamos a otros a la
santidad o a la impiedad.
7. «“Como fue en los días de Noé, así también será en
los días del Hijo del Hombre”. Lucas 17:26. Dios
tendrá un pueblo celoso para las buenas obras, firme
en medio de las contaminaciones de esta época de
degeneración. Habrá un pueblo cuyos miembros se
aferrarán de tal manera a la fuerza divina que
podrán resistir a toda tentación. Los malos anuncios
que se ven en carteles llamativos pueden tratar de
hablar a sus sentidos y corromper su mente, pero
estarán de tal manera unidos con Dios y los ángeles
que serán como quienes no ven ni oyen. Tienen que
hacer una obra que nadie puede hacer por ellos, la
cual consiste en pelear la buena batalla de la fe y
echar mano de la vida eterna. No tendrán confianza
en ellos mismos, ni suficiencia propia. Conociendo
su debilidad, unirán su ignorancia a la sabiduría de
Cristo, su debilidad a su fuerza»
E.G.W. (Testimonios para la iglesia, tomo 3, pg. 518)