1. EL MUNDO EN MANOS DE
TODOS
Itziar Martín Márquez, 1º Bachillerato A
IES MARGARITA SALAS
C/María Teresa León, 1 .Majadahonda 28220
Madrid
2. El mundo es nuestras manos se me ha ocurrido tras el último
terremoto en Italia, cada vez más desastres asolan mi mundo y cada
vez hay más gente enferma por culpa del agujero negro, espero que
mi generación sea más consciente del problema que la que ahora
gobierna el planeta.
3. EL MUNDO EN MANOS DE TODOS
Por mi dieciocho cumpleaños he cumplido uno de mis deseos más soñados, viajar a la
India.
Llevábamos preparándolo desde que tenía 16 y mis padres me dijeron que me fuera
pensando donde iríamos a celebrar mi mayoría de edad.
Siempre me ha gustado tenerlo todo bien atado y comencé a preparar mi viaje
minuciosamente, acudí a la oficina de turismo, a la embajada y por último a
informarme de las condiciones sanitarias que se requieren para viajar a ese país.
Me desperté muy temprano como nunca antes lo había hecho, encendí la televisión
para ver las noticias mientras terminaba con mi equipaje cuando, de repente, algo me
llamó la atención. Se trataba de un reportaje desde Washington D.C. Un científico
explicaba los alarmantes datos sobre el cambio climático.
¿Qué está pasando en Europa? ¿Por qué tenemos estas desconcertantes olas de calor?
Empecé a recordar que cuando llegué a Madrid desde mi Sevilla natal, lo único que me
hizo aceptar el cambio de ciudad era la promesa de mi padre de que por fin vería la
nieve. Tenía solo seis años y nunca la había tocado.
Y no me engañó. Cuando llegamos a Madrid era primavera y, aunque estábamos en una
ciudad enorme, aún quedaban algunos barrios en los que todavía permanecían
resquicios de campos sin urbanizar. Así descubrí pronto mi alergia al polen.
Pronto llegó el verano y con él el calor, un calor sofocante y seco en un Madrid repleto
de coches y asfalto.
Y el verano dio paso al otoño. Descubrí un Madrid impresionante, con sus parques
cubiertos de hojas de colores y castañas que adornaban los paseos del Parque de El
Retiro.
Y al final de todo, la nieve, maravillosa, blanca y fría, cubriendo parques y jardines,
terrazas y balcones, patios escolares…
Pero me detuve a pensar un momento, ¿cuánto hace que no veo la nieve? Esto sigue
siendo Madrid, con sus parques y jardines, ¿por qué me da la impresión de haber
pasado un año entero sin invierno?
Intenté sacudir la cabeza para alejar mis pensamientos, al fin y al cabo hoy era un día
especial. Mientras metía en la maleta mis útiles de aseo, seguí escuchando las noticias.
Italia, sacudida nuevamente por un terremoto. ¡Dios! Casi elegí Italia para mi viaje,
menos mal que cambié de opinión, pero, aunque me alegré por mi decisión, no pude
evitar pensar en ellos, dos terremotos en cuestión de meses. Parece que viviendo en un
país europeo nunca te va a tocar, y lo hemos tenido muy cerquita, casi en casa, en
4. Lorca. Tampoco recuerdo que mis padres me hablaran de terremotos en España, pero
ahora ya hemos entrado en el sorteo de las catástrofes…
Volví a sacudir la cabeza para alejar nuevamente los pensamientos negativos que me
interrumpían de mis quehaceres.
Empezamos a ver las consecuencias del calentamiento global, continuaba el locutor,
miles de pérdidas humanas y materiales en los últimos años, terremotos, maremotos,
volcanes que despiertan, inundaciones, huracanes, tsunamis, y cientos de especies que
desaparecen por momentos, ¿ a qué estamos jugando?. No puedo evitar viajar con mi
mente por las desgracias vistas por televisión en estos últimos años, casi que ya no me
apetece viajar, pero debo continuar hacia adelante y en el largo vuelo voy a intentar
encontrar soluciones a mi alcance.
Si continúan derritiéndose los glaciares, ¿qué pasará con el nivel del mar? ¿Qué
ocurrirá con ciudades como Nueva York? Nos explicaron unos estudiantes de medio
ambiente que si los glaciares se derriten por completo el mar aumentaría su nivel en
unos 25 metros, Nueva York desaparecería y quizás Londres también. Mientras miro
por la ventanilla de mi avión pienso, ¿nos queda algo por destruir?
Las grandes ciudades de países industriales, no hacen nada por evitarlo, no les interesa,
les genera mucha riqueza la fabricación de productos contaminantes, pero a ellos
también les alcanzará el desastre y cuando no haya agua para todos, ¿se beberán sus
plásticos?
Cuántas veces lloraba cuando era niña y escuchaba en las noticias que el fin del mundo
se acercaba. Ahora veo que en parte es cierto, lo estamos acabando nosotros, y cuando
los recursos naturales se agoten, el ser humano desaparecerá para siempre, pues no
tendrá con qué alimentarse.
Me quedé dormida, cansada supongo por el largo viaje y los nervios de la noche
anterior. En mis sueños aterrizaba en Bangladesh, el agua había cubierto casi por
completo sus tierras, el hambre amenazaba a las pocas especies que quedaban y el ser
humano había desaparecido. Me vi en una tierra sola y sin recursos.
Millones de personas habían muerto, se había perdido la fauna y la flora de los arrecifes
de coral. El daño ya era irreversible.
Me despertaron con un toque en el brazo. “Mira - me dijo mi padre -, estamos en
Bangladesh, has dormido por lo menos cuatro horas”
El aeropuerto era un continuo ir y venir de gente, las mujeres vestían de increíbles
colores y maravillosas sedas, pero mi mente no paraba de dar vueltas al reportaje que
había visto por la mañana.
Los habitantes de Bangladesh corren el riesgo de convertirse en refugiados climáticos,
no tienen desarrollo ni infraestructura para afrontarlo, apenas emiten gases nocivos
para la atmósfera y mientras los países ricos contaminan, ellos son las víctimas. En este
país la tierra es muy plana y los habitantes en su mayoría muy pobres. Ellos son los
afectados. En caso de un aumento en el nivel del mar, tienen que huir hacia el norte. Es
algo que tienen muy aprendido. Al fin y al cabo, mi sueño no se aleja mucho de la
realidad.
En Bangladesh, viven prácticamente de la agricultura, pero el tiempo se ha vuelto loco,
o llueve mucho o no llueve nada, y las inundaciones son cada vez más frecuentes. El
último ciclón del 2009 se llevó a sus espaldas casi 1800 muertos.
5. Disfruté de mis vacaciones como pude, viajé de norte a sur, tomé miles de instantáneas
fotográficas, quizás para el recuerdo, y decidí ponerme manos a la obra según aterrizara
en Madrid.
Y así fue, reuní un numeroso grupo de amigos y organizamos charlas por los colegios e
institutos, tenemos soluciones en nuestras manos, hay daños que no podemos reparar,
pero si frenar el avance. Y les explicamos que hay diez cosas que están en mano de
todos y que puede ayudarnos a parar el cambio climático:
Cambiar las bombillas. Remplazar una bombilla tradicional por una de bajo
consumo ahorra más de 45 kilogramos de dióxido de carbono al año.
Apagar la tele y el ordenador. Solo con apagar la televisión, el DVD o el ordenador
cuando no estén en uso, evitaremos que miles de kilos de CO2 salgan a la atmósfera.
Conducir menos. Andar, montar en bicicleta, usar el transporte público. Ahorramos
30 gramos de CO2 por cada 4,5 kilómetros que no se conduce. Por cada litro de
combustible que quema el motor de un coche, se libera una media de 2,5 kilos de CO2,
según la Comisión Europea.
Revisar los neumáticos. Si la presión de los neumáticos baja 0,5 bares, el coche
consumirá un 2,5 por ciento más de combustible y, por tanto, liberará un 2,5 por ciento
más de CO2. El ahorro de cuatro litros de gasolina evita la emisión de seis kilos de
dióxido de carbono
Reciclar. Podemos ahorrar más de 730 kilos de CO2 al año al reciclar la mitad de la
basura que se produce en nuestras casas.
Evitar mucho embalaje. Escojamos productos con poco envase: una botella de 1,5
litros genera menos residuos que tres de medio litro. En la compra utilicemos bolsas
reutilizables. Evitemos las toallitas húmedas y de papel. Podemos evitar la emisión de
1.100 kilos de CO2 si reducimos la basura un 10 por ciento.
Menos agua caliente. Es necesaria una gran cantidad de energía para calentar agua.
Instalar un regulador de caudal del agua en la ducha, evita la emisión de más de 100
kilos de dióxido de carbono al año. Lavar con agua fría o tibia, ahorra 150 kilos de CO2.
Vigilar los electrodomésticos. Tapar la cazuela mientras se cocina es un modo de
ahorrar mucha energía. Aún mejor son las ollas a presión, que ahorran un 70 por ciento
de energía. Usar la lavadora y el lavavajillas sólo cuando estén llenos. Recordemos que
si el frigorífico y el congelador están cerca de los fuegos o de la caldera, consumirán
mucha más energía. Si estos son viejos, debemos descongelarlos periódicamente. Los
nuevos tienen ciclos automáticos de descongelación y son casi dos veces más eficientes.
Ajustar el termostato. La oscilación de dos grados centígrados en invierno y en
verano ahorra más de 600 kilos de dióxido de carbono por hogar en un solo año. Bajar
la temperatura un grado puede reducir la factura de la calefacción entre un 5 y un 10
por ciento.
Planta un árbol. Un solo árbol absorbe una tonelada de dióxido de carbono durante
toda su vida.
No podemos cambiar el mundo, pero si mejorarlo, en vuestras
manos está que vuestros descendientes conozcan o no Bangladesh.