2. Dios
creó al
hombre
Le dio libertad de elección
El hombre pecó
Dios fue el primer
misionero
Nosotros también somos
misioneros
3. «Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó;
varón y hembra los creó» (Génesis 1:27)
La raza humana no es el producto del
azar, nuestra vida no es una vida sin
sentido. Dios nos ha revelado nuestro
origen y nuestro destino; la razón de
nuestro existir y cómo hemos de vivir.
1. El hombre es la corona de la Creación.
Todo lo anteriormente creado fue
creado pensando en él.
2. Dios creó al hombre de forma distinta
a todo lo demás: “Hagamos”.
3. Fuimos creados a imagen y semejanza
de Dios, como seres moralmente
libres.
4. Se nos dio dominio sobre toda la
creación, para cuidarla como
mayordomos de Dios.
4. «Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto
podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás;
porque el día que de él comieres, ciertamente morirás» (Génesis 2:16-17)
Dios nos creó
libres para elegir:
amar o no amar;
obedecer o
desobedecer.
Si solo
pudiésemos amar
y obedecer,
¿dónde quedaría
nuestra libertad?
«Dios desea de todas sus criaturas el servicio que nace del amor, de
la comprensión y del aprecio de su carácter. No halla placer en una
obediencia forzada, y otorga a todos libre albedrío para que puedan
servirle voluntariamente» E.G.W. (Patriarcas y profetas, pg. 12)
5. «Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a
los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto,
y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella» (Génesis 3:6)
Usando su libertad de elección, Adán y Eva
desobedecieron el claro mandato de Dios:
«No comeréis».
Al pecar, también perdieron su libertad. El
pecado transformó la naturaleza humana.
Es por ello que no podemos (por nosotros
mismos) dejar de pecar.
Los deseos de la carne.
Los deseos de los ojos.
La vanagloria de la vida.
Solo con la ayuda divina podemos elegir, cada día,
obedecer.
1ª de Juan 2:16 nos recuerda las elecciones que, con
respecto al pecado, debemos realizar cada día:
6. «Más Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?» (Génesis 3:9)
Con hojas de higuera, intentaron
resolver sus problemas por sí mismos.
Al sentir la presencia de Dios,
prefirieron rehuirla.
Dios tomó la iniciativa, convirtiéndose
en el primer misionero.
Llamó al hombre y le
anunció el plan que se
había trazado para
salvarle (Génesis 3:15).
Dio a su Hijo unigénito
para darnos vida
eterna (Juan 3:14-16).
«Cargó en él el pecado
de todos nosotros»
(Isaías 53:6; 2ª de
Corintios 5:21).
7. «Cristo podría haberse apartado de nosotros
a causa de nuestra culpabilidad. Pero en vez
de hacerlo, vino y habitó entre nosotros,
lleno de toda la plenitud de la Deidad, para
ser uno con nosotros, a fin de que por medio
de su gracia pudiéramos obtener la
perfección. Deponiendo su vida, en una
muerte de vergüenza y sufrimiento pagó el
rescate del hombre. ¡Qué amor abnegado!
Descendió de la excelsitud, revistió su
divinidad con humanidad, y fue bajando paso
a paso a las profundidades mismas de la
humillación. No hay sonda que pueda medir
la profundidad de este amor»
E.G.W. (Alza tus ojos, 26 de junio)
8. «Vosotros sois la sal de la tierra…
Vosotros sois la luz del mundo» (Mateo 5:13-14)
Dios nos ha pasado el «testigo» de su
iniciativa misionera: «Como me envió el
Padre, así también yo os envío” (Juan 20:21).
A través de dos metáforas, Jesús nos expuso
cómo desea que sea nuestra misión:
Sal de la tierra.
El cristiano debe mezclarse
con las personas y
«contagiarles» con su
ejemplo.
Luz del mundo.
El cristiano debe iluminar a
un mundo sumido en las
tinieblas espirituales,
instruyéndole acerca del
plan de Salvación.
9. «“Vosotros sois la sal de la tierra,” dijo Jesús. No os
apartéis del mundo a fin de escapar a la persecución.
Habéis de morar entre los hombres, para que el sabor
del amor divino pueda ser como sal que preserve al
mundo de la corrupción.
Los corazones que responden a la influencia del
Espíritu Santo, son los conductos por medio de los
cuales fluye la bendición de Dios. Si los que sirven a
Dios fuesen quitados de la tierra, y su Espíritu se
retirase de entre los hombres, este mundo quedaría en
desolación y destrucción, como fruto del dominio de
Satanás. Aunque los impíos no lo saben, deben aun las
bendiciones de esta vida a la presencia, en el mundo,
del pueblo de Dios, al cual desprecian y oprimen»
E.G.W. (El Deseado de todas las gentes, pg. 272)