1. EL NARANJO DE LA IGLESIA o
El Enjuto Troncón del Sr. Cura.
El naranjo de la Iglesia
no es un naranjo cualquiera, Ya todo se ha consumado,
es símbolo de pasión, la ejecución está lista,
de muerte y resurrección y el cítrico condenado
cada nueva primavera. ha sido decapitado
como San Juan el Bautista.
De noche sueña un jardín Escaso fue su sustento,
con un estanque con ranas, sobre tierra sin labor
y un jilguero cantarín, le sirvieron de alimento
que venga de otro confín la hojarasca y sedimentos
para anidar en sus ramas. del sacrificio anterior.
Imagina un podador Mas medrarán sus raíces
de primorosa tijera, bajo la infértil maleza,
que aligere su espesor dando al cura en las narices
causándole, sin dolor, pues reparan cicatrices
cortes que untará con cera. y dan vida a la corteza.
Confía en fructificar Y volverá a renacer;
pero su fatal destino, una copa nueva y sana
dispuso que iba a morar, intentará florecer,
sin naranjas ni azahar, al sol del amanecer
al lado de su asesino. perfumando la mañana.
Vegeta en recogimiento Pero volverá a caer;
y, como si un Cristo fuera, es un ciclo repetido,
le va a llegar el momento porque repetido es,
de sufrir ese tormento el veredicto emitido
que cada año le espera. por el implacable juez.
Encaramado al pretil La voz, de soberbia presa,
de la azotea de la Iglesia, del clérigo emperador,
Ponciopilato-Ortíz repetirá con firmeza:
dicta su sentencia hostil: ¡que le corten la cabeza
¡que le corten la cabeza!. al naranjo pecador!.
No ha lugar la apelación
y un jardinero verdugo, MANUEL PÉREZ CARO.
con hacha y sin capuchón, El Rubio –2000 (?)
reduce a enjuto troncón
la frondosidad que tuvo.